ISSN 2692-3912

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Cinco poemas del libro Retóricas de la sed

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Islas griegas

[…]estos hombres tatuados: ojos como diamantes,
bruscas bocas de odio más insomnio,
algunas rosas o azucenas en las manos
y una desesperante ráfaga de sudor.


Son los que tienen en vez de corazón
un perro enloquecido
o una simple manzana luminosa
o un frasco con saliva y alcohol.

Efraín Huerta.

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Alguna vez creí pertenecer

a los hombres que por corazón

tienen un perro enloquecido.

Varé en los paisajes de la ceniza

─Ulises orgulloso de su error─

por la lealtad

al esqueleto de una golondrina.

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Con la niebla de lo distante

al alcance de mi vista,

pensé que sirenas y tempestades

habrían de encontrarme

en esto de fumar la vida en los mismos sitios.

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Igual que un payaso

hablando de soledades

al oído de un maniquí,

continué en el deporte de quemar las barcas

y pensar en guillotinas

cuando una mujer besaba mi cuello.

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Quise hablar de mi época,

pero aun de pie

mi sombra seguía arrodillada.

Y no quedaba más que fingir conocimiento

Sobre aquello

Que confundía hasta la locura.

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─Sólo el que se pierde,

podrá dibujar el laberinto─,

me dije, enfermo de amor propio,

y tan lejos de las islas griegas.

 

 

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Dos fracasan en el mismo poema

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A kilómetros de distancia,

con océanos de por medio,

dos fracasan en el mismo poema.

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Son idénticos esos versos

donde el sustantivo agua

no sacia la sed de la memoria

ni lava las heridas

de un remordimiento.

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A kilómetros el uno del otro,

dos fracasan en el mismo poema.

Desde gemelas porciones de sufrimiento

─migajas que un amor

dejó vertidas en los platos de la incertidumbre─,

dos se derrumban en palabras iguales.

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A distancia,

dos rompen los papeles

donde alguna vez existió

un mismo poema.

Y quedan taciturnos

─ gotas de agua

despeñándose sobre un espejo─

como quienes extrañan

la misma imposibilidad,

como quienes coinciden

cuando enfocan la vista

hacia ninguna parte.

 

 

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Fragmentario para una pregunta

Pero si escribo sobre nada o sobre otros

o uso prendas que no me favorecen

o me lleno de piedras los bolsillos

o sigo un sendero marcado con pan dulce,

pisaré fuerte, que por la hondura de su huella

se conoce el peso de los hombres.

Francisco Alcaraz.

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Lo importante es dejar huellas en el mundo ─decía alguien, apurado por abstractos fulgores sobre lo venidero.

No hay mejor analgésico para el olvido que nuestras palabras ─respondía otro, entre las nieblas de un recuerdo que se esparce como la palabra polvo frente a una ventana abierta.

Recorrer el mundo ─insistía una voz desde el fondo─ para postular una teoría sobre cómo las geografías de la sombra son iguales en todas partes.

El problema no son los molinos, sino la falta de viento ─se escuchaba desde algún lugar─, mientras discutíamos las relaciones entre el neoliberalismo y las longitudes del olvido.

Quien esté libre de culpa que arroje la primera piedra ─cavilábamos en silencio─, y nos lapidábamos con citas iluminadoras: fanáticos de una religión donde no había más cruz que el escarnio ni mayor apostolado que ser ciudadanos del instante.

Protagonistas de una fábula que a nadie le importa, rodamos por sótanos y callejones sin salida, bebiendo siempre con los mismos muertos.

Personajes que cruzaron los primeros días del milenio. Personajes, al fin del día, unos de los otros; es mi mano quien ahora escribe sobre esa temporada de animales quemándose a las orillas de una promesa.

Después de tanta música pasada, solo alcanzo a responder que la pregunta no es de dónde vinieron los que se han ido, sino cuánto de nuestro peso hay en la hondura de sus huellas.

 

 

Odio

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De la plaza de la Concordia

donde miles de cabezas supieron

por segundos

qué es extrañar el cuerpo;

de los hornos que aniquilaron

las palomas de la vigilia

en el cráneo de Celan;

de un 2 de octubre, en otra plaza,

incinerado por la furia y el desvarío;

de la palabra bastardo

que le cambió la forma de mirar

a una infancia;

se aduce que la industria del odio

es imperecedera:

su materia prima crece y se reproduce

a la velocidad de nuestra especie.

 

 

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Un ramo de manos

Rose is a rose is a rose is a rose

Gertrude Stain

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Un ramo de manos cercenadas.

seis pares de manos en una bolsa de plástico;

doce porciones del cuerpo

sembradas en la geografía

de lo que llamamos este País.

La imposibilidad de un poema

que hable sobre las doce manos

emergiendo del polvo,

de una fracción del tiempo

sitiado por filos y estertores.

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Pero si se ven desde arriba,

en vista panorámica,

tanto la diestra como la siniestra

atadas la una a la otra,

asemejan a una paloma

a punto de tomar vuelo.

Un ramo de manos, aquí en esta tierra,

no es la imagen surrealista

de un poeta que ve la batalla

a través de un televisor.

Aquí, un ramo de manos es un ramo de manos

es un ramo de manos es un ramo de manos.

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Nota: los 5 poemas seleccionados perteneces al libro Retóricas de la sed, publicado por el Instituto Sinaloense de Cultura en su colección Ex Libris en el año 2020.

 


Francisco Fernando Meza Sánchez (Culiacán,Sinaloa. 7 de noviembre de 1979). Es egresado de la licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Es autor de Mar en sombra (Ayuntamiento de Guanajuato, 2005), Defensa de la demora (Palabras del Humaya 2009), La bitácora y un día más (Editorial Praxis, 2009), Memoria de marzo (Editorial LaOtra/UAS, 2011), Cuaderno de las apariencias (ANDRAVAL/INBA, 2013), Donde el silencio dicta su autobiografía, antología personal (ISSTE/ISIC, 2017) y Retóricas de la sed (ISIC, 2021). Sus poemas, ensayos y entrevistas han aparecido en publicaciones periódicas nacionales y estatales. Ha publicado reseñas críticas en el suplemento cultural del Reforma y en el suplemento de Milenio. Ha sido becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Sinaloa en 2000-2001 y 2005-2006. Fue Coordinador del programa «Sinaloa, un Estado de Lectores» del Instituto Sinaloense de Cultura. Es parte de la antología El hacha puesta en la raíz. Ensayistas mexicanos para el siglo XXI. Actualmente es el Jefe de la Unidad Editorial del Instituto de Capacitación Judicial, donde se edita la revista Aequitas; publicación oficial del Poder Judicial del Estado de Sinaloa. En 2010 ganó el premio nacional de poesía Clemencia Isaura.

Poesía noruega II – Gunvor Hofmo

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Foto @Gyldendal Norsk Forlag

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Gunvor Hofmo (Oslo, 1921 – 1955) es sin duda la poeta noruega más importante del siglo XX.

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Su poesía destaca por su tono anclado en el dolor, el sufrimiento y la desesperación. Aspectos derivados de su experiencia vital durante la Segunda guerra mundial y la pérdida de su pareja, la intelectual judía Ruth Maier, apresada y deportada de Oslo, durante la ocupación alemana de Noruega, y asesinada en Auschwitz en 1942.

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Su obra poética claramente tiene dos etapas. Entre 1946 y 1955, sus primeros cinco poemarios: Quiero volver a la casa de los humanos (Jeg vil hjem til menneskene, 1946), Desde otra realidad (Fra en annen virkelighet, 1948), Ciegos ruiseñores (Blinde nattergaler, 1951), En una noche en vela (I en våkenatt, 1954), Testamento para una eternidad (Testamente til en evighet, 1955). Poemarios con composiciones afectadas directamente por el descubrimiento de su condición sexual (fue la primera escritora abiertamente homosexual de Noruega), el trauma de la guerra y la pérdida de su amada. Luego de un silencio prolongado de casi dos décadas, entre 1971-1994 vuelve con quince colecciones más con poemas de temas diversos pero asociados al gran tema de su poética: el dolor humano. Estos ubicados en contextos históricos más modernos.

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La vida de Hofmo incluyó largos periodos en instituciones psiquiátricas de Oslo afectada por una esquizofrenia paranoide. Experiencias que también perviven en varios de sus poemarios. Esto ha hecho que muchos de sus poemas se hayan estudiado, a veces exageradamente, desde la psiquiatría.

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En su poética, el tono desgarrador huye del lamento y se instala más bien en la concisión silenciosa de sus imágenes donde el destino (representado en las estaciones, las horas del día, etc.), acompañan la indefensión de la soledad, la falta de esperanza y la nostalgia por la felicidad no lograda. Por ello, en sus versos, se recurre a la fatalidad de las imágenes cotidianas, al diálogo melancólico con la amada perdida, o a la discusión sombría con un Dios cruel y esquivo. El conjunto nos presenta una poesía de una gran calidad, lamentablemente no conocida en el medio hispano.

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A continuación, traduzco cinco poemas de su primer poemario Quiero volver a la casa de los humanos (Jeg vil hjem til menneskene, 1946) recogido en la Antología poética (Gunvor Hofmo, Samlede dikt, ed. de Jan Erik Vold, Oslo, Gyldendal, 1996).

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Referencias:

– Mollerin, Kaja S., Verden og buksene: et Gunvor Hofmo-fragment, Oslo, Nasjonalbiblioteket, 2021.

– Vold, Jan Erik, “Etterord”, en Samlede dikt, Oslo, Gyldendal, 1996, pp. 505-512.

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Expectación

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¡Tu imagen brillaba intensa

y tiernamente detrás de todo lo que veo,

una locura de expectación

que me amenaza y me suplica!

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¿Oh profundo, profundo sosiego:

estuviste tú aquí alguna vez?

Todo está sepultado

en este fuego hambriento.

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¡Sí, entre mí y el mundo

queda un puente calcinado

porque mi alma se abrasó

en el fuego de mi sangre!

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La noche

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Por las calles vacías deambula
el niño que ha quedado ciego,
y va tocando tu ventana
lenta y suavemente.

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Se cuela en la habitación
y respira en tu mejilla,
y los dolores se duermen
en fresca y perfumada brisa.

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Sus frías y suaves manos
están listas para darte
un regalo que estará ya olvidado
cuando la oscuridad llegue:

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Lo profundo detrás de las fotos
y la sensibilidad sin fondo,
la soledad que flamea
sin medida, sin boca.
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Por las calles vacías silba
una endeble melodía,
y lo que crees que es la noche,
son niños que por allí pasan.

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La espada

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¡Entre nosotras yace la espada,

resplandeciente acero,
que mata, nos mata
cuando cruzamos su marca!

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Ella desgasta el alma,
debilita nuestro anhelo,
y sus hojas relucientes y afiladas
reflejan toda nuestra culpa.

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Al dolor

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¡Oh, ciego dolor, me haces arrodillar
y destrozas mis deseos en tu lugar santo

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Como relámpago multiplicando la oscuridad,

detonaste mi diaria y tranquila conciencia.

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Pero la sed, siempre eterna y muda,
me quema en este espacio derruido,

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y lentamente me acerco al juego de la vida

como cenizas volviendo a la vida, y fuego vacío!

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Quiero volver a casa

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Quiero ver a las estrellas
sobre la lúcida noche del mar
que cantan, cantan:
Maravilloso es el día.
maravillosa es la noche,
nadie de ellos morirá!

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Quiero volver a la casa de los humanos–
como un ciego
iluminado en la oscuridad
por las estrellas del dolor.

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Traducción de Carlos F. Cabanillas Cárdenas

UiT-Universidad Ártica de Noruega (Tromsø)

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Carlos F. Cabanillas Cárdenas es profesor de literatura hispánica en la UiT-Universidad Ártica de Noruega en Tromsø. Sus campos de investigación son la literatura del Siglo de Oro, especialmente en su vertiente hispanoamericana, y las relaciones entre Noruega y la literatura en lengua española. En sucesivas entregas de esta revista presentará una serie de traducciones de poetas noruegos de los siglos XX y XXI.

 

Foto @Gyldendal Norsk Forlag.

A First Generation Mexican American’s Search for Identity

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A First Generation Mexican American’s Search for Identity

 

  Jose Olivarez’s second poetry collection Citizen Illegal (Haymarket, 2018) pointedly critiques the discrimination against and exploitation of Latinos, placing him firmly in the Latino social justice tradition (Rodriguez 124). Olivarez writes in English, with Hip Hop inflections, Spanish seasoning, Chicago area references and pop culture allusions. If there is an overarching motif to Citizen Illegal, it is the struggle for a sense of identity. A first generation Mexican American, Olivarez was born and raised in Calumet City, Illinois, just south of Chicago. His parents immigrated to the United States sin papeles [without papers][1] (41) from Cañadas de Obregon, Mexico. Many of the poems such as “If Anything Is Missing, Then It’s Nothing Big Enough to Remember” deal with being torn between two countries, two cultures. The struggle for a sense of self also involves coming-of-age, exploring parental and romantic relationships, personal insecurities, and body image. Ultimately, of course, these are all part of one piece.

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  “Mexican Heaven,” whose stanzas appear one to a page throughout this work, unite its five sections. Olivarez first published this poem in The Adroit Journal in January 2018[2] in a unified form with the stanzas in a different order under the title “A Mexican Dreams of Heaven,” which is how it is best known. He wrote the first stanza at Young Chicago Writers workshop from a prompt to reimagine a personally meaningful myth. After struggling to craft a narrative, he finally left the poem as a series of vignettes (Olivarez, “How I Wrote”). The poem written in the vernacular, irreverent Chicano poetic tradition (Noel 287) shines a light on the reality and longing of immigrant Latino family life.

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Heaven is a metaphor for the marginalized and ghettoized immigrant community. The poem begins “all of the Mexicans sneak into heaven” (5),[3] alluding to those who cross the southern border without documents. The heavenly powers-that-be are all Mexicans. St. Peter, for example, is named Pedro. He gives a shot of tequila to everyone entering heaven and gets drunk himself (28). The speaker says St. Peter allows Mexicans into heaven “only to work in the kitchens” (p. 28, line 2), critiquing how American capitalism, as Denise N. Obinna says, “includes and excludes” Latin American immigrants, pushing them into “menial-dead end jobs,” known as “Mexican jobs,” which are paid at a lower-rate called “Mexican pay” (246-7). Although critiquing capitalism, the speaker shows work to be the perceived way to become part of America, when he says that the Mexican kitchen workers “dream of another heaven, / one they might be allowed / in if they work hard enough” (28). “A Mexican Dreams of Heaven” ends with this verse, which, with the title, give the poem a sense of longing. The final stanza of “Mexican Heaven,” found earlier in “A Mexican Dreams of Heaven,” shows God reading the Bible, thumbing a rosary, and pretending the Mexicans are reformed while they party in the basement and smoke weed outside.[4] The last line reads, “hallejuah. this cycle repeats once a month. amen” (56). If the arrangement of the verses in and the title of “Mexican Dreams of Heaven” make it more critical of the ghettoization of Mexican immigrant families, the “amen” at the end and the title “Mexican Heaven” reveal a sacredness in Mexican immigrant family life, despite its flaws and challenges, of which one of the greatest is White[5] racism.

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Citizen Illegal criticizes Whites for gentrification, violence against Latinos and insensitivity. In “Mexican Heaven” the speaker says, “there are white people in heaven, too. / they build condos across the street / & ask the Mexicans to speak English” (35). Olivarez says in an essay about how he wrote this poem that he originally concluded the stanza this way, thinking that it showed Whites messing up even in heaven. He added the lines, “i’m just kidding, / there are no white people in heaven” (35), when he realized that he “had failed to imagine an existence without gentrification and the presence of white violence” (Olvarez, “How I Wrote). If “Mexican Heaven” obliquely criticizes White violence against Latinos, “Mexican American Obituary,” inspired by Pedro Pietri’s “Puerto Rican Obituary,”[6] explicitly condemns it, saying,

 

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“I Walk into Every Room & Yell Where The Mexicans At” calls out White insensitivity and microaggressions, too. A “liberal white woman” tells the speaker that “she doesn’t meet too many Mexicans / in this part of New York City” just before a “brown” waiter, carrying a tray of hors d’ouevres, comes through the kitchen doors with the sound of Selena singing ‘pero ay como me duele’” [but oh how I hurt] (31). The poem ends with her waiting for the speaker’s to thanks. These poems resist White hegemony not only semantically but also linguistically through the use of Spanish.

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William Carlos Williams, the son of a Puerto Rican mother and an English father, was also a first-generation immigrant, being born, growing up and living most of his adult life in Rutherford, New Jersey. Williams was one of the first in the Latino literary tradition to use Spanglish in his 1917 poetry collection Al que quiere [To the one who wants] and 1920 Kora in Hell[7] (Hernandez Cruz 349). The inclusion of Spanish not only affirms Williams’ and Olivarez’s latinidad (Aldama 2), but also undermines the narrative that the United States is or should be an English-language-only country.[8] Olivarez further undercuts this narrative in the footnote to “Getting Ready to Say I Love You to My Dad, It Rains,” which says ironically, “America loves me most when i strum a Spanish song. mi boca guitarrón[9] [my guitarrón mouth]. when i say me estoy muriendo [I am dying], they say that’s my jam” (61). What “they,” who can only be understood as non-Spanish speaking Americans, believe is the speaker’s “jam” actually reveals his deep distress. In “Mexican Heaven,” after Whites ask the Mexicans to speak only English, the following verse responds with four lines in Spanish: “tamales. tacos. tostadas. / tortas. pozole. sopes. / huaraches. menudo. horchata. / jamaica. limonada. agua.” (44). Stylistically, the use of a period after each word, which in the last twenty years has become popular in informal writing, indicates that the individual is speaking slowly, deliberately emphasizing each word, which in this case is food or drink associated not with Mexicans. The lack of capitalization at the beginning of sentences in all the poems of Citizen Illegal and even proper nouns in some poems such as “I Walk into Every Room & Yell Where the Mexicans At,” also, undercuts the hegemonic linguistic narrative by violating standardized English grammar. The speaker in “Note: Rose that Grows from Concrete,” who says that the “emperor’s muddy boot” views both the rose and concrete as a “welcome mat,” encapsulates this resistance by succinctly enjoining “be a rusty nail. make the emperor howl” (18). Semantically, linguistically, and stylistically, this collection challenges the status quo in the United States, which has placed Latinos in an inherently ambiguous status.

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The roots of this ambiguous status can be found in the earliest years of the American republic. The Naturalization Act of 1790 required a person to be White to become a citizen. Article Eight of the 1848 Treaty of Guadalupe Hidalgo, which ended the Mexican American War, granted citizenship to the approximately 100,000 residents of the territories Mexico ceded to the United States, tacitly declaring them White, which has been the official position of the United States government ever since, except for the 1930 census, when there was a separate category for Mexicans. If legally considered White, Latinos have never been accorded the same rights and privileges, frequently being treated as second class citizens and discriminated against throughout American history. Latinos’ ambiguous status can be seen in the poem “Mexican American Disambiguation.” At the end, the speaker expresses his conflicted position in American society saying, “the Chicano / in me … should not be confused with the diversity / in me or the mexicano in me who is constantly fighting / with the upwardly mobile in me who is good friends / with the Mexican American in me, who the colleges love, / but only on brochures, who the government calls / NON-WHITE, HISPANIC or WHITE, HISPANIC”[10] (Original capitalization, 42). Stylistically, the use of all capital letters reflects the U.S. government’s official racial/ethnic categories designation for Latinos. All capitals also show the offensiveness of this categorization since that is considered yelling in informal writing. “Gentefication,” the next to the last poem in the book, however, offers some hope for a more just society. Mexicans, gente [people], have taken back the neighborhood block, the reverse of White gentrification. The Treaty of Guadalupe Hidalgo has been “rescinded” and “the whole block is alive & not for sale” (64). When the army and the migra, an informal Mexican word for the border patrol, arrive to return the status quo ante, the people have gone. Even though forced to flee, Mexicans had taken back their neighborhood, showing that they can achieve gains. Although Citizen Illegal rightly garners attention for its social justice poems, the book’s last poem is “Guapo” [Handsome], the name the speaker gives himself.

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Citizen Illegal, if it were a novel, would be considered a bildungsroman with its narrative arc stretching from infancy in the first poem to maturity in the last. The poem “River Oaks Mall” relates childhood insecurities such as a crush on a girl. The thrill of a teen party is seen in “Ode to Cal City Basement Parties.” “Summer Love” relates getting dumped at a train station after a summer fling and “Not Love is a Season” recovering after a breakup. Three poems specifically explore the speaker’s relationship with a father who uses corporal punishment and only grunts when his son says he loves him. Although some poems such as “Boy & the Belt” have no social justice references, these themes are often intertwined as in “River Oaks Mall,” which relates how the speaker’s family works so hard to fit into American society it is obvious they do not.

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The coming-of-age poems have two main foci. The first is dealing with one’s own imperfections, which is best summarized by “My Therapist Says Make Friends with Your Monsters.” The second is the struggle to understand and negotiate interpersonal relationships. These are encapsulated by a line from “I Wake in a Field of Wolves with the Moon,” which says, “i know no love without teeth / & have the scars to remember” (17). Love, though, does not always bite, as the speaker relates in “Love Poem Feat. Kanye West,” dedicated to Erika, saying, “i don’t know how love works / but i remember the day my grandma died // we talked on the phone. / i don’t remember what you said / or whether it helped. / i only remember / when i called you answered” (60). “Guapo” concludes the entire collection. The baby of the first poem has become a mature adult who accepts his own imperfections and that he looks like his parents, metaphorically coming to terms with them and his heritage, if not necessarily his place in America.

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Jose Olivarez powerfully and poignantly explores the struggle of a young first generation Mexican American, who has a “half-everything, / all nothing nature” (49), to find his identity. His poems pull no punches. They clearly delineate the injustices of racism against and the exploitation of Latinos, who inhabit an inherently conflicted status in American society. The speaker in “I Walk into Every Room & Yell Where The Mexicans At” says his father sings “Por Tu Maldito /Amor” (31) [For Your Cursed / Love] to America. These poems also relate the joys and struggles of coming to terms with oneself and one’s parents and finding love..

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Works Cited

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Aldama, Frederick Luis. Formal Matters in Contemporary Latino Poetry. Palgrave MacMillan, 2013.

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Hernandez Cruz, Victor. “Encounters with an Americano Poet: William Carlos Williams.” Conjunctions, no. 29 (1997), pp. 345-9, https://www.jstor.org/stable/24515747. Accessed August 21, 2023.

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Noel, Urayoán. “Poetry.” The Routledge Companion to Latino/a Literature, edited by Suzanne Bost and Frances R. Aparicio. Taylor & Francis Group, 2012.

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Mack, Kristen, and John Paltrey. “Capitalizing Black and White: Grammatical Justice and Equity.” McArthur Foundation, August 26, 2020, https://www.macfound.org/press/perspectives/capitalizing-black-and-white-grammatical-justice-and-equity. Accessed August 20, 2023.

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Noe-Bustamante, Luis, et al. “Majority of Latinos Say Skin Color Impacts Opportunity in America and Shapes Daily Life.” Pew Research Center, February 4, 2021, https://www.pewresearch.org/hispanic/2021/11/04/half-of-u-s-latinos-experienced-some-form-of-discrimination-during-the-first-year-of-the-pandemic/. Accessed August 20, 2023.

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Obinna, Denise N. “Lessons in Democracy: America’s Tenuous History

with Immigrants.” Journal of Historical Sociology, vol. 31 (2018), pp. 238-52.

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Olivarez, José. Citizen Illegal. Haymarket Books, 2018.

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Olivarez, José. “José Olivarez: How I Wrote ‘A Mexican Dreams of Heaven.” The Adroit Journal, February 27, 2019, https://theadroitjournal.org/2019/02/27/jose-olivarez-how-i-wrote-a-mexican-dreams-of-heaven/. Accessed August 17, 2023.

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Rodriguez, Ralph E. Latinx Literature Unbound: Undoing Ethnic Expectation. Fordham University Press, 2018.

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  1. All translations from Spanish to English are the author’s unless otherwise noted.

  2. See José Olivarez, “A Mexican Dreams of Heaven,” The Adroit Journal, issue 24 (January 2018), https://theadroitjournal.org/issue-twenty-four-jose-olivarez/.

  3. The “Mexican Heaven” parenthetical references are to the page number for the stanza of the quote.

  4. Olivarez based this verse upon his mom pretending not to know his brothers are partying in the basement (Olivarez, “How I Wrote”).

  5. The racial category White is capitalized in this article as is Latino and other racial groups. The traditional orthographic standard of upper case for other races and lower case for Whites implies that they are “the standard and norm” (Mack).

  6. See Pedro Pietri, “Puerto Rican Obituary,” Selected Poetry (City Lights Books, 2015), Poetry Foundation, https://www.poetryfoundation.org/poems/58396/puerto-rican-obituary. Accessed August 17, 2023.

  7. The kora is a West African harp.

  8. A 2021 Pew Research survey found that 23% of Latino adults had been criticized for speaking Spanish in public (Noe-Bustamante).

  9. The guitarrón is a large six-string bass guitar frequently played in Mariachi bands.

  10. In Directive 15 on May 12, 1977, The Office of Management and Budget promulgated the following categories that the federal government has used with only slight variation since that time in censuses and governmental forms to collect demographic information and categorize the population: Race: American Indian or Alaskan Native, Asian or Pacific Islander, Black, White. Ethnicity: Hispanic origin, Not of Hispanic origin.


John Kenneth Gibson is a graduate student in Spanish literature and cultural production at North Carolina State University. His research interests include religion, the body, gender, and neoliberalism. His essay “The Contested Travesti Bodies of Las malas and Tesis sobre una domesticaión” is forthcoming in Lexington Book’s Non-Normative Sexuality in U.S. Latinx and Latin American Literature.

Mujeres perdidas

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Mujeres perdidas

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—Entonces no estás loca, has anotado a Charlie. ¡Todos quieren estar con Charlie!, —dijo el indio. No sabía si debía abofetearlo o debía tomarlo como un cumplido, pero durante los años me había acostumbrado a esta dualidad en su expresión, que no se trataba de verdadero o falso. En resumen, la interpretación fue guiada por sus propios objetivos. No fue hasta muchos años después que aprendí a establecer mis propias metas, pero en parte retuve la técnica interpretativa de mi profesor indio, que me llevó por todo el mundo de una manera altamente efectiva.

Pero el indio continuó:

—Pero pensé que Charlie era para Helena, mi esposa, he estado pensando en esto durante varios meses, los dos juntos.

Ahora temía por la revisión familiar del indio de su impotencia, la depresión de su esposa por esto y su búsqueda desesperada de un hombre para tomar su lugar en la cama. Solo en la cama. Los niños, la vida familiar y las vacaciones iban a seguir siendo su dominio. Sentí ahora, por primera vez, un odio genuino hacia este hombre, el indio, creciendo dentro de mí. Estaba sinceramente enamorada de Charlie, pero había perdido contacto con él, cuando mi interés parecía intimidarlo. No respondía a mis mensajes y me había bloqueado en su teléfono. Me sentía casi loca por el rechazo, con la sensación de un profundo abismo presionado contra mi laringe, combinado con la huella de un puño en el plexo solar. El día anterior, había estado acostado 8 horas directamente en el piso sucio y frío de mi sala con un edredón sobre mí, completamente despierto e incapaz de tomar la decisión de moverme o desviarme de los pensamientos negativos. Le había prometido a Charlie que no informaría al indio sobre nuestras pequeñas aventuras, pero mi ingenua esperanza, de que el indio pudiera darme la llave del corazón de Charlie, me había hecho romper esa promesa.

Mi arrepentimiento fue inmediato. ¿Fue esta la sofisticada venganza del indio por mi rechazo de él como hombre muchos años antes? Su delirio de palabras sobre la posible relación íntima de su esposa y Charlie me torturó y creó un celo paralizante. Afortunadamente, el flujo de voz fue interrumpido por el timbre de mi teléfono y hui a mi oficina a contestar.

—Buenos días, habla con el Hospital Herlev, la enfermera jefa del departamento de neurología. ¿Usted es la hija de Inga?

—Sí soy yo. ¿Qué pasa?

—Bueno, tu madre está aquí y ella no se siente muy bien. Tiene miedo de estar sola.

Respiré hondo y miré mi reloj, eran las cuatro de la tarde.

—Tengo que recoger a mi hija de la escuela en 30 minutos —dije—. En el fin de semana visito a mi madre y paso la noche con ella en su casa del pueblo. ¿Es muy mala?

—No nos atrevemos a dejarla sola, sus pensamientos han vagado por el suicidio como una posibilidad— respondió la enfermera.

—Espere, por favor, un momento—. Silencié el teléfono y fui a la oficina del indio, que había tenido a mi madre como cliente varias veces. Después de describirle brevemente la situación, su recomendación fue que mi madre podía pasar la noche en el hospital, pero en ninguna circunstancia debía tomar antidepresivos o recibir electrochoque, que le dije a la enfermera.

No hubo visita al pueblo de mi madre este fin de semana, sino una visita a la sala psiquiátrica cerrada del hospital Ballerup. Ballerup era un suburbio de la capital de Dinamarca y el fin del mundo en el país, un boleto seguro a la depresión con sus campos planos y grises sembrados de autopistas de 8 carriles y bloques residenciales de concreto. Mi madre me recibió en la entrada con una enfermera, desaliñada y frágil como un pajarito gris, pero aún llena de vida en forma de su personalidad exigente e infantil. Firmé los papeles para ser la persona de contacto del hospital para mi madre. Debido a Corona, por ahora yo era su único contacto físico con el mundo fuera del hospital, y una visita tenía que ser reservada previamente y tenía que durar un máximo de 45 minutos. Nos llevaron a una habitación con 5-6 médicos y enfermeras, y nos colocaron en sillones alrededor de una mesa baja. Todos llevaban máscaras azules, excepto mi madre.

El médico polaco, que parecía agotado y sobrecalentado, se presentó y comenzó con las palabras.

—Inga no se siente bien, he tenido una larga conversación con ella y en base a esta, le ofreceremos nuestro tratamiento, que es terapia farmacéutica.

—¿Por qué?, —pregunté.

El médico se quitó la máscara facial y se sentó en el borde de la mesa justo frente a mí.

—Tu madre tiene una depresión profunda, a veces es una cuestión de química.

Tuve que explicar algunos detalles al médico.

—Mi madre no tiene depresión, tiene una profunda melancolía. Toda su vida ha vivido a la sombra de su marido, que murió hace 5 años dije-. Ella siente la edad de su cuerpo y su miedo es que tendrá un accidente físico con ella y que nadie la ayudará o visitará después. ¿Y qué pasa este verano? Mi madre se cae y se rompe la pierna, ¿Y quién la visita? Nadie. Mi hija de 7 años y yo venimos pocos días y mi hermano nunca. Su miedo se ha hecho realidad. Por supuesto, mi madre se siente melancólica ahora, es natural, ella reacciona normalmente.

—Muy bien, pero aquí no entramos en el pasado de tu madre. Aquí ofrecemos terapia médica, para eliminar confusión mental ahora mismo. – respondió el médico, que parecía alguien que consumía cocaína, o simplemente alguien con un gran déficit de sueño. A pesar de su condición, un hombre guapo.

—Soy terapeuta, hago otro tipo de terapia, —dije—. Y podemos llamar al terapeuta de mi madre ahora, él puede llevarla de vuelta a la vida como lo ha hecho antes sin antidepresivos.

Marqué el número del indio en mi teléfono, Pero mi madre comenzó a lloriquear y llorar.

—No, no quiero hablar con él. ¡me siento mal!

Se llevó las manos al pecho y al cuello, pero no sentí lástima por ella, solo irritación. Después de 30 minutos de discusión con el personal del hospital, tuve que irme.

—¡He tomado una decisión! —Fue lo último que mi madre me gritó mientras una enfermera la sostenía de los hombros.

La próxima vez que visité a mi madre en la sala cerrada, ella estaba bajo toda la influencia del medicamento antidepresivo. Esto duró 8 días y pasamos 45 minutos cada día discutiendo en la pequeña sala de visitas o caminando por las barracas del hospital. Cuando me iba, mi madre lloraba contra la pared del pasillo del hospital como una niña pequeña.

En la clínica, el ambiente era extraño. El indio aparentemente había informado a todos los colegas sobre la situación de mi madre, incluida mi fallida aventura con Charlie, porque me miraron con una mezcla de lástima y curiosidad, sin cuestionar. Cuando le pregunté al indio si le parecía bien que yo también informara al resto de los compañeros de la clínica sobre sus secretos, le hizo montar en cólera y la espuma salió de su boca mientras su rabia descendió sobre mí. Lo perdoné con una mezcla de estrategia y conciencia culpable. Su hermana estaba muriendo en Delhi, India y a causa de la epidemia de corona no pudo viajar y despedirse de ella. Al mismo tiempo, tenía dificultades para controlar a su joven esposa, quien se burlaba de él con sus amantes. Necesitaba la ayuda del indio ahora. La condición de mi madre no ha cambiado. Ella continuó cubriendo su melancolía con su teatro sufriente, y el personal estaba claramente cansado de ser el público. Vi cómo rechazaban sus preguntas y preocupaciones de una manera sucinta e irritable, no había compasión de su parte. Tenía la clara sensación de que el siguiente paso de los médicos sería darle electrochoque.

Y, como había temido, en la próxima visita al hospital había, además de mi madre, 5 enfermeras y médicos enmascarados en la pequeña sala de visita. El médico polaco fue reemplazado por una doctora de casi 30 años, que comenzó la reunión con las palabras.

—Hemos evaluado la condición de Inga, está muy mal, no vemos el progreso esperado y, por lo tanto, hemos tenido conversaciones preparatorias sobre el curso posterior del tratamiento.

—¿Salir del hospital? Me hice el tonto y agradecí en voz baja al indio por prepararse para esta conversación. A pesar de que podría ser un grano en el trasero podrías confiar en él en situaciones realmente críticas, como ahora. Posiblemente esta fue la explicación de su flujo constante de clientes en la clínica de la capital de Dinamarca, Copenhague. El médico negó con la cabeza.

—Inga no está lista para salir del hospital, pero le ofreceremos nuestro tratamiento ECT, estimulación eléctrica.

—Estáis progresando muy lentamente, ¿por qué no lo habéis ofrecido antes, por qué solo ahora? Después de todo, mi madre ya ha estado aquí por 8 días, —pregunté.

El médico se encogió de hombros un poco confundido y continué.

—¿Lo has probado, recibir descargas eléctricas en tu cerebro? – miré directamente a la doctora, sus ojos revolotearon.

—No, yo no, pero ¿lo has hecho tú?, —ella preguntó desafiante. Fue como una conversación entre dos niñas de 13 años y respondí.

—¿Qué piensas tú mismo? Pero si le parece tan bueno, tal vez deberías probarlo tú mismo. ¿Por qué no? El cuello del doctor se puso rojo, las enfermeras se removieron inquietas en sus sillas y mi madre me agarró la mano y me acarició el antebrazo como si fuera un gato pequeño.

—Pero Mia, sólo quiero sentirme mejor.

Me miró rezando. Tuve que usar todas mis fuerzas para no golpearla en la cara y volví al médico.

—No obtendréis mi autorización o firma para el tratamiento de electrochoque de mi madre. No lo permito. —No necesitamos tu permiso, —respondió el médico y mi madre se puso a llorar mientras se le escapaban las palabras.

—Estoy tan confundida ahora, solo quiero sentirme bien…

—Tal vez sería buena idea que en el futuro organicemos estas reuniones sin tu hija. ¿qué te parece, Inga? —El médico preguntó a mi madre, que seguía llorando sin responder.

—Me pones en contra de mi propia madre y me amenazas con excluirme de reuniones cruciales, esto es ilegal, ¿quieres salir en la portada del periódico o en los tribunales?, —grité.

Ahora estaba furiosa, y el grupo de médicos y enfermeras salió de la habitación, cerrando la puerta tras de sí en silencio dejándonos solas a mi madre y a mí.

—¿Te has vuelto completamente loca? Estoy tratando salvarte el culo, para evitar que te conviertas en un vegetal pasivo y luego me opongas, el teatro continúa.

Me paré en medio del piso frente a mi madre, que me miró con los ojos muy abiertos. Esta mujer perdió límites, nada más y la verdad era que, aunque solo había dado a luz a un niño, tenía dos hijas.

—Ahora empacamos sus cosas y salimos de esta institución, que no está dirigida por el mal sino por personas superficiales. Puedes quedarte en mi casa hasta que puedes valerte por ti mismo otra vez ¡vamos! — ¡Pero Mia, no puedo!, —ella dijo, pero yo no me rendí.

—Si aceptas electrochoque, borraré mi nombre como persona de contacto, no vendré más aquí. Puedes escribir el nombre de mi hermano en su lugar. Disfruta de tu masaje cerebral eléctrico ¡bon voyage! No me verás, ni a mí ni a tu nieta ¡Adiós!, —dije y sentí alivio cuando vi la obstinación familiar en los ojos de mi madre y continué.

—Has estado en una situación jodida, sola, vieja, herida y sin la ayuda de tu familia, por supuesto que eres infeliz, melancólica, reaccionas con naturalidad, acéptalo ahora.

—¡No quiero hablar más de eso! Quiero estar sola y no volverás mañana. — Mi madre dijo como despedida, parecía cansada de todo.

Los días siguientes, presioné el hospital con llamadas constantes. Quería el nombre completo del médico que me había amenazado con excluirme de las reuniones, pero nadie me dio el nombre.

La próxima vez que visité a mi madre, ella estaba un poco más tranquila y pronto le pregunté si el personal había hablado más sobre el electrochoque.

—No quiero hablar más de eso – respondió preciosamente, consciente de su poder, que normalmente habría causado una explosión de mi parte, pero respondí.

—Depende de ti, pero si eliges quedarte en tu viaje de fantasía, le decimos adiós a la hija y le damos la bienvenida al hijo. Como persona de contacto, necesito saber qué te está pasando, —dije.

—Sí, han hablado un poco de eso, —mi madre respondió como un niño malhumorado.

—¿y qué les respondiste?

—Cállate, —murmuró.

—¿Qué has dicho?, —dije—. Lo siento, escucho mal.

—Les dije que se callaran, —ella dijo un poco más fuerte.

—¡Jesús cristo, gracias a Dios, yes!, — exclamé sorprendido—. Has elegido la vida, gracias, mamá.

Yo no sabía que era tan fuerte, ella era genial, después de todo. Tal vez fue el suelo de Jutlandia desde su origen, bajo el cual se escondía una paciencia y terquedad.

—Pero ahora tampoco quiero hablarte más de eso, —dijo brevemente, como si acabara de satisfacer a un niño molesto, la gratitud nunca había sido parte del repertorio de mi madre.

La vida había ganado. De regreso en el tren a la capital y a mi hija, me permití soñar un poco. Después de muchos días en la realidad cruda necesitaba un escape mental. Me imaginé cómo me acostaría en la cama con Charlie, describiendo vívidamente mi acto heroico en la sala psiquiátrica, cómo había salvado a mi madre de la ciencia médica atrasada. Me escuchaba fascinado y me miraba con ojos muy abiertos llenos de admiración y pensaría que yo era increíble. Él se enamoraría de mí.

De vuelta en la clínica, el indio me informó que Charlie acababa de visitarlo para presentarle a su nueva novia, una bailarina profesional argentina de 22 años. Me vi cómo yo era, una mujer de mediana edad con una madre exigente y sola con una hija de 7 años. La justicia, la honestidad o la habilidad nunca serían una garantía de no perder a un hombre, si aceptara esto, todo sería más fácil.

 


Trine Kestner nació y creció en Dinamarca. Ahora es estudiante de lengua y cultura española y latinoamericana en la universidad de Copenhague. Escribe cuentos para la revista Hendes Verden, editada en Dinamarca; trabaja como terapeuta de jóvenes y adultos con diversos tipos de adicciones. Antes, producía y vivía de su cerámica.

Amparo Dávila ante la crítica

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Amparo Dávila ante la crítica

 

Sin dar por sentado que toda literatura hecha por mujeres fue sistemáticamente invisibilizada como verdad absoluta, este libro se propone examinar la recepción de Amparo Dávila para mostrar los prejuicios de género disimulados mediante valoraciones estéticas e inconsistencias de su reconocimiento. Y no solamente esto, también pretende generar una nueva perspectiva valorativa en torno a su escritura y posibilitar una lectura menos ceñida por el género fantástico.

Además de que la recepción de Dávila permite distinguir los cambios en la valoración estética de la literatura escrita por mujeres del momento de su producción en el siglo XX al siglo XXI, se muestra la resistencia que hubo en algunos críticos para reconocer que era merecido el Premio Xavier Villaurrutia que le otorgaron por Árboles petrificados. Si la ideología dominante presenta la creatividad artística como una cualidad específicamente masculina, entonces la autoría femenina es vista como una anomalía. Las normas de escritura fueron establecidas por y para la pluma masculina. Lejos de aceptar que hay algo importante en la escritura de Dávila muestran sus prejuicios literarios propios del habitus (Pierre Bourdieu) en la crítica literaria. Algunos críticos sacaron su manual de “la perfecta escritura” y se lo asestaron a la zacatecana para menospreciar sus cuentos. Se requeriría una nueva mirada para estimarla, una mirada no guiada únicamente por las características establecidas en forma de géneros literarios inamovibles y de la forma correcta de componer, de escribir como los grandes. Este es uno de los aspectos que se revisan en Amparo Dávila en su proceso de recepción, libro publicado en junio de este año por Ediciones Eón para formar parte de su Colección Ensayos.

El impulso inicial de estudio fue preguntar por qué Amparo Dávila no era tan estudiada en las últimas décadas del siglo anterior, aunque se le pusiera en el listado de autoras de los años cincuenta y, por si fuera poco, la publicación de sus cuentos reunidos en el 2009 no incluye ningún estudio introductorio. De manera peculiar, a partir del 2009 se incrementan los análisis y los congresos dedicados a ella. Algo se inicia con el siglo XXI: sin duda una mirada diferente capaz de apreciar lo que había allí. Esto no sólo pasa en la investigación crítica sino también con las escritoras de las décadas recientes.

Por esto mismo, se revisa cómo Cristina Rivera Garza crea una relación ficcional con su precursora más allá del homenaje. No es sólo que cree a Amparo Dávila la verdadera y la falsa en La cresta de Ilión. En esta novela, la tamaulipeca se ve a ella misma como parte de las emisarias de Dávila.

La Literatura está en movimiento y las escritoras actuales no necesariamente siguen a sus predecesores masculinos. Crean, no se atienen a escuelas de escritura. No necesariamente se pones en relación con escritoras o escritores previos como causa y efecto. Así como a los acontecimientos pasados se les ve desde un presente que los interroga de determinada manera, también se vale escoger y construir una relación con la predecesora a partir de una reinterpretación de lo que la primera hizo. Como parte de la recepción, se vuelve interesante revisar esto. Las escritoras del XXI encuentran cómo subsumir la ansiedad de autoría y construir su diálogo con ellas, en este caso con Dávila.

Desde el horizonte cultural actual es distinguible cómo Dávila visibiliza situaciones de injusticia normalizadas en la cotidianidad por medio de los roles de género en tratamientos y efectos propios de lo fantástico. La escritora zacatecana narra este tipo de situaciones que no sólo afectan a las mujeres por la codificación moral a la que es llevada el rol de género sino también a los hombres. Usa la imposibilidad de cumplir con las exigencias implícitas en los roles de género como un detonante para generar desasosiego y una situación fantástica. Se trata de apreciar desde otra óptica lo que hay en los cuentos de Dávila que, muchas veces, pasaban como asuntos no tan bien tratados o como temas más bien femeninos. Hay que considerar los cambios en la apreciación porque ya hay un horizonte cultural y literario diferente en la crítica y en la narración de las escritoras. Lo fantástico en ella no es la presencia de lo sobrenatural sino de que se muestre lo que ya existe en la cotidianidad. Lo fantástico en Dávila abre grietas en la realidad normalizada, como se expone en algunos capítulos.

Es la labor de las estudiosas y estudiosos literarios analizar, entender y señalar nuevas relaciones en la Literatura. Desde la convicción acerca de que la incursión en la recepción de una autora dinamiza y enriquece las posibilidades de leer y comprender a las autoras, este trabajo se suma a todos los que se están escribiendo en un diálogo con la escritura daviliana.

 

 

 


Carmen Dolores Carrillo Juárez es doctora en Literatura Hispánica por El Colegio de México. La comprensión literaria y el estudio de la Literatura Mexicana constituyen un interés fundamental para ella. Ahora enfoca su interés al reto de complementar la historia de la Literatura con la obra de escritoras mexicanas abriendo nuevos enfoques para su análisis. Su proyecto de investigación actual está dedicado a la revisión de la recepción de Amparo Dávila e Inés Arredondo.

La investigación es para Carmen Dolores Carrillo Juárez una pasión que conjuga con su gran gusto por la docencia. Ser profesora investigadora de tiempo completo de la UAQ le permite transmitir a sus estudiantes el gusto por el conocimiento y la comprensión de la literatura. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) desde el 2012.

Actualmente es líder del Cuerpo Académico Consolidado de Estudios Literarios. Autora del libro El mar de la noche. Intertextualidad y apropiación en la poesía de José Emilio Pacheco, escritora de capítulos en libros nacionales como Márgenes del canon: la antología literaria en México e Hispanoamérica y Cristina Rivera Garza: una escritura impropia; y de capítulos en libros extranjeros como en Relecturas y nuevos horizontes en los estudios hispánicos. Literatura (poesía y narrativa) y en Bellatin en su proceso: los gestos de la escritura. Cuenta con artículos publicados en revistas especializadas, por citar un par: “Lo anterior de Cristina Rivera Garza: novela como espacio especular” y “De la utopía franciscana a la utopía dialógica en Cielos de la Tierra”.

Coordinadora de los libros colectivos Traducción y tradición literaria, Fronteras y horizontes: cinco acercamientos a la literatura mexicana contemporánea y Enseñanza de la Literatura: algunas preocupaciones, así como del dossier Acercamientos a la narrativa de Amparo Dávila. Directora de la revista digital indexada Diseminaciones, revista académica de Humanidades y Ciencias sociales, de la Facultad de Lenguas y Letras de la UAQ.

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La poesía es lo cura

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La poesía es lo cura

(Poetry is the cure)

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I saw this tatooed to a friend’s arm—the friend was the great Mexican poet, Francisco Hernandez. It’s true, poetry is my way of maintaining sanity, of ordering chaos. Music is also my way to excise demons and find harmony. In recent years, I’ve begun closing the gap between music, as one thing, and poetry, as another. I can no longer see them as separate. Music follows the contours of language, in effect, adding a uber language to already existing word sounds. My goal is to write—the notes and the words—somewhere in the penumbra between accessibility and mystery.

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My group’s name is Animula and these songs are on the album entitled Trails. In the recordings, I’m joined by my friend, Sebastian Garrido, in our studio in Mexico City’s Roma. We’re currently working there on our fourth album. Animula/The Trails is available on all music servers.

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The song, Cuidala, is about a man whose girlfriend overdoses and dies. To preserve her, he puts her in his car and drives her to Alaska. Madness.

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Cuídala – Animula

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The song, The Lost Lady, is a about the holocaust. Madness.

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The Lost Lady – Animula

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The song, Days on Hold… Also Madness.

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Days on hold – Animula

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Finally, the song Sundown is about surviving with PTSD after I came home from the war with the Taliban.

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Sundown – Animula


Marlon L. Fick divide su tiempo entre Ciudad de México y Odessa, Texas, donde es profesor de literatura inglesa en la Universidad de Texas—Permian Basin. Además de traductor, es poeta con varios títulos publicados. Ha recibido el premio National Endowment for the Arts de escritura creativa. Editó y tradujo la antología The River is Wide/El río es ancho. Twenty Mexican Poets. Antología bilingüe, traducción de 20 poetas mexicanos.

Sobre Nada duele para siempre

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Carlos Gutiérrez

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Sobre Nada duele para siempre

de Bertha Alicia Quintero Camporredondo

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Conducida por su pasión de escribir, la autora de Nada duele para siempre. Los Camporredondo. Historia y genealogía se impuso explorar la procedencia de su apellido materno, Camporredondo. Durante más de cuatro años investigó en archivos, visitó iglesias, cementerios, hizo entrevistas y consultó en Internet con el propósito de tener a la mano documentos con los cuales pudiera dar cuenta de esa parte de su historia familiar, la cual se remonta, primero, a la región de Flandes y, después, a Santander, España. Lejos de ella estuvo abonar a algo que se reconociera como presunción; sólo quiso saber de sus ancestros.

    Eligió una línea, la del apellido Camporredondo, que empezó a transitar con el auxilio de su familia: madre, abuela, tíos, tíos abuelos. Y de ahí, hacia los documentos, en donde no siempre corrió con suerte; los registros en ocasiones estaban incompletos o los datos eran insuficientes, sobre todo, en los archivos que consultó en Santander. Ante un texto antiguo, debía demorarse en la comprensión de su contenido, en virtud de la caligrafía, que le resultaba inaccesible, una dificultad que no la alejaba de su objetivo: “hablar de las generaciones más cercanas” (página 8), las que procedían del primer Camporredondo que llegó a México.

       La autora dividió el libro en ramas genealógicas (seis), a las que antes de describirlas incluyó —además de la dedicatoria, los agradecimientos y la introducción— dos apartados: “La historia empieza en España” y “La emigración española de Santander”. En la rama genealógica número uno están los nombres de los probables abuelos (octavo, séptimo, sexto), quienes pertenecieron a una época en que a las personas se les podía asignar un apellido u otro, el del padre o el de la madre, y en que había la necesidad de adecuar los apellidos para identificarse como españoles.

    Fue en la rama genealógica dos donde ubicó al quinto abuelo, quien habría de trasladarse a México, en una de esas series de migraciones de españoles a nuestro país, las que fueron provocadas, en el siglo XVIII, por la crisis en la producción agrícola, por la manera en que se entregaban las herencias, que dejaban desprotegidos a quienes no eran los primogénitos, entre otros factores. En cada rama genealógica, la autora colocó a la persona de apellido Camporredondo y con quién se casó esa persona para luego anotar los nombres de los hijos que tuvo ese matrimonio y con quiénes esos hijos se casaron. En la línea que sigue la autora, es identificable que el apellido Camporredondo es el apellido paterno. En la rama genealógica seis ella está como nieta, hija de la cuarta hija de sus abuelos maternos, quienes procrearon dos mujeres y dos hombres. En las dos hijas de ella no está más el apellido que dio lugar al libro que acá se reseña.

    En la práctica antropológica, la genealogía es un método con el que se puede lograr la identificación social de las personas: casamientos, tamaño de las familias, si el primogénito fue hombre o mujer, la herencia, los nombres que se mantienen, ocupaciones, entre otros aspectos. La autora no centró su interés en ese ámbito. Al enfocar su afán en conocer sobre sus progenitores, su ascendencia en relación con su apellido materno, consignó datos que son del interés de quienes practican ese método antropológico; los expuso también para que los interesados en las historias de familias constaten cómo hizo la vida quien llegó a México, a Coahuila, en el siglo XVIII, y qué pasó con los hijos de esa persona; y luego, qué ocurrió con los hijos de esos hijos, así, hasta llegar a los abuelos, al padre, a la madre de la autora.

   Identifico por lo menos seis aspectos (¿en concordancia con las seis genealogías propuestas por la autora?) que serían relevantes fuera del propósito por el que la autora escribió el libro —“gracias a los ancestros, estamos aquí”—. El primero que es posible extraer está en relación con hacer la vida lejos del lugar de origen. La autora identificó como su primer ancestro a una persona nacida en Flandes, a principios del siglo XVII, quien debió trasladarse hacia España, en donde tuvo que adecuar su nombre y apellidos para no ser excluido en su nuevo lugar de residencia. Alguien ya con el apellido Camporredondo, nacido en Santander, España, se tornó, en el siglo XVIII, en habitante de una hacienda del estado de Coahuila, en México. Y en el siglo XIX, un Camporredondo nacido en una congregación de Coahuila empezó a viajar hacia Estados Unidos en busca de trabajo.

      Habría que informarse sobre cuántos Camporredondo nacidos en México han ido a vivir a Estados Unidos. Se va de un lado a otro para subsistir.

El segundo elemento que encuentro es el que tiene que ver con la manutención: ¿de qué se vivía? ¿De qué se vive? Hubo un tiempo en que se debía aprender un oficio, como ser especialista en la fundición de metales, como lo eran los flamencos. Había que ir hacia los lugares en donde se requería poner en práctica ese conocimiento. El cultivo del campo era otra posibilidad, como lo era el comercio. O tener la oportunidad, como le ocurrió al cuarto abuelo, en el siglo XIX, de hacerse funcionario de la administración hacendaria, en Saltillo Coahuila. Esas eran las labores de los hombres, mientras que las mujeres debían encargarse de las tareas de la casa. Será en el siglo XX cuando ellas incursionarán en el campo laboral, como profesoras, por ejemplo. Acá puede ubicarse la importancia que tuvieron las herencias en las familias: ¿hasta dónde alcanzaron a ser suficientes para sostener a las familias?

   La de los matrimonios es la tercera cuestión que quiero marcar. ¿Al casarse, cuántos años tenía la mujer, cuántos el hombre? En los siglos anteriores, era frecuente que el hombre fuera mucho mayor que la mujer, quien, en algunos casos, era menor de edad. O podían tener la misma edad y no ser tan jóvenes. ¿Dónde había nacido el hombre?, ¿dónde la mujer? ¿Dónde se casaron? El casamiento corría a cargo del juez. En el acta se anotaba la edad de los contrayentes, se especificaba a qué se dedicaba el hombre, así como la edad tanto de la mujer como del hombre, además de los nombres de los padres. Era frecuente que hubiera errores al consignar las edades o los apellidos. La temática de los matrimonios puede tener otros componentes, como el número de hijos, como el de la tía que se quedó a cuidar a la madre, el de los hijos fuera del matrimonio, el de los viudos y las viudas, el de las crianzas.

   El cuarto punto es el de las enfermedades, que eran identificables más bien por los síntomas: fiebre, dolor, tos. ¿Cuál era la edad de quienes las padecían? ¿Hasta qué punto eran tolerables? Y este cuarto punto puede conectarse con el quinto aspecto que señalo: el de las defunciones: ¿cómo ocurrían? ¿Dónde ocurrían? ¿Qué pasaba con la familia al morir el padre, al morir la madre? El sexto aspecto puede ser el de la ropa, identificable en las fotos que la autora incluyó. ¿Cómo vestían los hombres? ¿Cómo vestían las mujeres? Otro más que puede agregarse es de la residencia: ¿dónde vivían las familias? ¿En haciendas, congregaciones, pueblos, ciudades? ¿En qué momento se decidió pasar de un lugar a otro?

   Con Nada duele para siempre. Los Camporredondo. Historia y genealogía, Bertha Alicia Quintero Campo buscó comprender la actuación de sus ancestros por la línea materna, conocimiento para valorar esas vidas con las que puede decir que “nada duele para siempre”. Se trata de un libro esquemático, una descuidada edición de autor, al que le hizo falta soltura con la que sin tropiezos pudiera rebasar el propósito inmediato de su autora.

 


Carlos Gutiérrez Alfonzo (Frontera Comalapa, Chiapas, 29 de febrero de 1964), poeta y ensayista, fue becario del Centro Chiapaneco de Escritores y del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Chiapas. Poemas suyos fueron publicados en las revistas Poesía y Poética, Tierra AdentroalforjaEl poeta y su trabajoPeriódico de poesíaNetwriters, red mundial de escritores, Prometeo digital y Mula Blanca. Fue incluido en el Anuario de poesía mexicana 2006, coordinado por Pura López Colomé y editado por el Fondo de Cultura Económica. De su autoría son los siguientes volúmenes de poemas: Cirene (1994), Vitral el alba (2000), Mudanza de las sílabas (2012), Poniente (2012), Que se halla por ventura (2015) y Si quien leyera fuera otro (2018). Ha publicado los libros de ensayos Ascenso y precisión. Tres poemas de autores chiapanecos (2016) y Tiempo y espacio. Experiencia estética (2020). Doctor en Humanidades y Artes. Es investigador del Centro de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Chiapas y la Frontera Sur (CIMSUR), de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Selección de poemas del libro La Edad de Hierro

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Muchacha tebana

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Reclino mi cabeza junto a la adormidera

y pienso en ella.

Pienso en ella

y calla el temblor de la imagen.

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Todo, incluso el silencio,

reanima la conciencia

que hace ver los caballos del infierno

muchísimo más blancos,

más tristes

y pequeños.

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Ahí donde la encrucijada se abre,

el polvo acaricia sus cabezas,

humano corazón.

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Madre

Padre

Hermano

eran su único deseo.

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Los mira a los ojos con dulzura,

pero ve más de lo que debe,

hace y dice el doble.

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No nací para odiar,

sino para amar.[1]

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A causa de su fuerza,

“el lado flaco de una mujer”,

fue censurada y maltratada,

molida en el lecho de la menta,

y el álamo blanco.

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Intra muros a veces la siento,

ímpetu gemelo más allá de los márgenes,

sacerdotisa, niña furiosa,

la misma opresión en el pecho.

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Hay algo en ella que también me habita

empuñando días como este,

cuando llueve y las moscas son turba,

cuando nada puede consolarme

y tampoco lo quiero.

 

  1. Sófocles, Antígona.

 

Entre Coliseum y West 39th

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Soporté el precio de sonrisas

como esta -su herida se abre

desde las comisuras de la boca

hasta la oreja-

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con el cabello húmedo, ignominia,

negrura goteando en mi alma,

en mis ojos,

dentro de un cadáver

tan seco como el mármol,

y tan blanco…

.

padecí el horror de su aliento.

La bestia me dio caza,

quiso partirme en tajos

y lo hizo.

.

Hoy es incluso más perverso

en sus padres, en sus hijos,

al acecho de tejedoras y hechiceras.

.

¿Cuánta sangre habrá borrado

llevando la podredumbre a cuestas?

.

Vean más allá de las partes de mi cuerpo,

moretones y arañazos,

inteligencia “pecadora” e insurrecta.

.

Soy más que el oscuro de mi ropa,

el labial rojo o el contorno de mis piernas.

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Ya no los defiendan.

Ya no los escondan.

.

Escuchen mi respiración vital,

fresco y amargo de quien se resiste.

.

 

Licantropía

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Enseñar los dientes, clavar los colmillos y luego ofrecer el lomo, no por sumisión, sino por una derrota humana: civilización y prejuicio desgarrando el mundo. Más tarde recibir caricias, sentirse dueña de algo —quizás de un nudo alrededor del cuello—, encontrar bajo el escudo una criatura veneno que te aprieta contra su pecho y te dice que eres buena, mientras le arrancas la mano y sueñas con la manada extinta, las montañas y los ríos inalcanzables hasta que te tumbes en el pasto tras haber pulverizado el hierro, donde podrás crecer libremente en el murmullo de las flores, ese que has de regar con sangre al sacar la bala de tu sien.

.

 

Ando para habitar la falta

.

teñir mis pies con lavanda y artemisa,

por un golpe de amor en el omóplato

y la ternura enroscada en una vieja falda.

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Allí, donde la herida se abre

debieron crecer violetas, alas

para sortear corrientes de aire caribe

y trenzar astros erizando el mar.

.

Dicen que su soplo feraz desgarra la muerte

y echa por tierra la herencia bruta,

el callado asido a la memoria,

esbozos titilando en los bolsillos

donde antes hubo mariposas.

.

Ando para dejar caer mi voz en el aljibe

y encontrarla entre marismas

frente al silencio de Dios

que hiende mi pecho y planta esta manía errante.

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Llevo dentro el hogar del fuego, la noche,

mi elogio a la sombra.

.

.

Ασφóδελοι

.

The storm bursts

                                              or fades! it is not

the end of the world.

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William Carlos Williams

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Heme aquí.

También busqué el amor

y la memoria

en la comida de los muertos,

pero ahora

el espacio de unión

solo es blanco

sobre el blanco

de una página extraña,

tránsito de lugares

más amplios

y sombríos.

.

De las flores

el nombre solo recuerdo,

voluntad de fuga,

los tallos erguidos

cuya ofrenda

acontece en el vacío

donde nadie las mira

ni anhelan ser

o sustancia.

.

Sin embargo,

hay una sombra remota.

Me sumerjo.

Soy aparición-fragancia

de pureza inefectiva

fuera del canto.

.

A veces soy otra

que se quiebra

y se abre al zumbido

de la piedra,

ecos ascendentes

en medio de parajes oscuros.

Todos conducen a mi vientre

y constelan el deseo.

.

A veces soy otra

mucho más alta,

de cabellos que se funden

con el viento

incrustado en la niebla

y me agito como caña

con su grano de sol

en el vientre

indisoluble

en paz

inalcanzable

sin nada que decirte.

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Victoria Marín (San José, 1991) es filóloga clásica y estudiante de Filosofía y de la Maestría en Literatura Clásica. Dirige la plataforma literaria Revista Virtual Quimera. Es compiladora del libro de relatos Anábasis, antología de narrativa fantástica y ficción histórica (Nacimiento, CR, 2020). Figura como autora en Donde contamos hormigas y segundos (Poiesis Editores, 2020), Antología Nueva Poesía Costarricense (MCJ, 2020), Voices (Centro Cultural de México, 2021), Rollos de Vuelo (EUNED, 2021), 56 Altares: Filos y Espejos (Testigo Ediciones, 2022), Fin de siglo (EUNA) y Hay algo, urgente que te tengo que decir (Medusa Editores). Ganó el XIV Concurso de Escritura Creativa en Lenguas Extranjeras (Universidad de Costa Rica) en la categoría de poesía en lengua portuguesa. En 2022 publicó su primer poemario La Edad de Hierro (Medusa Editores), el cual fue presentado ese mismo año en la Feria Internacional del Libro de Chihuahua.

Ha participado en diversos eventos nacionales e internacionales como el VIII Congreso Internacional de la Cátedra UNESCO para la lectura y la escritura, el I Congreso Nacional de Estudiantes de Artes y Letras (UCR), el Festival Internacional Primavera Bonita (Fundación del Centro Cultural del México Contemporáneo et al.), el XXVI Simposio Nacional de Estudios Clásicos, el II Congreso Internacional sobre el Mundo Clásico (Universidad del Nordeste, Argentina), el I y II Encuentro Internacional de Poesía en Xochimilco y el I Coloquio Nacional de Narrativas Especulativas, de lo Insólito y del Horror (BUAP, México), entre otros.

Versos sencillos de amor

Miguel Ángel Chávez Díaz de León

 

Amo tu vientre

tu pálpito en las piernas,

tus categóricos senos imperiales

tu aliento de eterno femenino,

tus ojos y costumbres.

 

Amo tu libido (cuando se va… cuando viene)

y tu zona secreta.

 


Miguel Ángel Chávez Díaz de León. Es periodista y escritor. En 2009 se le otorgó el Premio Nacional de Periodismo. Ha escrito “En este rincón duerme la Duquesa”, “Este lugar Sin Sur”, “Vhala Blues para Saxofones”, “Los Ángeles También Van de Cacería”, “Poemas Completos de libros inconclusos”. En 2011 la Editorial Veracruzana le publica su Obra Reunida (que incluye toda su poesía). En 2013 la editorial Océano le publica “Policía de Ciudad Juárez”, su primera novela que se vendió en toda Latinoamérica.

Tres poemas

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Caliche

 

Aún y si no fuera una metáfora deberíamos dejar que los niños jueguen con la cuerda del

ahorcado

lo importante no es el cuadro sino cuánto tiempo pasas viendo el cuadro

los mismos leones se pervertirían por tener un coto de caza del tamaño de este rancho

basta con un cuaderno de doble raya para el ejercicio

la mortaja quiere decir que tuvimos cuerpo más allá del caliche

estos versos se escribieron con las dulces lágrimas de un cordero degollado.

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Sangre

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Aquí dos palabras son muchas y una es poco

en el campo de la sangre el silencioso muro color amarillo es la poesía

ya hablo como los muertos por medio de la estática en frecuencia AM

empecé paleando mierda en los establos hoy monté un bayo cara blanca

entre mezquites quemados por el sol de la muerte que vivimos

quiero que mi voz sea un sartén de peltre azul

quiero que mi voz sea un nido de alacranes sobre el pecho de un pájaro con las patas

amarradas por una cinta negra

quiero que mi voz pase como la mano de un cowboy sobre el lomo de un animal.

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Amarillo ocre

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La poesía se agrieta para mostrar la pared que primero fue ventana antes de ser puerta

ese zumbido de moscas en caca son los artistas fronterizos chupándole la vida al llano

montados en sus broncos caballitos de madera

un agujero en la pared nos separa

una ventana

una puerta

¿quién habita la casa amarillo ocre y por qué es más grande la lila que la casa?

este paisaje nada vale desde adentro

no sé lo que es la poesía

pero me gusta imaginarme que es una locomotora partiendo aquel campo de amapolas

rojas en que se convirtió el manto de nieve salpicado por la sangre

yo no curo

ni mato

yo sólo verifico.

 


Eric Roacho Saldívar nació en Ciudad Juárez, México, en 1988. Forma parte del taller literario BISONTE. Vato es su primer poemario publicado en 2016, bajo el sello de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, por haber obtenido el primer lugar de la convocatoria Voces al sol. Escribe actualmente su segundo poemario, el más desafiante, titulado Cactus, en el que recopila escenas familiares punzocortantes.

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