ISSN 2692-3912

Inicio Blog Página 15

Circo existencial frente a la cámara negra

0
Digital StillCamera

 

I. La violencia que amedrenta a un individuo o destroza a una comunidad ha perdido impacto en la realidad a causa del filtro del mundo digital. En cuanto las redes sociales, o los sitios de video reproducen la catástrofe, ésta pierde su relevancia y se convierte en material que instantáneamente puede ser desechado del imaginario colectivo. Recordamos las imágenes atroces de las guerras del siglo XX en gran medida por la limitante para conocer la profundidad de la desgracia. Vietnam es una guerra mítica porque su historia se ha narrado a cuenta gotas entre cientos de documentales, cada generación descubre linderos por recorrer para reorganizar la historia y construir una sola verdad que perdure, a través de los hechos, en el tiempo.

II. Para que la violencia como suceso histórico sacuda a una sociedad, se necesita del silencio, de momentos de incertidumbre que convoquen a la reflexión del hecho atroz y se generen respuestas contundentes. Hoy, la masacre de una comunidad que es documentada por los medios, los peritos que atienden el caso, los policías que rodean la zona, el transeúnte con ínfulas de reportero, y los allegados de las víctimas, todo en el mismo espacio y tiempo, entorpecen la explicación del momento y este se torna espectáculo, se vuelve comedia.

III. En términos militares, cuando se habla de Teatro se nombra a un territorio sobre el que se dan las batallas de algún conflicto armado. En este instante, el Teatro digital que habitamos es por mucho el más salvaje, no por la concentración de la tragedia humana en él, sino porque el exceso informativo anula la comunicación utópica, la comprensión de los conceptos y las palabras a tal grado que somos animales sin sentido de existencia. Vivimos un solipsismo impuesto por la modernidad de la cual escaparemos únicamente cuando atenten contra nuestros derechos o nuestra vida.

IV. Necesitamos de la violencia y su silencio. Poner un solo rostro al muerto, un nombre que defina a la tragedia. Una violencia que podamos estudiar sin la tecnología digital. Kent Anderson, escritor estadounidense veterano de Vietnam, hace una formulación excepcional para acabar con toda guerra: pónganle nombre y apellidos a los soldados, a esos reclutas que perderán la vida por la patria. Con eso, dice, se crearía conciencia de quién muere por nosotros. El Teatro digital al que le hemos brindado todo el poder nos ha convertido en yonquis que necesitan del viaje para jamás abrir los ojos a las tragedias verdaderas… en este sentido la apuesta de Anderson se invalida… en su mayoría en esa oscuridad la gente tiene nombre.

V. Violencia aplicada. Hay momentos en el día en que pienso estrategias para encumbrar a gobernantes. Me divierte la idea. Alguna vez pensé que, si mi candidato estuviera al borde de perder las elecciones, le pediría que se dejara navajear por un agente controlado por nuestro grupo. Cuando apuñalaron levemente a Jair Bolsonaro, el presidente de Brasil, me desilusionó el hecho de que alguien más pensara lo mismo que yo, pero me entusiasmó el resultado: victoria neta a partir del fanatismo controlado y consumada por las redes sociales. Ahora nadie recuerda el suceso porque, una vez en el gobierno, el personaje es irrelevante y la navaja apenas entró sin causar una verdadera revolución… debió convalecer más días para acentuar el dolor en el pueblo, para ser un mártir hecho y derecho a manos de la violencia política del enemigo.

VI. En ocasiones debemos ver de frente el horizonte ambarino al amanecer, entender que estamos vivos, que somos parte de la existencia salvaje y voraz fuera de los servidores, respirar y decir: está bueno, seré parte de este mundo.

VII. En este momento histórico, trágico y veloz, cualquier pelea política, social, barrial, hogareña es inocua a simple vista en el mundo real, pero tiene en el estadio digital su campo predilecto para hacer de la nimiedad un problema de Estado. Las dos arenas de la realidad, que simétricamente se conjugan, son pasiones que se nutren y equilibran regalándonos “ídolos” al por mayor, en esta sustitución de lo humano en el ciberespacio paradisiaco que vivimos con entereza y que nos brinda paz emocional.

VIII. El mundo digital es un museo de muertos sin seguidores. En ese vacío oscuro de lenguajes programáticos están grabados los nombres de los ciudadanos que no fueron Titanes; discursos y videos a los cuales regresamos remotamente para redimir con la burla su arcaísmo. Los canales digitales son vías de crisis que proyectan hechos, causas y efectos a tal velocidad, que sustituyen nuestra capacidad para hacer lo más básico: cuestionar. Ese mundo de fibras ópticas es un artefacto político intangible, un arma maquiavélica de segregación social, justo lo que en principio se quiso eliminar, o nos dijeron que se eliminaría, pero es, ante todo, un medio que se nutre del sentimiento puro y vivo. Es el innegable motor de nuestra existencia [en el encierro].

IX. Greta Thunberg es un caso insigne de la sustitución de realidades, es una quimera generacional incendiaria, una mujer nacida ya en la era digital. Dicho sea de paso, hay que tratarla con cuidado, polariza opiniones por su edad y no puede ser criticada abiertamente. Sí, en efecto, estuvo afuera del parlamento sueco manifestándose en contra del cambio climático, y esa imagen fue la revolución. Gracias a eso, participó en foros internacionales sobre el medio ambiente hasta llegar a la ONU, presentación de la cual sólo se recuerda su frase “How dare you?”, que supuestamente cimbró a los líderes mundiales. La joven sueca enloqueció a una generación sentimentalista de jóvenes y adultos activistas natos de las redes sociales que la tomaron como una voz por la cual apostar, una virgen, que condensaba el idealismo de seres pasivos que olvidaron cómo organizar las marchas después de la euforia. Hasta el momento he visto sólo una fotografía de la activista con una planta en la mano, hay más fotos de ella viajando en trenes y cruzando el Atlántico en un velero de lujo (¿cuidando así al medio ambiente?). En términos clásicos: demagogia pura. No interesa lo que diga la activista acerca del cambio climático, son obviedades, que conciernen sus publicistas e ideólogos, genios de la mercadotecnia que rindieron a millones de jóvenes y adultos ante Greta, ante la presencia del ídolo digital equiparable con una incuestionable divinidad cuya furia e indefensión sería un pecado no respetar. CNN la incluyó como analista para hablar acerca de la pandemia, lo cual es incomprensible. En cuanto al Coronavirus, ¿cuál podría ser su aportación al debate? La ciencia no se rinde a los sentimientos. “How dare you?”.

X. Nuestros sentimientos son los que encumbran a estos personajes idolatrados desde la realidad hasta el paraíso digital y su reducto. Parafraseando a John Stuart Mill, no importa cuan equivocados estén estos ídolos (digitales) o qué actos cometan, su defensa cae en el ámbito del sentimiento, y contra eso no existen argumentos lógicos válidos para desenmascararlos. Es interesante la figura del ídolo digital porque es un dios que escucha, desde su paraíso, un dios que está presente y que contesta a las plegarias con mensajes automáticos que generan hermandad. Tenemos tantas ganas de un poco de amor.

XI. Durante siglos el lenguaje y su letanía se ha estudiado con la seriedad propia del problema, para comprender que cada siglo renueva las teorías filosóficas y literarias en torno a las palabras, lo que nombran y sus límites. Desde la disciplina matemática que habla del lenguaje como una ecuación más de la lógica, hasta la postura metafísica que insinúa que todo lo que nombra una palabra existe, nos ayudan a comprender que por medio de las palabras estamos atrapados en una prisión que nos ciñe al contexto de la realidad. Por eso hay quienes guardan silencio, para eliminar el probable destino al que lo lleven sus vociferaciones. Aunque la pasión por pronunciar los vocablos es tal que termina por condenar al héroe… en términos clásicos es su error trágico.

XII. ¿Cómo podemos escapar a la trampa del lenguaje, a la mentira discrecional de la época y los actores que la proclaman para generar realidades extraordinarias pero falsas? La pregunta es pertinente porque la respuesta sugiere un continuo progreso idealista, como si de un juego de naipes se tratara, que baraja conceptos como: bienestar, justicia e igualdad, entre otros, que no logran consumar el deseo general de la sociedad que busca el bien común, pero que siempre están en un juego sinfín. Si los ideales se consumaran, la mentira social no tendría razón para existir. El juego político radica perversamente en instaurar la ilusión del progreso duradero, aunque inmóvil, creando espejismos y empatías ciudadanas. El lenguaje inclusivo y su progresismo es una trampa.

XIII. El adoctrinamiento cristiano que reza: “todos iguales ante la mirada de Dios”, es una fórmula ideal para el engaño social. ¿Realmente nos interesa ser iguales? En un sentido estrictamente existencialista no me interesa estar en comunión con los demás, ser igual a los otros. Si como ser humano renuncio a mi necesidad espiritual que conlleva una fuerte dosis de egoísmo, cedo pues mis ideales a otro que podrá saquearme a diestra y siniestra. Mi obligación dentro de la sociedad me exige a no claudicar mis intereses por los de otro, a no ser políticamente correcto. Hemos cedido demasiado poder al gobernante, al ministro, al presidente y con esto renunciamos a vivir en sociedad porque sus objetivos no impulsan el progreso social en sí mismo.

XIV. Me impacta el miedo que vivimos, que se acentúa con la pandemia. Miedo a la caída de la economía. Miedo a la pérdida de la libertad, a la muerte por el virus y cómo no tenerlo. Miedo a no poder soñar más. Parte de este miedo radica en la nula renovación de las figuras políticas de los últimos cincuenta años, los mismos rostros continúan gobernando y pasaran la estafeta a sus vástagos. Mientras no se dé ese cambio continuaremos en la mediocridad ideológica decimonónica. No cederé mi voto a futuro a nadie, por ejemplo, que provenga de cualquier casta rancia. La pregunta que debo hacerme es si existirán ídolos nuevos, otras ideas que me inciten a dejar de ser un niño perdido en una isla sin destino. La furia que identifico en mí es la misma que sienten varios miles de individuos que se hartaron del estupor del cadáver sobre el escenario presidencial.

XV. Previo a este exhausto momento histórico de encierros, desde hace años, se fue acentuando una profunda censura auto impuesta gracias a las miles de voces que rondan los pasillos digitales de las redes sociales, a las que la gran mayoría tenemos contacto sea por cuestiones laborales o divertimento, situación que se agravó con el confinamiento. En ese universo etéreo al que cedemos con gusto nuestra alma, toda palabra es campo minado. ¿Acaso vale la pena la auto censura por algunos buenos comentarios de personas que nunca conocerás? La ilusión de ser queridos y aceptados es bastante deprimente. Aún más deprimente es no ejercer el derecho a disentir por miedo a las hordas de salvajes que en un fuerte ejercicio de auto complacencia se erigirán como seres morales superiores que exigirán con su dedo flamígero tu condenación eterna.

XVI. Abandonemos toda proposición filosófica acerca del mundo digital. Partamos en principio de lo físico. Crecimos leyendo revistas, no hablamos de literatura en este momento, vimos miles de horas de programas televisivos, consumimos millones de imágenes previo a la aparición del mundo digital que nos vendían una ilusión, ustedes decidan la pasión que anhelaban, nos deslumbraron miles de escenas cinematográficas que forman parte de nuestra experiencia. Durante décadas consumimos rostros perfectos, cuerpos idóneos, y aprendimos las palabras correctas para entablar una conversación. Nuestra existencia ha participado de ilusiones que nos mantienen con vida, felices o infelices, pero en equilibrio. El cuerpo de la mujer sobre la página nunca estuvo desnudo, sino que el corrector que retocaba la imagen se encargaba de eliminar la ropa que cubría a la modelo; no en todos los casos, no hay motivo para sufrir, pero el fundamento erótico y sexual de millones de adolescentes estaba basado en la habilidad del retocador de la imagen. Oh, desventura.

XVII. ¿Acaso vale la pena la auto censura por algunos buenos comentarios de personas que nunca conocerás? Repito la pregunta por la pertinencia. Una de las grandes ilusiones que nos ha vendido la modernidad del siglo XXI es que somos buenas personas y por tanto tenemos la capacidad, por esa gracia divina, de crear mundos salvajemente felices siempre que sea en el espacio digital, el campo de acción de las buenas conciencias que fortalecen la idea de la corrección política que todo lo destruye. En ese mundo digital e incluyente ocurre lo mismo que en cualquier marcha a ras de calle con templete. Se corre la voz: habrá una marcha por los derechos de las personas a disentir por cualquier tema social, me interesa. Perfecto. Soy el participante número 50 mil en la caravana, pero jamás llego al templete, ni conozco al que está sobre las tablas lanzando sus consignas. No sé si mis necesidades son expresadas con coherencia por ese individuo. Me pregunto por qué está él en el templete. ¿Quién lo puso ahí? ¿Quién es? ¿Por qué estoy en medio de la masa si mi voz no se escucha? Si no conozco al que lleva la voz sobre las tablas, ¿por qué me sumo al movimiento? El primer error es pensar que formamos parte de una comunidad.

XVIII. En el mundo digital rara vez llegamos a entender bien a bien dónde se inicia el movimiento que puede o no jugar en nuestra contra. ¿A quién le hablan las buenas conciencias o nosotros mismos? En el último lustro es normal que cada año se publiquen por lo menos uno o dos videos con celebridades, cineastas, escritores, libreros, líderes sociales, entre otras figuras donde aparecen en escala de grises con voz afectada y silenciosa, arrojándonos a la cara algún crimen cometido, una injusticia, alguna postura política o iniciativa social. Por supuesto que es válido y se deben atender las problemáticas que nos afectan o no a todos; pero la pregunta es ¿a quién le hablan? En alguna ocasión lancé esta pregunta en redes sociales y una activista me contestó que “cada quién lucha desde su trinchera”, pero el mundo digital, por vasto que parezca, atiende a una diminuta fracción de los seres humanos, por tanto la trinchera es ínfima. Si haces activismo a favor de las comunidades pobres en la sierra Tarahumara, por ejemplo, tal vez estos últimos deberían estar informados para no sentirse utilizados, porque, de otro modo, el majestuoso video en blanco y negro se torna en un objeto exótico e ilusorio que explotan las buenas conciencias que no viven el agravio por el que pretenden luchar en esas reuniones donde obtienen la validación social.

XIX. Participamos de un momento en el que la ficción mueve al mundo. Emocionante. La corrección política es la consumación de la hipocresía exacerbada y validada por la masa; y es la hipocresía en sí, la falsedad, el pilar sobre el que se construye la ilusión de nuestra pertenencia en la sociedad, espartacos sin convicciones que reaccionan a cualquier provocación. ¿Acaso no entendemos que, mientras más permitimos que la presencia del mundo digital permeé en nuestra cotidianidad, en el mundo real, propiciamos que las problemáticas que nos atañen se diluyan por querer defendernos en el mundo tangible con las mismas reglas que en el paraíso digital? No olvidemos que las bestias no engullen unos y ceros.

XX. Cada día que pasa nos alejamos más de nuestra naturaleza, lo cual es un peligro. Si negamos nuestras pasiones, terminaremos convertidos en seres pusilánimes que harán de una cueva su hogar. No somos ni seremos una comunidad porque en la médula de nuestra existencia somos animales salvajes que luchan por sobrevivir e intentamos, a nuestro pesar, domesticarnos como idiotas al vivir de lleno, hablar de lleno, pensar de lleno con las reglas del mundo digital, donde la imbecilidad es aplaudida y el valor se diluye en diatribas contra el día soleado que no debe asomar por la ventana porque no deja ver la pantalla.

XXI. Considero que estamos en un momento enrarecido en el cual la frase imperativa es que: debemos estar del lado correcto de la historia. Confieso que al nombrarlo como “lado”, me pierdo en la terminología y no sé cuál es; y tampoco sé si realmente quiero formar parte de eso, por lo menos de manera consciente. Es interesante descubrir cómo el orden natural de las cosas, de los discursos, se va modificando gracias a una suerte de revisionismo que todo lo reordena y somete al escrutinio público, pasado por el tamiz del estadio digital que pronto toma protagonismo en el mundo real convertido en normas políticamente aceptadas que someten a la libertad, no conceptual sino práctica. Con este revisionismo se anulan las posibilidades de polemizar acerca de un tema debido a que toda palabra fuera de la norma infiere error.

XXII. Escuché un debate acerca del racismo y su relación con la comedia, o su mala aplicación en ésta. El argumento que utilizó uno de los participantes, que también es actor, fue el siguiente: “Debemos hacer comedia desde otro lado” y continuó explicando el profundo racismo y clasismo que existe en el país. Todas eran verdades absolutas. Aunque el argumento de “solucionar las cosas desde otro lado” es vacío y no significa nada; entre celebridades y gente del espectáculo que opina, es la herramienta ideal de escape que les brinda la libertad de expresión. Está al nivel del “yo no sé, pero algo debe hacerse”. Si no sabes nombrar lo que propones, no tienes idea de lo que defiendes, y hay que tener cuidado porque entonces el esfuerzo por denunciar es vano.

XXIII. “Gentleman”, la última película del director inglés Guy Ritchie, tiene un momento que define perfectamente esa comedia “desde el otro lado”, o que al menos yo interpreto así. Un gitano le dice a un negro: “Oye, negro estúpido, ponte a entrenar”. El negro contesta, “me estás diciendo ‘negro estúpido’, no puedes hacer eso porque es racista”. Un tercer personaje con autoridad reafirma: “No, esos son los hechos, eres negro y eres estúpido, además, no se refiere a la raza negra, sino a ti y, si no me equivoco, te lo dice desde la relación amistosa que ambos tienen. Así que podrías llamarlo ‘gitano idiota’”. Definir y explicar el contexto desde dónde surge el chiste ayuda a eliminar toda polémica desde la inteligencia. Cosa que no ocurre con la gran mayoría de temas que la horda intenta desaparecer del imaginario por el nulo reconocimiento de contextos discursivos. Reparo en este ejemplo porque es ideal desde la cultura pop para abordar cómo funciona tanto la libertad de expresión como la verdad que pudo haberse manipulado desde el inicio.

XXIV. Mientras entendamos la Corrupción como el mero acto de delinquir seguiremos remando en el fango. Aceptar que nuestras virtudes son fallidas es impensable, lo cual es un error trágico. Ante la pregunta: “¿Es usted corrupto?”, valdría la pena contestar: “Bajo qué contexto”. No tengamos pena… no podría lanzar la primera piedra.

XXV. El pueblo, nuestro pueblo, los pueblos, consideran que las clases medias y altas son corruptas por su posición y por las prácticas ejercidas para lograr la riqueza virtual; aunado a esto, las acciones empresariales y políticas no ayudan a desmitificar esta noción que puede ser un tanto pedestre. Por su parte, las clases privilegiadas argumentan que la falta de educación de los individuos en pobreza o pobreza extrema es uno de los motivos que potencian la corrupción en esos estratos. En ambos casos las clases sociales acuñan y llevan a la práctica, sin miramientos, actos de corrupción según sus postulados morales y éticos; en este sentido, lo mejor es no apostar por los baños de pureza. Defender desde nuestra más profunda condición social que la Corrupción como idea no forma parte de nuestra cultura y de la cultura mundial es pecar de idealistas.

XXVI. El concepto de “Corrupción”, según el diccionario de la Real Academia Española, se define como: la acción o efecto de corromper o corromperse; vicio o abuso en las cosas no materiales; práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellos en provecho, económico o de otra índole. Asimismo, “Corromper” significa: alterar o trastocar la forma de algo; sobornar a alguien con dádivas; pervertir a alguien; echar a perder, depravar, dañar o pudrir algo. ¿Entonces de qué hablamos cuando hablamos de corrupción? ¿Qué acepción preferimos?

XXVII. Desde Aristóteles, sólo para ceñirnos al canon, la corrupción ha formado parte de la discusión política que se conceptualizaba desde la descomposición del hombre del pueblo que tiene deseos impostergables. Dicho de otra forma, el hombre se corrompe en su moral, la ética es un solo quebranto más o la eliminación de una barrera para lograr los deseos individuales más profundos. Maquiavelo en su libro “Discursos sobre la primera década de Tito Livio” comenta que no existe una sola definición de Corrupción. Asimismo, considera que para definir la Corrupción se debe estudiar la moral relacionada con las pasiones e intereses del individuo por poseer cosas, poder, riqueza. La Corrupción entendida no como herencia sino como una pasión encorsetada. Para Auguste Comte el Estado en sí mismo es un canal que invita a la corrupción arropada por su sistema organizacional, por las pasiones de los individuos que lo conforman. Si la corrupción corrompe y pervierte, perdemos pues toda virtud de la cual echamos mano para lograr la honorabilidad social que nos mantiene unidos a un círculo, grupo o generación, aunque esto es falso.

Pienso, y acepto las consecuencias, que la masa de la cual formamos parte sin importar las clases sociales es corrupta. Por supuesto, cualquier conciencia que presuma su buena moralidad puede increpar estas palabras; sin embargo, ejerzamos nuestro derecho a realizar un ejercicio de honestidad.

XXVIII. Cerremos aún más el contexto y hablemos del Nepotismo: esa desmedida preferencia que cualquiera de nosotros (con un ápice de poder) tiene para con un familiar cercano y se abre el contexto al amigo, aliado político, estudiante de la academia, entre otros tantos ejemplos que dan cuerda al movimiento social que jugamos. Lamento informar que esto también es una variante de la corrupción, un ancla de la cual es difícil escapar, nuestro pan de cada día.

XXIX. Durante las marchas, mítines masivos en las explanadas a nivel nacional que se daban como protesta contra el despertar intempestivo de la violencia en México por la estrategia Felipe Calderón Hinojosa, llamaba mi atención que la misma avanzada artística, intelectual y civil que pedía (y pide hasta la fecha) el cambio de estrategia para luchar contra el crimen forma parte, en su mayoría, de las bases económicas que dan vida al crimen organizado. Entro al ámbito moral/ético en este sentido: ¿Acaso las drogas, la cocaína, la mariguana, el cristal, los psicotrópicos et. al. utilizados/consumidos en la tertulia bohemia donde se compone y redirecciona el mundo desde el idealismo (democrático, humano, artístico, zapatista, feminista, anárquico), crecen libremente en los árboles de las ciudades que husmean los perros? Más allá del alcohol, toda droga está prohibida en el país. Así pues, ¿a qué juega el pueblo cuando pide la eliminación del crimen organizado, pero sigue manteniendo sus actividades lúdicas, que rayan en la criminalidad y soportan el entramado contra el que protestan? No veo la lógica ni un ápice de verdad… es un terreno pantanoso. En varias ocasiones, al plantear esta idea, la respuesta es: ¿cómo puede afectar a la sociedad que compre un gramo de coca?

XXX. Las marchas, las declaraciones de los intelectuales mexicanos o políticos, los videos en blanco y negro por causas “justas”, los lamentos públicos de los líderes de opinión o protagonistas de la sociedad mexicana sin importar su estadio de proyección, que forman parte de la polis renegada e idealista que financia al crimen con su consumo, forman parte del placebo cultural que necesita del lamento para sentirse útiles, necesarios, empáticos y exculpar así sus procederes con la sociedad.

XXXI. En su exégesis, placebo se define como andar, caminar… errores más, errores menos, pues las versiones de la traducción latina son varias, pero todas surgen del versículo noveno del salmo 114 que dice: Placebo Domino in regione vivorum, que puede traducirse como Caminaré en presencia de Dios/Yahvé por la tierra de los vivos. Este era el versículo leído por las plañideras contratadas para llorar a los muertos ajenos. Así pues, el ejercicio artificial del llanto por el llanto fue llamado placebo… aquello que se cree verdadero en su juego artificial.

XXXII. Para manifestarse y ser escuchado en el ejercicio pleno de la democracia, valdría la pena hacer una revisión como cultura, primero, de las problemáticas sobre las cuales nos manifestaremos con pleno uso de razón y causa. Ser plañideras, nosotros mismos placebos sociales autoadormecidos ante el sistema que pretendemos, no derrocar, sino hacer recapacitar en beneficio del pueblo, conlleva una fuerte dosis de catarsis y reconocimiento de nuestra verdad como seres humanos dentro del aparato político y social al que pertenecemos.

XXXIII. Al no reconocer la hipocresía de nuestros procederes sociales y morales, caemos en la trampa de la artificialidad cual plañideras, lloramos las causas de otros sin sentido alguno con el mero objetivo de jugar el rol de “buena gente”, pero formando parte del problema que pretendemos erradicar. Demasiadas buenas conciencias comprometidas con no comprometerse. Retomando a John Locke respecto a su interpretación de las virtudes, este dice que “amar la verdad por la verdad es la parte principal de la perfección humana en este mundo, y el semillero de todas las demás virtudes”. No somos virtuosos como sociedad, nuestras verdades pueden significarse más en la mentira… El crimen y la corrupción forman parte de esta sociedad tan democrática y madura a la que pertenecemos. Antes de llorar valdría la pena pensar si verdaderamente duele eso por lo cual sufrimos, o si tan sólo jugamos a ser parte de la avanzada progresista que busca la notoriedad siempre vestidos de manta.

XXXIV. ¿Qué hay del privilegio? En principio, podemos hacer una apología del privilegio ganado, ese que se obtiene empezando desde abajo, propio de mujeres y hombres que pican piedra, sin romanticismo, y se colocan por encima de las circunstancias adversas en determinado momento, se tragan las humillaciones, forjan carácter y triunfan. También están los otros privilegiados, quizá herederos de los ya mencionados, que llegan al mundo con preceptos ingenuos donde el merecer es innato. Estos, en la gran mayoría de los casos, son un tanto miserables pues, al creer que todo les pertenece por su condición dinástica y autoengaño de mérito forjado en solitario, pisotean a otros que luchan como lo hicieron sus padres por lograr la subsistencia; peor aún, no reconocen sus acciones, la disculpa es una palabra desconocida. Se victimizarán para justificar sus procederes continuos y lastimeros ante los de su clase, quienes los exculparán, apelando al discurso del “sentir”, del “vibrar” por encima del “deber”, de la “civilidad” de confrontar su errores. Oh, mediocridad. Oh, cultura. Oh, todos ustedes… me lavo las manos.

XXXV. ¿Es corrupción el privilegio? Digamos que es un excelente motor para generar caos en las entrañas del pueblo. Sus significados están entramados de manera sutil y debatible. Unas de las acepciones de la corrupción, según la Real Academia Española, se limita a definirla como “la práctica consistente en la utilización de los medios (en provecho y a favor) económicos o de otra índole por parte de los gestores”, mientras que el privilegio es por definición “la ventaja exclusiva o especial que goza alguien por concesión de un superior o no, o por determinada circunstancia propia”. La frontera es tan delgada que las interpretaciones son interminables, por eso mejor acudir a la neutralidad del diccionario. De los privilegiados, Martin Luther King Jr., comenta que jamás renunciarán voluntariamente a su condición y a ejercer su derecho a sobrevivir a pesar de todos; incurrirán tarde o temprano en actos consecuentes de corrupción. Retomo entonces a Orwell: ¿Acaso estamos preparados para confrontar nuestros procederes desde nuestro privilegio? No lo estamos porque no creemos ser privilegiados de facto. Es un concepto tan complejo que vivimos de manera grata en una mentira que disculpa el escarnio de nuestro bienestar a costa de los demás.

XXXVI. ¿Son nuestros objetivos y deseos más importantes que los sueños del otro, que los privilegios del otro? Es una pregunta válida que debemos hacernos cuando el duende de la corrección política, el activismo, la ejecución artística y empresarial, toque a nuestra puerta y nos pida ser honestos eliminando las bohemias y el lenguaje inclusivo. El privilegio equipara su accionar con una antropofagia social curiosa pues la frase “el hombre es un lobo para el hombre” define de lo que se trata ser humano a pesar de los demás. Pero no debe existir la culpa… ése es el acertijo.

XXXVII. Me interesa ahondar en el juego de las palabras que construyen ídolos, generan privilegios sobre personajes áridos, dan poder a los bufones vueltos mesías. Quienes hayan padecido por las dinámicas de confrontarse con seres mejor posicionados en el mundo, aquellos que hacen del privilegio su carta de presentación y razón de ser, entenderán que el engaño es una de las herramientas fundamentales para eliminar todo rastro aparente del juego de jerarquías desde el privilegio.

XXXVIII. Cuando hablo del agotamiento o fatiga intelectual me refiero también al vértigo propagandístico del que formamos parte (a veces de manera inconsciente y en otras consciente) disfrutando del momento en su embriaguez. Me he sorprendido en más de una ocasión actuando de manera instintiva, sin razonar de inicio las problemáticas que deseo explicarme al escribirlas. Es una tarea fundamental. Ser fiel a uno mismo y apartarse de la manada debe ser un ejercicio cotidiano, de lo contrario, nos volvemos irracionales por la seducción de formar parte de la maquinaria, ese imperfecto engranaje donde respiramos y vivimos. Ser aceptados es nuestro demonio contemporáneo como suma a “el carácter es el demonio del hombre”.

XXXIX. Al ver el panorama actual, y no me refiero sólo al político, tengo un sentimiento profundo de formar parte de un espectáculo sin precedentes orquestado a la perfección y sobre el cual no existe un control establecido. Escuchar las diatribas generalizadas de los medios de comunicación más las voces iracundas del pueblo y el discurso autómata político es demasiado ruido; un casino intermitente que aleja de nuestra naturaleza las ideas que nos dan identidad. Esta nueva “Teogonía” mecánica, además de digital y merolica, está bastante alejada de los principios de Hesíodo en su concepción lógica de los dioses mitológicos. Hoy todos somos dioses, lo cual es un problema porque compartir la fe entre tantas divinidades automáticas tarde o temprano nos convertirá en herejes radicales.

 

 

Hugo Alfredo Hinojosa is a playwright, fiction writer and essayist, he won the National Fine Arts Award for Literature, in Mexico; his dramatic work has been performed in the United States, India, Mexico, New Zealand and Chile. He was a member of the Royal Court Theatre in London, and was a scholarship holder of the Foundation for Mexican Writers as a playwright. He is currently preparing his first book of short stories.

Poemas

0

 

 

FIGO

Nadie
volvió
al
barrio
con
la
piel
de
grizzly

el
concepto
del
juego
gira
entorno
a
una
mariconera
vacía

budas
cuya
luz
interior
ilumina
sólo
su
patio
y
prende
si
alguien
la
prende

un
miembro
más
lo
convirtió
en
secta;
lo
triste
es
que
ni
la
droga
nos
unió

ojalá
tuviera
dinero
para
gastarlo
en
super
poderes,
viste:
hasta
para
pedir
fuimos
pobres

el
odio
que
tengo
es
amor;
pero
lo
cambiaría
por
el
jersey
de
iscariote
con
nombre
y
número.

 

 

ELCOCK

La
criti
del
rancho
da
el
feedback
de
ancil
elcock

ahuevo
de
menos
como
deal
si
dice
que
no
tiene
bascula.

obvio
es
un
problema
estructural

bajo
el
fundamento
basico
del
pressin
te
cagaste

primero

vendrías
con
las
explosiones
en
el
cielo
y
la
verdad
es
que
te
encontramos
por
tus
tenis
de
lucecitas.

se
quedaron
en
el
primer
enganche.

 

 

AVENIDA DE LAS TORRES

 

Ahora
está
sobre
un
altar
de
bloques
y
madera,
la
troca
que
transportaba
a
nuestro
equipo
de
futbol
amateur

 

una
ford
78
que
entristece
todo
el
barrio

 

una
ford
78
con
placas
amarillas
como
los
pepesa
del
chato

 

una
ford
78
anacronica;
que
todavía
veo
partir
la
avenida
de
las
torres,
rumbo
a
canchas
de
grava:
si
cierro
los
ojos.

 

 

como
necesitabamos
ese
gol
ó
yo
lo
necesitaba
mucho;
dijiste
mientras
repetías
el
sombrerito
de
nery
castillo
a
brasil
en
la
computadora

no
tengo
clara
la
fecha
pero

que
meses
después
te
irías
de
la
ciudad
y
que
era
verano
porque
el
olor
a
lila
se
metía
a
la
casa
como
un
perro

tardes
modorras
en
las
que
sostuvimos
el
sol
con
la
cara,
todo
se
moría
en
su


que
aun
esperas
tu
ataque
de
habilidad;
convertir
piedras
en
balones

lo
siguiente
es
redención
de
pobre:
de ahorrarse
lo
que
se
gastó
en
droga,
sólo
tendríamos
la
sobriedad;
esa
toma
aburrida
y
lenta
de
una
pared
descarapelándose.

 

 

RESFRIADO EN VERANO

Alberto
pide
una
caguama

luego
exprime
un
limón
en
su
garganta

antes
compramos
antibióticos
en
una
similares

funcionan
lo
mismo
que
el
jugo
de
limón;
pero
hay
que
tener
fe;
lo
que
sea
que
eso
signifique

es
como
el

de
manzanilla
para
los
alcohólicos,
lo
que
el
maleno
significó
para
el
barrio

otra
caguama
y
más
limón
pero
con
sal;
pinche
perro
con
su
collar
de
ajos,
pinche
tartamudo
persiguiendo
su
chicharra,
pinche
cactus
inventandose
una
sombra

recuento:
muelas
del
juicio,
resfriado
en verano
y
el
cartílago
de
las
rodillas
como
los
bravos;
decendiendo

alberto
descarga
trailers
por
la
noche
en
una
paquetería

tiene
una lesión
de
crack
y
casi
siempre
habla
en
verso

no
se
lo
digo
porque
estoy
al
telefono
anotandolo
para
ordenarlo
en
casa

nos
despedimos

ya
son
apenas
las
4
de
la
tarde;
la
cruda
me
va
a
dar
en
el
camión.

 

 

 

Eric Roacho Saldívar nació en Ciudad Juárez, México, en 1988. Forma parte del taller literario BISONTE. Vato es su primer poemario publicado en 2016, bajo el sello de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, por haber obtenido el primer lugar de la convocatoria Voces al sol. Escribe actualmente su segundo poemario, el más desafiante, titulado Cactus, en el que recopila escenas familiares punzocortantes.

Crossing the Square at Dusk (Poems)

0

 

Crossing the Square at Dusk

 

I don’t know when the square was begun

Or when it will turn to ruins.

For some it takes an hour to walk.

Others may take their entire lives.

Morning is a child, and nightfall is a dying man.

I do not know how long it takes to walk it at dusk,

Or how long it takes to gaze on the square beyond the sunset

Before I can stop this forever walking,

Before I can close my eyes.

When fast cars flash their dazzling lamps

I can see people crossing the square

In the enchanted morning hours…

I have seen their faces

Passing in the rearview mirror

In the early evening.

Yet a place that no one leaves

Is not a square,

Nor a place without anyone falling.

What leaves returns again,

But what falls, falls forever.

What we call stone

Multiplies and quickly stands…

Stones are neither like bones, which need only a hundred years to grow,

Nor are they as feeble as bones.

Every square has a head made of stone

Which allows those with empty hands to feel the weight of existence.

It is not easy for anyone to think and look up

With a head made of massive stone.

And the stone relieves us of the responsibilities of love and sacrifice

That weigh so heavily on our shoulders.

Many will cross the square bright mornings, stretching their arms

To tenderly embrace the wind,

But as evening approaches,

Arms become heavy.

The only thing shining is the stone in the head.

The only sword stabbed into the stone

Drops quietly to the ground.

The dark cold rises once again

And the high facades around the square

Dress in the fashionable costumes of porcelain and glass.

Everything grows smaller and shorter.

The stone world softly floats in a world reflected in glass

Which is like a dark thought scribbled down in a child’s schoolbook,

Something that may be, in a moment, torn out and crumbled into a ball.

Cars stream past the speed of a river flowing into the concrete institutions

Framed in the iron of unbreakable bones and rendering silence the shape of a loud speaker.

The ancient square disappears from the cars’ rearview mirror—disappears forever.

A square which is an adolescent, a first love, covered in acne…

A square which never shows up on checks or obituaries…

A square which bears its chest, rolls  up its sleeves, and tightens its belt…

A patchy square, scrubbed hard by hands…

A square which flows beyond the body in young blood, uses its tongue for licking, its

Forehead for knocking, adorned in flags…

The ancient, the fantastic, permanently vanished square

Is like a kind of pure, mysterious melting of snow

That shines by turns in the conscience and the eyes.

Some of it becomes the stuff we call a “tear.”

Some becomes hard like the stuff we call stone.

The world of stone falls apart

And a world of soft tissue ascends.

The process is like spring water passing through straw, depositing minerals

Leaving a space that is sealed and distilled.

Rainy days, I have grasped the handle of an umbrella,  high speed elevator…

And when I have returned to the ground I’ve seen the round restaurant opening

Like an umbrella, spinning over the city like a magic hat

Whose size doesn’t fit the head of a giant built of stones.

The arms that raised the square fall to their sides.

Today’s giants can only be held up by a dagger…

Does it penetrate something?  For example, once a fragile revolution

Begun with stirring a papers and ending in some posters?

There is no power that can bring two different worlds together for long.

A head posted time after time will eventually be torn down.

Half of the repeatedly painted wall is covered with a mixture of blood

And women bearing their legs…

And the other half is charming advertisements for growing hair on balding heads

And for the fitting of prosthetic limbs.

A baby stroller is parked quietly in the square at dusk and quietly having no

Relationship with this crazy departing world.

I try to guess that the distance between the baby stroller and the sunset is a

Hundred years. A measure nearly infinite.

Long enough to measure how long it takes for a confused and claustrophobic era

To cross the square.

The common anxiety of facing the confinement of four walls

Draws people into the square out of habit to exchange their loneliness for bright

Festivals…

But in the deep dwelling, in the silent gaze of love and death,

A vacant square of shadow is as treasured as a closed confessional

Only belongs to the heart.

If it is inevitable that we cross the inner darkness of the heart

Before crossing the square

Then now  the two darkest world will fit together,

The tough stone head be broken,

The sharp sword shine in the darkness.

If I can use the mystery of night cleaved in two parts

To explain the brightness morning trampled down to the ground…

If I can follow the footsteps strewn with morning light

To climb up as far as the giant’s shoulder in order to fall

Rather than rise up…

If the inscription engraved in the gold is not a eulogy, but rather

Something to be effaced and forgotten…

If the well tread square will tread on those who tread it, sooner or later…

Those who ever crossed the bright square in morning

With their black leather shoes

Will fall on the sharp sword

As heavy as the lid of a coffin is bound to fall…

The one lying in it is not me; neither those who walk on the edge of the sword

I never thought there were so many people who crossed the square bring mornings

To avoid loneliness and immortality.

They are the survivors of the era of claustrophobia, the days of confinement,

I never thought they would ever leave or ever fall,

But a square is not a square if no one falls or no one stands.

Did I every stand here? How long should I stand here?

After all, I am the same as those who fell.

I am not immortal.

 

Shoes for Athens

 

You have stayed here long enough

And now, finally, it’s time to go to Athens.

So many years you have walked barefoot across the fields

Looking for a pair of shoes left behind in a dream—shoes for Athens

 

But you took them off on a street corner in New York

And sold cast off handicrafts from the locals back home,

And the plaster footprints of animals

And wooden legs hacked off Spring trees—

Things that civilization finds quaint.

 

But the shoes of Odysseus

may not fit your American dream;

they may not be right for Athens.

Your shoes

Won’t help you understand Homer.

 

They won’t help you cross the ruined forests

And anyway who wants to buy shoes from the dead

Even if it’s with their own money?

How far is a pair of smelly old shoes willing to walk?

Will they ever grow feet that fit?

 

Close your shoe store. Try to imagine

Grotesque monsters wear respectable shoes

To respectable middle class dinner parties .

Try to imagine

A single pair of ballet slippers tiptoeing through the sleepless night

Of monsters.

 

Try to imagine a man who is still running after losing both legs.

Athens is a thousands of miles away….

The lonely long distance runner—prosthetic legs tapping

On the ground for years

While his shoes fly in the abyss…

 

Then you may decide you don’t want those shoes

For Athens.

 

 

Who Goes and Who Stays

–to Maria

At dusk, the little boy hides in a plant

And listens in secret to the insides of insects…

Really,

What he hears

Is the world without them—like the insides

Of machines.

The sunset rolled over like the wheel of a truck

Over his feet.

His father is a truck driver

Who dumped the stuff in his truck in an open field.

Then his father climbed down and was seized

By the silent beauty of the sunset.  He turned off

His phone, which was ringing, and said to the boy:

“Everything rolling across the sky has lips

but it only speaks to itself.   Listen to these words.”

The boy learns to eavesdrop on other people’s ears.

Actually, he didn’t learn to listen at all,

But he did hear a different way to listen,

Finding in his own self a deafness of sorts.

He became an imaginary deaf boy.

Is there, perhaps, another miraculous world of noise

Underneath the setting sun of mere mortals?

Is there anyone listening? Is there yet another sun going down?

Under the staggering sky the world goes mute

And no one answers their phone.

Machines and insects can’t hear even a heart beat.

Even the plant in which he has hidden

Is uprooted, and the boy’s deafness becomes the setting,

The order of things, indeed even homesickness.

The truck wasn’t working

So his father was busy fixing it

While his mother slept for a while, hugging the setting sun,

Just for a little while.

We do not know the coming of night.

We do not know the coming of old age.

 

December 4th, 1997 in Stuttgart

 

 

Between Chinese and English

 

I dwell in a house of Chinese

Transfixed by characters,

Independent but coherent, swinging unbridled

With the singular rhythm of a machine gun.

With each burst they became simpler—

An arm or a leg fell off, an eye was shot out,

But they kept on, kept going, kept seeing.

This mystery fosters hunger

But grows days that are rich with food

That I share and chose with whom I share—those

Of my own race, with a native accent, an speech unified

Like crystal, mixing modern and ancient characters.

My lips are a circle of ruins,

My teeth are trapped in an open field;

They fall into a hollow, not touching the bones.

Such a landscape, such meat, Chinese feeds the world.

After I devoured my days, I gnawed on my ancestors

Until one evening, turning a corner

I saw a group of Chinese kids surrounding an American.

I guess they wanted to immigrate to the English language,

But English has no place in China, no home.

It’s only a lesson in school, a way of talking, something on TV,

A department in a college, tests, academic papers—

The Chinese and pencils go together, writing lightly

They take up the eraser’s whole life.

After so much ink, glasses, printers and lead,

English rolls up China’s beautiful gowns of antiquity

And now we are used to abbreviations and “diplomatic” language,

Western food, knives and forks, even western medicines like aspirin.

These changes never mean anything to our noses or skin.

Like a toothbrush every morning,

English walks all over the teeth to make Chinese people white.

In ancient times, people died from eating books,

 

So I brush my teeth everyday, letting the water relate to what is clean

And what is poetry.

Then I have a sense of taste—a flavor that speaks

in idioms.

Brushing is about my hand, too: it reaches into the English language

To separate the middle finger from the index to make the sign of victory—

A kind of Nazi-like euphoria they feel.

A cigarette falls to the ground and what is left is snuffed out

Like history.

History is a war with a stutter—the Third Reich, Hitler…

Maybe the crazy man shot and killed Shakespeare and Keats.

I’m sure the Oxford English Dictionary belongs to the aristocracy,

And there’s also a kind of English that is armed to the teeth—

The English of Churchill and Roosevelt

Whose metaphors destroyed all sense of beauty,

Exploding in Hiroshima and Nagasaki.

I saw piles of Chinese characters turned into corpses

Because of the Japanese language.

Yes, I read about this time in history, feeling very suspicious.

I’m not sure which is more ridiculous, me or history.

 

What has really happened between Chinese and English for more than a hundred years?

Why have so many immigrated to America,

Working so hard to become yellow and white, still regarding their language

As a divorced ex-wife or a home reflected by a broken mirror?

What has really happened?

I dwell in Chinese, and I’m lonely…

Talking to people who live in books.

I dwell in Chinese and think about America

And wonder why my countrymen want to go there…

Why change the very image of a man into a sound?

 

 

The Refusal

There is no need to hoard or harvest.

This fruit just fell off the trees…

This shoal of fish emblazoned by the sun

And the flock of birds crashing into our foreheads

Are enough for a life time.

 

There is no need to grow up

Or live forever…

Some days flow from within us

And blow gently, blowing tears back into their faces,

And rooftops sink beneath the waves.

 

The heart’s grip warns us

That life is a clenched fist brandished over our heads.

There is no need to deliberate or surrender

When the blade cuts out the innocent tongue

And truth is hard to swallow, hard like a knot in the stomach.

There is no need to appeal or shuttle backwards and forwards

To the sound of bullhorns.

 

There is no need to make promises or eulogize.

The bullhorns of rhetoric are a threat to the world.

They conspire in our ears,  secretly plot, and steal…

So we tremble and grow weak and refuse the spirit inside.

There is no need to be strong.

 

There is no need to be eulogized or cursed by any other name

And no need to be remembered.

The heart stops beating in everyone’s heart

Shaping its blood and bones, growing powerful…

There is no need to punish the body

When its skin is hanging from the bones.

 

There is no need to forgive or sympathize.

Vagabonds are always wandering;

Farmers are always getting nothing.

There is no need to contribute

So there is no need to acquire.

 

Farmers believe the wife of the dry land

Is a man made of corn

When hunger whips them down with a leather strap.

For this, there is no need to search for the seed of a rose

Or a tear…

No need to exchange the son of corn for our hunger

Only to see him betray his ancestry.

Beauty

This is a night when even the bones are soft…

Even the smallest ripple of water is asleep in the earth.

She hangs her head and wears the water for a mask,

And the water deepens the pain behind her eyelashes.

 

It is the first night she lies down on the water.

Invisible moonlight is clean, pure…

We see the bloodless and the pale blown by the wind

Burning into her head and covering up everything.

 

The piano’s unpolished grains

Jostle in the air like  silk.

Does she regard the first snow as too proud

Because it glitters like the tears of a diamond tiara.

 

Her soft hands play a requiem for dreams—

All night floats in her reflection…

So dark that her eyes are just too bright,

And for one night blind for forever.

 

But her beauty does not make us ugly,

Or her cold laughter when we are full of tears.

Everyone has been happy once

Before they cared too much for memories and sank into sadness

and beauty.

 

Silence

I stopped singing under an oak tree in winter.

All night the snow fell like sky sheltered by the oak.

It didn’t stop till morning…

A black horse that once sang in the wind never came back.

His eyes were deep and dark like a night, inside them

A vast prairie pooled in their tears.

Then time darkened to its end;

The gusting wind blew the black horse back to the sky;

It blew bones into fruit.

Exposed to the wind, the tree was torn from the ground.

 

THE LAST PHANTOM : A SUITE

  1. Strawberry
  2. Moon, Vase
  3. The Sunset
  4. The Black Crow
  5. The Butterfly
  6. The Rose
  7. Daisy
  8. The Comet
  9. The First Snow
  10. Autumn
  11. The Old Man
  12. The Scrolls

 

  1. Strawberry

If strawberry is fire, she will be the younger sister’s snow…

She gives her mouth to someone, but she loves another…

No one has said if strawberry existed before it was given away;

My wanderings, my beginnings began when strawberry began…

Crowds of children run to the sea with bright red windy thoughts

Of the sea into the wind.

Tiring out, they turn and glance back thoughtless

–what a beautiful, vacant moment!

 

I was young then, my mouth filled with strawberry.

Green grass has long since faded from my memory—as well,

I held back my tears, a boy

With parents on my back crying my heart out to the sky.

I slip back into the dark clouds where he cannot see me.

The loneliness of two when shared becomes a half.

Can a strawberry be passed on by a first love?

 

I’ve had this headache since I was a boy.

Lovers turn purple when the moon is full.

It’s not the age of poetry.

Strawberry is only a proportion, a ratio

Between a mouth and a stomach.

Oh, the old dream never comes back.

Who will listen to my elegy?

 

  1. Moon, Vase

 

The vase was taken from my hand, but summer goes on as usual.

The vase thinks it can be my body in my absence.

Yet, except for the moon, I go nowhere—

Falling in love in moonlight is bad luck.

Did we ever have such a love?

The elegant moon remembers a ghost

Shining like flowers on tiptoe.

I see them, these new creatures, as ghosts in corsets

And cannot put a name to them.

The vase is intuition—it lets

The moon blossom under water, an illusion.

There the flowers sweep over like fire.

 

The body in the vase falls.  Its bones turn into music–

A song without end, the night has come

It’s one of many nights the moon waxes and wanes.

Uneasy, the soul flutters over shoulder.

When I am older, sitting, yearning at an old café,

Tears mingle in the glass, broken in the sound we cannot hear—

None of the moons where we lived and survived

And all of the vases we touched

Shattered on the ground…

Tell me, what, if anything, remains.

 

  1. The Setting Sun

 

Sunset gushed from my throat

Like candy dissolving in the mouth.

These images, obsessions, the spittle,

The circles of cosmos and the sunken circle and kiss

Is enough to blot out …with ink

As if a dark hand covered my eyes.

 

Oh, weary fire, abortive fire, invisible fire.

Nothing is true.

I saw the eastern shine of disfigured beauty.

 

A shadowy sunset reflects and lies about my old memories.

The horror it mirrors rises and falls in verbs—a wild wind

Sweeping over the roof, straying among the trees so feeble.

I walk from the root of the word into the setting sun.

He was once inside me,

Dizzied by a flash of light for the whole of his life.

 

The sunset is the apparition of a face between a  pair of legs.

It is the endless plea of the drowning body—

All that is left is doom itself.

All that is left is the warm blood.

Only the bones were beautiful.

I was frozen by a kiss.

The world is sinking and the sun, too high to reach.

 

  1. The Black Crow

 

Happiness is gloom, plagued by visions.

Wind is a masterpiece of surrounding skin.

So many faces wane, but autumn still loves

Like the sunset flashes across a forehead

That started out in pain, then cooled and withered away;

It is the ultimate love darkening and cooling in its vanishing .

 

But in our lives we never own the dark.

Sunlight pours forth crows.

Happiness is gloom when the moon falls on its sword

When our frozen limbs shed into yesterday like tears,

Fire and air were burning in the house

And the living room slid off of shoulders;

Quests who come and go sat in the embrace of crows.

Every crow has two kinds of tendernesses.

The vow, if it is not too late to say…

 

There is nothing more beautiful than a crow.

A naked woman burns from midnight to dawn.

 

The Butterfly

The butterfly, in its fire of self pity, has nothing whatever

to do with us.

Such emptiness from such a tiny body,

A helpless plea, with no strength at all—

Your dream is to free yourself from the butterfly,

But the butterfly itself is a dream,  deeper than yours.

 

Loneliness began with a lost brooch

That was pinned to your chest, waiting for twilight,

Waiting to hear a warm whisper and read again the old letters

When the evening lights came on…

It could not remember their faces anymore.

 

Were any dying at the speed of writing? Any

Entering at speeds of outer space? The night you read

Those letters the brooch was lost—a butterfly

Flew away and flew back changed into an omen

Carrying something inside it that no one could explain.

 

A butterfly’s love lasts a day.

If  night is added, it will descend to a kiss.

Which is shorter? A life? Or a butterfly that is

for a day and a night.

The butterfly is too beautiful and cruel.

 

The Rose

 

After the first time it dies, there is no more rose.

The most beautiful is left for the finale—

A sharp flame stabs the forehead

And I fail to elude the fevers of hell’s fire.

The rose and the storm were one.

I know she yearns for young flesh,

But it is far more dark than we can imagine.

 

The rose of the past choked on its sobs

And perished the moment it opened like an ear

With the sounds spilling out.

The one’s that are in bloom—how long can they keep?

Love, like a rose, afflict so many lovers,

And now they are old like the cups we put away, out of reach

And feel empty when they fall from the shelf.

 

One rose is chosen from among them.

For her I will miss the fire in my sunset years.

If I am still writing then, she will be the agony of words.

I have written so many books that now nothing remains.

My life summarized in a word.

Just the first rose I caught the fevers from so many years ago.

 

The Daisy

The daisy’s yesterday trembled in the sun, suddenly shutting

A window that was breaking inside her.

I heard the voice of a baby blooming.

A dress like flowing water covered nothing

Like the daisy in the sun, desiring nothing in my arms.

A few teeth twinkle for no apparent reason.

A four-year-old girl want to eat gold.

 

A petal of daisy flashes across the top of the body;

Rain and memory flow into a dark corner,

Like a terrible pain crashing into the bones—

I come back, frozen through and through.

The daisies are everywhere, red like disease.

I smelled the fire, but the forecast is for cold.

One twelve-year-old girl put on her clothes.

 

The garden darted way, disappeared.

Sparely the autumn leaves fell

And the sun was… a defect… shivering.

For latecomers, the daisy is within reach of the moon.

It once touched the string before losing its memory.

The contents of the human body spill out from the heart of the flower.

The wind from the empty space left in its place, like wind from the valley—

The sound of a tear goes unnoticed.

A seventeen-year-old girl will be married to where?

 

The Comet

A brief streak of light shines at will.

Sometimes, the dark it brings is darker than itself,

Flickering till dawn,

But the life of the comet is fleeting;

And, suddenly, it dies.

 

From what height does a person fall?

A witness of airy nothing dives from the very top

To capture a trace of himself

Long after time has erased it.

I don’t know whether it is the very old or young who are vanishing.

Death is so complicated that I don’t dare die,

But how long can a so-called genius live?

 

Likewise, so go the names of comets.

Time just sticks out its jaw,

Compelling us to go on, farther, farther

Among the motioning hands of shadows at the edge.

I step outside—it suddenly lights  up.

I don’t think my eyes will flash so with such light—

It all happens so fast, nearly blinding me.

The First Snow

Snow catches the sun and throws it back.

When I looked back, I saw my homeland burning,

Like a fruit left on the bough—the food

That nourished me now burns.

Great beauties were taken from their homes

And kept in secret, loved in secret.

 

I stepped into another summer, but

Before leaving

I was already frozen, my face sluggish.

Then the snow fell.

That naked odor of plants

Crept across the day,

Bringing my every fantasy, paleness of fire,

Book of the Fire.

How amazing, the snow, falling!

Has anyone who has ever gone out in the snow

Ever come back?

 

Before I walk on the snow, names listen to me.

Storms rolled up into sheep that blew across my cheek,

But I didn’t notice.

In some day of my life it has always been snowing,

An emptiness I can’t tell the world.

There, the sun felt the essence of the cold.

Oh! First snow! Its forgotten and innocent beauty…

Why, now, does the first snow refuse to fall?

If it doesn’t, nothing will ever be pure.

 

Autumn

 

Let me fall into the arms of my family who abandoned me!

Fall on the vacant lands where I walk…

Encounters, which, in youth, are like flowers blooming

And filling the empty spaces with riddles.

He took in the sun for a while, then returned to the shade,

Too late to sing a summer’s eulogy.

Let me forget my first love.  Don’t let me cry in public.

Oh, dear Autumn, don’t be so perplexed.

Don’t let the past drift down like snow from memories.

Let some other past be shrugged off shoulders—

Trembling, cold in the diminishing light,

I am afraid I may mistake the fork in the road home…

Was that a boy approaching? Did he fall before he reached me?

Did the sun tear apart his day in the sun into two days?

 

When a garden is reflected by a slanting roof,

Then all gardens are just a dream I tear into mysteries,

My hands in the air…

Then I stop, feel a little sorry for myself, but

Knowing that it is autumn, I forgive myself.

Oh! My high toned heart! (I say to myself) Do not be so proud!

 

The Old Man

His posture bending in twilight makes us sad.

A gust of wind could blow him away,

So I keep him behind me.

Old age and youth—both are real, both innocent.

 

The landscape grows colder and lies quietly

In the window that no one bothered to close.

There are distant windows and silent surroundings.

There is a corridor that passes through mornings.

At both ends of the garden, a base (spelling) note sounds.

I should tether the tears together with pearls

In that snowy white, dazzling surroundings.

Those vague summers ago can’t stop looking back.

 

What did I see when I looked back against the wind?

The old man still following.

Wherever there is wind, there is an afternoon,

But the old man stumbled back to his room,

Leaving the Wind Boy to face the wind defiantly,

Holding the sun in his hands as it sank into the darkness

That blinds everything—if, what I saw

Is the old man lamenting the light.

 

Scrolls

Day, hollow eyes…

Words and light hide inside the body…

Hands, elongated, seem like they are lingering or sinking.

The eyes are close, determined:

The scrolls are about to be read.

 

When lights gather inside the dim heads;

Scrolls the length of arms snowed into misty visions.

That wisdom was evidently blind.

Days have no shape; they hide in bodies

If eyes never closed,

Who would be filled by a word one cannot speak?

 

When I am old, I will read with fire and hunger,

The hunger chased after by the fire, and the fire

Will be snow’s tongue.

In a mirror in the study in the next room, I see

Free birds conquering the sky with their scissors—that’s

What reading is.

Reading is putting scissors to light.

Tell them to draw water.  The gods are thirsty.

Knowledge burns like fancy costumes.

The times were living are impoverished,

But who dares tell the Emperor he is naked?

 

Chopin Nocture

You only listen to one,

Saving your ears for just this one.

One Chopin is enough for the world.

Who lingers in this nocturne?

 

You can play it again

As never before.

You can play it all night over

And over

Then never play it again for the rest of your life.

You can play Chopin, hit a wrong note…

You can play the empty resonance in the nocturne.

Just play the interlude which is like a journey to the moon.

Just play it pianissimo, the sunlight left behind by summer;

Or adagio, like walking out in an open field,

Like a heavy, hesitant snow about to fall.

You can die for years, walking around for a moment.

 

You can play Chopin as if there were no Chopin.

Let the nocturne be bedeviled by the sun.

The sound is like whispering where there isn’t an ear.

There’s no need to listen because Chopin cannot hear.

He would turn his back if someone listened

And, after all, this isn’t the age of Chopin—that

Nostalgia for heroes and castles.

 

You can play him as if you aren’t even playing.

Lighter, ever lighter…

Don’t let the fingers touch the air.

Don’t let them touch even a tear.

A tempest truly shakes our souls,

Even the softest, most gentle.

 

The Glass Factory

1

Between seeing and seeing, there is only glass.

Between one face and another the gap is invisible.

In glass,  matter is transparent;

The glass factory is a very large eye.

The work done there is the darkest part of it—out of its core

Shines the day.  Matter clings to its primordial tear

Like birds to shadows in fragments of pure light

Darkly giving back the flame—then the sacrifice.

A place that is filled with glass itself is not glass;

Rather it is something like spirit—just as

Air is nowhere because it is everywhere.

 

2

The glass factory is close to the sea

And knowledge of glass is knowledge of water

Becoming solid, cold, fragile:

This is the cost of transparency,

A secret language of waves which, when the moment I speak it,

Slips away…

Like cups, mirrors, tables for tea—

These manufactured things that surround me.

But I am still haunted by matter.

Life is desire.

Words slip away, exhausted

Before they become transparent.

Language is flight as it flies from emptiness to emptiness,

From lightning to lightning

In so vast a sky, beyond the small bodies of birds,

But the shadows of a lonely bird are the etchings

Of light upon the sea.

Is there nothing that streaks across glass more light than shadow?

Nothing that is deeper than the cut

Or harder that the point of the tool?

Is there beyond?

The fissures are seamless.

 

3

I come.

I see.

I speak.

Language and time are mixed up and confused

Like sand and mud,

And blindness emanates from the heart.

It’s the same inside the glass—

Breath inside the fire,

Flame of the heart.

What we supposed was glass transfigures—

Its mood in fire

Like two spirits meeting, comingling—

Two disasters enter into one infinite life.

Fire turns glass into frozen water

Like a simple truth or pent-up emotion.

Inside the fruit

At the bottom of the sea,  water never flows.

 

4

So this is the glass I see:

Still stone, no longer so hard;

Still fire, no longer hot;

Still water, no longer soft in its flow of time—

Shattered, though it no longer bleeds.

A kind of sound that never suffers from silence.

From lost to lost, this is the glass,  the price

Of language and time’s transparency.

 

5

In the factory, there are three kinds of glass:

Material, decoration, and symbol.

I’m told the origins of glass were miscellaneous stones.

And in the vacancy of stone, death is not the end,

But rather the first changeable fact.

Stone shatters to give birth to glass.

This is reality.

But there is an alternate reality

Which takes me to loftier dimensions, high horizons,

And in that reality, glass is just water that was, or is, simply

Becoming harder, more beautiful and more fragile—

All the grand things of the world

and their tears.

Autumn in Paper

Autumn and the moon appear in the paper.

Broken couples get back together

And fall in love with the sunrise of dreams,

Walking at sunset, sighing as if it were the first time

the sky is so deep.

 

It’s near the end of autumn,

But before it vanishes there’s a further beginning

That leads to a memory which has not yet come to pass.

Wind paints autumn with ink

 

And I smile and blow away the person in my eye,

Read the dark matter at the speed of reading a book

Till dawn, and I stop, look back,

Burst into tears of white snow and tar.

 

Ancient robes stand out—incredible!

The city of the future has enters the pen,

But in the country, this day last year,

An infant and fruit kept falling from the tree—

Seeds make no sound. Our walking is neither here

Nor there—the open fields,

Our walking on the sky through the autumnal ripples

In the fields—a thousand miles away;

I can still hear the light, the silence, those who passed away.

 

Hamlet

Staying in one role too long is lonely.

But it is just a ghost breathing behind the mask

Who hears applause from everywhere and hears too much,

Despite the sky’s serenity, without its waves.

 

He steps into the bright lights

But his inner darkness is a mystery to the audience.

An old man is still old even when there are no mirrors.

What a gorgeous Adonis faded into the old man!

 

Beauty forces him to defend his loneliness,

Especially the kind of beauty that urges us

inside out.

The steps of the usurper are urged on by beauty

To discover the dead who trample his body.

Regarding death, we can only live as if it were morning…

(as if flowers could bloom like an avalanche.)

The royal orchestra and rosemary leaves

Entwined, and his voice became jaded again.

The tempest grows smaller and smaller like a funnel to its vortex;

Its mingling reveals the rotting roots of the kingdom

Like  a variation on Pieces crawling up the edge of a sword,

Never so windy as dry skulls in an autumn wind.

The stage is set with the fictions of pure flesh.

The audience is indignant, helpless, impotent.

When the ghost of a young man is lashed like a whip,

When he walks across the stage’s bloody scene, the tears

Will fall.

 

And we, too, will cry, uncontrollably.

The strength of the dead is awakened in our bodies…

How quiet are the meadows under the sky,

How happy, how ignorant are those who walk in the meadows.

 

Spring

As a rose is more red than blood

It will darken in the black wound

And stop the world from lifting its left arm

Or from hanging by its side

Because what is held in our hands

Is not Spring.

 

As the flame grows brighter in white anxiety

It will also turn green in the eyes of someone dying,

Not for hate, but for love:

The love of spring like the claws of a wolf

That tear into the flesh!

 

Spring of closed lips, clenched teeth,

Hiss from a snake;

The wolf breathes in and out

The shadow and the hunger,

Twisting and quivering in his blood.

 

The snake coils around our necks.

Spring is a pack of wolves that rush to embrace us.

Like a drowning person who is thrown into a fire

And about to be saved,

Spring has the power to make love bleed.

 

Snake, wearing the moon, springs out of the flames

And the wolves fall and die on the flowers in love.

It’s not their fault, nor the fault of immortals, forced on us.

 

Evil grows… along with everything else

Rooting anywhere the dead can see.

There, hearts can see farther than the eyes

And hands disappear like smoke inhaled through the nose.

 

We cannot warm our hands on a rose,

Although the rose and flames meet

In the imagination.

Among the raised arms of salute,

There’s an annual blooming and the annual burning.

 

We cannot cure our black burns by cooling them

Even if the flames turn to water faster than lovers turn into water

And flames rise to the coldness of a kiss,

Once a year, plucked … once a year, extinguished…

 

Oblivion

The more remote it is, the clearer it becomes.

The Sky God is watching—the quickness of lightening

Sinks into the land’s darkness, the eyes flash gold thunder.

Since then, no light shrouds my heart where I cross a wilderness.

 

The wilderness of spring… The wilderness I walk on foot.

A man is forced to raise this wilderness with a hundred arms—

Horses, tempests fall, spread, echo like a petal

On some corner of the world or in some drop of an eye.

 

I never used to pray for so many tears.

Please, allow me to speak more softly than a cry.

Please, allow me to bend down to the earth

Which is more curved than my voice.

Please, allow me to kneel, bend over, and gouge out my eyes

Singing.

Why wait until you are blind to cry?

Who can see you when you are crying?

Who will care?

So broken and desperate, they cannot stop crying

So they ask others to cry with them.

 

At night the thieves never sleep and they are blind by day.

They steal the eagle’s cold blood from the sun

And stare into the sun into the sun as if nothing were there.

The light is oblivion.

The time I was desperate for… was trapped in my soul.

The time I sacrificed myself for … galls* me and I sing out, crying.

Time goes as deep as lightening goes into darkness, passing

Through the echo of another era,

A further, more oblique era.

The past was neither an echo,  nor anything we truly heard.

 

(The “galls…” line refers to an Ancient Chinese legend about King Gou Jian)

 

 

Open Monologue

In Memory of Ezra Pound

I die but you still live.

You know nothing about me

just as you know nothing about the world.

My face will be turned into a death masque, immortal,

To make you similar to each other:

Neither the self or others.

Ever apple tree I bless grows into an autumn

And grows hungry.

Every bird you see is my soul.

My shadow is more certain than light. (bright)

 

Books are my real burial ground—

There, your name are superfluous,

Quietly erased.

All eyes are open just to glance:

Without my songs, you have no mouth.

What you will sing and continue to sing

Is boundless loneliness, not songs.

 

In the Elevator

When the elevator is about to fall,  an apple falls

To add to imagination. If you squeeze yourself from the crowd

So you can come inside, you may be early to work.

The apple is still on the tree like the new generation refusing to grow up.

 

Do you think they will remain in the sky when the elevator falls?

If you arrive late to work, then just be later.

The meaning of the shift is like two seats side by side

Exchanging both luck and their addresses.

 

Power has a face soon forgotten,

Plucked from a deck of marked cards.

A person who earns more than others is always out of money.

He becomes ostentatious when in debt.

The smile is glued there.

I can smell its chemical change.

When you weep, it’s just pretend.

Do you really think that a tear has no bones?

 

Take your daughter to the Beauty Parlor—there

They can remove the natural beauty from her face.

Everything else is still growing old. Aging is only

A tremble of beauty becoming more beautiful.

All of this can only be explained by the heart.

The city comes to you, a heart attack.

Why today?

The apple falls.

The elevator comes to late.

 

 

 

Translated by Marlon Fick

 

Novelas chilenas en torno a lo narco: ¿Narcoliteratura o coartada?

 

 

Resumen

En el último tiempo las novelas policiales en Chile han tomado gran relevancia, sobre todo en sagas de famosos detectives. Estos son los casos de La sangre no es agua (2019) de Boris Quercia y Demonio (2021) de Roberto Ampuero, pero en estas novelas no solo se visibiliza el género policial sino que sus temáticas giran en torno a lo narco. Es por esto que la siguiente investigación busca identificar y comprobar si estas corresponden a la tipología de la narcoliteratura o si el uso de la temática descrita es el incentivo para una denuncia referente al marco cultural, político o social chileno.

            Palabras claves: Narcoliteratura, novela policial, Chile, revuelta social, migración.

 

Abstract

In recent times, police novels in Chile have taken on great relevance, especially in sagas of famous detectives. These are the cases of La sangre no es agua (2019) by Boris Quercia and Demonio (2021) by Roberto Ampuero, but in these novels not only is the police genre visible, also their themes revolve around the narco. This is why the following research seeks to identify and verify if these correspond to the typology of narco-literature or if the use of the described subject matter is the incentive for a denunciation concerning Chile’s cultural, political or social framework.

            Keywords: Narcoliterature, Police Novel, Chile, Social Revolt, Migration.

 

 

 

Introducción

El género policial en Chile ha tomado gran relevancia tras las sagas de famosos detectives, así como de célebres escritores que comenzaron a desarrollar un potente mundo literario ligado a la vertiente negra. En los últimos años del género policial, esto ha permitido reconocer la obra de escritores como Ramón Díaz Eterovic, Poli Délano, Roberto Bolaño, Roberto Ampuero, Marco Antonio de la Parra, Luis Sepúlveda, entre otros. Ante lo anterior, los protagonistas de sus novelas, mayormente detectives, permiten plantear una mirada crítica hacia la sociedad chilena, ya sea mediante la violencia o ciertas características que posibilitan reconocer temáticas tales como: poder, impunidad, dinero. De esta manera, junto a ello, las descripciones de lo urbano que rodea los escenarios de sus personajes, dan cuenta de una marginalidad con base en los códigos éticos de la sociedad que los rodea. Sobre todo en las novelas post-dictatoriales, las cuales focalizan su crítica en el ámbito político y el papel de las instituciones en el ámbito social (Memoria Chilena, 2021).

            De acuerdo a lo anterior, la novela que da inicio a la historia de detectives más reconocidas en este ámbito es La ciudad está triste (1987) de Ramón Díaz Eterovic, tras la participación del autor en la generación del ochenta, “[n]o es de sorprender que el elemento determinante frente al cual se ubican varios textos de Díaz Eterovic y los de gran parte de su generación literaria consista en el carácter hegemónico del discurso social de la dictadura militar chilena (1973-1990)” (García-Corales y Pino, 2002: 31). En consecuencia, su argumento trata principalmente de la desaparición de la hermana de Beatriz, por lo que el detective Heredia se ve inmerso en un enigma que no solo concibe un razonamiento deductivo, más bien, devela una violencia social en su resolución.

            Por ello, los escenarios políticos chilenos en las novelas recientes no temen dar cuenta de la relación con el periodo dictatorial del país. Tal es el caso de las trilogías de Boris Quercia y Roberto Ampuero, de modo que los detectives de ambas transitan entre paisajes violentos y cargados de críticas nacionales. Así pues, el/la lector/a chileno/a reconoce en sus pasajes una realidad de origen político. Es por esto que en la presente investigación, hemos escogido las novelas La sangre no es agua (2019) de Boris Quercia y Demonio (2021) de Roberto Ampuero, siendo ambas las recientes entregas de los detectives Santiago Quiñones y Cayetano Brulé.

             Asimismo, ambas novelas no solo responden a las características del género policiaco planteado en Chile, sino que también dan el paso para visibilizar la temática de lo narco. Para contextualizar, novelas como Hijo de traficante (2015) de Carlos Leiva y Matadero Franklin (2018) de Simón Soto, refieren a una cultura de lo narco en el que la conformación de mafias y relaciones familiares, “constituyen relatos contemporáneos que abordan de manera más o menos directa el narcotráfico y la violencia” (D’Ottone, 2021). Cabe destacar que esta narconarrativa nacional es aún objeto de estudio reciente para la crítica, por esta razón, la investigación que ha estado centrada en la literatura mexicana y colombiana, se abre paso a problematizar el tema con relación a otros contextos nacionales específicos.

            Es debido a ello que buscaremos comprobar si las novelas de Quercia y Ampuero corresponden al marco de una narcoliteratura, la que puede ser entendida según lo postulado por Santos, Vásquez y Urgelles (2021) como: “un género literario que reúne un corpus de textos ficcionales que abordan la problemática del narcotráfico como industria: desde la producción hasta el consumo” (17); o bien, si estos relatos utilizan esta temática para denunciar alguna situación en el país en las áreas culturales, políticas y sociales. Para llevarlo a cabo, se analizarán ambas obras en apartados separados. Se considerarán, a su vez, entrevistas de los autores, como material de apoyo y antecedentes relevantes para la comprensión de las novelas, así como otros artículos y textos de interés.

 

  1. La sangre no es agua: La situación migrante en Chile. Los crímenes de odio y la justicia en el país

La sangre no es agua (2019) es la última entrega de la trilogía de novelas de Boris Quercia que giran en torno al detective Santiago Quiñones. Este relato profundiza en una nueva serie de asesinatos y crímenes, los cuales desembocan en el asesinato y descuartizamiento de Angélica por parte de su marido, el detective García. Pero mucho antes de que estos sucesos tengan lugar, Quiñones se ve involucrado en otras investigaciones paralelas, las cuales se desarrollan principalmente en las ciudades de Santiago, la capital, y Valparaíso.

            Uno de los casos investigados es el asesinato del hijo del dueño de un restaurante chino, cuyo padre antes había sido apresado y encarcelado por tráfico de drogas. Lo narco se hace presente desde las primeras páginas, puesto que Santiago Quiñones descubre, gracias a la actitud sospechosa de otro personaje, el Cojito, que el restaurante seguía siendo utilizado para traficar cocaína:

—Despacio y con cuidado— le digo, dándole permiso para que muestre lo que sea que tiene en los bolsillos. Lentamente saca un puñado de empanaditas hechas en papel de cuaderno de matemáticas: el distintivo del chino, hojas de cuaderno dobladas como un origami. O sea que es cierto, siguen traficando. El Cojito extiende la mano como quien entrega un puñado de dulces a un niño en halloween. Yo estiro la mía y caen sobre la palma los wantancitos de coca. (Quercia, 2019: 41)

Dada la situación de Quiñones dentro de la Policía de Investigaciones (PDI) y su propia adicción creciente, aunque negada, hacia las drogas; se contenta con robar la cocaína y abandonar el cadáver del joven chino. Es a partir de esta situación, que la vida del detective corre peligro a medida que avanza la trama, pues se le exige que devuelva la droga robada, pero que Quiñones ya ha consumido.

            Es esta misma adicción que lo pone en aprietos inclusive dentro de su trabajo, como el momento en que van a tomar muestras de orina y de la cual logra deshacerse por un golpe de suerte, o el desmayo que sufre mientras realizaba una investigación en solitario tras esnifar un poco de cocaína. Las drogas forman parte de la vida del detective, tanto por los crímenes que debe investigar como en su vida privada. Ello puede evidenciarse desde la entrega anterior, Perro Muerto (2016), cuando estuvo a punto de caer en una trampa junto con Angélica, su amante. Quiñones se vio inmerso en un complot creado por otros policías para poder arrestarlo drogado, mientras él mismo investigaba lo ocurrido con su colega Jiménez tras su muerte:

—¿De dónde sacaste esto?— pregunto indicándole la coca.

—Me la dieron tus amigos de Valparaíso— responde ella.

Comienza a latir fuerte mi corazón.

—¿Qué amigos?—digo sospechando que se refiere a los de Asuntos Internos.

—A los que les contaste de nosotros. No te pudiste aguantar, ¿ah?

Nos siguieron después de la misa entonces. ¿La habrán seguido a ella ahora?

—Me dijeron que era un regalo, para que lo pasáramos rico— dice riéndose y se mordisquea los labios como para calentarme.

A mí la cabeza me empieza a funcionar a mil por hora. Caí redondito. Me tienen drogado hasta las cachas con la evidencia de los robos a los decomisos.

Voy hasta la ventana. En la calle hay un Fiat Punto gris estacionado frente a la puerta del edificio. Deben ser ellos. Esperan que salgamos, nos caen encima, nos pillan con la merca, nos hacen exámenes de sangre y listo. Nos cargan a Jiménez y a mí por los decomisos, se salvan de polvo y paja. (109-10)

Tal y como corrobora Vásquez Mejías (2021), “[e]n La sangre tampoco es el narcotráfico el responsable de los crímenes” (123). El tráfico de drogas que se realizaba en el restaurante chino pasa muy pronto segundo plano al descubrirse el verdadero motivo del asesinato del joven, el cual no era por un ajuste de cuentas en relación con la venta de cocaína, sino porque el cocinero del lugar sentía celos de él por una de las camareras. Esta misma trifulca es la que le da a García una excusa para engañar a Quiñones, y así evitar ser encarcelado luego de asesinar a su esposa, furioso tras conocer su infidelidad.

            Lo narco, en cambio, podría visualizarse como la puerta por la que se adentra Quiñones hacia su nefasto final, pero también se presentaría como una excusa para realizar diversas críticas a realidades que surgen en Chile, visibilizándolas. Es en medio de este giro de subtramas, como el romance de Quiñones y una joven migrante venezolana, Evelyn Serrano, que es posible desentrañar estas denuncias: pues tal como menciona Vásquez Mejías (2021) respecto a las denuncias al sistema neoliberal dentro de las novelas de Quercia, “[l]a incompetencia de las autoridades, la falta de oportunidades, la escasez de dinero, la ausencia de garantías básicas y el abuso por parte de los poderosos, propicia también la emergencia de delitos de todo tipo” (122). Y una de ellas, quizás la más importante, tiene relación con la segunda investigación en la que se ve involucrado el detective Quiñones: bajo el cargo de García, debía dar con las mentes detrás de “Chile Limpio”, un grupo que buscaba que “la mugre, los vicios, la delincuencia, el desorden, la prostitución, la lepra, las malas costumbres y las supersticiones ensucien la patria pura” (Quercia, 2019: 53).

            El primer asesinato causado por este grupo, en el cual el proxeneta colombiano Jeremías Coraza es la víctima al cortar su garganta por una trampa de hilo curado, llega a primera plana de los periódicos como un crimen racista. Su fallecimiento, no obstante, puede ser tildado de accidental, puesto que el sitio en el que el hilo había sido colocado, en una escalera de una galería muy concurrida, podría haber cobrado la vida de cualquiera. El segundo crimen es aún más premeditado: a partir del envío de comida envenenada a un cité donde vivían inmigrantes centroamericanos, “Chile limpio” buscaba acabar con todos los inmigrantes, hacer del país un lugar supuestamente mejor al cometer tales asesinatos, los cuales esta vez cobran la vida de niños, víctimas de este crimen de odio:

Al final del camino se descorre la última cortina de este teatrito macabro: sobre el suelo inmundo hay dos niños acurrucados como si fueran chanchitos de tierra y un poco más allá se ve un hombre, seguramente el padre, con el torso negro desnudo. Tiene el pelo cortado al ras, con dibujos de fantasía de color amarillo, y también debe bordear los treinta años. Está sentado en una silla con las piernas abiertas, los brazos cruzados sobre el estómago y el cuerpo doblado. No se mueve. Veo un charco pequeño de vómito entre sus piernas, desde su boca aún cae una gota de saliva espesa. Todos fueron envenenados. “Como ratones entraron a Chile, como ratones los exterminaremos”, decía el papel que enviaron estos desgraciados. (Quercia, 2019: 70)

Este homicidio deja a tres miembros de una familia muertos y a la joven madre, Azucena, sin esperanzas debido al daño que la harina envenenada había hecho en su cuerpo. Sus últimas palabras son una súplica para que sus hijos no coman el alimento, sin saber que ellos ya habían perdido la vida. Son casos de los que se espera resolución, pero al no encontrar a los culpables en una primera instancia, la justicia chilena, a cargo de la PDI, encuentra a otras personas que sirvan como chivo expiatorio para apaciguar a la población y a los medios.

            Esta clara denuncia, sobre todo social y cultural, muestra no solo la dura y difícil situación en la que viven los inmigrantes, muchas veces sin los debidos papeles al día, sino que también la pobreza que los rodea y que los lleva a aceptar una ayuda supuestamente benéfica que termina arrebatando su vida. El odio parece un claro recordatorio de cómo aún muchas personas en el país no aceptan el multiculturalismo y a la gente de otras naciones que han elegido, por un motivo u otro, a Chile como su nuevo hogar. Podría incluso relacionarse con lo postulado por Tijoux y Córdoba (2015) sobre la situación de los migrantes en Chile, en lo que podría denominarse un caso criminal cometido por el racismo y odio extremo:

Chile los atrae debido a una condición económica y política divulgada como exitosa, que lo sitúa como país seguro (y cercano), logrando que estos hombres y mujeres vengan a insertarse —cuando lo logran— principalmente en nichos laborales precarios. Sin embargo la sociedad chilena reacciona negativamente a sus presencias, las instituciones los ignoran y los medios de comunicación publican constantemente su peligro, difundiendo estereotipos basados en mitos que estarían interrumpiendo las rutinas de la normalidad nacional.

Los inmigrantes parecen entonces constituir la excepción construida por una política racializada que entiende a la “raza”, como un sistema de diferenciaciones hechas en su nombre. Es así como la inmigración deviene pura palabra no sujeta a su propio sentido, pues no contiene a todos los inmigrantes y señala únicamente a quienes ha armado para odiar, criticar y evaluar constantemente en razón de una “raza”, clase, color y sexo, que deja ver una ‘otredad’ negada. (7-8)

Es por ello por lo que Quiñones intenta atrapar a los verdaderos asesinos, incluso pensando en golpearlos, aunque ello le lleve a cometer un error y darle una paliza a un grupo de jóvenes católicos que sí intentaban ayudar y cuya fachada los criminales utilizaron para entregar el alimento envenenado. Es como remarca Vásquez Mejías (2021), pues “Quiñones sabe que la justicia no es dada por las instituciones, por eso cree en tomarla por sus propias manos. En La sangre, quiere asesinar él mismo a los homicidas de inmigrantes. Así, no se mueve por ambición o por deseos de poder, sino que desobedece a sus superiores con tal de defender a los más vulnerables” (117).

            Esta mezcla cultural se muestra en la novela de Quercia desde el operativo para atrapar a Coraza, de cómo la capital chilena ha florecido entre “los colombianos, los haitianos, los peruanos, los venezolanos. Por ahí distingo a uno que otro compatriota por el acento y confirmo que de a poco los recién llegados se han ido tomando las calles que los chilenos habían desechado. Uno se olvida, pero años atrás, el único negro que se veía en Chile era el que aparecía en ese aviso comercial de papel higiénico” (Quercia, 2019: 22-3). Y es que lo relativo a los migrantes no es casualidad, pues como el propio Quercia confirma en una entrevista a Javier García del diario La Tercera (2019), tanto lo relativo a la inmigración como la eutanasia “[s]on temas que me interesan. El cambio producido en la ciudad por la migración lo puedo ver en el paso de las tres novelas como si fueran capas geológicas” (García, 2019). En esta novela, lo migrante es central en muchas maneras, pero por sobre todo en lo relativo al crimen antes mencionado. Por ello, también en la entrevista no sólo menciona sus propias raíces y su familia, sino las situaciones que pueden generarse a partir de la violencia y el odio, y que ilustra en su escrito:

Hoy veo con preocupación cómo ciertas fuerzas políticas se aprovechan de la migración para cargarla con males que son endémicos del país, y así aglutinar a sus huestes mal informadas, frustradas y sobreconectadas, o sea fácilmente manipulables. Es cosa de tiempo para que aparezcan quienes crean que la solución es la violencia. Yo vengo de una familia de migrantes, mis abuelos llegaron con la esperanza de encontrar una mejor vida a un país que les abría los brazos. La historia de América es una historia de migración y así se construyen las grandes naciones. (García, 2019)

A modo de síntesis, lo narco en La sangre no es agua de Boris Quercia es utilizado como una excusa o incluso coartada, no solo como punto inicial de la novela y posterior sentencia del detective, sino que también para realizar claras críticas a situaciones sociales, culturales y económicas del país. En el caso analizado, específicamente se relaciona con la situación migrante, a partir de un crimen descarnado que realiza el grupo “Chile limpio” y en cuya investigación Quiñones se ve involucrado.

 

  1. Las incidencias de lo narco en la revuelta social de Roberto Ampuero

Demonio (2021) es la octava entrega que compone la saga del detective privado Cayetano Brulé, en esta ocasión, nos encontramos con un par de asesinatos que a simple vista parecieran ser un ajuste de cuentas. Sin embargo, lo que llama la atención del protagonista es que la víctima es un chileno que se encuentra viviendo clandestinamente en su propio país. Esto y el contexto de la pasada revuelta social originada en octubre del 2019 serán los indicios para la investigación que enmarcará las esferas políticas, económicas y sociales de un Chile fragmentado.

            De esta manera, el autor entreteje dos espacios notorios en su novela, por una parte, destaca los espacios comunes de Santiago y Valparaíso que fueron los principales centros de acopio y devastación social. Para ello, recrea imaginarios populares en la quema de iglesias, bailes, manifestaciones, represiones policiales, etc. Por otra parte, añade la mirada hacia y desde las instituciones a partir de la amenaza del narcotráfico. No obstante, será el tema de lo narco la posibilidad para desmantelar un sistema político chileno que ya no puede sustentar las demandas de su pueblo. Asimismo, la presunta amenaza del narco funciona como una alegoría del temor que corresponde a la forma en que ciertos manifestantes se plantean como enemigos del sistema político:

La noche anterior había sido terrorífica. Manifestaciones multitudinarias en numerosas ciudades del país, saqueos e incendios de supermercados, asaltos a bancos y farmacias, destrucción de monumentos. En la capital habían estado a punto de derribar el del general Baquedano. Por un lado, la ciudadanía marchaba indignada en las calles, y por otro, vándalos, narcos y anarquistas se infiltraban entre la gente diseminando la violencia mientras el gobierno se paralizaba y la oposición moderada guardaba silencio, desconcertada. (Ampuero, 2021: 35)

A partir de lo anterior, la novela se enmarca en lo policial negro por la denuncia social que acompaña los espacios de criminalización de la revuelta. También, debido a que su protagonista, “es un ser que está en movimiento en el espacio, sin patria ni raíces … carece de un credo político determinado… [en donde] La Habana, Bonn, Valparaíso aparecen como escenarios decadentes de una crisis ideológica” (Balart, 2009: 186). Funciona como thriller al ir desenmascarando los planes de una clandestinidad popular. Lo interesante en este ejercicio es la utilización de lo narco para dar cuenta del contexto del país. Por tanto, ¿Podemos clasificar a la novela como narcoliteratura? Para responder a lo cuestionado tomaremos como principal eje las seis recurrencias de la tipología propuesta por Ingrid Urgelles, Ainhoa Vásquez y Danilo Santos en “La narcoliteratura sí existe: tipología de un género narrativo” (2021). Así, las elecciones narrativas configuran una estructura que podría corresponderse con el género, o bien, hacer uso del tópico para vestir otro tipo de denuncias.

            En primer lugar, la utilización de un narrador autodiegético, “implicaría quitarle fiabilidad a la narración, puesto que el conocimiento de un narrador en primera persona siempre será limitado y relativo” (Urgelles, Vásquez y Santos, 2021: 19). Asimismo, estos tipos de narradores brindan una complejidad en personajes relacionados con el escenario de lo narco. Por su parte, la novela de Ampuero contiene un narrador omnisciente para dar cuenta de las acciones del detective y sus demás personajes. Si bien, no se corresponde con la mirada autodiegética, la omnisciencia es focalizada en torno a la polifonía, lo que provoca que estemos ante un montaje de voces provenientes de extremos políticos diversos:

Notables. En fin, ¡cuántas veces te advertí, Cayetano, que el país era una caldera a punto de estallar! No me creías cuando te dije que el chancho estaba mal pelado, que hay demasiado abuso de los grandes contra los chicos, que la gente estaba harta y un día no iba a aguantar más. Fidel lo predijo: “tarde o temprano el pueblo chileno recuperará las banderas de Allende y marchará por las grandes alamedas”. Y así no más fue. Profético el comandante. (Ampuero, 2021: 119)

Por lo tanto, la narración polifónica sería una estrategia para crear un escenario donde todas las voces tienen el espacio para hablar. Incluso, los personajes funcionan como alegorías en relación con el discurso e ideologías que portan. Por ejemplo, Cayetano sería la voz de la esperanza en el conflicto, aquel que llega hasta las últimas consecuencias sin importar los peligros en los que se vea inmerso; mientras que Margarita, su pareja, representa aquel temor que lo trae de vuelta, “…Vivimos en el sálvese quien pueda; el país que conociste murió y ya no resucitará. ¿Y qué me espera a mí? Únicamente el luto que viste a las viudas inconsolables” (166). De esta forma, la novela no se corresponde con la primera recurrencia, es más, lo narco se visualiza de manera superficial en las voces que se cruzan, a medida que la trama avanza solo ciertos personajes van extremando los detalles de este, como un intento de visibilizar el contrabando, pero del que nadie quiere realmente hacerse cargo.

            En segundo lugar, la novela sí contiene personajes prototípicos de las novelas de narcoliteratura. Primero, entre los victimarios, se alude a la figura de los sicarios: “Supo a quién se refería, pese a que últimamente había ejecuciones a vista y paciencia de los transeúntes, ejecuciones que eran ajustes de cuentas entre narcos que se disputaban los barrios porteños” (16), o bien, “Como faltaba mano de obra, importaron extranjeros dispuestos a trabajar por menos. Y colados llegaron sicarios, secuestradores y narcos” (27). No obstante, lo interesante acá es que los sicarios son solo menciones o entes que sabemos que existen gracias a que un personaje sospecha de ello, pero nunca son comprobados o realmente personificados. Esto puede corresponderse a que el imaginario chileno recabado demuestra una mirada prejuiciosa y distante:

—Desde luego. Obtienen pegas como ‘loro’, ‘mula’ o ‘miliciano’, y pueden llegar a distribuidores. —¿Y no los contratan como sicarios? —Esa ya es una especialidad muy lucrativa pero exclusiva. Ajustan cuentas sin dejar huellas. Los contratan en Colombia y México, principalmente. Vienen, le echan agua al que haya que echarle y vuelven a cruzar la frontera. Procedimiento quirúrgico. (69)

Segundo, es indiscutible el personaje del detective planteado como un héroe que trabaja por voluntad y no necesariamente por dinero. A su vez, se cuenta con ex agentes de instituciones políticas y policiales que permiten desmantelar ciertas incompetencias del sistema nacional. En este sentido, la recurrencia se cumple en parte por la mera presencia de los personajes. Sin embargo, lo narco y su implicancia en la revuelta social, solo pareciera integrarse a una gama más amplia del acontecer político. En última instancia, se evidencia una intertextualidad letrada que, “funcionaría como una especie de notario que certifica lo que ocurre a la vez que se puede analizar también como un traductor de la violencia capaz de interpretar y relatar la descomposición social que ha causado el narcotráfico” (Urgelles, Vásquez y Santos, 2021: 22). En virtud de ello, la mirada de Cayetano nos permite vislumbrar la violencia ejemplificada en los diálogos y el descifrado de símbolos marxistas, históricos y literarios que otros personajes le exponen. Todo aquello en la medida que nos entrega una mirada descriptiva de las ciudades inmersas en el caos, pero que no necesariamente son una consecuencia directa del narcotráfico, sino una parte de ello.

            En tercer lugar, respecto a las topografías como narcozonas es necesario realizar una aclaración con el autor, si consideramos que en la tipología de la narcoliteratura, “… los narradores imponen su propia mitología a las ciudades y espacios, la que coincide plenamente con el imaginario social” (Urgelles, Vásquez y Santos, 2021: 23), esta se cumpliría. Ahora, en una entrevista Ampuero afirma su interés por aludir a la verosimilitud de los espacios, “busco que las atmósferas o ambientaciones sean reales, mensurables, como la realidad de cualquier reportaje o testimonio que conformen la base dentro de la cual se muevan estos personajes de ficción” (García y Ampuero, 1998: 158). A partir de lo anterior, en la novela se mencionan lugares reconocibles por el/la lector/a chileno/a, lo que se corresponde con delimitar espacios habituales, pero no coordenadas para configurar una narcozona: “… en la plaza Aníbal Pinto se había producido un estallido delincuencial, y los carabineros no daban abasto para reprimirlo, lamentó; allí donde se comienza incendiando edificios y libros, se terminan quemando a seres humanos, pensó” (Ampuero, 2021: 125).

             Por su parte, acá la narcozona sería un espacio imaginario que conlleva solo acciones para ligar al narcotráfico con la revuelta social, “son territoriales por antonomasia … ocupan espacios para controlar el tráfico de estupefacientes y la prostitución, de modo de imponer su justifica, reclutar jóvenes y buscar contacto con policías y políticos” (48), o, “… ellos disputan noche a noche, palmo a palmo, las calles con otras bandas. Y ahora suministran gratis la droga en lo que llaman la Primera Línea” (140). Estas miradas recogen el reconocimiento de la existencia de lo narco, así como los rumores populares de vincularlos con el caos y la corrupción, pero seguimos ante solo especulaciones de las diversas voces que configuran la novela. En el fondo, se hace hincapié en la posibilidad territorial que mantiene Chile con el contrabando latinoamericano y que no son investigadas a cabalidad por ningún ente de la historia, lo que refuerza la idea de irresolución de lo narco:

Pensó en los narcos y su incesante búsqueda de sustancias para procesar la coca. Por la costa chilena entraba gran parte de esos insumos, con Bolivia como destino final. Colombianos y mexicanos, y cada vez más chilenos, operaban el lucrativo negocio. Se rumoreaba que estos últimos ya estaban en condiciones de hacer ofertas que nadie podía rechazar y que era usual en México: dos maletines de cuero, uno con fajos de dólares, el otro con focos de la familia y la mascota del consultado. (289)

En cuarto lugar, el tiempo de la novela sí puede ser considerado circular a partir de la recurrencia de ralentizar el caso, incluso, muchas cosas no son resueltas o no se dicen. Si bien, se logra impedir el plan clandestino del bando contrario, la marginalización sí se queda con los personajes y el entorno. Además, ya en el desenlace y epílogo se hace mención abrupta del destino de los personajes relacionados con el narco, pero que no representan una salvedad a los temas expuestos de contrabando. Claro está que el autor ocupa el tema para representar bandas que resultan una amenaza para un país, en este caso, las ideologías en pugna de la revuelta social chilena:

Los sujetos que acompañaban a Demonio la noche del atentado fallido -entre ellos dos colombianos y dos venezolanos- fueron condenados a prisión por transportar cocaína y violar la ley de migración. Cuando cumplan la pena, serán deportados. Su objetivo, según confesaron, era mostrar que en el país se enfrentaban dos potentes fuerzas beligerantes. (423)

En quinto lugar, y en consecuencia de lo anterior, los personajes mantienen ascensos y caídas, por un lado, están los que no logran salir del círculo de la violencia, “… tenía un taller de reparación de bicicletas y vivía en la comuna, donde oficiaba de pastor en una iglesia evangélica. Mantenía un ojo atento sobre los narcos, a quienes ubicaba desde niños, desde antes de que las mafias les torcieran el rumbo” (175). Por otro lado, aparentemente es el detective el que sí logra ascender, al menos en sus propios intereses, al involucrarse “… a través de su escaso poder, como cualquiera de nosotros, logra ir acercándose a la verdad por lo menos para entregar el culpable a la policía” (Ampuero y Moody, 1999: 138). En realidad, su vertiente justiciera se ve limitada, pues la novela nos entrega la imagen de un Chile que no tiene las capacidades para solventar lo justo ni el acontecer social, “Y todo aquello en un país que se desmoronaba, que sabía cómo reconstruirse después de cada terremoto y tsunami, pero que resultaba inepto para maniobrar adecuadamente en medio de la tempestad política que lo azotaba” (Ampuero, 2021: 193).

            Por último, bajo la recurrencia del pacto de verosimilitud y considerando que, “la temática se sitúa en un nivel de cercanía con la realidad empírica y ello hace sospechar, o al menos dudar, de una lectura desde la absoluta ficcionalidad de los textos” (Urgelles, Vásquez y Santos, 2021: 28); entonces, la novela sí cumpliría con la premisa, pues menciona lugares claros de la territorialidad de Valparaíso y Santiago. Así como situaciones que son reconocidas por el imaginario chileno de la revuelta: “Ya no creo en querellas, Escorpión. Ahora mandan aquí los narcos, los anarquistas y los vándalos, y los tipejos que te hacen bailar a su antojo en la calle para dejarte pasar” (Ampuero, 2021: 135). En efecto, tras el lanzamiento del libro transmitido en una versión online liderada por el chileno Marco Antonio de la Parra (Penguin Libros 2021), el autor relata que para la construcción de la novela y que, tras la cuarentena absoluta en España, estableció diversas conversaciones con chilenos, chilenas y extranjeros/as residentes en el país para conocer cómo percibían o vivieron el contexto social. De esta manera, alude que no se trata de un juego de ficción como tal, sino que las diversas opiniones y testimonios disponen la realidad de esta, pues los paisajes recogidos son la representación de un país que los otorga.

            Definitivamente, la novela de Roberto Ampuero comparte algunas recurrencias de la tipología de la narcoliteratura, sin embargo, consideramos que no puede ser catalogada como tal; pues se apropia de lo narco tan solo para denunciar el acontecer chileno. Entonces, ocupa personajes prototípicos para ejemplificar la incertidumbre del imaginario popular ante la revuelta. Así, es capaz de plasmar una crítica hacia el país, donde la relación de lo narco sería un puente para desmantelar la ineficacia del sistema. Por su parte, la clandestinidad y las protestas enmarcadas con lo narco alegorizan una amenaza; la cual es ocupada como estrategia en un discurso para homologar al pueblo chileno, que tras decretado el estado de excepción, disfraza todo tipo de manifestación como una guerra al no diferenciar las reales denuncias:

¿Y qué había obtenido de Padrón en Madrid? Que Chile sufría una insurrección híbrida, lo que sabía; que extremistas y narcos se habían adueñado de las protestas ciudadanas, lo que le había revelado la comandante en Valparaíso; que los agentes no dejaban huellas, algo que imaginaba, y que Chile carecía de un aparato efectivo de inteligencia, un secreto a voces. Raya para la suma: cero logros con el animoso Padrón, contacto sugerido por Marcia. ¿No sería el famoso Padrón un informante de una dirigente que nadaba llena de dudas entre las aguas de la legalidad y la clandestinidad? Bien podía serlo, se dijo. En Chile ya todo era posible, había poca gente confiable y el oportunismo campeaba. (262-263)

Aun así, el autor plasma aspectos de la narcocultura. Aunque lo realice de manera superficial o circunstancial, no es menor que sea una parte esencial de los pasajes con los que se encuentra el detective, “Enviando un potente mensaje al funeral popular que suelen organizar los narcos. Financiar exequias fastuosas, verter lágrimas de cocodrilo y anunciar a voz en cuello venganza por el asesinato del fiel camarada es lo único que puede redimirlo” (362). Así como lugares que remiten a México, “—La virgen de narcos y sicarios— dijo Brulé ajustándose el nudo de la corbata—. La iglesia es una réplica de la del barrio de Tepito en Ciudad de México” (366). En este sentido, creemos que se sigue apropiando de estas alegorías para colocar en tela de juicio que sí existen indicios del tema y que no están siendo contemplados por el sistema. Asimismo, la metáfora y apodo del antagonista del detective: Demonio, recrea alianzas o lazos con fuerzas políticas y del narco que son la verdadera amenaza hacia lo cultural e identitario del país y, no precisamente las manifestaciones pacíficas, pues solo se le otorga la mirada a los destrozos, quemas y anarquismo descrito en boca de los diferentes personajes:

Arruinará a unos, lanzará al desempleo a otros, cundirán el pánico y la desesperación: el golpe perfecto, pensó Brulé, y se preguntó cómo saldrían de esa pesadilla y financiarían al mismo tiempo las demandas de la ciudadanía desencantada. ¿Cómo apartar de la protesta ciudadana al narco y a los extremistas? (392)

Finalmente, ante lo expuesto, la novela de Ampuero recrea la incertidumbre del imaginario chileno, en donde sus personajes se definen entre sentirse victoriosos o fracasados. Esto respondería a la división ideológica clara del acontecer político, sobre todo en la separación de la trama al contrastar la violencia de las manifestaciones pacíficas; en relación con eso, lo policial desenmascara a medias una investigación con base en la apropiación de símbolos: las iglesias de Chiloé, las plazas centrales, los tatuajes, etc. Precisamente, porque asemejan la existencia de estos y cómo aquello provoca que el detective reflexione a partir de esa crisis, lo que termina develando una condición humana frágil y, de paso, problematiza aspectos del patrimonio cultural ante los destrozos.

            En síntesis, el autor ocupa una alegoría en torno a lo narco para disfrazar una polifonía chilena marcada por la incertidumbre. Por lo tanto, no se trabaja el narcotráfico como tal, inclusive, la resolución del caso pareciera no retomar los asesinatos ni el hecho de vivir clandestinamente. Si bien trae consigo voces de una extrema izquierda y derecha, quedan ciertas interrogantes respecto a esa representación, tales como: ¿Cuál es el bando que estimula la aparición del narcotráfico? ¿Existe un intento de demonizar o ironizar la mirada política, popular o extranjera referente al tema? Lo planteado toma sentido cuando las menciones hacia el consumo de drogas, el microtráfico o la presencia de narcos solo yacen en especulaciones de terceros. Esto confirma que el narco representa a un enemigo y, aunque la novela tome distancia del género de la narcoliteratura, es allí mismo, en esa distancia, donde radica el imaginario popular e institucional que se tiene del narcotráfico en Chile. Ahora, ¿Por qué demostrarlo a través de la revuelta social? Pensamos que el narrador a través de la polifonía construye el montaje que la prensa chilena no abarcó y que, en esta ocasión, es decisión del/la lector/a quedarse con el bando que se ajuste a su realidad.

 

Consideraciones finales

A modo de cierre, es posible afirmar que las novelas de Boris Quercia y Roberto Ampuero contienen características que podríamos categorizar como narcoliteratura, no obstante, estas son empleadas como una configuración narrativa que posibilita una fuerte denuncia al ámbito social, político y cultural chileno. En otras palabras, lo que interesa en el proyecto de los autores es el escenario referente a la situación de inmigrantes y la división ideológica como consecuencia de la revuelta social. Para ello, lo narco es una excusa que alegoriza imaginarios populares a fin de plasmar la violencia oculta en pasajes policiacos, lo que corresponde al modo en que los autores emplean lo neopolicial ante, “la obsesión por las ciudades; una incidencia recurrente temática de los problemas del Estado como generador del crimen, la corrupción, la arbitrariedad policiaca y el abuso del poder; un sentido del humor negro … y un poco de realismo kafkiano” (Argüelles, 1990: 14).

            De esta manera, el recorrido narrativo por la urbe de Santiago y Valparaíso en las novelas recrea una atmósfera a modo de respuesta ante ámbitos sociales que la realidad nacional no ha podido solventar. En esta ocasión, los detectives van esclareciendo los dilemas de las instituciones a medida que enumeran las temáticas de crímenes, violencia hacia la mujer, corrupción y abusos de poder a gran escala. De manera específica, el narcotráfico que es explícito en ambas novelas, no es el tema central ni es desarrollado como tal para ser la preocupación primaria de sus protagonistas. Más bien, funciona como uno de los temas relevantes que configuran la inquietud de los personajes.

            Sin duda, reconocemos que ambos autores realizan un fuerte acercamiento a la narcoliteratura con la finalidad de ampliar los escenarios de las novelas neopoliciales chilenas, inclusive, proyectamos cómo las figuras de Santiago Quiñones y Cayetano Brulé han sido capaces de originar un giro en sus investigaciones, donde el lumpen y el narcotráfico serán el escenario propicio para desencadenar todas sus acciones. Finalmente, creemos que el rol del/la lector/a yace bajo el reconocimiento de la narcocultura chilena innegable en los pasajes recreados, por tanto, ¿Es este acto el necesario para impulsar el reconocimiento oficial de la narcoliteratura en Chile?

 

Referencias

Ampuero, Roberto. (2021). Demonio. Editorial Random House.

Ampuero, Roberto y Moody, Michael. (1999). “Roberto Ampuero y la novela negra, una entrevista”. Confluencia, 15(1), 127-141.

Argüelles, Juan Domingo. (1990). “El policiaco mexicano: un género hecho con un autor y terquedad (entrevista con Paco Ignacio Taibo II)”. Tierra Adentro, (49), 13-15.

Balart, Carmen. (2009). “Tres momentos de la novela policial en Chile: de la novela policial a la novela policial negra y al thriller”. Contextos, estudios de humanidades y ciencias sociales, (22), 175-190. http://revistas.umce.cl/index.php/contextos/article/view/413

Córdoba, María Gabriela y Tijoux, María Emilia. (2015). “Racismo en Chile: colonialismo, nacionalismo, capitalismo”. Polis, revista latinoamericana, 14(42), 7-13.

Díaz Eterovic, Ramón. (1987). La ciudad está triste. (2ª edición). LOM.

D’Ottone, Silvana. (2021). “‘Nadie era libre ante los ojos de Dios’. Voces hegemónicas en dos novelas chilenas sobre delincuencia y narcotráfico”. Agradecidas señas, 2, https://agradecidassenas.com/produccion-y-reproduccion-de-narcoficciones/

García, Guillermo y Ampuero, Roberto. (1998). “La novela policial y la narrativa chilena de los noventa: Una conversación con Roberto Ampuero”. Confluencia, 14(1), 155-162.

García, Javier y Quercia, Boris. (2019, agosto 10). “Boris Quercia: América es una historia de migración y yo vengo de una familia migrante”. La Tercera. Recuperado de https://www.latercera.com/culto/2019/08/10/boris-quercia-america-migracion/

García-Corales, Guillermo y Pino, Mirian. (2002). Poder y crimen en la narrativa chilena contemporánea. Las novelas de Heredia. Mosquito Editores.

Leiva, Carlos. (2015). Hijo de traficante. Caronte.

Memoria Chilena. Biblioteca Nacional de Chile. (2021). La novela policial en la literatura chilena. http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-3528.html

Penguin Libros. (2021, junio 28). Lanzamiento online novela Demonio de Roberto Ampuero [Archivo de video]. Youtube. https://www.youtube.com/watch?v=UqL5JyQzV78

Quercia, Boris. (2019). La sangre no es agua. Penguin Random House.

Quercia, Boris. (2016). Perro muerto. Penguin Random House.

Soto, Simón. (2018). Matadero Franklin. Planeta.

Urgelles, Ingrid, Vásquez Mejías, Ainhoa. y Santos, Danilo. (2021). “La narcoliteratura sí existe: tipología de un género narrativo”. En Danilo Santos, Ainhoa Vásquez Mejías e Ingrid Urgelles (eds.), Narcotransmisiones neoliberalismo e hiperconsumo en la era del #narcopop (pp. 15-37). El Colegio de Chihuahua.

Vásquez Mejías, Ainhoa. (2021). “Neonarcopolicial chileno. El caso de Boris Quercia”. Dura, Revista de Literatura Policial, (2), 110-127.

 

 

Daniela Andrea Guzmán Gómez es profesora en Lenguaje y comunicación y Licenciada en Lingüística y Literatura con mención en Literatura Hispanoamericana. En la actualidad se encuentra impartiendo clases en secundaria y cursando el magíster en estudios culturales y literarios latinoamericanos de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. En el contexto de esta publicación, ha contribuido en el análisis de dos obras de la literatura chilena cuestionando su relación con el narcotráfico y la alegoría política que representan los autores revisados.

 

 

Alessandra Aracelli Francesetti Sierra es Licenciada en Lingüística y Literatura con mención en Literatura Hispanoamericana de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile. También egresó en Licenciatura en Educación y se desempeña como profesora de Lengua y Literatura. Actualmente cursa el programa de Magíster en Estudios Literarios y Culturales en la misma universidad.

 

 

El cine de terror y el narco: el nuevo guión afectivo y la memoria prostética en Vuelven de la directora Issa López

0

 

 

Resumen

La película Vuelven (2017) de la directora Issa López responde al guión afectivo hegemónico creado desde el gobierno de Felipe Calderón durante la guerra contra el narco. Esta película consigue presentar el trauma de la violencia a través de las voces de niños huérfanos supervivientes. La protagonista, Estrella, recurre al mundo de la fantasía para lidiar con la desaparición de su madre y se junta a un grupo de huérfanos que han perdido a sus familias por la violencia. Figuras espectrales se le aparecen y finalmente la llevan a encontrar al asesino de su mamá. La película recupera la memoria prostética del trauma y a manera de narcoscopio, aumenta el nuevo guión afectivo de las víctimas para que nunca nos olvidemos de las horrendas consecuencias de esta guerra.

            Palabras clave: guión afectivo, la guerra contra el narco, el trauma, narcoscopio, figuras espectrales, memoria prostética.

 

Abstract

The film Tigers Are Not Afraid (2017) by the director Issa López responds to the hegemonic affective scripts created by Felipe Calderón’s government during the war on drugs. This film presents the trauma of violence through the voices of surviving orphaned children. the protagonist, Estrella, turns to the world of fantasy to deal with her mother’s disappearance and joins a group of orphans, who have lost their families within the violence. Spectral figures appear to Estrella and eventually lead her to find her mother’s murderer. The film recovers the prosthetic memory of trauma and, like a narcoscope, augments the new affective scripts of the victims, so that we never forget the dire consequences of this war.

            Keywords: Affective Scripts, The War on Drugs, Trauma, Spectral Figures, Prosthetic Memory.

 

 

 

El horror es, sobre todo, un espectáculo—el espectáculo

más extremo del poder.

Cristina Rivera Garza (2011: 12)

 

Se calcula que desde el 2006, más de 200,000 mexicanos han muerto violentamente y que 60,000 han desparecido durante la ofensiva militar y policial denominada “la guerra contra el narco”, declarada por el presidente Felipe Calderón Hinojosa durante su sexenio (2006-2012). El gobierno de Enrique Peña Nieto continuó con altos niveles de violencia y trajo como consecuencia la presidencia de Andrés Manuel López Obrador con sus promesas de eliminar la inseguridad y de cambiar los modelos de la guerra contra el narco.  La cultura popular se ha convertido en un espacio donde los mexicanos examinan y debaten la disfuncional violencia que atemoriza a todo el país.

            Este ensayo contextualiza el largometraje Vuelven (2017) usando teorías de la afectividad y analiza la visualización del trauma nacional de la violencia y la desaparición a través del uso del cine de terror. Vuelven de Issa López recrea la guerra de las drogas desde la mirada del niño y desfamiliariza el tema mediante el uso del género del terror y de fantasía en el cine comercial. Aunque la película Heli (2013) de Amat Escalante además de los documentales Tempestad (2016) de Tatiana Huezo y La libertad del diablo (2017) de Everardo González ya habían tratado el tema de las víctimas de la guerra del narco, ninguno había captado la perspectiva de una niña inocente y víctima. En Vuelven, el miedo y la esperanza son codificadas a través de la memoria recurrente y la imposibilidad del olvido a través de la presencia de los fantasmas. Los agobiantes y abyectos fantasmas de la guerra contra las drogas aparecen y reaparecen en este espeluznante cuento de hadas que en última instancia empodera a Estrella para desenterrar la verdad de la desaparición de su mamá. La película Vuelven constituye una perspectiva feminista sobre el tema del narco en México, ofreciendo un nuevo guion afectivo y una memoria prostética del trauma.

            Para comenzar, necesitamos contextualizar la guerra del narco como una guerra mediática y de propaganda afectiva. La guerra se justifica y se enmarca en el afecto y en el campo de las emociones. Como ha afirmado Sarah Ahmed (2004), las naciones dependen de la creación de enemigos internos y externos, cuerpos dóciles sobre los que se deposita emociones negativas (49). Según Ahmed (2010), “affect is what sticks, or what sustains or preserves the connection between ideas, values and objects” (29). Lo que normalmente perdura son ideas y percepciones que constituyen “guiones afectivos” para entender y descifrar la realidad presente. La película de López presenta el costo humano y traumático de la guerra de seguridad mexicana contra los cárteles. Como nos recuerda la película al comienzo, hay miles de personas muertas y miles de desaparecidos en México. Esa guerra abierta iniciada por Felipe Calderón surgió tanto por la falta de legitimidad de su elección como por el deseo de asegurarse la inversión de capital extranjero durante su administración. La guerra ayudó a conseguir ambas cosas, creando un tipo de violencia descontrolada y no regida por las leyes civiles. Como explica Horace Bartilow (2009):

The prosecution of the Mérida Initiative provided Mexican president Felipe Calderón the justification to rule by decree. With the enactment of estados de excepción (states of exception), without legislative approval the president was able to suspend civil liberties and habeas corpus while allowing the military to operate freely outside the limits of the constitution in the prosecution of the drug war. (174)

Como explica el politólogo norteamericano, a través de los apoyos del Plan Mérida, el gobierno mexicano suspende las libertades civiles y militariza la guerra. Según Bartilow (2009), las democracias que permiten esta transformación se convierten en regímenes iliberales, definidos por la violencia de Estado que se ejercita con impunidad contra los mismos ciudadanos, sin respeto al derecho civil y a la presunción de inocencia legal. Con esta guerra, inicialmente, los índices de aprobación del gobierno de Calderón subieron y convencieron al vecino del norte de su determinación de “salvaguardar” a México para las multinacionales (Astorga, 2015: 28).[1] Según las mismas palabras de Felipe Calderón en el 2008, citadas por Astorga (2015):

Quiero decirles que mi Gobierno va a seguir enfrentando todos los días sin descanso a los enemigos de México; no importa el tiempo que nos tome, los recursos que necesitemos, las vidas humanas que se pierdan, por tristeza y desgracia nuestra, pero no descansaremos hasta liberar a Michoacán de la delincuencia … Estamos librando una lucha sin cuartel, sin tregua, a fondo contra la delincuencia. (53)

En la cita, Calderón explica la inevitabilidad de la guerra y la pérdida de vidas como consecuencia colateral para controlar la delincuencia organizada. Las palabras de Calderón estructuran los “guiones afectivos” de su administración y crean el enemigo interno para el resto de su presidencia. El luto y la tristeza colectiva constituye parte fundamental de la violencia que se avecina (las vidas humanas que se pierdan, por tristeza o desgracia nuestra). Perder vidas, entonces, se convierte en la nueva normalidad, no solamente por el guion afectivo de su inevitabilidad sino como objetivo sagrado de salvaguardar a la población de los “enemigos de México”. Según Anna Gibbs (2010), las sociedades capitalistas funcionan a través de la “comunicación mimética” que son formas de imitación, voluntaria e involuntaria. En el contexto del narco, esto se percibe en las formas de reproducción de ideas que presentan la guerra contra el narco con un enemigo identificable y patentemente opuesto al poder o a la hegemonía (Gibbs, 2010: 186). También, Gibbs expone cómo esta comunicación mimética ordena nuestras experiencias en lo que ella denomina como “guiones afectivos”: “[t]his process of translation between sensory modalities is what initially enables experience to be ordered into familiar patterns, including the formation of ‘affective scripts’ designed to manage punishing negative affect and maximize rewarding positive affect (Tomkins 1962)” (Gibbs, 2010: 196).

            Estas modalidades sensoriales que nos permiten entender patrones familiares también nos ayudan a entender cómo interpretar la realidad diaria de la violencia en México. Entonces, los guiones afectivos de la guerra contra el narco creados por el gobierno, conjuntamente con los medios informativos, apuntan a la celebración de los enemigos muertos y de las victoriosas fuerzas de seguridad. A medida que la guerra intensificó el costo humano, el Gobierno de Calderón siguió caracterizando a las víctimas de la violencia como “criminales”, restando importancia a las muertes de ciudadanos inocentes, especialmente las muertes de madres y padres de familia y de niños.[2] Eso formaba parte del guion afectivo que preservaba la continuación indefinida y legítima de la guerra.

            Sin embargo, la guerra contra el narco no era una guerra ni justa, ni limpia. Como ejemplo, en diciembre del 2019, el ministro de Seguridad de Calderón y jefe de la Policía Federal, Genaro García Luna, fue detenido y acusado en los Estados Unidos de aceptar millones de dólares en sobornos del cártel de Sinaloa, así como de lavado de dinero y connivencia con los grupos criminales contra los que se suponía que tenía que luchar.[3] Ya en su libro del 2010, la periodista mexicana Anabel Hernández había constatado que había informes fidedignos de que García Luna recibía sobornos. Hernández explicaba que, en lugar de una guerra contra los cárteles, la guerra se dirigía a todos los cárteles excepto al cártel de Sinaloa. A pesar de que García Luna se ha declarado “no culpable” ante los tribunales estadounidenses, la información financiera y las múltiples declaraciones de traficantes certifican su involucración ilegal. Este caso ya calca a otro de 1997 durante el sexenio del presidente Ernesto Zedillo, cuando el zar antidrogas mexicano José de Jesús Gutiérrez Rebollo fue también arrestado por su colusión con el cártel de Juárez.[4] Entonces, la guerra legitimada por ese guion afectivo simplista se convierte en guerra corrupta, con la colusión implícita entre gobierno y narcos.

            El Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, liderado por el poeta mexicano Javier Sicilia, desde el 26 de abril de 2011 ha luchado en contra de la violencia indiscriminada generada por el gobierno y los cárteles. El hijo de Sicilia, Juan Francisco, y el mejor amigo del hijo fueron asesinados impunemente[5]. Con su lema “Hasta la madre ¡ya basta!”, ofrecen una nueva narrativa de las guerras contra las drogas que reconoce el dolor y la ira de la población que ya sufría, en carnes propias, esa violencia. La guerra contra el narco se había convertido en una guerra contra sus ciudadanos que han sido asesinados y desaparecidos impunemente por organizaciones criminales y fuerzas de seguridad, por igual.

            En 2012, el comunicado de la Tercera Caravana de Paz con Justicia y Dignidad ofrecía un guion afectivo alternativo al del gobierno:

Nos mueve el amor por nuestros hijos e hijas asesinados, por nuestros desaparecidos y desaparecidas, por las y los huérfanos; por nuestros policías y militares caídos en cumplimiento de su deber, tanto los que actuaron con honestidad como los que fueron corrompidos por el crimen organizado. Nos mueve el dolor de los cuerpos enteros o desmembrados encontrados por cientos de fosas clandestinas, por la niñez secuestrada, las mujeres desaparecidas, los periodistas asesinados, los torturados (Mpjd, 2016: s.p.).[6]

En el comunicado, el amor y el dolor son ambos sentimientos que se convierten en motivaciones para la finalización de esta guerra: tanto el amor por las víctimas y los desaparecidos de la violencia, así como el dolor sufrido por los cuerpos desmembrados, la infancia secuestrada, el periodista asesinado y torturado. Esas emociones expresan nuevos guiones afectivos para entender la guerra y sus víctimas. De alguna manera, el movimiento apunta la precariedad humana dentro del régimen de seguridad contra las drogas. Como ha explicado Judith Butler (2009), las guerras modernas minimizan la precariedad del otro y no nos permiten percibir la vulnerabilidad de la vida humana (25). En el contexto de la guerra contra el narco, los marcos de entendimiento del conflicto por parte del gobierno de Calderón eliminan la importancia de las poblaciones que, antes de comenzar la guerra, ya se han “perdido” en la violencia.

            Según Butler (2009), los marcos de la guerra determinan lo que se percibe: “[t]he frame that seeks to contain, convey, and determine what is seen (and sometimes, for a stretch, succeeds in doing precisely that) depends upon the condition of reproducibility in order to succeed” (10). Si el marco invisibiliza el daño y se convierte en verdad a través de la repetición y reproducción, el guion afectivo creado desde el gobierno evita que la sociedad mexicana “se crea afectada” por el régimen de guerras reales, recubriendo ese dolor con una ética de guerra legitimada. En los noticieros, el guion afectivo gubernamental se enmarca y se mimetiza, logrando encubrir las violentas consecuencias sobre ciudadanos inocentes, mientras la guerra beneficia y legitima a los actores económicos y políticos. Al otro lado de la ecuación, la Caravana constituye un esfuerzo de nombrar lo innombrable, enfocándose en los traumas colectivos producidos por la violencia.

            En este contexto social y político, la película de terror Vuelven se puede entender como una visibilización del trauma colectivo en el espacio del sujeto-víctima. Hasta ahora, el tema del narco ha inundado la cultura de masas en las series, las películas y la música como los narcocorridos o corridos tumbados, ayudándonos a concebir los mitos, ideas y sentimientos que circulan sobre el narco, pero en la película Vuelven es la primera vez que avistamos la guerra contra el narco desde la mirada de una niña, víctima de esa violencia. La figura de los niños en Vuelven descentra el guion afectivo hegemónico y lo lleva a un lugar insospechado, donde el público nunca ha estado. El narcoscopio afectivo del trauma que nos ofrece la película se puede definir como el lente de aumento, de mediación entre la experiencia individual y la experiencia colectiva. Vuelven construye el narcoscopio del trauma de la violencia para invitarnos a “ser afectados” por la guerra desde la vulnerabilidad de sus protagonistas en un nuevo guion afectivo de dolor y de miedo, pero asimismo de la esperanza. Ese dolor, en última instancia, supera la victimización para nombrar el poder que la produce. El narcoscopio del trauma en Vuelven, entonces, revela una nueva interpretación de esa violencia en la sociedad mexicana, a través de la metáfora de la orfandad, con todo su eco político.

            La película de Issa López representa la violencia de la guerra contra las drogas en los espacios íntimos de la escuela y la familia. Mientras la niña protagonista, Estrella, escribe su propio cuento de hadas en clase dirigido por las instrucciones de la maestra, los disparos interrumpen la escena. Ya en el suelo y tapándose la cabeza con las manos, la maestra, para calmar a Estrella, le entrega tres trozos de tiza, diciéndole que se le concederán tres deseos. La niña se las guarda en su puño. Cuando la escuela se cierra debido a la amenaza a la seguridad de niños y maestros, Estrella camina a casa, advirtiendo cadáveres esparcidos por la calle y muros llenos de agujeros de bala. Es un día más en la rutina de una niña de escuela en México con la presencia de la guerra contra el narco y las fotografías de propaganda en la pared entre casa y el colegio de un político local llamado Servando Esparza con posibles nexos con el narco. Lo único inusual es que la mamá de Estrella ha desaparecido y mientras ella espera con ansiedad en su salón, una línea de sangre en movimiento recorre la escena para finalmente descansar en una foto de Estrella y su mamá que aparecen simbólicamente separadas por esa línea roja. Sin entender, Estrella continúa buscando a su mamá durante los siguientes días. Para poder sobrellevar su situación de huérfana, entra en el mundo de lo fantástico y en el mundo de la narrativa de cuento de hadas ya sugerida en la escena de la escuela.

            Los elementos fantásticos del cuento de hadas establecen la conexión de Estrella con su madre desaparecida. En cierto modo, el mundo fantástico es, paradójicamente, tanto dónde reside el trauma como el método de cómo desentrañarlo. Usando su primer trozo de tiza, Estrella pide en su primer deseo que su mamá regrese y cuando lo hace en forma de espectro, lo único que hace es asustarla. Este fantasma, cubierto de plástico y amordazado, hace evidente su muerte violenta y tortura. Su presencia perturba e inquieta. Para el público, el fantasma es el regreso de lo reprimido político en modo de abyección, y también crea repugnancia y rechazo en la niña. El fantasma le habla con un mensaje insistente y recurrente durante la película: “tráigannoslo”.

            La desfiguración del cuerpo es parte de ese horror que “afecta” a las víctimas de la violencia de la guerra contra el narco. El miedo y el horror de la violencia se transmite a través de mensajes marcados en los cuerpos de las víctimas. Como nos recuerda Adriana Cavarero (2009) al hablar sobre la violencia contemporánea:

What is unwatchable above all, for the being that knows itself irremediably singular, is the spectacle of disfigurement, which the singular body cannot bear. As its corporal symptoms testify, the physics of horror has nothing to do with the instinctive reaction to the threat of death. It has rather to do with instinctive disgust for a violence that, not content merely to kill because killing would be too little, aims to destroy the uniqueness of the body, tearing at its constitutive vulnerability. (8)

La muerte no es suficiente, sino que la desfiguración se convierte en la manera de crear la vulnerabilidad extrema y transformar a los ciudadanos en cuerpo dóciles. La desfiguración del cuerpo de su madre hace que Estrella no reconozca a su mamá. Ese cuerpo mutilado, torturado y envuelto en plástico es totalmente irreconocible. Ese momento de horror representa el comienzo del proceso del retorno al trauma. Vuelven, a través del cuento de hadas en conjunción con los fantasmas, pone de manifiesto el fenómeno de disociación que muchos teóricos del trauma explican. Cathy Caruth (1995) describe este fenómeno de disociación como “a response, sometimes delayed, to an overwhelming event or set of events, which takes the form of repeated, intrusive hallucinations, dreams, thoughts or behaviors stemming from the event” (4-5). El evento afecta a Estrella con sus visiones de fantasmas, monstruos y líneas de sangre que la persiguen por donde va, pero que permanece como un código ininteligible para el personaje.

            Estrella se une al grupo de niños con los que comparte su orfandad y ellos crean su sentido de comunidad marginal con sus reglas y limitaciones. Cuando encuentra al huérfano Shine saqueando su casa, Estrella lo sigue al escondite donde están Pop, Tucsi y Morro, el resto de los niños que también han perdido sus familias por la violencia. Estrella no entiende porqué su mamá nunca regresa y al sentirse desamparada, finalmente intenta unirse al grupo, pero es, en principio, rechazada por su género, replicando el machismo de la sociedad en la que viven: “Es vieja, las niñas son de mala suerte” (Vuelven). A la mañana siguiente, el grupo narco local llamado Los Huascas llegan buscando el arma y el teléfono robado por Shine anteriormente. Cuando los niños tienen que escapar de los Huascas y Morro es retenido, en ese preciso momento de crisis, Estrella tiene la oportunidad de usar su segundo deseo. Su segundo deseo es precisamente pedir no tener que matar al narco. La disociación que la persigue como repetición del trauma hace que pueda convertirse en la heroína de su historia y cuando entra en la casa, encuentra a Caco, un Huasca, ya asesinado en su sillón. Su demostración de valentía le abre las puertas para que los otros niños confíen y empiecen a respetarla por su atrevimiento y coraje.

            El coraje y el miedo de los niños enmarcan las situaciones de la película. Ya en la primera escena, antes de que empiece la balacera en el colegio, Estrella lee su cuento en off: “Había una vez un príncipe que quería ser tigre. Los tigres nunca olvidan; son cazadores. Sus ojos tienen colmillos para romper huesos. Los tigres no tienen miedo.” (Vuelven). La valentía de Estrella crece a través de la disociación, pero al imponer a esa vuelta del trauma, hay una narrativa que empodera a tomar decisiones y a poder ayudar al grupo de huérfanos. Estas palabras se superponen a la imagen del huérfano Shine pintando el grafiti de un tigre en la pared y robando el teléfono del narco borracho. Cuando le roba su pistola del cinturón, Shine lo apunta como con ganas de matarlo, pero desiste al ser incapaz de quitar la vida a nadie, perseguido por su propio miedo. La voz en off de Estrella continúa recitando: “Pero el príncipe no podía ser tigre. Porque se le había olvidado ser príncipe. Se nos olvida que somos príncipes, guerreros, tigres… cuando las cosas de afuera vienen por nosotros” (Vuelven). Según el cuento escrito por Estrella, el problema no es lo que somos, sino lo que se nos olvida; en otras palabras, se enfatiza el tema de la memoria. Vuelven conscientemente recrea una memoria prostética del trauma en el público durante la guerra contra la delincuencia. Como Alison Landberg (2004) explica:

prosthetic memory, emerges at the interface between a person and a historical narrative about the past, at an experiential site such as a movie or a museum. In this moment of contact, an experience occurs through which the person sutures himself or herself into a larger history […] In the process I am describing, the person does not simply apprehend a historical narrative but takes on a more personal, deeply felt memory of the past event through which he or she did not live. The resulting prosthetic memory has the ability to shape that person’s subjectivity and politics. (2)

La memoria prostética en Vuelven se promueve en el público a través de la mediación de la experiencia individual y la historia reciente de México, con un énfasis en la exploración de las emociones relacionadas con ese trauma a través de la disociación fantástica. La historia, por tanto, adquiere una dimensión colectiva.

            La película representa un fenómeno real que ha sido documentado por el periodista sinaloense Javier Valdez Cárdenas en su libro Huérfanos del narco (2015). Este libro se enfoca en las víctimas de la guerra contra el narco. Valdez Cárdenas explora en su libro las consecuencias indirectas de esta guerra centrándose en las supervivientes de la violencia: las mamás cuyos hijos desaparecieron, las familias de los muertos y, lo que es más importante, la vida de los niños afectados por esta violencia y sus consecuentes traumas. Valdez Cárdenas mismo fue asesinado el 15 de mayo del 2017 y también dejaría a esposa y a dos hijos tras su muerte. Valdez Cárdenas respondía a los llamados de justicia y memoria para los más jóvenes y víctimas de esta guerra. Como él menciona: “Según la UNICEF, México ocupa el segundo sitio en Latinoamérica con mayor número de huérfanos, siendo aproximadamente más de un millón y medio” (Valdez Cárdenas, 2015: 246). Además, Valdez Cárdenas (2015) hace una llamada de atención a un gran número de desaparecidos que mayoritariamente son niñas:

Según las cifras del Registro Nacional de Personas Extraviadas, el 67 por ciento tiene que ver con sustracción ilegal de menores, el 9.3 por ciento de los casos se refiere a ausencias voluntarias; el 10.5 de desaparición; el 2.3 es extravío; el 9.3 robo y el 1.2 secuestro. De acuerdo con estas cifras, el 58 por ciento de los desaparecidos tiene de 4 a 12 años y las víctimas son mayoritariamente del sexo femenino. (247)

Los números reales de las narcoguerras ayudan a imaginar la magnitud del problema, pero no nos proporcionan cómo, en general, las guerras afectan a los niños y a la sociedad civil y, en particular, afectan a las niñas mexicanas. Esto también socava la historia creada por el gobierno mexicano de que la guerra sólo afecta a “criminales peligrosos”.

            Valdez Cárdenas habla con personas reales que están tratando de encontrar a sus desaparecidos o pedir justicia para sus familiares asesinados. En todas sus entrevistas hay tres temas comunes: el trauma, tratar de vivir con ese trauma y el duelo; las historias de impunidad; y finalmente, el efecto en la vida de los niños y la búsqueda de la verdad. Mirna Nereyda Medina Quiñónez es maestra y líder de 30 mujeres que buscan a sus hijos, hermanos, padres o maridos desaparecidos en Sinaloa. El nombre de su grupo es Rastreadoras de El Fuerte y han encontrado a más de 100 personas desaparecidas. Mirna busca particularmente a su hijo de 21 años, Roberto Corrales Medina, que fue secuestrado en el 2014. Ella intenta explicar la desaparición de Roberto a la hija de Roberto, llamada Xiara:

Le dije que se había ido a un lugar, como un bosque como en los cuentos de hadas, y que su papá se perdió en el bosque. Por eso voy a buscarlo, para que encuentre el camino de regreso. Ella quiere ir conmigo a buscarlo, pegarse con las rastreadoras, pero jamás la voy a llevar. (Valdez Cárdenas, 2015: 47)

Curiosamente, aquí la violencia también se procesa a través de la disociación y se reescribe utilizando la narrativa de un cuento de hadas. Mirna vuelve a contar la desaparición del padre de Xiara como un hombre perdido en un bosque encantado donde intenta encontrarlo y llevarlo a casa para su nieta. Podemos decir que al igual de la película Vuelven, el cuento de hadas codifica la disociación producida por el trauma y le permite a la hija sobrellevar la desaparición de su padre sin sucumbir a las crueles realidades de su entorno. Xiara guarda fotos en un altar de su papá para darles besos y abrazarlos, pero como Valdez Cárdenas (2015) comenta irónicamente “No sabe, no le han dicho, que el altar es para los muertos” (47). Los huérfanos de estas guerras lamentan sus pérdidas, pero tampoco comprenden plenamente lo que les ha sucedido a ellos, a su familia y a la sociedad. Su capacidad de llorar a sus muertos parece suspendida. Para los adultos, el duelo queda pospuesto hasta que se recupere la evidencia del cuerpo y su trauma se convierte en recurrente cada vez que se descubren nuevos cadáveres. Como la mamá de Estrella, el duelo permanece suspendido en el tiempo como una figura fantasmal que aparece y desaparece, pero que siempre vuelve, como indica el título de la película. Las personas que permanecen en la eterna búsqueda de los desaparecidos también se convierten en una especie de espectros. Juana Solís Barrios, en busca de su hija desaparecida de 25 años, dice que se ha vuelto “loca”:

Juana dice que varios años después sintió que empezó a volver en sí, como si despertara de un largo y profundo sueño, o regresara de un viaje infinito, desconocido, nebuloso, del que no quiere recordar nada […]

–¿Por qué lo dice?

–Porque estaba loca.

Para Juana, loca es no comer ni querer hacerlo, no bañarse durante días ni dormir ni querer moverse ni ver a nadie ni vivir ni morir ni respirar ni estar. (Valdez Cárdenas, 2015: 34)

El tiempo de búsqueda de su ser amado es un tiempo en el que Juana no se reconoce en vida, sino como en un estado “intermedio”, que se asemeja a una existencia espectral. Igualmente, la existencia fantasmagórica de los niños en Vuelven hace que el público se vea afectado por sus miedos y aventuras.

            El uso de niños en los papeles protagonistas constituye una estrategia narrativa que agranda afectividad de la historia. Estrella representa la pura, inocente y valiente protagonista. También el personaje de Morro que se ha quedado mudo por el trauma familiar representa el silenciamiento de la sociedad por esa violencia. En cambio, Shine personifica el niño activo y luchador que sufre en silencio ensimismado en su propio dolor. La invisibilidad de los niños en todo lo relacionado con la guerra contra el narco ofrece la posibilidad de entrar a ese mundo con cierta inocencia y desde los márgenes. Como afirma Kimberly Jackson (2016):

the reason because children generally make such effective horror figures is because of their ambiguous social and moral status. On the one hand, there is the romantic/religious portrayal of children as innocent and pure […] On the other hand, children are marginal figures, not yet part of the social order and therefore strange and unknown (131).

El estatus del niño fuera de todos los aspectos políticos y económicos, lo hace perfecto para desfamiliarizar el tema y verlo desde un ángulo desconocido. Aunque los niños fueron borrados de los guiones afectivos de la guerra contra el narco, Vuelven reinserta las figuras infantiles como focos del dolor de tantos adultos muertos y desaparecidos. Cuando insertamos a Vuelven en el contexto del cine de terror mexicano, Guillermo del Toro sirve como antecedente. Ralph Beliveau (2017) explica el uso de los niños en su obra: “[Guillermo] del Toro’s dark vision centers on children, a focus that appears in most of his work. He does not shy away from putting children in harm’s way (the bugs collectors in Mimic), but he also uses their experience and innocence as a gateway into the world of experience, both virtuous and tragic (the granddaughter in Cronos)” (24). La figura de Shine puede entrar a formar parte de ese modelo tanto virtuoso como trágico, pero Estrella, con su disociación fantástica, nos ayuda a entender el trauma y a sobrepasarlo. Entonces, si bien, Issa López sigue hasta cierto punto la fórmula de Guillermo del Toro de utilizar a los niños como protagonistas inocentes en peligro inminente, López presenta a los niños como los únicos capaces de desentrañar la verdadera historia del trauma de la guerra contra el narco.

            La monstruosidad abyecta de los desaparecidos representa la falta de los códigos éticos en la sociedad. El horror ofrece al público la reacción de rechazo y repulsa que se intensifica en la pantalla. El código del horror transforma la violencia en abyectos fantasmas que siempre vuelven, a pesar de que la sociedad quiera dejarlos en el olvido. Como menciona Rosana Díaz-Zambrana (2012) “dentro de las producciones e identidades culturales la retórica del horror proveería un módulo para codificar el mundo habitado y la estética y moral como el bien y el mal, normalidad y anormalidad, pureza y suciedad, aceptable e inaceptable” (26). La monstruosidad de la madre muerta y de los desaparecidos como víctimas de esa violencia acentúa el rechace visceral contra la guerra contra el narco al obligarnos a sentirla a través de los niños protagonistas y a entenderla a través de sus miedos. Los verdaderos monstruos no son los fantasmas sino la violencia y los que la llevan a cabo. Como nos recuerda Avery F. Gordon, “the ghost is a conceptual means to productively reveal how hegemonic discourse excludes the story of loss and absence in historical trauma” (Ribas-Casasaya, 2016: 3). Esos fantasmas no forman parte del guion afectivo creado por el gobierno mexicano y sin embargo en Vuelven se convierten en los que se encargan de vengarse del pasado. La aventura de Estrella culmina al encontrar al verdadero asesino de su madre que es el político Servando Esparza, quien es devorado por los espectros que él mismo creó. Entonces, los fantasmas y sus encuentros con Estrella nos arrastran desde la perspectiva de la inocencia en una búsqueda de la verdad y la sanación a través del descubrimiento y la lucha contra el trauma y el olvido. El fantasma de la mamá de Estrella representa los desaparecidos y también la fuente de motivación para encontrar la verdad de esa violencia y la posible sanación.

            El trauma de Estrella solamente puede sanarse con la constante reaparición de su madre de forma fantasmagórica. Cathy Caruth entiende el “trauma as a re-exposition and re-experiencing of an event not fully registered by the consciousness in its first occurrence” (Ribas-Casasaya, 2016: 63). La experiencia y reexposición de los encuentros de Estrella con personas muertas continúan recurrentemente hasta que ella es capaz de llorarlos. Pero, la realidad motora es que Estrella y Shine no quieren olvidar la imagen de sus madres. Shine tiene el teléfono con las fotos de su mamá y también guarda el encendedor que usaron los asesinos de su familia para quemar su casa. Su cuerpo tiene marcas de esa violencia en su cicatriz en la frente. Cuando Shine, vuelve a la casa para recuperar fotos de la mamá de Estrella, los Huascas le están esperando y lo llevan donde los otros niños están escondidos. Entonces se produce la trágica muerte del Morro, asesinado a sangre fría por los narcos. En el teléfono, hay un video de torturas y asesinatos y al llamar al número, Esparza alias “el Chino” responde para recuperar las pruebas que lo culpabilizan. Cuando el Chino explica que él mató a Caco y les invita a verlo para recibir el teléfono, los niños le ponen la condición de que él mate a los Huascas.

            Sayak Valencia (2018) ha explicado la conexión entre Estado y el narco de esta manera: “[I]n the contemporary context of the breakdown of the Mexican state, we must highlight the connections between the State and the criminal class, as both uphold a violent kind of masculinity linked to the construction of the idea of the national” (55). Las conexiones y colusiones entre el narco (Los Huascas) y la clase política (Esparza) se exponen en varias películas o series sobre el narco, pero en este caso, la masculinidad violenta y asesina del político Servando Esparza sobrepasa al grupo de los narcos como demuestra la aniquilación de todos para salvar su imagen. Ellos no son los protagonistas tampoco, sino los motores de la violencia que constituye a los huérfanos en sujetos que tienen el cometido de entender su propia historia.

            La sanación de Estrella se produce a través de la confrontación con ese trauma. Las últimas escenas de la película recrean el problema del feminicidio en México que también ha sido achacado a la combinación del machismo institucional y la colusión entre las autoridades y el narco. Esto se narrativiza en la película a través del descubrimiento del video en el teléfono que Shine ve con sus propios ojos el asesinato y tortura de la mamá de Estrella llevado a cabo por Esparza. Ya de camino al edificio en ruinas donde van a ver al Chino y a los Huascas, Shine se empieza a sentir desamparado, “no hay ni tigres, nosotros somos los únicos que habemos” (Vuelven). Sin el amparo de las autoridades, sin el apoyo de la familia, los niños se enfrentan solos al peligro. De nuevo, la línea de sangre que corre en el piso presagia la muerte de los huérfanos a manos de los antagonistas. Estrella tiene el presentimiento de que su mamá fue asesinada en ese mismo sitio y pregunta insistentemente a su amigo hasta que Shine le muestra el video. Éste sabe que Esparza se va a dar cuenta de que el teléfono que le dio no es el que buscaba. Estrella usa su último deseo para que se le quite la cicatriz a Shine, pero en vez de cumplirse, Esparza le dispara en la cara y el niño cae muerto y después persigue a Estrella para matarla.

             Es en esa confrontación con la verdad de la muerte de su mamá y ayudada por el tigre de peluche de Morro que ha tomado vida, Estrella llega a un aposento en penumbra. Allí, abre los ojos y ve al fantasma de su madre muerta que alarga la mano, mientras ella desconsoladamente llora, por primera vez, su muerte. Esta vez su madre no parece un cadáver envuelto en plástico, sino la representación de la Madre Dolorosa católica que la reconforta. Con la llegada de Esparza, los fantasmas lo arrastran a la oscuridad y desaparece en una habitación consumida por el fuego. Estrella, luego, despide al fantasma de Shine. Al fin, las voces en off de Shine y Estrella se juntan en la conclusión del argumento, mientras Estrella se encuentra con un tigre de Bengala a la salida como espejo de su valentía y sanación: por fin ha recordado que es tigre. Después abre las puertas del edificio desolado para caminar en un campo verde lleno de luz y resumir un mensaje de esperanza: “[Voz de Shine] Los tigres no tienen miedo, ya pasaron por todas las cosas malas y se van del otro lado, son reyes en este reino de cosas rotas…” “[Voz de Estrella] Porque tenemos que recordar, somos príncipes, somos guerreros y tigres y los tigres no tienen miedo” (Vuelven). Con esto, Estrella concluye su búsqueda y llora la muerte de su madre, superando el trauma de la violencia.

            El nuevo guion afectivo frente a la guerra contra el narco que se produce con la película Vuelven de Issa López tiene su contexto cultural en el trabajo de periodistas como Javier Valdez Cárdenas, la escritora Cristina Rivera Garza, grupos feministas que protestan la violencia contra la mujer o el Movimiento de Paz con Justicia y Dignidad entre muchos otros grupos civiles que enfatizan la memoria de las víctimas de esta guerra contra el narco. Vuelven ofrece una historia de empoderamiento de la mujer en la historia de Estrella y también se critica la construcción de la nación mexicana con el macho violento como modelo. Issa López nos ofrece la posibilidad de “afectar y ser afectados” con lo que muchos niños y niñas pasan como consecuencia de la guerra contra el narco, más allá de los debates sobre la legalización de las drogas o las políticas de prohibición. Sobre todo, nos invita a no olvidar a esos desaparecidos y muertos que han desgarrado la sociedad mexicana.

 

 

Referencias

Ahmed, Sara. (2004). The Cultural Politics of Emotion. University Press and Routledge.

Ahmed, Sara. (2010). “Happy Objects”. En Melissa Gregg and Gregory J. Seigworth (eds.), The

Affect Theory Reader (pp. 29-51). Duke UP.

Astorga Almanza, Luis A. (2015). “¿Qué querían que hiciera?” Inseguridad y delincuencia

organizada en el gobierno de Felipe Calderón. Grijalbo.

Bartilow, Horace A. (2019). Drug War Pathologies: Embedded Corporatism and U.S. Drug

Enforcement in the Americas. The University of North Carolina Press.

Beliveau, Ralph. (2017). “A Topology of Guillermo del Toro”. En Shipka, D., & Beliveau, R.    (eds.), International Horror Film Directors: Global Fear. Intellect.

Butler, Judith. (2009). Frames of War: When Is Life Grievable? Verso.

Caruth, Cathy. (1995). Trauma. Explorations in Memory. The Johns Hopkins Univerity Press.

Cavarero, Adriana. (2009). Horrorism: Naming Contemporary Violence. trad. by William McCuagi. Colombia University Press.

Díaz-Zambrana, Rosana. (2012). “Introducción. Horrografías. Rutas transcontinentales del miedo”. En Rosana Díaz-Zambrana y Patricia Tomé (eds.), Horrofílmico: Aproximaciones al cine de terror en Latinoamérica y el Caribe (pp. 19-46). Isla negra Editores.

Gibbs, Anna. (2010). “After Affect: Sympathy, Synchrony, and Mimetic Communication”. En Melissa Gregg and Gregory J. Seigworth (eds.), The Affect Theory Reader (pp. 186-205). Duke UP.

Jackson, Kimberly. (2016). Gender and the Nuclear Family in Twenty-First-Century Horror.  Palgrave Macmillan.

Landberg, Alison. (2004). Prosthetic Memory: The Transformation of American Remembrance in the Age of Mass Culture. Columbia University Press.

López, Issa. (Directora). (2017). Vuelven [Film; DVD release]. Filmadora Nacional Peligrosa.

Mpjd. (2016, diciembre 2). La Tercera Caravana del Movimiento por la Paz con Justicia Y

Dignidad parte a Estados Unidos. 3 de marzo de 2021. Recuperado de http://mpjd.mx/comunicados/la-tercera-caravana-del-movimiento-por-la-paz-la-con-justicia-y-dignidad-parte-a-estados-unidos/

Ribas-Casasaya, Alberto and Amanda L. Petersen, eds. (2016) Espectros: Ghostly Hauntings in

Contemporary Transhispanic Narratives. Bucknell University Press.

Rivera Garza, Cristina. (2011). Dolerse: Textos desde un país herido. Frontera Press.

Valdez Cárdenas, Javier. (2015). Huérfanos del narco: Los olvidados de la guerra del

narcotráfico. Aguilar editorial.

Valencia, Sayak. (2018). Gore Capitalism. Trad. John Pluecker. Semiotext(e).

 

 

[1] Luis Astorga (2015) explica las razones de Calderón para enfatizar las prioridades del estado centradas en la seguridad pública: “Ante las fuerzas armadas, los empresarios y funcionarios de distintos niveles del gobierno en diferentes partes del país y ante medios como El Economista, el presidente repetía una y otra vez que las tres prioridades de su gobierno eran, en ese orden, la seguridad pública, la generación de empleos y el combate a la pobreza; que uno de los obstáculos mayores que enfrentaba el país era la inseguridad y que las acciones del gobierno pretendían dar seguridad a la población y crear un entorno propicio para las inversiones.” (28)

[2] Para más información, ver “Calderón menosprecia muerte de civiles en su guerra contra el narco” https://www.proceso.com.mx/107462/calderon-menosprecia-muerte-de-civiles-en-su-guerra-contra-el-narco

[3] “Genaro García Luna: US Arrests Mexico Ex-Minister on Drugs Charges” BBC News, 10 December 2019.

[4] Ver el artículo de Kate Linthicum, “Former Mexican security official arrested in U.S., accused of taking millions in bribes from ‘El Chapo’” Los Angeles Times, Dec. 10, 2019. https://www.latimes.com/world-nation/story/2019-12-10/former-top-mexican-official-arrested-for-taking-multi-million-dollar-bribes-from-el-chapo

[5] El cadáver de Juan Francisco Sicilia Ortega fue encontrado el 28 de marzo del 2011.

[6] Para más, ver: http://mpjd.mx/comunicados/la-tercera-caravana-del-movimiento-por-la-paz-la-con-justicia-y-dignidad-parte-a-estados-unidos/

 

 

Miguel A. Cabañas es profesor titular en Michigan State University. Enseña estudios culturales en el departamento de Romance and Classical Studies además de Estudios globales y Chicano/Latino. Es el autor de The Cultural “Other” in Nineteenth-Century Travel Narratives (2008) y el co-editor del libro The Politics of Travel (2016). Aparte de estudiar el viaje literario, es especialista en la representación de la guerra de las drogas en las Américas. Editó un número especial en la revista académica Latin American Perspectives titulado “Imagined Narcoscapes: Narco-Culture, and the Politics of Representation” (2014) y también ha publicado numerosos artículos y presentaciones sobre la narcocultura en México, Colombia y Estados Unidos (narcocorridos, narcotelenovelas y literatura del narco) tanto en revistas académicas internacionales como en un libro sobre la historia del narco: Narcos del Norte (2017).

 

También las mujeres pueden: imaginarios del ser mujer en el narcomundo mexicano

0

 

 

Resumen

Este artículo presenta el análisis de dos feminidades buchonas que se representan en los narcocorridos y narco rap, esto bajo la premisa de tres categorías analíticas para definir, describir y explicar los imaginarios de ser mujer dentro con distinto rango en la jerarquía del narcomundo mexicano.

            Palabras clave: narcocultura, feminidad buchona, narcocorridos, narcorap, relaciones de poder.

 

Abstract

This paper presents the analysis of two buchonas feminities that are represented in the narcocorrido and narco rap, this under the premise of three analytical categories to define, describe and explain the imaginaries of being a woman within a different rank in the hierarchy of the Mexican narcomundo.

            Keywords: Narcoculture, Buchona Feminity, Narcocorridos, Narcorap, Power Relationships.

 

 

Introducción

Me gusta empezar con la frase: “También las mujeres pueden”[1] que es el primer verso del narcocorrido del mismo nombre que interpretan los Tigres del Norte[2], para hablar de las mujeres traficantes. Este narcocorrido, a grandes rasgos, narra la historia de dos mujeres mexicanas que hacen negocio con otras mujeres procedentes de Colombia. El corrido data de 1997 y se trata de una negociación exclusiva entre mujeres, dejando de lado el aspecto romántico como era narrado en el tan conocido corrido “Contrabando y Traición”,[3] también interpretado por la misma agrupación desde 1976. Estas canciones ponen sobre la mesa la participación de la mujer en el narcomundo, un mundo que ha sido acaparado por los hombres, pues eran pocas las mujeres conocidas que se desempeñaban en lugares importantes dentro del tráfico y venta de drogas en México.

            En el presente texto se considera a los corridos como documentos de la historia popular y que han dejado registro de las hazañas y vivencias de personajes populares. En el caso de los narcocorridos nos dejan un compendio de historia no oficial del mundo del narcotráfico mexicano. Por tal motivo el corrido es de las piezas más importantes del engranaje que conforma la narcocultura mexicana. Sirve como documento histórico, pero también es uno de los productos más importantes para el merchandaising de esta cultura. En otras palabras, estas canciones son un producto cultural que se consume, siguiendo la definición de García Canclini (1999): “es el conjunto de procesos de apropiación y usos de productos en los que el valor simbólico prevalece sobre los valores de uso y de cambio, o donde al menos estos últimos se configuran subordinados a la dimensión simbólica” (42). Es decir, los corridos son productos que tienen una importancia simbólica para quienes lo consumen, en las propias letras de las canciones se inscriben discursos que generaran ideas, imaginarios y formas de ver la narcocultura mexicana.

            Por su parte, Valenzuela Arce (2014) refiere al potencial del corrido con respecto a la conformación de identidades. Concuerdo con la idea del autor, pero hay que reconocer que, al ser un consumo cultural, la música pasa por procesos históricos y en la narcocultura mexicana, el corrido sigue siendo relevante para la narcocultura, pero ahora se ve acompañado por otro tipo de género musical que cumple las funciones de hacer un registro narrativo de las nuevas generaciones de personas involucradas en el narcotráfico, me refiero al narcorap. Se deben comprender los procesos históricos y la representación musical del periodo donde se está desarrollando la narcocultura, entendiendo a dicha cultura como dinámica y cambiante, a partir de los factores sociohistóricos que la envuelven.

            Durante la investigación de mi tesis de doctorado denominada: La Feminidad Buchona: performatividad, corporalidad y relaciones de poder en la narcocultura mexicana (León, 2019) el estudio de las letras de dichas canciones fue relevante para analizar las relaciones de poder que generan las mujeres en el narcomundo y cómo el capital erótico es fundamental para las negociaciones que ellas hacen para su pertenencia y supervivencia en dicho contexto. En el presente trabajo se profundizará en dos canciones que hablan de la vida de mujeres en distintos peldaños de la jerarquía en el narcotráfico mexicano.

            Antes de entrar de lleno en el análisis es necesario hacer puntualizaciones con respecto a algunos conceptos que son las bases para las interpretaciones y conclusiones de los resultados de los discursos inmersos en las letras de las canciones. Es necesario hacer una revisión de estos, para identificar qué función tienen para representar, crear y reconocer los imaginarios del ser mujer en el narcomundo mexicano. En primer lugar, se reconoce que la narcocultura es:

producto de las dinámicas capitalistas, que no sólo es un trabajo, sino que implica también una forma de vida, genera productos culturales específicos que son representaciones de la realidad narco, mismas que pueden ser imaginadas o que tienen su referente en las realidades vividas, que harán de la violencia un consumo. Estos elementos culturales dan significado y pertenencia a dicha cultura. (León, 2019: 20)

Esta definición se sustenta en el contexto de lo que la filósofa mexicana Sayak Valencia (2010) ha denominado Capitalismo Gore, en el que enfatiza el consumo de violencia de forma acrítica y que se interconecta con el hiperconsumo de la sociedad en general. La narcocultura es una cultura laboral y social, que muestra el éxito de la idea de la individualización de nuestro sistema económico. Respecto a ello, señala Valencia (2016a), que dejamos de ser ciudadanos y pasamos a ser consumidores.

            Esta cultura también tiene todo un entramado de valores y formas de ser, dentro del narcoumundo. Valenzuela Arce (2014) señala que los narcocorridos fungen como elementos educativos y axiológicos de la vida dentro del narcotráfico, pero reconoce el cambio histórico, social, político y económico. Actualmente los corridos, junto con los narcoraps además de ser elementos pedagógicos de la moral y ética dentro de la narcocultura, también son promocionales y conllevan discursos de consumo, pero ahora no sólo es la música la que difunde estos ideales, formas de ser y vivir en el narcomundo. La difusión en la web es la manera más recurrente de transmitir y acceder a los consumos culturales de la narcocultura, siendo el medio audiovisual su plataforma de mayor difusión.

            Jon Illescas (2015) señala que hay una cultura del video hegemónico en la cual su principal función es alentar el consumo. Illescas realiza una tipología de dichos videos en YouTube, siendo de relevancia los tipos Dionísicos y los Gánsters. El primer tipo, según el investigador, son los videos que hablan de una vida de consumo para satisfacer los placeres, sin tener en cuenta las cantidades de dinero a gastar, pues desde la visión del autor este tipo de discurso se sujeta a la filosofía Die Young, life fast (Illescas, 2015) Y con respecto al tipo de Gánsters, estos videos muestran la vida criminal y la enaltecen, junto con el consumo de drogas.

            Los productos audiovisuales de los narcocorridos se pueden considerar una combinación de lo que representan los discursos de la tipología de Illescas, principalmente, las producciones del narcocorrido y narcorap, donde se muestra el consumo de alcohol y drogas durante las fiestas, además del hiperconsumo, promocionando marcas que señalan su poder adquisitivo. Por otro lado, están los que muestran el poder que se obtiene a partir del ingreso a actividades ilícitas, creando imaginarios e identidades de lo que es ser hombre o mujer dentro de la narcocultura.

            Para hacer una descripción de lo que significa ser mujer en el narcomundo mexicano, se retoman las tres categorías analíticas para definir la feminidad buchona utilizadas en la investigación doctoral (León, 2019), para así analizar, desde este marco, los consumos culturales que hablan de mujeres en el narcotráfico. Estas categorías son:

  1. Imaginario de la feminidad: Con esta categoría pretendo identificar las nociones que se tienen de ser femenina, el comportamiento y la encarnación de “coreografías de género” (Valencia, 2016a) reproducidas por las buchonas. Cómo éstas fungen como parte de la dicotomía de género en la narcocultura mexicana y cómo se diferencia del imaginario de la masculinidad de este mismo grupo.
  2. Coproducción narco-estética: Esta categoría permitirá identificar los procesos y construcciones de identidades narco encarnadas en las buchonas, es decir, toda la producción que deben generar en vestido, cirugías, performance, posiciones, ademanes e incluso lenguaje, que las legitime como mujeres involucradas en la cultura de las personas que se dedican al tráfico y venta de drogas, tanto de manera individual como social.
  3. Consumo y producción de capital erótico: Esta categoría se liga con la idea de poder y el uso del cuerpo, donde la sexualidad y prácticas que de ésta se desprendan, forman parte esencial para entender cómo las buchonas negocian sus relaciones frente a los hombres y frente a otras mujeres. (León, 2019: 47-48)

Ahora, cuando nos referimos a las buchonas, tenemos que hacer énfasis en que esta categoría proviene de una palabra de uso coloquial y que tiene una geolocalización específica. La buchonería, en el entendido popular, es la cultura de los narcotraficantes del estado de Sinaloa. Históricamente hay elementos que componen la cultura buchona. Sánchez Godoy (2009) marca la cuna de dicha cultura en Badiraguato, Sinaloa, una zona rural donde los campesinos comenzaron a trabajar la amapola.

            En el imaginario, el buchón será este “nuevo rico” que entrelaza características rurales con elementos de moda y hará de ellos sus símbolos de poder. Mondaca Cota (2014) señala que en la buchonería se crea una moda denominada estilo Versace, donde la indumentaria es con camisas satinadas, pantalón de mezclilla, botas y sombrero. Este atuendo es el estereotipo que aún representa a los narcotraficantes mexicanos en los consumos culturales que se difunden globalmente.

            Ahora, la buchona es la mujer que genera un vínculo erótico afectivo con los hombres inmersos en el tráfico de drogas. Desde una perspectiva de género se tiene que reconocer que la narcocultura mexicana está fincada en una cultura hegemónica heterosexual, donde prevalece la dicotomía de género y las identidades se sustentan en roles de género que suponen la superioridad de lo masculino. Sin embargo, desde una perspectiva analítica, la buchona no sólo se define por un vínculo erótico afectivo, sino que es una forma de ser mujer dentro del narcotráfico y es por eso que se genera el concepto de feminidad buchona, como “el conjunto de elementos y características físicas, simbólicas, axiológicas y mentales de las mujeres que viven o aspiran la inserción a la narcocultura mexicana” (León, 2019:31) Este conjunto de elementos y características es lo que hace replantear que no existe sólo una feminidad buchona, sino que existen diversas formas de asumirse como mujer dentro del narco y, aunque tienen algunas características compartidas, serán las diferencias las que posicionen a las mujeres en distinto rango dentro de la jerarquía de poder.

            La feminidad buchona se ayuda principalmente del capital erótico (Hakim, 2014), entendido este como “la belleza, el atractivo sexual, la vitalidad, el saber vestirse bien, el encanto, el don de gentes y la competencia sexual” (Hakim, 2014:20). Estos elementos ayudan a conformar las redes y relaciones de poder para que las mujeres se posicionen en peldaños de poder dentro de las organizaciones. Siguiendo las tipologías previas de Mata Navarro (2016) y Valencia (2016b) con respecto al ser mujer dentro del narcomundo mexicano y contrastando los datos obtenidos en campo se propone la siguiente jerarquía de la feminidad buchona:

Figura I. Jerarquía de la feminidad buchona

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos obtenidos en campo para la tesis La Feminidad Buchona: performatividad, corporalidad y relaciones de poder en la narcocultura mexicana (León, 2019).

 

            Para los fines de este trabajo, se han elegido dos textos que corresponden a un narcocorrido y un narcorap, que hablan de una de una mujer inserta en la narcoburguesía y de una del proletariado gore (Valencia, 2016a), pero con una posición de jefa. En los siguientes apartados se describe con mayor profundidad las características de cada una de las mujeres, ya que esto toma relevancia en los discursos que se mantienen en las narraciones de sus historias en las letras de las canciones. Primero es necesario entender de qué manera se hacen los análisis y que método se ha utilizado para obtener los resultados deseados.

 

Método

La investigación general fue de corte cualitativo, con énfasis en la netnografía (Del Fresno, 2011), la cual es el uso de las herramientas, principalmente, de la antropología para el estudio de las interacciones en el mundo digital y su co-relación con el mundo off-line. Además de que mucho del material de análisis se encuentra de libre acceso en la plataforma de YouTube, los dos videos elegidos para analizar las letras forman parte de un corpus audiovisual más amplio que refieren a mujeres dentro del narcotráfico y acotándolos a las categorías de análisis de: 1) imaginario de la feminidad, 2) coproducción narcoestética y 3) consumo y producción de capital erótico.

            Para hacer una descripción más detallada se ha utilizado el método de análisis crítico del discurso multimodal (ACDM), pues, como mencionan Kress y Van Leuween, este “estudia los discursos en los que se combinan diferentes sistemas de signos (modos) y los mecanismos que se emplean para su producción y comprensión”. (en Rodríguez y Velázquez, 2011: 42) Aunque este método se ha utilizado principalmente para el análisis de imágenes, ha sido de utilidad para el estudio de los consumos culturales audiovisuales, ya que las cuatro etapas de dicho método permiten hacer una investigación completa de los consumos culturales. Estas etapas son:

1) Discurso: se hace una relación entre la creación y el autor, se debe entender el contexto en el que se realiza la obra y el tema del que habla dicho consumo cultural, lo que ayuda a delimitar los discursos, temas y hechos que circundan, en este caso, la letra del narcocorrido o narcorap.

2) Diseño: en esta etapa se identifican los discursos conceptual, social y material del consumo cultural, además del proceso de producción y transmisión del mensaje. En otras palabras, es reconocer el por qué, cómo y para qué se hizo dicho material.

3) Producción: En esta etapa se hace un análisis del proceso de creación del consumo, el sentido de las imágenes, la revisión documental y los discursos circundantes en el proceso de creación, que son relevantes para entender el impacto y sentido del consumo cultural.

4) Distribución: esta etapa analiza las plataformas por las cuales se difunde el mensaje, en el caso de los narcocorridos y narcorap. Como ya se mencionó antes la plataforma principal es internet, en específico, YouTube.

Se han elegido para el análisis las canciones “La Cheyenne sin placas” y “Pa la Morena”. En el siguiente apartado se hará una descripción del contexto y revisión documental que sustentan las narraciones de dichas letras. A continuación, se presenta una tabla de las características generales de dichas canciones y sus videos en YouTube, abonando en este sentido al análisis de distribución de las producciones culturales.

Tabla 1. Características generales de las canciones y sus videos

Nombre La Cheyenne sin placas Pa la Morena
Intérprete Ely Quintero El Ordinario M.H.M
Año de Publicación 2013 2014
Visualizaciones 1.061.096  (hasta el 26 de nov de 2020) 95.326 (hasta el 26 de nov de 2020)
Canal Ely Quintero Oficial El ordinario M.H.M.

 

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos obtenidos de los videos:

La Cheyenne sin placas, URL: https://www.youtube.com/watch?v=0vvUluJGBzc
Pa la Morena, URL: https://www.youtube.com/watch?v=hBZ71DdZ0yI

 

            A partir de estos elementos que nos da el ACDM y las categorías de análisis se puede hacer una descripción de las canciones y dar una noción de los imaginarios de ser mujer dentro del narcotráfico mexicano. En el siguiente apartado se desarrolla esta idea.

 

Resultados

Ser la querida, estar protegida

Para el análisis de la Cheyenne sin Placas es necesario hacer énfasis en la intérprete de dicha canción, Ely Quintero, mujer originaria de Culiacán Sinaloa. Esta cantante presenta elementos de la estética buchona, ya que si vemos su indumentaria y el cuerpo estetizado de una manera específica, podemos dar cuenta que ella representa y comparte características con los cuerpos denominados de buchonas. Su cuerpo está intervenido quirúrgicamente, resaltando senos y glúteos, cabello oscuro, largo y lacio. Maquillaje marcado y decoración corporal vistosa.

            La importancia de esta representación en Ely, es que sus corridos están dirigidos principalmente a mujeres. Con ayuda de los videos, se puede generar una coproducción narcoestética que no queda sólo en un imaginario o narración, sino que los videos son los nuevos escaparates de consumo. Por un lado, tenemos la representación de la cantante en la narcocultura y de la feminidad buchona, y, por otro lado, el segundo elemento relevante es el mensaje que transmite en la canción, es decir la historia narrada.

            En la letra de la canción utilizada para el presente análisis la idea general es cantar a una mujer que, al establecer un vínculo erótico afectivo con un jefe de sicarios, tiene cierta inmunidad con respecto a las leyes y las puede romper.

             En el año en que se publica el video, 2013, estaba en auge un tipo de corridos denominados corridos alterados o enfermos, la corriente es conocida como el Movimiento Alterado y sus cantantes principalmente se refieren a integrantes del Cártel de Sinaloa en sus canciones. En el caso de “la Cheyenne sin Placas” no es la excepción, pues se contextualiza en Culiacán y adelantando un poco la historia, nos va a narrar la vida de una mujer influyente a partir de la relación erótico-afectiva que tiene con un hombre inmerso en el narcotráfico.

            La canción comienza con una persecución a una camioneta, la cual va rompiendo normas de tránsito y en primera instancia se hace creer que los policías van persiguiendo a un hombre. En la siguiente estrofa vemos la ruptura de esa imagen, lo cual es relevante en la construcción de la feminidad buchona, y ayuda a delimitar el imaginario de los roles de género, lo que implica que las mujeres en dicha cultura rompen ciertas normas al tener comportamientos distintos.

se bajó como si nada y más grande fue la sorpresa

no era lo que imaginaban

Era una dama imponente, como esas nomás hay veinte

en todito el universo, dijo venga comandante

hay que arreglar muy bien esto, no uso licencia, ni nada

y esta Cheyenne es doblada.

Es importante el discurso que se crea a partir de las actitudes y acciones esperadas a partir de los roles de género, en este caso, ser una excelente conductora y que, además, se enfrenta o, más bien, no tiene miedo hacia la autoridad. Hablar de la imponencia de la mujer es importante, pues en el imaginario de feminidad buchona es necesario representarse como una mujer fuerte y bella que serán los principales atributos para reconocerse como buchona, es decir, este uso de capital erótico para mantener cierto poder, en este caso, frente a los policías. A continuación, la mujer se presenta y hace uso de su jerarquía dentro del narcomundo para que los policías dejen de perseguirla.

Pues busca como defenderte, de lo que haces cuál es tu fuerte

así le dijo el comandante y aquella mujer influyente

se le quedo viendo de frente, claro que sí, yo se lo explico

soy querida de un hombre rico.

Recordemos que el peldaño más alto de la jerarquía de la feminidad buchona corresponde a tener todas las características de la producción narco-estética, utilizar el capital erótico para ser protegida a partir del vínculo erótico-afectivo que crean con los hombres.

las mujeres que ocupan una posición privilegiada, a partir de las relaciones erótico – afectivas y familiares que han generado con hombres insertos en el narcotráfico. Se puede decir que estas figuras femeninas tienen un alto rango en la jerarquía de la clase burguesa narcotraficante al ser relacionadas con capos o jefes de sicarios. Ellas son reconocidas en la narcocultura como mujeres que han obtenido actualmente mayor poder dentro del narcotráfico mexicano. (León, 2019:141)

Este corrido puede sintetizar el tipo de relación de poder que genera una mujer que se vincula con un elemento poderoso de algún Cártel. En el corrido se hace referencia expresa a un hombre que fue conocido como jefe de sicarios del capo “Mayo” Zambada.

Él se llama Gonzalo Inzunza[4], es el hombre de las bazucas

él es mi vato y me mantiene y cuando quiere él me tiene

a él muchos le tienen respeto, para acabar con este aprieto

yo soy vieja del Macho Prieto.

Al mencionar el nombre del hombre y afirmar con esto su vínculo con el narcotráfico, esta mujer se vuelve intocable. El video y la letra de la canción transmiten esta idea, a partir de que, aunque ella no respete las normas viales, tiene ciertos privilegios para no ser sancionada, además de que, al mencionar el nombre de su pareja, el policía cambia de actitud.

Fue un gran placer vaya con Dios, esto ha sido una confusión

muchacha siga su camino y váyase por donde vino

aquí no ha pasado nada y jamás volverá a pasarlo

ahí me saluda a Gonzalo.

El discurso de la canción en general transmite una idea de mujer con poder y que puede quedar impune frente a ciertas infracciones, pero para el caso de la feminidad buchona, esta canción también muestra el peldaño más alto de la jerarquía. A partir de la creación y consumo del capital erótico (Hakim, 2014) ella tiene mayor posibilidad de supervivencia y esto no es algo menor en un contexto tan violento como lo es el narcomundo mexicano.

            Esta forma de jerarquía está basada en una relación tradicional con respecto a los roles de género, posicionando al hombre como proveedor. En el caso de las mujeres con mayor jerarquía su rol es permanecer como vínculo erótico-afectivo y ser visiblemente imponentes. Con esto se hace referencia al mantener el cuerpo en ciertos parámetros de producción narco-estética, sobre todo para hacer de su capital erótico su principal herramienta en las complejas relaciones de poder que se crean en el contexto en el que viven.

Es decir, en el cuerpo de las mujeres con feminidad buchona se encarna y se vive todo un despliegue muy específico de una feminidad, la cual se construye en un contexto donde lo masculino es privilegiado. En especial una masculinidad que se adecue a las subjetividades endriagas (Valencia 2016a). Las mujeres insertas en el narcomundo harán del capital erótico (Hakim, 2014) su principal recurso de ejercicio de poder, por ser uno de los capitales más valorados en las interacciones binarias entre hombres y mujeres dentro de la cultura del narcotráfico. (León, 2019: 168)

En esta canción se mantiene anónima la identidad de la mujer, aunque se le relaciona como amante del Macho Prieto, solamente las personas que saben de este vínculo reconocen para quién va dirigida la canción. Recordemos el potencial y origen de los corridos como elementos de transmisión de historia oral, este corrido salió el mismo año en que el propio Macho Prieto fue abatido. El corrido permite dejar en un escenario ficticio la historia, no tenemos la certeza de que existiera la amante, pero tampoco podemos negarlo.

            La canción nos deja un registro de lo que se espera de una mujer que está vinculada con un hombre poderoso de alguna organización del narcotráfico. Cómo señala Valenzuela Arce (2014) los corridos mantienen y transmiten los elementos axiológicos del narcomundo, en este caso, de la feminidad buchona.

Tener rango, ser leandra malandra

En comparación con la primera canción, la segunda sí narra y enuncia la vida de una mujer. El video no tiene la misma producción que el primer video, está realizado de manera más amateur donde se muestran fotos de la Comandante Morena. Esta mujer se ubica en uno de los peldaños más bajos de la jerarquía de la feminidad buchona, es una leandra malandra (León, 2019). Este tipo de feminidad se puede describir y se puede performar por mujeres que son las que se han insertado en la lógica del capitalismo gore (Valencia, 2016a) y además de contar con una narco-estética, son ellas las trabajadoras que ponen el cuerpo en esta empresa de la muerte, ya que se desempeñan como sicarias para sobrevivir.

            En el video vemos un cuerpo femenino que corresponde a las características corporales de las mujeres definidas como buchonas. En su cuerpo se resaltan los senos y los glúteos, también tiene un maquillaje vistoso, lo que va a diferenciar a esta mujer, es que en sus fotos se le ve con indumentaria militar. De nuevo nos encontramos con este rompimiento de estereotipos de género tradicionales, al hablar de mujeres sicarias estamos hablando de una feminidad buchona específica la cual en su performatividad para sobrevivir pone el cuerpo en el campo de batalla.

Las mujeres con esta identidad vulnerable y precarizada serán las que tienen el capital erótico, pero se desempeñan principalmente como sicarias, por lo cual el plus de su capital erótico es la capacidad que tienen de matar. Estas mujeres irrumpen en el imaginario de la feminidad heteropatriarcal, que espera de las mujeres una sumisión y una pasividad con respecto a las agresiones, no se espera que estas mujeres sean capaces de enfrentarse a hombres, y mucho menos matarlos. Dentro de la feminidad buchona, las mujeres tienen un cuerpo escultural, capaz de ingerir drogas, además de tener el carisma para alegrar la fiesta de los hombres narcotraficantes, no se imaginan que ese cuerpo dócil y sexuado tenga la capacidad de accionar una ak-47 o pueda decapitar a alguien. (León, 2019: 148)

 

De la Comandante Morena se tiene poca información, se sabe más de ella a partir de los narcoraps que se componen en su honor, de manera general se sabe que es originaria de Tamaulipas, pertenece al grupo de sicarios del Cártel de Golfo conocido como Ciclones. El Blog de Narco sólo se refiera a ella como:

Es una conocida sicaria dentro de la organización en la zona norte de Tamaulipas y que también fungía con el grado de comandante, lo poco que se sabe de ella es que es originaria de la ciudad de Control, y concluyó la preparatoria en la Ricardo Flores Magón.

Lo último que se supo de ella es que durante un enfrentamiento a mediados del 2014 fue capturada por elementos del ejército de la Sedena junto a otros sicarios y fue recluida en el penal femenil de Nayarit de acuerdo a reportes dentro de la misma organización. (El Blog del Narco, 2015)

El narco rap, que se analiza en este artículo, lo publicaron el mismo año en que señalan su detención. La letra de la canción va a describir a una mujer intrépida y buena para su trabajo, tiene conocimiento en las actividades del sicariato y recalcan que ha subido de rango, convirtiéndose en figura de poder frente al grupo Ciclones.

            En el discurso de la canción, se le va a describir armada y la forma de operar de su grupo. También se explica cómo es que sube de rango. Recordemos lo que Valenzuela Arce (2014) dice acerca del potencial axiológico y pedagógico de las canciones, esta canción, al igual que un narcocorrido, queda como registro histórico de las hazañas de los Ciclones y, en este caso, de la vida que lleva la Comandante Morena.

Que por qué tan armada, se preguntan dónde jala

Soy del Grupo Ciclones, la Morena así me llaman

Pistolera del cártel, por qué subió de rango,

Al mando de mucha gente que es la que la anda cuidando

Patrullando, anda recio, conocida La Morena.

En la letra de la canción se le vincula a la comandante con el jefe de los Ciclones, aunque se mantienen las claves de los elementos del grupo de sicarios, se reconoce que el líder y jefe es el ciclón 80. De nuevo sale a relucir la vinculación entre hombres y mujeres dentro del narcomundo, sin embargo, acá no tiene que ver con lo erótico-afectivo, sino con la forma en que se desempeña en su trabajo. Como se lee en la descripción de la leandra malandra, estas mujeres se vinculan más a la feminidad buchona a partir de las actividades que realizan, aunque tengan una corporalidad muy parecida a las mujeres de mayor alto rango de la narcoburguesía.

            La Comandante Morena, llega a su puesto a partir de méritos laborales y no necesariamente de un capital erótico, y esto es parte importante y que se resalta en toda la canción. Como se menciona en la definición de una leandra malandra, son mujeres que a partir de su condición de clase se insertan en labores que corresponden a los peldaños más bajos de la estructura operativa de los cárteles, esto a partir de conseguir una mayor posibilidad de supervivencia, al insertarse al sicariato, saber manejar armas y poder subir de rango en la organización.

Dicen que no es de bajo rango, que anda dirigiendo

A todo un comando, clave 4-15 La Morena pal 3-4

Con el 80 siempre al frente abriendo paso.

Es importante mencionar como discurso circundante que el Cártel del Golfo y los Zetas, que tienen su epicentro en Tamaulipas, son los que han visibilizado a las mujeres con rangos de comandantes en sus escuadrones. La canción nos presenta un discurso de una feminidad que se contrapone a la idea hegemónica de una feminidad anclada en los roles tradicionales de género, donde se espera que las mujeres no tengan actitudes, ni comportamientos agresivos o violentos, al contrario, en esta canción se van exaltar estos elementos en la construcción de la feminidad buchona de una leandra malandra.

La apodan la Morena, claro que jala pal Cártel

Agresiva pal’ volante porque agresivo es su jale

El respeto que le brindas, es el respeto que sale

Sabe que es una dama, de convicción fuerte y armas

Pues se defiende con balas, es su puesto de confianza.

En las feminidades buchonas del proletariado gore (Valencia, 2016a) el ejercicio del poder tiene que ver con un “poner el cuerpo” en la línea de batalla, recordemos que el peldaño más alto es poder sobrevivir a partir de la protección. Las mujeres sicarias, aunque compartan elementos de la coproducción narco estética con las demás mujeres dentro del narcomundo, carecen de una protección mayor y son ellas la que se defienden a sí mismas, pero también defienden un territorio como parte de su trabajo. La feminidad buchona de la Comandante Morena no se relaciona con ningún vínculo erótico afectivo, pero sí a su inserción a un lugar laboral, que desde el imaginario de la narcocultura sólo estaba destinado para los hombres.

            Las figuras como las de La Comandante Morena permiten seguir reflexionando sobre las identidades de género insertas en la narcocultura mexicana, los narcoraps contribuyen a conocer un poco de estas mujeres y de las relaciones de poder que entablan con sus compañeros. Y al momento de subir de rango ellas también con su feminidad buchona ganan privilegios al no ser la carne de cañón, también el mayor poder que pueden aspirar es el de la supervivencia en contextos de violencia bélica, cómo lo ha sido el estado de Tamaulipas.

 

Conclusiones

Para cerrar estos análisis es necesario enunciar las similitudes y las diferencias que hay en las formas en que se transmite el imaginario de ser mujer dentro del narcomundo mexicano, el cual no es homogéneo. Incluso, tenemos diversos géneros musicales que son predilectos por los distintos grupos del narcotráfico. En el caso de las narraciones de los narcocorridos del Movimiento Alterado, se le canta específicamente al Cártel de Sinaloa, mientras que los MC’s del Narcorap dedicarán sus letras a los integrantes del Cártel del Golfo.

            La letra de “la Cheyenne sin Placas” nos habla de la vida despreocupada y goce de inmunidad por parte de una mujer que obtiene su poder a partir del uso de su capital erótico y su vínculo erótico- afectivo, mientras que la canción “Pa la Morena” nos narra el día a día del trabajo de una mujer inserta en las filas del sicariato. Estas dos canciones dan un panorama de dos formas de ser, representar y vivir la feminidad buchona dentro de los diferentes estratos que crea la narcocultura mexicana.

            El ser mujer en el narcomundo mexicano se caracteriza por elementos bien delimitados. Estas canciones hablan de mujeres que imponen, es decir, mujeres con poder. Recordemos que la feminidad buchona se construye a partir características físicas, simbólicas, axiológicas y mentales, que son transmitidas en los discursos insertos en las canciones antes analizadas. Con respecto a las características físicas, se espera que las mujeres exploten su capital erótico y si no es así, entonces que rompan roles de género para posicionarse como iguales frente a los varones, entendiendo que la narcocultura sigue privilegiando lo masculino. En el caso de la Comandante Morena, es ser experta y capacitada en actividades que se relacionan desde el estereotipo con lo masculino, además que se posiciona con mayor poder por su capacidad de matar.

            En el plano de lo simbólico los videos y canciones que refieren a las mujeres en el narcomundo, están creando referentes que alimentan el imaginario popular, de lo que es ser mujer dentro de estas organizaciones y revelando qué niveles sociales pueden ocupar. Ayudan a otras mujeres a identificar la coproducción narcoestética y se crean estereotipos de estas mujeres, pero todas comparten características de la antes mencionada feminidad buchona. Con respecto al sistema axiológico, ser mujer dentro de esta narcocultura implica generar estrategias de supervivencia, escalar peldaños para garantizar la vida, pero también para ostentar el poder que esto significa. No olvidemos que dicha cultura tiene como contexto el capitalismo gore (Valencia, 2016a) donde parte fundamental es el hiperconsumo, y ser una mujer dentro de este mundo es tener la capacidad de derrochar el dinero e invertir en ti misma para mantener tu posición, como mujer imponente y bella.

            Los narcocorridos y narcoraps, ayudan a que prevalezca el imaginario de ser mujer dentro de estas organizaciones, además que sirven como elementos pedagógicos de la coproducción narco- estética. A la par, son elementos que registran la historia popular y mantienen viva la imagen de las mujeres, aunque en la letra no se diga su nombre, o aunque se encuentren en prisión cumpliendo condena.

 

Referencias

García Canclini, Néstor. (1999). “El consumo cultural: una propuesta teórica”. En: Guillermo Sunkel (coord.), El Consumo Cultural en América Latina. Convenio Andrés Bello.

Del Fresno García, Miguel. (2011). Netnografía. Editorial UOC.

Hakim, Catherine. (2014). Capital erótico: el poder de fascinar a los demás. México: Debolsillo.

Illescas, Jon. (2015). La dictadura del videoclip. Industria musical y sueños prefabricados. El Viejo Topo.

León, Alejandra. (2019). La Feminidad Buchona: performatividad, corporalidad y relaciones de poder en la narcocultura mexicana. Tesis de doctorado, El Colegio de la Frontera Norte, México.

Mondaca Cota, Anajilda. (2014). “Narrativas de la narcocultura. Estética y consumo”. Ciencia desde el Occidente 1(2), 29-38.

Rodríguez Doris y Velásquez Ana Margarita. (2011). “Análisis crítico del discurso multimodal en la caricatura internacional del periódico The Washington Post”. Cuadernos de Lingüística Hispánica, (17), 39-52.

Sánchez, Jorge. (2009). “Procesos de institucionalización de la narcocultura en Sinaloa”. Frontera Norte, 21(41), 77-103.

Valencia, Sayak. (2016a [2010]). Capitalismo Gore. Paidós.

_______. (2016b) “Género(s) y narcocultura”. En Juan Carlos Ramírez Pimienta y María Socorro Tabuenca Córdoba (coord.). Camelia la Texana y otras mujeres de la narcocultura (pp.89-110). Universidad Autónoma de Sinaloa.

Valenzuela, José Manuel. (2014 [2002]) Jefe de jefes. Corridos y narcocultura en México. El Colegio de la Frontera Norte.

 

 

 

 

[1] Para ver vídeo y canción en Youtube visitar el siguiente URL: https://www.youtube.com/watch?v=Bx-j71V0UN8

[2] Grupo de música regional mexicana, famosa por sus corridos y narcocorridos.

[3] Para ver vídeo y canción en Youtube visitar el siguiente URL: https://www.youtube.com/watch?v=1ocd-A-lItU

[4] También conocido como El Macho Prieto, fue jefe de sicarios del “Mayo” Zambada. Según la información oficial fue abatido en el 2013.

 

 

 

Alejandra León Olvera es antropóloga, maestra en Estudios de Género por El Colegio de México (Ciudad de México) y doctora en Estudios Culturales por El Colegio de la Frontera (Tijuana. Baja California). Actualmente realiza una estancia posdoctoral por la convocatoria CONACYT, Estancias Posdoctorales en el Extranjero con el proyecto El narcomarketing digital: Análisis del impacto social de las producciones estéticas y consumos culturales

¡Esto no es Tijuana!: (Narco) denominación de origen en Vivir sin permiso

0

 

 

Resumen

El artículo inicia con un sobrevuelo de las producciones seriales españolas con tema del narcotráfico de los últimos veinte años. Luego explora las representaciones de subjetividades en la serie española Vivir sin permiso (2018). La última parte del articulo se centra en visualizar las estrategias discursivas que los autores y actores de Vivir sin permiso utilizan para presentar las maneras en que México y lo mexicano es construido.

            Palabras clave: México, serie, narcotráfico, Galicia, narcocultura, Netflix.

 

Abstract

The article begins with an overview of Spanish series productions with theme of drug trafficking within the last twenty years. Then it proceeds to examine the representations of subjectivities in the Spanish series Vivir sin permiso /Unauthorized Living (2018). The last portion of the article centers in visualizing the discursive strategies employed by the authors and actors in order to show the ways in which Mexico and mexicaness is constructed in Vivir sin permiso.

            Keywords: México, Series, Drug trafficking, Galicia, Narcocultura, Netflix.

 

“¡Niño Cantinflas!” Ferro a Daniel Arteaga. Vivir sin permiso. Temporada 2. Episodio 5
“Tú lo que estás es hasta los huevos de los putos mexicanos invasores.” Celso a Ferro. VSP. T2. E5

En años recientes se advierte una suerte de época de oro de las series españolas en la que sobresalen producciones tan exitosas y con temas tan diversos como la fantasía en el caso de El Ministerio del tiempo (2015), el policiaco en La Casa de papel (2017-2021) o la comedia en Paquita Salas (2016-), series que han gozado de muy buena recepción crítica y de audiencia tanto en España como en el extranjero. Estas producciones debutaron en televisoras españolas para luego pasar a plataformas internacionales, principalmente a Netflix, donde en ocasiones incluso tomaron un segundo aire que propició una revaloración interna (en España). Como consecuencia de esta recepción más positiva a nivel internacional algunas producciones programadas para ser canceladas después de una temporada única fueran extendidas.

            Dentro de todo este amplio corpus hay una subcategoría de productos con prefijo narco, es decir, series que tratan de aprovechar el fenómeno narco en España, como se le ha llamado en la prensa de ese país (Costas, 2018; Galindo, 2019).[1] En este ensayo me acerco a una de estas series, titulada Vivir sin permiso (2018), y lo hago desde la perspectiva de un espectador fuera de España, que ha visto la serie a través de la plataforma Netflix. Mi acercamiento, asimismo, está mediatizado por mi interés académico en los estudios mexicanos y en los estudios de la narcocultura. En la primera parte del trabajo repasaré la premisa de la serie, enmarcándola en el terreno de narrativas del crimen organizado y narcotráfico con influencias de producciones culturales clásicas como la novela El Padrino (1969) y su film (1972) y su noción del criminal protector con un código ético, y series como Los Sopranos (1999-2007) y Breaking Bad (2008-2013) que muestran un criminal afectado por una enfermedad. En la segunda parte del ensayo me abocaré a analizar la noción de autenticidad de las subjetividades presentes en la serie, sobre todo en relación a lo mexicano.

            Vivir sin permiso se transmitió originalmente en dos temporadas, de septiembre de 2018 a marzo de 2020. La serie fue creada por Aitor Gabilondo, quien había desarrollado otras series exitosas como Allí abajo (2015) y El Príncipe (2014-2016), cuyos protagonistas, José Coronado y Alex González, también encabezarán Vivir sin permiso. La semilla de esta serie se encuentra en un libro de relatos titulado Vivir sen permiso e outras historias de Oeste (2018) del escritor Gallego Manuel Rivas, quien también participó de manera activa en el desarrollo de la serie, en la que se le da crédito como autor de la idea original, apareciendo en los eventos de prensa y concediendo entrevistas en diversas ocasiones. Esta no era la primera vez en que Rivas trataba el narcotráfico gallego, pues ya había incursionado en el tema con el guion de la película Todo es silencio, en 2012.

            La serie inicia con el diagnóstico clínico de Nemesio “Nemo” Bandeira, un destacado hombre de negocios gallego a quien el día de su sexagésimo cumpleaños le informan que sufre de alzhéimer. A lo largo de los veintitrés episodios de las dos temporadas Bandeira va a luchar por ocultar su enfermedad y tratar de asegurar el futuro de su imperio tras su muerte. La acción se desarrolla en Oeste, una pequeña ciudad gallega ficticia donde Bandeira funge como una suerte de Padrino al estilo de la novela de Mario Puzo y, en menor medida, de la película de Francis Ford Coppola. Una especie de ‘Padrino’ a la española, lo llaman en una nota periodística (El Recomendador, 2019). Es decir, que en la serie a Nemo Bandeira se le presenta como una figura protectora de la población de Oeste desde una posición de poder en el crimen organizado y el mundo empresarial. En entrevista el actor José Coronado, quien interpreta a Nemo Bandeira, utiliza el mismo sustantivo al describir a su personaje: “Es un ‘Padrino’. Puede matar, pero a la vez conmoverte por cómo trata a los suyos. Tiene dos caras; la que muestra en el ámbito familiar como padre modélico y otra, más oscura, que está obligado a sacar para defender sus negocios.” (Es Más, 2018). En este sentido Bandeira entra en un modelo que es prototípico en series producidas principalmente en Estados Unidos; criminales mostrados como buenos hombres de familia que sufren de condiciones médicas que los hacen vulnerables. Dos ejemplos bastan para ilustrar lo anterior: Tony Soprano de la serie Los Soprano (1999-2007), con su depresión y sus ataques de ansiedad y Walter White de la serie Breaking Bad (2008-2013), con su cáncer pulmonar.

            Ante la sociedad Nemo Bandeira es el dueño de Open Sea, una empresa multisectorial con intereses en la hotelería, bienes raíces, construcción y el transporte. Esas empresas le sirven para blanquear el dinero que obtiene del narcotráfico. Aunque esto se hace más evidente a partir de la segunda temporada, para el momento en que inicia la historia Nemo lleva décadas de ser líder de una especie de cooperativa de narcotraficantes en su ciudad natal. Ellos se encargan de trasportar la droga que llega a las costas gallegas en grandes barcos procedentes del continente americano. En su juventud Nemo organizó a los pescadores traficantes y ha permanecido como su líder al tiempo que ha ido limpiando su imagen a través de su matrimonio con Asunción “Chon” Moliner, hija de un importante empresario local ya fallecido. Aparentemente Bandeira estaría tratando de abandonar el tráfico de drogas para dejar sus negocios limpios a su familia, pero es un hecho que a lo largo de varios episodios de la primera temporada, sigue activo en el narcotráfico. Aun así Coronado, el actor protagonista, no describe Vivir sin permiso como una serie del narcotráfico, sino como “una serie post-narco” (Marín Bellón, 2017), concepto que nunca explica y que tampoco se ajusta a la trama de la serie, pero que sí tiene lógica en un esfuerzo del histrión por justificar a su protagonista (Fernández, 2018).

            Muchos en Oeste saben que Bandeira es narcotraficante, pero de alguna manera lo aceptan porque, de nuevo, se presenta como una suerte de figura paterna, a veces protectora y a veces amenazante, pero siempre enarbolando un código de conducta que al menos en el imaginario cultural proviene de las mafias italianas y más específicamente de la mafia siciliana. Al describir a Bandeira José Coronado lo enmarca claramente dentro de este código con frases como: “siempre que actúa de forma expeditiva contra otros es porque la situación lo requiere” (Es Más, 2018). En varias ocasiones en las dos temporadas Bandeira verbaliza este código diciendo, por ejemplo, que en medio de la violencia entre bandas las familias no deben ser tocadas. Así se lo dice Nemo primero al Tigre, joven narcotraficante gallego, y luego a Germán Arteaga, un narco mexicano: “[A]quí hay líneas rojas sagradas que no se pueden cruzar, cosas sagradas y las más sagrada es la familia” (cap.4, temp.2).

            En su faceta de empresario como dueño de Open Sea y de la compañía conservera que inició la familia de su esposa, Nemo ha provisto de muchos empleos y durante muchos años a la gente de su ciudad. De hecho, al describir a su personaje, Coronado dice haberse inspirado en Amancio Ortega, el magnate español dueño, entre otros negocios, de las tiendas Zara: “Si he podido tener un referente para encarnar a Nemo ese ha sido Amancio Ortega. Es el que me sirve de referente para lo que hace Nemo por la comarca, lo mismo que hace Amancio con sus fundaciones. Es un hombre terriblemente familiar, sencillo, que tiene el poder suficiente para no llevar corbata y ser escuchado en cualquier ámbito” (Fernández, 2018).

            Sin embargo, esta comparación difícilmente se sostiene. Al inicio de la serie se muestra claramente que los negocios legales de Bandeira sobreviven gracias al influjo del dinero del narcotráfico. Es decir, que como empresario “legal” Nemo ha fracasado, pues lo que ha logrado ha sido subvencionado por sus negocios ilícitos y aun así Bandeira está al borde de la quiebra o incluso está ya en bancarrota, sólo que esto aún no es del dominio público. Una alternativa que se verbaliza constantemente en la primera temporada para salvar Open Sea es la posibilidad de que cotice en la bolsa de valores. Esto nunca se concretó en la serie, es decir, nunca entró a cotizar en la bolsa de valores. Conforme la situación financiera de Open Sea empeora se ven obligados a despedir empleados y la relación clientelar de Bandeira con la gente de Oeste empeora. Todo esto se da de manera simultánea (pero independiente) al diagnóstico y desarrollo de su enfermedad degenerativa. Es decir, que la baja en sus negocios no se produjo por su enfermedad. De hecho, él no maneja directamente Open Sea, sino que lo hace Mario Mendoza, el joven protegido de Bandeira, un “casi hijo” que a lo largo de la serie ciertamente se percibe como un profesional muy competente. La verdad es que nunca se acaba de explicar por qué van a la baja los negocios de los Bandeira. Se insinúa que la familia gasta mucho dinero, despilfarra, pero, de nuevo, las razones nunca se terminan de aclarar. Lo que sí permea es una sensación de que Open Sea no está en problemas financieros debido al manejo de Mendoza. Al contrario, éste se percibe como un elemento estabilizador, pero que en última instancia debe acatar las decisiones de Bandeira.

            A pesar de que en alguna nota periodística se dijo que desde el inicio de la primera temporada ya estaba contemplada y firmada la segunda, la impresión que queda es que Vivir sin permiso fue una serie que se planeó para una sola temporada en la que se podría desarrollar plenamente el arco de tensión consistente en ocultar la enfermedad degenerativa de Nemo (García, 2018). En esa primera temporada los hijos de Bandeira maniobraban para posicionarse como los herederos del poder paterno, al tiempo que eran manipulados por Mario. Sin ninguna duda, y en base en gran medida a su duplicidad e hipocresía (traicionó a todos, incluyendo a su esposa cómplice) Mendoza es el gran antagonista de la primera temporada, que finaliza con su presunta muerte, empujado a un acantilado por un Nemo confundido en medio de un episodio de severo deterioro cognitivo.

            Para la segunda temporada se reescribió el personaje de Mario Mendoza, convirtiéndolo de villano a un personaje si no heroico al menos sí mucho más simpático para la audiencia. Este cambio de personalidad tampoco terminó de explicarse de una manera lógica, al punto que una reseña lo resumió con la frase “es como se fuera otro” (Lamazares, 2020). El mismo Mario se la pasa repitiendo desde el primer episodio de la segunda temporada, frases como: “Yo ya no soy ese Mario” o “No soy el mismo”, etc. Este cambio, por otra parte, dejó vacío el espacio del antagonista en la segunda temporada de la serie, que fue ocupado por los mexicanos o mejor dicho “lo mexicano”, personificado en la familia Arteaga. Berta, la cuñada de Bandeira y Daniel su hijastro (y amante) corporizan el antagonismo mexicano a partir de los últimos episodios de la primera temporada. En la segunda temporada se les unirá Germán Arteaga; poderoso narcotraficante mexicano, esposo de Berta y padre de Daniel, quien de manera también poco lógica y explicada mediante su poder como gran capo de las drogas, consigue que lo trasladen de una cárcel mexicana a una cárcel en Oeste.

 

Representaciones

Uno de los primeros criterios de representación con que fue evaluada Vivir sin permiso es el de la autenticidad en diferentes niveles. Lo que de inmediato llamó la atención de los medios especializados fue lo “poco gallega” que es la serie. Se le criticaba no sólo por ser hablada en castellano, sino también porque la mayoría de los personajes no hablaban con acento gallego. Las notas en los diarios no dejaban lugar a dudas a este respecto con títulos como “Vivir sin permiso, una serie en Galicia sin acento gallego” (El Mundo, 2018); “¿Por qué en Vivir sin permiso nadie habla con acento gallego en Galicia?” (Onieva, 2018a) o “Vivir sin acento: una serie sobre gallegos que hablan en castellano” (Hergar, 2018). Asimismo, se le criticaba su falta de autenticidad en cuanto a la representación del fenómeno del narcotráfico mismo en Galicia. Esto se dio principalmente porque Vivir sin permiso, como proyecto televisivo, se desarrolla en el contexto de un escándalo mediático causado por la batalla legal de Fariña (2015), libro testimonial (e histórico) sobre el narcotráfico gallego, a partir de los años ochenta, escrito por Nacho Carretero. El libro fue sujeto a una demanda legal y retirado de las librerías cuando uno de los traficantes mencionados en el texto se querelló ante la justicia española. Todo esto despertó más curiosidad y llevó el libro a los primeros lugares de venta. Convertida en serie, Fariña debuto en el canal español Antena 3 el 28 de febrero de 2018. Después de lograr gran éxito fue adquirida por Netflix para su exhibición internacional en su plataforma con el título de Cocaine Coast. Ahí debutó el tres de agosto de 2018 con grandes expectativas, al punto que en el New York Times se le auguró que podía “tomar el relevo de La Casa de Papel”, serie ganadora de un Emmy internacional y que había sido un gran éxito global en Netflix (Carrión, 2018).

            Aunque se grabaron prácticamente al mismo tiempo, para cuando Vivir sin permiso comienza su exhibición en España se acababa de transmitir un poco antes –y con gran éxito– Fariña, y las comparaciones fueron inevitables. Sobre el éxito de Fariña, Carretero, el escritor, le da crédito precisamente a la práctica de la autenticidad: “Los actores son gallegos, se rodó en Galicia, y se respetó la forma de hablar del lugar. Todos estos elementos contextualizan muy bien los hechos, construyen una atmósfera muy realista, y ese es el secreto por el cual funcionó tan bien” (Campos, 2018). Por otra parte, los creadores y protagonistas de Vivir sin permiso desde el inicio hacen un esfuerzo por definirse, sin nombrarle, en oposición a Fariña, diciendo por ejemplo que, más que el narcotráfico, los temas de Vivir sin permiso eran las “relaciones familiares y pasiones humanas. Pasiones como la ambición, el poder, la venganza y la lealtad”. Y remataban: “Se sostiene sobre una trama familiar muy fuerte” (Fernández, 2018).

            En cuanto a la recepción critica, Vivir sin permiso va a llevar la peor parte en la comparación. El título de una reseña, que no es de las más severas, lo dice todo: “Vivir sin permiso convence a medias: aplauden al reparto, pero la comparan con Fariña” (El Periódico, 2018). Los actores hacen un buen trabajo, pero el resto de la serie no puede compararse de manera favorable con Fariña. La reseña muestra algunos comentarios del público en redes que elogian las actuaciones, pero critican la manera en que se muestra el narcotráfico. Uno de los comentarios la describe como una “malísima imitación de Fariña” (El Periódico, 2018). Otras notas le tildan de ser telenovela, de ser un culebrón, en lugar de serie y con la implicación de que el tema de narcotráfico no estaría tratado de la manera más seria, sino que enfatizaría más el conflicto intrafamiliar. Sin embargo, esta idea va a ser presentada por los mismos creadores de la serie, que van a recalcar más esta parte de drama familiar, desenfatizando el aspecto del narcotráfico, diciendo que el público no debe esperar tantos balazos como en la serie Narcos y que lo que recibirán será más un melodrama al estilo Dinastía (Onieva, 2018b).

            Para cuando surgen tanto Vivir sin permiso como Fariña ya había un importante antecedente televisivo, una primera ventana al público internacional del narcotráfico en Galicia. Este vehículo fue La Reina del sur, una novela de 2002 de la autoría de Arturo Pérez Reverte que luego sería convertida al formato televisivo y exhibida en dos temporadas, en 2011 y 2016. En la producción Teresa Mendoza, protagonizada por la actriz mexicana Kate del Castillo, se enamora de un traficante gallego y en medio de esa línea dramática se muestra el funcionamiento de los llamados clanes del narcotráfico gallego. Sin embargo, el énfasis de la historia no era el narcotráfico en Galicia per se sino la evolución de Teresa Mendoza “la mexicana”, una joven ingenua que se trasforma en una poderosa jefa del crimen organizado. Producida originalmente por la cadena estadounidense Telemundo y la española Antena 3, La Reina del sur eventualmente sería distribuida por Netflix consiguiendo un gran éxito a nivel internacional.

            En su consumo internacional la historia contó con sesenta y tres episodios mientras que para su exhibición en España Antena 3 hizo un resumen de tan solo siete episodios para poder mostrarla con un formato de serie y en horario estelar. Aun así fue bien recibida, pero nada comparado al éxito de la versión que se mostró en el continente americano por Telemundo y luego a nivel mundial por Netflix. Inmediatamente después de que terminó de exhibirse en España, el autor de la novela, Arturo Pérez Reverte, lanzó varios mensajes por Twitter quejándose de esa versión de la serie, llamándola “una bazofia” y renegando de ella: “Si llego a saber la versión casposa que iban a proyectar aquí, no habría consentido que se visionase en España”. Dijo también haber esperado a que terminara la serie pues a eso se habría comprometido (“prometí no perjudicar la serie durante su emisión en España. Y me costó cumplir la promesa”). Pérez Reverte agregó que había recomendado, sin éxito, que la serie se exhibiera íntegra (Catalán, 2011). La decisión en contra, de nuevo, habría sido hecha por considerar que en los estándares del prime time español no podía entrar una versión de sesenta y tres episodios. Si bien el escritor crítica la versión comprimida, hace una defensa (en términos no del todo panegíricos) de la versión larga, la de Telemundo que se exhibió en América, llamándola un culebrón “largo, canónico, con las limitaciones, defectos, virtudes y eficacias de un género allí clásico” (Catalán, 2011).

            Lo que encontramos aquí es un esfuerzo por alejar el producto (para su consumo en España) de la noción de telenovela latinoamericana (el culebrón) y encajarla en la noción de serie que aparentemente conllevaría más capital simbólico. Es decir, que la versión de sesenta y tres episodios estaría bien para el público latinoamericano, pero no para el horario y consumo del público español, con un gusto diferente, por no decir más sofisticado. Así argumentó esta decisión Antena 3, la cadena que la exhibió en España: “Es una producción latinoamericana que se emite en su prime time, un tipo de producto en un horario al que aquí no estamos acostumbrados” (Catalán, 2011).

 

¡Esto no es México!

Me interesa profundizar a partir de aquí en un aspecto que inicia hacia el final de la primera temporada, pero que se desarrolla mayormente a partir de la segunda temporada: la irrupción de “lo mexicano” en Vivir sin permiso. Me interesa analizar cómo se presenta en la serie la combinación de lo narco y lo latinoamericano, específicamente lo mexicano vis a vis la combinación de lo narco y lo gallego /español. Estas combinaciones, empero, no son neutrales. El enfrentamiento de lo Gallego versus lo latinoamericano, mayormente lo mexicano, va a ser caracterizado de muchas maneras, todas patológicas, todas negativas. En entrevista, el actor José Coronado había resumido la segunda temporada en términos de un cambio súbito y violento: “estará marcada por la irrupción del mundo colombiano y mexicano” (Ayuso y García, 2018). En el primer episodio de la segunda temporada esta irrupción se presenta como una invasión ecológica. Se menciona que los cangrejos de América cuando llegan a Galicia acaban con las especies locales y por eso “hay que acabar con ellos” (cap.1, temp.2). Todo esto, de nuevo, en clara alusión al grupo de narcotraficantes mexicanos que están acosando a los traficantes gallegos.

            La mexicana no es la única presencia latinoamericana en la serie. Desde el primer episodio de la primera temporada aparece un personaje colombiano que es un claro antagonista. Freddy es el lugarteniente de “El Tigre”, el jefe del grupo rival de Bandeira y quien representa a la nueva generación de traficantes gallegos que amenazan el liderazgo de Nemo con una nueva manera de conducir sus negocios, sobre todo en relación con un agresivo narcomenudeo local (cap.1, temp.1). A saber, a diferencia de la organización de Bandeira, a los hombres del Tigre se les muestra en la serie desde sus primeros episodios vendiendo droga a los jóvenes de Oeste. De hecho, en uno de los capítulos finales de la primera temporada Bandeira le reclama al Tigre los métodos de su brazo derecho: “Tu puto colombiano parece que no entiende nuestras reglas” (cap.10, temp.1). Al final de esa primera temporada Freddy el “Colombiano” traiciona al Tigre uniéndose al cartel mexicano de los Arteaga, ayudándolos en su intento de apoderarse de Oeste y desplazar a los traficantes locales (cap.13, temp.1).

            En la segunda temporada, a partir del episodio cinco y hasta el séptimo, se presenta otro personaje colombiano, Santos, un importante narcotraficante con quien Bandeira había hecho negocios años atrás. En ese momento de la historia Bandeira ya no querría traficar droga, sin embargo, Germán Arteaga lo presiona para que organice una última gran entrega de cocaína de Sudamérica, la mayor en la historia de Oeste. La representación de Santos en la serie es mayormente positiva, entendido esto en el sentido de que se le muestra como un personaje que se conduce dentro de los parámetros de un código del crimen organizado idealizado. Es decir, no se percibe que reniegue de su palabra ni que sea traicionero. Por otra parte, a Freddy se le representa de manera claramente antagonista desde el primer episodio, como un personaje abusador de mujeres y de los débiles, además de traidor. Va a traicionar en muchos niveles al Tigre, su supuesto amigo y jefe. Lo va a engañar con su novia, a quien va a matar para evitar que lo delate, mata a la madre del Tigre y finalmente también lo asesina a él. De hecho, considero que “Freddy el colombiano” y “Germán el mexicano” son los dos únicos antagonistas de la serie a los que no se les provee de ninguna cualidad redentora, ninguna narrativa reivindicativa. Se les representa como auténticos depredadores. A los demás personajes se les justifica de algún modo. Por ejemplo, para el actor José Coronado lo que redime a su personaje Nemo “es el amor a la familia y, sobre todo, a Oeste” (Es Más, 2018). Asimismo, Ferro, el hombre de confianza de Nemo, que es capaz de una gran violencia, es fiel a toda costa a su jefe y amigo. También Mario, el gran antagonista de la primera temporada, causa mucho daño. Sin embargo, en la serie se vislumbra que lo que desata sus acciones es sentirse marginado por Bandeira, a quien lo une una relación de amor y odio. Además, en la segunda temporada se le muestra en una luz mucho más positiva. Así, todos los demás antagonistas son de alguna manera redimibles.

            En una serie española donde se acusa que lo gallego no es gallego sería ingenuo esperar que lo mexicano fuera mexicano. Si los papeles de los personajes gallegos en la serie no fueron representados por actores gallegos era difícil esperar que los mexicanos de Vivir sin permiso fueran representados por actores mexicanos. En el caso de los dos personajes colombianos presentados en la serie, Freddy fue interpretado por el actor colombiano Edgar Vittorio, mientras que Santos fue interpretado por Roberto Peralta, un actor de origen guatemalteco. En los casos de los “mexicanos” Berta, Daniel y Germán Arteaga los tres actores que los representan son españoles, lo cual tiene mucho sentido en el primer caso, pues Berta es hermana de Chon, la cuñada de Nemo y como tal es oriunda de Oeste. Su mexicanidad por tanto es por adopción propia, que ella misma reivindica al presentarse: “Soy Berta la mexicana” (cap.11, temp.1). La actriz que la representa, Leonor Watling, articula en la serie lo que a mí me parece un convincente acento del centro de México. Este también es el caso del personaje de Daniel Arteaga, interpretado por el madrileño Patrick Criado, quien habla con un acento adecuado de lo que usualmente se identifica como de la clase alta de la Ciudad de México.

            Finalmente, el caso de Rubén Zamora, actor que interpreta a Germán Arteaga, es diferente, pues aunque nació en España ha residido en México por dos décadas. En este sentido Zamora ha participado en múltiples producciones televisivas mexicanas donde ha interpretado personajes mexicanos de una manera convincente. En Vivir sin permiso, sus manierismos y acento hacen su actuación solvente como un jefe el narcotráfico mexicano. A diferencia de su esposa e hija en la serie, Germán no habla con acento de la Ciudad de México, aunque sí con un acento norteño genérico. Esto a pesar de que en un par de ocasiones en la serie se sugiere que es oriundo de Michoacán. En el tercer episodio de la segunda temporada Nemo llama por su apodo y en su presencia a Germán, “El Gallo de Michoacán”. Posteriormente, el mismo Bandeira, en voz en off, describe a Germán en los mismos términos, agregando algunos datos: “en México lo llaman El Gallo de Michoacán porque siempre pelea a muerte por su territorio […]” (cap.4, temp.2). Si en México lo llaman así es lógico pensar que es oriundo de ese estado mexicano. A pesar de esto, de nuevo, su acento no es de ningún modo michoacano, sino del norte de México.

            En relación específicamente con lo extranjero, es revelador y significativo que la irrupción de lo mexicano se presenta como una suerte de invasión patológica y ecológica que de alguna manera funciona en reflejo de la enfermedad de Nemo. Es decir, así como en la mente de Nemo irrumpe el alzhéimer, patología que va borrando y rescribiendo sus recuerdos y su conducta, así la vieja manera gallega “supuestamente” limpia de hacer narcotráfico se va borrando, rescribiendo, por las nuevas prácticas de lo mexicano. Por eso es que a lo largo de la segunda parte de la serie abundan frases del tipo “Esto no es México”, “Esto no es Tijuana” o “Esto no es Culiacán”, algunas enunciadas múltiples veces y siempre, de nuevo, desaprobando una nueva manera de ejercer el narcotráfico, una manera foránea que se percibe como un agente infeccioso que contamina lo local, o como una especie invasora que amenaza a las especies locales extinguiéndolas, matándolas. Estas frases las verbalizan diversos personajes, desde los narcotraficantes locales hasta la misma juez de Oeste, Marina Cambeiro: “Oeste podría convertirse en la nueva Ciudad Juárez. ¡Nadie estaría a salvo!” (cap.1, temp2).

            Matar es el verbo empleado en una nota de prensa que reseña la segunda temporada y que significativamente se titula “Vivir sin permiso 2: culebrón mexicano mata serie española” (Lamazares, 2020). La primera frase de la reseña es contundente y deja en claro una inquietante visión contaminante: “De la muy buena primera temporada quedó poco y nada. Y no porque los personajes centrales hayan desaparecido. Lo que parece haber desaparecido es la pureza del eje principal que se vio –y se disfrutó– en los primeros trece episodios de Vivir sin permiso, serie española que se puede ver por Netflix” (Lamazares, 2020, mi énfasis). El resto de la nota es en el mismo tenor y da cuenta de una borradura del personaje principal que ha perdido presencia escénica, su pureza, “opacado” por “dos ambiciosos recién llegados de México, que buscan quedarse con todo y destrozar, infectar el universo del protagonista original” (Lamazares, 2020, mi énfasis). La nota remata con un contundente: “De pronto, la serie española desprende aroma a culebrón mexicano” (Lamazares, 2020). Esto, de nuevo, se dio en relación con la segunda temporada, pero en realidad desde el inicio de la primera temporada la serie buscaba ubicarse del lado del melodrama familiar. Así se posicionó; incluso los productores la comparaban con Dinastía la serie norteamericana de los años ochenta del siglo pasado, relanzada en 2017. Empero, el melodrama familiar es intrínsecamente material de telenovela, de culebrón, como se le llama en España. A saber, el compararse con un melodrama estadounidense y no con uno mexicano o colombiano no es, me parece, sino una estrategia para ubicarse dentro de un espacio de mayor capital simbólico.

 

Conclusiones

Es una verdad de Perogrullo decir que al adoptar un producto televisivo para otras audiencias es necesario hacer algunos cambios. En “Remakes a la española. El proceso de adaptación de series extranjeras en España”, los autores contextualizan el término adaptar el cual según ellos “tiene un significado específico cuando se refiere a las artes y el espectáculo. Adaptar es modificar una obra, de cualquier tipo, para que pueda difundirse entre un público distinto de aquel al que iba a ser destinado o, simplemente, darle una forma diferente de la original” (Puebla et al., 2014: 20). De este modo, se sugiere la idea de que “una adaptación artística está estrictamente vinculada a la necesidad de reinterpretar un producto según unas necesidades específicas de un colectivo, como puede ser asemejarlo al entendimiento propio de una cultura local” (Puebla et al., 2014: 20). Lo interesante de este ensayo es que al recorrer las características de varias adaptaciones al público español de diversas cadenas se puede observar que se hacen más cambios cuando se trata de producciones latinoamericanas (especialmente colombianas y mexicanas) que cuando se trata, por ejemplo, de producciones estadounidenses o inglesas. Si la meta de adaptar es “asemejar un producto al entendimiento de una cultura local” (Puebla et al., 2014: 20) lo contrario tendría más sentido, es decir, la lógica indica que las series anglosajonas deberían ser las más alteradas, sin embargo, esto no es el caso. Baso esta conclusión en el razonamiento de que las culturas mexicanas y las colombianas son más semejantes a la española que la estadounidense o la inglesa. No profundizo demasiado en esta aparente contradicción, pero me parece que al menos tiene un elemento aspiracional en las decisiones de qué y qué tanto cambiar o no alguna producción extranjera.

            Más allá del “aroma” chauvinista de la reseña arriba citada tienen razón en que la calidad de la serie disminuyó de manera sustancial en la segunda temporada. Considero que la premisa inicial de un patriarca y capo vulnerable por el alzhéimer no podría extenderse demasiado en una segunda temporada que incorporaba nuevos enemigos sin riesgo de trivializar la gran amenaza de la serie, que es precisamente la aflicción neurológica que aqueja a Bandeira. La adición de los personajes mexicanos es poco verosímil y pronto la trama se vuelve repetitiva y tediosa. Lo anterior no obsta, empero, para teorizar las maneras en que la irrupción de lo mexicano en Vivir sin permiso es descrita tanto en la serie misma como en la recepción crítica a nivel de la prensa española. En ese sentido, la serie nos es útil para explorar las maneras en que se perciben las nociones de crimen y de criminales en una parte de la sociedad española. ¿Cómo se conceptualiza la violencia? ¿Qué es violencia y qué no lo es? Y si esta se ejerce solamente a través de una pistola. Las entrevistas al actor José Coronado son harto reveladoras aunque uno no sabe bien a bien si se está entrevistando al actor o al personaje, o acaso al personaje que ha logrado convencer a su actuante de que es una persona positiva, un benefactor social.

            En este sentido, no deja de sorprender que Coronado diga que su inspiración para crear su personaje fue Amancio Ortega, el magnate español. Esta identificación de Bandeira con el multimillonario es lo que marca una entrevista que incluso así se titula: “José Coronado: Mi referente para Nemo Bandeira ha sido Amancio Ortega” (Fernández, 2018). En efecto, la serie muestra dos tipos de narcotráficos y narcotraficantes, alineados por un lado a lo gallego /español e identificados con valores tradicionales como la familia y un sentido empresarial y de beneficencia comunitaria y por el otro alineados a lo latinoamericano / mexicano y asociados con un sentido de violencia y muerte innecesaria. En Vivir sin permiso, al desproveerles de la oportunidad del elemento paliativo, reivindicativo, sus creadores establecieron claramente un espacio para su villano, un villano mexicano sin apologías, sin explicaciones, sin pretensión de ambivalencia, de hacer el bien, pero al mismo tiempo sin hipocresías ni falsos panegíricos.

            La representación de lo mexicano ante la sociedad española tiene antecedentes centenarios en textos como Historia natural y moral de las Indias (Acosta, 2012) y Relación de las cosas de Yucatán (de Landa, 1959). Los estudios de autores religiosos como Fray Diego de Landa y Joseph de Acosta han sido presentados –y en buena medida lo son– como una suerte de proto-etnografías que han ayudado a preservar los saberes y costumbres de los antiguos pueblos americanos. Eso es verdad y es muy valioso, pero la razón de ser de estos escritos era conocer íntimamente a los nuevos conquistados para poder mejor llevar a cabo su proceso de evangelización y sumisión. En el caso de la Historia natural y moral de las Indias Acosta (2012) llega al extremo de tratar de demostrar cómo el demonio se había presentado ante los antiguos mexicanos para influir en sus ritos religiosos. A pesar de toda esta raigambre de representación del mexicano y de lo mexicano como el maligno Otro ante la sociedad española, no deja de resultar sorprendente que estos patrones sigan produciéndose en nuestros días en términos tan claros y semejantes, mostrando a los mexicanos como personajes con una capacidad de producir violencia extrema, extraña, ajena y diferente a la de los criminales españoles. Al menos esta es la premisa de Vivir sin permiso.

 

 

Referencias

Acosta, Joseph de. (2012). Historia natural y moral de las Indias. Fondo de Cultura Económica.

Ayuso, Lorenzo y García, Laura. (2018, diciembre 18). “Coronado promete ‘más caña’ en la temporada 2 de Vivir sin permiso”. Ver Tele. Recuperado de https://vertele.eldiario.es/noticias/video-entrevista-jose-coronado-vivirsinpermiso-telecinco-nemo-bandeira-final-temporada_8_7425667.html

Brancato, Chris. (Productor). (2015-2017). Narcos, [Serie de televisión]. Gaumont.

Campos, Débora. (2018, agosto 10). “No es otra serie de narcos”. Clarín. https://www.clarin.com/revista-enie/escenarios/serie-narcos_0_SkmZadiHm.html

Carretero, Nacho. (2015). Fariña. Libros del K.O.

Carrión, Jorge. (2018, agosto 2). “Fariña, una de las mejores series españolas de 2018, llega a Netflix”. The New York Times. Recuperado de https://www.nytimes.com/es/2018/08/02/espanol/serie-farina-netflix-espana.html

Catalán, Agustín. (2011, junio 2). “Pérez Reverte tilda de «bazofia» la versión de La reina del sur”. El Periódico. Recuperado de https://www.elperiodico.com/es/tele/20110602/perez-reverte-tilda-bazofia-version-1028764

Chase, David. (Productor). (1997-2007). Los Soprano, [Serie de televisión]. HBO Productions.

Costas, Nayín. (2018, marzo 21). “Tras el éxito de Fariña, ¿es Vivir sin permiso otra serie de narcos gallegos?” El Confidencial. Recuperado de https://www.elconfidencial.com/television/series-tv/2018-03-21/farina-serie-vivir-sin-permiso-serie-jose-coronado-telecinco-alez-gonzalez_1538707/

Cuerda, José. Luis. (Director). 2012. Todo es silencio. Castafiore Films.

Downer, Jeffrey. (Productor). (2017-). Dinasty, [Serie de televisión]. CW Network.

El Mundo. (2018, septiembre 25). “Vivir sin permiso, una serie en Galicia sin acento gallego”. El Mundo. Recuperado de https://www.elmundo.es/f5/mira/2018/09/25/5ba9f9cce2704e5cb08b49d3.html

El Periódico. (2018, septiembre 25). “Vivir sin permiso convence a medias: aplauden al reparto pero la comparan con Fariña”. El Periódico. Recuperado de https://www.elperiodico.com/es/yotele/20180925/vivir-sin-permiso-convence-a-medias-aplauden-al-reparto-pero-la-comparan-con-farina-7052578

Es Más. (2018). “Entrevista de José Coronado, actor español de Vivir sin permiso.” Revista EsMas. Recuperado de

https://www.revistaesmas.com/entrevista-de-jose-coronado-actor-espanol-de-vivir-sin-permiso-.html

Fernández, JuanMa. (2018, septiembre 25). “José Coronado: Mi referente para Nemo Bandeira ha sido Amancio Ortega”. El Español. Recuperado de https://www.elespanol.com/bluper/television/20180925/jose-coronado-referente-nemo-bandeira-amancio-ortega/340467346_0.html

Gabilondo, Aitor. (Productor). (2015-2019). Allí abajo, [Serie de televisión]. Plano a Plano.

Gabilondo, Aitor. (Productor). (2014-2016). El Príncipe, [Serie de televisión]. Plano a

  Plano.

Gabilondo, Aitor. (Productor). (2018-2020). Vivir sin permiso, [Serie de televisión]. Alea Media.

Galindo, Juan Carlos (2019, enero 8). “La ficción española sobre el narco despega”. El País. Recuperado de https://elpais.com/cultura/2018/12/14/actualidad/1544781089_566529.html

García, Esther. (2018, julio 1). “Vivir sin permiso: Comienza el rodaje de la segunda temporada”. Fórmula TV. Recuperado de https://www.formulatv.com/noticias/81471/vivir-sin-permiso-comienza-rodaje-segunda-temporada/

Gilligan, Vince. (Productor). (2008-2013). Breaking Bad, [Serie de televisión]. Sony

  Pictures Television Productions.

Hergar, Paula. (2018, septiembre 25). “Vivir sin acento: una serie sobre gallegos que hablan en castellano”. Ver Tele. Recuperado de https://vertele.eldiario.es/noticias/test-vivir-permiso_1_7453694.html

Lamazares, Silvina. (2020, enero 2). “Vivir sin permiso 2: culebrón mexicano mata serie española”. Clarín. Recuperado de https://www.clarin.com/espectaculos/tv/vivir-permiso-2-culebron-mexicano-mata-serie-espanola_0_g7mNru8K.html

Landa de, Fray Diego. (1959). Relación de las cosas de Yucatán. Porrúa.

López Lavigne, Enrique. (Productor). (2016-). Paquita Salas, [Serie de televisión]. DMNTIA.

Marín Bellón, Federico. (2017, octubre 30). “Vivir sin permiso. La primera serie post-narco”. ABC Play. Recuperado de https://www.abc.es/play/series/noticias/abci-vivir-sin-permiso-primera-serie-post-narco-201710300225_noticia.html

Olivares, Javier. (Productor). (2015-). El Ministerio del tiempo, [Serie de televisión]. Cliffhanger TV.

Onieva, Álvaro. (2018a, septiembre 25). “¿Por qué en Vivir sin permiso nadie habla con acento gallego en Galicia?” Fotogramas. Recuperado de https://www.fotogramas.es/series-tv-noticias/a23449072/vivir-sin-permiso-acento-gallego-serie-telecinco/

Onieva, Álvaro. (2018b, septiembre 24). “Vivir sin permiso quiere ser más Dinastía que Fariña”. Fotogramas. Recuperado de https://www.fotogramas.es/series-tv-noticias/a23396527/vivir-sin-permiso-critica-serie-telecinco/

Pérez-Reverte, Arturo. (2002). La reina del sur. Alfaguara.

Pina, Alex. (Productor). (2017-2021). La Casa de Papel, [Serie de televisión]. Atres Media.

Puebla Martínez, Belén et al. (2014). “Remakes a la española. El proceso de adaptación de series

  extranjeras en España.” Revista de Comunicación Vivat Academia. XVII (127), pp. 19-

  42.

Puzo, Mario. (1969). El Padrino. Ediciones B.

Rivas, Manuel. (2018). Vivir sen permiso e outras historias de Oeste. Edicións Xerais.

Recomendador. (2019, marzo 14). “Vivir sin permiso”. Infobaja. Recuperado de https://www.infobaja.info/vivir-sin-permiso/

Santana, Marcos. (Productor). (2011-2019). La Reina del sur, [Serie de televisión]. Telemundo y Antena 3.

Sedes, Carlos y Torregrossa, Jorge. (Directores). (2018). Fariña, [Serie de televisión]. Atresmedia Televisión.

Vásquez Mejías, Ainhoa. (2017). “Apropiación cultural de lo narco en Chile: la narcoserie Prófugos.” Revista Comunicación, (26), pp. 4-15.

 

 

 

 

Juan Carlos Ramírez-Pimienta es doctor en letras hispanoamericanas por la Universidad de Michigan y se desempeña como profesor investigador en San Diego State University- Imperial Valley. Una buena parte de su agenda de investigación versa sobre la narcocultura, tema sobre el que ha publicado como co-antologador los libros Camelia la texana y otras mujeres de la narcocultura y de El Norte y su frontera en la narrativa policiaca mexicana. Es además autor de los libros De El Periquillo al pericazo: Ensayos sobre literatura y cultura mexicana, Cantar a los narcos: voces y versos del narcocorrido, Una Historia temprana del crimen organizado en los corridos de Ciudad Juárez, así como unos treinta artículos académicos. Así mismo, ha colaborado como especialista sobre este mismo tema para diversos medios nacionales e internacionales entre los que se cuentan: El Universal,  Milenio, Univisión, The New York Times, USATODAY, Le Monde, y BBC.

Prólogo

 

Producción y reproducción de narcoficciones II

 

Los últimos treinta años, Latinoamérica ha visto aparecer el fenómeno del narcotráfico no sólo como un problema atingente a la salud o a la ley, sino asociado también a un desborde de productos ficcionales volcados en la música, la literatura, el cine, la televisión, entre otras disciplinas; una apropiación que se ha denominado narcoestética (Abad Faciolince 1995; Omar Rincón 2009). Pese a la gran cantidad de estudios que existen hoy en día y a los múltiples congresos, libros colectivos o dossiers en revistas especializadas en torno a estos productos culturales, hablar de narcoestética o narcoliteratura en ámbitos académicos aún suele acarrear un cierto estigma que circula desde lo ético hasta lo estético. Pese a ello, en estos casi siete años que llevamos investigando sobre el tema junto a Ainhoa Vásquez Mejías, nos hemos encontrado con un gran número de investigadores y académicos que han profundizado en este formato, analizando desde distintas aristas y disciplinas sus representaciones. Es con estos investigadores que hemos formado una extensa red internacional colaborativa cuyo objeto ha sido compartir e intercambiar puntos de vista y, principalmente, difundir estos estudios.

            Es en este contexto que surge el presente Dossier cuya primera parte fue publicada durante el mes de mayo y estuvo dedicada a los estudios sobre narcoliteratura en diversos países: Chile, Argentina, Colombia, México y España. Es interesante el modo en que los estudios sobre la narcoliteratura, originalmente centrados en producciones mexicanas y colombianas, han ido expandiéndose no sólo a otros países de Latinoamérica sino que han establecido correspondencias con Europa.

            Esta segunda parte está dedicada a las tranmisiones de la narconarrativa hacia productos culturales diversos de la literatura: cine, series de televisión y música. El primer artículo “¡Esto no es Tijuana!: (Narco) denominación de origen en Vivir sin permiso” de Juan Carlos Ramírez-Pimienta, explora las representaciones de subjetividades en la serie española Vivir sin permiso y el modo en que es construido lo mexicano al interior de la producción audiovisual. En el segundo: “También las mujeres pueden: imaginarios del ser mujer en el narcomundo mexicano” la académica Alejandra León Olvera presenta el análisis de dos feminidades buchonas representadas en narcocorridos y narco rap para explicar los imaginarios de ser mujer en las jerarquías del narcomundo. En “El cine de terror y el narco: el nuevo guión afectivo y la memoria prostética en Vuelven de la directora Issa López” de Miguel Cabañas, se estudia la representación de la guerra contra el narco de Felipe Calderón a partir de la mirada de una niña, víctima del trauma de la violencia. Para terminar, el artículo “Novelas chilenas en torno a lo narco: ¿Narcoliteratura o coartada?” de Alessandra Francesetti y Daniela Guzmán nos remite a las novelas La sangre no es agua (2019) de Boris Quercia y Demonio (2021) de Roberto Ampuero, en las que se analiza su pertinencia dentro del género de la narcoliteratura.

            Este dossier se enmarca en el Proyecto Fondecyt Nº 1190475 “A punta de balas y excesos: marginalidad social y literaria en la nación neoliberal en narcorrelatos chilenos del siglo XXI”), desarrollado por el equipo de Ainhoa Vásquez, Ingrid Urgelles y Danilo Santos.

 

Ingrid Urgelles Latorre (Santiago, Chile) es abogada, Magister en letras y Doctora © en Literatura por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Profesora Asistente Adjunta en la misma Universidad desde el año 2016. Ha dictado las cátedras de Introducción a los Estudios Literarios, Derecho y Literatura, Estudios Culturales, Literatura Japonesa y Narrativa Coreana. Actualmente es Coinvestigadora en el Proyecto de Investigación Fondecyt Nº 1190745 “Narcorrelatos chilenos a punta de balas y excesos” a cargo del Dr. Danilo Santos y es miembro del Grupo de Investigación “Intertextos entre el Derecho y la Literatura” del Colegio de Jurisprudencia de la Universidad San Francisco de Quito. Ha coordinado Congresos internacionales, Coloquios, Talleres y Seminarios de posgrado. Ha participado en Congresos Internacionales y ha dictado conferencias en México, Chile y España. Ha coordinado diversos Dossiers y publicado artículos en revistas indexadas y capítulos de libros en temas relacionados con la narcoliteratura, la literatura paramilitar colombiana y la violencia en la narrativa latinoamericana reciente. Sus últimas publicaciones en revistas son: “El uso de las drogas en el cyberpunk latinoamericano: ‘Timbuctú’ de Carlos Gardini y ‘El trozo más grande’ de Bernardo Fernández” (2020), en Mitologías Hoy; y “Perspectivas múltiples del conflicto paramilitar en dos novelas colombianas recientes: Viaje al interior de una gota de sangre de Daniel Ferreira y El espantapájaros de Ricardo Silva Romero” (2020) en Catedral tomada.

 

 

Danilo Santos López es Doctor en Literatura por la Universidad de Buenos Aires. Profesor Asociado de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Subdirector de revista de Literatura WOS Taller de Letras y Director de Magister en Literatura. Es especialista en las narrativas vinculadas a la criminalidad narco, Literaturas asiáticas y Teorías literario-culturales. Ha publicado artículos al respecto en distintas revistas académicas especializadas y ha dirigido varios proyectos sobre Narrativas de Latinoamérica. También ha coordinado Dossier sobre Literaturas del Narco. En la actualidad dirige como Investigador Responsable el Proyecto “Narcorrelatos chilenos a punta de balas y excesos: un código de lectura periférico para visibilizar la marginalidad socioliteraria en la nación triunfalista del siglo xxi”. Ha participado en distintos conversatorios internacionales sobre violencia y narrativa en Chihuahua, Ciudad de México y Palmas de Gran Canaria.

 

A oscuras

0

 

Cuando los calzones de Marisol tocaron el suelo, Javier se acordó de su hijo Raúl. Era tarde, de seguro estaba dormido en casa o, conociéndolo, estaría viendo alguna película a escondidas en su cuarto. “Mejor me voy…”, pensó añorando la paz del hogar que todavía sentía cercano, pero se quedó viendo las piernas afiladas de la muchacha —blancas bajo la luz que ardía encima del colchón— y no pudo moverse. Ella se dio cuenta de su mirada y le sonrió, “ya casi corazón, no te desesperes”, le dijo mientras acomodaba la cama, con una voz delgada que a él le gustó. Después Marisol le dio la espalda e inclinó su cuerpo hacia adelante y Javier pudo sentir el latigazo de los nervios subiéndole por el pantalón. Hinchándoselo.

            Se frotó las manos entumidas. Desde donde estaba percibía el aroma a sudor, mal disfrazado por un perfume barato. Se preguntó cuántos hombres habían estado con ella esa misma noche, antes de que él se adentrara en su mundo. ¿Uno? ¿Dos? Quizás ninguno, en cuyo caso el hedor no venía de ella sino del cuarto mismo.

            —¿Cuántos años tienes? —le soltó, cuando vio que la muchacha se tendía desnuda en el colchón matrimonial.

            Marisol le sonrió de nuevo y abrió las piernas un poco, como si midiera al hombre que se inflamaba frente a ella.

            —Los que tú quieras, mi vida —zanjó.

            Pero no fue suficiente la respuesta. Javier estaba tenso, con los pies listos para irse. Abrió la boca para preguntar de nuevo pero ella se le adelantó.

            —Todavía me aceptan en primaria, mi amor. Es lo que te importa, ¿no?

            “Es una chamaquita”, rumió, pero no dijo nada. La muchacha golpeó el colchón con suavidad, indicando el espacio que le correspondía a Javier en su lecho. Él se acercó con cuidado a la cama, tanteando cada uno de sus pasos pues temía que las piernas empezaran a temblarle. Marisol se hizo a un lado y dejó que se acostara y él se acomodó en el colchón: los resortes se le encajaban en la espalda y no lo dejaban hallar su lugar. “Qué estás haciendo, Javier”, se preguntó de nuevo. Pero la mano de la muchacha abordó su pierna y empezó a recorrerla con sus dedos de arriba abajo, desde la bragueta hasta la rodilla.

            Javier la dejó tocarlo. Sentía en aquel contacto un cosquilleo familiar. Los dedos pequeños en su pantalón le recordaban su propio cuarto y su propia cama. Otros dedos también pequeños. Pero no pensaba en su mujer. No. Porque hacía rato que ella no lo acariciaba así: con qué trabajo la inclinaba a veces en el cuarto matrimonial para tener relaciones, siempre renegando; apenas terminaban, rápido y mal, y ella corría de vuelta a la cocina, se servía un trago y se sentaba en la sala a ver la televisión. Por la tarde la había dejado así, viendo la tele y pidiéndole dinero.

            Marisol le desabrochó el pantalón y Javier se sobresaltó, pero el dulce tacto de aquellos deditos lo hizo sentir cómodo. Sintió que su cuerpo empezaba a liberarse de la tensión aunque todavía estaba indeciso. Necesitaba despejarse.

            —¿De dónde eres, chiquilla? —ella notó en su voz que estaba más tranquilo. Su risita bajó como un ratón por el estómago de Javier.

            —Vaya que andas preguntón, ¿verdad mi amor? —carraspeó— Soy de aquí cerquita, de Tonaya. Antes vivía con una hermana, pero ya no está conmigo —“Tonaya”, susurró Javier. Aquel pueblo le traía recuerdos y nombres—. Me llamo Marisol —terminó ella, como en un suspiro.

            —Ya lo sé. Me lo dijo el hombre que me trajo.

            Ella se encogió de hombros. Después, con suavidad, empezó a subir la camiseta de Javier, dejando al aire su panza cubierta de pelo.

            —Tú cómo te llamas, papito —dijo, mientras empezaba a besarlo.

            Javier se estremeció. “Papito”, aquella palabra le punzó en los oídos y trajo de regreso las imágenes de su casa. Sintió repulsión. Tomó a Marisol por los hombros —era la primera vez que la tocaba— y le dijo con severidad.

            —No me digas así —a pesar de la dureza de su voz, Marisol no pareció asustarse; en cambio miraba su rostro con mucha atención, pero él no le dio importancia—. Dime Javier, así me llamo.

            Ella asintió y durante unos minutos siguió acariciando su pecho sin decir nada. Javier miró su cuerpo pequeño: los pelitos negros dibujaban camino que se hundía hacia el centro de las piernas. Aspiró con fuerza: la habitación ya no olía a sudor, sólo quedaba el aroma de ella que lavaba sus pulmones. Puso su mano en la espalda baja de Marisol, tímidamente. Ella besó su pecho, “agárrame tú también, Javiercito, no te muerdo…”, le dijo. Javier empezó a mover los dedos torpemente, dibujando círculos medrosos en la piel nueva.

            Miró el cabello negro de Marisol y después miró la puerta del cuarto. Nunca se hubiera imaginado que se atrevería a estar ahí. Pensó en el hombre que lo había llevado. Se encontraron en el burdel unos meses atrás y, desde entonces, el tipo le procuraba un buen número de mujeres, cada una más bella que la anterior; sin embargo, Javier nunca quedaba satisfecho. Había algo que faltaba y que ninguna de aquellas mujeres podía entregarle.

            El otro, quizás por orgullo profesional —o porque Javier pagaba rápido y bien—, se le acercó un día para decirle, sin rodeos: “Aquí en el bule no las vas a encontrar, carnalito, pero el día que quieras te llevo a donde está lo bueno”. Al principio Javier se hizo el ofendido, pero el otro lo calmó. “Tú sabes qué quieres. En todo caso, si te la piensas dos veces, ya sabes dónde encontrarme”. Y durante las próximas semanas Javier estuvo cavilando su propuesta, diciéndose que aquella puerta no podía cruzarla. Siguió yendo a su trabajo, viviendo las tardes con su familia, pensando en todo lo que significaba tomar una decisión así. Y por las noches, el recuerdo lejano de la piel joven volvía a sus manos y le provocaba una fiebre que no lograba aliviar.

            Eventualmente, sucumbió. No habían pasado dos meses cuando tomó el teléfono y llamó al hombre para decirle que sí, que quería ir adonde estaba lo bueno.

            Bajó la mano y acarició la nalguita de Marisol —era la primera vez que la acariciaba—, que sentía húmeda y suave como una fruta tierna. Pensó en las palabras que aquel mismo hombre le había dicho unas horas antes. “Te va a gustar, carnal: está chiquita pero ya tiene todo bien acomodado. Además es muy discreta, como todas”, vaticinó; luego le dio unas palmadas en el hombro y las instrucciones para llegar al cuarto. “Ya tiene todo bien acomodado”, repitió Javier. Le había mentido, por supuesto, porque aunque las curvas de Marisol se marcaban con precisión, era evidente que les faltaba crecer, amujerarse. Su lengua y sus dedos, en cambio, lo hacían temblar sin dificultad y le recordaban por qué estaba en ese lugar.

            Se descubrió pensando que estaba feliz de estar ahí, hasta que los movimientos de la muchacha se detuvieron.

            —Javier. Ja-vier. Sí, yo a ti te conozco, Javier. Eres doctor, ¿no?

            De un solo impulso, Javier se levantó del colchón. Se quedó viendo a la muchacha: los ojos abiertos como si por primera vez vieran el mundo. Quiso preguntar algo pero de nuevo ella se adelantó.

            —No te asustes, mi amor, no te asustes. No es nada malo —la voz de Marisol aleteaba como una mariposa bajo la luz tenue del cuarto—. Soy hermana de Érika, la que trabajó contigo hace tiempo. ¿La recuerdas? —se hincó en la cama y por un instante Javier imaginó que suplicaba— Al principio te me hiciste conocido, ahora que escuché tu nombre supe que eras tú.

            Marisol. Tonaya. Érika. Los nombres bailaron un momento en su cabeza hasta que empezaron a embonar. Érika, la chiquilla que había entrado a trabajar a su casa hacía tres años para ayudar con los quehaceres. Siempre llevaba la falda corta de su secundaria. Javier habló con ella varias veces y en una de sus charlas supo de donde venía: un pueblito llamado Tonaya. Pero ¿tenía una hermana? ¿Le había dicho alguna vez que tenía una hermana? Sí, claro que se lo dijo, y la imagen le pegó en la frente: un par de meses antes de irse, Érika había llegado a casa con una niña. Era su hermana, se lo dijo entonces. Y se llamaba Marisol.

            Asustado, se apresuró para acomodarse los pantalones y fajarse la camisa: estaba resuelto a marcharse sin mirar atrás, pero Marisol lo atrapó del brazo.

            —¡Mi amor! ¡Mi vida! ¡No te vayas! —su voz alterada conmovió a Javier y lo aterrizó de nuevo en la habitación— No te vayas a ir, papito… perdón, Javier. Javiercito hermoso. Me pegan si el cliente se me va tan pronto —le dijo o le mintió, pero él siguió escuchando—. Si quieres no más platica conmigo, aunque sea una hora y ya te vas. Ándale chiquito, nos queda mucha noche —le acarició el brazo de arriba abajo. Aunque vacilaba, Javier se tranquilizó. Quizás la niña tenía razón: quizás no había prisa. Lentamente volvió a sentarse en la cama; ella se hizo más pequeña en su costado y se acurrucó. En todo momento su mano diminuta lo tocaba.

            —Me quedo un rato para que no te pase nada —la consoló.

            Estuvieron callados varios minutos, escuchando los autos que pasaban por la calle y los ladridos de los perros. Un par de hombres pasaron cantando y sus voces vinieron y se fueron más allá de la ventana. La mano de Marisol se deslizó nuevamente hasta su pantalón y él se puso tenso —“mejor lárgate, Javier”—, pero la muchacha lo acarició con una suavidad tan exacta que acabó por serenarse. Miró la manita que jugueteaba con el cierre del pantalón y pensó en Érika: también sus manos eran pequeñas y suaves y le hacían cosquillas cuando lo tocaban.

            —Y dónde… —se detuvo, tratando de esconder toda emoción—, ¿dónde está tu hermana?

            Marisol ahogó una sonrisa.

            —Dando las nalgas, Javiercito, dónde más. Pero Érika ya está grande y se la llevaron a la capital —recargó su cabeza en el brazo de Javier—. A veces me habla y me quiere llevar para allá, pero aquí tengo mi novio y todo. No me quiero ir.

            Javier pensó en el cuerpo de Érika, paseando pequeño por toda su casa. Ella le había contado que era huérfana. Que su mamá se fue con un novio a los Estados Unidos y que no conocía al papá. Por eso estaba con él, porque era bueno y lo quería como un padre de veras. Sólo que más. Y Javier le creyó y le dijo después de un tiempo que él también la quería como una hija de veras. Sólo que más. Se lo decía en las mañanas, antes de salir de casa. Se lo decía cuando hablaban en la cocina. Se lo decía cuando la encontraba platicando con su hijo, porque se llevaban tan bien como dos hermanos y, aunque Érika le llevaba unos años, parecían de la edad. Se lo dijo tanto tiempo y con tanta frecuencia que no se dio cuenta del día en que se lo empezó a decir al oído. En voz muy baja.

            Javier advirtió que Marisol había desabrochado su pantalón, sintió que metía la manita adentro de su trusa. Hizo ademán de quitarla.

            —Espérat… —alcanzó a pronunciar.

            —No te inquietes, amorcito, es para que platiques a gusto —advirtió ella mientras colocaba la mano de Javier en su seno, con dulzura. Entonces Marisol cerró los ojos y suspiró, como si estuviera transportándose a otra parte—. Qué bonita era tu casa Javiercito. Me acuerdo del jardín de la entrada, donde me quedé yo algunas veces, esperando a Érika para irnos juntas. No sé si sepas pero nomás nos teníamos la una a la otra en todo el mundo. Ay, cómo nos encantaba tu casa. Yo siempre he dicho que cuando sea grande quiero tener una igual. ¿No te da risa? Una casa así de grande como la tuya, y me la voy a comprar, te lo juro, así tenga que armarla con el sudor de mis nalgas.

            Javier sonrió por primera vez en toda la noche y se le despejó la idea de irse. Acarició el cabello de Marisol y con su ayuda se quitó él también toda la ropa. Ella le dio un beso tierno en la mejilla y le susurró el amor directamente al corazón. Javier hubiera querido sentirse mal por lo que estaba pasando, pero no halló cómo. Cerró los ojos, dejándose conducir por aquella voz que le hablaba de mundos maravillosos.

            —Te quería mucho mi hermana. Tenía una foto tuya en su bolsa y ¡uy!, la de cosas que me contaba. Le dolió mucho que la corrieran, y más porque ya sin dinero no tuvimos pa dónde hacernos —Javier pensó con tristeza en las últimas imágenes que guardaba de Érika. Su mujer la había sacado a la calle como una perra—. Lo bueno fue que un amigo nos consiguió este trabajo. Nos salvó a las dos, la verdad. Y aunque Érika quería que yo siguiera en la escuela, pues yo quise dinero. Todos…

            Javier ya no la escuchaba. En cambio pensó en la primera vez que Érika se acostó en su colchón, aquella sensación inigualable que nunca se le había borrado. Sus nalgas pequeñas, exactas, sus senos que aún no se llenaban del todo. Y aquella vez entró en ella sin malestar; no le importaron ni su edad, ni su mujer, ni su hijo Raúl. Nada. Entró en ella y empezó a vivirla y las pocas veces que estuvo dentro supo que amaba estar vivo y ahí. Aquello duró poco pero se labró en su alma. Por eso le dolió que su mujer la corriera. Por eso acudió a los burdeles, para recordar la sensación punzante de vergüenza que le correteaba en las venas cuando estaba con ella. Pero no era lo mismo: ninguna mujer pudo hacer la magia de aquella muchachita.

            —…y te voy a confesar algo —continuó Marisol, jovial—: hay otro motivo para que me acuerde de ti. Y es que nos gustaba tanto tu hijo. ¡Ay! Tan guapo, mi Raulito. Por eso te reconocí: te quería pa suegro —y empezó a reírse.

            Entonces Javier sintió que la sangre le mordía el pecho y, sin poder contenerse, empujó a Marisol al otro lado del colchón. Ella soltó un pequeño chillido por la sorpresa. Luego Javier la miró a los ojos y le gritó, con una ira que pesaba varios años.

            —¡No me hables de mi hijo! ¡Nunca! ¿Entiendes?

            Marisol, aunque asustada, se quedó viendo sus rasgos con curiosidad y comprendió. Se acercó dócilmente a su lado, gateando como un animalito. Dejó ver una sonrisa nerviosa.

            —Pero tú estás más guapo, papito. ¡No te enojes! ¡Ay, perdón! ¡Me gustas tú! ¡Sólo me gustas tú, papito!

            Aquella palabra le taladró la memoria. Javier recordó a Érika diciéndole papito en su cama y de nuevo sintió ira. “Papito, papito, papito”, las imágenes empezaron a mordisquear su memoria. Recordó el día en que regresó a casa con su mujer y encontraron a Érika en el cuarto de Raúl, haciéndole cosas a su hijo que sólo debía hacerle a él. Por eso no la defendió. Cuando su mujer la tomó de los cabellos y la arrastró por toda la casa, no metió las manos. Ni siquiera intercedió cuando la sacó a rastras y la tiró a la calle todavía encuerada. No. Javier no metió las manos.

            —Todas las viejas son iguales, hasta chiquillas son igual de cabronas —gruñó, mientras empezaba a vestirse.

            Marisol se rio de nuevo: esta vez su risa sonaba descarada, vulgar.

            —Uy, papito, si yo te contara —se sentó en la cama y se cruzó de brazos, burlona—. Aunque no me creas yo ya sé exactamente lo que vas a hacer. Mira: vas a llegar a tu casa luego vas a meter el carro luego vas a entrar calladito para que no te escuchen luego irás a la cama con tu mujer y entonces te vas a dormir. Y escúchame bien, cabroncito, porque de mí te vas a acordar: antes de que cante el gallo, me negarás tres veces. Y lo peor es que si te hubieras quedado hubieras hecho lo mismito: lo-mis-mi-to —dijo la niña y estalló en una carcajada grotesca.

             Javier la miró con tanto odio como conocía pero no pudo defenderse. Se puso el pantalón y pensó en su mujer, desparramada en la cama: su cuerpo apestoso a alcohol barato lo hacía rabiar. Se puso la camisa y pensó en Érika y en su hijo, que retozaron a sus espaldas. Su amado Raulito, su hijo hijo de la chingada. Se puso los zapatos y pensó en el hombre que le llamaría luego, para ofrecerle sus servicios otra vez, para siempre. Se levantó de la cama y caminó hacia la puerta y entonces pensó en Marisol. Y no dejó de pensar que todo lo que había dicho era cierto.

            Tomó el picaporte. Se quedó helado.

             “Me negarás tres veces”, la voz de la niña entraba como agujas en todo su cuerpo. Escuchó a Marisol que tarareaba una canción de banda recostada sobre las sábanas. Pensó en cómo le hubiera gustado entrar en Érika una vez más. Pero ya estaría grande y bien formada, como todas las mujeres que había hallado desde entonces. Y así no la quería. Lo que quería era entrar en aquella niña que se había burlado de él desde la cama. Quería tomarla y que lo llamara Javier, mi amor, papito, o como fuera. Quería aprovechar aquella revancha atrasada que le mandaba el destino. La deseaba más de lo que había deseado a nadie, y eso ya no iba a cambiar.

            Todavía tenía la mano en la puerta cuando escuchó la voz infantil de Marisol, llamándolo desde las sábanas.

            —Apagas la luz antes de venirte, papito —ordenó la chiquilla.

            Y súbitamente el cuarto quedó a oscuras.

 

 

Hiram Ruvalcaba. (Zapotlán el Grande, 1988) Narrador, atlista, profesor de literatura. Actualmente estudia el Doctorado en Humanidades de la Universidad de Guadalajara. Es licenciado en letras hispánicas por la Universidad de Guadalajara e ingeniero ambiental por el Instituto Tecnológico de Ciudad Guzmán, además de maestro en Estudios de Asia y África por El Colegio de México. Ha sido becario del Programa de Estímulos a la Creación y al Desarrollo Artístico en Jalisco en la categoría Jóvenes Creadores en 2006 y 2019 y becario del FONCA en la categoría Jóvenes Creadores en 2021. Ganador del Premio Nacional de Narrativa Mariano Azuela, en 2016, del Premio Nacional de Cuento Joven Comala, en 2018, del Premio Nacional de Crónica Joven Ricardo Garibay, así como del Premio Nacional de Cuento José Alvarado, en 2020, y del Premio Nacional de Cuento Agustín Yáñez, en 2021. Ha publicado los libros de cuentos El espectador (2013), Me negarás tres veces (2017), La noche sin nombre (2018), y Padres sin hijos (2021), así como las traducciones Kwaidan. Extrañas narraciones del Japón antiguo (2018) y El romance de la Vía Láctea (2017), ambas del autor Lafcadio Hearn.

Poemas

0

 

Poemas[1]

 

Él quita el liguero de la pierna de ella Él

solo mueve los dedos

Todo su cuerpo

 

Mi abuelo

            hace tiempo

espera

            Las piernas

de una mujer sus ojos

                     distinguen

                                     a lo lejos

 

Moro en tu piel

por tu sedentaria piel y los escombros

                                                       pupilas

reposan en lo oscuro

 

 

La noche la de ayer se fue

viaja la claridad

sobre los rieles

del tren

 

 

Ofelia pasa

junto a ti se ríe

de tu seriedad

Ofelia busca

                        encuentra

        desnuda                         la                      mañana

 

He dicho

       amanece

       y tu cuerpo

       una letra

       toco

somos

       cuerpos alados

                                 el alba

 

[1] Estos poemas pertenecen al libro Que se halla por ventura (CONECULTA, 2015).

 

 

Carlos Gutiérrez Alfonzo (Frontera Comalapa, Chiapas, 29 de febrero de 1964), poeta y ensayista, fue becario del Centro Chiapaneco de Escritores y del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Chiapas. Poemas suyos fueron publicados en las revistas Poesía y Poética, Tierra Adentro, alforja, El poeta y su trabajo, Periódico de poesía, Netwriters, red mundial de escritores, Prometeo digital y Mula Blanca. Fue incluido en el Anuario de poesía mexicana 2006, coordinado por Pura López Colomé y editado por el Fondo de Cultura Económica. De su autoría son los siguientes volúmenes de poemas: Cirene (1994), Vitral el alba (2000), Mudanza de las sílabas (2012), Poniente (2012), Que se halla por ventura (2015) y Si quien leyera fuera otro (2018). Ha publicado los libros de ensayos Ascenso y precisión. Tres poemas de autores chiapanecos (2016) y Tiempo y espacio. Experiencia estética (2020). Doctor en Humanidades y Artes. Es investigador del Centro de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Chiapas y la Frontera Sur (CIMSUR), de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

 

(http://alarmadascuerdasvocales.blogspot.mx/2013/09/carlos-gutierrez-alfonzo.html)

@Foto por Alma Flor