ISSN 2692-3912

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The Disney Affair

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The Disney Affair

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Si Yaja no se hubiera metido en una pelea con Pepe Grillo y el Pato Donald, hubiéramos tenido una estancia tranquila y amena en el Disneyland Hotel. Eso sí, ni hablar de diversión, porque Yaja estuvo decidida a evitar divertirse desde el principio.

  La boda de Yaja y Joselo se había cancelado por culpa del veganismo. Bueno, no exactamente. Lo que pasó fue que la hermana de Joselo se volvió vegana de un día para otro y estuvo presionando para que cambiaran el menú de la recepción. Yaja creía que lo hacía para molestarla, porque la odiaba, pero Joselo, conciliador, dijo que podían invertir en un par de platillos veganos que estuvieran disponibles para los invitados que los prefirieran. Yaja no quiso involucrarse. Error. Joselo acompañó a su hermana a una degustación y terminó enredándose con la chef, que además de vegana, resultó una ecoterrorista radical encubierta que encima de acostarse con Joselo, lo reclutó para su organización.

La hermana de Joselo volvió a comer carne en cuanto él y la chef pasaron a la clandestinidad. Era ridículo. Todo. El breve paso de la excuñada por una supuesta vida más sana y ética sin cargos de conciencia sobre el mundo animal. Joselo volviéndose antisistema. Joselo, alguien que no sabía hacer otra cosa que comprar tonterías por Amazon, que organizaba su año según las fechas del festival Coachella, que se había comprometido con Yaja haciendo una versión muy modesta de un video viral. Todo resultaba una ridiculez.

Principalmente, porque la chef era una mujercita menuda con aires monjiles, muy antipática, y era increíble que pasara de abrazar lechuguitas directo a las armas.

Después de eso dejé de dudar de la sabiduría de los dichos populares, porque era cierto, una tenía que cuidarse de las aguas mansas.

  Yaja estaba devastada. Así que yo, como dama de honor y mejor amiga, gestioné las cancelaciones. Instruí a una cuadrilla de amigas, primas y vecinas para llamar a cada persona del país que hubiera recibido una invitación y revisé contratos, porcentajes y cláusulas con los proveedores. Recuperé el sesenta por ciento de los adelantos y depósitos. También devolví los regalos y mientras estaba en esos menesteres, me encontré con la información de la luna de miel. Los papás de Joselo les habían regalado una semana en el Disney’s Grand Californian Hotel & Spa. Un verdadero sueño hecho realidad. Cuando llamé para preguntar por las políticas de cancelación me explicaron que no había tales, simplemente se perderían los privilegios del todo incluido. Por ocho días. Para dos personas.

  Sobre mi cadáver.

  Hablé con Yaja, la convencí de que pasar la fecha de la boda encerrada en la habitación de su adolescencia mientras su mamá despotricaba en contra Joselo con sus tías sería terrible y patético, que podíamos aprovechar lo que el destino nos ponía adelante para por fin irnos a ese viaje solas que nunca lográbamos cuadrar en las agendas y que, como Joselo había renunciado a sus posesiones capitalistas, podíamos usar el dinero recuperado de la banda, el Dj, el jardín y todo lo demás, para pasar la mejor semana de nuestras vidas. Quizás en una de las vueltas más cerradas del Splash Mountain, bañadas con toda esa agua de California, el anillo de compromiso se le saldría del dedo. Yaja tenía una hinchazón crónica en el anular desde que vimos el video donde Joselo se despedía de ella y de su familia.

Estoy segura de que cuando Joselo anunció que había encontrado lo mismo el amor que una misión a la cual entregar su existencia, el anillo empezó a encarnársele.

  Tampoco era que hubiera mucha prisa por sacarlo porque a quién se lo iba a devolver. Por lo que sabíamos, Joselo estaba en alguna recóndita montaña preparando el ataque definitivo contra los carnívoros del mundo, alimentándose solo de zanahorias cultivadas por él de modo sustentable, seguramente fertilizadas con sus propios desechos orgánicos.

  Preparé un playlist de tres horas con lo mejor de las bandas sonoras de Disney y vacié encima de Yaja una montaña de dulces y frituras para cruzar la frontera. Pensando en ella, excluí de la selección las canciones que pudieran remitirle algún mensaje ecológico, como Ciclo sin fin y Busca lo más vital, pero incluí algunas de las joyas infravaloradas como Mundo perfecto de Las locuras del emperador y Cuán lejos voy, de Moana.

  En retrospectiva, no sé cómo no se me ocurrió que Yaja iba descendiendo en una espiral de odio y desestabilidad mental, porque no me dirigió la palabra durante el tiempo que estuvimos haciendo la fila: se quedó sentada como la peor copiloto de la historia, sepultada por los Reese’s miniatura, los pulparindos, las picafresas, los bombones con caramelo, las galletas de nieve, los Ruffles y los Cheetos, cantando Let It Go una y otra vez.

  Mi amiga, esa agua mansa.

De veras, cómo no lo vi venir. Porque tampoco se me ocurrió que algo oscuro empañaba el viaje cuando el migra nos mandó a segunda revisión. O cuando no podíamos dar con un estacionamiento para dejar el coche la semana completa. O cuando por fin lo encontramos y trataron de cobrarnos en riñones en lugar de dólares.

Y es que, aunque solo eran tres horas y media en carretera para llegar a Anaheim desde Calexico, se trataba de un viaje de descanso y relajación, por lo que, como guía espiritual de Yaja y administradora de la aventura, hice el primer gasto importante de la pequeña fortuna que representaba las ilusiones rotas de mi amiga y volamos menos de una hora, como si fuéramos estrellas de cine.

  —Compramos estos boletos con el reembolso de la barra libre —dije para tratar de animarla.

  Yaja cerró la ventanilla, se cubrió los ojos con el antifaz para dormir y se hundió en el asiento por respuesta.

  Debí intuir lo que se avecinaba cuando la única sobrecargo del avioncito me negó una mimosa alegando lo breve del recorrido, pero en ese punto me pareció un contratiempo insignificante en comparación con las maravillas que nos esperaban al aterrizar.

Error.

Aterrizamos en Santa Ana, en el aeropuerto John Wayne.

Qué nombre más desafortunado. John Wayne, el del western, era un mastodonte misógino, homofóbico y racista; y el otro John Wayne, un payaso asesino de niños.

Dejé a Yaja esperando el equipaje y fui a consultar las salidas a Anaheim.

No había.

Una ciudad del Área Metropolitana de Los Ángeles, la segunda área metropolitana más grande de Estados Unidos, una ciudad que anuncia como su único atractivo turístico su cercanía con Disneyland, no tenía forma de hacer llegar a los vacacionistas del aeropuerto a Disney. Sentí que me daba un vahído.

  Con mi precario inglés de escuela de monjas pedí hablar con el gerente de la aerolínea, con el encargado del sitio de taxis, con el mismísimo Terminator aunque ya no fuera gobernador. Todas mis exigencias fueron ignoradas. Me urgía quejarme y llamé al hotel. Entonces supe que debí haber coordinado el viaje con ellos para que enviaran un mickytransporte por nosotras. Estábamos a nuestra suerte, pero por la educación sentimental de nuestra niñez, si de mí dependía, por supuesto que íbamos a prevalecer. Regresé con Yaja y la encontré en el lugar exacto donde la había dejado, recargada en su maleta, mirando a la nada con una expresión de estar en coma. Mi maleta se había perdido. No me exalté. Lo tomé con filosofía y me dirigí a la fila de reclamaciones donde comprobé que el mundo es un pañuelo, que a cada acción corresponde una reacción, que el karma se equilibra y que todo ying tiene su yang.

  La fila era larga y el sur de California está prácticamente poblado por latinos y migrantes, así que cuando la mujer detrás de mí, mezclando inglés y español de forma indistinta me dijo que le parecía conocida y que le recordaba a alguien, solo por hacer algo, conversé con ella. Era la prima segunda de una tía política de mi mamá a la que yo no había visto nunca, pero la mujer, que se empeñaba en que la llamara tía Cata, no cabía de emoción por haberme encontrado. Me habló de la infancia de mi madre, de mis abuelos, de la vida de la tía política desconocida y terminó ofreciéndose a llevarnos a Disney. Era un tramo de cuarenta minutos y le quedaba de camino.

La abracé con cariño sincero.

En la camioneta de la tía Cata iban sus dos hijos expresidiarios, una anciana que olía raro conectada a un tanque de oxígeno y tres niños que no obedecían a ninguno de los pasajeros.

  Disculpé la condición de Yaja sugiriendo que tenía un problema con la bebida. No se inmutó.

La tía me anotó su número telefónico en un papel y me hizo prometer que la llamaría antes de volver a México. Lo dijo así, México, como si Mexicali estuviera en Yucatán. Supongo que así de lejana deben sentir su tierra los migrantes que nunca regresan a ella. Uno de los expresidiarios, con tatuajes de lágrimas en los pómulos, se bajó para despedirse y me masajeó el trasero.

Nos dejaron en las puertas del cielo.

El hotel era un portento de arquitectura. Estilo rústico, con lámparas Tiffany y motivos de las historias clásicas desarrolladas en bosques. Bambi, Bernardo y Bianca, Chip y Dale, Winnie Poh. Yo estaba maravillada y no me dejé amedrentar por el destino cuando nos explicaron que debido a un problema de traducción, creyeron que como ya no había boda, no seguiríamos el itinerario del paquete nupcial. Nos cancelaron las citas en el spa, las cenas con los príncipes y princesas en la azotea y nos cambiaron la Luxury Majestic Suite, por una habitación estándar en el Disneyland Hotel.

Un botones sin gracia nos trasladó al hotel vecino en un carrito de golf y nos dio unos pases para el buffet del desayuno.

El Disneyland Hotel no era tan elegante como el que habíamos dejado, pero era icónico, con miles de referencias al universo moderno de Disney y solo del lobby al elevador conté veinticinco siluetas de Mickey Mouse ocultas en el mobiliario.

En la habitación traté de no desanimarme cuando vi que la decoración era de los Avengers. Nos tiramos en las camas gemelas. Le dije a Yaja que habíamos sobrevivido a lo peor y que en adelante, la semana sería inolvidable.

Ya estaba dormida.

Le quité los tenis y le revisé el dedo del anillo. La piel alrededor estaba blanda y roja. Húmeda. Debía dolerle.

  Apagué las lamparitas con forma del martillo de Thor convencida de haberlo logrado. Convencida de que, pese a los inconvenientes, mi amiga y yo estábamos cumpliendo un sueño.

Tuve pesadillas por dormir en la cara de Thanos.

  Nos levantamos tempranísimo. Yaja me prestó ropa porque yo me había quedado con lo puesto. Era sábado, un día de mucho ajetreo y nosotras teníamos boletos para desayunar y un pase ejecutivo a todas las atracciones. Convencí a Yaja de que se maquillara. En el fondo guardaba la esperanza de que conociera a algún extranjero y recuperara el brillo en la mirada. Salimos del cuarto y nos encontramos a Pocahontas en el pasillo. Creí que iba a orinarme encima. Me firmó la libreta de autógrafos y Yaja nos hizo una foto donde salimos desenfocadas y fuera de cuadro. Luego yo les tomé una donde Yaja parece cargar ella sola con toda la culpa de la colonización. No me importó, Pocahontas significaba el mejor de los augurios: Yaja y yo descubriríamos colores en el viento, escucharíamos a los lobos aullar a la luna azul.

  Error.

El restaurante estaba cerrado al público. Los empleados preparaban la barra de ensaladas para un evento privado. Yaja se chupaba el dedo perjudicado en silencio, asumo que por el dolor, pero aquello le daba un aspecto oligofrénico. Detrás de la cuerda de terciopelo rojo de los postes unifila, uno de los niños perdidos de Peter Pan, el del disfraz de mapache, nos explicó que igual los boletos que nos habían dado eran válidos para puro café con pan. Que si queríamos desayunar de verdad tendríamos que pagar una diferencia de setenta dólares cada una y que nos convenía más comer en algún lugar del parque. Sentí que se me reventaban las venas de la esclerótica. Entre las mesas, Pepe Grillo y el Pato Donald, jugueteaban, tal vez cantaban acerca de darse silbiditos.

  Suspiré y antes de que pudiera volverme a Yaja para decidir qué hacer. Yaja corrió y se lanzó contra el Pato Donald, tacleándolo.

  La botarga rebotó en el suelo y quedó tendida de tal manera que necesitaba ayuda para levantarse. El niño perdido hizo llamadas, evidentemente a los elementos de seguridad y Pepe Grillo intentó enfrentar a Yaja, que estaba enardecida. Donald movía sus patitas en el aire en un esfuerzo inútil por incorporarse. Creo que lo que detonó la crisis de Yaja fue ver tanto verde en la barra de ensaladas, porque tomó el contenedor de la lechuga y azotó con él al pobre grillo, que perdió su sombrero de copa alta en la trifulca. Después, Yaja saltó sobre la barra y tomando las verduras con las manos, fue arrojándolas hacia las personas que la miraban aterradas. Parecía un gorila dando grandes pasos sobre el mueble apoyada en sus cuatro extremidades. Yo creí que me iba volver loca intentando contener a los guardias de seguridad que se veían muy inclinados a usar la fuerza letal, pero no por eso, sino porque en Disney no hay nada que rompa el encanto, no hay forma de saber si alguien a quien te topas es un simple turista o un miembro de la familia Disney, como les dicen a los empleados.

El acabose llegó cuando una despreocupada Ariel con vestido novia, salió de la cocina del restaurante con unas charolas. Yaja empezó a gruñir en cuanto la vio.

  Ariel, perspicaz, escapó hacia la Main Street.

  Y empezó la persecución.

Vi la escultura de Walt Disney dándole la mano a Mickey Mouse, pasé entre Minnie y Pluto y atropellé a unos niñitos muy güeros en mi carrera.

  Frente al castillo de La Cenicienta, Yaja secuestró uno de los carruajes tirados por corceles. Los azuzó como si estuviera en el Viejo Oeste. Avanzó y dio una vuelta innecesaria a la glorieta del castillo de la Bella Durmiente. Por estar alardeando, arrolló un puesto de churros, uno de orejas de ratón y a otros dos ambulantes. No sé cómo no se le desbocaron los caballos.

  El carruaje de Yaja condujo a Fantasyland.

  Yo ya había sido alcanzada por dos policías del parque y veía la estela de destrucción que Yaja dejaba a su paso desde el taxi de Roger Rabbit, que es como están caracterizadas las pequeñas patrullas. Ariel había desaparecido y Yaja huía de la ley. Afuera de una tienda de regalos se aglomeraba tanta gente por culpa de unos príncipes encantadores que Yaja se vio obligada a detener el carruaje y bajar.

  Pensé que ahí acabaría el trafagoso episodio. Sorpresa: no. Yaja corrió, atravesó el carrusel del Rey Arturo y surcó por encima de las tazas de la fiesta de té, rumbo a Tomorrowland. Para eso, las princesas que estaban en Fantasyland, tal vez alertadas por Ariel, dejaron sus puestos y fueron tras Yaja a pie, sorteando el paso por donde los taxis de Roger Rabbit no podían cruzar. Mis policías y yo cortamos por la ruta de los desfiles y vimos a Aurora, Mulán, Rapunzel y Jasmín, rodeando a Yaja cerca de donde Buzz Lightyear enfrenta al Malvado Emperador Zurg. Recordé que los miembros del elenco que representan a los personajes suelen ser atletas de alto rendimiento.

  Los visitantes pensaban que era una representación. Yaja aprovechó que empezaron a pedir fotos y autógrafos a las princesas para escabullirse hasta el Astro Orbitor, que estaba fuera de servicio, pero en cuya escalinata, Jessy, la vaquera de Toy Story, abría su show cantando Cuando ella me amaba. Yaja pareció llenarse de un odio ancestral al escuchar las primeras estrofas y empezó a correr de nuevo. Era como si no fuera a detenerse nunca.

  Se dirigió a Adventureland. Las princesas se quedaron atrás, con todo y que seguramente eran gimnastas o velocistas, los vestuarios, el público y la misma distribución del entorno, les impedían explayarse.

  Yo había pasado de explicar a los policías que Yaja estaba teniendo un colapso por causas de extrema angustia emocional a tratar de evitar que la lastimaran gritando que mi amiga estaba nuts, mad, crazy, lunatic. Pero, de hecho, no creía en absoluto que Yaja estuviera mal de la cabeza, si Yaja necesitaba hacer parkour en Disney como terapia, tenía mi apoyo y mi solidaridad.

  Estuvimos a punto de cercarla enfrente de la tienda de recuerdos de Indiana Jones y yo hice lo que haría cualquier amiga, metí el freno de mano haciendo derrapar el vehículo, que fue a estrellarse lentamente contra una barrera de contención.

  Me bajé balbuceando sorrys e intenté alcanzar a Yaja.

Se me unieron Tiana, Blancanieves y Ariel, vestida de civil.

  Más atrás, se iba conformando una barricada discreta de elementos de seguridad decididos a no permitir que Yaja volviera a escaparse.

  La perdimos en la selva. Me organicé con las princesas y nos dividimos. Tiana y Blancanieves revisarían las áreas restringidas, donde había buenos escondites, y Ariel y yo nos treparíamos a la casa del árbol de Tarzán, que gracias al cielo estaba en mantenimiento, sin visitantes. Buscamos durante unos minutos que me parecieron horas. Ya ni siquiera pensaba en cómo sería estar paseando en las atracciones como alguien normal. Lo único que me importaba era localizar a Yaja antes de que se convirtiera en material para Preso en el extranjero.

  Ariel era una joven agradable y centrada, no le guardaba rencor a Yaja. Se mantenía en contacto con el jefe de la policía del parque por medio de un radio de última tecnología instalado en su reloj de mano. Lo tranquilizaba. Decía que no había salidas de esa zona y que en cualquier momento daríamos con la prófuga. El hombre replicaba que cada vez era más difícil mantener la emergencia en secreto, que, si no encontrábamos pronto a Yaja, iban a tener que evacuar y hacer pública la situación.

  Una de las princesas gritó.

Creí que Yaja había hecho una locura. Es decir, otra, una irremediable.

Ariel y yo seguimos los gritos. Lo que nos encontramos era como estar en una de las películas más absurdas del estudio Disney en los años ochenta, como Los ojos del bosque o El abismo negro, aunque nosotras estuviéramos en un escenario selvático.

  Joselo sostenía a Blancanieves, ya sin peluca y con el vestido rasgado, del cuello. Tiana estaba tendida entre unos arbustos tropicales. Después supimos que desmayada, pero en ese momento nos asustamos muchísimo. No podía ser, Joselo, el exnovio y exprometido de Yaja, su casi marido, aplicándole una llave a Blancanieves.

La chef surgió de entre las ramas cargando lo que parecía ser una bomba que le doblaba el tamaño.

  Los dos se veían muy demacrados, bien dicen que la falta de proteína animal provoca anemia.

  La chef nos ordenó grabar lo que estaba a punto de ocurrir. Yo saqué mi celular y recé para que no fueran a decapitar a Blancanieves como hacían en los videos de ISIS.

  Joselo no me reconoció o fingió no hacerlo. Escuchaba a su chef con verdadera devoción.

  La chef soltó una perorata sobre el significado de Disneyland en la cultura, de los abusos cometidos por los ejecutivos del parque en nombre del capitalismo feroz. Habló del mercantilismo cultural, del imperialismo de los empresarios. Habló del daño sistemático al medio ambiente, de las especies endémicas de California afectadas en pro del consumo, de los patitos que vivían en los lagos interiores y que eran aplastados sin miramientos por el público que avanzaba hacia las atracciones hipnotizado, idiotizado, incapaz de atender lo que ocurría a su alrededor.

  Dijo que estaban ahí para hacer un llamado a la conciencia, que la sociedad no les había dejado otra opción.

  Ariel, que transmitía la escena a los guardias por medio del reloj, esperaba indicaciones.

  Joselo empujó a Blancanieves dejándola caer en una pequeña zanja y se unió a la chef, que hacía algo en el dispositivo.

  Si alguien iba a actuar, tenía que ser rápido.

  Ariel y yo nos miramos. Yo seguía grabando. Entonces, en lo que algún comentarista de noticias denominaría como un giro insólito de las circunstancias, escuchamos un crujido en el techo. Yo creí que era Tarzán. Volteamos y en lo más alto de la casa del árbol, desde la punta de la cumbrera, Yaja se deslizó por una liana usándola como tirolesa y fue a dar encima de Joselo, no sin antes patear a la chef con un impulso surgido de aquel aborrecimiento primigenio que había ido reuniendo a lo largo de su recorrido por el parque.

  Ariel dio la señal y los agentes y comisarios nos detuvieron a todos para dar paso a la brigada antiexplosivos.

  Tiana y Blancanieves fueron llevadas a la enfermería. Los policías a los que provoqué la colisión esposaron a la chef desquiciada y a Joselo. A Yaja la sometieron entre seis elementos y se la llevaron envuelta en una manta. A mí me pareció excesivo y procuré grabarlo con el celular.

  El complejo de Disney Town funciona como una pequeña ciudad autónoma, con sus reglas internas y su propio sistema de justicia. Según lo que se resolviera luego de la investigación privada, se decidía si se involucraba o no a los Rangers de California o incluso a la Patrulla Fronteriza.

  Ariel me consiguió una reunión con Joselo. El pobre había bajado tanto de peso que parecía sobreviviente de alguna guerra. Tenía ictericia en la piel y los labios resecos, con llagas y sangre.

El subterráneo en el que se encuentran las oficinas administrativas de la Disney Company contrasta por completo con la magia de la villa de Mickey. No hay color y la iluminación me hizo pensar más en las celdas de la KGB que en las de la CIA. En general, a pesar de que la limpieza era impecable, era como estar en una bodega de Walmart abandonada.

Abandonada, no solo vacía.

Primero Joselo se negó a hablar y estuvo insistiendo en que no sabía quién era. Según él, haciéndose el que no me conocía. Luego de un rato confesó que su célula estuvo planeando boicotear el desfile de Acción de Gracias de Macy’s y que también se sopesó actuar en el Big Bay Boom del 4 de julio en San Diego, pero que había sido idea de la chef perpetrar el ataque en la fecha de su viaje de bodas, como una declaración, como una manera de hacerlo cortar lazos con su vida pasada, al tiempo que asestaban un golpe a uno de los lugares más viciados y representativos del modo de vida norteamericano que existían.

  Negocié la información con el jefe de seguridad y resultó que la chef estaba en la lista de los más buscados por el FBI.

Hubiéramos podido ingresar a protección de testigos.

Acordamos que Yaja y yo saldríamos indemnes a cambio de nuestros testimonios en la corte. Eso, además, nos permitiría conservar las visas. También firmaríamos acuerdos de confidencialidad para mantener fuera del escrutinio público el conato de violación a la integridad de la marca Disney y el suelo estadounidense.

Se estuvo hablando de negarnos el ingreso a los parques temáticos del mundo pero saqué la carta del abuso de fuerza contra la heroína del caso y hasta logré que nos dieran fastpass para nuestra siguiente visita.

  Al salir de las oficinas, Yaja era otra vez ella misma, la Yaja de siempre. No, aún mejor, la Yaja de antes de Joselo. Me mostró su mano libre, sin anillo, el dedo todavía inflamado pero listo para sanar.

  Era la hora del desfile nocturno.

  Yaja y yo nos abrazamos, agotadas y orgullosas, apoyándonos la una en la otra para ver los fuegos artificiales y admirar la procesión de carros iluminados por más de un millón y medio de luces led y fibra óptica.

  Ahí estaba, por fin, el ambiente mágico hecho de música, alegría y polvos de hada que el espíritu de mi infancia deseaba tanto.

Sonreí a mi amiga y tarareamos quedito Bibidi-bababidi-bu.

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Elma Correa (Mexicali, México) es narradora. Escribe cuento y crónica. Coordina un encuentro internacional de escritores en Baja California y gestiona @habitaciones_propias, una comunidad virtual donde las mujeres del mundo comparten los espacios donde crean. Es Licenciada en Lengua y Literatura Hispanoamericana, Maestra en Estudios Socioculturales y Doctora en Sociedad, Espacio y Poder. Escribió Que parezca un accidente (Nitro/Press, 2018), Mentiras que no te conté (UDG, 2021) con el que recibió el XX Premio Nacional de Cuento Juan José Arreola, Llorar de fiesta (BUAP, 2022), La novia del león (Nitro/Press, 2024) y Lo simple (INBAL, 2024) Premio Bellas Artes de Cuento San Luis Potosí Amparo Dávila 2022.

 

Fotografía por @Sarel Patiño

Novela póstuma de García Márquez

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Novela póstuma de García Márquez

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¿Qué puede decirse sobre En agosto nos vemos (2024), la novela póstuma de Gabriel García Márquez? Las opiniones se dividen y se multiplican. La cuestión esencialmente radica en sí esta novela aportará algo a la totalidad de su obra. ¿O saldrá sobrando? Un hecho puntual es que regresó Márquez a las estanterías, como sucedía en sus mejores años de escritor. Pero ¿por cuánto tiempo?

El sello editorial Random House negoció los derechos con los hijos de Márquez, Rodrigo y Gonzalo García Barcha. El lanzamiento de la novela el 6 de marzo último coincide con el natalicio del Nobel colombiano a 10 años de su fallecimiento. El concepto editorial para la publicación de En agosto nos vemos se muestra efectivo en la mercadotecnia y en el lanzamiento simultáneo en varios idiomas. Una publicación con ventas aseguradas por el renombre universal de su autor. Desde luego ha levantado debate y las polémicas van desde el elogio sin cortapisas hasta la crítica demoledora.

Resumen sucinto de la novela: cada año, en el mes de agosto, Ana Magdalena Bach realiza un viaje en ferry hacia la isla donde reposan los restos de su madre, con la intención de visitar la tumba. Estas visitas terminan por ser una tentadora oportunidad para experimentar una transformación personal durante una sola noche al año. La obra busca la reflexión sobre la vitalidad, la capacidad de disfrute a pesar del inexorable paso del tiempo y los anhelos femeninos.

La revista WMagazín señala sobre la novela de Márquez que acorde a las críticas iniciales se ubica entre “obra maestra y adiós insatisfactorio, un boceto o no ser el mejor de sus libros”. Winston Manrique Sabogal no pasa por alto las carencias de una novela de por sí inconclusa, pero rescata la enjundia literaria de García Márquez: “Una novela desigual, pero donde un solo párrafo de su genio vale todo el libro, y muchos libros enteros de muchísimos escritores”.

Santiago Díaz Benavides en su reseña en El Espectador señala que “la novela póstuma de Gabriel García Márquez conserva la magia de sus mejores libros desde la primera página”.

Por su parte, el reconocido crítico J. A. Masoliver Ródenas sostiene en La Vanguardia que “En agosto nos vemos es otra obra maestra del autor de Cien años de soledad, con un tema nuevo en su producción y un final impactante”.

Por el contrario, la crítica colombiana Carlina Sanín considera la obra como menor y menos que eso. Lo que le ha valido un ola de indignados comentarios por parte de los fans de García Márquez, no faltando expresiones machistas y soeces por el atrevimiento de haber tocado a una figura nacional en estado de adoración.

El filósofo y escritor bogotano Camilo García Giraldo no piensa leerla. Me dice con énfasis que “La publicación de esta novela contra la voluntad de su autor por parte de sus herederos solo tiene el motivo de ganar millones de dólares con sus ventas en tanto está aseguradas por el nombre universal de su autor. Es un negocio de poca calidad moral de sus hijos”.

La publicación de obras póstumas siempre despierta un debate ético y literario. El debate está planteando cuestiones sobre la ética de desobedecer la voluntad del autor y, por otro lado, los motivos aceptables para publicar una obra que el autor no quería publicar.

Comparar con Kafka, cuyas obras fueron salvadas de la destrucción por su amigo Max Brod, no resulta relevante. Kafka era relativamente desconocido en vida, García Márquez es un autor consagrado y premio Nobel.

Portada En agosto nos vemos

Otro ejemplo es el de Roberto Bolaño con obras que han sido publicadas después de su muerte, aumentando su legado literario, pero también generando críticas sobre la explotación comercial y la autenticidad de los textos bajo sospecha de que se les pudo haber metido mano con editores. Asunto que cobra fuerza con la actual irrupción de la Inteligencia Artificial y sus posibilidades.

Otro caso: desde hace unos años se confirma un dominio en el mercado del libro del finado novelista sueco Stieg Larsson con su globalmente avasalladora en ventas Trilogía del Milenio. Después de la muerte de Larsson, que nunca vio sus libros publicados, el éxito comercial de la Trilogía ha llevado a nuevas entregas escritas por otro autor, David Lagercrantzs, convirtiéndose en un producto de mercado más que en una continuación auténtica. Detrás hay una maquinaria de mercadotecnia efectiva y global. Un ciclo de producción, distribución y venta. Se trata de un caso del éxito en la posteridad, al menos en el mercado del libro. Larsson, como Kafka, no conoció en vida el éxito literario. Se pregunta sí será siendo leído dentro de cien años como lo es ahora la obra de Kafka.

Si bien el deseo de los lectores de continuar con personajes y tramas puede ser comprensible, no debe eclipsarse el respeto por la voluntad y la obra del autor. La decisión de publicar obras póstumas debe sopesar la importancia literaria frente al respeto a la voluntad del autor fallecido. Acaso hubiera estado dentro de la ética una publicación plenamente facsimilar con notas explicativas. Esto no encajaría nunca con una estrategia de grandes ventas.

Cerramos con una opinión poco ortodoxa, osada y llena de realidad, de Josep María Nadal Suau, crítico de referencia nacional en España: “Si acuden a la librería para hacerse con un libro magnífico por sí mismo, independiente de factores externos al propio texto, y sin estar ustedes dispuestos a añadir una dosis de complicidad… Entonces, me temo que esta no es, en absoluto, la mejor novela que se publicará este mes ni este año. Tampoco la peor, obviamente. Es otra cosa. A mí, me vale”.

 


Jaime Barrios Carrillo(Ciudad de Guatemala 1954), escritor y periodista. Columnista dominical del Periódico de Guatemala. Escribió para Magazine 21, La Hora y Siglo 21. Fundó la revista digital Gazeta. Publicó Anti ensayos (Palo de Hormigo 2012). Ex catedrático de la Universidad Nacional de San Carlos de Guatemala. Fue coordinador de los proyectos de información de la organización sueca Forum Syd. Reside en Estocolmo.

Reseña de Crónica del incendio de los días, poemario de Martín Camps

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Reseña de Crónica del incendio de los días, poemario de Martín Camps

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Crónica del incendio de los días (2022) es un poemario del escritor, académico y poeta mexicano Martín Camps que nos adentra en las complejidades de la vida más allá de las fronteras, explorando simbólicamente la función del sol y del desierto como espacios alegóricos. Se revela el desierto como un mar esculpido por el sol con el bisturí del viento y describe cómo en el desierto flota el olvido, mientras el tiempo se convierte en un fuego que incinera los días.

Camps se propone en este libro el abordaje de la simultaneidad de vidas y culturas diferentes y separadas, creando un caleidoscopio existencial y anecdótico, desde Ciudad Juárez hasta Brasil, Victoria, Canadá, Nápoles y California y reflejando la ciudad como un sueño construido por seres humanos anónimos:

¿Quién sembró esos pastos

vació el concreto de esos edificios

pegados con avena y saliva

en el solario del espejismo?

Encontramos en este poemario una manifestación lírica que captura las complejidades de los espacios limítrofes con culturas, lenguas y condiciones diferentes. El ejemplo emblemático que ilustra lo anterior esta expresado en un poema que se vale de una poderosa metáfora para ilustrar la vida en las fronteras físicas y simbólicas, abordando temas de identidad, migración, conflicto y resistencia, ofreciendo una mirada profunda y emocional a la experiencia humana en estos espacios de tránsito y transformación. Se trata del poema EVEN HELL HAS CLOUDY DAYS…:

En San Luis Colorado

hay un cuarto

con una sola pared larguísima: la frontera

muralla de herrumbre.

El río Colorado

cruza por aquí,

ancho caudal “espalda mojada”.

Y la tapia de hierro

es una enorme hoja filosa

que rebana

la lumbre del día.

Camps muestra también su destreza lírica para usar el paisaje como medio del lenguaje. El paisaje reflejando emociones, luchas y aspiraciones. A través de la naturaleza y el entorno, retrata la condición humana, sus conflictos internos y su búsqueda de sentido. Por ejemplo: “El Río Bravo cava duro en la frente de desierto”.

Portada Crónica del incendio de los días

Uno de los puntos fuertes del libro es el uso sugestivo de la imagen, como en el poema “Vida breve de los paraguas”:

Florecen en la calle como hongos

cuando el agua no da marcha atrás.

Recurre también Camps a un tipo de paradoja que podríamos llamar noseológica, por ejemplo:

Cosas que aprendí al hacerme una herida:

no hay que pensar en poemas al cortar madera.

Asimismo, metáforas originales y sugestivas como la descripción de como pasan los días en la ciudad brasileña de São Paulo:

Los días vuelan, como si en lugar de horas

estuviesen hechos de paja.

Anotamos el uso una paráfrasis notable: “La poesía no se crea ni te destruye, solo se trastorna”, donde la palabra poesía desplaza a la de materia.

En la última parte, titulada “Diario de viaje”, el poeta se vale de sutiles parodias de crónicas para capturar con la palabra el recorrido existencial de la vida. El capítulo cierra con un verso fundamental:

Hablen piedras, canten piedras, griten piedras.

Si no, hablarán los poetas.

Crónica del incendio de los días es un libro que consolida los caminos de una poesía meditada, aunque expresada coloquialmente, siguiendo en esto la tradición del humor epistemológico del poeta chileno Nicanor Parra, a la vez que en descripciones de paisajes, calles y ambientes urbanos se respira cierto aire exteriorista a lo Ernesto Cardenal.

En definitiva, Martín Camps pretende entrelazar espacios globalizados, buscando las relaciones existenciales que caracterizan a los seres humanos en diversas partes del planeta y del tiempo. Es una obra de madurez y enjundia lírica expresada por una voz lírica congruente que invita al lector a meditar sobre la vida y el tiempo, en los márgenes y espacios limítrofes de nuestra existencia globalizada.

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Estocolmo, junio 2024.

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Jaime Barrios Carrillo(Ciudad de Guatemala 1954), escritor y periodista. Columnista dominical del Periódico de Guatemala. Escribió para Magazine 21, La Hora y Siglo 21. Fundó la revista digital Gazeta. Publicó Anti ensayos (Palo de Hormigo 2012). Ex catedrático de la Universidad Nacional de San Carlos de Guatemala. Fue coordinador de los proyectos de información de la organización sueca Forum Syd. Reside en Estocolmo.

La lengua del jaguar

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La lengua del jaguar

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El jaguar corre a su guardia llena

de humareda. “No one’s alive. Close

el Bordo”, dice el gerente. B’alam

entra por la puerta cerrada y salta

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hacia abajo. Su pelaje solar brilla

el humo. Su mejilla feroz acaricia

a un minero en el suelo. Su áspera

lengua lame las retorcidas carbonizadas

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manos. Se tumba en frente al chiflón

donde siete hallan refugio. Su ronroneo

retumba por la mina. Después de seis

días, el jefe abre la puerta. Emergen

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siete. A través del inframundo, B’alam

guía los fallecidos hasta el árbol

sin anillos para morar en la luz

de su sombra sangriente con la Morenita.

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Nota: El incendio del Bordo, una mina de Pachuca, México, mató a ochenta y seis mineros el 20 de mayo de 1920. Las tragedias minerías continuán. México es el segundo país más peligroso para los mineros (Fabiola Vasquez, “¿Qué hay detrás de las tragedias mineras en México?”, Gatopardo, 7 de septiembre de 2022, https://gatopardo.com/podcast-gatopardo/que-hay-detras-de-las-tragedias-mineras-en-mexico/. Accedido 24 de mayo de 2024.).

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John Kenneth Gibson is a graduate student in Spanish literature and cultural production at North Carolina State University. His research interests include religion, the body, gender, and neoliberalism. His essay “The Contested Travesti Bodies of Las malas and Tesis sobre una domesticaión” is forthcoming in Lexington Book’s Non-Normative Sexuality in U.S. Latinx and Latin American Literature.

De uno a otro mármol

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De uno a otro mármol

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El libro reciente de la poeta Claudia Berrueto se titula Bajo el mármol lunar (2024). Lo escribió a partir de que se vio beneficiada con una beca del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Habría sido curioso saber el tiempo que le llevó formularlo y cómo ella quizá trastocó el proyecto con el que pasó a formar parte de dicho Sistema. ¿Qué consignó ella sobre la modalidad que tendría este libro? ¿Supo al principio que este resultado lo entregaría con tres partes? Quizá habrá tenido la idea de que el primer apartado se titularía Mármol creciente; el segundo, Mármol lleno; y el tercero, Mármol negro. Con alta probabilidad, decidió que se haría acompañar por Echo and the Bunnymen, por The Buzzcocks: la Luna, aquello que no puede tocar. Y por ello canta. Lo cierto es que acá está este mármol lunar; quien habla en este libro está Bajo el mármol lunar. Para adentrarse en esas páginas, la lectora, el lector, tendrá las ilustraciones de Verónica Bujeiro y los epígrafes, que son homenajes, como guías.

  Están una oscuridad interior y una luz exterior, la de la Luna, un deambular por una noche matrera. Para decir esa noche, la poeta eligió una palabra: cimarrona. Un desplazamiento, que es un ritual, en el que el canto hace que surja una voz, en la que su aparición en quien habla se produce mediante la identificación de las piedras con esa voz: canto-vuelo, piedras-habla. Hay que llegar a ese canto, con el que la poeta alivia su “propia incomprensión”.

  Ese desconcierto provoca que la noche se extienda sobre el ser en quien el canto es una invocación que en lugar de brotar se doblega, a punto de quedar sofocado. Ese disturbio, originado en el cuarto vacío, tiene un origen: ‘su corazón es un caballo, no parará’. El mármol lunar ha quedado inscrito. Ya no habrá más que ese mármol lunar en las manos: el lunar de la poeta, el que llevará así se desplace, con un vestido color mostaza, hacia el año que habrá de cumplir, hacia la interjección que desembocará en preguntas, que se hacen ladridos para resecar la garganta de la poeta.

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Bajo el mármol lunar (2024) – Editorial UANL
Portada Bajo el mármol lunar

  Hay lugar para que el mármol lunar se trastoque y la poeta abandone la silla en la que se encuentra, y se sienta protegida por sus amuletos, los que le hacen recuperar ese su carácter libre, siempre de viaje frente a los vidrios de su casa, de manera clandestina: es una luna verde. Es Caronte, quien se llena de miedo, viandante atrapado en la cocina, quien se aposta en el desfiladero y ya es la noche.

  El mármol creciente del principio se convierte después en mármol lleno, en donde la poeta se deja conducir por el amor, que no está: vasos de la calle, “bajo el mármol lunar”. Un afán cuya recompensa es un gesto en el que sólo hay migajas, cenizas, una sed, la de la poeta, que tropieza “con sus propias piedras”. Un anhelo: el silencio. Y una luz, la de la luna diurna, para que surgiera un recuerdo: “una construcción provisional de quién creí que eras”. Un deseo: “voy tras tu rastro”. Una constatación: “el trago más amargo” para todos los días, cuando se ha sabido que “este incendio sería solo mío”.

El espacio vuelve a ser la casa. La poeta entre los muros transparentes de su casa. Y la espera: “ven, ven, ven”, para poder decir “nos reflejamos en la vitrina”, para poder ver “arrancar mi pie del muro con tus labios”, para ser “piedras a punto de latir”, para saber que el amor le “muerde las manos”.

  En Mármol negro, tercera parte del libro de Claudia Berrueto, no hay más empuñadura que la del “corazón de las brasas”. Y acá dejo la invitación para que se descubra qué se sabía y no se le dijo a la poeta. Si quien habla en los poemas está bajo el mármol lunar o si la mañosa noche ha inyectado inercia a la poeta al tener frente a sí, al caminar a oscuras por su cuarto, el mármol lleno de una “desesperación de níquel”.

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Berrueto, Claudia. Bajo el mármol lunar. Universidad Autónoma de Nuevo León, 2024.

 


Carlos Gutiérrez Alfonzo es poeta y ensayista. De su autoría son los siguientes volúmenes de poemas: Cirene (1994), Vitral el alba (2000), Mudanza de las sílabas (2012), Poniente (2012), Que se halla por ventura (2015) y Si quien leyera fuera otro (2018). Ha publicado los libros Ascenso y precisión. Tres poemas de autores chiapanecos (2016) y Minucias. Maneras de decir cómo se vive la frontera (2021). Se desempeña como Investigador del Centro de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Chiapas y la Frontera Sur, de la Universidad Nacional Autónoma de México (CIMSUR-UNAM).

(http://alarmadascuerdasvocales.blogspot.mx/2013/09/carlos-gutierrez-alfonzo.html).

Sergio Mondragón: palabras de magia y poder

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Sergio Mondragón: palabras de magia y poder

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La figura del escritor Sergio Mondragón se recorta en el panorama literario mexicano, como uno de los grandes poetas mexicanos del siglo 20. Fundador de la mítica revista El Corno Emplumado junto a la poeta y fotógrafa feminista Margaret Randall, miembro notabilísimo del famoso Movimiento beat en México, junto a Phillip Lamantia, Homero Aridjis, y muchos otros destacados artistas e intelectuales, Sergio Mondragón arma su rompecabezas escritural “con retazos de conciencia, con retazos de vivencias. Miro el mundo y lo entiendo en palabras. Así construyo mi escritura”.

Ese aire de vida que inspiró a la generación beat, que hizo que escribir se convirtiera en la vida de personajes con una espiritualidad especial, una mentalidad antimaterialista que los paraba del lado de enfrente del american way of life, en este libro Surgidos de la Tierra (Ediciones Eón, 2023) se intersecta con un Sutra Budista. El nombre del poemario viene del Capítulo XV del Sutra de la Flor de Loto del Maravilloso Dharma, quinto Rollo. No es casual por supuesto, como nada en su obra literaria lo es. Aunque cuando leemos nos pueda impresionar lo accesible, lo despojado y a la vez la sutil belleza de su poesía, en sus versos se puede ver el tejido entre la vida y el arte, la experiencia estética y su imagen semántica y espiritual.

Esa espiritualidad se respira en todas las páginas, en todas las palabras de Surgidos de la Tierra, a través de más de cien poemas y haikus, Mondragón teje un sutil manto que vibra en la ligereza del aire y reverbera en los oídos y también en los corazones de quienes leen, escuchan el susurro poético de los incorpóreos vientos mundanos.

Hay una sutileza en el arte de las palabras, que no es uso. Es ejercicio de compasión y ecuanimidad, de una mente enfocada en mirar el lado etéreo de la vida, mirada que ha sido entrenada durante décadas con la mayor perseverancia y cuidado, para descubrir la ligereza de los sonidos y de las imágenes que los representan. Ese descubrimiento de lo que parece estático, pero no lo es, de lo que parece yerto, pero está vivo sólo a ojos de quienes saben mirar es a la vez tanto meditación como ejercicio artístico.

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Surgidos de la tierra – Ediciones y Gráficos Eón S.A de C.V
Portada Surgidos de la tierra

“Mi método de trabajo consiste en mirar con fijeza el movimiento continuo de lo aparentemente inmóvil” dice el poeta y sus palabras se convierten en observación de su propia escritura, de su materia de trabajo, el lenguaje. El poemario es un mundo inasible, habitado por vientos, insectos, árboles, pájaros, jardines, perros, oraciones y salmodias, lluvias, hojas, saxofones y estrellas, alabanza, ofrenda, golondrinas y almas.

“El misterio de la escritura sigue siendo el mismo que se han planteado los poetas de todos los tiempos”, insiste y es un misterio que parece simpatizar con él en una búsqueda permanente de hacer brillar la magia en la poesía, de ubicarla como palabra de poder.

En 2020 le fue otorgada la Medalla Bellas Artes de Literatura. En diciembre de 2010 recibió el Premio del Festival Internacional de Poesía Ramón López Velarde de la Universidad Autónoma de Zacatecas, y en 2011 el Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores por su poemario Hojarasca, publicado por Ediciones Eón. En 2018 le otorgaron la Presea Víctor Sandoval en el XX Encuentro de Poetas del Mundo Latino.

Sergio Mondragón es autor de Las eras imaginarias (Ediciones Eón, 1998), Poemas encendidos (Ediciones Eón, 1999), Poesía reunida 1965-2005 (Ediciones Eón, 2006) y Hojarasca (2010) entre otras obras. Surgidos de la tierra es su último poemario, publicado en la Colección Poesía de Ediciones Eón.

 

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Cintia Neve es periodista, escritora y maestra de literatura, apreciación del arte y en teorías de la comunicación a nivel medio superior y superior. Es colaboradora en la editorial Eón e integrante del Consejo Editorial de Revista literaria Blanco Móvil (México); también, colaboradora de Ensayo y entrevistas en La Jornada Semanal (México), del programa Reunión Recurrente, de Radio Universidad de La Plata (Argentina), y del sitio web Maremoto (México). Fue finalista del Premio de No Ficción Latinoamérica Independiente. Categoría Ensayo. Ganadora del Micro Ouvert en la Sexta Noche de Poesía organizada por el Instituto Francés de América Latina y el Centro Transdisciplinario Poesía y Trayecto AC (México).

Two Poems

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Two Poems

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To Their Namesakes

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A Night at the Opera

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Between the fifth beer and the eleventh

the world dissolves, and

starts losing its thickness.

  .

Everything is simple and complicated at the same time

as if you were looking through a hole

that, some say, Pancho Villa

tore open in the celling with a gunshot

to give the spot

its legendary shanty aura.

(And it’s been high class and overpriced ever since.)

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These days, many things have changed:

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Above the bar, on screen

the boring Atlante vs Pumas game sits flickering

a picture of Saturday-night misery.

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“Offense! That’s what we need!”

mutters a diplomat with a degree

who switched his seat

for a somewhat more discreet

table, after being

displayed on national TV

receiving what might be already something of a bribe

the oral endorsement

of some ex officio Ganymede boy.

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Meanwhile, the sports journalist

screams at the top of his lungs, narrating

acts that only his eyes perceive.

In vain. Well, who could hear him

amidst the bustling of cups and plates

that the waiters and waitresses pleasantly lavish

where the air is in and of itself

a hot consommé of cackling?

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“What this game needs is a forward line”

The ex-head coach instigates, while fondling his balls.

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Things really have changed:

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The psaltery, a lounge classic, ceaselessly repeats

a little loop of a Profiriato-era song.

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“But how super chulo is everything, daddy?”

A little lady with the air of a call girl whispers to her (husband?).

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Everything is quiet and complicated all at once

(Didn’t I already tell you!?):

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C’mon, bring us more ¡qué chingados!

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A moment will come to raise our voices and fight

in the defense of the most putrid verse

from our worst poem (this one for example)

or to spew some shit worthy of these sacred foods

The maître d’ recommended

“the northern red snapper with cilantro sauce.”

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If they don’t bring us the bill soon

in a few more hours, we’ll resort

to the breakdown

of all signs and signifiers

“including our names, of course.”

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And the only thing that I would need

would be for me to start to shriek

while I remember that dark corner of the

Suave Patria.

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..

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A Day at the Races

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Like the dark horse

who despite running and running

ignores how he’s lost this race,

I go all out and strain

getting tired out, fatigued, and drained

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…Always crossing the finish line late.

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I mount, trot, come, and go.

I wage my struggle,

But I see faster horses

pass me by

nags granted grace

or ambition – who knows?

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Thus, I spur on, lashing myself,

promising myself the roses

at this derby.

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Giddyap, ya sonofabitch! You can do it, c’mon, Let’s go!

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I tell myself these pathetic phrases

as seen in the self-help books,

.

and to give the scene intensity,

I give myself some flogging.

.

But mine is a gentle whip,

the paper crop of indulgence.

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Slowly but surely, I chase and chase

and I don’t bet on myself because

one of these days, I’ll win this race.

..

 

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Dos poemas

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a los tocayos

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Una noche en La Ópera

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Entre la quinta cerveza y la décimo primera

el mundo se diluye,

va perdiendo consistencia.

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Todo es simple y al mismo tiempo complicado,

como si lo miraras a través del agujero

que, según cuentan algunos, Pancho Villa

abrió en el cielorraso de un plomazo

por conferirle así al local

(aburguesado y caro ya de entonces)

su aura de tugurio legendario.

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A la fecha muchas cosas han cambiado:

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Encima de la barra, en la pantalla,

parpadea el aburrido Atlante-Pumas

que retrata la miseria del sábado en la noche.

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—Lo que le falta al partido

es ofensiva

—masculla un diputado con licencia

que cambió su curul por una mesa

un poco más discreta,

después de ser

exhibido —en cadena nacional—

recibiendo ya fuere algún soborno ya

los bucales favores

de algún muchacho Ganímedes de oficio.

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En tanto, el cronista deportivo

se desgañita narrando

hazañas que sólo ven sus ojos.

En vano, pues quién podría escucharlo

entre el trajín de copas y de platos

que amablemente prodigan los meseros

do el aire es de por sí

un caliente consomé de risotadas.

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—Lo que al Partido le falta es delantera

—necea el ex tribuno sobándose los huevos.

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De veras que las cosas han cambiado:

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El salterio —un clásico del lounge

repite sin cesar el loop de una rolita porfiriana.

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—¡Pero qué re’ chulo es todo viejo!

—le susurra a su ¿marido? la doñita que parece suripanta.

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Todo es a un tiempo sencillo y complicado

(¡¿Ya lo dije?!):

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¡Pos’ que traigan las otras! ¡Qué chingados!

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Ya llegará el momento de alzar la voz para pelearnos

en defensa del verso más jediondo

de nuestro peor poema

o de escupir alguna injuria digna destos sagrados alimentos

—el mâitre nos ha recomendado

el huachinango en salsita de cilantro.

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Si no nos traen pronto la cuenta

en un ratito más asistiremos

a la disolución

de todo posible referente

—incluidos nuestros nombres, por supuesto—.

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Ya sólo faltaría

que me pusiera yo a chillar mientras me acuerdo

de aquel oscuro rinconcito de

La suave Patria.

 

 

Un día a las carreras

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Como el oscuro equino

que a pesar del corre y corre

ignora que ha perdido esta carrera,

me esfuerzo, echo los bofes,

me canso, me fatigo y me extenúo

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…y siempre llego tarde.

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Cabalgo, troto, voy y vengo:

hago mi lucha.

Pero miro pasar a mis costados

caballos más veloces,

jamelgos tocados por la gracia

o la ambición ―vaya a saberse.

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Entonces me espoleo, me fustigo,

me prometo a mí mismo la corona

de este derby:

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¡Arre, cabrón, tú puedes, venga, vamos!:

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me digo esas frases lamentables

que se lee en los manuales de autoayuda,

y para darle a la escena intensidad

me doy de azotes.

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Pero el mío es el suave latigazo

del fuete de papel de la indulgencia.

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Por más que me persigo no me alcanzo,

y no apuesto por mí

porque en una de esas gano.

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Versión de James Richie

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Víctor Cabrera is an author and an editor originally from Arriaga in the Chiapas State of Mexico. He currently works as an editor for the National Autonomous University of Mexico (UNAM) for which he has compiled volumes of essays and poems. Cabrera has published several original books of poetry including Signos de traslado (2007), WIDE SCREEN (2009), Un jardín arrasado de cenizas (2014), and Mística del hastío (2017).

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Abstract: In this pair of self-reflective poems, Víctor Cabrera addresses different elements of his writing process. “A Night at the Opera” describes a scene of poets raucously discussing their works set against the backdrop of a historic bar and restaurant in Mexico City. “A Day at the Races” shows the more introspective elements of writing poetry, as Cabrera contemplates the mental struggle of an artist and competition with peers through the extended metaphor of a horse race. Both poems derive their titles from Marx Brothers comedies: A Night at the Opera (1935) and A Day at the Races (1937). Historical references to the Mexican Revolution also establish the unique character of the setting in the first poem. The combination of historical, pop-cultural, American, and Mexican references is indicative of Cabrera’s unique style, which often unites elements from different time periods, languages, and forms of media to create a distinct and self-aware authorial voice. In my translation, I have prioritized stylistic features that convey Cabrera’s ability to combine different registers, his sense of humor, and the layers of meaning conveyed by his diction.

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James Richie is a literary translator and an interdisciplinary researcher. He is currently a Humanities PhD candidate at the University of Louisville. He has translated poetry and plays from Spanish, Italian, and Russian into English. His translations have appeared in Four Centuries: Russian Poetry in Translation, Journal of Italian Translation, Anomaly, and the Asymptote blog.

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Dos pícaros de cuidado: Adonis García y Flaco

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Dos pícaros de cuidado: Adonis García y Flaco

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En este ensayo se analizan dos personajes pícaros latinoamericanos: Adonis, de El vampiro de la colonia Roma (1977), del mexicano Luis Zapata; y Flaco, de Acelere (1985), del colombiano Alberto Esquivel. Se destaca la importancia de la reflexión para los pícaros en general; también se analizan las semejanzas y diferencias de ambos personajes con el propósito de concluir cuál de los dos representa una crítica más peligrosa para la sociedad de su tiempo.

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Importancia de la reflexión alrededor del pícaro

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La reflexión, o meditación, es importante porque tiene el papel de humanizar al personaje pícaro en cuanto lo profundiza a él y refleja al lector. La vida del pícaro en sus novelas consta de los hechos de esa vida – lo que le pasa y lo que él hace – y sus reflexiones sobre ella. En estos dos elementos se manifiestan tanto una vida externa y pública, los hechos y sus acciones, como una vida interna y personal, su reflexión. Sin esa reflexión, el lector no tendría acceso a la vida interna del pícaro y no quedarían sino sus acciones como forma de conocerlo y evaluarlo. La reflexión, entonces, amplía el conocimiento del lector del pícaro y así hace de él un personaje más complejo y profundo.

Otra función importante de la meditación del pícaro es alcanzar el mundo íntimo del lector. Pensar sobre lo que le pasa a uno y lo que uno hace es un rasgo común, hasta determinante, del ser humano. Sin su reflexión, el pícaro le faltaría ese rasgo determinante y no podría el lector percibirlo tan humano a sí mismo. Hace falta que el lector conozca la vida interna del pícaro y aprecie su humanidad.

Lo que hace imprescindible este conocimiento del lector del pícaro es el propósito pedagógico y crítico de la picaresca. El lector de la picaresca no es el pícaro—no es el lector de El vampiro un prostituto homosexual, por ejemplo, ni es el lector de Acelere un drogadicto—y no se da por sentado que entiende lo que él experimenta. Pero al exponer al lector la reflexión del pícaro, los entresijos de su vida interna, la novela proporciona una oportunidad para que lo conozca como un personaje complejo, profundo y tan humano como él mismo. Ese aprecio del pícaro de parte del lector abre la puerta al propósito pedagógico y crítico del género porque hace que el lector considere una situación social no desde afuera, donde de verdad vive, sino desde adentro. Es muy fácil, estando afuera, juzgar a las personas que se encuentran en una situación de desventaja, pero cuando uno se encuentra dentro de esa situación, ya sea solamente de forma ficticia y mental, es más probable que surjan la comprensión, la compasión y el deseo de hacer algo para mejorar la situación. Con un conocimiento profundo de la humanidad del personaje, el lector puede captar mejor el propósito pedagógico y crítico de la picaresca. Sin ese conocimiento, no quedaría el pícaro sino un simple vagabundo y delincuente, y no quedaría de la novela sino una historia salaz.

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Los personajes

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En ambas novelas los personajes principales viven en un mundo lleno de retos. Son sus experiencias en esos mundos que los mueven a la meditación. En El vampiro de la colonia Roma, Adonis vive en el mundo de la prostitución homosexual en Ciudad de México de los años 60. Se muda a la capital de joven después de la muerte de sus padres. Vive de lo que gana como prostituto en muchísimos encuentros sexuales. En diferentes periodos consume drogas, bebe mucho alcohol y padece varias enfermedades de transmisión sexual y una depresión delirante.

En Acelere el mundo de Flaco es el de la drogas en una ciudad de Colombia, probablemente Medellín, en los años 80. Flaco es un drogadicto y vive de robar y de vender drogas al menudeo. Cuenta de sus experiencias tomando y traficando drogas, incluyendo la violencia, el capricho y la corrupción de la policía, el desprecio con que lo perciben la gente fuera de su entorno, y el ser miembro de una pandilla. Aunque ambos personajes meditan sobre sus experiencias en mundos difíciles, el tono en que meditan varía del uno al otro.

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La meditación

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En El vampiro, Adonis medita en un tono ligero, abierto, especulativo y bastante creativo. En cambio, en Acelere medita Flaco en un tono pesado, oscuro y desconsolado. Estas diferencias de tono en que meditan los dos pícaros son claras en los últimos momentos de la narración de ambos.

Al final de su historia cuenta Adonis que le parece que pronto van a ponerse los marcianos en contacto con él y que lo llevarán con ellos al espacio. Dice que no lo pensaría “dos veces” y que se iría con ellos “sin llevar nada”, ni la ropa, para que no le hiciera nada “pensar en lo que era antes” (240). Termina describiendo el viaje de salida del mundo, entrando al espacio y deseando que no regresara “nunca pero nunca … a este pinche mundo” (241). Aunque parezca de pronto un final poco positivo, este es un momento muy optimista y lleno de humor y vida. Adonis dice que seguro que vendrán los “marcianos gayos” porque les ha llegado su fama de amante (239). Se imagina cómo sería “coger con algún ser verde o amarillo y de piel gelatinosa en la que se le hundiera la verga en cualquier parte que se la pusieras hummmmmmm” (239). A Adonis le encantaría salir en compañía de esos amantes marcianos y olvidarse de “este pinche mundo”. Este viaje le proporciona, si solo en la imaginación, la oportunidad de un renacimiento en la que deja atrás hasta el recuerdo de “lo que era antes”. En el final de su narración, Adonis le tiene echado el ojo a un nuevo futuro.

Al contrario, el final de la historia de Flaco es negativo y pesimista. Él habla de la reciente e inesperada pérdida de la selección colombiana de fútbol, y la violencia y tristeza que causa esto en la población. En seguida dice que no le interesa eso y que lo único que le importa es que siga todo como está, que no estorbe la policía antinarcótica el sistema en que vive Flaco. Termina diciendo que su narración “sobre los días que semana tras semana son la marihuana” ha sido una pérdida de energía.

Flaco proyecta un país desilusionado y desesperado porque el fútbol representa una “prueba de nuestra capacidad, para no sentirnos tan impotentes ante los retos planteados” (197). Los retos no son sino la devastación asociada con el narcotráfico y la corrupción. Pero a Flaco no le importa todo eso. Él sólo quiere “levantarme un billete – con la esperanza que nunca fini – e irme a rumbiar con estos manes de la gallada” (198). Flaco no ve, ni le gustaría ver, un futuro diferente del presente. Seguro le gustaría la frase pintada en la pared de un club de Bogotá en los 90: ‘El mundo se derrumba y nosotros de rumba’.

Las últimas palabras de cada uno encapsulan sus tonos diferentes. Adonis termina con un imperativo, decisivo, no obstante, la pregunta: “Y ora sí ya apágale ¿no?” (241). Da la impresión de que ha contado lo que quería o tenía que contar. Flaco, al contrario, da la impresión de terminar solo porque le faltan el interés y la ‘corriente’ para seguir. Termina con una triste autoevaluación: “la cagué” (198).

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Escena con Adonis  

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El tono ligero y optimista de la meditación de Adonis no le impide considerar temas serios y desafiantes. En un momento llega a su cuarto y le da mucha tristeza:

de repente me pusé a pensar en mi vida y se me hizo como la mayor ociosidad del mundo estarla viviendo … pero lo que más me apuraba lo que más me dolía era darme cuenta de que poco a poco había ido perdiendo a todas las personas que quería … o sea como que me daba cuenta de que siempre había estado solo de que siempre iba a estar solo y de que ps por más que trates siempre estás solo … te vas a morir solo (109).

Esta conciencia de la soledad inherente a la vida refleja una vertiente de la experiencia homosexual en una sociedad conservadora: perder a las personas que uno quiere a causa de la homosexualidad. Su madrina es una de las personas que pierde Adonis y su caso es interesante. El joven la deja de ver porque siente vergüenza por “lo del talón” (109). Él no sabe por cierto que ella sabe que talonea, ni que sería su reacción al saberlo, pero siente que lo sabe y que no le gusta. Mejor dicho, la vergüenza que siente Adonis lo ha promovido él mismo. Esto representa otro matiz de la soledad del homosexual en una sociedad como la de la novela. El muy público y generalizado desprecio de la homosexualidad tiene un gran efecto negativo en la mente de los homosexuales, creando en ellos un desprecio de sí mismos, lo cual puede llegar a serios problemas mentales. De hecho, Adonis luego sufre depresiones en las que siente que se le va a caer su “pito. ¿No? Mi instrumento de trabajo” (182).

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Escena con Flaco  

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Una razón por la pesadez y el pesimismo del tono de Flaco es la influencia de las drogas que toma en sus meditaciones. Un ejemplo de esto es el momento en que piensa en Rami, un viejo compañero, mientras busca, encuentra y toma unos hongos. “Rami era un man de lo más sodado hasta que le dio por el estudio”, pero como cuenta Flaco:

esta honguiada que llevo … no es nada en comparación a ese mundo que de un momento a otro se le transformó. Hemos llegado a la conclusión que se dejó absorber por los impresos de Bolívar, Santander o Galán. Viste pantalones rigurosamente planchados siguiendo la orientación de la raya, camisas que no ocultan los desodorantes de marcas internacionales promocionadas en las pancartas y demás argumentos de signos que lo normal presenta como ejemplo a seguir (84).

Aunque se trata de su amigo Rami, esta cita nos revela mucho sobre la forma en que ve Flaco su propia vida. Comienza diciendo que por más raro que sean los momentos de su “honguiada”, es más raro la conversión de Rami en una persona que “se las está picando de serio” (85). Para Flaco, esa vida seria no le parece gran cosa. La referencia a dos fundadores del país y un político contemporáneo (quien sería asesinado en 1989 por el cartel de Medellín), revela que considera creer en la idea de la patria y la esperanza de un futuro mejor “dejarse absorber.” Para él no son sino cuentos. La vida real es para Flaco la vida del crimen y las drogas, una vida fuera de “lo normal.” Ese mundo planchado, recto y desodorizado del capitalismo internacional no le interesa. También muestra esta cita la importancia que Flaco le da a la gallada. Cuando describe cómo Ramis dejó al grupo, hasta habla Flaco no como individuo sino como grupo: “Hemos llegado a la conclusión…”.

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Comparación y contraste

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Como vimos arriba, tanto Adonis como Flaco meditan sobre sus experiencias, pero lo hacen en tonos diferentes. Estos no son los únicos elementos que ofrecen una oportunidad para comparar y contrastar los dos pícaros.

Ambos personajes representan una crítica de las sociedades en que se publicaron El vampiro y Acelere: Adonis, de la marginalidad de los homosexuales; y Flaco, del problema del narcotráfico. Pero se diferencian en que Adonis es simpático y Flaco no. Adonis busca saciar su hambre sexual y la mayoría del daño que hace es a sí mismo. El hambre de Flaco es por las drogas y el dinero para comprarlos y no además no sólo se hace daño a sí mismo, sino causa problemas ajenos.

Esta diferencia hace que la crítica funcione de una forma distinta en cada libro. En El vampiro, la crítica se dirige a una sociedad que marginaliza a algunas personas por su sexualidad, cosa que no se escoge, y les hace caer en situaciones malsanas. En Acelere, la crítica se dirige a una sociedad que, por ofrecer poca esperanza de una vida mejor, mantiene a los jóvenes en una situación de drogadicción y delito.

Ambos personajes experimentan la alienación, pero buscan terminar con ella de distintas formas. Para Flaco es la gallada que le da su identidad. Es notable que en muchos momentos de la narración él habla en la primera persona del plural. De hecho, Flaco tiene el nombre bien puesto porque carece de sustancia como personaje. Aunque Flaco medita y narra sus experiencias, no tiene el lector un sentido profundo de quien es. Esto forma parte de la crítica en la novela porque la violencia y antipatía de la sociedad en la que vive subvaloran a los seres humanos, quitándoles su importancia individual.

En cambio, Adonis es un personaje muy desarrollado y el lector llega a conocerlo como un individuo distintivo. Al contrario de Flaco, sus meditaciones y narración revelan mucho sobre cómo se siente y qué piensa. Se pudiera decir que Adonis busca la compañía de otros, en particular sus amantes, pero se cansa de cada uno a su turno y sigue buscando. Para Adonis, lo que acabará con su alienación es llegar a un lugar donde pueda ser exactamente quien se sienta ser. Termina la novela sin que encuentre ese lugar, pero tiene la esperanza (¿falaz?) de encontrarlo en un viaje interestelar con los ‘marcianos gayos’.

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El más peligroso

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Adonis es más peligroso respecto de la crítica social porque es simpático. El lector simpatiza con él, siente sus dificultades y cuestiona el sistema que lo marginaliza. Además, Adonis es optimista y positivo, y termina su narración con la esperanza de un futuro mejor. Al contrario, Flaco es poco simpático y no le causa al lector mucha compasión. Representa y expone un problema social de una manera negativa y pesimista que no promueve esperanza ni energía para un cambio.

Como vimos arriba, un elemento importante del propósito pedagógico y crítico de la novela picaresca es que humaniza al personaje pícaro en cuanto que profundiza en su fuero interno y exponer al lector sus pasiones y deseos. En Adonis, el lector conoce a un personaje profundo y simpático quien promueve su compasión. En Flaco, encuentra un personaje tenue quien no promueve una compasión sino lástima para una situación general. Como el lector puede llegar a conocer a Adonis, a sentir lo que éste siente y a verse reflejado en él, El vampiro representa un peligro respecto a la crítica social que promueve la novela picaresca.

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Bibliografía

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Bataillon, Marcel. Pícaros y picaresca: La pícara Justina. Trad. Francisco R. Vadillo. Taurus, 1969.

 

Del Monte, Alberto. Itinerario de la novela picaresca. Trad. Enrique Sordo. Lumen, 1971.

 

Esquivel, Alberto. Acelere, Plaza y Janes, 1985.

 

Parker, Alexander. Los pícaros en la literatura. Trad. Rodolfo Arévalo Mackry. Gredos, 1975.

 

Rico, Francisco. La novela picaresca y el punto de vista. Seix Barral, 1970.

 

Zapata, Luis. El vampiro de la colonia Roma, Caballo Troya, 2024.

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Eamonn O’Leary es de origen irlandés e inglés. Se crió en Colombia y los EE.UU. Ha vivido en los EE.UU., Bulgaria, Alemania e Irlanda. Es profesor de secundaria y estudiante en The University of Texas, Permian Basin.

Baudelaire, de cita en cita

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Luis Vicente de Aguinaga

Universidad de Guadalajara

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Baudelaire, de cita en cita

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Descubrí hace un par de semanas dos poemas de Baudelaire traducidos por Gerardo Deniz. No los descubrí en archivos ni en sótanos de difícil acceso; tampoco en álbumes, cuadernos o epistolarios hundidos bajo capas de polvo. Simplemente abrí un libro y los vi, razonablemente situados donde les correspondía estar. Pero, hasta donde pude inquirir, esas traducciones habían pasado inadvertidas incluso para los lectores más fieles del autor de Adrede y Mundonuevos. La explicación, con toda probabilidad, es que, fieles a Deniz, esos mismos lectores no lo son tanto a Roman Jakobson. Y los poemas de Baudelaire que tradujo Deniz, bajo su nombre civil de Juan Almela, forman parte de su traducción de los Ensayos de poética (Fondo de Cultura Económica, 1977) del teórico literario ruso.

  De los once trabajos que forman dicho libro, dos, el séptimo y el octavo, se refieren a otros tantos poemas de Baudelaire. El primero es el número LXVI de Las flores del mal, titulado “Los gatos”, y el segundo es el número LXXVII, cuarto de los que llevan el título de “Spleen”. Como en otros ensayos del volumen, los poemas en cuestión aparecen citados en su lengua original íntegramente, seguidos de una traducción literal, ya que así conviene a la comprensión del análisis de Jakobson. Se diría que la transcripción del poema original satisface las necesidades formales del estudio mientras que la traducción literal satisface las de orden semántico. El mismo tratamiento reciben, en los Ensayos de poética, poemas de Dante, Joachim du Bellay, Shakespeare, William Blake, Apollinaire, Mihail Eminescu, Brecht, Pessoa y hasta Paul Klee, todos ellos autores de textos transcritos en sus respectivas lenguas y, a renglón seguido, en las traducciones de Almela. Poco dado a publicar traducciones poéticas de autor —como sí lo hicieron, por citar tres casos eminentes, Enrique González Martínez, Octavio Paz y José Emilio Pacheco, quienes llegaron a compilar los poemas que tradujeron en volúmenes equiparables a sus propios libros de poemas—, Deniz nunca reunió tantas versiones como en esta edición mexicana de Jakobson, y ello porque así lo exigía el volumen traducido.

  Me importa detenerme a oír cómo suena Baudelaire en la traducción de Almela. Si bien alejado de toda intención explicativa o parafrástica, Almela debe tomar pequeñas aunque importantes decisiones que confieren al texto en español una elegancia singular. Sin ir más lejos, por literal que parezca la versión, cuando Almela traduce songeants como “reflexivos” y étoilent como “tachonan” en los tercetos de “Los gatos”, inevitablemente se aparta del original sin otro fin que recrearlo en español con la mayor expresividad posible:

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Adoptan reflexivos las nobles actitudes

de las grandes esfinges tendidas en lo hondo de las soledades,

que parecen dormirse en un soñar sin fin;

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sus lomos fecundos están llenos de chispas mágicas

y partículas de oro, como una arena fina,

tachonan vagamente sus pupilas místicas.[1]

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Sucede algo parecido en la traducción del cuarto “Spleen”, donde Almela traduce lourd como “denso” y vaste como “inmensa”, elecciones quizá discutibles, pero sin duda comprensibles en términos literarios más que literales. La tercera estrofa del poema, por añadidura, contiene detalles métricos y acentuales que no corresponden tanto al original en francés como a su traducción al español. Si el primer verso parece de metro libre, lo cierto es que contiene una secuencia endecasílaba en la frase apuesta, y el segundo verso de la misma estrofa es un alejandrino castellano, y el tercero es un endecasílabo de gaita gallega, y el cuarto es (éste sí) un verso libre:

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cuando la lluvia, desplegando sus inmensos regueros,

de una inmensa prisión imita los barrotes,

y un pueblo mudo de infames arañas

acude a tender sus redes en el fondo de nuestros cerebros…[2]

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  Estas observaciones no son, desde luego, exhaustivas, pero me hacen preguntarme cómo suena Baudelaire en otros libros de crítica, historia o teoría literaria (pero de verdad cómo suena, revisándolo cita por cita en esos libros). Lo mismo puede preguntarse cualquier lector a propósito de cualquier poeta que deba leer en traducciones, pero a mí me interesa preguntármelo —por una curiosidad que nada me cuesta calificar de personal y, si se quiere, arbitraria— con respecto a Baudelaire y a propósito de aquellos libros que, por su naturaleza ensayística, histórica o interpretativa, contienen versos o poemas de Las flores del mal o, por qué no, fragmentos de pasajes en prosa del mismo autor. Alguna vez noté, por ejemplo, que ningún escritor es mencionado más veces que Novalis en El arco y la lira de Octavio Paz. Ese dato, que puede no significar gran cosa, varía significativamente cuando se revisa no sólo El arco y la lira, sino el volumen de las obras completas de Paz que agrupa, junto con El arco y la lira (1956), dos libros que sin duda le son afines: Los hijos del limo (1974) y La otra voz (1990). Pues bien: en ese tomo, primer volumen de las obras de Paz, el escritor que figura en más ocasiones en el índice onomástico es Baudelaire, seguido de Mallarmé y, ahora sí, de Novalis. Esto, que motivaría quizás una hipótesis a propósito de la evolución de los intereses poéticos de Paz, acaso daría lugar a constataciones más interesantes cuando se acompañara no sólo de la enumeración de las páginas en las que Paz habla de Baudelaire sino de los textos de Baudelaire que Paz reproduce, ya sea completos o fragmentarios, en francés o en español (y, de ser este último el caso, traducidos por quién, y además cómo).

  Así, en El arco y la lira, el índice onomástico registra veintiún menciones de Baudelaire, pero sólo una corresponde propiamente a la cita de un poema. En el capítulo titulado “La otra orilla”, de la segunda parte del volumen, Paz reproduce, íntegro y en francés, el soneto “Le gouffre”. En otro momento cita unos renglones de L’art romantique acerca del principio de analogía. En las otras diecinueve menciones, el nombre de Baudelaire cumple una función metonímica: mencionarlo es tanto como remitir, en una especie de sobrentendido, a su obra, su carácter, su lugar en la historia de la poesía moderna, etcétera. Por momentos, conviene decirlo, Paz entrecomilla ciertas frases, pero son tan breves o tan generales (entrecomilla, por ejemplo, expresiones como “no pasa nada” o “hiela la sangre”) que no es fácil determinar si son citas textuales, paráfrasis o resúmenes del pensamiento de Baudelaire. Menciono este abanico de maneras de referir a Baudelaire para sugerir hasta qué punto encontrar a un poeta citado en un ensayo literario significa no por fuerza leerlo pero sí conocerlo, formándose un concepto de su obra en la perspectiva singular del ensayista.

  Dos años antes de que se publicara El arco y la lira, el Fondo de Cultura Económica publicó El alma romántica y el sueño (1954) de Albert Béguin, sin duda uno de los libros que inspiraron a Paz en la composición de su libro. La portadilla es peculiar, porque anuncia que la traducción, obra de Mario Monteforte Toledo, fue “revisada por Antonio y Margit Alatorre” (hoy diríamos: Antonio Alatorre y Margit Frenk). Un apartado del capítulo XVIII, “Nacimiento de la poesía”, está dedicado a Baudelaire. No son más que seis páginas, pero su entendimiento de Baudelaire es tan persuasivo, su dominio de los textos es tan meticuloso, su amplitud crítica es tan estimulante y su coherencia es tan sólida que hay sitio en ellas para numerosos versos de Las flores del mal, frases de los Escritos íntimos y párrafos de las “Nuevas notas sobre Poe” y Los paraísos artificiales. Me detengo en los versos, todos ellos en castellano, escrupulosamente medidos, dos de las veces en metro alejandrino, una más en eneasílabos. Leer a Béguin en español, entonces, conlleva leer a Baudelaire con determinada inclinación, de manera que si Baudelaire dice: “Architecte de mes féeries”, en español se lee: “Constructor de mis fantasías”, ya que así se lo exigen la rima y el metro a los traductores.

  En otro momento, Béguin cita los últimos versos de “Le voyage”, último poema de Las flores del mal, subrayando el remate:

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Arrojarse hasta el fondo del abismo ignorado:

¿qué importa Infierno o Cielo, si he de hallar algo nuevo?[3]

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Esta versión en alejandrinos es más rítmica y fluida, pero menos exacta, por lo menos en lo que atañe al significado, que la traducción de los mismos versos que casi cuatro décadas más tarde aparecerá en la edición mexicana de La verdad de la poesía (FCE, 1991) de Michael Hamburger. Al empezar el tercer capítulo, el autor cita el final de “Le voyage” y los traductores del volumen, Miguel Ángel Flores y Mercedes Córdoba Magro, ofrecen una versión al español después de reproducirlos en francés. La sintaxis, por momentos, parece más francesa que castellana, de modo que Baudelaire, si lo cita Béguin, suena más ordenado que Baudelaire si lo cita Hamburger:

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Deseamos, tanto consume el fuego nuestro cerebro,

Sumergirnos hasta el fondo del abismo (Cielo o Infierno, ¿qué importa?)

¡Hasta el fondo de lo Desconocido para encontrar lo nuevo![4]

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En otro libro que también pertenece al catálogo del Fondo de Cultura Económica, De Baudelaire al surrealismo, Marcel Raymond cita uno de los poemas más frecuentemente mencionados de Las flores del mal: “Correspondencias”. El traductor de Raymond al español fue Juan José Domenchina, poeta español exiliado en México, quien, en lugar de intentar su propia versión del soneto, eligió citar la traducción del poema que otro español, Eduardo Marquina, hizo a comienzos del siglo XX: “Naturaleza es templo de vivientes pilares, / de donde el aire arranca misteriosos nombres / y es un bosque de símbolos que, cuando andan los hombres, / dejan caer sobre ellos miradas familiares…”[5] Al recurrir a una versión al castellano ya suficientemente difundida de Baudelaire, Domenchina buscó, sin duda, que los lectores de Raymond reconocieran y no sólo conocieran el soneto al encontrarlo citado en el texto crítico.

Raymond, como es bien sabido, establece una distinción entre poetas artistas y poetas videntes, aunque aclara que ambas familias de poetas nacen, en sus variantes modernas, de Baudelaire. Walter Muschg, en una tesitura parecida, propone que los magos, los videntes y los cantores convivieron (y, en cierto modo, conviven todavía) en el tiempo mítico de los orígenes de la poesía. En su Historia trágica de la literatura (FCE, 1965), Muschg naturalmente se refiere a Baudelaire con alguna frecuencia, pero no cita sus poemas más que una o dos veces: en un caso, reproduce dos expresiones muy fragmentarias en francés, goût du néant y angoisse d’exile, retomando el título de algún poema y conjuntando palabras que remiten a Las flores del mal; en el otro, echa mano de un verso que le sonará conocido a quien venga leyendo estos apuntes, aunque prosificado y adaptado a una declaración general sobre la poesía: “sumergirse hasta el fondo del infinito para encontrar cosas nuevas”.[6]

El traductor de Muschg al español, Joaquín Gutiérrez Heras, comete un error cuando hace decir a Baudelaire que piensa “sumergirse hasta el fondo del infinito”, ya que Baudelaire dice “au fond de l’Inconnu”, esto es: al fondo de lo desconocido, no de lo infinito. No descarto que la falta venga de Muschg, quien tal vez incorporó erróneamente las palabras de Baudelaire a su propio discurso. También es posible, aunque la posibilidad me parece mínima, que Muschg haya elegido conscientemente la palabra “infinito” para expresar con un solo trazo el común denominador de las palabras que se combinan en la estrofa de Baudelaire: el abismo, el Cielo, el Infierno, lo desconocido, lo nuevo y, en dos ocasiones, el fondo, todo ello extenso hasta lo infinito.

En suma, si el Baudelaire de Almela está en verso libre, con cierta propensión al endecasílabo y al alejandrino sin rima, el de Alatorre y Frenk está en versos medidos con ocasionales asonancias. También está medido y rimado, por supuesto, el Baudelaire de Marquina, que aprovecha Domenchina en su traducción de Raymond. El de Flores y Córdoba Magro es literal, incluso a riesgo de galicismo sintáctico, y el de Gutiérrez Heras, por su parte, desfigura (tal vez por accidente, tal vez con algún propósito) el texto del que procede.

La historia de la recepción de Baudelaire en México, por si alguien lo dudaba, no se reduce al catálogo de sus libros traducidos por mexicanos o publicados por editoriales mexicanas. Baudelaire es objeto de comentarios y referencias en muchos y muy importantes libros de historia, crítica y teoría literaria que se publicaron a lo largo del siglo XX. Es natural deducir que, a medida que fueron apareciendo esos libros, el nombre de Baudelaire fue vinculándose, ante los ojos de quienes los leyeron, con citas a veces extensas, a veces breves, a veces textuales, a veces parafrásticas, a veces en francés, a veces en versión del traductor de todo el volumen, a veces en versión de un traductor diferente, de manera que la lectura indirecta del poeta francés bien pudo haber tenido un impacto cultural equiparable al de su lectura directa.

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  1. Charles Baudelaire, “Los gatos”, cit. en Roman Jakobson, Ensayos de poética, tr. de Juan Almela, México: Fondo de Cultura Económica, col. Lengua y Estudios Literarios, 1977, p. 156.

  2. Charles Baudelaire, “Spleen”, cit. en Roman Jakobson, Ensayos de poética, op. cit., p. 180.

  3. Charles Baudelaire, “El viaje”, cit. en Albert Béguin, El alma romántica y el sueño. Ensayo sobre el romanticismo alemán y la poesía francesa, tr. de Mario Monteforte Toledo revisada por Antonio y Margit Alatorre, México: Fondo de Cultura Económica, col. Lengua y Estudios Literarios, 1954, p. 458.

  4. Charles Baudelaire, “El viaje”, cit. en Michael Hamburger, La verdad de la poesía. Tensiones en la poesía moderna de Baudelaire a los años sesenta, tr. de Miguel Ángel Flores y Mercedes Córdoba Magro, México: Fondo de Cultura Económica, col. Lengua y Estudios Literarios, 1991, p. 49.

  5. Charles Baudelaire, “Correspondencias”, cit. en Marcel Raymond, De Baudelaire al surrealismo, tr. de Juan José Domenchina, México: Fondo de Cultura Económica, col. Lengua y Estudios Literarios, 1960, p. 18.

  6. Charles Baudelaire, “El viaje”, cit. en Walter Muschg, Historia trágica de la literatura, tr. de Joaquín Gutiérrez Heras, México: Fondo de Cultura Económica, col. Lengua y Estudios Literarios, 1965, p. 106.

 


Luis Vicente de Aguinaga es poeta, ensayista y traductor mexicano nacido en 1971. Es doctor en letras románicas por la Universidad Paul Valéry de Montpellier y profesor titular del Departamento de Letras de la Universidad de Guadalajara. Ha publicado once libros de investigación literaria, crítica y ensayo, entre los cuales figuran De la intimidad (2016) y La luz dentro del ojo (2018). Es, además, autor de trece poemarios, el más reciente de los cuales, Qué fue de mí, apareció en 2017.

Una consideración feminista de «Ay, Nina», de Nadia Villafuerte

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Una consideración feminista de «Ay, Nina», de Nadia Villafuerte

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Durante siglos se ha discutido los impactos de la naturaleza versus la crianza, o herencia versus ambiente. Con el crecimiento en los campos de la psicología y el conductismo durante los siglos XIX y XX, el debate ha crecido en su popularidad. Un aspecto de la pregunta está relacionado con la feminidad y la pregunta si los atributos frecuentemente considerados femeninos vienen de la naturaleza innata de la mujer o si es parte de la socialización y expectativas impuestas por los demás. Es a la existencialista francesa Simone de Beauvoir a quien se atribuye la frase “On ne naît pas femme, on le deviant” (Beauvoir 267), o sea, “no se nace mujer: se llega a serlo.” La narrativa de las sociedades y las condiciones sociohistóricos han formado la percepción de lo que es una mujer y, siguiendo la frase de Beauvoir, lo que la sociedad indica que ha de llegar a ser. Además, el campo de la literatura ha sido, históricamente, dominado por los hombres y por lo tanto son ellos los que han determinado la narrativa literaria de la mujer. En cuanto a la crítica literaria, el feminismo abarca varios puntos. Entre ellos, examina cómo se representan los géneros (y los estereotipos de género) en la literatura, desafía la narrativa patriarcal, la representación de la mujer y explora la literatura escrita por mujeres. La autora mexicana Nadia Villafuerte presenta al lector una oportunidad de escuchar el monólogo interior de una voz femenina en su cuento corto «Ay, Nina» y, con esa voz, analizar la representación de géneros con sus estereotipos, relaciones con el poder y el deseo sexual. Para comprender mejor el análisis, es necesario primero familiarizarse con el contexto en que se escribió.

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Barcos en Houston Nadia Villafuerte PDF | PDF

  El libro Barcos en Houston fue publicado por primera vez en 2005, una colección de cuentos de Nadia Villafuerte. En cuanto al contexto histórico, ella misma explica que “es importante hablar de fronteras porque creo que estamos en un momento de mucha tensión social, mucha tensión racial, que se revela con el miedo al otro, un miedo al extraño, el miedo a lo que es distinto” (Dixon 1:09). Por lo tanto, sus obras suelen explorar temas de migración, identidad y el género. En el cuento «Ay, Nina» hay evidencia amplia de estos tres temas mientras la protagonista y voz narrativa, Nina, monologa sus pensamientos en una voz interior que, a veces, se acerca a una fluir de conciencia. Nina, hija del presidente municipal y esposa de un oficial de Monterrey, está sola en un café cerca de la frontera supuestamente entre México y Guatemala mientras observa a un hombre sentado en otra mesa. Lo que sigue en el cuento es una narración de una serie de pensamientos que vacilan entre la idealización del hombre, la fantasía, la crítica de lo que la rodea en la frontera, y algunas frustraciones suyas – incluso la decepción del hombre idealizado. En sus propias palabras, Villafuerte dijo, “…la escritura para mí es una forma de clarificar una serie de dudas que pronto tengo conmigo [y] con el mundo” (Dixon 4:51) y en la voz narrativa de Nina, se escucha el proceso de clarificación de dudas, de pasar de la imaginación hasta una realidad.

  En los pensamientos de Nina, el lector entra en los pensamientos íntimos de la mujer mientras narra las particularidades del hombre misterioso, del café, del puente que cruza el río, y de sus propios deseos. La obra es una viñeta de la experiencia de la voz femenina y cae justo en la observación de que la “crítica literaria feminista estudia la literatura producida por mujeres para observar cómo expresa las particularidades de la vida y experiencia de la mujer” (Ryan 119). Desde las primeras cinco palabras del cuento, “Un hombre es siempre territorio,” (Villafuerte 29) se reconoce que hay alusión a una oposición binaria en el cuento – el hombre y la mujer – y un juego de poder: la mujer posee al hombre, no el hombre a la mujer, y la idea es en oposición a los estereotipos tradicionales del canon. Sin embargo, el juego sigue en el resto del primer párrafo cuando aclara que los labios del hombre “son de trópico […,] sus ojos […] como arena oscura […,] un mapa abierto, sin límites ni nombre” (29). Con el resto del párrafo, se reconoce la ambigüedad del uso de “territorio” – no es un asunto de ser territorio como ser territorial, sino de la tierra misma, la geografía. Asignar la tierra como representación del hombre es la segunda vez que el cuento demuestra una voltea a las representaciones de género tradicionales del canon ya que la “madre tierra” tradicionalmente, en toda su fertilidad, se relaciona más con lo femenino. No es por casualidad que estas palabras son las primeras. Villafuerte ha dicho que las primeras palabras son muy importantes y que piensa en “un conflicto de ambigüedad [y] paso mucho tiempo pensando en el inicio de la frase de inicio” (Dixon 5:59). Pasando del primer párrafo y de la situación del escenario, del ambiente, entramos en los hechos de la historia.

En el segundo párrafo, la voz narrativa continúa con los estereotipos de género, preguntándose en cuanto al hombre, “¿Qué hace en este café a las diez de la mañana?” (Villafuerte 29). Con esta pregunta, Nina ya manifiesta sus propios estereotipos del hombre: debe estar trabajando a las diez de la mañana y es cosa rara que esté en un café. Sin embargo, ella empieza a imaginar lo mejor de la situación, proyectando ideas románticas como imaginar que fuera poeta. En sus divagaciones, de repente habla Nina del paisaje. Habla de los puentes y las montañas que no son “ni de aquí ni de allá” y deja al lector con la pregunta si habla ella del paisaje fuera de la ventana o si sigue con la metáfora de la naturaleza terrestre del hombre (y de sí misma) en una fantasía de sus cuerpos. Refuerza la idea de los cuerpos con el uso otra vez de la palabra anterior de “exótico” – la palabra usada antes para hablar de los labios del hombre. Regresa al juego con la ambigüedad del territorialismo y posesión de las primeras palabras del cuento otra vez cuando usa el adjetivo posesivo “mi” cuando se pregunta “¿Será mi escritor, extranjero?” Ella busca posesión y también rasgos comunes que fomentan una relación con el hombre de su imaginación cuando ella se dice que “yo también soy poeta.” Considerando su propia representación femenina, se nota que ella se está representando a sí misma como una mujer que se tambalea entre una mujer fuerte y una mujer que se conforme y se pierde en los sueños de una realidad esperada. Se nota el conflicto interior de la identidad de Nina. Ella se identifica con los puestos de su padre y su esposo y en los títulos de ellos como parte de su propia importancia, pero a la vez se autoestima como un espíritu libre – libre de buscar relaciones extramatrimoniales de un poeta, un romántico, alguien imaginado y de su propia creación. Es una expresión de represión de la mujer y demuestra una falta de joie de vivre con los hombres en su vida, hombres representados por trabajos menos románticos, trabajos que, desde una perspectiva de signos, son fríos y estériles mientras ella busca lo exótico.

Los pensamientos de Nina son fragmentadas, representados repetidas veces con el uso de la elipsis, dando un sentido de incertidumbre y capricho. Cuando el hombre empieza a interactuar con Nina, la frecuencia de las elipsis en la estructura del cuento aumenta, manifestando que los pensamientos de Nina empiezan a salir de su control con la nerviosidad de, por fin, intercambiar con el hombre de sus sueños. En este momento climático, sufre de una desilusión tremenda al descubrir que el poema es nada más que una solicitud de empleo. Reconoce su papel en el proceso preguntándose, “¿Por qué me he tenido de engañar de esta manera?” (34) y luego la exasperación de la autocrítica diciéndose “Ay, Nina…” (35). Al final, es la mujer la que tiene el poder en esta historia con su rechazo. En toda esta experiencia microcósmica de un café, el lector puede sobreponer una relación larga de un hombre y una mujer, desde la anticipación de la primera mirada hasta la desilusión que viene meses o aun años después. También puede ser representativa de la experiencia sexual de Nina. En las últimas palabras de la historia, la voz femenina domina con una expresión deseosa, anhelante, y un toque frustrante por la falta de una relación que satisface su necesidad por lo romántico y la satisfacción sexual. Una vez más, con la expresión de deseo sexual, demuestra una voltea a las representaciones de género del canon y de la narrativa patriarcal que se manifiesta en la construcción de lo que es la representación tradicional de “una dama.”

En «Ay, Nina», el lector tiene la experiencia de entrar en los pensamientos, imaginación y corazón de la voz femenina durante su cuasi-encuentro con el amante imaginado. Villafuente da vuelta a la narrativa tradicionalmente masculina y provee una perspectiva únicamente femenina. Eso, según Michael Ryan, es un elemento clave del feminismo en la teoría literaria. Es en una lectura así que “…la tradición masculina podría ser dada la vuelta, examinada desde el punto de vista de lo que está evitando y, por tanto, tergiversando” (Ryan 122). Con el monólogo interior pudimos ver “…a dimension which informed and interrogated every facet, of personal, social and political life” (Eagleton 130), otro elemento digno de observación en una lectura feminista. En fin, la voz de Nina es una voz adicional en el creciendo coro de la experiencia femenina en la literatura.

 

Bibliografía

 

Beauvoir, Simone De. Le Deuxième Sexe. Gallimard, 1949.

Dixon, Arthur. "An immigrant never really arrives." YouTube, uploaded byLatin American Literature Today, 12 January 2017, https://youtu.be/JYV-ETQy7Is

Eagleton, Terry. Literary Theory: An Introduction. U of Minnesota P, 2008.

Ryan, Michael. Teoría literaria. Una introducción práctica. Trad. Francisco Martínez Osés.
Alianza, 2013.

Villafuerte, Nadia. “Ay, Nina”. Barcos en Houston. México: Consejo Estatal para la Cultura y las Artes-Chiapas, 2005.

 


Ryan M. Norton es profesor de español en las escuelas públicas de Mesa, Arizona y estudiante de maestría en español en la Universidad de Texas—Permian Basin. Su fascinación con la lengua castellana y las culturas hispanas lo ha llevado a diez países (y contando) de habla hispana. Para él, la literatura es un portal a otros tiempos y espacios.