ISSN 2692-3912

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El baile de los retornados

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El baile de los retornados

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La vida solo es un instante y participar en el baile, aunque sea unos minutos, vale la pena. Henos aquí, al fin… después de un día de camino, después de dos meses de gestiones universitarias para hacer trabajo de campo, después de esperar dos años a que terminara una pandemia y después de encontrar el momento para que el crimen organizado parara sus balaceras y pudiéramos cruzar la frontera a Guatemala. Carla Zamora y yo estamos aquí: en Nueva Generación Maya, aldea q’anjob’al, municipio de Barillas, Huehuetenango. Miramos el baile. Otra vez en espera, pero en esta ocasión gustosas: por contemplación. Observamos a los muchachos con trajes planchadísimos y a las chicas envueltas en huipiles bordados y el enredo atando con fajas coloridas. Bailan. Ellos y sus familias giran en un vals levógiro,

vuelta y vuelta,

                        todo el salón,

                                                   al contra compás de la marimba.

Verónica Ruiz Lagier, quien nos acompañó en ocasiones anteriores, dijo en otro momento que este baile grupal y ordenado le sugería la idea de una comunidad ancestral coordinada de pasos como resultado de la lógica mesoamericana maya. A mí me parece más un reducto de los valses decimonónicos, e imagino a los campesinos de los Cuchumatanes de entonces, asomados por las ventanas durante las fiestas de las fincas cafetaleras del Soconusco —a donde migraban cada año—, atentos, con la ilusión de imitar los pasos cadenciosos.

¡Qué triste es la marimba indígena guatemalteca! ¿Se han fijado en los nombres de sus tonadas?: “Noche de Luna entre ruinas”, “Lágrimas de Thelma”, “El tiempo todo lo borra”, “Porque todos nos vamos a morir”, “Vamos a morir sin llevar nada”.

Vuelta y vuelta,

                        todo el salón,

                                                   al contra compás de la marimba.

¿Y qué se puede esperar de un pueblo que lo perdió todo a fines del siglo XX?, ¿qué tuvo en su contra al ejército de su propio país, que los arrasó, los violó, los mató, los quemó, los desapareció, los expulsó de sus tierras, incendió sus casas, los acribilló, los enterró en tumbas clandestinas?, ¿los pulverizó?

  Desde este sitio —rincón del salón de baile—, al lado de la bocina que arroja notas melancólicas, vemos en medio de un montón de gente a Marichuy, de 10 años. En esta rotación hipnótica pendular de pasos, los asistentes celebran la fundación de su aldea. Marichuy, piel morena, cuerpo espigado, disfruta con sus amiguitas. A veces la perdemos de vista entre los cuerpos acompasados y eso nos preocupa. Nos la encargó su madre, quien por usos y costumbres no debe entrar al salón porque siendo esposa del animador de la palabra —el catequista—, don Ramiro, no puede estar de fiesta. Toda la familia de Marichuy se quedó afuera, en la feria, atendiendo un puesto de papas a la francesa. Menos Ofelia, la nuera de don Ramiro, quién maneja un tuc-tuc y anda repartiendo gente para todos lados.

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Hace rato, cuando Carla y yo nos detuvimos al ver el trampolín, siendo las únicas foráneas del lugar, algunos nos creyeron encargadas de los juegos mecánicos y eso hizo que una parvada de niños nos siguiera. Marichuy nos presumía de la mano, orgullosa. Los juegos de la feria eran ínfimos: apenas el mencionado brincolín desgastado, una rueda de la fortuna minúscula y un gusano para párvulos con piezas quebradas. No importa, ¡esta es La fiesta del pueblo! Las mujeres se entretienen con los merolicos que venden cobijas, ropa y ollas; los hombres en atorar monedas que lanzan a una charola flotante sobre una tinaja de agua, a cambio de una lata de refresco como premio; la gente pasea entre puestos de papas a la francesa, aguas frescas, hamburguesas y juguetes, o se encamina a ver la final del torneo de básquet bol o permanece en el baile…

Vuelta y vuelta,

                        todo el salón,

                                                   al contra compás de la marimba.

La primera vez que pisamos Nueva Generación Maya, Marichuy se compadeció de nosotras. Habíamos llegado desde San Cristóbal de Las Casas sin que nadie nos esperara y sin conocer la aldea; apenas con la remota idea de que en el lugar había un hotel llamado Tikal, donde podríamos hospedarnos. No había tal o no como teníamos en mente; no como las cabañas cómodas de Tziscao, donde pernoctamos una noche antes. Ahí pudimos aminorar el susto de encontrar dos camionetas Frontier con hombres armados del narco, quienes nos echaron las luces cuando nos vieron conducir sobre la Carretera Fronteriza. Después de evaluar la posibilidad de continuar el viaje, llegamos a la aldea el 9 de junio de 2021, dejando atrás Nuevo San Juan Chamula y luego de cruzar la frontera a Guatemala por caminos de extravío.

Arribamos montadas en la caja de una camioneta Toyota de redilas que atravesó el Río Azul, una parte de los Cuchumatanes y un tramo de la Franja Transversal del Norte. Esa primera vez viajamos de pie, brinca que brinca, por veredas de terracería que nos llevaron por caseríos dispersos, ocultos en la maleza de la selva, mientras el viento nos daba en la cara y algunos ramales amenazaban con golpearnos las mejillas. Pasamos por viviendas donde la gente nos saludaba con la mano desde sus puertas y cuyos dinteles de las casas exhibían banderas de Estados Unidos con el fin de señalar que ahí se podía encontrar quién lo llevara a uno a la frontera norte, a través de México. Era una ruta alterna -intrincada- para entrar furtivamente a Chiapas. Descendimos a nuestro destino después de cuatro horas de sube y baja, de que las tres menstruáramos de repente con tanto zangoloteo y de que nos invadiera un hambre desesperada.

Nueva Generación Maya era una aldea calurosa, jamás pisada por el chofer que nos llevó. (El chofer solía viajar siempre “para arriba”, “para el norte”, jamás hacía el sur. Trabajaba como “pollero”, cruzando gente de Guatemala a México. Justo, durante el recorrido, en la caja de la camioneta habíamos conocido a una chica con atuendo q’anjob’al y dientes incrustados con oro, que había ido a Chiapas a dejar a su hermano para que lo llevaran de indocumentado a Estados Unidos. Con su historia confirmé lo que dicen algunos migrantólogos: que las gentes de esta zona, qa’anjobá’ales, chujes y mames, recurren a los polleros para llegar a Cancún, Playa del Carmen, Tabasco, Ciudad de México, Monterrey… donde se hacen pasar por mayas tojolabales). El chofer se despidió y nos deseó buena suerte, no sin antes tomarnos la foto del recuerdo. Dijo que a lo mejor alguna vez volvería a esta aldea. Tal vez cuando fuera la fiesta.

Vuelta y vuelta,

                        todo el salón,

                                                   al contra compás de la marimba.

El hotel Tikal no se parecía nada a lo que habíamos supuesto con el anuncio de Facebook. Decía que se trataba del mejor hospedaje de la aldea más grande de Barillas. Ya in situ era una cosa distinta a la que sugería la foto. El hotel era un edificio en obra negra con camas improvisadas de madera, cobijas sucias, sin ventilación y sin baño, sólo una letrina para ocho cuartos. En las esquinas de las habitaciones quedaban desechos digestivos humanos. Salimos del lugar sin rumbo y sin ánimo; sin conocer a nadie y sin comida. El “recepcionista” que nos recibió, estaba tan alcoholizado, que no se dio cuenta cuándo dejamos las cosas y salimos a buscar otro sitio —al menos, un sitio para comer.

  Cabe decir que nadie nos vendió un taco; no había un solo puesto de alimentos porque nadie llega de turista a curiosear de la nada. El sol nos pagaba en la cara y los tuc tuc nos pitaban el claxon sin que pudiéramos decirles a dónde llevarnos. Las personas nos miraban con curiosidad detrás de los cercos vivos de sus solares, pero no se acercaban. Recorrimos un par de veces un camino despejado, ancho y largo, sin encontrarle forma al asentamiento, (¿dónde quedaba el mercado?). Después supimos que estuvimos caminando sobre la pista de avionetas, que es el eje articulador de la aldea. Supimos también, días más tarde, que en esa pista descendieron en 1995 los más vulnerables (ancianos, enfermos y mujeres embarazadas), que retornaban después de diez años del refugio en México. Luego nos enteramos que no todos llegaron por aire a la selva: el grueso de los pobladores volvió por tierra, cruzó la frontera Chiapas-Huehuetenango desde Comitán y La Mesilla, para tener que pasar por la ciudad de Guatemala en caravana y que los periodistas mostraran al mundo el retorno ordenado de los mayas. Lo que sí arribó por esa pista, fue la ayuda humanitaria enviada por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados y el material para instalar los bodegones que sirvieron de albergue, antes de que hubiera nada, solo el ruido de los arroyos bajando de los cerros, los sonidos de la selva y la tierra chiclosa, todavía por domesticar para construir las primeras casas. Una de las primeras construcciones fue este salón de eventos, que es ahora un salón de baile:

Vuelta y vuelta,

                        todo el salón,

                                                   al contra compás de la marimba.

Cuando tocamos la puerta en casa de Marichuy, su madre nos dijo que no tenía nada para compartirnos, pero la niña —que vio la palidez de nuestra insolación— nos llevó unas frutas que arrancó de un árbol y nos las repartió. Tal vez ese gesto condujo a Angelina, esposa del catequista, a decidirse por darnos de comer. Después nos ofreció una casa enorme para dormir; la casa más grande del pueblo, deshabitada, recién terminada, hecha de material y ¡hasta con jaguares sobre las columnas del portón principal! (La casa construida por el hijo que se fue “al norte” y quién sabe cuándo vuelva para habitarla). Doña Angelina nos dio comida cada día, nos prestó cobijas, nos recibió cada tarde para tomar café y charlar de la vida. Marichuy se volvió nuestra guía, nos acompañó en los primeros recorridos por la aldea y nos tradujo lo que no entendíamos. Al paso de la semana, Doña Angelina nos dio santo y seña de cómo ella y su familia llegaron aquí. Nos contó sus recuerdos, cuando de niña llegaron unos soldados a decirles que abandonaran la aldea porque detrás de ellos venía un destacamento dispuesto a matarlos a todos. Nos dijo cómo tuvo que huir con su familia entre las balaceras; ocultarse sobre un árbol y caminar por las noches hasta llegar a Chiapas.

  A Marichuy la guerra le queda muy lejos: Nueva Generación Maya se fundó dieciocho años antes de que ella naciera. La parte más sangrienta y dolorosa de la ofensiva, ejecutada bajo la política de “tierra arrasada”, fue hace cuarenta años. Todos esos eventos están en una nebulosa de la que sus padres a veces hablan. Casi no, porque les entristece. Pero algo, sin duda, sobrevive en la memoria colectiva, tanto, que aún sin conocer detalles, las canciones que Marichuy inventa son sumamente trágicas (historia de niñas abandonadas, de mujeres maltratadas, de bebés que mueren de hambre, de personas asesinadas, de esposos borrachos y madres enfermas):

Los pájaros de la selva

yo me grito por comida,

mi papá no ha trajido nada,

y los pájaros pequeños nacidos,

ellos lloraban por comida.

Sus papás y sus madres murieron por otra gente,

mi papá y mi mamá se fueron por los soldados.

Ellos se fueron, yo me lloro más triste,

y vino una señorita: ¿y por qué no te vienes?

¿Quién te dijo?, ¿qué te criste?, digo.

Yo no puedo ir, ¿porque dices?

Si mi madre ya se fue por los soldados, dijo mi hermana,

Y mi hermana me cuenta un cuento:

“Diles, por favor, lleva a mi hermana contigo”.

“Bueno”, dijo una señora, y me llevo con mi hermana más grande,

y dijo, como debía, ¿tomas leche conmigo?

Sí, respondí.

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El viaje de retorno a Guatemala fue tan triste como cuando huyeron a México. “Más todavía —dijo Magdalena, la promotora de salud de la aldea—, cuando se fue todo lo que nos acompañó en ese tiempo: las cámaras de televisión, los periodistas, la ayuda internacional, los miembros de las organizaciones no gubernamentales, los sacerdotes; cuando nos quedamos aquí, entre la humedad, sin luz, sin camino; viviendo en los bodegones…”.

Casi todos los que aquí habitan —los sobrevivientes que aquí bailan— pasaron por un éxodo rizomático en el que a veces se encontraron entre sí, arrojados por la mala vida, en las mismas condiciones y en distintos caminos: huyendo en las veredas de la frontera, en campamentos clandestinos ocultos en la maleza, en ranchos donde los recibieron a cambio de trabajar la milpa de baldío, en grupos de formación comunitaria organizados por sacerdotes de la teología de la liberación, en cursos de capacitación como promotores de salud o educación. A veces en lugares donde trabajaron haciéndose pasar por mexicanos: construyendo carreteras, como albañiles, como diableros en los mercados; en silencio, sin decir nunca quiénes eran. Otras ocasiones se reconocieron mientras huían despavoridos del ejército guatemalteco —que cruzaba a México para aterrorizarlos con ataques sorpresivos— y también huyendo del ejército mexicano, que les cercaba los campamentos para evitar que rebasaran la zona de contención y, cuando pudo, los atacó y los llevó a la fuerza hasta Campeche dejando atrás las champas ardiendo en llamas.

Seguramente, por distintas veredas, los aquí presentes alguna vez se encontraron con Lucía (mujer q’anjob’al pequeñita y sonriente). Lucía, siendo niña, salió expulsada de su aldea, Nuevo Progreso, para experimentar un camino errante doloroso por Xoxlac, Yalanwitz, Río Azul y Comitán, hasta el retorno. Desde sitios como estos, la gente de Nueva Generación Maya retornó a una tierra distinta de la que había sido arrancada. No creo que algún día imaginaran que tendrían un baile como éste, al que asisten retornados de otras partes, al que llegan vendedores que se trasladan desde Chiapas con sus puestos de frituras y antojitos. Un baile que siguen por Facebook más de dos mil personas desde Estados Unidos, de donde llegan las remesas para organizar esta fiesta.

Vuelta y vuelta,

                        todo el salón,

                                                   al contra compás de la marimba..

Aquí están reunidos, bailando: Don Alonso, miembro de la comisión que buscó estas tierras y negoció el regreso (ahora al frente del Consejo Comunitario de Desarrollo Urbano y Rural); la promotora de salud, quien hoy en día labora en una asociación civil de orientación sexual; los promotores de educación, actuales maestros de la primaria; Lucía; algún exguerrillero que perdió una extremidad cuando estuvo en combate; el anmab don Arturo, interprete del tzolkin; la hija del catequista; nosotras, que intentamos, fallidamente, de hacer una investigación para escribir un libro que pasó por muchos problemas antes de que llegáramos al baile (una pandemia mundial, gestiones extraordinarias en la universidad, cruzar una frontera dominada por el naco). Para que esto no volviera a pasarnos, el anmab nos quitó las malas vibras frente al fuego del altar circular maya y nos rameó para ver si podía desatarnos la inspiración frente a la Cruz de Caravaca. Por eso estamos aquí, viendo el baile, cuidando a la niña que nos adoptó; esperamos el momento de integrarnos al círculo y rodear toda la noche.

Sólo hemos venido tres días. Lo suficiente para pasar la noche envueltas en tonadas melancolías, a final de cuentas felices. Cuando esto termine, Ofelia nos llevara de regreso a la casa de los jaguares en su tuc tuc.

—¡Mira —dice Carla—, ya van a transmitir por Facebook el video del baile, vamos!

Tímidas, pero ilusionadas, nos integramos pausadamente al candor de los pasos.

Vuelta y vuelta,

                        todo el salón,

                                                   al contra compás de la marimba.

 

Llegando a Nueva Generación Maya
Puestos de feria sobre la pista de avionetas.
Juego de feria: “atinar con monedas a la charola”.
En camino a la fiesta en conmemoración del retorno, Carla Zamora y Enriqueta Lerma

Enriqueta Lerma Rodríguez se define como etnógrafa de corazón. Socióloga de formación y antropóloga por vocación, ha realizado investigación en los pueblos yaquis de Sonora, así como entre acatecos, q’anjobales, mames, tsótsiles y chujes de la frontera Chiapas-Guatemala. Es autora de tres libros: El nido heredado. Estudio etnográfico sobre cosmovisión, espacio y ciclo ritual de la Tribu Yaqui (IPN, 2014), Los otros creyentes. Territorio y tepraxis de la Iglesia liberadora en la Región Fronteriza de Chiapas (UNAM, 2019) y Los reptilianos y otras creencias en tiempos del covid-19. Una etnografía escrita en Chipas (2021); además, ha publicado una treintena de artículos académicos. En 2012 obtuvo de la Medalla Alfonso Caso al Mérito Universitario por la UNAM y el Premio Gonzalo Aguirre Beltrán por parte de la Universidad Veracruzana y el CIESAS Sureste. Es fundadora del Laboratorio de Etnografía del Centro de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Chiapas y la Frontera Sur del UNAM, donde se desempeña como investigadora. Obtuvo un diplomado con mención honorífica en la SOGEM. En cuanto a crónica narrativa, ha sido colaboradora de Artes de México y del Suplemento Cultural Laberinto Milenio.

Lazarillo de Tormes y Adonis García: El concepto de individualidad en un pícaro clásico y otro moderno

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Lazarillo de Tormes y Adonis García: El concepto de individualidad en un pícaro clásico y otro moderno

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James Fenimore Cooper dijo una vez:All greatness of character is dependent on individuality” (183). The Last of the Mohicans (1826) es una novela clásica de la literatura estadunidense y sigue el viaje del personaje principal, Natty Bumppo o Hawkeye, mientras lucha en una guerra que se desarrolla en la deslumbrante y naturaleza virgen de los Estados Unidos.  La independencia del personaje es un componente clave de la historia, y puede leerse como una historia picaresca modificada.  La novela picaresca, que comenzó en España en el siglo XVI, también se centra en la historia de individuos y sus interacciones dentro de su sociedad.  Los escritores utilizaban estos personajes picarescos para destacar los problemas de su sociedad.  La historia de un pícaro específico sirve como crítica que destacar a través de las palabras, el papel y las acciones del personaje picaresco.  El personaje del pícaro ofrece a los lectores una visión de la sociedad de la época y puede ser “idealizado como espejo de filósofos” de estas sociedades (Rico 104).  Este punto de vista proporciona al lector un legado cultural a partir del cual puede hacer inferencias sobre la política y encontrar implicaciones sobre el marco social de la época, y revela mucho al lector.  El individualismo del pícaro es sólo un elemento que proporciona al lector esta perspectiva única.  

La novela picaresca surgió durante el llamado Siglo de Oro español, con una prosa que combina tanto elementos realistas como la sátira para destacar los problemas y la corrupción dentro de las distintas clases de la sociedad, como el gobierno, la iglesia y otras instituciones sociales.  El estilo literario tradicional de la picaresca implica un personaje principal que es típicamente un joven y de clase social baja con un comportamiento rudo, pero que también posee un carisma especial y es muy inteligente.  El personaje sabe manipular cualquier situación a su beneficio.  Es una historia contada por un narrador en primera persona que “escribe su propia vida” (Rico 115) en una manera que “la autobiografía presentaba toda la realidad en función de un punto de vista” (Rico 116) lo que da a cada historia un sentido de credibilidad y autenticidad.  El narrador cuenta al lector su historia en episodios que cuentan en detalle sus encuentros con múltiples amos o individuos mientras viaja de un lugar a otro.  Contada en tono humorístico y con elementos de comedia, el lector se entera de los problemas e injusticias sociales del grupo o sociedad al que representa cada nueva persona.

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El vampiro de la colonia Roma

Es generalmente aceptado que La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades (1554) es el primer y más antiguo ejemplo del estilo literario picaresco.  El libro posee características literarias distintivas que lo distinguen como la obra fundacional del género.  Estas características han servido de base para muchas otras obras picarescas a medida que este género literario comenzó a extenderse y a cambiar a lo largo del tiempo y en distintos lugares del mundo.  Otros escritores han adaptado estas características y elementos estilísticos de la picaresca para crear y provocar un diálogo sobre los problemas y cuestiones sociales de sus propias sociedades.  Una de estas novelas que utiliza la tradición picaresca es El vampiro de la colonia Roma (1979), del escritor mexicano Luis Zapata.  La narración se enfoca en un personaje picaresco, Adonis García, que vive en la Ciudad de México de los años sesenta.  Zapata utiliza los elementos de la picaresca para destacar cuestiones controvertidas y complejas en torno a la identidad sexual.  Tanto Lazarillo de Tormes como El Vampiro de la colonia Roma comparten elementos de la tradición literaria picaresca a través de la elección de cada escritor para la estructura de la historia, la búsqueda de identidad del personaje y el poder del humor.

Los elementos que crean la tradición picaresca incluyen la composición estructural del relato.  Mientras que Lazarillo estableció el patrón de los elementos estructurales de la picaresca, Adonis García hace suyo esa fórmula.  Son personajes paralelos.  Ambos narradores cuentan la historia en primera persona, y ambos fomentan una sensación de empatía e intimidad con el lector.  Este estilo de relato tiene “las virtudes picarescas de la compasión y el compañerismo” (Parker 37). Los personajes comparten similitudes en el fondo porque los dos tienen una familia inestable.  Mientras que la falta de familia de Lazarillo se debe principalmente a razones económicas, los padres de Adonis han fallecido cuando él era aún muy joven.  Ninguno de los dos cuenta con el consejo de sus padres, que normalmente sirve para ayudar a los hijos a establecerse en la vida.  Los dos personajes tienen hermanastros y los dos son “personajes desarraigados y marginales” (Parker 39) en su sociedad.  Viven al margen de lo que es aceptable u honorable en su entorno.

Cada una de estas novelas está narrada en diferentes episodios.  Utilizan diferentes recursos literarios para marcar estos episodios, pero cada una está dividida en siete secciones para diferenciar los segmentos.  Lazarillo cuenta al lector su viaje mientras está al servicio de varios amos que representan las diferentes clases sociales o jerarquías de su tiempo, mientras que Adonis, cuya historia es una transcripción de su historia contada auditivamente a una grabadora, utiliza la ortografía y las pausas de su voz en la narración para distinguir una sección de la otra. Lazarillo viaja de un lugar a otro y aprende varias lecciones de los diferentes amos a los que sirve.  El lector aprende de estas historias sobre los temas realistas del día en la vida de Lazarillo y puede ver la injusticia y la desigualdad en la que vive Lazarillo.  Sin embargo, Adonis se queda principalmente en un lugar.  Viaja un poco, pero el lector aprende principalmente de la historia de Adonis a través de las relaciones y encuentros que cuenta mientras intenta sobrevivir en un entorno que está fuera de lo que se acepta como normal o típico en su sociedad.  Ambos personajes se encuentran con gente de toda condición, desde la élite social hasta la clase baja.  Lazarillo trabaja para el escudero mientras que Adonis sostiene una relación sentimental con uno de sus clientes, el diplomático Zabaleta. Lazarillo trabaja para los lideres religiosos que ostentan el poder en su sociedad, mientras que Adonis tiene encuentros con la policía que representa los poderes municipales en su sociedad.  Los escritores de ambas novelas permiten al lector conocer todos los estratos de la sociedad a través de los personajes que estos narradores conocen.  De este modo, los escritores utilizan a estos narradores para revelar un mensaje al lector referido a la política y la dinámica social de la época.  Expusieron las realidades y los retos que experimentaba la gente corriente, que la mayoría de los lectores pueden comprender y con los que pueden identificarse, lo que hace que la conexión entre lector y narrador sea aún más íntima en un intento de provocar el cambio social.

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En ambas novelas los escritores utilizan la búsqueda de identidad de los personajes para resaltar esta necesidad de cambio social.  Tanto Lazarillo como Adonis viven en una sociedad en la que son marginados y viven al margen.  Ambos se caracterizan por su búsqueda de satisfacer deseos tanto físicos como psicológicos.  Mientras que a Lazarillo le motiva su necesidad de sobrevivir y satisfacer el hambre física, a Adonis le motiva su apetito sexual.  Sin embargo, ambos personajes están motivados por la necesidad psicológica de autodeterminación.  Ambos personajes buscan su propia definición de quiénes son como individuos.  Como dijo Fenimore Cooper en la cita mencionada al principio de este ensayo, esta búsqueda de la individualidad es parte de lo que hace a estos dos personajes tan fascinantes para los lectores.  Cualquier lector puede identificarse con su búsqueda de independencia y de un lugar en el mundo.  Esta búsqueda forma parte de la condición humana.  Estos dos narradores interactúan con su entorno y buscan su lugar; sin embargo, emprenden esta búsqueda con enfoques o visiones del mundo diferentes, aunque la crítica social del escritor tiene el mismo propósito en ambas obras.  Ambos escritores quieren provocar el cambio, pero las limitaciones dentro de las cuales estos dos narradores pueden moverse son diferentes.

El personaje de Lazarillo comienza su historia como un niño ingenuo e inocente.  Es forzado a entrar en el mundo donde debe servir a un hombre adulto, mientras Adonis hace su propia decisión para conocer a los individuos de la historia.  Lazarillo tiene poco poder en contraste con sus amos, pero Adonis tiene el poder de elegir una vida de prostitución porque le parece más fácil que el trabajo convencional.  Ambos personajes viven fuera de su sociedad, y proporcionan perspectivas al lector.  Ambos son conscientes de la posición que ocupan en el mundo.  Aunque este estatus de outsider es cierto para ambos personajes, Lazarillo tiene limitaciones de convención social que Adonis no tiene.  El objetivo de Lazarillo en la vida es eventualmente adaptarse a las normas sociales del matrimonio y establecerse en el sistema patriarcal.  Al final de la historia de Lazarillo, le dice al lector, “Y con favor que tuve de amigos y señores, todos mis trabajos y fatigas hasta entonces pasados fueron pagados con alcanzar lo que procuré: que fue un oficio real, viendo que no hay nadie que medré, sino los que le tienen” (Lazarillo 98). Adonis, sin embargo, no expresa ningún deseo de establecer un plan para el futuro.  Se contenta con vivir el día a día, con pasar el momento.  Le preocupan los estereotipos de la sociedad.  Se resiste a conformarse con los estereotipos ampliamente aceptados.  Aunque tiene una moral que podría ser cuestionada por el lector, tiene claro que su sentido de la identidad es el suyo propio.  No se siente cómodo con las definiciones de los demás.  Al principio de la novela, Adonis cuenta a los lectores un sueño en el que ve las caras de otros hombres homosexuales.  Explica cómo los rostros en el sueño cambian entre heterosexual y homosexual, ambas definiciones externas de identidad.  Sin embargo, al final de la primera sección, Adonis termina diciéndole al lector, “me empecé a sentir muy incómodo” (Zapata 15). Adonis no está dispuesto a que la sociedad le imponga una identidad.  Quiere tener total libertad e independencia para definir su propia identidad sexual.  Para Adonis, incluso las definiciones de “buga” o “gayo” son demasiado estrechas.  Dice a los lectores, “¿quién es totalmente buga?” (Zapata 51).  Lo que implica es que, para él, las dos categorías son demasiado restrictivas.  Adonis no definirá su sexualidad según la definición de su padre, que implica a dos personas, un hombre y una mujer, que es la definición convencionalmente aceptada de los roles sexuales en la sociedad.  Adonis explica al lector, “pues como que es una cosa de dos personas o más si se quiere pero que no debe salir de esas dos o tres o seis personas porque a nadie le puede interesar a nadie la debe interesar ¿verdad? lo que esas personas hagan con sus vidas privadas, ora sí que el amor es asunto privado ¿no?” (Zapata 28-29).  Los dos personajes, Adonis y Lazarillo, experimentan una evolución a medida que avanzan en la sociedad, y siguen desarrollando un creciente sentido de la independencia.  Valoran la libertad por encima de todo, ya sea por sus acciones en rebelión contra un amo o como Adonis que “era mi propio jefe yo desidia lo que tenía que hacer y con quién” (Zapata 71), o para ganarse la vida y sobrevivir en el mundo.

Aunque estos personajes tienen diferentes limitaciones en su búsqueda de identidad, también comparten similitudes.  Tanto Lazarillo como Adonis son muy conscientes de su aspecto exterior y de la imagen que representa.  La ropa, el atractivo y el adorno son importantes para ambos personajes.  Lazarillo admira el vestuario del escudero.  Parte de su trabajo al servicio de este señor se centra en cuidar la vestimenta del escudero, que forma parte de su identidad.  Lazarillo describe al escudero y su aspecto con admiración, “Tornola a meter y ciñósela, y un sartal de cuentas gruesas del talabarte.  Y con un paso sosegado, y el cuerpo derecho, haciendo con él y con la cabeza muy gentiles meneos, echando el cabo de la capa sobre el hombro y a veces so el brazo, y poniendo la mano derecha en el costado, salió por la puerta” (Lazarillo 56).  Adonis también se preocupa por su imagen.  Es consciente de su atractivo y lo utiliza a su favor.  Demuestra confianza en sí mismo de forma juguetona.  El lector puede verlo cuando Adonis conoce a su primer cliente.  Dice: “así es que dije ‘este va a ser mi primer cliente’ y si ¿ves? paso en su coche una vez y luego volvió a pasar y me hizo señas de que lo siguiera?” (Zapata 60).  Adonis confía en su capacidad para atraer a otros hombres.  Se hace el tímido con este cliente diciéndoselo al lector, “ni que yo fuera corredor olímpico” (Zapata 60), cuando sigue el coche del cliente que se interesa por él.  Ambos conceptos de lo que es atractivo se definen en el contexto de la sociedad en la que viven, pero tanto Lazarillo como Adonis están preocupados por su imagen.

Adicionalmente, ambos personajes hablan de su intelecto o “street smarts” en sus interacciones con otras personas en sus historias.  Lazarillo y Adonis alardean de su capacidad intelectual para burlarse de los demás.  Lazarillo cuenta a los lectores cómo es capaz de robar comida y vino a su amo con varios trucos, “con una paja larga de centeno, que para aquel menester tenía hecha, la cual, metiéndola en la boca de jarro, chupando el vino lo dejaba a buenas noches” (Lazarillo 14). Adonis también siente superior a los demás y presume de sus “trucos” sexuales.  Habla al lector de la demanda de sus servicios, “hay gentes a las que veo muchísimas veces ¿no? ahorita por ejemplo tengo un protector que llevo más de un año de estarlo viendo miércoles y viernes” (Zapata 66). Ambos personajes se ven a sí mismos como fuera del grupo y superiores, mientras que utilizan un lenguaje común y autodespreciativo para explicar esta perspectiva al lector.  Adonis le dice al lector: “yo simplemente trato de hacerles un buen trabajo de que queden satisfechos (Zapata 66); emplea la ironía verbal para contrastar con esa habilidad sexual que le mantiene la demanda tan alta.

Este humor es un elemento común en las dos novelas.  Los escritores de ambas historias manipulan el lenguaje para que los lectores se entretengan y comprendan a la vez el mensaje que se encuentra en el doble sentido de las palabras y las acciones de los personajes.  Ambos narradores emplean juegos de palabras y un enfoque optimista en sus historias.  El tono de ambas novelas es aventurero e irreverente, pero el lenguaje utilizado en cada narración es diferente.  Las palabras de Lazarillo son mucho más formales y modestas, mientras que el lenguaje que utiliza Adonis es vulgar y escandaloso.  Las palabras de Lazarillo son convencionales en su forma, pero poco convencionales en el mensaje, mientras que Adonis es un inconformista en ambos aspectos.  Sin embargo, aunque el lenguaje es escandaloso, la humanidad del personaje es semejante al de Lazarillo.  Ambos son cercanos al lector porque ambos forman parte de circunstancias que mucha gente puede entender.  Ambos escritores utilizan este formato porque “el género picaresco alcanza proyección universal” (Parker 41), y los lectores pueden establecer una conexión.  El escritor utiliza la ironía situacional como parte del humor para transmitir esta conexión a través de la voz narrativa.  Los personajes se encuentran en situaciones opuestas a la norma, y el lector puede encontrar humor en la yuxtaposición de los personajes y las situaciones.  Por ejemplo, cuando la policía aborda a Adonis en la calle, y supone que van a acosarle y robarle el dinero.  Sin embargo, la situación no es lo que parece a primera vista.  Los policías están allí para tener un encuentro sexual.  El narrador incluso reconoce esta ironía de la situación cuando dice, “o al revés ¿no?” (Zapata 94). Este giro de los eventos está destinado a inspirar humor porque ahora Adonis ha permitido al lector entrar en la broma.  La situación concluye de una manera inesperada. Otro ejemplo es cuando Adonis y René están en el autobús con el ciego.  Adonis dice: “estábamos divertidísimos de ver a un ciego gayo” (Zapata 91), pero en realidad, el ciego mete mano a René porque cree que René es una mujer.  Adonis y René creen que el ciego es gayo.  Tanto el ciego como Adonis y René se equivocan en sus suposiciones.  Lazarillo también llega a dar cuenta de que sus suposiciones son incorrectas, lo que resulta gracioso para el lector. También el lector sabe que Lazarillo es engañado en su admiración por el escudero. Es gracioso por el lector porque ha sabido todo el tiempo que Lazarillo está equivocado.  Cuando está con el escudero, Lazarillo por fin se da cuenta, “Este, decía yo, es pobre, y nadie de lo que no tiene” (Lazarillo 64). Al decir lo obvio, el escritor pretende que el lector encuentre humor en la situación y puede ver la ironía del escudero que es tan admirado, pero que en realidad no tiene nada y sobrevive con la comida que le proporciona a Lazarillo.

Los escritores no sólo utilizan esta ironía situacional, sino que también emplean la ironía verbal para minimizar las heridas y enfermedades de los protagonistas con el fin de provocar la risa con sarcasmo.  Tanto Lazarillo como Adonis experimentan sufrimiento físico, pero ambos narradores minimizan esta enfermedad o herida física con humor.  Lazarillo sufre una herida en la cabeza a manos de su primer amo, un ciego que debe cuidar de él.  Sin embargo, el ciego “tomar venganza” a Lazarillo “con toda su fuerza” y le da a Lazarillo un “golpecillo” (Lazarillo 16). El escritor utiliza un diminutivo de la palabra para minimizar el impacto de esta herida.  El humor es casi físico y situacional (“slapstick”) para el lector.  Adonis también minimiza las enfermedades sexuales que contrae en su historia.  Cuando Adonis se entera de que tiene una enfermedad sexual le dice al lector: “y bueno, pero ya ahí que muera ¿no? me estoy cayendo del sueño” (Zapata 79). No demuestra la preocupación que probablemente debería por su propia salud.  Su sarcasmo pretende ayudar al lector a encontrar humor en la historia.  Zapata utiliza este tipo de sarcasmo y autodesprecio a lo largo de toda la novela.  Tanto Lazarillo como Adonis son optimistas y recuerdan su historia para el lector de forma positiva y una manera juguetona.  Aunque los eventos de las historias son muy serios y realistas, los narradores adoptan un enfoque que engancha al lector y cautiva la atención bajo el disfraz de la aventura y el humor utilizando sus propias palabras.

Tanto Lazarillo como Adonis tienen mucho que compartir con el lector.  Los escritores de estas dos novelas utilizan elementos similares de estructura, así como manipulan el uso del humor y el lenguaje para llevar al lector a lo largo de la búsqueda de identidad de los personajes.  Ambos personajes quieren vivir la vida en sus propios términos y de una manera independiente y autodefinida.  El concepto de libertad personal y autosuficiencia es la norma moral de estos dos personajes.  Aunque la sociedad tiene reglas establecidas, tanto Lazarillo como Adonis encuentran hipocresía y desigualdad en las normas sociales de la sociedad.  Estos dos personajes son antihéroes que valoran la autodeterminación y la humanidad por encima de todo.  Aunque otros dicen que también defienden estos valores en forma de honor, educación, religión y otras instituciones, tanto Lazarillo como Adonis experimentan en carne propia la corrupción y los prejuicios de sus sociedades.  Al final, el individuo debe sobrevivir por sí mismo, y debe encontrar la tranquilidad y la paz para sí mismo.  Como dice la cita de James Fenimore Cooper al principio de este ensayo, el “greatness of character is dependent on individuality” (183), y la lucha por el individualismo es parte de lo que ha ayudado al personaje de Lazarillo a seguir vigente durante mucho tiempo. También es parte de lo que convierte a la tradición literaria picaresca en una fórmula de la que otras obras como El vampiro de la colonia Roma puedan comunicar un mensaje de cambio político y sátira social.  La voz del pícaro es poderosa, y sirve para plantear preguntas difíciles a los lectores y sirve como una “sensación de descubrimiento, espejismo” (Cabo Aseguinolaza 13) para provocar la inspiración de un cambio para mejorar la sociedad.

 

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Obras citadas

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Anónimo, El lazarillo de Tormes. Edición de Francisco Rico. Cátedra, 1987.

Cabo Aseguinolaza, Fernando. “La construcción de la picaresca”. El concepto de género y la

literatura picaresca. Universidad de Santiago de Compostela, 1992. 

Cooper, James Fenimore. The American Democrat, or Hints on the Social and Civic Relations of

the United States of America. H. & E. Phinney, 1838. 

Parker, Alexander. “Génesis de la picaresca”. Los pícaros en la literatura. Trad.

Rodolfo Arévalo Mackry. Gredos, 1975.

Rico, Francisco. “La novela picaresca y el punto de vista”. La novela picaresca y el punto de

vista. Seix Barral, 1970. 

Zapata, Luis. Las Aventuras, Desventuras Y Sueños de Adonis García: El Vampiro de La

Colonia Roma. Penguin Random House Grupo Editorial, 2024. 

 


Amy Jo Harrell is a graduate student in the Spanish Language and Literature program at University of Texas, Permian Basin. She received a M.Ed. degree in Curriculum and Instruction from Regent University in Virginia Beach, VA (1998), her B.A. degree in English and Language Arts from Old Dominion University in Norfolk, VA (1996), as well as an endorsement in Gifted Education from the University of Virginia in Charlottesville, VA (2013). She also holds an education endorsement in English as a Second Language (2022). She is currently a high school teacher for gifted students.

Crónicas de un taxista fronterizo de Héctor Enríquez

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Crónicas de un taxista fronterizo de Héctor Enríquez

 

Portada Crónicas de un taxista fronterizo

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En veinticinco crónicas, Héctor Enríquez relata muy de cerca la experiencia dentro y fuera de un taxi. Enríquez con frases justas, de forma amena, irónica y fluida muestra su experiencia como taxista. El libro fue publicado por Xlibris en una edición muy bien lograda; la portada colorida, sintetiza de manera gráfica varias historias que se desarrollaran en el trayecto de la lectura.

El libro comienza con un viaje de cincuenta y dos minutos en Nueva York, donde Enríquez junto con su familia están recorriendo la ciudad yanki, en el momento de estar en el taxi, recuerda sus años mozos en esa profesión, algo que le cuenta al chofer nigeriano de aquel día y a partir de ese momento, el autor en las siguientes páginas despliega las historias que le marcaron. A diferencia del texto inaugural, cada una de las anécdotas sobrevienen por El Paso y Ciudad Juárez.

Cada historia es acompañada con un mapa del recorrido. El libro es «casi una picaresca» porque está narrado en primera persona, hay crónicas que cuentan «aventuras» y revelan el carácter «pícaro» del narrador, de algunas historias y de otros personajes:

Los compañeros de mi padre del sitio algunos eran de parranda, otros de trabajo y otros de broma, pero había personajes que hasta la fecha recuerdo con mucho cariño y me da mucha alegría porque me daban consejos y me explicaban los aspectos de la vida desde su perspectiva de taxistas. Algunos me platicaban asuntos relacionadas con el sexo, muy al estilo de ellos y con un lenguaje muy mexicano, eso sería hoy en día el equivalente de un video porno de la contemporaneidad (44).

El estilo autobiográfico es muy claro, Enríquez está regresando a los orígenes, recordando en cada uno de esos viajes —que se muestran en los mapas— su vida de chofer y la infancia como se muestra en la crónica cuatro, titulada: «De niño a negociante: “limones, limones”». También relata la alegría y orgullo de llevar ese bagaje en las espaldas:

En el verano 2008, después de siete años de la muerte de mi padre, quise volver a subirme a un taxi, como un reto para volver a sentir aquellos olores, texturas y colores que pertenecían a mi infancia. Le pedí a uno de los choferes que tenía mi madre como encargado de uno de los taxis que me lo dejara manejar por unos tres días. Quería recordar y no olvidar aquello que me emocionaba tanto en mis años de taxista (103).

En el recorrido del libro se van formando una especie de héroe-antihéroe pues al final resulta siendo una historia de éxito, en un ambiente muy interesante de la época. El orden cronológico de los textos, muestran la experiencia del protagonista, su desarrollo personal y el contraste del mundo de los taxistas con el de los clientes, muestra también similitudes a toda contemporaneidad:

Yo me ponía muy nervioso al principio porque no sabía lidiar con las prostitutas, pero eran muy amables siempre conmigo, no sé si porque era joven o porque les llevaba clientes para ayudar a su economía. Después de que el cliente cumpliera con sus necesidades sexuales, lo regresábamos para dejarlo de vuelta al hotel o llevarlo a El Paso (52).

El taxista pasa por diferentes momentos, en cada uno divierte al lector, confesando la realidad y belleza que la profesión encierra. En el libro se encuentran broncas de taxistas, un taxista que necesita más plata y resulta siendo carnicero, robos a mano armada, apuestas, hay hasta un taxista que resulta de cineasta y otro que vuela un avión. El libro revela la infinidad de personajes que un individuo puede llegar a ser en una vida, sin necesidad de acudir a la ficción, no está de más decir que el libro dignifica dicha profesión.

El libro termina con la jubilación del protagonista, presenta el inicio de una nueva etapa como escritor, remarcando la retirada del trabajo, pero no de la vida:

Espero poder tener éxito en esta nueva emprenda como escritor, la vida, al igual que el taxi, siempre nos pone a las personas acertadas en el camino.

Renovarse o morir (134).

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Guararema, São Paulo, 7 de marzo de 2024.

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Luis Enrique Morales es un aforista, escritor y columnista nacido en Quetzaltenango, Guatemala, en 1989. Reside en Suecia desde el 2012. Estudió filosofía y pedagogía en la Universidad de Estocolmo, licenciándose en 2018. Ha hecho su debut con su libro: Aforismos y otras mentiras (2020) publicado por Simon Editor en Jönköping, Suecia. Seguido de Aforismos de noviembre (2021) por Editorial Rötter de Estocolmo. Actualmente es columnista en la revista gAZeta de Guatemala y está preparando algunas traducciones de la aforística clásica sueca.

COSIDERACIONES DE UN POETA INSEGURO

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COSIDERACIONES DE UN POETA INSEGURO

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Estoy por enviar a mi editor de la UANL, algo que me pidió: conjuntar y ordenar mi trabajo para una edición de mi “poesía reunida”.

Respecto a mis dos primeros poemarios, editados por Diana en 1976-79: Mi poesía será así y Otras cosas y el otoño, había pensado eliminarlos, pues no los considero “serios”, y sí un fruto de la improvisación y la inconciencia literaria. Pero después de convencerme que debo incluirlos básicamente por un prurito de honestidad, así como también haber descubierto que en esos primeros textos hay algo incipiente y que después resultaría, con el paso del tiempo, como algo menos “silvestre y primitivo”, algo más próximo a lo realmente poético. Por lo tanto es que decidí darles una deshierbada, eliminar retórica y frases de calendario, pues ambos libros fueron arrancados de lecturas mal asimiladas, lecturas que motivaron mi lamentable impresión de que escribir poesía no era una tarea tan difícil, y más tratándose del “verso libre”, el cual para mí, ahora que releo estos dos primeros poemarios, veo que me quedé con la emoción de mi lectura, pero sin conocer ni entender los verdaderos secretos del poema: cómo acuñar metáforas, imágenes, sinestesias, encabalgamientos, aliteraciones, etc. Fue como lanzarme a jugar la posición de cátcher en un partido de béisbol sin guante, careta, espinilleras y pechera, o sin siquiera saber siquiera cuáles eran las reglas elementales de este deporte. Esta metáfora, si bien no es muy elegante, si es bastante ilustrativa.

Sin embargo, insisto en compartir estos cuatro textos, producto de mi incontinencia “poética” que me produjeron las lecturas a las que me refiero, como fueron, entre otras, El gran mantel de Neruda, los cánticos al trópico de Pellicer, La muerte del mayor Sabines u Oración por Marilyn Monroe de Cardenal…

Esto más que una colaboración a revista tan respetable y de una indiscutible calidad de contenidos, suena más a una disculpa o a un atrevimiento, o cualquier otra cosa que pudiera justificar su inclusión.

Pero nada, aquí van estos “poemas” que brotaron de no sé dónde y ni tampoco sé cómo y porqué, y lo peor es que fueron impresos como ya lo dije por editorial Diana en ediciones de más de tres mil ejemplares de cada volumen.

 

No sé, pero…

A Sandra Pérez (Muñeca)

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No creo que pueda romper

el código de buenas maneras

que me dio el obispo sordo

de mesas y candiles

con saludos, caravanas y respetos.

Quitarme los zapatos en medio

del banquete

escupir el vinagre

o gritar

pidiendo se comprenda

que la salsa pica demasiado

cuando el guante, el anillo y la corbata

leen el discurso

generoso y filantrópico

sería una locura comparable

a descolgar las campanas

y en su lugar poner maracas, cencerros y bongós…

Acepto este lugar

de sillones decentes

y calcetines lavados seriamente

de inscripción en las escuelas

y asientos numerados.

El ruido tumultuoso

del desorden sicológico

lo cambio por relojes y jabones.

Renuncio a pisar los jardines prohibidos

donde podría robar un racimo de violetas

y traerlo por la noche

a tu casa

donde tú estarás

seguramente ahora mismo

leyendo a Bakunin.

 

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Soledad

Para Antonio Guerrero O. (in memoriam)

A quien le debo parte de la risa

y el gusto por José Alfredo

y su “Media vuelta”.

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La soledad llega:

  ruido de mariposas

felino oculto.

Nos baña en medio de las noches

o en el canto de los parques.

Toca por la puerta

que hace tiempo no se usaba

y si nadie le responde

porque sí o porque el ruido

entonces

como amante de las sombras

solitaria se cuela

por las ventanas

que sin quererlo

  tal vez

olvidamos cerrar

cuando reíamos…

 

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Eres

Para Michelle Alman

Cambridge, Mass. Invierno 76

Por los largos paseos en

su Mazda Miata…

Peleo por ti en los corredores de la tarde

y me entrego al Río Charles

como lo hace el aire con tu pelo.

Pensando en ti camino por el viento

y te quiero por tus cejas

te quiero simplemente por lo simple

porque eres

por tu voz y tu palabra.

Te quiero por tu gesto,

ese milagro que por tristeza se disuelve

y que prende ansiedad

en la noche que te encuentro.

La semana

es una inmensa pizarra

donde te invento y te recreo.

Eres todo lo que palpita

envuelto en meses:

eres tren veloz

puente sobre hielo

ave que chisporrotea lejana

y espejo edificio.

Eres esa cúpula inventando nubes

la nieve y su deporte

eres Boston

y Nueva Inglaterra

eres Rusia y también Irlanda

eres el encuentro donde todo esto

   y mucho más

se tomó de la mano un día

en el que yo estaba

en mi pueblo

muy serio y ocupado

creyendo que cambiaba al mundo.

 

Amén…

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En la tarde cuando cae

el silencio sobre la mesa vacía,

veo sólo imágenes vagas:

Recuerdos de algo tan triste

como aquel viejo plato de peltre

con cajeta de membrillo…

La abuela afanando sobre

sus últimas horas,

embarazada de frío, con los ojos

y el optimismo enmohecidos,

tarareando aquel vals

con entonados quejidos.

Aquella anciana

en la ventana,

hilvanando recuerdos inconexos

de sucesos arrugados, zurciendo

lentamente el epílogo de su historia

antes de que los postigos

se endurezcan para siempre.

O el tañir, a las seis de la tarde,

de las campanas con olor a provincia:

templo de la Trinidad

(hora en que todo camina

lentamente sobre la tarde a

esperar la llegada de la noche).

Cosas así, tan serias y vitales

que el estómago duele

como cangrejo herido

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o como viento huracanado que sube

desde los intestinos hasta la

garganta formando nudos.

Días en que la fantasía

era inquilina de mi mente,

y entonces soñaba que podría

ser héroe y caminar descalzo

sin corbata

entre flores y zacate

en medio de las anchas avenidas

viviendo cada paso

sorbiendo como helado mis días

atragantado de

música y sol.

(Aquí termino,

soy abogado por estos días,

a las10:30 es la audiencia,

aquí el tiempo es demasiado impaciente,

aniquila los sueños…)

 

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A mi hermana

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Carolina estaba seria

como un triste álamo en otoño,

sus vestidos de milenaria seda

y colores de refinadas costumbres

de los años pasados ya no existían,

su manos largas y blancas

tocaban con timidez y ternura,

ella quería madera,

algodón, piedras talladas,

elementos primarios.

Cuando llegó a mi casa

su exterior ya no estaba lejano,

esto me llenó de mañana y arcoíris…

Carolina estaba de nuevo

con olor no a Nina Ricci

sino a tiempo y a musgo,

no a Madame Rochas

sino a Patchouli y Jazmín…

Sus piernas largas son ahora de mezclilla,

su espalda y cintura

son de algodón y manta,

y hay algo que siempre la ha coronado

por lo cual yo la sabía

dueña de lo simple y lo eterno:

su pelo como risa de campesina

o como cascada serrana.

Sólo puedo afirmar que sonrío

y estoy alegre,

pues aunque ella está lejos,

quizá en París.

en Londres o en Barcelona,

la tengo ahora aquí a mi lado,

como cuando jugábamos descalzos

en el parque de mi barrio…

 

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Santa Eulalia a las 7…

A CARLOS PELLICER

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Esa risa enfrascada en el

callejón zigzagueante donde

polvo, sudor y huesos cansados

descienden por las tardes,

se desliza y golpea las

mentes y puertas endurecidas

por la soledad pestilente

de las horas vacías…

Aquí la vida se sucede

como una raya negra

estampada con un pincel lento

sobre desquiciante muro blanco

(es una raya que quema)…

No hay nada, al menos por estos días,

que abra posibilidades a otros

tiempos menos agrios, menos muertos.

Nadie sabe si así es el mundo

o si así fue impuesto…

Sólo se sabe que la tierra pare,

y no hay más sonidos

que la pala y el pico, herramientas

tristes que golpean, que hieren estas tierras;

carretas llorando metales,

purísimos destellos con sabor a

sales y condimentos de la tierra…

Arriba el cielo,

(a donde se suele mirar con frecuencia)

abajo la desesperante dureza

de una entraña donde el

ojo es imponente y el silencio ahoga,

aturde…

Si escuchas en estos montes

algún canto, no será de allí,

será algún iluso que cantando

llega por la vereda con la conciencia

que le entregó el occidente tecnificado,

y que aún sueña…

Pues en estos lares por decreto

de la crueldad que parte todo

se prohibió cantar y creer

en la posibilidad de un

racimo fresco de flores o de uvas…

Vómito y anonimato,

vientres hinchados hasta el fondo

donde el alma se asoma triste y pálida,

rostros como cactus

marcados por la furia implacable

de la tierra herida,

así es la mina,

todo se utiliza,

nadie sabe con certeza, nada

acerca de casi nada…

Por aquí, estoy seguro,

algún día pasará Dios…

Es lo único que queda como esperanza

para seguir cavando en estas

profundidades silenciosas

donde el calor fue hurtado

y el amor se olvidó…

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Enrique Cortazar estudió una maestría en educación y literatura en la Universidad de Harvard. Hizo estudios en el programa doctoral en la Universidad de Nuevo México, en Albuquerque. Fue promotor cultural y director de museos en Chihuahua y Ciudad Juárez. Ha publicado varios poemarios, entre ellos: Otras cosas y el otoño (Diana, 1978), La vida escribe con mala ortografía (Ediciones de Cultura Popular, 1987), Ventana abierta (UNAM, 1993), Suicidio aplazado (Claves Latinoamericanas, 1994), Variaciones sobre una nostalgia (UNAM, 1998), Crépuscule sur les pavés/Crepúsculo en las calles (Edición bilingüe, Écrites des Forges y Mantis Editores, Quebec, Canadá 2008), Don de la tarde (Mantis Editores, 2014). Algunos de sus poemas han sido publicados en libros de texto de secundaria en Estados Unidos, así como en antologías en Japón, Estados Unidos y España.

Caminar por lo lejos

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Caminar por lo lejos

Por Jaime Baillères

Veo imágenes de Mirna Balbuena y pienso, ¿qué es aquello que nos orilla a la observación de las sombras en su movimiento, su origen y su fin? Quizá nunca lo sabremos. Caminamos por la ciudad con cierta cadencia picnoléptica, sin poner atención a la historia condicionante, implacable en su juicio. Y llegamos a nuestro destino sin saber cómo y sin brújula; quizá alguno de nosotros, cruzamos la calle sin ver, sin saber, sin darnos cuenta, hasta que pisamos la otra banqueta.

En esa inercia, en algún punto encontramos con sorpresa una mancha de luz y sombras. Nos asombra, como la palabra lo indica, lo que se encuentra en lo ignoto que también construimos. Suponemos que podemos crear entonces, una alteridad en el prefijo (re) del producir.

Privados hasta cierto punto de la razón, vemos límites de la forma en las paredes y los caminos de lo cotidiano. En este ejercicio del auscultar, no basta la construcción de una perspectiva ortogonal, pues vemos hacia las nubes y el cielo que vieron los griegos en su cosmogonía, y regresamos la vista hacia las sombras en el suelo del reino de Hades. Esa perspectiva se construye en la altura de la visión, es ésta la que nos indica dónde se encuentra ese mundo real que nombramos ciudad, gente, luces, objetos etc.

Ver la ciudad implica en ocasiones, análisis, pese a que se lea pretencioso, algunas personas sí lo suponen así. Hay tanto por decir, sobre todo porque no solo eso remite al sentido de lo visual, sino al olfato, los sonidos y las formas que nunca serán fijas por más que se aluda a lo sempiterno o indefectible en el muro de grandes piedras.

Imagino que, Mirna Balbuena es una de esas personas que se detienen a ver lo que quizá otros no consideramos importante. Una lección – que no necesariamente fotográfica- es la de saber cómo acercarse al objeto inmanente y rumiar la toma mucho antes de disparar. Pareciera como si Mirna hiciera un apunte de poemas en su bitácora, y hasta entonces levantara la mirilla para disparar. Su dispositivo no es la cámara, sino la libreta de las emociones ante la imagen pretenciosamente plausible.

En la tradición de Nilo Capretti (fotógrafo de sombras), la autora de estas imágenes nos muestra una ciudad al margen de lo mítico o siniestro, pero al mismo tiempo, de lo que, en su condición dialógica, implica ver la luz. Es también por demás obvio, que no tenemos que decir mucho sobre su producción, porque lo que aquí se escribe, no es más importante que lo que podríamos ver en parte de su trabajo. Mine Lobal, como la conocemos algunas personas, es una de las fotógrafas más suspicaces en su entorno citadino, pero, así como percibo que es ella en su silencio, así son sus imágenes, silenciosas y al mismo tiempo, estridentes.

Caminar entre lo lejos y alteridades.


Mirna Balbuena vive y trabaja en Ciudad Juárez, Chihuahua. Licenciada en Sociología por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, ha complementado su formación artística a través de cursos y talleres de fotografía con el Centro de las Artes de San Agustín, Instituto Potosino de las Artes, Centro de la Imagen y Escuela Mejores Fotos, ha participado en varias exposiciones colectivas en esta frontera.


Contempla la ciudad sin buscar llegar a un lugar, solo por el deseo de encontrar esa imagen única y memorable, no persigue imágenes si no atrapar momentos en el tiempo; explora más allá de lo que sus ojos pueden ver.

 


Jaime Baillères Es fotógrafo, desde inicios de los años 70. Sus padres querían ser intelectuales, por lo cual, creció sin la caja idiota en su casa, pero con muchos libros de arte y literatura clásica, sobre todo decimonónica y música de los románticos sufrientes.


Quería ser psicólogo, biólogo y músico, pero se le metió el virus de la sociología mucho antes de que “se cayera el muro” y el mundo se le vino encima.


Luego de un paso – durante diez años- por los medios de comunicación, cayó en el campo de la especulación sobre el Arte, y cuando abrió los ojos, ya habían pasado 27 años de docencia en artes visuales. Tiene un doctorado en Historia del Arte, que no hizo en Europa. Juega en un equipo de basketbol de senectos, la bici de montaña es su segunda pasión, es video-gamer desde 1994 y sus guías espirituales son Hideo Kojima y Hidetaka Miyazaki.

Jaime Baillères
Jaime Baillères

El estorbo

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El estorbo

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Nadie preguntó en qué momento aquella mujer se disparó en la sien. Parecía que su cuerpo había estado allí desde siempre, desde que ellos se pusieron a bailar y a beber y los más descuidados de repente tropezaban con la zapatilla dorada del cadáver o machucaban uno de los finos dedos enguantados. ¿Desde cuándo?

La Morsa se acarició el colmillo nacarado. Junto a él la señora Sapo se abanicaba y reía a carcajadas. Vestía por completo de verde, sólo dejaba ver la carne morena de su espalda. Él le susurraba algo al oído mientras los ojillos apretados tras los párpados abultados del anfibio se posaban en el generoso escote de la mujer cuyos rayos solares brotaban de su máscara.

⎯¡Aurora! ⎯gritó el Poeta y alzó una botella de whisky que pronto se la llevó a los labios.

⎯¡Es usted un cerdo! ⎯dijo el hombrecillo con la nariz de gavilán—. Si afuera no estuviera condenado a muerte, le pediría salir en este instante.

⎯¡Basta! Les pido que se relajen. Bailen, bailen.

Nadie preguntó quién había contenido la discusión incipiente. Sin reflexionarlo, como por encantamiento, los refugiados empezaron a bailar. El Zorro tomó de la mano a la Libélula y se dirigieron al centro de la sala. Les siguieron el Rey y la Cara de Luna; la Serpiente y la Medusa; el Lobo y la Sirena. Las parejas más extraordinarias danzaban a ritmo de vals. Eran cinco en total según conté desde la barra en penumbra.

⎯¡Seis! ⎯dijo el Fauno que llenaba mi copa con un líquido turquesa— Cómo llegamos hasta aquí, amigo mío. ¿Escuchas a lo lejos?

⎯Nada ⎯respondí.

⎯¿Y si nos hemos engañado? Tal vez, haya una oportunidad de vivir allá afuera. Tal vez, venga a tiempo. Tal vez, lo haga.

⎯Es imposible hacerlo, señor Fauno. Llene mi copa, no quiero bailar.

⎯¿Qué quiere hacer? ¿Quiere hablar de política, de filosofía, del esqueleto de Jesús?

⎯¡Vaya forma de perder la fe! ⎯dijo el Topo acercándose con una negra Lechuza⎯. ¡Dame un vodka con hielo y un ron para esta puta! ⎯Acompañó sus palabras con una nalgada seca⎯. Cuéntame, Faunito, ¿qué sabes de eso?

⎯Es todo un triunfo de la Ciencia. Los huesos de Jesús corrompidos como los de cualquier perro.

⎯Más valdría haberlo mantenido en secreto.

⎯¡Cállate! ⎯exigió el Topo al Poeta, que bailaba solo como un autómata.

   ⎯Continúe, señor ⎯dije al Fauno sin poder evitar recorrer mi mirada de los tobillos a las nalgas de la Lechuza. Me imaginé, debo confesar, la marca roja de la mano del Topo dibujada en la carne firme.

⎯Todo un hallazgo, les decía. Fíjense que descubrirlo por buscar petróleo. ¡Qué risa! La codicia de un país se convirtió en la debacle mundial de la religión. ¿No el mismo Papa mandó un comunicado advirtiendo que si no se desmentía el hecho de que aquellos huesos pertenecían a Jesús, el Vaticano declararía la guerra a los herejes?

El señor Topo rompió a reír convulsivamente salpicándonos de vodka:

⎯Imagínense al viejo cabrón desempolvando la armadura de Urbano II. ¡Al ataque, Dios lo quiere!

⎯Como saben, de nada sirvieron las amenazas. La noticia se confirmó y todos los jerarcas tuvieron que aceptarla ⎯dijo el Fauno sirviéndome una copa más⎯. ¿Usted qué piensa?

Por favor, no me aturda con preguntas inútiles. Yo estoy aquí como todos ustedes. El miedo nos arrojó al interior de esta mansión. ¿No vivía aquí el presidente? No escucho nada afuera, es imposible que ocurra algo así. ¿Quién es usted, señor Fauno? ¡Por qué me habla de manera tan familiar! ¿Quién es esa mujer con la máscara dorada a quien todos repudian? Uno a uno entramos, cubiertos de la cara. Nadie nos dijo que era forzoso usar la máscara. Parece que todos queremos olvidarnos de nosotros mismos. “Es usted todo un Don Juan”, me dijo la Libélula apenas cruzó el umbral de la sala. “Disculpe, ¿nos conocemos de algún sitio?”, pregunté por inercia, como si el encuentro hubiese sido en un parque o en una plaza. Ella me soltó una bofetada y se fue con un señor cuya cabellera plateada resbalaba sobre su faz de zorro. No nos conocíamos seguramente. “Es usted todo un Don Juan”, repitió ella, y el Zorro la galanteó de una manera tan burda, que el adolescente más novato enrojecería de vergüenza. Sin embargo, ella aplaudió con frenesí y de premio juntó los labios inmóviles al hocico artificial. ¿Nos conocemos de algún sitio, señor Zorro? Usted disparó cinco veces a su hijo al confundirlo con un ladrón, ¿no es así? El cuerpo cayó de la barda ensartándose en los ojos las espinas de un hermoso rosal. Dígame, ¿no es verdad que sabía quién era antes de sacar su arma de la gaveta?

⎯Qué alegría me produce beber esta copa con usted. Me encantan sus bigotes de alambre pulido ⎯dijo el Sapo deslizando entre el pulgar y el índice el atributo del mamífero marino.

⎯Señora, si continúa usted acariciándolos me voy a ver en la necesidad de comerme sus intestinos. ¿Me comprende?

La Morsa pasó su mano de los senos al vientre del Sapo y cerró la mano agarrando la carne con dureza.

⎯Hace tiempo que nadie me había lastimado como tú, desde que entré por esa puerta cuando todas las calles estaban vacías. ¡Me gusta!

⎯Eso sucede porque no entiendes nada ⎯gritó el Fauno desde la barra. Yo acerqué un cerillo a la Lechuza para quemarla, pero ella aproximó su cigarro y lo encendió. Sus labios dibujaron una “O” al momento de exhalar el humo, una “O” hermosa y sugerente.

⎯Fuma usted como los ángeles.

⎯¡Calla, Poeta maricón! ⎯intervino el Topo entre burla y advertencia⎯. ¿No ves que mi amigo se está imaginando acostarse con ella? ⎯Tomó un trago de su vodka e hizo un guiño cómplice al Fauno⎯ ¿Quién diablos te invitó, Poeta?

A ti qué te importa si fuiste antes el infiel propagador del virus. Eres inocente pues estás aquí, bailando, bajo tu fascinante máscara de lobo. A ti que te importa que la niña Cara de Luna apeste a mariguana y a semen seco. Qué lindas piernas y qué promesa emerge tras su corpiño estirado. ¿Usted cree que a ella le importa? No haga preguntas inútiles y baile, fúmese un porro conmigo.

⎯¡Esto es demasiado! ⎯exclamó la Sirena. En su mano llevaba a la altura de su cabeza una zapatilla plateada de cuyo tacón pendía una gotita de sangre⎯. ¿Tenemos que soportar ese cadáver hasta que se escuche algo allá afuera?

La música se interrumpió y las parejas dejaron de bailar. El Fauno apagó el cigarro de la Lechuza que había resbalado del cenicero y caído a la barra. El topo miró con reproche a la Lechuza y le cimbró la máscara de una bofetada. Yo vi pintada la silueta de la mano del Topo en el cartoncillo lustroso y me pareció ridículo su tamaño en comparación con la nalga de la chica. Después nos dimos cuenta que todo permanecía en silencio.

⎯Animales, astros y monarcas ⎯dijo la Medusa, sacándonos del estupor en que habíamos quedado⎯; seres míticos y fantásticos: Hemos pasado la mitad de este rito evadiendo nuestras responsabilidades. Mientras hay jóvenes plumíferas que andan ofreciendo sus cuasi redondos glúteos a cualquier cegatón de manos pequeñas pero firmes, aquí hay un cadáver. Mientras hay garañones que lubrican sus ojos nada más con ver el cuerpo de cualquier anfibio, aquí hay un cadáver. Mientras hay borrachos que discuten los últimos acontecimientos de nuestra era cristiana, aquí, aquí mismo, aquí entre nosotros, bajo nuestros zapatos y cubierto de colillas, sí, aquí hay un cadáver. ¿Por qué no lo han transmitido los noticieros?

Usted que es alto y tiene las manos grandes ⎯no como otros⎯ cierre los dedos meñique, anular y medio y mantenga extendidos el índice y pulgar de su mano izquierda, así, como una pistola. No trate de disparar a nadie, ni siquiera a quienes insisten en hacer preguntas inútiles. Ahora, haga lo mismo con la mano derecha. Luego, haga tocar la punta del dedo índice de su mano derecha con la punta del pulgar de su mano izquierda y verá que ocurre lo mismo, pero al revés, con el índice de su mano izquierda y el pulgar de su mano derecha. Si usted siguió correctamente las instrucciones, habrá formado con sus dedos un cuadrángulo. Dirija la figura frente a su máscara de manera tal que sirva de pantalla entre el mundo y usted, afortunado espectador. Contemple el cuadro fijo donde cabe medio cuerpo de Medusa, de la cintura a la última serpiente de sus cabellos. Escuche lo que dice: “¿Por qué no lo han transmitido los noticieros?”. Detenga la imagen. Antes de convertirse en piedra, haga un paneo lento por la sala y deténgase en el enano Nariz de Gavilán. El acercamiento es obligado por su ínfima estatura:

⎯Mi estimada Medusa, yo creo que el costo de la atención al cadáver es mucho más alto que el cadáver mismo, considerando que el impacto que tuvo el descubrimiento de los huesos de Jesús en el mercado dejó a los Estados Unidos en una profunda recesión en su dogmatismo religioso, a partir del cual la industria funeraria perdió en la bolsa del 5 al 8%, según confirmó The Wall Street Journal.

Dé un parpadeo lento y continúe el movimiento de la cámara; fíjela en el Zorro que se limpia la nariz con lo que parece un ala de libélula:

⎯Fue un disparo pulcro, exacto; ni yo lo hubiese hecho mejor. ¿Qué opinas, querida?

Entra a cuadro la Libélula arrebatándole el ala al Zorro con un mohín juguetón:

⎯Pero qué manera de vestir, por Dios; hasta para morirse hay que tener buen gusto o un poquito de decencia. ¡Parecía una puta!

Retroceda la imagen y vuélvala a correr; vea cómo la Libélula se moja los labios antes de decir la última frase. Esa será su señal para poner la censura:

⎯O un poquito de decencia. ¡Parecía una ****!

Así está mejor: la moral y las buenas costumbres ante todo. Continúe su reportaje, ¿ya pensó en algún título? Que le parece “El estorbo”. Piense mientras deja que el Rey hable:

⎯Seguramente, la chica tenía problemas; mi negocio es el placer del cuerpo, no el sufrimiento.

¿Se ha dado cuenta de la enorme pérdida de tiempo que implica este juego?

⎯Yo voy a contestar si me prometen no hacer más preguntas inútiles. Todo comenzó el día en que encontramos el cuerpo ⎯Por favor, aleje esa cámara de mí, me va a sacar un ojo⎯. Todo comenzó, decía, el día en que entramos en esta mansión y no estaba el presidente.

⎯¡Aburrido!

⎯Nos habían dicho que este era el único refugio. Que afuera serían destrozados nuestros huesos como mondadientes de madera.

⎯Miente. A mí nadie me dijo nada; fui invitado por esta ****.

⎯Señor Topo, está borracho, usted vino solo y lo primero que hizo fue sacarse los ojos. Se los regaló a la Lechuza como prueba de su amor inconmensurable. Además, le suplico que modere su lenguaje, ¿no se da cuenta que la niña Cara de Luna todavía usa corpiño?

⎯¡Si me gustaran las suripantas le hubiera regalado mis ojos a tu madre!

⎯Amigo Fauno intervenga, ¿qué pasó con el cuerpo?

⎯Se desintegró como todos. No hubo resurrección y sin resurrección no hay milagro. Siempre estuvimos solos. Pobre Papa, enloquecido en la Plaza de San Pedro.

⎯Inconmensurable soledad en los ojos del Topo.

Dentro del marco que forman los dedos índice y pulgar, pulgar e índice, una copa de cristal parece detenerse en el aire, rodeada del líquido transparente que se esparcirá apenas quede impresa la fotografía. El cuadro sigue el vuelo parabólico de la copa que con una exactitud inconmensurable cae en la cabeza del Poeta. Delgadas líneas de sangre se dibujan tras su oreja izquierda.

⎯Amigo Fauno, deme otra copa de vodka y envíe una a la niña Cara de Luna por su servicio humanitario.

⎯Mire Poeta, le rajaron la cabeza por imbécil y maricón. Ya, ya, shh. Déjeme limpiarlo. No queremos que se ensucie tan bonita sábana. ¿Ya ve? Por poeta no compró un buen traje. A ver, un besito para que sane. Tome, presione el pañuelo contra la herida. Se cae. Ya sé, se lo voy a amarrar con mi liga como aprendí en la correccional. No se preocupe, tengo otra; tengo muchas ligas y algo para el dolor, ¿gusta?

⎯¿Me pregunta a mí? ⎯intervino la Serpiente chasqueando su lengua. Tomó una de las ligas que le ofreció la niña Cara de Luna, y en vez de amarrarse el bíceps braquial para hacer saltar la vena, cruzó por una de las puntas una mariposa disecada abierta de alas que sacó de la bolsa del chaleco. Amarró luego las dos puntas de la liga y obsequió el collar improvisado a la adicta.

⎯En verdad te detesto. ¿Por qué me regalas algo que se parece tanto a ella?

Yo no la conozco. Su cuerpo, que sin duda era bello tras el vestido dorado, empieza a oler mal. La carne blanca de su pecho, lo sabemos por el escote, se torna verdosa. Me hubiera gustado estar aquí antes de que ella llegara para echarla a patadas, para darle latigazos, para molerla a golpes. ¿Quién la conoce? ¿Quién quiere encargarse de ella? Pregunte, pregunte; no tema hacer preguntas inútiles.

⎯Estamos transmitiendo en vivo desde la mansión del presidente, donde hace apenas medio siglo la Sirena se quejó ante los demás refugiados de haberse echado a perder el tacón de su zapatilla al mancharse de sangre. El cadáver de una mujer fue causa de la tragedia. A estas horas, entre el selecto grupo de convidados a este rito, se debate el futuro del cuerpo que empieza a tornarse verde. Vamos contigo, Sapo.

⎯Gracias, Medusa. Desde el lugar de los hechos te comento que hace unos instantes hubo un atentado contra el Poeta. Resulta que el Topo aventó su copa de vodka y reventó la cabeza al presunto afeminado, quien no hizo ni hará el intento por defenderse. Ante ello, no nos queda más que decir que aparte de maricón es cobarde, dicho sea con todo respeto.

⎯Sobre el cuerpo, ¿qué nos comentas?

⎯Pues mira, Medusa, entre los senos empieza a aparecer una mancha verdosa que paulatinamente va cubriendo la blancura de la piel que sigue tapada por el vestido dorado.

⎯¿Ya está confirmado el color de la piel de la muerta?

⎯Todavía no es oficial, pero yo diría que es un 95% seguro que la piel de la occisa, antes de hacerse verdosa, era blanca; lo sabemos por su escote. Ahora, si me permites, tengo las voces de algunas personalidades que han derramado sus líquidos y colillas de cigarro sobre el cuerpo. Muchos de ellos están molestos pues consideran que el cadáver reduce su espacio vital. Corre video.

⎯Es completamente absurdo y una puñalada a la moral y los buenos principios que el cuerpo de esta señorita permanezca un minuto más pudriéndose en el suelo como si estuviera sola haciendo sus porquerías, de ésas que hacen los cadáveres cuando están solos. ¿Por qué nadie piensa en los demás?

⎯Según lo estipula la ley en el artículo octavo, párrafo segundo bis, ningún muerto puede permanecer más de un día tirado sin permiso. Que yo recuerde, la mujer de la máscara dorada no pidió permiso para morirse y mucho menos tuvo la decencia de hacerlo en otra parte, digamos en la cama de algún nosocomio. Deberíamos levantarle una demanda, hacerle un proceso.

⎯Considero que era una de esas radicales populistas que creen que con oponerse a todo van a lograr que el sistema económico cambie en beneficio del sector que menos beneficios trae a nuestra sociedad. Seguramente es surgida de los grupos más radicales de pseudo-estudiantes que en vez de aprovechar su tiempo aprendiendo a ser mano de obra, se meten a grupos clandestinos de estudio y desafían al sistema, a quien sangran el presupuesto para mantener sus asquerosas universidades públicas.

⎯A mí me parece que era una ****.

⎯Ja, ja, ja. Como ves, mi querida Medusa, la pasión está subiendo entre los diversos actores que día con día tienen que convivir con este problema, sin que las autoridades hagan algo al.

⎯Lamentablemente perdimos comunicación con el Sapo… A ver… Me están informando… Sí, me están informando que algo se escucha tras la puerta de la casa. Cállense todos, por favor. Sí, parece que algo por fin está sucediendo en las calles. Silencio. Silencio.

Quedamos paralizados. Sin respirar, sin dejar que el temblor de nuestro cuerpo nos traicionara. Con los ojos vidriosos, fijos en la enorme puerta de madera. Esperando uno, dos, tres minutos de silencio petrificado, de esperanzas contenidas, de esperar que sucediera lo imposible… y nada. Aguzamos los oídos y el silencio entró más profundo que como estaba antes de que alguien, tal vez la mujer de la máscara dorada, sugiriera que nos pusiéramos a beber y a bailar hasta que comenzara el caos en la calle.

⎯La culpa es del presidente ⎯dijo el Fauno rompiendo el silencio con voz cavernosa, como contenida desde hace mil años. El Topo lo miró con estupor. No podía creer lo que escuchaba.

⎯Amigo Fauno, usted siempre ha sido un caballero, yo creo…

⎯No debió decir que aquellos huesos eran de Jesús.

⎯Parece que el Fauno ha bebido de más.

⎯Llevamos toda una vida aguardando y nada.

⎯No desesperes, ya vendrá, tiene que ocurrir.

⎯No puede ocurrir algo que jamás ha existido.

La niña Cara de Luna corrió hacia el Fauno con una jeringa en la mano:

⎯¡Blasfemo!

⎯¡Deténganla! –gritó la Morsa al tiempo que se interponían el Topo y el Lobo entre la niña y el Fauno.

⎯La culpa no es del Fauno ⎯dijo la Morsa acariciando siempre sus colmillos.

⎯¡Claro que no, es del presidente! –exclamó el Fauno con un golpe sobre la barra.

⎯Tampoco. Es… ⎯y la “E” que pronunció la Morsa duró el tiempo en que recorrió sus dedos de la base a la punta del colmillo derecho, desde donde partió su mano para señalar un cuerpo que antes fue bello y que ahora se tornaba verdoso y empezaba a oler mal –De ella.

No puedo decir que lo que dijo la Morsa no lo supiéramos todos desde que el cadáver de la mujer de la máscara dorada yacía entre nosotros, es decir, desde que cada uno entró en la mansión del presidente; sin embargo, hacía falta que alguien lo enunciara así, con valor, señalando el cuerpo como el testigo señala al asesino desde la tribuna. Inmediatamente tronaron las maldiciones en contra de la muerta. El Fauno llegó hasta ella y le dio un puntapié en la pierna. Yo le arrebaté la jeringa a la niña Cara de Luna y me abalancé sobre el cadáver. Quería picarle los ojos, los oídos, la vagina; pero fui contenido por la Serpiente. Forcejeamos y no pude más que escupir sobre el hombro del ofidio al cuerpo sin vida.

⎯¿Por qué? ⎯pregunté con justa razón.

⎯No haga preguntas inútiles ⎯me ordenó la Morsa. Ahora que creía que comenzaba a entender, resultaba que la mujer de la máscara dorada tenía derecho a un juicio justo.

  ⎯Usted no se preocupe ⎯me dijo el Topo⎯. Sólo es por trámite; acuérdese que vivimos en una sociedad con normas. La Lechuza será la jueza; el Fauno, el fiscal; el Poeta, el abogado defensor. Usted, querido amigo, será el testigo y todos los demás el jurado. ¿Ve? No hay manera de perder el caso.

⎯¿Y si algo fallara?

El Topo, por única respuesta, se aproximó a la Lechuza y le dio dos secas nalgadas con sus manos pequeñas. Acto seguido, entre el Zorro y el Lobo arrastraron el cadáver y lo colocaron a unos dos metros enfrente de la Lechuza. El Poeta se puso a su lado. Todos los demás ocupamos nuestros sitios.

⎯Se inicia el juicio con expediente número 00001, los Refugiados contra la mujer de la máscara dorada, por el delito de deceso injustificado. ¿Cómo se declara la culpable?, digo, la acusada.

La niña Cara de Luna se inyectó entre los dedos del pie izquierdo para controlar su nerviosismo.

⎯La acusada se declara inocente, su Señoría.

⎯¡Maricón!

⎯Siendo ese el caso, que pase el primer testigo. Tiene la palabra la fiscalía.

⎯¿Conoce usted a alguna persona, animal o cosa que se haya muerto sin aviso ni justificación desde que entró a esta casa? ¡Conteste!

⎯Sí.

⎯¿Se encuentra en esta sala?

⎯Sí.

⎯¿Puede señalarla?

⎯Sí, allí la tienen ⎯dije y señalé con mi dedo medio flamígero. El jurado no pudo reprimir una ovación.

⎯No más preguntas, su Señoría ⎯dijo el Fauno jalándose hacia arriba los testículos frente a la defensa en señal de triunfo.

⎯Señor Poeta, su testigo.

⎯Usted asegura que la mujer de la máscara dorada está muerta, pero ¿se ha muerto usted alguna vez? ⎯el ambiente relajado que tenía el jurado se tornó tenso. El Sapo tuvo que apartar la vista de los testículos del Fauno a su boca cuando éste se levantó para pedir relevancia.

⎯Es relevante porque partimos del hecho de que la mujer está muerta, pero si el testigo no sabe lo que es estar muerto, entonces su juicio no es confiable.

⎯El testigo debe responder.

⎯No, su Señoría.

⎯No más preguntas su Señoría.

⎯¡Poeta traidor! Vas a ver cuando terminemos.

⎯¡Orden en la sala! Señor fiscal sírvale de ese líquido turquesa al testigo, a ver si se le aclara la memoria.

⎯Su señoría, ya que este animal no sirvió para un carajo, quiero presentar la evidencia número 1. Solicito la presencia en el estrado de la mujer de la máscara dorada.

El Zorro y el Lobo tomaron cada uno una mano de la requerida y la llevaron al lado de la jueza. El rigor mortis del cadáver había provocado que los brazos quedaran extendidos en línea horizontal sobre los costados, haciéndolo semejante a una mariposa. Yo me hice a un lado y caminé rumbo a la barra entre los silbidos del jurado.

⎯Animales, astros y monarcas; seres míticos y fantásticos del jurado: vean el escote de esta mujer, observen cómo entre los senos, cuya piel era blanca y hermosa, va avanzando una mancha verde; ese, damas y caballeros, es un signo inobjetable de que está muerta.

⎯Objeción, su Señoría. No sabemos si la mancha ha avanzado más allá de lo que nos deja ver el vestido.

⎯¡Callen a ese estúpido!

⎯ Ha lugar. ¿Algo más señor fiscal?

⎯Por supuesto, su Señoría. Señorita Sirena, ¿me hace el honor?

Con pasos cortos, medidos, la Sirena dejó su lugar en el jurado y se puso frente al mismo. Ante todos nosotros alzó la prueba que culpaba irrefutablemente a la mujer de la máscara dorada: la zapatilla con el tacón manchado de sangre. Alguien en el jurado no pudo contener las lágrimas. El Fauno se aclaró la voz y dijo:

⎯La mano perversa de una mujerzuela se puso debajo del inocente paso de la dama que está frente a ustedes. El tacón de la zapatilla, obligado por las leyes físicas, cruzó uno de los dedos enguantados sin poder evitar mancharse de sangre. Cualquier ser vivo hubiese gritado de dolor, pero la mujer estaba muerta. La zapatilla ya es inservible.

⎯¡Objeción, su Señoría! El hecho de que fluyera sangre en ese cuerpo, que antes era hermoso y cuya única culpabilidad es pintarse un poquito de verde entre los senos, que por otra parte es lo único que nos deja ver el escote, es un claro indicio de que la mujer pudo haber estado viva e inconsciente del dolor infligido.

⎯¡Monstruo! ⎯Gritó el Zorro enardecido.

⎯¡Orden en la Sala! No es necesario presentar más pruebas, el jurado tiene permiso para deliberar.

⎯No hace falta, su Señoría ⎯dijo el Topo⎯. Por el delito de deceso injustificado, declaramos a la acusada inocente, ya que no se puede comprobar a ciencia cierta que esté muerta. Por el delito de daño en propiedad privada, declaramos a la **** culpable.

La sala se inundó de aplausos y gritos de algarabía. La Morsa masajeó las nalgas del Sapo y ella le pidió que se las pellizcara. El Rey sacó una bolsita de cocaína y se lo regaló a la niña Cara de Luna. La Serpiente tomó algunas notas que le servirían para hacer un tratado metafísico y la Medusa mandó el reporte a la CBS, CNN y Al Jazeera. La Lechuza volvió a pedir orden antes de dictar la sentencia:

⎯Por el delito de daño en propiedad privada, sentencio a la mujer de la máscara dorada a violación tumultuaria por todos los presentes hasta que sea completamente verificable su muerte o, en caso contrario, se levante como Jesús no se levantó.

⎯Señoría, eso es necrofilia in-con-men-su-ra-ble.

⎯Por fin veremos esa piel blanquísima más allá de lo que muestra el escote ⎯dijo el topo frotándose las manitas. El Sapo se sentó junto al cadáver y quiso mover los brazos rígidos hacia sus ancas enmalladas de verde, pero le fue imposible. Desistió y se conformó con pellizcarle los pezones todavía ocultos tras el vestido dorado.

⎯¿Verdad que te gusta? Nos gusta que nos duela.

⎯¡No, detente!

El Poeta corrió hacia donde estaba el Sapo y de un empujón la aventó a un lado.

⎯Ya te chingaste, Poeta de mierda.

⎯¡Agarren al maricón!

Entre el Lobo y el Zorro sujetaron al Poeta por los brazos; la Serpiente le contuvo las piernas.

⎯Crucificadle, crucificad al Rey de los Refugiados ⎯dijo el Fauno como un emperador implacable⎯. ¿Dónde está tu Dios ahora?

Obligamos al Poeta a levantar el cuerpo de la mujer de la máscara dorada y llevarlo sobre su espalda hasta el centro de la sala. La Morsa ofreció gustosamente su cinturón para azotar al rebelde en su trayecto. Luego, lo tendimos boca arriba sobre el cuerpo del cadáver. Con las ligas de la niña Cara de Luna, el Topo amarró las muñecas del Poeta a las de la muerta; sus tobillos a los tobillos.

⎯¿Dónde está tu Dios?

Levantamos al Poeta crucificado en los despojos de ese cuerpo que antes fue bello. Allí estaba el sacrificado, entre nosotros, viéndonos como si no comprendiera nada, como si él mismo no supiera lo que sucedería después.

⎯¿Dónde?

Tomé la jeringa de la niña Cara de Luna, me acerqué al poeta y se la clavé en el costado izquierdo. Soltó un grito y se desvaneció.

⎯¡Otra vez no pidió perdón por nosotros! ⎯dijo el Rey.

⎯¿Qué hacemos ahora?, ¿nos quitamos la máscara?, ¿eso nos salvará por fin y para siempre de nuestra condición humana?

⎯Beban y bailen.

La voz provino tras la barra. Era la del Fauno que ya llevaba la pistola hacia su sien. Todos lo vimos; sin embargo, nadie recordaba en qué momento se disparó.

Afuera seguía sin llover.

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* “El Estorbo” obtuvo mención honorífica en el Primer Premio Nacional de Cuento Fantástico Amparo Dávila 2015. Fue publicado en la antología Andan sueltos como locos. Comp. Aránzazu Núñez. Ciudad de México: Pimienta, 2016. Impreso. Se presenta la versión original del autor.

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Sergio Iván Garzón Clemente es mexicano, doctor en Letras con Mención Honorífica por la Universidad Nacional Autónoma de México, además de narrador y ensayista. Ha publicado minificciones en diversas revistas literarias. Entre su obra destacan “Error Victoriano”, microrrelato seleccionado en la antología Más allá de la medida. I Premio Internacional de Microrrelatos Museo de la Palabra (2010) y “El Estorbo”, cuento con el que obtuvo Mención Honorífica en el Primer Premio Nacional de Cuento Fantástico Amparo Dávila y que fue publicado en la antología Andan sueltos como locos (2016). Asimismo, es autor de “La moral entre el goce estético y el arte útil: reflexiones sobre un cuadro de El Greco en Los días terrenales de José Revueltas”, (Crates, 2002), y “El lector imposible: una lectura sobre las ‘lecturas ideales’ de Farabeuf”, (Crates, 2009).

Bajo el mármol lunar

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Bajo el mármol lunar

(Selección)

 

Portada Bajo el mármol lunar

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-1-

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LA TARDE ENROJECE,

objetos de toda naturaleza te son lanzados desde esta luz;

algunos se estrellan contra ti,

otros te atraviesan.

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más que el cuerpo

duele el silencio;

ninguna de estas cosas te llama, pero todas te pertenecen.

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BAJO ESTA LUNA VERDE

me aferro a mis amuletos de cimarrona

y miro el patio de lluvia acumulada y empobrecida

—ya sin estrellas—

y con sobresalto encuentro mi reflejo en los vidrios de mi casa

en donde siempre viajo de polizón.

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-2-

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habilidad

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aunque se le haya retirado,

un cuerpo extraño en el ojo

deja un efecto prolongado de ocupación.

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miras fijamente con tu ojo agitado;

vigilas que nada se desplome dentro de esa irritación.

el trabajo del ojo es sostener lo que tu boca no puede,

lo que tu mano no alcanza,

lo que tu oído no entiende,

lo que el resto de tu cuerpo desconoce.
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mirar desde la escarpadura que dejó lo que ya no está

es tal vez una habilidad pesarosa

generada por la hebra de un espejismo

que la humedad del ojo agradece

sin dejar de lamentarse.

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-3-

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EN EL FONDO DE LA CASA SUCIA

el amor te muerde las manos.

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ruedan en su inmovilidad las estrellas

y al amanecer unos muñones resplandecen y te ciegan.

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son tuyos

—los muros te dicen—:

son tu trofeo

cuando te balanceas y los atraviesas.

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Bajo el mármol lunar. Universidad Autónoma de Nuevo León, 2024

 


Claudia Berrueto (Saltillo, 1978) es Licenciada en Letras españolas por la Universidad Autónoma de Coahuila. Becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas, y del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes en dos ocasiones, en el área de poesía de Jóvenes creadores. Premio Nacional de Poesía Tijuana 2009 y Premio Iberoamericano Bellas Artes de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada 2016. Ha publicado Polvo doméstico, Costilla flotante y Sesgo, este último, reeditado en Venezuela y Ecuador en 2021 en una coedición del Centro Editorial La Castalia y línea imaginaria Ediciones y por Cinosargo Ediciones, sello editorial chileno con sede en México, en 2022. De 2018 a 2021 perteneció al Sistema Nacional de Creadores de Arte. Actualmente es presidenta de la corresponsalía del Seminario de Cultura Mexicana en Arteaga, Coahuila.

2008

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2008

Este poema es aquel campo de amapolas rojas

en que se transformó el manto de nieve

salpicado

por la sangre

Este poema es la mañana que calmaste la seca

con té de jengibre y sentiste estabas a un wok

de ser un monje Shaolin

Este poema es un balón Garcís de los Pumas y

le inyectamos clara de huevo

Este poema es sobre un caballo que no volvió

a correr jamás ni en el llano ni en la pista

Este poema es efímero como el popper

Este poema es un jugo tampico teipeado a un

1lt de leche Lucerna

Este poema es el primer hombre en ahorcarse

de una sábila enmacetada

en una lata de pozole Bush’s

Este poema son las costras que mamá te

compraba a los 7

Este poema son las pesadillas que recogí del

suelo cuando Ed

sacudió la cabeza

Este poema es una garrapata gris queriendo

cruzar la avenida de las torres

(zoom out/zoom out/ zoom out)

Este poema es como azotar una puerta giratoria

Este poema es la tarde que le gané el sprint al

cicla que traía dos termos en el cuadro

Este poema es una tumba con tu nombre y ya

le puse flores

Este poema pasó el Course-Navette

Este poema son las promos del Oxxo y los

flows de Chalino

Este poema es la poniente sur rumbo a casa de

mi abuela Julia en invierno/agripado/ leyendo

los Detectives Salvajes

Este poema es un Adán obeso y aburrido

buscándose al reverso de la palabra nada

Este poema eres tú bailando Psycho en el

Morocos

obvi 2008/obvi narcoguerra/obvi cada día me

acuerdo menos

Este poema es el rompevientos Adidas que

compramos en las segundas

Este poema son las sábanas que tendía mamá los sábados con los Terrícolas

de soundtrack

Este poema ondea como la cola de un perro y esa es mi bandera.

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Eric Roacho Saldívar nació en Ciudad Juárez, México, en 1988. Forma parte del taller literario BISONTE. Vato es su primer poemario publicado en 2016, bajo el sello de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, por haber obtenido el primer lugar de la convocatoria Voces al sol. Escribe actualmente su segundo poemario, el más desafiante, titulado Cactus, en el que recopila escenas familiares punzocortantes.

Love in the Asylum

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Love in the Asylum

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I will escape the asylum

to find you

wearing only a candle on my head

and sing

with a lu lu la lai…

where the world walked through my life

with bloody shoes,

paced thin the ice that’s been my life,

passed through

the eye of my needle,

the black backside of a mirror,

where a nurse with a pin light like the star of Bethlehem

makes rounds for the last suicide check of the night,

the moon on her face like a search light

going over and over a life made of blame

like headlights widening and accusing with silence.

.

We talked till late about the poetry of Hell,

how poets lie and burn,

and smoke rises

like an animal twisting in its shell

who knows its shape by the walls

like 7th grade geometry of windows and planes—

first letters we hung on the corners of nothing.

.

I will escape

on the back wings of the hospital,

ascending merely by belief in you,

.

and we will meet at a quiet café

that is pleasant and gloomy,

and drink according to the wind…

and the wind is always strong.

.

Softly she comes, the nurse, on tiptoes.

Look away!

Close these eyes, the coffin lids!

Our gowns hang loose…

The night is… resolute—

wet and lovely, our mouths.

.

And pacing, pacing

circles, spirited away

to islands of soft grass

and the air full of the child’s hosannahs, the child

in circles runs.

.

Then night will fall, and rain

and into each other we fall—

into the effigies of wind in dreams of the body in abandon

in the blue blue flames beyond.

 


Marlon L. Fick divide su tiempo entre Ciudad de México y Odessa, Texas, donde es profesor de literatura inglesa en la Universidad de Texas—Permian Basin. Además de traductor, es poeta con varios títulos publicados. Ha recibido el premio National Endowment for the Arts de escritura creativa. Editó y tradujo la antología The River is Wide/El río es ancho. Twenty Mexican Poets. Antología bilingüe, traducción de 20 poetas mexicanos.