ISSN 2692-3912

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Reseña de Crónica del incendio de los días, poemario de Martín Camps

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Reseña de Crónica del incendio de los días, poemario de Martín Camps

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Crónica del incendio de los días (2022) es un poemario del escritor, académico y poeta mexicano Martín Camps que nos adentra en las complejidades de la vida más allá de las fronteras, explorando simbólicamente la función del sol y del desierto como espacios alegóricos. Se revela el desierto como un mar esculpido por el sol con el bisturí del viento y describe cómo en el desierto flota el olvido, mientras el tiempo se convierte en un fuego que incinera los días.

Camps se propone en este libro el abordaje de la simultaneidad de vidas y culturas diferentes y separadas, creando un caleidoscopio existencial y anecdótico, desde Ciudad Juárez hasta Brasil, Victoria, Canadá, Nápoles y California y reflejando la ciudad como un sueño construido por seres humanos anónimos:

¿Quién sembró esos pastos

vació el concreto de esos edificios

pegados con avena y saliva

en el solario del espejismo?

Encontramos en este poemario una manifestación lírica que captura las complejidades de los espacios limítrofes con culturas, lenguas y condiciones diferentes. El ejemplo emblemático que ilustra lo anterior esta expresado en un poema que se vale de una poderosa metáfora para ilustrar la vida en las fronteras físicas y simbólicas, abordando temas de identidad, migración, conflicto y resistencia, ofreciendo una mirada profunda y emocional a la experiencia humana en estos espacios de tránsito y transformación. Se trata del poema EVEN HELL HAS CLOUDY DAYS…:

En San Luis Colorado

hay un cuarto

con una sola pared larguísima: la frontera

muralla de herrumbre.

El río Colorado

cruza por aquí,

ancho caudal “espalda mojada”.

Y la tapia de hierro

es una enorme hoja filosa

que rebana

la lumbre del día.

Camps muestra también su destreza lírica para usar el paisaje como medio del lenguaje. El paisaje reflejando emociones, luchas y aspiraciones. A través de la naturaleza y el entorno, retrata la condición humana, sus conflictos internos y su búsqueda de sentido. Por ejemplo: “El Río Bravo cava duro en la frente de desierto”.

Portada Crónica del incendio de los días

Uno de los puntos fuertes del libro es el uso sugestivo de la imagen, como en el poema “Vida breve de los paraguas”:

Florecen en la calle como hongos

cuando el agua no da marcha atrás.

Recurre también Camps a un tipo de paradoja que podríamos llamar noseológica, por ejemplo:

Cosas que aprendí al hacerme una herida:

no hay que pensar en poemas al cortar madera.

Asimismo, metáforas originales y sugestivas como la descripción de como pasan los días en la ciudad brasileña de São Paulo:

Los días vuelan, como si en lugar de horas

estuviesen hechos de paja.

Anotamos el uso una paráfrasis notable: “La poesía no se crea ni te destruye, solo se trastorna”, donde la palabra poesía desplaza a la de materia.

En la última parte, titulada “Diario de viaje”, el poeta se vale de sutiles parodias de crónicas para capturar con la palabra el recorrido existencial de la vida. El capítulo cierra con un verso fundamental:

Hablen piedras, canten piedras, griten piedras.

Si no, hablarán los poetas.

Crónica del incendio de los días es un libro que consolida los caminos de una poesía meditada, aunque expresada coloquialmente, siguiendo en esto la tradición del humor epistemológico del poeta chileno Nicanor Parra, a la vez que en descripciones de paisajes, calles y ambientes urbanos se respira cierto aire exteriorista a lo Ernesto Cardenal.

En definitiva, Martín Camps pretende entrelazar espacios globalizados, buscando las relaciones existenciales que caracterizan a los seres humanos en diversas partes del planeta y del tiempo. Es una obra de madurez y enjundia lírica expresada por una voz lírica congruente que invita al lector a meditar sobre la vida y el tiempo, en los márgenes y espacios limítrofes de nuestra existencia globalizada.

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Estocolmo, junio 2024.

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Jaime Barrios Carrillo(Ciudad de Guatemala 1954), escritor y periodista. Columnista dominical del Periódico de Guatemala. Escribió para Magazine 21, La Hora y Siglo 21. Fundó la revista digital Gazeta. Publicó Anti ensayos (Palo de Hormigo 2012). Ex catedrático de la Universidad Nacional de San Carlos de Guatemala. Fue coordinador de los proyectos de información de la organización sueca Forum Syd. Reside en Estocolmo.

La lengua del jaguar

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La lengua del jaguar

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El jaguar corre a su guardia llena

de humareda. “No one’s alive. Close

el Bordo”, dice el gerente. B’alam

entra por la puerta cerrada y salta

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hacia abajo. Su pelaje solar brilla

el humo. Su mejilla feroz acaricia

a un minero en el suelo. Su áspera

lengua lame las retorcidas carbonizadas

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manos. Se tumba en frente al chiflón

donde siete hallan refugio. Su ronroneo

retumba por la mina. Después de seis

días, el jefe abre la puerta. Emergen

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siete. A través del inframundo, B’alam

guía los fallecidos hasta el árbol

sin anillos para morar en la luz

de su sombra sangriente con la Morenita.

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Nota: El incendio del Bordo, una mina de Pachuca, México, mató a ochenta y seis mineros el 20 de mayo de 1920. Las tragedias minerías continuán. México es el segundo país más peligroso para los mineros (Fabiola Vasquez, “¿Qué hay detrás de las tragedias mineras en México?”, Gatopardo, 7 de septiembre de 2022, https://gatopardo.com/podcast-gatopardo/que-hay-detras-de-las-tragedias-mineras-en-mexico/. Accedido 24 de mayo de 2024.).

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John Kenneth Gibson is a graduate student in Spanish literature and cultural production at North Carolina State University. His research interests include religion, the body, gender, and neoliberalism. His essay “The Contested Travesti Bodies of Las malas and Tesis sobre una domesticaión” is forthcoming in Lexington Book’s Non-Normative Sexuality in U.S. Latinx and Latin American Literature.

De uno a otro mármol

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De uno a otro mármol

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El libro reciente de la poeta Claudia Berrueto se titula Bajo el mármol lunar (2024). Lo escribió a partir de que se vio beneficiada con una beca del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Habría sido curioso saber el tiempo que le llevó formularlo y cómo ella quizá trastocó el proyecto con el que pasó a formar parte de dicho Sistema. ¿Qué consignó ella sobre la modalidad que tendría este libro? ¿Supo al principio que este resultado lo entregaría con tres partes? Quizá habrá tenido la idea de que el primer apartado se titularía Mármol creciente; el segundo, Mármol lleno; y el tercero, Mármol negro. Con alta probabilidad, decidió que se haría acompañar por Echo and the Bunnymen, por The Buzzcocks: la Luna, aquello que no puede tocar. Y por ello canta. Lo cierto es que acá está este mármol lunar; quien habla en este libro está Bajo el mármol lunar. Para adentrarse en esas páginas, la lectora, el lector, tendrá las ilustraciones de Verónica Bujeiro y los epígrafes, que son homenajes, como guías.

  Están una oscuridad interior y una luz exterior, la de la Luna, un deambular por una noche matrera. Para decir esa noche, la poeta eligió una palabra: cimarrona. Un desplazamiento, que es un ritual, en el que el canto hace que surja una voz, en la que su aparición en quien habla se produce mediante la identificación de las piedras con esa voz: canto-vuelo, piedras-habla. Hay que llegar a ese canto, con el que la poeta alivia su “propia incomprensión”.

  Ese desconcierto provoca que la noche se extienda sobre el ser en quien el canto es una invocación que en lugar de brotar se doblega, a punto de quedar sofocado. Ese disturbio, originado en el cuarto vacío, tiene un origen: ‘su corazón es un caballo, no parará’. El mármol lunar ha quedado inscrito. Ya no habrá más que ese mármol lunar en las manos: el lunar de la poeta, el que llevará así se desplace, con un vestido color mostaza, hacia el año que habrá de cumplir, hacia la interjección que desembocará en preguntas, que se hacen ladridos para resecar la garganta de la poeta.

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Bajo el mármol lunar (2024) – Editorial UANL
Portada Bajo el mármol lunar

  Hay lugar para que el mármol lunar se trastoque y la poeta abandone la silla en la que se encuentra, y se sienta protegida por sus amuletos, los que le hacen recuperar ese su carácter libre, siempre de viaje frente a los vidrios de su casa, de manera clandestina: es una luna verde. Es Caronte, quien se llena de miedo, viandante atrapado en la cocina, quien se aposta en el desfiladero y ya es la noche.

  El mármol creciente del principio se convierte después en mármol lleno, en donde la poeta se deja conducir por el amor, que no está: vasos de la calle, “bajo el mármol lunar”. Un afán cuya recompensa es un gesto en el que sólo hay migajas, cenizas, una sed, la de la poeta, que tropieza “con sus propias piedras”. Un anhelo: el silencio. Y una luz, la de la luna diurna, para que surgiera un recuerdo: “una construcción provisional de quién creí que eras”. Un deseo: “voy tras tu rastro”. Una constatación: “el trago más amargo” para todos los días, cuando se ha sabido que “este incendio sería solo mío”.

El espacio vuelve a ser la casa. La poeta entre los muros transparentes de su casa. Y la espera: “ven, ven, ven”, para poder decir “nos reflejamos en la vitrina”, para poder ver “arrancar mi pie del muro con tus labios”, para ser “piedras a punto de latir”, para saber que el amor le “muerde las manos”.

  En Mármol negro, tercera parte del libro de Claudia Berrueto, no hay más empuñadura que la del “corazón de las brasas”. Y acá dejo la invitación para que se descubra qué se sabía y no se le dijo a la poeta. Si quien habla en los poemas está bajo el mármol lunar o si la mañosa noche ha inyectado inercia a la poeta al tener frente a sí, al caminar a oscuras por su cuarto, el mármol lleno de una “desesperación de níquel”.

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Berrueto, Claudia. Bajo el mármol lunar. Universidad Autónoma de Nuevo León, 2024.

 


Carlos Gutiérrez Alfonzo es poeta y ensayista. De su autoría son los siguientes volúmenes de poemas: Cirene (1994), Vitral el alba (2000), Mudanza de las sílabas (2012), Poniente (2012), Que se halla por ventura (2015) y Si quien leyera fuera otro (2018). Ha publicado los libros Ascenso y precisión. Tres poemas de autores chiapanecos (2016) y Minucias. Maneras de decir cómo se vive la frontera (2021). Se desempeña como Investigador del Centro de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Chiapas y la Frontera Sur, de la Universidad Nacional Autónoma de México (CIMSUR-UNAM).

(http://alarmadascuerdasvocales.blogspot.mx/2013/09/carlos-gutierrez-alfonzo.html).

Sergio Mondragón: palabras de magia y poder

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Sergio Mondragón: palabras de magia y poder

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La figura del escritor Sergio Mondragón se recorta en el panorama literario mexicano, como uno de los grandes poetas mexicanos del siglo 20. Fundador de la mítica revista El Corno Emplumado junto a la poeta y fotógrafa feminista Margaret Randall, miembro notabilísimo del famoso Movimiento beat en México, junto a Phillip Lamantia, Homero Aridjis, y muchos otros destacados artistas e intelectuales, Sergio Mondragón arma su rompecabezas escritural “con retazos de conciencia, con retazos de vivencias. Miro el mundo y lo entiendo en palabras. Así construyo mi escritura”.

Ese aire de vida que inspiró a la generación beat, que hizo que escribir se convirtiera en la vida de personajes con una espiritualidad especial, una mentalidad antimaterialista que los paraba del lado de enfrente del american way of life, en este libro Surgidos de la Tierra (Ediciones Eón, 2023) se intersecta con un Sutra Budista. El nombre del poemario viene del Capítulo XV del Sutra de la Flor de Loto del Maravilloso Dharma, quinto Rollo. No es casual por supuesto, como nada en su obra literaria lo es. Aunque cuando leemos nos pueda impresionar lo accesible, lo despojado y a la vez la sutil belleza de su poesía, en sus versos se puede ver el tejido entre la vida y el arte, la experiencia estética y su imagen semántica y espiritual.

Esa espiritualidad se respira en todas las páginas, en todas las palabras de Surgidos de la Tierra, a través de más de cien poemas y haikus, Mondragón teje un sutil manto que vibra en la ligereza del aire y reverbera en los oídos y también en los corazones de quienes leen, escuchan el susurro poético de los incorpóreos vientos mundanos.

Hay una sutileza en el arte de las palabras, que no es uso. Es ejercicio de compasión y ecuanimidad, de una mente enfocada en mirar el lado etéreo de la vida, mirada que ha sido entrenada durante décadas con la mayor perseverancia y cuidado, para descubrir la ligereza de los sonidos y de las imágenes que los representan. Ese descubrimiento de lo que parece estático, pero no lo es, de lo que parece yerto, pero está vivo sólo a ojos de quienes saben mirar es a la vez tanto meditación como ejercicio artístico.

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Surgidos de la tierra – Ediciones y Gráficos Eón S.A de C.V
Portada Surgidos de la tierra

“Mi método de trabajo consiste en mirar con fijeza el movimiento continuo de lo aparentemente inmóvil” dice el poeta y sus palabras se convierten en observación de su propia escritura, de su materia de trabajo, el lenguaje. El poemario es un mundo inasible, habitado por vientos, insectos, árboles, pájaros, jardines, perros, oraciones y salmodias, lluvias, hojas, saxofones y estrellas, alabanza, ofrenda, golondrinas y almas.

“El misterio de la escritura sigue siendo el mismo que se han planteado los poetas de todos los tiempos”, insiste y es un misterio que parece simpatizar con él en una búsqueda permanente de hacer brillar la magia en la poesía, de ubicarla como palabra de poder.

En 2020 le fue otorgada la Medalla Bellas Artes de Literatura. En diciembre de 2010 recibió el Premio del Festival Internacional de Poesía Ramón López Velarde de la Universidad Autónoma de Zacatecas, y en 2011 el Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores por su poemario Hojarasca, publicado por Ediciones Eón. En 2018 le otorgaron la Presea Víctor Sandoval en el XX Encuentro de Poetas del Mundo Latino.

Sergio Mondragón es autor de Las eras imaginarias (Ediciones Eón, 1998), Poemas encendidos (Ediciones Eón, 1999), Poesía reunida 1965-2005 (Ediciones Eón, 2006) y Hojarasca (2010) entre otras obras. Surgidos de la tierra es su último poemario, publicado en la Colección Poesía de Ediciones Eón.

 

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Cintia Neve es periodista, escritora y maestra de literatura, apreciación del arte y en teorías de la comunicación a nivel medio superior y superior. Es colaboradora en la editorial Eón e integrante del Consejo Editorial de Revista literaria Blanco Móvil (México); también, colaboradora de Ensayo y entrevistas en La Jornada Semanal (México), del programa Reunión Recurrente, de Radio Universidad de La Plata (Argentina), y del sitio web Maremoto (México). Fue finalista del Premio de No Ficción Latinoamérica Independiente. Categoría Ensayo. Ganadora del Micro Ouvert en la Sexta Noche de Poesía organizada por el Instituto Francés de América Latina y el Centro Transdisciplinario Poesía y Trayecto AC (México).

Two Poems

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Two Poems

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To Their Namesakes

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A Night at the Opera

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Between the fifth beer and the eleventh

the world dissolves, and

starts losing its thickness.

  .

Everything is simple and complicated at the same time

as if you were looking through a hole

that, some say, Pancho Villa

tore open in the celling with a gunshot

to give the spot

its legendary shanty aura.

(And it’s been high class and overpriced ever since.)

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These days, many things have changed:

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Above the bar, on screen

the boring Atlante vs Pumas game sits flickering

a picture of Saturday-night misery.

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“Offense! That’s what we need!”

mutters a diplomat with a degree

who switched his seat

for a somewhat more discreet

table, after being

displayed on national TV

receiving what might be already something of a bribe

the oral endorsement

of some ex officio Ganymede boy.

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Meanwhile, the sports journalist

screams at the top of his lungs, narrating

acts that only his eyes perceive.

In vain. Well, who could hear him

amidst the bustling of cups and plates

that the waiters and waitresses pleasantly lavish

where the air is in and of itself

a hot consommé of cackling?

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“What this game needs is a forward line”

The ex-head coach instigates, while fondling his balls.

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Things really have changed:

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The psaltery, a lounge classic, ceaselessly repeats

a little loop of a Profiriato-era song.

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“But how super chulo is everything, daddy?”

A little lady with the air of a call girl whispers to her (husband?).

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Everything is quiet and complicated all at once

(Didn’t I already tell you!?):

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C’mon, bring us more ¡qué chingados!

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A moment will come to raise our voices and fight

in the defense of the most putrid verse

from our worst poem (this one for example)

or to spew some shit worthy of these sacred foods

The maître d’ recommended

“the northern red snapper with cilantro sauce.”

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If they don’t bring us the bill soon

in a few more hours, we’ll resort

to the breakdown

of all signs and signifiers

“including our names, of course.”

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And the only thing that I would need

would be for me to start to shriek

while I remember that dark corner of the

Suave Patria.

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..

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A Day at the Races

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Like the dark horse

who despite running and running

ignores how he’s lost this race,

I go all out and strain

getting tired out, fatigued, and drained

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…Always crossing the finish line late.

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I mount, trot, come, and go.

I wage my struggle,

But I see faster horses

pass me by

nags granted grace

or ambition – who knows?

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Thus, I spur on, lashing myself,

promising myself the roses

at this derby.

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Giddyap, ya sonofabitch! You can do it, c’mon, Let’s go!

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I tell myself these pathetic phrases

as seen in the self-help books,

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and to give the scene intensity,

I give myself some flogging.

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But mine is a gentle whip,

the paper crop of indulgence.

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Slowly but surely, I chase and chase

and I don’t bet on myself because

one of these days, I’ll win this race.

..

 

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Dos poemas

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a los tocayos

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Una noche en La Ópera

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Entre la quinta cerveza y la décimo primera

el mundo se diluye,

va perdiendo consistencia.

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Todo es simple y al mismo tiempo complicado,

como si lo miraras a través del agujero

que, según cuentan algunos, Pancho Villa

abrió en el cielorraso de un plomazo

por conferirle así al local

(aburguesado y caro ya de entonces)

su aura de tugurio legendario.

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A la fecha muchas cosas han cambiado:

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Encima de la barra, en la pantalla,

parpadea el aburrido Atlante-Pumas

que retrata la miseria del sábado en la noche.

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—Lo que le falta al partido

es ofensiva

—masculla un diputado con licencia

que cambió su curul por una mesa

un poco más discreta,

después de ser

exhibido —en cadena nacional—

recibiendo ya fuere algún soborno ya

los bucales favores

de algún muchacho Ganímedes de oficio.

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En tanto, el cronista deportivo

se desgañita narrando

hazañas que sólo ven sus ojos.

En vano, pues quién podría escucharlo

entre el trajín de copas y de platos

que amablemente prodigan los meseros

do el aire es de por sí

un caliente consomé de risotadas.

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—Lo que al Partido le falta es delantera

—necea el ex tribuno sobándose los huevos.

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De veras que las cosas han cambiado:

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El salterio —un clásico del lounge

repite sin cesar el loop de una rolita porfiriana.

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—¡Pero qué re’ chulo es todo viejo!

—le susurra a su ¿marido? la doñita que parece suripanta.

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Todo es a un tiempo sencillo y complicado

(¡¿Ya lo dije?!):

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¡Pos’ que traigan las otras! ¡Qué chingados!

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Ya llegará el momento de alzar la voz para pelearnos

en defensa del verso más jediondo

de nuestro peor poema

o de escupir alguna injuria digna destos sagrados alimentos

—el mâitre nos ha recomendado

el huachinango en salsita de cilantro.

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Si no nos traen pronto la cuenta

en un ratito más asistiremos

a la disolución

de todo posible referente

—incluidos nuestros nombres, por supuesto—.

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Ya sólo faltaría

que me pusiera yo a chillar mientras me acuerdo

de aquel oscuro rinconcito de

La suave Patria.

 

 

Un día a las carreras

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Como el oscuro equino

que a pesar del corre y corre

ignora que ha perdido esta carrera,

me esfuerzo, echo los bofes,

me canso, me fatigo y me extenúo

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…y siempre llego tarde.

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Cabalgo, troto, voy y vengo:

hago mi lucha.

Pero miro pasar a mis costados

caballos más veloces,

jamelgos tocados por la gracia

o la ambición ―vaya a saberse.

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Entonces me espoleo, me fustigo,

me prometo a mí mismo la corona

de este derby:

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¡Arre, cabrón, tú puedes, venga, vamos!:

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me digo esas frases lamentables

que se lee en los manuales de autoayuda,

y para darle a la escena intensidad

me doy de azotes.

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Pero el mío es el suave latigazo

del fuete de papel de la indulgencia.

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Por más que me persigo no me alcanzo,

y no apuesto por mí

porque en una de esas gano.

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Versión de James Richie

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Víctor Cabrera is an author and an editor originally from Arriaga in the Chiapas State of Mexico. He currently works as an editor for the National Autonomous University of Mexico (UNAM) for which he has compiled volumes of essays and poems. Cabrera has published several original books of poetry including Signos de traslado (2007), WIDE SCREEN (2009), Un jardín arrasado de cenizas (2014), and Mística del hastío (2017).

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Abstract: In this pair of self-reflective poems, Víctor Cabrera addresses different elements of his writing process. “A Night at the Opera” describes a scene of poets raucously discussing their works set against the backdrop of a historic bar and restaurant in Mexico City. “A Day at the Races” shows the more introspective elements of writing poetry, as Cabrera contemplates the mental struggle of an artist and competition with peers through the extended metaphor of a horse race. Both poems derive their titles from Marx Brothers comedies: A Night at the Opera (1935) and A Day at the Races (1937). Historical references to the Mexican Revolution also establish the unique character of the setting in the first poem. The combination of historical, pop-cultural, American, and Mexican references is indicative of Cabrera’s unique style, which often unites elements from different time periods, languages, and forms of media to create a distinct and self-aware authorial voice. In my translation, I have prioritized stylistic features that convey Cabrera’s ability to combine different registers, his sense of humor, and the layers of meaning conveyed by his diction.

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James Richie is a literary translator and an interdisciplinary researcher. He is currently a Humanities PhD candidate at the University of Louisville. He has translated poetry and plays from Spanish, Italian, and Russian into English. His translations have appeared in Four Centuries: Russian Poetry in Translation, Journal of Italian Translation, Anomaly, and the Asymptote blog.

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Dos pícaros de cuidado: Adonis García y Flaco

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Dos pícaros de cuidado: Adonis García y Flaco

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En este ensayo se analizan dos personajes pícaros latinoamericanos: Adonis, de El vampiro de la colonia Roma (1977), del mexicano Luis Zapata; y Flaco, de Acelere (1985), del colombiano Alberto Esquivel. Se destaca la importancia de la reflexión para los pícaros en general; también se analizan las semejanzas y diferencias de ambos personajes con el propósito de concluir cuál de los dos representa una crítica más peligrosa para la sociedad de su tiempo.

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Importancia de la reflexión alrededor del pícaro

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La reflexión, o meditación, es importante porque tiene el papel de humanizar al personaje pícaro en cuanto lo profundiza a él y refleja al lector. La vida del pícaro en sus novelas consta de los hechos de esa vida – lo que le pasa y lo que él hace – y sus reflexiones sobre ella. En estos dos elementos se manifiestan tanto una vida externa y pública, los hechos y sus acciones, como una vida interna y personal, su reflexión. Sin esa reflexión, el lector no tendría acceso a la vida interna del pícaro y no quedarían sino sus acciones como forma de conocerlo y evaluarlo. La reflexión, entonces, amplía el conocimiento del lector del pícaro y así hace de él un personaje más complejo y profundo.

Otra función importante de la meditación del pícaro es alcanzar el mundo íntimo del lector. Pensar sobre lo que le pasa a uno y lo que uno hace es un rasgo común, hasta determinante, del ser humano. Sin su reflexión, el pícaro le faltaría ese rasgo determinante y no podría el lector percibirlo tan humano a sí mismo. Hace falta que el lector conozca la vida interna del pícaro y aprecie su humanidad.

Lo que hace imprescindible este conocimiento del lector del pícaro es el propósito pedagógico y crítico de la picaresca. El lector de la picaresca no es el pícaro—no es el lector de El vampiro un prostituto homosexual, por ejemplo, ni es el lector de Acelere un drogadicto—y no se da por sentado que entiende lo que él experimenta. Pero al exponer al lector la reflexión del pícaro, los entresijos de su vida interna, la novela proporciona una oportunidad para que lo conozca como un personaje complejo, profundo y tan humano como él mismo. Ese aprecio del pícaro de parte del lector abre la puerta al propósito pedagógico y crítico del género porque hace que el lector considere una situación social no desde afuera, donde de verdad vive, sino desde adentro. Es muy fácil, estando afuera, juzgar a las personas que se encuentran en una situación de desventaja, pero cuando uno se encuentra dentro de esa situación, ya sea solamente de forma ficticia y mental, es más probable que surjan la comprensión, la compasión y el deseo de hacer algo para mejorar la situación. Con un conocimiento profundo de la humanidad del personaje, el lector puede captar mejor el propósito pedagógico y crítico de la picaresca. Sin ese conocimiento, no quedaría el pícaro sino un simple vagabundo y delincuente, y no quedaría de la novela sino una historia salaz.

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Los personajes

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En ambas novelas los personajes principales viven en un mundo lleno de retos. Son sus experiencias en esos mundos que los mueven a la meditación. En El vampiro de la colonia Roma, Adonis vive en el mundo de la prostitución homosexual en Ciudad de México de los años 60. Se muda a la capital de joven después de la muerte de sus padres. Vive de lo que gana como prostituto en muchísimos encuentros sexuales. En diferentes periodos consume drogas, bebe mucho alcohol y padece varias enfermedades de transmisión sexual y una depresión delirante.

En Acelere el mundo de Flaco es el de la drogas en una ciudad de Colombia, probablemente Medellín, en los años 80. Flaco es un drogadicto y vive de robar y de vender drogas al menudeo. Cuenta de sus experiencias tomando y traficando drogas, incluyendo la violencia, el capricho y la corrupción de la policía, el desprecio con que lo perciben la gente fuera de su entorno, y el ser miembro de una pandilla. Aunque ambos personajes meditan sobre sus experiencias en mundos difíciles, el tono en que meditan varía del uno al otro.

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La meditación

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En El vampiro, Adonis medita en un tono ligero, abierto, especulativo y bastante creativo. En cambio, en Acelere medita Flaco en un tono pesado, oscuro y desconsolado. Estas diferencias de tono en que meditan los dos pícaros son claras en los últimos momentos de la narración de ambos.

Al final de su historia cuenta Adonis que le parece que pronto van a ponerse los marcianos en contacto con él y que lo llevarán con ellos al espacio. Dice que no lo pensaría “dos veces” y que se iría con ellos “sin llevar nada”, ni la ropa, para que no le hiciera nada “pensar en lo que era antes” (240). Termina describiendo el viaje de salida del mundo, entrando al espacio y deseando que no regresara “nunca pero nunca … a este pinche mundo” (241). Aunque parezca de pronto un final poco positivo, este es un momento muy optimista y lleno de humor y vida. Adonis dice que seguro que vendrán los “marcianos gayos” porque les ha llegado su fama de amante (239). Se imagina cómo sería “coger con algún ser verde o amarillo y de piel gelatinosa en la que se le hundiera la verga en cualquier parte que se la pusieras hummmmmmm” (239). A Adonis le encantaría salir en compañía de esos amantes marcianos y olvidarse de “este pinche mundo”. Este viaje le proporciona, si solo en la imaginación, la oportunidad de un renacimiento en la que deja atrás hasta el recuerdo de “lo que era antes”. En el final de su narración, Adonis le tiene echado el ojo a un nuevo futuro.

Al contrario, el final de la historia de Flaco es negativo y pesimista. Él habla de la reciente e inesperada pérdida de la selección colombiana de fútbol, y la violencia y tristeza que causa esto en la población. En seguida dice que no le interesa eso y que lo único que le importa es que siga todo como está, que no estorbe la policía antinarcótica el sistema en que vive Flaco. Termina diciendo que su narración “sobre los días que semana tras semana son la marihuana” ha sido una pérdida de energía.

Flaco proyecta un país desilusionado y desesperado porque el fútbol representa una “prueba de nuestra capacidad, para no sentirnos tan impotentes ante los retos planteados” (197). Los retos no son sino la devastación asociada con el narcotráfico y la corrupción. Pero a Flaco no le importa todo eso. Él sólo quiere “levantarme un billete – con la esperanza que nunca fini – e irme a rumbiar con estos manes de la gallada” (198). Flaco no ve, ni le gustaría ver, un futuro diferente del presente. Seguro le gustaría la frase pintada en la pared de un club de Bogotá en los 90: ‘El mundo se derrumba y nosotros de rumba’.

Las últimas palabras de cada uno encapsulan sus tonos diferentes. Adonis termina con un imperativo, decisivo, no obstante, la pregunta: “Y ora sí ya apágale ¿no?” (241). Da la impresión de que ha contado lo que quería o tenía que contar. Flaco, al contrario, da la impresión de terminar solo porque le faltan el interés y la ‘corriente’ para seguir. Termina con una triste autoevaluación: “la cagué” (198).

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Escena con Adonis  

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El tono ligero y optimista de la meditación de Adonis no le impide considerar temas serios y desafiantes. En un momento llega a su cuarto y le da mucha tristeza:

de repente me pusé a pensar en mi vida y se me hizo como la mayor ociosidad del mundo estarla viviendo … pero lo que más me apuraba lo que más me dolía era darme cuenta de que poco a poco había ido perdiendo a todas las personas que quería … o sea como que me daba cuenta de que siempre había estado solo de que siempre iba a estar solo y de que ps por más que trates siempre estás solo … te vas a morir solo (109).

Esta conciencia de la soledad inherente a la vida refleja una vertiente de la experiencia homosexual en una sociedad conservadora: perder a las personas que uno quiere a causa de la homosexualidad. Su madrina es una de las personas que pierde Adonis y su caso es interesante. El joven la deja de ver porque siente vergüenza por “lo del talón” (109). Él no sabe por cierto que ella sabe que talonea, ni que sería su reacción al saberlo, pero siente que lo sabe y que no le gusta. Mejor dicho, la vergüenza que siente Adonis lo ha promovido él mismo. Esto representa otro matiz de la soledad del homosexual en una sociedad como la de la novela. El muy público y generalizado desprecio de la homosexualidad tiene un gran efecto negativo en la mente de los homosexuales, creando en ellos un desprecio de sí mismos, lo cual puede llegar a serios problemas mentales. De hecho, Adonis luego sufre depresiones en las que siente que se le va a caer su “pito. ¿No? Mi instrumento de trabajo” (182).

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Escena con Flaco  

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Una razón por la pesadez y el pesimismo del tono de Flaco es la influencia de las drogas que toma en sus meditaciones. Un ejemplo de esto es el momento en que piensa en Rami, un viejo compañero, mientras busca, encuentra y toma unos hongos. “Rami era un man de lo más sodado hasta que le dio por el estudio”, pero como cuenta Flaco:

esta honguiada que llevo … no es nada en comparación a ese mundo que de un momento a otro se le transformó. Hemos llegado a la conclusión que se dejó absorber por los impresos de Bolívar, Santander o Galán. Viste pantalones rigurosamente planchados siguiendo la orientación de la raya, camisas que no ocultan los desodorantes de marcas internacionales promocionadas en las pancartas y demás argumentos de signos que lo normal presenta como ejemplo a seguir (84).

Aunque se trata de su amigo Rami, esta cita nos revela mucho sobre la forma en que ve Flaco su propia vida. Comienza diciendo que por más raro que sean los momentos de su “honguiada”, es más raro la conversión de Rami en una persona que “se las está picando de serio” (85). Para Flaco, esa vida seria no le parece gran cosa. La referencia a dos fundadores del país y un político contemporáneo (quien sería asesinado en 1989 por el cartel de Medellín), revela que considera creer en la idea de la patria y la esperanza de un futuro mejor “dejarse absorber.” Para él no son sino cuentos. La vida real es para Flaco la vida del crimen y las drogas, una vida fuera de “lo normal.” Ese mundo planchado, recto y desodorizado del capitalismo internacional no le interesa. También muestra esta cita la importancia que Flaco le da a la gallada. Cuando describe cómo Ramis dejó al grupo, hasta habla Flaco no como individuo sino como grupo: “Hemos llegado a la conclusión…”.

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Comparación y contraste

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Como vimos arriba, tanto Adonis como Flaco meditan sobre sus experiencias, pero lo hacen en tonos diferentes. Estos no son los únicos elementos que ofrecen una oportunidad para comparar y contrastar los dos pícaros.

Ambos personajes representan una crítica de las sociedades en que se publicaron El vampiro y Acelere: Adonis, de la marginalidad de los homosexuales; y Flaco, del problema del narcotráfico. Pero se diferencian en que Adonis es simpático y Flaco no. Adonis busca saciar su hambre sexual y la mayoría del daño que hace es a sí mismo. El hambre de Flaco es por las drogas y el dinero para comprarlos y no además no sólo se hace daño a sí mismo, sino causa problemas ajenos.

Esta diferencia hace que la crítica funcione de una forma distinta en cada libro. En El vampiro, la crítica se dirige a una sociedad que marginaliza a algunas personas por su sexualidad, cosa que no se escoge, y les hace caer en situaciones malsanas. En Acelere, la crítica se dirige a una sociedad que, por ofrecer poca esperanza de una vida mejor, mantiene a los jóvenes en una situación de drogadicción y delito.

Ambos personajes experimentan la alienación, pero buscan terminar con ella de distintas formas. Para Flaco es la gallada que le da su identidad. Es notable que en muchos momentos de la narración él habla en la primera persona del plural. De hecho, Flaco tiene el nombre bien puesto porque carece de sustancia como personaje. Aunque Flaco medita y narra sus experiencias, no tiene el lector un sentido profundo de quien es. Esto forma parte de la crítica en la novela porque la violencia y antipatía de la sociedad en la que vive subvaloran a los seres humanos, quitándoles su importancia individual.

En cambio, Adonis es un personaje muy desarrollado y el lector llega a conocerlo como un individuo distintivo. Al contrario de Flaco, sus meditaciones y narración revelan mucho sobre cómo se siente y qué piensa. Se pudiera decir que Adonis busca la compañía de otros, en particular sus amantes, pero se cansa de cada uno a su turno y sigue buscando. Para Adonis, lo que acabará con su alienación es llegar a un lugar donde pueda ser exactamente quien se sienta ser. Termina la novela sin que encuentre ese lugar, pero tiene la esperanza (¿falaz?) de encontrarlo en un viaje interestelar con los ‘marcianos gayos’.

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El más peligroso

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Adonis es más peligroso respecto de la crítica social porque es simpático. El lector simpatiza con él, siente sus dificultades y cuestiona el sistema que lo marginaliza. Además, Adonis es optimista y positivo, y termina su narración con la esperanza de un futuro mejor. Al contrario, Flaco es poco simpático y no le causa al lector mucha compasión. Representa y expone un problema social de una manera negativa y pesimista que no promueve esperanza ni energía para un cambio.

Como vimos arriba, un elemento importante del propósito pedagógico y crítico de la novela picaresca es que humaniza al personaje pícaro en cuanto que profundiza en su fuero interno y exponer al lector sus pasiones y deseos. En Adonis, el lector conoce a un personaje profundo y simpático quien promueve su compasión. En Flaco, encuentra un personaje tenue quien no promueve una compasión sino lástima para una situación general. Como el lector puede llegar a conocer a Adonis, a sentir lo que éste siente y a verse reflejado en él, El vampiro representa un peligro respecto a la crítica social que promueve la novela picaresca.

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Bibliografía

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Bataillon, Marcel. Pícaros y picaresca: La pícara Justina. Trad. Francisco R. Vadillo. Taurus, 1969.

 

Del Monte, Alberto. Itinerario de la novela picaresca. Trad. Enrique Sordo. Lumen, 1971.

 

Esquivel, Alberto. Acelere, Plaza y Janes, 1985.

 

Parker, Alexander. Los pícaros en la literatura. Trad. Rodolfo Arévalo Mackry. Gredos, 1975.

 

Rico, Francisco. La novela picaresca y el punto de vista. Seix Barral, 1970.

 

Zapata, Luis. El vampiro de la colonia Roma, Caballo Troya, 2024.

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Eamonn O’Leary es de origen irlandés e inglés. Se crió en Colombia y los EE.UU. Ha vivido en los EE.UU., Bulgaria, Alemania e Irlanda. Es profesor de secundaria y estudiante en The University of Texas, Permian Basin.

Baudelaire, de cita en cita

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Luis Vicente de Aguinaga

Universidad de Guadalajara

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Baudelaire, de cita en cita

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Descubrí hace un par de semanas dos poemas de Baudelaire traducidos por Gerardo Deniz. No los descubrí en archivos ni en sótanos de difícil acceso; tampoco en álbumes, cuadernos o epistolarios hundidos bajo capas de polvo. Simplemente abrí un libro y los vi, razonablemente situados donde les correspondía estar. Pero, hasta donde pude inquirir, esas traducciones habían pasado inadvertidas incluso para los lectores más fieles del autor de Adrede y Mundonuevos. La explicación, con toda probabilidad, es que, fieles a Deniz, esos mismos lectores no lo son tanto a Roman Jakobson. Y los poemas de Baudelaire que tradujo Deniz, bajo su nombre civil de Juan Almela, forman parte de su traducción de los Ensayos de poética (Fondo de Cultura Económica, 1977) del teórico literario ruso.

  De los once trabajos que forman dicho libro, dos, el séptimo y el octavo, se refieren a otros tantos poemas de Baudelaire. El primero es el número LXVI de Las flores del mal, titulado “Los gatos”, y el segundo es el número LXXVII, cuarto de los que llevan el título de “Spleen”. Como en otros ensayos del volumen, los poemas en cuestión aparecen citados en su lengua original íntegramente, seguidos de una traducción literal, ya que así conviene a la comprensión del análisis de Jakobson. Se diría que la transcripción del poema original satisface las necesidades formales del estudio mientras que la traducción literal satisface las de orden semántico. El mismo tratamiento reciben, en los Ensayos de poética, poemas de Dante, Joachim du Bellay, Shakespeare, William Blake, Apollinaire, Mihail Eminescu, Brecht, Pessoa y hasta Paul Klee, todos ellos autores de textos transcritos en sus respectivas lenguas y, a renglón seguido, en las traducciones de Almela. Poco dado a publicar traducciones poéticas de autor —como sí lo hicieron, por citar tres casos eminentes, Enrique González Martínez, Octavio Paz y José Emilio Pacheco, quienes llegaron a compilar los poemas que tradujeron en volúmenes equiparables a sus propios libros de poemas—, Deniz nunca reunió tantas versiones como en esta edición mexicana de Jakobson, y ello porque así lo exigía el volumen traducido.

  Me importa detenerme a oír cómo suena Baudelaire en la traducción de Almela. Si bien alejado de toda intención explicativa o parafrástica, Almela debe tomar pequeñas aunque importantes decisiones que confieren al texto en español una elegancia singular. Sin ir más lejos, por literal que parezca la versión, cuando Almela traduce songeants como “reflexivos” y étoilent como “tachonan” en los tercetos de “Los gatos”, inevitablemente se aparta del original sin otro fin que recrearlo en español con la mayor expresividad posible:

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Adoptan reflexivos las nobles actitudes

de las grandes esfinges tendidas en lo hondo de las soledades,

que parecen dormirse en un soñar sin fin;

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sus lomos fecundos están llenos de chispas mágicas

y partículas de oro, como una arena fina,

tachonan vagamente sus pupilas místicas.[1]

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Sucede algo parecido en la traducción del cuarto “Spleen”, donde Almela traduce lourd como “denso” y vaste como “inmensa”, elecciones quizá discutibles, pero sin duda comprensibles en términos literarios más que literales. La tercera estrofa del poema, por añadidura, contiene detalles métricos y acentuales que no corresponden tanto al original en francés como a su traducción al español. Si el primer verso parece de metro libre, lo cierto es que contiene una secuencia endecasílaba en la frase apuesta, y el segundo verso de la misma estrofa es un alejandrino castellano, y el tercero es un endecasílabo de gaita gallega, y el cuarto es (éste sí) un verso libre:

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cuando la lluvia, desplegando sus inmensos regueros,

de una inmensa prisión imita los barrotes,

y un pueblo mudo de infames arañas

acude a tender sus redes en el fondo de nuestros cerebros…[2]

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  Estas observaciones no son, desde luego, exhaustivas, pero me hacen preguntarme cómo suena Baudelaire en otros libros de crítica, historia o teoría literaria (pero de verdad cómo suena, revisándolo cita por cita en esos libros). Lo mismo puede preguntarse cualquier lector a propósito de cualquier poeta que deba leer en traducciones, pero a mí me interesa preguntármelo —por una curiosidad que nada me cuesta calificar de personal y, si se quiere, arbitraria— con respecto a Baudelaire y a propósito de aquellos libros que, por su naturaleza ensayística, histórica o interpretativa, contienen versos o poemas de Las flores del mal o, por qué no, fragmentos de pasajes en prosa del mismo autor. Alguna vez noté, por ejemplo, que ningún escritor es mencionado más veces que Novalis en El arco y la lira de Octavio Paz. Ese dato, que puede no significar gran cosa, varía significativamente cuando se revisa no sólo El arco y la lira, sino el volumen de las obras completas de Paz que agrupa, junto con El arco y la lira (1956), dos libros que sin duda le son afines: Los hijos del limo (1974) y La otra voz (1990). Pues bien: en ese tomo, primer volumen de las obras de Paz, el escritor que figura en más ocasiones en el índice onomástico es Baudelaire, seguido de Mallarmé y, ahora sí, de Novalis. Esto, que motivaría quizás una hipótesis a propósito de la evolución de los intereses poéticos de Paz, acaso daría lugar a constataciones más interesantes cuando se acompañara no sólo de la enumeración de las páginas en las que Paz habla de Baudelaire sino de los textos de Baudelaire que Paz reproduce, ya sea completos o fragmentarios, en francés o en español (y, de ser este último el caso, traducidos por quién, y además cómo).

  Así, en El arco y la lira, el índice onomástico registra veintiún menciones de Baudelaire, pero sólo una corresponde propiamente a la cita de un poema. En el capítulo titulado “La otra orilla”, de la segunda parte del volumen, Paz reproduce, íntegro y en francés, el soneto “Le gouffre”. En otro momento cita unos renglones de L’art romantique acerca del principio de analogía. En las otras diecinueve menciones, el nombre de Baudelaire cumple una función metonímica: mencionarlo es tanto como remitir, en una especie de sobrentendido, a su obra, su carácter, su lugar en la historia de la poesía moderna, etcétera. Por momentos, conviene decirlo, Paz entrecomilla ciertas frases, pero son tan breves o tan generales (entrecomilla, por ejemplo, expresiones como “no pasa nada” o “hiela la sangre”) que no es fácil determinar si son citas textuales, paráfrasis o resúmenes del pensamiento de Baudelaire. Menciono este abanico de maneras de referir a Baudelaire para sugerir hasta qué punto encontrar a un poeta citado en un ensayo literario significa no por fuerza leerlo pero sí conocerlo, formándose un concepto de su obra en la perspectiva singular del ensayista.

  Dos años antes de que se publicara El arco y la lira, el Fondo de Cultura Económica publicó El alma romántica y el sueño (1954) de Albert Béguin, sin duda uno de los libros que inspiraron a Paz en la composición de su libro. La portadilla es peculiar, porque anuncia que la traducción, obra de Mario Monteforte Toledo, fue “revisada por Antonio y Margit Alatorre” (hoy diríamos: Antonio Alatorre y Margit Frenk). Un apartado del capítulo XVIII, “Nacimiento de la poesía”, está dedicado a Baudelaire. No son más que seis páginas, pero su entendimiento de Baudelaire es tan persuasivo, su dominio de los textos es tan meticuloso, su amplitud crítica es tan estimulante y su coherencia es tan sólida que hay sitio en ellas para numerosos versos de Las flores del mal, frases de los Escritos íntimos y párrafos de las “Nuevas notas sobre Poe” y Los paraísos artificiales. Me detengo en los versos, todos ellos en castellano, escrupulosamente medidos, dos de las veces en metro alejandrino, una más en eneasílabos. Leer a Béguin en español, entonces, conlleva leer a Baudelaire con determinada inclinación, de manera que si Baudelaire dice: “Architecte de mes féeries”, en español se lee: “Constructor de mis fantasías”, ya que así se lo exigen la rima y el metro a los traductores.

  En otro momento, Béguin cita los últimos versos de “Le voyage”, último poema de Las flores del mal, subrayando el remate:

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Arrojarse hasta el fondo del abismo ignorado:

¿qué importa Infierno o Cielo, si he de hallar algo nuevo?[3]

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Esta versión en alejandrinos es más rítmica y fluida, pero menos exacta, por lo menos en lo que atañe al significado, que la traducción de los mismos versos que casi cuatro décadas más tarde aparecerá en la edición mexicana de La verdad de la poesía (FCE, 1991) de Michael Hamburger. Al empezar el tercer capítulo, el autor cita el final de “Le voyage” y los traductores del volumen, Miguel Ángel Flores y Mercedes Córdoba Magro, ofrecen una versión al español después de reproducirlos en francés. La sintaxis, por momentos, parece más francesa que castellana, de modo que Baudelaire, si lo cita Béguin, suena más ordenado que Baudelaire si lo cita Hamburger:

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Deseamos, tanto consume el fuego nuestro cerebro,

Sumergirnos hasta el fondo del abismo (Cielo o Infierno, ¿qué importa?)

¡Hasta el fondo de lo Desconocido para encontrar lo nuevo![4]

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En otro libro que también pertenece al catálogo del Fondo de Cultura Económica, De Baudelaire al surrealismo, Marcel Raymond cita uno de los poemas más frecuentemente mencionados de Las flores del mal: “Correspondencias”. El traductor de Raymond al español fue Juan José Domenchina, poeta español exiliado en México, quien, en lugar de intentar su propia versión del soneto, eligió citar la traducción del poema que otro español, Eduardo Marquina, hizo a comienzos del siglo XX: “Naturaleza es templo de vivientes pilares, / de donde el aire arranca misteriosos nombres / y es un bosque de símbolos que, cuando andan los hombres, / dejan caer sobre ellos miradas familiares…”[5] Al recurrir a una versión al castellano ya suficientemente difundida de Baudelaire, Domenchina buscó, sin duda, que los lectores de Raymond reconocieran y no sólo conocieran el soneto al encontrarlo citado en el texto crítico.

Raymond, como es bien sabido, establece una distinción entre poetas artistas y poetas videntes, aunque aclara que ambas familias de poetas nacen, en sus variantes modernas, de Baudelaire. Walter Muschg, en una tesitura parecida, propone que los magos, los videntes y los cantores convivieron (y, en cierto modo, conviven todavía) en el tiempo mítico de los orígenes de la poesía. En su Historia trágica de la literatura (FCE, 1965), Muschg naturalmente se refiere a Baudelaire con alguna frecuencia, pero no cita sus poemas más que una o dos veces: en un caso, reproduce dos expresiones muy fragmentarias en francés, goût du néant y angoisse d’exile, retomando el título de algún poema y conjuntando palabras que remiten a Las flores del mal; en el otro, echa mano de un verso que le sonará conocido a quien venga leyendo estos apuntes, aunque prosificado y adaptado a una declaración general sobre la poesía: “sumergirse hasta el fondo del infinito para encontrar cosas nuevas”.[6]

El traductor de Muschg al español, Joaquín Gutiérrez Heras, comete un error cuando hace decir a Baudelaire que piensa “sumergirse hasta el fondo del infinito”, ya que Baudelaire dice “au fond de l’Inconnu”, esto es: al fondo de lo desconocido, no de lo infinito. No descarto que la falta venga de Muschg, quien tal vez incorporó erróneamente las palabras de Baudelaire a su propio discurso. También es posible, aunque la posibilidad me parece mínima, que Muschg haya elegido conscientemente la palabra “infinito” para expresar con un solo trazo el común denominador de las palabras que se combinan en la estrofa de Baudelaire: el abismo, el Cielo, el Infierno, lo desconocido, lo nuevo y, en dos ocasiones, el fondo, todo ello extenso hasta lo infinito.

En suma, si el Baudelaire de Almela está en verso libre, con cierta propensión al endecasílabo y al alejandrino sin rima, el de Alatorre y Frenk está en versos medidos con ocasionales asonancias. También está medido y rimado, por supuesto, el Baudelaire de Marquina, que aprovecha Domenchina en su traducción de Raymond. El de Flores y Córdoba Magro es literal, incluso a riesgo de galicismo sintáctico, y el de Gutiérrez Heras, por su parte, desfigura (tal vez por accidente, tal vez con algún propósito) el texto del que procede.

La historia de la recepción de Baudelaire en México, por si alguien lo dudaba, no se reduce al catálogo de sus libros traducidos por mexicanos o publicados por editoriales mexicanas. Baudelaire es objeto de comentarios y referencias en muchos y muy importantes libros de historia, crítica y teoría literaria que se publicaron a lo largo del siglo XX. Es natural deducir que, a medida que fueron apareciendo esos libros, el nombre de Baudelaire fue vinculándose, ante los ojos de quienes los leyeron, con citas a veces extensas, a veces breves, a veces textuales, a veces parafrásticas, a veces en francés, a veces en versión del traductor de todo el volumen, a veces en versión de un traductor diferente, de manera que la lectura indirecta del poeta francés bien pudo haber tenido un impacto cultural equiparable al de su lectura directa.

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  1. Charles Baudelaire, “Los gatos”, cit. en Roman Jakobson, Ensayos de poética, tr. de Juan Almela, México: Fondo de Cultura Económica, col. Lengua y Estudios Literarios, 1977, p. 156.

  2. Charles Baudelaire, “Spleen”, cit. en Roman Jakobson, Ensayos de poética, op. cit., p. 180.

  3. Charles Baudelaire, “El viaje”, cit. en Albert Béguin, El alma romántica y el sueño. Ensayo sobre el romanticismo alemán y la poesía francesa, tr. de Mario Monteforte Toledo revisada por Antonio y Margit Alatorre, México: Fondo de Cultura Económica, col. Lengua y Estudios Literarios, 1954, p. 458.

  4. Charles Baudelaire, “El viaje”, cit. en Michael Hamburger, La verdad de la poesía. Tensiones en la poesía moderna de Baudelaire a los años sesenta, tr. de Miguel Ángel Flores y Mercedes Córdoba Magro, México: Fondo de Cultura Económica, col. Lengua y Estudios Literarios, 1991, p. 49.

  5. Charles Baudelaire, “Correspondencias”, cit. en Marcel Raymond, De Baudelaire al surrealismo, tr. de Juan José Domenchina, México: Fondo de Cultura Económica, col. Lengua y Estudios Literarios, 1960, p. 18.

  6. Charles Baudelaire, “El viaje”, cit. en Walter Muschg, Historia trágica de la literatura, tr. de Joaquín Gutiérrez Heras, México: Fondo de Cultura Económica, col. Lengua y Estudios Literarios, 1965, p. 106.

 


Luis Vicente de Aguinaga es poeta, ensayista y traductor mexicano nacido en 1971. Es doctor en letras románicas por la Universidad Paul Valéry de Montpellier y profesor titular del Departamento de Letras de la Universidad de Guadalajara. Ha publicado once libros de investigación literaria, crítica y ensayo, entre los cuales figuran De la intimidad (2016) y La luz dentro del ojo (2018). Es, además, autor de trece poemarios, el más reciente de los cuales, Qué fue de mí, apareció en 2017.

Una consideración feminista de «Ay, Nina», de Nadia Villafuerte

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Una consideración feminista de «Ay, Nina», de Nadia Villafuerte

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Durante siglos se ha discutido los impactos de la naturaleza versus la crianza, o herencia versus ambiente. Con el crecimiento en los campos de la psicología y el conductismo durante los siglos XIX y XX, el debate ha crecido en su popularidad. Un aspecto de la pregunta está relacionado con la feminidad y la pregunta si los atributos frecuentemente considerados femeninos vienen de la naturaleza innata de la mujer o si es parte de la socialización y expectativas impuestas por los demás. Es a la existencialista francesa Simone de Beauvoir a quien se atribuye la frase “On ne naît pas femme, on le deviant” (Beauvoir 267), o sea, “no se nace mujer: se llega a serlo.” La narrativa de las sociedades y las condiciones sociohistóricos han formado la percepción de lo que es una mujer y, siguiendo la frase de Beauvoir, lo que la sociedad indica que ha de llegar a ser. Además, el campo de la literatura ha sido, históricamente, dominado por los hombres y por lo tanto son ellos los que han determinado la narrativa literaria de la mujer. En cuanto a la crítica literaria, el feminismo abarca varios puntos. Entre ellos, examina cómo se representan los géneros (y los estereotipos de género) en la literatura, desafía la narrativa patriarcal, la representación de la mujer y explora la literatura escrita por mujeres. La autora mexicana Nadia Villafuerte presenta al lector una oportunidad de escuchar el monólogo interior de una voz femenina en su cuento corto «Ay, Nina» y, con esa voz, analizar la representación de géneros con sus estereotipos, relaciones con el poder y el deseo sexual. Para comprender mejor el análisis, es necesario primero familiarizarse con el contexto en que se escribió.

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Barcos en Houston Nadia Villafuerte PDF | PDF

  El libro Barcos en Houston fue publicado por primera vez en 2005, una colección de cuentos de Nadia Villafuerte. En cuanto al contexto histórico, ella misma explica que “es importante hablar de fronteras porque creo que estamos en un momento de mucha tensión social, mucha tensión racial, que se revela con el miedo al otro, un miedo al extraño, el miedo a lo que es distinto” (Dixon 1:09). Por lo tanto, sus obras suelen explorar temas de migración, identidad y el género. En el cuento «Ay, Nina» hay evidencia amplia de estos tres temas mientras la protagonista y voz narrativa, Nina, monologa sus pensamientos en una voz interior que, a veces, se acerca a una fluir de conciencia. Nina, hija del presidente municipal y esposa de un oficial de Monterrey, está sola en un café cerca de la frontera supuestamente entre México y Guatemala mientras observa a un hombre sentado en otra mesa. Lo que sigue en el cuento es una narración de una serie de pensamientos que vacilan entre la idealización del hombre, la fantasía, la crítica de lo que la rodea en la frontera, y algunas frustraciones suyas – incluso la decepción del hombre idealizado. En sus propias palabras, Villafuerte dijo, “…la escritura para mí es una forma de clarificar una serie de dudas que pronto tengo conmigo [y] con el mundo” (Dixon 4:51) y en la voz narrativa de Nina, se escucha el proceso de clarificación de dudas, de pasar de la imaginación hasta una realidad.

  En los pensamientos de Nina, el lector entra en los pensamientos íntimos de la mujer mientras narra las particularidades del hombre misterioso, del café, del puente que cruza el río, y de sus propios deseos. La obra es una viñeta de la experiencia de la voz femenina y cae justo en la observación de que la “crítica literaria feminista estudia la literatura producida por mujeres para observar cómo expresa las particularidades de la vida y experiencia de la mujer” (Ryan 119). Desde las primeras cinco palabras del cuento, “Un hombre es siempre territorio,” (Villafuerte 29) se reconoce que hay alusión a una oposición binaria en el cuento – el hombre y la mujer – y un juego de poder: la mujer posee al hombre, no el hombre a la mujer, y la idea es en oposición a los estereotipos tradicionales del canon. Sin embargo, el juego sigue en el resto del primer párrafo cuando aclara que los labios del hombre “son de trópico […,] sus ojos […] como arena oscura […,] un mapa abierto, sin límites ni nombre” (29). Con el resto del párrafo, se reconoce la ambigüedad del uso de “territorio” – no es un asunto de ser territorio como ser territorial, sino de la tierra misma, la geografía. Asignar la tierra como representación del hombre es la segunda vez que el cuento demuestra una voltea a las representaciones de género tradicionales del canon ya que la “madre tierra” tradicionalmente, en toda su fertilidad, se relaciona más con lo femenino. No es por casualidad que estas palabras son las primeras. Villafuerte ha dicho que las primeras palabras son muy importantes y que piensa en “un conflicto de ambigüedad [y] paso mucho tiempo pensando en el inicio de la frase de inicio” (Dixon 5:59). Pasando del primer párrafo y de la situación del escenario, del ambiente, entramos en los hechos de la historia.

En el segundo párrafo, la voz narrativa continúa con los estereotipos de género, preguntándose en cuanto al hombre, “¿Qué hace en este café a las diez de la mañana?” (Villafuerte 29). Con esta pregunta, Nina ya manifiesta sus propios estereotipos del hombre: debe estar trabajando a las diez de la mañana y es cosa rara que esté en un café. Sin embargo, ella empieza a imaginar lo mejor de la situación, proyectando ideas románticas como imaginar que fuera poeta. En sus divagaciones, de repente habla Nina del paisaje. Habla de los puentes y las montañas que no son “ni de aquí ni de allá” y deja al lector con la pregunta si habla ella del paisaje fuera de la ventana o si sigue con la metáfora de la naturaleza terrestre del hombre (y de sí misma) en una fantasía de sus cuerpos. Refuerza la idea de los cuerpos con el uso otra vez de la palabra anterior de “exótico” – la palabra usada antes para hablar de los labios del hombre. Regresa al juego con la ambigüedad del territorialismo y posesión de las primeras palabras del cuento otra vez cuando usa el adjetivo posesivo “mi” cuando se pregunta “¿Será mi escritor, extranjero?” Ella busca posesión y también rasgos comunes que fomentan una relación con el hombre de su imaginación cuando ella se dice que “yo también soy poeta.” Considerando su propia representación femenina, se nota que ella se está representando a sí misma como una mujer que se tambalea entre una mujer fuerte y una mujer que se conforme y se pierde en los sueños de una realidad esperada. Se nota el conflicto interior de la identidad de Nina. Ella se identifica con los puestos de su padre y su esposo y en los títulos de ellos como parte de su propia importancia, pero a la vez se autoestima como un espíritu libre – libre de buscar relaciones extramatrimoniales de un poeta, un romántico, alguien imaginado y de su propia creación. Es una expresión de represión de la mujer y demuestra una falta de joie de vivre con los hombres en su vida, hombres representados por trabajos menos románticos, trabajos que, desde una perspectiva de signos, son fríos y estériles mientras ella busca lo exótico.

Los pensamientos de Nina son fragmentadas, representados repetidas veces con el uso de la elipsis, dando un sentido de incertidumbre y capricho. Cuando el hombre empieza a interactuar con Nina, la frecuencia de las elipsis en la estructura del cuento aumenta, manifestando que los pensamientos de Nina empiezan a salir de su control con la nerviosidad de, por fin, intercambiar con el hombre de sus sueños. En este momento climático, sufre de una desilusión tremenda al descubrir que el poema es nada más que una solicitud de empleo. Reconoce su papel en el proceso preguntándose, “¿Por qué me he tenido de engañar de esta manera?” (34) y luego la exasperación de la autocrítica diciéndose “Ay, Nina…” (35). Al final, es la mujer la que tiene el poder en esta historia con su rechazo. En toda esta experiencia microcósmica de un café, el lector puede sobreponer una relación larga de un hombre y una mujer, desde la anticipación de la primera mirada hasta la desilusión que viene meses o aun años después. También puede ser representativa de la experiencia sexual de Nina. En las últimas palabras de la historia, la voz femenina domina con una expresión deseosa, anhelante, y un toque frustrante por la falta de una relación que satisface su necesidad por lo romántico y la satisfacción sexual. Una vez más, con la expresión de deseo sexual, demuestra una voltea a las representaciones de género del canon y de la narrativa patriarcal que se manifiesta en la construcción de lo que es la representación tradicional de “una dama.”

En «Ay, Nina», el lector tiene la experiencia de entrar en los pensamientos, imaginación y corazón de la voz femenina durante su cuasi-encuentro con el amante imaginado. Villafuente da vuelta a la narrativa tradicionalmente masculina y provee una perspectiva únicamente femenina. Eso, según Michael Ryan, es un elemento clave del feminismo en la teoría literaria. Es en una lectura así que “…la tradición masculina podría ser dada la vuelta, examinada desde el punto de vista de lo que está evitando y, por tanto, tergiversando” (Ryan 122). Con el monólogo interior pudimos ver “…a dimension which informed and interrogated every facet, of personal, social and political life” (Eagleton 130), otro elemento digno de observación en una lectura feminista. En fin, la voz de Nina es una voz adicional en el creciendo coro de la experiencia femenina en la literatura.

 

Bibliografía

 

Beauvoir, Simone De. Le Deuxième Sexe. Gallimard, 1949.

Dixon, Arthur. "An immigrant never really arrives." YouTube, uploaded byLatin American Literature Today, 12 January 2017, https://youtu.be/JYV-ETQy7Is

Eagleton, Terry. Literary Theory: An Introduction. U of Minnesota P, 2008.

Ryan, Michael. Teoría literaria. Una introducción práctica. Trad. Francisco Martínez Osés.
Alianza, 2013.

Villafuerte, Nadia. “Ay, Nina”. Barcos en Houston. México: Consejo Estatal para la Cultura y las Artes-Chiapas, 2005.

 


Ryan M. Norton es profesor de español en las escuelas públicas de Mesa, Arizona y estudiante de maestría en español en la Universidad de Texas—Permian Basin. Su fascinación con la lengua castellana y las culturas hispanas lo ha llevado a diez países (y contando) de habla hispana. Para él, la literatura es un portal a otros tiempos y espacios.

El baile de los retornados

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El baile de los retornados

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La vida solo es un instante y participar en el baile, aunque sea unos minutos, vale la pena. Henos aquí, al fin… después de un día de camino, después de dos meses de gestiones universitarias para hacer trabajo de campo, después de esperar dos años a que terminara una pandemia y después de encontrar el momento para que el crimen organizado parara sus balaceras y pudiéramos cruzar la frontera a Guatemala. Carla Zamora y yo estamos aquí: en Nueva Generación Maya, aldea q’anjob’al, municipio de Barillas, Huehuetenango. Miramos el baile. Otra vez en espera, pero en esta ocasión gustosas: por contemplación. Observamos a los muchachos con trajes planchadísimos y a las chicas envueltas en huipiles bordados y el enredo atando con fajas coloridas. Bailan. Ellos y sus familias giran en un vals levógiro,

vuelta y vuelta,

                        todo el salón,

                                                   al contra compás de la marimba.

Verónica Ruiz Lagier, quien nos acompañó en ocasiones anteriores, dijo en otro momento que este baile grupal y ordenado le sugería la idea de una comunidad ancestral coordinada de pasos como resultado de la lógica mesoamericana maya. A mí me parece más un reducto de los valses decimonónicos, e imagino a los campesinos de los Cuchumatanes de entonces, asomados por las ventanas durante las fiestas de las fincas cafetaleras del Soconusco —a donde migraban cada año—, atentos, con la ilusión de imitar los pasos cadenciosos.

¡Qué triste es la marimba indígena guatemalteca! ¿Se han fijado en los nombres de sus tonadas?: “Noche de Luna entre ruinas”, “Lágrimas de Thelma”, “El tiempo todo lo borra”, “Porque todos nos vamos a morir”, “Vamos a morir sin llevar nada”.

Vuelta y vuelta,

                        todo el salón,

                                                   al contra compás de la marimba.

¿Y qué se puede esperar de un pueblo que lo perdió todo a fines del siglo XX?, ¿qué tuvo en su contra al ejército de su propio país, que los arrasó, los violó, los mató, los quemó, los desapareció, los expulsó de sus tierras, incendió sus casas, los acribilló, los enterró en tumbas clandestinas?, ¿los pulverizó?

  Desde este sitio —rincón del salón de baile—, al lado de la bocina que arroja notas melancólicas, vemos en medio de un montón de gente a Marichuy, de 10 años. En esta rotación hipnótica pendular de pasos, los asistentes celebran la fundación de su aldea. Marichuy, piel morena, cuerpo espigado, disfruta con sus amiguitas. A veces la perdemos de vista entre los cuerpos acompasados y eso nos preocupa. Nos la encargó su madre, quien por usos y costumbres no debe entrar al salón porque siendo esposa del animador de la palabra —el catequista—, don Ramiro, no puede estar de fiesta. Toda la familia de Marichuy se quedó afuera, en la feria, atendiendo un puesto de papas a la francesa. Menos Ofelia, la nuera de don Ramiro, quién maneja un tuc-tuc y anda repartiendo gente para todos lados.

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Hace rato, cuando Carla y yo nos detuvimos al ver el trampolín, siendo las únicas foráneas del lugar, algunos nos creyeron encargadas de los juegos mecánicos y eso hizo que una parvada de niños nos siguiera. Marichuy nos presumía de la mano, orgullosa. Los juegos de la feria eran ínfimos: apenas el mencionado brincolín desgastado, una rueda de la fortuna minúscula y un gusano para párvulos con piezas quebradas. No importa, ¡esta es La fiesta del pueblo! Las mujeres se entretienen con los merolicos que venden cobijas, ropa y ollas; los hombres en atorar monedas que lanzan a una charola flotante sobre una tinaja de agua, a cambio de una lata de refresco como premio; la gente pasea entre puestos de papas a la francesa, aguas frescas, hamburguesas y juguetes, o se encamina a ver la final del torneo de básquet bol o permanece en el baile…

Vuelta y vuelta,

                        todo el salón,

                                                   al contra compás de la marimba.

La primera vez que pisamos Nueva Generación Maya, Marichuy se compadeció de nosotras. Habíamos llegado desde San Cristóbal de Las Casas sin que nadie nos esperara y sin conocer la aldea; apenas con la remota idea de que en el lugar había un hotel llamado Tikal, donde podríamos hospedarnos. No había tal o no como teníamos en mente; no como las cabañas cómodas de Tziscao, donde pernoctamos una noche antes. Ahí pudimos aminorar el susto de encontrar dos camionetas Frontier con hombres armados del narco, quienes nos echaron las luces cuando nos vieron conducir sobre la Carretera Fronteriza. Después de evaluar la posibilidad de continuar el viaje, llegamos a la aldea el 9 de junio de 2021, dejando atrás Nuevo San Juan Chamula y luego de cruzar la frontera a Guatemala por caminos de extravío.

Arribamos montadas en la caja de una camioneta Toyota de redilas que atravesó el Río Azul, una parte de los Cuchumatanes y un tramo de la Franja Transversal del Norte. Esa primera vez viajamos de pie, brinca que brinca, por veredas de terracería que nos llevaron por caseríos dispersos, ocultos en la maleza de la selva, mientras el viento nos daba en la cara y algunos ramales amenazaban con golpearnos las mejillas. Pasamos por viviendas donde la gente nos saludaba con la mano desde sus puertas y cuyos dinteles de las casas exhibían banderas de Estados Unidos con el fin de señalar que ahí se podía encontrar quién lo llevara a uno a la frontera norte, a través de México. Era una ruta alterna -intrincada- para entrar furtivamente a Chiapas. Descendimos a nuestro destino después de cuatro horas de sube y baja, de que las tres menstruáramos de repente con tanto zangoloteo y de que nos invadiera un hambre desesperada.

Nueva Generación Maya era una aldea calurosa, jamás pisada por el chofer que nos llevó. (El chofer solía viajar siempre “para arriba”, “para el norte”, jamás hacía el sur. Trabajaba como “pollero”, cruzando gente de Guatemala a México. Justo, durante el recorrido, en la caja de la camioneta habíamos conocido a una chica con atuendo q’anjob’al y dientes incrustados con oro, que había ido a Chiapas a dejar a su hermano para que lo llevaran de indocumentado a Estados Unidos. Con su historia confirmé lo que dicen algunos migrantólogos: que las gentes de esta zona, qa’anjobá’ales, chujes y mames, recurren a los polleros para llegar a Cancún, Playa del Carmen, Tabasco, Ciudad de México, Monterrey… donde se hacen pasar por mayas tojolabales). El chofer se despidió y nos deseó buena suerte, no sin antes tomarnos la foto del recuerdo. Dijo que a lo mejor alguna vez volvería a esta aldea. Tal vez cuando fuera la fiesta.

Vuelta y vuelta,

                        todo el salón,

                                                   al contra compás de la marimba.

El hotel Tikal no se parecía nada a lo que habíamos supuesto con el anuncio de Facebook. Decía que se trataba del mejor hospedaje de la aldea más grande de Barillas. Ya in situ era una cosa distinta a la que sugería la foto. El hotel era un edificio en obra negra con camas improvisadas de madera, cobijas sucias, sin ventilación y sin baño, sólo una letrina para ocho cuartos. En las esquinas de las habitaciones quedaban desechos digestivos humanos. Salimos del lugar sin rumbo y sin ánimo; sin conocer a nadie y sin comida. El “recepcionista” que nos recibió, estaba tan alcoholizado, que no se dio cuenta cuándo dejamos las cosas y salimos a buscar otro sitio —al menos, un sitio para comer.

  Cabe decir que nadie nos vendió un taco; no había un solo puesto de alimentos porque nadie llega de turista a curiosear de la nada. El sol nos pagaba en la cara y los tuc tuc nos pitaban el claxon sin que pudiéramos decirles a dónde llevarnos. Las personas nos miraban con curiosidad detrás de los cercos vivos de sus solares, pero no se acercaban. Recorrimos un par de veces un camino despejado, ancho y largo, sin encontrarle forma al asentamiento, (¿dónde quedaba el mercado?). Después supimos que estuvimos caminando sobre la pista de avionetas, que es el eje articulador de la aldea. Supimos también, días más tarde, que en esa pista descendieron en 1995 los más vulnerables (ancianos, enfermos y mujeres embarazadas), que retornaban después de diez años del refugio en México. Luego nos enteramos que no todos llegaron por aire a la selva: el grueso de los pobladores volvió por tierra, cruzó la frontera Chiapas-Huehuetenango desde Comitán y La Mesilla, para tener que pasar por la ciudad de Guatemala en caravana y que los periodistas mostraran al mundo el retorno ordenado de los mayas. Lo que sí arribó por esa pista, fue la ayuda humanitaria enviada por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados y el material para instalar los bodegones que sirvieron de albergue, antes de que hubiera nada, solo el ruido de los arroyos bajando de los cerros, los sonidos de la selva y la tierra chiclosa, todavía por domesticar para construir las primeras casas. Una de las primeras construcciones fue este salón de eventos, que es ahora un salón de baile:

Vuelta y vuelta,

                        todo el salón,

                                                   al contra compás de la marimba.

Cuando tocamos la puerta en casa de Marichuy, su madre nos dijo que no tenía nada para compartirnos, pero la niña —que vio la palidez de nuestra insolación— nos llevó unas frutas que arrancó de un árbol y nos las repartió. Tal vez ese gesto condujo a Angelina, esposa del catequista, a decidirse por darnos de comer. Después nos ofreció una casa enorme para dormir; la casa más grande del pueblo, deshabitada, recién terminada, hecha de material y ¡hasta con jaguares sobre las columnas del portón principal! (La casa construida por el hijo que se fue “al norte” y quién sabe cuándo vuelva para habitarla). Doña Angelina nos dio comida cada día, nos prestó cobijas, nos recibió cada tarde para tomar café y charlar de la vida. Marichuy se volvió nuestra guía, nos acompañó en los primeros recorridos por la aldea y nos tradujo lo que no entendíamos. Al paso de la semana, Doña Angelina nos dio santo y seña de cómo ella y su familia llegaron aquí. Nos contó sus recuerdos, cuando de niña llegaron unos soldados a decirles que abandonaran la aldea porque detrás de ellos venía un destacamento dispuesto a matarlos a todos. Nos dijo cómo tuvo que huir con su familia entre las balaceras; ocultarse sobre un árbol y caminar por las noches hasta llegar a Chiapas.

  A Marichuy la guerra le queda muy lejos: Nueva Generación Maya se fundó dieciocho años antes de que ella naciera. La parte más sangrienta y dolorosa de la ofensiva, ejecutada bajo la política de “tierra arrasada”, fue hace cuarenta años. Todos esos eventos están en una nebulosa de la que sus padres a veces hablan. Casi no, porque les entristece. Pero algo, sin duda, sobrevive en la memoria colectiva, tanto, que aún sin conocer detalles, las canciones que Marichuy inventa son sumamente trágicas (historia de niñas abandonadas, de mujeres maltratadas, de bebés que mueren de hambre, de personas asesinadas, de esposos borrachos y madres enfermas):

Los pájaros de la selva

yo me grito por comida,

mi papá no ha trajido nada,

y los pájaros pequeños nacidos,

ellos lloraban por comida.

Sus papás y sus madres murieron por otra gente,

mi papá y mi mamá se fueron por los soldados.

Ellos se fueron, yo me lloro más triste,

y vino una señorita: ¿y por qué no te vienes?

¿Quién te dijo?, ¿qué te criste?, digo.

Yo no puedo ir, ¿porque dices?

Si mi madre ya se fue por los soldados, dijo mi hermana,

Y mi hermana me cuenta un cuento:

“Diles, por favor, lleva a mi hermana contigo”.

“Bueno”, dijo una señora, y me llevo con mi hermana más grande,

y dijo, como debía, ¿tomas leche conmigo?

Sí, respondí.

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El viaje de retorno a Guatemala fue tan triste como cuando huyeron a México. “Más todavía —dijo Magdalena, la promotora de salud de la aldea—, cuando se fue todo lo que nos acompañó en ese tiempo: las cámaras de televisión, los periodistas, la ayuda internacional, los miembros de las organizaciones no gubernamentales, los sacerdotes; cuando nos quedamos aquí, entre la humedad, sin luz, sin camino; viviendo en los bodegones…”.

Casi todos los que aquí habitan —los sobrevivientes que aquí bailan— pasaron por un éxodo rizomático en el que a veces se encontraron entre sí, arrojados por la mala vida, en las mismas condiciones y en distintos caminos: huyendo en las veredas de la frontera, en campamentos clandestinos ocultos en la maleza, en ranchos donde los recibieron a cambio de trabajar la milpa de baldío, en grupos de formación comunitaria organizados por sacerdotes de la teología de la liberación, en cursos de capacitación como promotores de salud o educación. A veces en lugares donde trabajaron haciéndose pasar por mexicanos: construyendo carreteras, como albañiles, como diableros en los mercados; en silencio, sin decir nunca quiénes eran. Otras ocasiones se reconocieron mientras huían despavoridos del ejército guatemalteco —que cruzaba a México para aterrorizarlos con ataques sorpresivos— y también huyendo del ejército mexicano, que les cercaba los campamentos para evitar que rebasaran la zona de contención y, cuando pudo, los atacó y los llevó a la fuerza hasta Campeche dejando atrás las champas ardiendo en llamas.

Seguramente, por distintas veredas, los aquí presentes alguna vez se encontraron con Lucía (mujer q’anjob’al pequeñita y sonriente). Lucía, siendo niña, salió expulsada de su aldea, Nuevo Progreso, para experimentar un camino errante doloroso por Xoxlac, Yalanwitz, Río Azul y Comitán, hasta el retorno. Desde sitios como estos, la gente de Nueva Generación Maya retornó a una tierra distinta de la que había sido arrancada. No creo que algún día imaginaran que tendrían un baile como éste, al que asisten retornados de otras partes, al que llegan vendedores que se trasladan desde Chiapas con sus puestos de frituras y antojitos. Un baile que siguen por Facebook más de dos mil personas desde Estados Unidos, de donde llegan las remesas para organizar esta fiesta.

Vuelta y vuelta,

                        todo el salón,

                                                   al contra compás de la marimba..

Aquí están reunidos, bailando: Don Alonso, miembro de la comisión que buscó estas tierras y negoció el regreso (ahora al frente del Consejo Comunitario de Desarrollo Urbano y Rural); la promotora de salud, quien hoy en día labora en una asociación civil de orientación sexual; los promotores de educación, actuales maestros de la primaria; Lucía; algún exguerrillero que perdió una extremidad cuando estuvo en combate; el anmab don Arturo, interprete del tzolkin; la hija del catequista; nosotras, que intentamos, fallidamente, de hacer una investigación para escribir un libro que pasó por muchos problemas antes de que llegáramos al baile (una pandemia mundial, gestiones extraordinarias en la universidad, cruzar una frontera dominada por el naco). Para que esto no volviera a pasarnos, el anmab nos quitó las malas vibras frente al fuego del altar circular maya y nos rameó para ver si podía desatarnos la inspiración frente a la Cruz de Caravaca. Por eso estamos aquí, viendo el baile, cuidando a la niña que nos adoptó; esperamos el momento de integrarnos al círculo y rodear toda la noche.

Sólo hemos venido tres días. Lo suficiente para pasar la noche envueltas en tonadas melancolías, a final de cuentas felices. Cuando esto termine, Ofelia nos llevara de regreso a la casa de los jaguares en su tuc tuc.

—¡Mira —dice Carla—, ya van a transmitir por Facebook el video del baile, vamos!

Tímidas, pero ilusionadas, nos integramos pausadamente al candor de los pasos.

Vuelta y vuelta,

                        todo el salón,

                                                   al contra compás de la marimba.

 

Llegando a Nueva Generación Maya
Puestos de feria sobre la pista de avionetas.
Juego de feria: “atinar con monedas a la charola”.
En camino a la fiesta en conmemoración del retorno, Carla Zamora y Enriqueta Lerma

Enriqueta Lerma Rodríguez se define como etnógrafa de corazón. Socióloga de formación y antropóloga por vocación, ha realizado investigación en los pueblos yaquis de Sonora, así como entre acatecos, q’anjobales, mames, tsótsiles y chujes de la frontera Chiapas-Guatemala. Es autora de tres libros: El nido heredado. Estudio etnográfico sobre cosmovisión, espacio y ciclo ritual de la Tribu Yaqui (IPN, 2014), Los otros creyentes. Territorio y tepraxis de la Iglesia liberadora en la Región Fronteriza de Chiapas (UNAM, 2019) y Los reptilianos y otras creencias en tiempos del covid-19. Una etnografía escrita en Chipas (2021); además, ha publicado una treintena de artículos académicos. En 2012 obtuvo de la Medalla Alfonso Caso al Mérito Universitario por la UNAM y el Premio Gonzalo Aguirre Beltrán por parte de la Universidad Veracruzana y el CIESAS Sureste. Es fundadora del Laboratorio de Etnografía del Centro de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Chiapas y la Frontera Sur del UNAM, donde se desempeña como investigadora. Obtuvo un diplomado con mención honorífica en la SOGEM. En cuanto a crónica narrativa, ha sido colaboradora de Artes de México y del Suplemento Cultural Laberinto Milenio.

Lazarillo de Tormes y Adonis García: El concepto de individualidad en un pícaro clásico y otro moderno

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Lazarillo de Tormes y Adonis García: El concepto de individualidad en un pícaro clásico y otro moderno

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James Fenimore Cooper dijo una vez:All greatness of character is dependent on individuality” (183). The Last of the Mohicans (1826) es una novela clásica de la literatura estadunidense y sigue el viaje del personaje principal, Natty Bumppo o Hawkeye, mientras lucha en una guerra que se desarrolla en la deslumbrante y naturaleza virgen de los Estados Unidos.  La independencia del personaje es un componente clave de la historia, y puede leerse como una historia picaresca modificada.  La novela picaresca, que comenzó en España en el siglo XVI, también se centra en la historia de individuos y sus interacciones dentro de su sociedad.  Los escritores utilizaban estos personajes picarescos para destacar los problemas de su sociedad.  La historia de un pícaro específico sirve como crítica que destacar a través de las palabras, el papel y las acciones del personaje picaresco.  El personaje del pícaro ofrece a los lectores una visión de la sociedad de la época y puede ser “idealizado como espejo de filósofos” de estas sociedades (Rico 104).  Este punto de vista proporciona al lector un legado cultural a partir del cual puede hacer inferencias sobre la política y encontrar implicaciones sobre el marco social de la época, y revela mucho al lector.  El individualismo del pícaro es sólo un elemento que proporciona al lector esta perspectiva única.  

La novela picaresca surgió durante el llamado Siglo de Oro español, con una prosa que combina tanto elementos realistas como la sátira para destacar los problemas y la corrupción dentro de las distintas clases de la sociedad, como el gobierno, la iglesia y otras instituciones sociales.  El estilo literario tradicional de la picaresca implica un personaje principal que es típicamente un joven y de clase social baja con un comportamiento rudo, pero que también posee un carisma especial y es muy inteligente.  El personaje sabe manipular cualquier situación a su beneficio.  Es una historia contada por un narrador en primera persona que “escribe su propia vida” (Rico 115) en una manera que “la autobiografía presentaba toda la realidad en función de un punto de vista” (Rico 116) lo que da a cada historia un sentido de credibilidad y autenticidad.  El narrador cuenta al lector su historia en episodios que cuentan en detalle sus encuentros con múltiples amos o individuos mientras viaja de un lugar a otro.  Contada en tono humorístico y con elementos de comedia, el lector se entera de los problemas e injusticias sociales del grupo o sociedad al que representa cada nueva persona.

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El vampiro de la colonia Roma

Es generalmente aceptado que La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades (1554) es el primer y más antiguo ejemplo del estilo literario picaresco.  El libro posee características literarias distintivas que lo distinguen como la obra fundacional del género.  Estas características han servido de base para muchas otras obras picarescas a medida que este género literario comenzó a extenderse y a cambiar a lo largo del tiempo y en distintos lugares del mundo.  Otros escritores han adaptado estas características y elementos estilísticos de la picaresca para crear y provocar un diálogo sobre los problemas y cuestiones sociales de sus propias sociedades.  Una de estas novelas que utiliza la tradición picaresca es El vampiro de la colonia Roma (1979), del escritor mexicano Luis Zapata.  La narración se enfoca en un personaje picaresco, Adonis García, que vive en la Ciudad de México de los años sesenta.  Zapata utiliza los elementos de la picaresca para destacar cuestiones controvertidas y complejas en torno a la identidad sexual.  Tanto Lazarillo de Tormes como El Vampiro de la colonia Roma comparten elementos de la tradición literaria picaresca a través de la elección de cada escritor para la estructura de la historia, la búsqueda de identidad del personaje y el poder del humor.

Los elementos que crean la tradición picaresca incluyen la composición estructural del relato.  Mientras que Lazarillo estableció el patrón de los elementos estructurales de la picaresca, Adonis García hace suyo esa fórmula.  Son personajes paralelos.  Ambos narradores cuentan la historia en primera persona, y ambos fomentan una sensación de empatía e intimidad con el lector.  Este estilo de relato tiene “las virtudes picarescas de la compasión y el compañerismo” (Parker 37). Los personajes comparten similitudes en el fondo porque los dos tienen una familia inestable.  Mientras que la falta de familia de Lazarillo se debe principalmente a razones económicas, los padres de Adonis han fallecido cuando él era aún muy joven.  Ninguno de los dos cuenta con el consejo de sus padres, que normalmente sirve para ayudar a los hijos a establecerse en la vida.  Los dos personajes tienen hermanastros y los dos son “personajes desarraigados y marginales” (Parker 39) en su sociedad.  Viven al margen de lo que es aceptable u honorable en su entorno.

Cada una de estas novelas está narrada en diferentes episodios.  Utilizan diferentes recursos literarios para marcar estos episodios, pero cada una está dividida en siete secciones para diferenciar los segmentos.  Lazarillo cuenta al lector su viaje mientras está al servicio de varios amos que representan las diferentes clases sociales o jerarquías de su tiempo, mientras que Adonis, cuya historia es una transcripción de su historia contada auditivamente a una grabadora, utiliza la ortografía y las pausas de su voz en la narración para distinguir una sección de la otra. Lazarillo viaja de un lugar a otro y aprende varias lecciones de los diferentes amos a los que sirve.  El lector aprende de estas historias sobre los temas realistas del día en la vida de Lazarillo y puede ver la injusticia y la desigualdad en la que vive Lazarillo.  Sin embargo, Adonis se queda principalmente en un lugar.  Viaja un poco, pero el lector aprende principalmente de la historia de Adonis a través de las relaciones y encuentros que cuenta mientras intenta sobrevivir en un entorno que está fuera de lo que se acepta como normal o típico en su sociedad.  Ambos personajes se encuentran con gente de toda condición, desde la élite social hasta la clase baja.  Lazarillo trabaja para el escudero mientras que Adonis sostiene una relación sentimental con uno de sus clientes, el diplomático Zabaleta. Lazarillo trabaja para los lideres religiosos que ostentan el poder en su sociedad, mientras que Adonis tiene encuentros con la policía que representa los poderes municipales en su sociedad.  Los escritores de ambas novelas permiten al lector conocer todos los estratos de la sociedad a través de los personajes que estos narradores conocen.  De este modo, los escritores utilizan a estos narradores para revelar un mensaje al lector referido a la política y la dinámica social de la época.  Expusieron las realidades y los retos que experimentaba la gente corriente, que la mayoría de los lectores pueden comprender y con los que pueden identificarse, lo que hace que la conexión entre lector y narrador sea aún más íntima en un intento de provocar el cambio social.

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En ambas novelas los escritores utilizan la búsqueda de identidad de los personajes para resaltar esta necesidad de cambio social.  Tanto Lazarillo como Adonis viven en una sociedad en la que son marginados y viven al margen.  Ambos se caracterizan por su búsqueda de satisfacer deseos tanto físicos como psicológicos.  Mientras que a Lazarillo le motiva su necesidad de sobrevivir y satisfacer el hambre física, a Adonis le motiva su apetito sexual.  Sin embargo, ambos personajes están motivados por la necesidad psicológica de autodeterminación.  Ambos personajes buscan su propia definición de quiénes son como individuos.  Como dijo Fenimore Cooper en la cita mencionada al principio de este ensayo, esta búsqueda de la individualidad es parte de lo que hace a estos dos personajes tan fascinantes para los lectores.  Cualquier lector puede identificarse con su búsqueda de independencia y de un lugar en el mundo.  Esta búsqueda forma parte de la condición humana.  Estos dos narradores interactúan con su entorno y buscan su lugar; sin embargo, emprenden esta búsqueda con enfoques o visiones del mundo diferentes, aunque la crítica social del escritor tiene el mismo propósito en ambas obras.  Ambos escritores quieren provocar el cambio, pero las limitaciones dentro de las cuales estos dos narradores pueden moverse son diferentes.

El personaje de Lazarillo comienza su historia como un niño ingenuo e inocente.  Es forzado a entrar en el mundo donde debe servir a un hombre adulto, mientras Adonis hace su propia decisión para conocer a los individuos de la historia.  Lazarillo tiene poco poder en contraste con sus amos, pero Adonis tiene el poder de elegir una vida de prostitución porque le parece más fácil que el trabajo convencional.  Ambos personajes viven fuera de su sociedad, y proporcionan perspectivas al lector.  Ambos son conscientes de la posición que ocupan en el mundo.  Aunque este estatus de outsider es cierto para ambos personajes, Lazarillo tiene limitaciones de convención social que Adonis no tiene.  El objetivo de Lazarillo en la vida es eventualmente adaptarse a las normas sociales del matrimonio y establecerse en el sistema patriarcal.  Al final de la historia de Lazarillo, le dice al lector, “Y con favor que tuve de amigos y señores, todos mis trabajos y fatigas hasta entonces pasados fueron pagados con alcanzar lo que procuré: que fue un oficio real, viendo que no hay nadie que medré, sino los que le tienen” (Lazarillo 98). Adonis, sin embargo, no expresa ningún deseo de establecer un plan para el futuro.  Se contenta con vivir el día a día, con pasar el momento.  Le preocupan los estereotipos de la sociedad.  Se resiste a conformarse con los estereotipos ampliamente aceptados.  Aunque tiene una moral que podría ser cuestionada por el lector, tiene claro que su sentido de la identidad es el suyo propio.  No se siente cómodo con las definiciones de los demás.  Al principio de la novela, Adonis cuenta a los lectores un sueño en el que ve las caras de otros hombres homosexuales.  Explica cómo los rostros en el sueño cambian entre heterosexual y homosexual, ambas definiciones externas de identidad.  Sin embargo, al final de la primera sección, Adonis termina diciéndole al lector, “me empecé a sentir muy incómodo” (Zapata 15). Adonis no está dispuesto a que la sociedad le imponga una identidad.  Quiere tener total libertad e independencia para definir su propia identidad sexual.  Para Adonis, incluso las definiciones de “buga” o “gayo” son demasiado estrechas.  Dice a los lectores, “¿quién es totalmente buga?” (Zapata 51).  Lo que implica es que, para él, las dos categorías son demasiado restrictivas.  Adonis no definirá su sexualidad según la definición de su padre, que implica a dos personas, un hombre y una mujer, que es la definición convencionalmente aceptada de los roles sexuales en la sociedad.  Adonis explica al lector, “pues como que es una cosa de dos personas o más si se quiere pero que no debe salir de esas dos o tres o seis personas porque a nadie le puede interesar a nadie la debe interesar ¿verdad? lo que esas personas hagan con sus vidas privadas, ora sí que el amor es asunto privado ¿no?” (Zapata 28-29).  Los dos personajes, Adonis y Lazarillo, experimentan una evolución a medida que avanzan en la sociedad, y siguen desarrollando un creciente sentido de la independencia.  Valoran la libertad por encima de todo, ya sea por sus acciones en rebelión contra un amo o como Adonis que “era mi propio jefe yo desidia lo que tenía que hacer y con quién” (Zapata 71), o para ganarse la vida y sobrevivir en el mundo.

Aunque estos personajes tienen diferentes limitaciones en su búsqueda de identidad, también comparten similitudes.  Tanto Lazarillo como Adonis son muy conscientes de su aspecto exterior y de la imagen que representa.  La ropa, el atractivo y el adorno son importantes para ambos personajes.  Lazarillo admira el vestuario del escudero.  Parte de su trabajo al servicio de este señor se centra en cuidar la vestimenta del escudero, que forma parte de su identidad.  Lazarillo describe al escudero y su aspecto con admiración, “Tornola a meter y ciñósela, y un sartal de cuentas gruesas del talabarte.  Y con un paso sosegado, y el cuerpo derecho, haciendo con él y con la cabeza muy gentiles meneos, echando el cabo de la capa sobre el hombro y a veces so el brazo, y poniendo la mano derecha en el costado, salió por la puerta” (Lazarillo 56).  Adonis también se preocupa por su imagen.  Es consciente de su atractivo y lo utiliza a su favor.  Demuestra confianza en sí mismo de forma juguetona.  El lector puede verlo cuando Adonis conoce a su primer cliente.  Dice: “así es que dije ‘este va a ser mi primer cliente’ y si ¿ves? paso en su coche una vez y luego volvió a pasar y me hizo señas de que lo siguiera?” (Zapata 60).  Adonis confía en su capacidad para atraer a otros hombres.  Se hace el tímido con este cliente diciéndoselo al lector, “ni que yo fuera corredor olímpico” (Zapata 60), cuando sigue el coche del cliente que se interesa por él.  Ambos conceptos de lo que es atractivo se definen en el contexto de la sociedad en la que viven, pero tanto Lazarillo como Adonis están preocupados por su imagen.

Adicionalmente, ambos personajes hablan de su intelecto o “street smarts” en sus interacciones con otras personas en sus historias.  Lazarillo y Adonis alardean de su capacidad intelectual para burlarse de los demás.  Lazarillo cuenta a los lectores cómo es capaz de robar comida y vino a su amo con varios trucos, “con una paja larga de centeno, que para aquel menester tenía hecha, la cual, metiéndola en la boca de jarro, chupando el vino lo dejaba a buenas noches” (Lazarillo 14). Adonis también siente superior a los demás y presume de sus “trucos” sexuales.  Habla al lector de la demanda de sus servicios, “hay gentes a las que veo muchísimas veces ¿no? ahorita por ejemplo tengo un protector que llevo más de un año de estarlo viendo miércoles y viernes” (Zapata 66). Ambos personajes se ven a sí mismos como fuera del grupo y superiores, mientras que utilizan un lenguaje común y autodespreciativo para explicar esta perspectiva al lector.  Adonis le dice al lector: “yo simplemente trato de hacerles un buen trabajo de que queden satisfechos (Zapata 66); emplea la ironía verbal para contrastar con esa habilidad sexual que le mantiene la demanda tan alta.

Este humor es un elemento común en las dos novelas.  Los escritores de ambas historias manipulan el lenguaje para que los lectores se entretengan y comprendan a la vez el mensaje que se encuentra en el doble sentido de las palabras y las acciones de los personajes.  Ambos narradores emplean juegos de palabras y un enfoque optimista en sus historias.  El tono de ambas novelas es aventurero e irreverente, pero el lenguaje utilizado en cada narración es diferente.  Las palabras de Lazarillo son mucho más formales y modestas, mientras que el lenguaje que utiliza Adonis es vulgar y escandaloso.  Las palabras de Lazarillo son convencionales en su forma, pero poco convencionales en el mensaje, mientras que Adonis es un inconformista en ambos aspectos.  Sin embargo, aunque el lenguaje es escandaloso, la humanidad del personaje es semejante al de Lazarillo.  Ambos son cercanos al lector porque ambos forman parte de circunstancias que mucha gente puede entender.  Ambos escritores utilizan este formato porque “el género picaresco alcanza proyección universal” (Parker 41), y los lectores pueden establecer una conexión.  El escritor utiliza la ironía situacional como parte del humor para transmitir esta conexión a través de la voz narrativa.  Los personajes se encuentran en situaciones opuestas a la norma, y el lector puede encontrar humor en la yuxtaposición de los personajes y las situaciones.  Por ejemplo, cuando la policía aborda a Adonis en la calle, y supone que van a acosarle y robarle el dinero.  Sin embargo, la situación no es lo que parece a primera vista.  Los policías están allí para tener un encuentro sexual.  El narrador incluso reconoce esta ironía de la situación cuando dice, “o al revés ¿no?” (Zapata 94). Este giro de los eventos está destinado a inspirar humor porque ahora Adonis ha permitido al lector entrar en la broma.  La situación concluye de una manera inesperada. Otro ejemplo es cuando Adonis y René están en el autobús con el ciego.  Adonis dice: “estábamos divertidísimos de ver a un ciego gayo” (Zapata 91), pero en realidad, el ciego mete mano a René porque cree que René es una mujer.  Adonis y René creen que el ciego es gayo.  Tanto el ciego como Adonis y René se equivocan en sus suposiciones.  Lazarillo también llega a dar cuenta de que sus suposiciones son incorrectas, lo que resulta gracioso para el lector. También el lector sabe que Lazarillo es engañado en su admiración por el escudero. Es gracioso por el lector porque ha sabido todo el tiempo que Lazarillo está equivocado.  Cuando está con el escudero, Lazarillo por fin se da cuenta, “Este, decía yo, es pobre, y nadie de lo que no tiene” (Lazarillo 64). Al decir lo obvio, el escritor pretende que el lector encuentre humor en la situación y puede ver la ironía del escudero que es tan admirado, pero que en realidad no tiene nada y sobrevive con la comida que le proporciona a Lazarillo.

Los escritores no sólo utilizan esta ironía situacional, sino que también emplean la ironía verbal para minimizar las heridas y enfermedades de los protagonistas con el fin de provocar la risa con sarcasmo.  Tanto Lazarillo como Adonis experimentan sufrimiento físico, pero ambos narradores minimizan esta enfermedad o herida física con humor.  Lazarillo sufre una herida en la cabeza a manos de su primer amo, un ciego que debe cuidar de él.  Sin embargo, el ciego “tomar venganza” a Lazarillo “con toda su fuerza” y le da a Lazarillo un “golpecillo” (Lazarillo 16). El escritor utiliza un diminutivo de la palabra para minimizar el impacto de esta herida.  El humor es casi físico y situacional (“slapstick”) para el lector.  Adonis también minimiza las enfermedades sexuales que contrae en su historia.  Cuando Adonis se entera de que tiene una enfermedad sexual le dice al lector: “y bueno, pero ya ahí que muera ¿no? me estoy cayendo del sueño” (Zapata 79). No demuestra la preocupación que probablemente debería por su propia salud.  Su sarcasmo pretende ayudar al lector a encontrar humor en la historia.  Zapata utiliza este tipo de sarcasmo y autodesprecio a lo largo de toda la novela.  Tanto Lazarillo como Adonis son optimistas y recuerdan su historia para el lector de forma positiva y una manera juguetona.  Aunque los eventos de las historias son muy serios y realistas, los narradores adoptan un enfoque que engancha al lector y cautiva la atención bajo el disfraz de la aventura y el humor utilizando sus propias palabras.

Tanto Lazarillo como Adonis tienen mucho que compartir con el lector.  Los escritores de estas dos novelas utilizan elementos similares de estructura, así como manipulan el uso del humor y el lenguaje para llevar al lector a lo largo de la búsqueda de identidad de los personajes.  Ambos personajes quieren vivir la vida en sus propios términos y de una manera independiente y autodefinida.  El concepto de libertad personal y autosuficiencia es la norma moral de estos dos personajes.  Aunque la sociedad tiene reglas establecidas, tanto Lazarillo como Adonis encuentran hipocresía y desigualdad en las normas sociales de la sociedad.  Estos dos personajes son antihéroes que valoran la autodeterminación y la humanidad por encima de todo.  Aunque otros dicen que también defienden estos valores en forma de honor, educación, religión y otras instituciones, tanto Lazarillo como Adonis experimentan en carne propia la corrupción y los prejuicios de sus sociedades.  Al final, el individuo debe sobrevivir por sí mismo, y debe encontrar la tranquilidad y la paz para sí mismo.  Como dice la cita de James Fenimore Cooper al principio de este ensayo, el “greatness of character is dependent on individuality” (183), y la lucha por el individualismo es parte de lo que ha ayudado al personaje de Lazarillo a seguir vigente durante mucho tiempo. También es parte de lo que convierte a la tradición literaria picaresca en una fórmula de la que otras obras como El vampiro de la colonia Roma puedan comunicar un mensaje de cambio político y sátira social.  La voz del pícaro es poderosa, y sirve para plantear preguntas difíciles a los lectores y sirve como una “sensación de descubrimiento, espejismo” (Cabo Aseguinolaza 13) para provocar la inspiración de un cambio para mejorar la sociedad.

 

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Obras citadas

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Anónimo, El lazarillo de Tormes. Edición de Francisco Rico. Cátedra, 1987.

Cabo Aseguinolaza, Fernando. “La construcción de la picaresca”. El concepto de género y la

literatura picaresca. Universidad de Santiago de Compostela, 1992. 

Cooper, James Fenimore. The American Democrat, or Hints on the Social and Civic Relations of

the United States of America. H. & E. Phinney, 1838. 

Parker, Alexander. “Génesis de la picaresca”. Los pícaros en la literatura. Trad.

Rodolfo Arévalo Mackry. Gredos, 1975.

Rico, Francisco. “La novela picaresca y el punto de vista”. La novela picaresca y el punto de

vista. Seix Barral, 1970. 

Zapata, Luis. Las Aventuras, Desventuras Y Sueños de Adonis García: El Vampiro de La

Colonia Roma. Penguin Random House Grupo Editorial, 2024. 

 


Amy Jo Harrell is a graduate student in the Spanish Language and Literature program at University of Texas, Permian Basin. She received a M.Ed. degree in Curriculum and Instruction from Regent University in Virginia Beach, VA (1998), her B.A. degree in English and Language Arts from Old Dominion University in Norfolk, VA (1996), as well as an endorsement in Gifted Education from the University of Virginia in Charlottesville, VA (2013). She also holds an education endorsement in English as a Second Language (2022). She is currently a high school teacher for gifted students.