ISSN 2692-3912

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El llanto de mis oídos

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El llanto de mis oídos

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Hace algún tiempo, cuando aún gozaba de las bondades del sueño y el descanso, podía sentir que mis oídos lloraban; no es que me llovieran sus lágrimas, o que percibiera los espasmos que suele causar el llanto, no; sé que mis oídos lloraban porque mi corazón sentía el quebranto y la congoja que hacían evidente dicho llorar. Tomé conciencia de esta profunda tristeza de mis oídos gracias a una pesadilla que me atacaba todas las noches; pesadilla que desencadenó una serie de acontecimientos que voy a relatar, para que en el análisis sobre mi estado mental los tengan en cuenta.

Una oreja muy nítida y de vivo color de más o menos mi estatura en medio de la oscuridad. Cierta luz, que no sé decir de dónde vendría, iluminaba todo el lóbulo hasta la cima del antitrago, delineaba con sutileza el antehélix y sus dos ramas, superior e inferior, y hacía notar, apenas, la parte superior del hélix. Todo lo demás era penumbra, y más aún el orificio auditivo externo que era negro, negro, negro. Yo adelantaba mi cabeza a ese agujero de espanto, y cuánto más me acercaba mi tormento era mayor, por cuanto tenía la certeza de que ese pozo contenía en su fondo todo el sufrimiento del universo. En ese momento sentía la poderosa fuerza de atracción que aquel agujero ejercía sobre mí. No, no una atracción en el sentido de que algo me gusta y me atrae, sino más bien la atracción que ejerce un imán sobre un clavo; era tan fuerte, que por más que echara el cuerpo hacia atrás, por más que me resistiera apoyando una mano en la concha y en el trago la otra, terminaba siendo absorbido. Aquel agujero pues, me tragaba, y yo caía irremisiblemente en él, muerto de congoja; pero nunca llegaba al fondo, porque en el instante que mi cabeza traspasaba lo negro, abría los ojos y me encontraba de espaldas mirando al techo de mi habitación.

Tiene que haber una razón, pensaba yo, para que mis oídos lloren así. Y estaba en lo cierto. Una noche, cansado de acongojarme por ellos sin culpa que lo mereciera, opté por quedarme despierto y dejar que descansara mi corazón. No tengo memoria de la hora, pero eran pasadas las doce sin duda cuando escuché sobrecogido una extraña melodía; era el sonido lejano y débil de una flauta, dulce, muy dulce, extremadamente dulce; las notas melodiosas y alargadas oprimían mi corazón a la vez que lo deleitaban, le daban gozo en extremo y lo comprimían en la misma medida; parecía el himno de un demonio ejecutado magistralmente por un ángel. Era insoportable, esta pieza no ha sido hecha para los oídos humanos, me decía en medio de un insufrible deleite; al borde de la locura, a punto de perder el sentido, me arrojé contra la ventana para ver de dónde provenía aquel sonido desquiciante; la mortecina luz de los faroles a lo largo de la vereda acrecentó mis angustias, el viento barría la calle llevando las hojas al sur, las deliciosas y lacerantes notas vendrían pues del norte. Hacia allá miré desesperado hasta donde pude, y perdí el conocimiento.

A partir de entonces decidí no eludir más las pastillas que tomaba para dormir, no las arrojaría más por el inodoro. De sólo pensar en oír de nuevo aquella flauta entraba en pánico. Sin embargo, ese sonido, esto es lo esencial, era la explicación que estaba buscando: Mis oídos escuchaban aquel delicioso martirio y lloraban, sufrían, y yo percibía ese sufrimiento. Bueno, es preferible, pensaba, sentir… digamos… de carambola antes que directamente aquellas siniestras notas. Esta mezcla de martirio y placer, de contento y pesar, esta integración musical perfecta del bien y del mal, llegaba a mi corazón atenuada por el sufrir de mis oídos mientras dormía, a través de la pesadilla. Era pues, soportable.

Pero, ¿No tendría que acabarse esta tortura?, ¿No habría más desdichados por culpa de aquellas notas? Por otro lado, ¿Quién hacía esto?, ¿Quién era aquel ejecutante sin alma capaz de soportar tan lacerante placer si el oyente no alcanzaba consiente siquiera unos minutos? Me propuse averiguarlo y acabar con este peligro. Un alma más sensible que la mía, que las hay miles en el mundo, sucumbiría sin más. Alguien podría morir… si acaso no habría muertos ya. No sería complicado evadirme, mi ventana dista dos metros del suelo.

Durante tres días guardé las píldoras que me daban para estabilizar mis emociones, las iba a necesitar para apaciguar la congoja cuando me acercara a la fuente de aquella música; y en las noches de esos días tomé obediente las pastillas para dormir, no hubiese podido soportar despierto una noche más. Aguardé impaciente a que dieran las doce, tragué de golpe las tres píldoras y me descolgué sin dificultad por la ventana hacia la calle. Permanecí pegado a la pared unos minutos hasta que comenzó la melodía.

¿Qué puede haber inspirado está mordaz ambrosía?, me preguntaba sobrecogido mientras trataba de orientarme por el musical martirio a través de las calles desiertas; las ráfagas de viento me desorientaban por momentos, pero mi progreso era siempre hacia el norte. A cada metro recorrido, a cada cuadra superada, a cada esquina conquistada subía el volumen de la maldita tonada; estaba entonces en el rumbo correcto. Resiste, repetía en mi cabeza luchando contra el deseo de volverme. No sé por cuanto tiempo estuve andando por calles y avenidas, atravesando parques y jardines, hasta que lo sentí tan fuerte que consideré que estaba casi en el lugar, era cuestión de unos metros más. Arribé doliente a la puerta de un edificio que abarcaba casi una cuadra entera, la flauta silbaba del otro lado, di la vuelta a la gran fachada y me encontré de golpe frente a las rejas que circundaban un cementerio. Esta era pues la fuente de aquella compunción que estaba a punto de aniquilarme. Demasiado alto, gemí poniendo mis manos y apoyando mi cabeza en los gruesos fierros; caminé como un ebrio tambaleante a todo lo largo hasta la reja que hacía de entrada, estaba asegurada con una gruesa cadena y un enorme candado, no había nada que hacer. Me tapé los oídos con las manos y desanduve el camino casi sin conciencia de lo que hacía. Ya en mi habitación, acurrucado en el rincón más alejado de la ventana, aguardé, sumido en un gozoso quebranto, la salida del sol que apagó la flauta y me devolvió la paz.

El cementerio está cerrado en las noches por supuesto, pero durante el día cualquier cristiano puede ingresar libremente, como es natural. Esto en primer lugar. En segundo, y más importante aún, aquella delicia espeluznante no daba señales de vida en horas vespertinas, estaría pues protegido y tendría todas las facilidades, sería sencillo.

No tenía idea en realidad, debo ser sincero, de qué era lo que sería sencillo, pero algo había ahí dentro y yo lo encontraría, tenía esa certeza. Tendría que tener mucho cuidado para salir de aquí a la luz del día.

Temprano, ejercicio; luego baño, desayuno y limpieza. Durante la mañana conversación con un grupo de tontos, y finalmente hablar y hablar mientras uno de blanco escucha, con cara de conocerte por dentro ni más ni menos. A medio día almuerzo, lavado del servicio, pastillas, y la siesta de tres a cinco quieras o no quieras. Ese era el momento, mientras todos, excepto los de gris, dormían la siesta.

Era una tarde encapotada, deprimente y de mucho viento cuando volví a deslizarme hacia la calle, los de gris estaban adormitados por la reciente comida, es el único momento que tienen para descansar, así que no me sintieron siquiera. Hice casi el mismo camino de aquella noche pero está vez pidiendo orientación a la gente; no había martirio, gracias a Dios, que pudiera guiarme y no conozco realmente la ciudad. Ingresé al cementerio con la adrenalina al tope.

Por el camino había trazado una estrategia, era simple: Preguntaría al enterrador por algún profesor de flauta; si yo escuchaba a tanta distancia, tanto más él, que estaba ahí mismo, en la fuente misma de “aquello”. Debo reconocer, y en esto pongo como atenuante el estado en que me encontraba, que esa estrategia no era del todo inteligente porque, ¿Cómo no premunir que quien habitara en aquel recinto, y pernoctara, sobre todo, tendría que estar necesariamente sordo? Afortunadamente no hizo falta estratagema alguna, ya que los acontecimientos devinieron, como se verá, de manera muy distinta de la que yo esperaba.

Caminando entre las tumbas vi una que me llamó la atención por lo triste y abandonada que se veía: El pasto que la rodeaba, amarillo y polvoriento, suplicaba riego; las vasijas para las flores estaban sucias y cubiertas por el moho; tenía delante una figura que me daba la espalda, era un ángel representado por un niño regordete cubierto en sus partes pudendas por un pañal. Rodee la tumba para verla por delante, esa figura me intrigaba sobremanera. Un escalofrío remeció todo mi cuerpo cuando vi que tenía entre las manos una flauta que aplicaba, dulcemente, sobre sus labios que soplaban inflando los cachetes. Tenía los ojos inexpresivos, lisos, ni iris ni pupila, como los ojos blancos de algunos ciegos. Eres tú, le dije, demonio malvado. Alargando el brazo tomé la flauta y tiré, estaba pegada a sus manos, no cedía, logré moverla un poco, empecé a forcejear gritando, dámela, se soltó más y se me ocurrió hacerla rotar, al hacerlo el moho y la herrumbre se hicieron polvo y aflojó; estaba dispuesto a dejar mi vida en el intento, pero el infame se resistía. ¡Dámela!, grité repetidas veces con furia llamando la atención de algunos transeúntes que se fueron acercando alarmados y con clara intención de cogerme. En ese momento hubo un instante de luz, por una fracción de segundo las nubes dejaron pasar un rayo de sol que fue suficiente para iluminar aquellos ojos tornándolos terribles, siniestros, diabólicos. Con un último esfuerzo tire con toda mi alma profiriendo un grito desesperado, las manos del diablo saltaron en pedazos por los aires y yo caí de espaldas contra el suelo con la flauta entre mis dedos, la estreche contra mi pecho, me puse de pie como pude, corrí tan veloz como nunca en mi vida y me alejé triunfante y aterrado de aquel lugar.

Cuando llegué al pie de mi ventana me estaban esperando los de gris, en realidad me andaban buscando desde que salí. Me aprehendieron con violencia, me llevaron a las duchas y me tuvieron bajo el agua helada durante horas, me golpearon, me jalonearon, me acostaron, me levantaron y me volvieron a golpear, pero no pudieron separar mis dedos para quitarme la flauta; no la solté, y no la soltaré jamás. Por fin se cansaron y me dejaron en mi habitación. Colocaron unos barrotes en mi ventana; me da igual, ya no necesito salir, tengo la flauta y es lo que importa.

Ni la pesadilla ni la melodía maldita han vuelto más, mis oídos ya no lloran. Pero ha surgido un nuevo problema: El diablo quiere la flauta, ya no puedo darme el lujo de dormir; porque a la hora del sueño, cuando las luces se apagan en este lugar, aquellos diabólicos ojos se encienden y se quedan suspendidos en medio de mi habitación, mirándome fijamente.

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Jorge Manuel Ramírez Cabrera nació en el encantador pueblo de Abancay, Apurímac, Perú. Es el tercero de seis hermanos. Creció en un hogar donde la literatura estaba presente gracias al impulso de sus padres, convirtiendo a todos en apasionados lectores desde jóvenes. Además, realizó sus estudios secundarios en Arequipa y posteriormente obtuvo su licenciatura en Contabilidad en una renombrada universidad de la ciudad. Aunque se formó profesionalmente en finanzas, su verdadera pasión siempre fue la literatura. Fue profundamente influenciado por las obras de maestros como Quiroga, Chéjov y Borges, que moldearon su enfoque y estilo en la escritura. Actualmente prepara su primer libro de cuentos..

Misticismo para principiantes

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Misticismo para principiantes

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El día era delicado; la luz, generosa.

Un alemán en la terraza de un café

sostenía un pequeño libro sobre su regazo.

Me percaté del título:

Misticismo para principiantes.

De pronto entendí que las golondrinas

patrullaban las calles de Montepulciano.

Con sus silbidos estridentes,

y la cháchara de los tímidos viajeros

de la llamada Europa del Este,

y las garzas blancas de pie… ¿ayer? ¿antier?

como monjas en arrozales,

y el atardecer, lento y sistemático,

borraba las siluetas de las casas medievales del pueblo,

y los olivos en las pequeñas colinas,

abandonadas al viento y al calor del verano,

y el busto de la princesa desconocida

que yo vi y admiré en el Louvre,

y los vitrales como alas de mariposa

salpicadas de polen,

y el pequeño ruiseñor practicaba

su discurso junto a la carretera,

y todo viaje, cualquier tipo de viaje,

es misticismo solo para principiantes.

El curso elemental, el preludio de

una prueba que ha sido

aplazada.

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Versión de Antonio Moreno

[Adam Zagajewski falleció el 21 de marzo de 2021 en Cracovia, Polonia. Tenía 75 años].

Esquirlas

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Esquirlas

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La pregunta guía

                        la respuesta

                                        las respuestas Hablar

                      en falso No preguntes

                                                   qué es eso Y la mirada

oblicua         hay deseos de pensar

                                                 los polímatas las arenas

movedizas [Steiner hablaría de las diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento]

                           con la incertidumbre aún

                                                             mayor sobre la fragilidad

                  la ida hace que

                                        apueste por

                                                         palabras para hacer visible

la pregunta

                 las preguntas

                                     esquirlas

                                                                 .

—-

Pensé en las esquirlas cuando, al bajar en Cuatro Caminos, para ir luego hacia Nentón, después de haber estado en Los Huista, le pregunté a quien me había llevado por esa región si podíamos ir hacia el oeste, en otro viaje. No, me respondió. Con los ojos hizo una seña: “Ahí están los halcones”.

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Se desprende

                   pasa por acá

                                         por estos lugares

                                                                    ando

pensé

             minucias

                                 el tachilgüil en la casa donde estaba

alerta   nada de “palabras

                                      tóxicas y eunucas”

Extraer

            lo residual    habla

                                        conduce

                                                     algo embrionario Luego

¿Quién habla? ¿Para quién habla?

                                                Ojos

                                                        y las modalidades según

se habla

               situarme

                              reconocerme frente a

la joven estudiante interesada

                                            observa

                                                         practica

                                                                     interroga

cursa

             esta tesitura atrayente

                                                 fragmentos

Y la movilidad del

                          “insustituible oficio de pensar”

                                                                      la libertad

maravilla

              El anillo de Clarisse

                                             no un solo sitio

                                                                     todos los posibles

figuras las palabras

                             desparpajo           la novedad

de la interrogante

                           la alumna por los trayectos

captura era

            casi

                      la noche

Son mis días de descanso. Sí, mi familia está en Tuxtla. Yo trabajo en Chicomuselo, en la zona militar. Uno se compromete con lo que hace. Agarramos a uno de los buenos. Llamamos por teléfono para avisar. Y la orden fue que se soltara. Todos están metidos. Un día quisimos poner un retén por este lado. Acá, en esta parte. Vino el agente municipal a decirnos que nos fuéramos. Que no estuviéramos ahí. Si nos quedábamos, que nos atuviéramos a lo que pudiera pasar. Nos fuimos.

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Alerta

            oír

                    el horizonte

                                        diciendo

.          “un lugar que no te obligue a matarte a ti mismo”

Estar

          un sitio

                        ofrecer lo que se sabe

decir

        la masa

                    el chicharrón

                                       el frijol molido

Ella

quien los mezcla

                            mueve las manos

pide

          utensilios

                         piensa

                                    momento suyo

                                                        que le pertenece. Ese momento es suyo

Le pertenece

                   Su origen

                              en el presente   importa

                                                                    lo que hace

entregará

              la alegría en sus ojos

                                          su labor

Ella

         la de la comida

                                 en las tardes

                                                      costura

Hace años

                     la máquina de coser eléctrica con ella

su hija llegará

                  a visitarla     En las paredes de la casa

las fotos de su hija

                        muerta hace cuatro años

Reza por ella

                   Reza por ella

Luego al dentista

                           cinco mil pesos

que sí tiene

                    por sus ahorros    Luego

con su   nieto hijo de su hija muerta

                                                    la angustia por él

por lo que será de él

Luego

La pregunta

 


Carlos Gutiérrez Alfonzo es poeta y ensayista. De su autoría son los siguientes volúmenes de poemas: Cirene (1994), Vitral el alba (2000), Mudanza de las sílabas (2012), Poniente (2012), Que se halla por ventura (2015) y Si quien leyera fuera otro (2018). Ha publicado los libros Ascenso y precisión. Tres poemas de autores chiapanecos (2016) y Minucias. Maneras de decir cómo se vive la frontera (2021). Se desempeña como Investigador del Centro de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Chiapas y la Frontera Sur, de la Universidad Nacional Autónoma de México (CIMSUR-UNAM).

(http://alarmadascuerdasvocales.blogspot.mx/2013/09/carlos-gutierrez-alfonzo.html)

Cuatro poemas

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Los días a la sombra de mí misma

          yo que fui luz y del amor

                                             ave de paso

enciendo hoy la ventana

el horno

los nuncamás

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ardo y soy memoria

al pie de la escalera

con la casa mirándome.

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Nadie ha visto el fuego

                               aún

podría decir estoy asando chiles

pero es sólo cigarro y sombras

el olor de estos días.

 

Si la vida fuera aquel domingo, un libro

entre las manos leernos, el olor

de un guiso hirviendo, si la vida

fuera una noche, mirando de lejos

volcanes y luces. Ya casi invierno

pero no llovía y la marcha avanzó,

avanzamos nosotros para comer ahí

en el mismo sitio, cada septiembre;

pero es junio y no hay ollas, ni marchas, ni libros,

tampoco llueve y somos estos.

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Si la vida fuera un correr, un dejar, un espacio

de pausa. Si los ojos fueran nuestros, pero están

en cada cuerpo. No se miran, no hay sombra.

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No hablaré de lo que dejamos

ahí, donde el mar

se hizo curva, cuando todavía

la luz

había sido siempre luz.

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Si la vida fuera una tarde y contarnos

canciones que nadie escribió, si la vida

fuera otro trago, otro viaje, otra vez

tocar tu pierna. La luna mengua y el mar

moviéndose. Recuerda que todo fue:

agua, viento, hogar. Nada más.

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Un grano de sal sobre la mesa.

Una luciérnaga volando el día.

En algún sitio el mar

redondea el tiempo en una piedra;

un chocar de memoria

contra memoria.

En la orilla de un sueño

un solo silencio basta para invocarte.

Tu cuerpo no cuerpo, se acerca

y un aroma, inventado, existe.

Mis no brazos, miedosos y quietos

quieren responder, palpar.

Es la esquina de un deseo.

No es mi cuerpo el que te llama.

Alguna noche el mar es sólo sonido

un sitio al que nunca llegamos,

se mueve.

Cuerpo que no es ola

ni tempestad.

Algunas noches, el mar

es sólo sonido tejiendo arena.

 

Mi abuela tenía las caderas anchas. 

Pudo haber dado a luz un ejército numeroso

pero tuvo sólo dos partos: una cuadrilla reducida,

suficiente para llenarle la vida de incendios.

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Mi madre tenía las caderas altas y discretas.

Se abrieron una vez y otra vez no. Decidió la ciencia

que fuéramos par, aunque la estadística tendía a una y muerto.

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Mi tía tiene las caderas más bien bajas.

A ella se le estiró la piel ya estirada, apenas en cicatriz;

tres salieron de su vientre.

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A mi madre y mi tía

se les ha ensanchado

el modo de andar.

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Dos mujeres han parido sangre de mi sangre.

Mi prima abrió sus propias caderas para traer otra niña.

Somos un matriarcado sin disimulo.

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Bisabuela mi abuela, tía mi madre, abuela mi tía.

Yo: tía que baila y cuenta, que cuenta y anda.

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Mis caderas fueron siempre más bien escuálidas.

Las distancias y las muertes las redondearon.

Quizá se me abrieron

          por dentro

para darme a luz

cada vez que nada me estaba naciendo.

 


Mercedes Alvarado Author of Nombres propios (Elefanta, 2023), awarded as Book of the Year 2023 by the National Editorial Chamber in Mexico, Días de luz larga (Elefanta, 2020) and Apuntes de algún tiempo (Verso Destierro, 2013). She produced Y hasta la muerte amar (2017), a collection of poetry with ilustration and two poetry-shortfilms. Some of her poetry has been published in México, USA, Spain, Portugal and Colombia. Her creative work has been performed in several venues in Norway, Sweden, Indonesia and México.

Tiempo nostálgico y tiempo anhelado

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Tiempo nostálgico y tiempo anhelado. De la anacronía a la referencia reflexiva

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El tiempo es un tema concerniente a lo fantástico, advierte Julio Cortázar (43-56) durante sus clases en Berkeley y lo sostiene con tres ejemplos: el primero de ellos es el cuento “El milagro secreto”, de Jorge Luis Borges: un dramaturgo judío es apresado por los nazis y condenado a muerte por fusilamiento. La ejecución está programada para el 29 de marzo de 1939 a las nueve de la mañana. Jaromir Hladik tiene un drama inconcluso, Los enemigos, y anhela finalizarlo. El Creador concede al dramaturgo un año en el que el universo físico se detiene para completar su obra. Así sucede, él finaliza su drama momentos antes de que las balas lo derriben.

El segundo ejemplo es parecido al anterior, se trata del cuento “Incidente en el Arroyo del Búho”, de Ambrose Bierce: durante la Guerra de Secesión, Peyton Farquhar, un civil simpatizante del ejército confederado, es capturado por el enemigo y condenado a la horca sobre el puente del Arroyo del Búho. Al momento de caer el cuerpo, la cuerda se rompe y, con muchas dificultades, logra escapar. Peyton esquiva las balas y camina todo el día y toda la noche hasta que llega a su hogar y se presenta con su esposa. Lamentablemente, la fuga sucede nada más en su imaginación. Su cuerpo cae rompiéndosele la nuca.

El tercer ejemplo es un cuento del mismo Cortázar, “La isla a mediodía”: un sobrecargo, cansado de su rutina laboral, decide pedir una larga licencia para conocer la isla griega que continuamente observa durante los vuelos del avión en el que trabaja. Llega a la isla, la explora, es aceptado por los pescadores que en ella habitan, le dan una cabaña, siente que es el lugar donde pasará el resto de su vida. Al mediodía, el hombre escucha el avión que cruza los cielos de la isla, pero ahora se desploma sobre el mar. El sobrecargo nada intentado rescatar a algún sobreviviente; sólo logra sacar el cuerpo sin vida de él mismo. Este tercer ejemplo tiene la particularidad de mostrar explícitamente la duplicidad del personaje que en un tiempo va volando en el avión y al mismo tiempo está habitando en la isla. ¿Cómo sucede esta aberración? Cortázar explica:

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Escribí el cuento […] con la sensación de que en algún momento hay un desdoblamiento del tiempo, lo cual significa un desdoblamiento del personaje. […] Aquí el personaje se desdobla también: el hombre viejo, el que no puede cambiar, que está atado por el tiempo nuestro, sigue en el avión. Pero ese hombre nuevo, que quiere acabar con todo lo que parece trivial, estúpido y artificial, que abandona todo […] y se embarca para ir a vivir primitivamente en esa islita que se ha convertido en el centro de su propia vida, ése también es él pero en un desdoblamiento que sólo dura el tiempo que le es dado vivir esa felicidad. (56).

 

Se puede hablar de un tiempo del anhelo y un tiempo de la nostalgia. El tiempo del anhelo se instala en el querer ser del personaje, en lo que quisiera que ocurriera, pero no ha sucedido en el presente continuo (en el estar siendo) y sólo es posible como una proyección hacia un futuro paralelo. El tiempo de la nostalgia se instala en la memoria del personaje, en lo que ya ocurrió y quisiera seguir en ese estado, pero tampoco es posible desde su estar siendo y sólo puede suceder como una proyección hacia el pasado paralelo. Esta segunda forma del tiempo, que he llamado tiempo nostálgico, se observa en el cuento “El decurión”, de Abelardo Castillo: Moraes desaparece abandonando a su esposa e hijos. El narrador testigo cuenta (con efecto realista) que los vecinos suponen una fuga de Moraes con otra mujer, pero que la verdad (conjetura el narrador) es que Moraes se fue a buscar en qué momento le habían cambiado de vida. Mientras en el cuento de Cortázar, el protagonista se divide entre su querer ser y su ser; en el de Castillo, Moraes, ya adulto, se entera mediante la conversación con su anciana tía que él vivió una infancia en dos lugares diferentes al mismo tiempo. Así, en el tiempo diegético e imitativo de la realidad, Moraes fue dos personas en circunstancias diferentes que luego, en algún momento, se juntan en su estar siendo del aquí y ahora. Lo trágico, tiernamente trágico, está en esa sensación que mantiene el personaje de que le hayan robado su otra posibilidad de vida. Así se percibe cuando Moraes le enseña una vieja fotografía al narrador:

 

—Supones —dijo Moraes—. Lo sabés perfectamente; éramos muy amigos en ese tiempo. Sabés que debo ser ése, pero no podés concebir que ése haya llegado a ser yo. Porque, decime: ¿cómo se llega a esto? ¿Cómo llegué a pesar 120 kilos? ¿Cuándo dejé de quererla a Elisa? ¿Cómo hice para estudiar abogacía y cuándo empezó a gustarme, si yo detestaba hasta Instrucción Cívica? Escuchame, ¿te acordás de la Sinfonía en gris mayor? El mar como un vasto cristal azogado, y todo lo demás. Miré los muros de la patria mía. Serán ceniza, mas tendrán sentido. Aljaba, almena, almohada, esas palabras vienen del árabe. En todo el idioma castellano hay una sola vocal larga. La «i» de pie. Pie del verbo piar. Ésas eran las cosas en las que me gustaba pensar. ¿Te acordás o no te acordás? Eras mi amigo, eras mi amigo justamente porque a los dos nos gustaba. Silencio sonoro, Dios mío. Silencio sonoro. Hablábamos noches enteras hasta la madrugada, hablabas vos, porque yo ni siquiera tenía facilidad de palabra. Polvo enamorado, a la caza le di alcance, oh y esta noche el viento no sé qué ritmo tiene. Yo era así. Contéstame, carajo. (204).

 

Abelardo Castillo explica que “El decurión” es un cuento fantástico que simula ser realista (191). Tal vez, por lo mismo, el lector queda en el limbo entre lo maravilloso y lo extraño (condición esencial de lo fantástico), lo que implica tratar de decidir entre dos opciones: na, Moraes efectivamente tuvo una infancia en dos lugares al mismo tiempo; o dos, sólo fue el delirio senil de la tía Teresa que mesclaba realidad con fantasía.

Moraes no logra ver a ese otro Moraes que obtuvo tres medallas y fue decurión en el colegio salesiano Wilfrid Barón de los Santos Ángeles (aunque en su última aparición en el relato está sonriente y un poco más flaco), pero está convencido porque comienza a recordar que estudió en el colegio salesiano. Añora ese pasado y está dispuesto a recobrarlo. La nostalgia es la tristeza originada por la dicha perdida, pero ¿qué sucede cuando nunca existió ese motivo de dicha? A Durán, el personaje de “Final de una lucha”, de Amparo Dávila, se le presenta su doble acompañado de Lilia, su amor de juventud. En este cuento, el mecanismo de la nostalgia se intensifica por el rencor hasta la proyección del personaje en la duplicidad de realidades ficcionales: En la primera realidad, la del estar siendo, Durán está casado con la tierna y comprensiva Flora; en la segunda, es pareja de la bella y fría Lilia: “Aquella noche no pudo acercarse a su mujer, cuando ella se acostó a su lado, ni las siguientes. No podía engañarla. Sentía remordimientos, disgusto de sí mismo. Quizás a esa misma hora él estaba poseyendo a la hermosa rubia”. (46).

Sin embargo, la nostalgia en este cuento es una nostalgia falsa, una anti-nostalgia, pues no surge de lo sucedido, sino de lo que habría podido suceder, es decir de un pasado hipotético (antítesis del futuro hipotético que se desprende del anhelo en el cuento de Cortázar), un pasado hipotético en el que Durán consigue que Lilia lo acepte y, como consecuencia lógica, ahora viva con él. El problema se presenta en el choque de planos temporales: el pasado real que se incrusta en el presente resultado del pasado hipotético. Amparo Dávila representa este encuentro entre tiempos apelando al recuerdo motivado por la asociación de ideas. Durán reconoce el perfume que lleva puesto Lilia y evoca el recuerdo transferido por el narrador omnisciente que suspende la acción del presente y narra la del pasado remoto mediante el uso de letras cursivas, dejando a los personajes intervenir en estilo directo:

 

Aquel perfume que Lilia usaba siempre y que un día él le había regalado haciendo un gran esfuerzo al comprarlo. Lilia le había reprochado que nunca le regalaba nada. La había amado durante varios años, cuando era un pobre estudiante que se moría de hambre y de amor por ella. Ella lo despreciaba porque no podía darle las cosas que le gustaban. Amaba el lujo, los sitios caros, los obsequios. Salía con varios hombres, con él casi nunca… Había llegado con gran timidez a la tienda, contando el dinero para ver si era suficiente. “Sortilège es un bello aroma —dijo la muchachita del mostrador—; le gustará sin duda a su novia.” (46).

 

El cuento de Dávila va a utilizar la analepsis como recurso, alternando los tiempos presente y pasado por medio del uso de cursivas como procedimiento de composición hasta que, en el desenlace del cuento, Durán, el que viene del pasado hipotético, mata a Lilia, motivo de la anti-nostalgia, y a su vez es asesinado por Durán, del presente que está siendo con Flora o viceversa. Al quedar sólo un personaje Durán, la realidad regresa a su estado normal en el plano del único tiempo posible: el presente continuo.

El transcurso del tiempo discursivo en una ficción, incluso puede comenzar con la anacronía y darle paso inmediatamente después al tiempo diegético, dejando dividido al personaje en diferentes planos temporales que, sin llegar a la inmediatez de sobreponer fragmentos de la historia pasada en la presente, como en la propuesta de Dávila, lo hacen confundirse entre el “yo” presente y el “él” pasado, recurso manifiesto en el cambio del uso de los pronombres en un juego desconcertante, como hace el narrador de “Érika de los pájaros”, también de Abelardo Castillo: “Él grita, me duele la garganta de gritar, él grita y camina por el cuarto con piso de madera, duelen los pies deshechos. Grita”. (46)

En el cuento, el narrador recuerda haber sido perseguido para que lo mataran. Luego se sitúa en el presente donde está por asesinar a Érika, pero no se atreve. A continuación, se presenta el salto en el tiempo hacia atrás. La analepsis no se da mediante el recuerdo, sino sucede por cambio de espacio: “Ella, en otro sitio, dice”. (45)

La duplicidad del personaje no ocurre como una imagen visible sino desde la oralidad. Castillo emplea la repetición de frases que sólo pueden suceder en la mente obsesionada del personaje extraviado entre el pasado irremediable y el futuro imposible: “Erika, porque ella entonces se llamaba Erika”. Luego: “Ella tenía ahora los ojos cansados y se llamaba Erika”. O bien: “Creo que era triste, llena de una tristeza profunda e inexpresiva, como la tristeza”. Uno más: “vendrán con sus largos rifles y me matarán a mí, a los dos, pero también a mí”. Y otro: “su rostro, bello rostro moreno es moreno”.

Lo que podría ser un error estilístico para cualquiera, Abelardo lo eleva a técnica de repetición para crear el efecto de duplicidad. Este recurso lo aplica como guiño también en “El decurión” al iniciar la historia de la siguiente manera: “La vida es doble. O por lo menos doble” (201).

Poco antes del desenlace, es decir donde realmente comienza el tiempo diegético, el narrador aventura una prolepsis que naturalmente fracasa en alcanzar el futuro imposible y es evidente que fracasará por la manera en que se presenta en contradicción temporal: “Despertaremos, sí, despertaremos hace mucho” (46), palabras mágicas, que de cumplirse los regresarían a ser niños.

Los sucesos continúan acumulándose hasta llegar al presente del tiempo diegético: el narrador no se atreve a matar a Érika y ella lo ayuda a matarla. Al final, el decide no huir y se entrega una muerte segura, saliendo del tiempo helicoidal en el que se encontraba atrapado.

Ahora bien, la dificultad de hacer saltos temporales en la narración radica en la condición de progresividad intrínseca del lenguaje. Joseph Frank, con base en lo expuesto por Lessing en Laocoonte o de los límites de la pintura y de la poesía, explica que la literatura hace uso del lenguaje compuesto de una sucesión de palabras que avanzan en el tiempo y, por lo mismo, las palabras que se suceden unas a otras no pueden detener las acciones que implican una imagen fijada en el tiempo (9). Amparo Dávila pretende crear el efecto de regresar en el tiempo a través de los fragmentos intercalados de las historias pasadas y presentes. Castillo, por su parte, recurre a los juegos gramaticales y a la repetición de las expresiones en la oralidad del narrador para crear el efecto de duplicidad.

En otras latitudes y sí, en otros tiempos, T. S. Eliot llegó a una posible solución para evitar la progresividad del tiempo: frustrar al lector en su perspectiva normal de sucesión; forzarle a percibir los elementos del poema como yuxtapuestos en el espacio en vez de desarrollados en el tiempo (10). Con base en esta propuesta, Joseph Frank concibe la idea de “la forma espacial de la literatura moderna”. Para explicarlo, Frank recurre a tres ejemplos: Madame Bovary, de Gustave Flaubert (13-14), Ulises, de James Joyce (16), y En busca del tiempo perdido, de Ezra Pound (20). Flaubert, en carta escrita a su amiga Louise Collet, manifiesta la intención de crear una técnica narrativa en la que “todo el conjunto aúlle, que se oigan al mismo tiempo los mugidos de los toros, suspiros de amor y frases de administradores” (168). Frank explica que Flaubert recurre a un montaje en el cual se entrecruzan los hilos de diversas intrigas y donde se van persiguiendo acontecimientos que pertenecen a series diferentes. El estallido del relato en líneas distintas es el resultado del ingenio del autor (13-14).

Por su parte, en el Ulises, Joyce exige que su lector realice un trabajo tan complejo como las relaciones referenciales de su obra: recrear la vista y los sonidos, las gentes y los sitios de un día típico de Dublín en un cuadro. Para que se logre el efecto, el lector debe relacionar todas las referencias que de manera alternada –no secuencial— ha ido recolectando a través de la lectura a fin de que al cerrar el último capítulo se devele el cuadro irlandés (16).

Finalmente, Ezra Pound afirma que para percatarse del desplazamiento temporal basta con comparar dos cuadros de una persona en diferentes momentos. La técnica se observa en El tiempo perdido cuando el personaje en un momento dado desaparece de la novela y después de un intervalo de tiempo, marcado por la sucesión de páginas, aparece de nuevo cambiado de una manera decisiva (20).

Salvador Elizondo –para concluir con uno de los mejores ejemplos que las letras mexicanas tienen al respecto—recupera la forma espacial de la literatura moderna y la aplica como técnica narrativa en Farabeuf, donde la novela: está construida a base de fragmentos de la narración, cada uno de los cuales corresponde a una toma que maneja un plano distinto de la acción. La disposición de estos fragmentos no obedece a reglas temporales ni causales, esto es, que presente y pasado se confunden y se mezclan, al mismo tiempo que se proporcionan fragmentados, diferentes ángulos de visión y distintas versiones de una misma escena (Adriana de Teresa 84).

El efecto en un principio crea confusión en el lector, que en ocasiones no logra, incluso, reconocer cuántos personajes están interviniendo en la escena, sobre el supuesto que los personajes se encuentran sobrepuestos en planos diferentes. Sin embargo, además de la técnica citada, Elizondo emplea la ambigüedad –al contrario de la repetición de Castillo—en la construcción del recuerdo, entendido este como una imagen inacabada que se va completando en el esfuerzo de recordar. De este modo: “Esa mujer no es ni rubia ni morena; es esa mujer […] ¿Reconocería usted a Mélaine Dessaignes en tales circunstancias? Sus ojos no son negros ni claros; esa boca no es de nadie. Mire usted esa fotografía con gran cuidado: ¿no reconoce a Mélaine Dessaignes?” (122).

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Líneas finales.

El arte, en principio, fue imitación de la realidad, pero nunca ha sido la realidad. En la escritura, el tiempo se congela por innumerables páginas en las que una mosca sigue estrellándose en la misma ventana o transcurrir 20 años en un cambio de párrafo; también puede ser más bondadoso y permite a los personajes recuperar oportunidades perdidas, crear nuevos pasados que eludan el desenlace fatal. O no. El narrador, un tanto perverso, tal vez no quiera salvar a los personajes y sólo en un acto de cruel misericordia los avienta a vivir lo que pudo o podría ser sin lograr más que esa sensación de suerte echada en el actante y catarsis en el lector. En fin, literatura, y la literatura –afirma Enrique Anderson Imbert –es un arte del tiempo, no del espacio, pero también del tiempo.

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Referencias

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Castillo, Abelardo. Cuentos completos. Alfaguara, 1997.

Cortázar, Julio. Clases de literatura. Berkeley, 1980. Debolsillo, 2016.

Dávila, Amparo. Cuentos reunidos. FCE, 2009.

Elizondo, Salvador. Obras I. El Colegio Nacional, 1994.

Frank, Joseph. “La forma espacial de la literatura moderna”. El libro y el pueblo. Revista mensual de bibliografía. Vol. XVII, No. 19, 1955, pp. 8-36.

Lottman, Herbert. Gustave Flaubert. Tusquets, 1991.

Teresa, Adriana de. Farabeuf. Escritura e imagen. UNAM, 1996

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Sergio Iván Garzón Clemente es mexicano, doctor en Letras con Mención Honorífica por la Universidad Nacional Autónoma de México, además de narrador y ensayista. Ha publicado minificciones en diversas revistas literarias. Entre su obra destacan “Error Victoriano”, microrrelato seleccionado en la antología Más allá de la medida. I Premio Internacional de Microrrelatos Museo de la Palabra (2010) y “El Estorbo”, cuento con el que obtuvo Mención Honorífica en el Primer Premio Nacional de Cuento Fantástico Amparo Dávila y que fue publicado en la antología Andan sueltos como locos (2016). Asimismo, es autor de “La moral entre el goce estético y el arte útil: reflexiones sobre un cuadro de El Greco en Los días terrenales de José Revueltas”, (Crates, 2002), y “El lector imposible: una lectura sobre las ‘lecturas ideales’ de Farabeuf”, (Crates, 2009).

Las abuelas en la literatura mexicana escrita por mujeres

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Reseña sobre Las abuelas en la literatura mexicana escrita por mujeres. Un estudio a sus cuerpos, sexualidades y subjetividades desde una perspectiva de género

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¿Qué papel juegan las abuelas en la sociedad mexicana actualmente?, ¿cómo se concibe el ser abuela en este mundo híperconectado?, ¿qué se espera de ellas o qué se demanda de su presencia en la familia? Estas son algunas interrogantes que se tratan en el libro Las abuelas en la literatura mexicana escrita por mujeres. Un estudio a sus cuerpos, sexualidades y subjetividades desde una perspectiva de género, publicado por ediciones Eón en su colección Ensayo en 2021.

Dividido en cuatro capítulos y una conclusión, el texto aborda la problemática de llegar a ser anciana o anciano en una sociedad llena de desigualdades de género como lo es México. Asociadas nuevamente a su doble papel de madres, las abuelas tienen que lidiar con ciertas expectativas que el discurso postmoderno les impone en tanto que pareciera que las mujeres no tienen derecho a envejecer, sino que deben conservar siempre una apariencia y actitud juvenil. Y, sobre todo, se les exige seguir disponibles para el cuidado de nietas y nietos. En medio de este contexto, se produce el etarismo o la discriminación por edad que invisibiliza la presencia de las abuelas en todos los ámbitos y medios, incluyendo la representación en la literatura.

De esta forma, en el último capítulo del libro se analizan las distintas representaciones de las abuelas en textos escritos por Elena Garro (Un traje rojo para un duelo), Carmen Boullosa (Antes), Myriam Moscona (Tela de sevoya), Adriana González Mateos (El lenguaje de las orquídeas), Norma Lazo (El mecanismo del miedo), Susana Pagano (Y si yo fuera Susana San Juan), Guadalupe Nettel (El cuerpo en que nací) y Socorro Venegas (La noche será negra y blanca).

El análisis crítico que se lleva a cabo de cada una de las obras, tomando en cuenta la teoría literaria feminista y los estudios de género, evidencia una manera distinta de abordar el tema, pues las abuelas son representadas en facetas tan disímiles y complejas que van desde la abuela como depositaria de un saber milenario y misterioso hasta la que asume un rol despiadado y cruel contra la nieta. Así las cosas, las abuelas representadas en los textos hablan de una transformación en el imaginario colectivo en tanto que han pasado de ser consideradas cariñosas, pasivas y de carácter dulce aunque firme, a ser personajes complejos que llegan incluso a imponerse a la fuerza con el fin de mantener su autoridad dentro del núcleo familiar.

Los resultados que arroja el análisis puntual de cada uno de los textos nos da entonces nuevas luces que ayudan a comprender mejor el papel activo que han tenido las mujeres en la sociedad mexicana desde la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días. Sin maquillajes, pero sobre todo sin afanes de idealización, las abuelas representadas en este corpus reclaman para sí un lugar en la historia de las comunidades de las que forman parte, por lo que su presencia en ellas resulta tan relevante como necesario.

Las abuelas, todas ellas con capacidad de agencia, convergen en un entramado de acciones y circunstancias que las retratan como sujetos activos, lúcidas al extremo en la mayoría de los casos y ávidas por continuar viviendo una sexualidad plena. ¿Estamos ante un cambio permanente en torno al deber-ser y deber-hacer de las abuelas mexicanas? Si bien no podemos afirmar aún   que dichas transformaciones son definitivas, sí podemos sostener que los roles que asumen actualmente las abuelas son otros, distintos a los que hace cincuenta o sesenta años asumían las mujeres en la vejez. Y de ello, de esta evolución social, dan cuenta los textos analizados. Sigamos, pues, de cerca las nuevas rutas que tracen las abuelas en México y el mundo.

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Cándida Elizabeth Vivero Marín (Guadalajara, Jalisco).

Es Dra. en Letras por la Universidad de Guadalajara. Realizó su Maestría en Teoría Literaria (Humanidades) en la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa y la Licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Autónoma de Guadalajara. Ha participado en diversos congresos nacionales e internacionales. Ha publicado artículos de investigación en revistas nacionales e internacionales, así como capítulos de libros. Ha coordinado diversos libros entre ellos: Cuerpo y erotismo (2015) y En torno a la maternidad. Aproximaciones socio-históricas y literarias (2015). Entre sus libros de investigación publicados destacan: Sobre cuestiones de escritura. Un acercamiento desde los estudios de género (2014); Literatura, cine y maternidades. La representación materna en México (2014); Cecilia Eudave: lo fantástico de una escritura (2016); Teoría Ish-ah (2019); Narradoras millennials (2021); Las abuelas en la literatura mexicana escrita por mujeres. Un estudio a sus cuerpos, sexualidades y subjetividades desde una perspectiva de género (2021). Es autora también de libros de poesía, de cuentos y de novelas. Actualmente es profesora titular B de la Universidad de Guadalajara; es miembro de distintas Asociaciones Internacionales, cuenta con el reconocimiento a Perfil deseable de la SEP y pertenece al Sistema Nacional de Investigadores (Nivel I).

Todos los días son pájaros

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Todos los días son pájaros

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Aunque el arte y la poesía

no van a cambiar por sí solos el mundo,

sí tienen la capacidad de transformar a las personas,

que son quienes tienen la capacidad,

la fuerza y la potencia para lograrlo.

Jorge Riechmann

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Esta cita, del poeta, ensayista y filósofo Jorge Riechmann, guarda una estrecha relación con Todos los días son pájaros, creación poética de Enrique Contreras, recién publicada por Editorial Olé Libros (España. 2023).

El poemario, subtitulado “Itinerario sentimental”, es el resultado de un trabajo creativo, profundo, honesto y reflexivo, reflejo de la extensa e intensa travesía vivencial del escritor. Está compuesto por tres libros, Madrugada del poeta, Intemperie -de sueños y quimeras- y El destierro. En una entrevista publicada, en el Diario Sur de Málaga, el pasado 27 de octubre, Contreras precisa que cada una de las partes responde a una etapa de su vida: La primera, que abarca los poemas más antiguos, fue escrita por el autor cuando era muy joven, apenas adolescente, intentando comprender dónde se encuentra, qué es lo que le rodea, y, según confiesa, constituye la parte más ingenua y fresca del libro. La segunda, se centra en las dificultades a las que nos enfrentamos cuando tratamos de entender el mundo, lo que sucede. La tercera, contiene composiciones que pertenecen a la última etapa del autor, coincidiendo con su estancia en Estados Unidos. El poemario, amplio, intenso (y extenso), despliega una panoplia de reflexiones y situaciones, en las que cabe la infancia, la adolescencia y la juventud, el enfrentamiento y la reconciliación.

A pesar de las diferentes épocas, en todo el conjunto siempre están presentes los constantes temas del autor: el sueño, el amor, el extrañamiento, la muerte, la rabia, el desgarro interior, el silencio, el erotismo… todo, sublimado por un humor no exento de ironía y por un léxico que, más allá de significaciones básicas, inmediatas, nos remiten a un estado de ánimo, a una vibración, a una emoción concreta. Veamos algunos ejemplos.

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De “El árbol de la vida”: “En mi sueño/ el Árbol de la vida brotaba robusto/ y a su fragancia irresistible acudíamos todos”.

De “Amar”: “Amar es todo lo que nos falta/ y el conocimiento de la muerte/ frente al conocimiento de la vida”.

De “Despedida”: “No hay más adiós que el de la muerte. / Mañana es polvo en el espejo del olvido”.

De “Prisionero”: “Pues el silencio es, / al cabo y con frecuencia, / el grito más profundo / de los amores / imposibles”.

De “Premonición”: […] “Y tú serás, / oh, silencio, / mi mortaja y mi responso, / la palabra impronunciada”.

De “Libre”: “Libre significa ser / ingenuo, imperfecto, autosuficiente y egoísta. / Hay que pagar un precio muy alto para ser libre / y nunca lo serás si no lo son cuantos te rodean. / Inténtalo y acabarás solo y crucificado / por la jauría”.

De “Esperanza”: “Todavía / creo en muchas cosas. / Creo que estamos capados, / por ejemplo.” …

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Vamos a encontrar en el poemario aquí reseñado odas bellísimas como “Quienes me aman”, modelo de sencilla composición, con muy pocas palabras, reflejo de sinceridad, de profundo agradecimiento y de permanente deuda hacia todas aquellas personas que nos han prestado ayuda y afecto.

Podemos hacernos ya una idea, con los fragmentos expuestos, de que estamos ante un autor poco convencional. Más bien todo lo contrario. En su interesante prólogo, Antonio Moreno menciona “que el uso del lenguaje poético es una combinación de sensaciones terrenales y cósmicas…” Esta acertada observación puede servirnos para definir uno de los aspectos fundamentales de la obra de nuestro autor: la potencia creativa, esa fuerza capaz de elaborar un universo propio, una poética personal que conjuga el mundo de las ideas y el mundo de las sensaciones, el mundo de lo sensorial y de lo intelectual.

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“Podemos hacernos ya una idea, con los fragmentos expuestos, de que estamos ante un autor poco convencional. Más bien todo lo contrario. En su interesante prólogo, Antonio Moreno menciona “que el uso del lenguaje poético es una combinación de sensaciones terrenales y cósmicas…” Esta acertada observación puede servirnos para definir uno de los aspectos fundamentales de la obra de nuestro autor: la potencia creativa, esa fuerza capaz de elaborar un universo propio, una poética personal que conjuga el mundo de las ideas y el mundo de las sensaciones, el mundo de lo sensorial y de lo intelectual.”


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Nos hallamos, sin duda, frente a una creación nada complaciente que nos interpela constantemente, no con intención de provocar, ni adoctrinamiento alguno, sino con el propósito de cuestionar la realidad: “Siento mucha disconformidad con el mundo en que vivimos”, afirmaba el autor en la entrevista antes mencionada en referencia a las complejas relaciones con el entorno y las personas que lo habitan. Martín Gijón, escritor, poeta y crítico, dice: “La escritura poética es la única vía de escape para intentar expresar y reconciliar momentáneamente las contradicciones de nuestros sentimientos.” Contreras, va más allá y en la misma entrevista matiza: “Ojalá el poemario sea, como decía Machado, la honda palpitación del espíritu al contacto con el mundo” … Y más adelante, entre otras muchas interrogantes de difícil de respuesta, concluye: “La poesía es una expresión de sentimientos universales, pero tienen que partir necesariamente de elementos de la vida diaria. Si esos elementos se convierten en expresión universal inteligible, entonces tendrá sentido y posiblemente llegará a los demás”. En esta misma línea de reivindicar una poesía accesible a cualquier ciudadano, necesaria y útil para la colectividad, ha incidido recientemente Jordi Gol, redactor de la Revista Quimera: “Poesía viva, que huye de la Academia para integrarse en la vida corriente de las personas de a pie, ofreciéndonos formas diferentes de ver el mundo y haciéndose cuerpo para revestirse de una utilidad necesaria en los tiempos que corren”.

Mucho habría que decir acerca del aspecto formal, estilístico, de nuestro poeta. Por ejemplo, su natural fluidez, el ágil ritmo de los versos arropados por la muy elaborada y brillante utilización del léxico; el uso de las impresionantes y bellas metáforas que exigen un gran esfuerzo del lector para captar el verdadero sentido de la imagen simbolizada; el ingenioso juego polisémico, inventado a partir de los distintos significados de las palabras, gracias al rico y extraordinario vocabulario de nuestra querida lengua… Todo ello forma parte de un titánico esfuerzo para lograr encontrar el sello distintivo, el inconfundible estilo y lenguaje que requiere la verdadera creación poética.

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Loca por demasiada razón, lúcida en su delirio, la poesía hace del lenguaje su lugar “, manifiesta María Zambrano. El mismo lugar al que se alude en el poema “La palabra”: “La palabra es un arma poderosa, / mueve montañas, rinde corazones, traspasa imperios, destrona reyes y pone cerco a la verdad. El artificio más hermoso”. “Un arma cargada de futuro”, ponderaba Gabriel Celaya de quien no cabe olvidar la contundente exhortación… “Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales”.

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Pero, sobre todo, lo que distingue a la poesía de los demás géneros literarios, y en concreto a nuestro autor, es la cercanía, la estrecha vinculación y el interés por cuanto atañe a la condición humana: “Soy hombre; y por tanto / nada que sea humano me resulta extraño”, proclamó Terencio. “Escribir es siempre un acto de amor. Escribir es reafirmar nuestra humanidad”, ha sostenido el dramaturgo Julio Fernández. “Aquel que ha aprendido a comprender el ser humano en sí mismo, lo comprende en todos los demás”, sentenció el excelente escritor, ensayista y gran humanista Stefan Zweig.

Sabemos que quienes deciden dedicar su vida a cualquier manifestación artística encuentran dificultades difíciles de superar. Pocos sistemas políticos, si alguno, consideran el arte como un importante abono para la inteligencia, transmisor y fiel defensor de valores humanitarios, sobre todo si este incumple las normas de entretenimiento, adocenamiento y vulgaridad según el modelo del orden establecido. La poesía, como se ha dicho, es un arma poderosa pero también muy peligrosa. En pocas ocasiones ha sido amiga del gobernante de turno que ve reflejada en ella su mala conciencia y la revelación de cuantas injusticias, corrupciones y falsedades afianzan su poderío. Consecuentemente, el bardo, hostigado por un entorno dominado por los prejuicios, la intolerancia y el rechazo, será estigmatizado como asocial y encontrará puertas cerradas y, lo más grave, reducida, cuando no suprimida, la propia libertad.

Frente a todo ello, las voces de poetas pretéritos y actuales, que siguen y seguirán vigentes pese a todo tipo de circunstancias. Rescatemos algunos de sus testimonios.

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“El dolor llega siempre, a nadie deja huérfano. Cuando el dolor ha pasado, se produce en quien lo supo soportar una especie de renacimiento; una nueva vida más intensa” … (María Zambrano).

“Perder cosas puede hacerte ganar un espacio en el que vivir” (Edmund de Waal).

“Es en el fracaso mismo, en lo voluble, en la mudanza, en la blanda carne amenazada, donde el hombre halla el firme suelo de sus sueños” (Nicolás Gómez Dávila).

“Crear equivale a matar la muerte” (Romain Rolland).

Reitero mi extrañamiento/ por si de algo sirviera” (David Eloy).

“La extrañeza es una condición insuperable de la existencia” (Joan Carles).

“Crecer y madurar es vaciar. Ir podando las ramas que nos sobran” (Constantino Molina).

“Ingenuidad, persistencia, amor, nutren los sueños y las visiones del poeta” (Bruno Montané).

“Hasta en la oscuridad lucen brillantes imágenes… Yo era como una nubecilla matinal: efímera e inútil. Y, a mi alrededor, dormía el mundo, mientras yo florecía en mi soledad” (Hölderlin).

“Los placeres del poeta, tal como he ido anotando, resulta que son la luz, la soledad, la naturaleza, el tiempo y el proceso creativo” … (Mary Sarton).

“Cuando pienso en mi vocación, no le temo a la vida” (Anton Chéjov).

“Sólo permanece lo verdadero en medio de la nada” (Mónica Fernández-Aceytuno).

“Hemos de participar hoy en la producción de la esperanza…” (Enrique Falcón).

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Nada más lejos de mi intención que exhibir una antología de frases y autores escogidos al azar, que bien pudiera confundir. La selección anterior, lejos de ser caprichosa, pretende servir, por medio de términos tales como dolor, fracaso, mudanza, muerte, luz, esperanza… para que intuyamos que hay una clave que nos permite acceder al ideario poético de cada uno de los autores citados, clave que está también presente en la obra de nuestro autor, pues comparte los mismos ideales y compromiso ético que sus compañeros de viaje. Esa y no otra es la razón de que su poesía haya conseguido encontrar una identidad propia y de que pueda, con todo derecho, formar parte de la familiar y prodigiosa constelación poética que tiende a expandirse cada vez más, y en la que sus componentes, fieles a una causa común, ofrecen belleza, luz y sensibilidad. Antídoto y contrapartida a la fealdad, sordidez y chabacanería que nos invade.

Por fortuna, como podemos comprobar, la poesía dispone de muy buena salud y promete larga vida. Tenemos suerte de gozar de su compañía, como indica la lúcida frase de Luis Alberto de Cuenca: “La poesía está en todas partes. Todo puede ser objeto de un poema. No es más poético un crepúsculo con la luna rielando en el océano que un garito lleno de crápulas que venderían a su madre a cambio de “caballo”. “La poesía es como Dios. Vive, como Él, hasta en los pucheros”, decía Santa Teresa de Jesús.

Quiero finalizar resaltando la tenacidad y valentía con que la poética de nuestro autor afronta sombras pretéritas, mensajeras de evocaciones funestas que intentan perturbar nuestro interior. Felizmente, el pasado, desvanecido con sus luces y sus sombras, dejó de estar presente en un imaginario, ajeno a batallas obsoletas y experiencias dolorosas, ya superadas. El tiempo y el olvido bien se encargan de exorcizar los propios demonios y también los ajenos. La memoria, se quiera o no, suele ser muy selectiva y, si además es auxiliada por la buena voluntad, sólo permitirá navegar a través de imágenes donde aún permanece viva la sensación de aquellos momentos colmados de belleza, ternura, paz y amor. ¿Qué otra cosa es la felicidad sino la intensa emoción de esos instantes sublimes acariciados por las alas de la eternidad? Emoción, permanente e irremplazable nexo entre los humanos, porque todos tenemos un corazón y cualquier fruto sanador que brote de ahí, también calará en lo más hondo y auténtico de nuestro ser.

La honesta desnudez, la rabia, el desgarro, el lúcido magisterio poético que nos ofrece el autor, en constante búsqueda y evolución, aportan luz a nuestra oscura andadura. El lúcido magisterio poético encerrado en la estrofa de Stefan Zweig … “un solo hombre grande / que permanece humano / salva siempre y para todos / la fe en la humanidad”, bien puede aplicarse a una labor creativa que demanda tolerancia y unidad, como nuestro autor deja patente en la frase con que cierra la entrevista antes mencionada: “Aunque muchas veces nos vamos por el túnel equivocado, creo que tenemos que llegar a un entendimiento unos con otros y, todos juntos, enderezar el barco en buena dirección”.

Rescatamos los versos del mismo Jorge Riechmann con quien iniciamos esta reseña: […] Darnos la mano en la oscuridad / no derrota al monstruo / pero nos salva del miedo” … y hacemos votos para que Enrique Contreras siga creando esa poesía humana y necesaria, que constantemente nos recuerda el ineludible compromiso que tenemos con nosotros mismos y con quienes nos rodean: construir un mundo más habitable y fraternal, única razón que justifica la presencia del ser humano en este planeta.

 


Antonio Velasco Sánchez (Murcia, 1949).

Es Licenciado en Psicología y Doctor en Filología Española por la Universidad de Granada. Profesor de Secundaria, y responsable del Taller de Teatro del Aula Permanente de Formación Abierta de la Universidad de Granada. Aunque la mayor parte de su producción literaria permanece inédita, destacamos entre sus trabajos y publicaciones las siguientes: “El dulce letargo” (Premio Ángel Ganivet de Novela, 1974), “Narcisín” (Premio García Lorca de Teatro, 1975), “La grieta” (Premio Ángel Ganivet de Novela, 1976), “Paroxismo” (Premio de Novela Ciudad de Marbella, 1979), “El viaje de Alicia” (Premio de Teatro Ciudad de Alcorcón, 1981), “Blancanieves estrena un vestido blanco” (Premio de Novela Ciudad de Alcorcón, 1981), “La incierta luz de las sombras” (Premio Castilla la Mancha de Teatro, 1989), “La tienda” (Accésit Premio Calderón de la Barca, 1990). “Una poética de la dirección e interpretación teatral: El Sistema de Stanislavski” (1999). Como autor y director teatral ha dirigido y puesto en escena numerosas obras, entre las que destacamos “Nuestros paseos” (2006), “Historias de mi ciudad (2008), “En el museo” (2010), “Variaciones sobre el mismo tema” (2018), o “Chejov entre nosotros” (2018).

Cinco poemas del libro Retóricas de la sed

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Islas griegas

[…]estos hombres tatuados: ojos como diamantes,
bruscas bocas de odio más insomnio,
algunas rosas o azucenas en las manos
y una desesperante ráfaga de sudor.


Son los que tienen en vez de corazón
un perro enloquecido
o una simple manzana luminosa
o un frasco con saliva y alcohol.

Efraín Huerta.

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Alguna vez creí pertenecer

a los hombres que por corazón

tienen un perro enloquecido.

Varé en los paisajes de la ceniza

─Ulises orgulloso de su error─

por la lealtad

al esqueleto de una golondrina.

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Con la niebla de lo distante

al alcance de mi vista,

pensé que sirenas y tempestades

habrían de encontrarme

en esto de fumar la vida en los mismos sitios.

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Igual que un payaso

hablando de soledades

al oído de un maniquí,

continué en el deporte de quemar las barcas

y pensar en guillotinas

cuando una mujer besaba mi cuello.

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Quise hablar de mi época,

pero aun de pie

mi sombra seguía arrodillada.

Y no quedaba más que fingir conocimiento

Sobre aquello

Que confundía hasta la locura.

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─Sólo el que se pierde,

podrá dibujar el laberinto─,

me dije, enfermo de amor propio,

y tan lejos de las islas griegas.

 

 

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Dos fracasan en el mismo poema

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A kilómetros de distancia,

con océanos de por medio,

dos fracasan en el mismo poema.

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Son idénticos esos versos

donde el sustantivo agua

no sacia la sed de la memoria

ni lava las heridas

de un remordimiento.

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A kilómetros el uno del otro,

dos fracasan en el mismo poema.

Desde gemelas porciones de sufrimiento

─migajas que un amor

dejó vertidas en los platos de la incertidumbre─,

dos se derrumban en palabras iguales.

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A distancia,

dos rompen los papeles

donde alguna vez existió

un mismo poema.

Y quedan taciturnos

─ gotas de agua

despeñándose sobre un espejo─

como quienes extrañan

la misma imposibilidad,

como quienes coinciden

cuando enfocan la vista

hacia ninguna parte.

 

 

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Fragmentario para una pregunta

Pero si escribo sobre nada o sobre otros

o uso prendas que no me favorecen

o me lleno de piedras los bolsillos

o sigo un sendero marcado con pan dulce,

pisaré fuerte, que por la hondura de su huella

se conoce el peso de los hombres.

Francisco Alcaraz.

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Lo importante es dejar huellas en el mundo ─decía alguien, apurado por abstractos fulgores sobre lo venidero.

No hay mejor analgésico para el olvido que nuestras palabras ─respondía otro, entre las nieblas de un recuerdo que se esparce como la palabra polvo frente a una ventana abierta.

Recorrer el mundo ─insistía una voz desde el fondo─ para postular una teoría sobre cómo las geografías de la sombra son iguales en todas partes.

El problema no son los molinos, sino la falta de viento ─se escuchaba desde algún lugar─, mientras discutíamos las relaciones entre el neoliberalismo y las longitudes del olvido.

Quien esté libre de culpa que arroje la primera piedra ─cavilábamos en silencio─, y nos lapidábamos con citas iluminadoras: fanáticos de una religión donde no había más cruz que el escarnio ni mayor apostolado que ser ciudadanos del instante.

Protagonistas de una fábula que a nadie le importa, rodamos por sótanos y callejones sin salida, bebiendo siempre con los mismos muertos.

Personajes que cruzaron los primeros días del milenio. Personajes, al fin del día, unos de los otros; es mi mano quien ahora escribe sobre esa temporada de animales quemándose a las orillas de una promesa.

Después de tanta música pasada, solo alcanzo a responder que la pregunta no es de dónde vinieron los que se han ido, sino cuánto de nuestro peso hay en la hondura de sus huellas.

 

 

Odio

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De la plaza de la Concordia

donde miles de cabezas supieron

por segundos

qué es extrañar el cuerpo;

de los hornos que aniquilaron

las palomas de la vigilia

en el cráneo de Celan;

de un 2 de octubre, en otra plaza,

incinerado por la furia y el desvarío;

de la palabra bastardo

que le cambió la forma de mirar

a una infancia;

se aduce que la industria del odio

es imperecedera:

su materia prima crece y se reproduce

a la velocidad de nuestra especie.

 

 

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Un ramo de manos

Rose is a rose is a rose is a rose

Gertrude Stain

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Un ramo de manos cercenadas.

seis pares de manos en una bolsa de plástico;

doce porciones del cuerpo

sembradas en la geografía

de lo que llamamos este País.

La imposibilidad de un poema

que hable sobre las doce manos

emergiendo del polvo,

de una fracción del tiempo

sitiado por filos y estertores.

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Pero si se ven desde arriba,

en vista panorámica,

tanto la diestra como la siniestra

atadas la una a la otra,

asemejan a una paloma

a punto de tomar vuelo.

Un ramo de manos, aquí en esta tierra,

no es la imagen surrealista

de un poeta que ve la batalla

a través de un televisor.

Aquí, un ramo de manos es un ramo de manos

es un ramo de manos es un ramo de manos.

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Nota: los 5 poemas seleccionados perteneces al libro Retóricas de la sed, publicado por el Instituto Sinaloense de Cultura en su colección Ex Libris en el año 2020.

 


Francisco Fernando Meza Sánchez (Culiacán,Sinaloa. 7 de noviembre de 1979). Es egresado de la licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Es autor de Mar en sombra (Ayuntamiento de Guanajuato, 2005), Defensa de la demora (Palabras del Humaya 2009), La bitácora y un día más (Editorial Praxis, 2009), Memoria de marzo (Editorial LaOtra/UAS, 2011), Cuaderno de las apariencias (ANDRAVAL/INBA, 2013), Donde el silencio dicta su autobiografía, antología personal (ISSTE/ISIC, 2017) y Retóricas de la sed (ISIC, 2021). Sus poemas, ensayos y entrevistas han aparecido en publicaciones periódicas nacionales y estatales. Ha publicado reseñas críticas en el suplemento cultural del Reforma y en el suplemento de Milenio. Ha sido becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Sinaloa en 2000-2001 y 2005-2006. Fue Coordinador del programa «Sinaloa, un Estado de Lectores» del Instituto Sinaloense de Cultura. Es parte de la antología El hacha puesta en la raíz. Ensayistas mexicanos para el siglo XXI. Actualmente es el Jefe de la Unidad Editorial del Instituto de Capacitación Judicial, donde se edita la revista Aequitas; publicación oficial del Poder Judicial del Estado de Sinaloa. En 2010 ganó el premio nacional de poesía Clemencia Isaura.

Poesía noruega II – Gunvor Hofmo

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Foto @Gyldendal Norsk Forlag

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Gunvor Hofmo (Oslo, 1921 – 1955) es sin duda la poeta noruega más importante del siglo XX.

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Su poesía destaca por su tono anclado en el dolor, el sufrimiento y la desesperación. Aspectos derivados de su experiencia vital durante la Segunda guerra mundial y la pérdida de su pareja, la intelectual judía Ruth Maier, apresada y deportada de Oslo, durante la ocupación alemana de Noruega, y asesinada en Auschwitz en 1942.

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Su obra poética claramente tiene dos etapas. Entre 1946 y 1955, sus primeros cinco poemarios: Quiero volver a la casa de los humanos (Jeg vil hjem til menneskene, 1946), Desde otra realidad (Fra en annen virkelighet, 1948), Ciegos ruiseñores (Blinde nattergaler, 1951), En una noche en vela (I en våkenatt, 1954), Testamento para una eternidad (Testamente til en evighet, 1955). Poemarios con composiciones afectadas directamente por el descubrimiento de su condición sexual (fue la primera escritora abiertamente homosexual de Noruega), el trauma de la guerra y la pérdida de su amada. Luego de un silencio prolongado de casi dos décadas, entre 1971-1994 vuelve con quince colecciones más con poemas de temas diversos pero asociados al gran tema de su poética: el dolor humano. Estos ubicados en contextos históricos más modernos.

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La vida de Hofmo incluyó largos periodos en instituciones psiquiátricas de Oslo afectada por una esquizofrenia paranoide. Experiencias que también perviven en varios de sus poemarios. Esto ha hecho que muchos de sus poemas se hayan estudiado, a veces exageradamente, desde la psiquiatría.

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En su poética, el tono desgarrador huye del lamento y se instala más bien en la concisión silenciosa de sus imágenes donde el destino (representado en las estaciones, las horas del día, etc.), acompañan la indefensión de la soledad, la falta de esperanza y la nostalgia por la felicidad no lograda. Por ello, en sus versos, se recurre a la fatalidad de las imágenes cotidianas, al diálogo melancólico con la amada perdida, o a la discusión sombría con un Dios cruel y esquivo. El conjunto nos presenta una poesía de una gran calidad, lamentablemente no conocida en el medio hispano.

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A continuación, traduzco cinco poemas de su primer poemario Quiero volver a la casa de los humanos (Jeg vil hjem til menneskene, 1946) recogido en la Antología poética (Gunvor Hofmo, Samlede dikt, ed. de Jan Erik Vold, Oslo, Gyldendal, 1996).

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Referencias:

– Mollerin, Kaja S., Verden og buksene: et Gunvor Hofmo-fragment, Oslo, Nasjonalbiblioteket, 2021.

– Vold, Jan Erik, “Etterord”, en Samlede dikt, Oslo, Gyldendal, 1996, pp. 505-512.

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Expectación

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¡Tu imagen brillaba intensa

y tiernamente detrás de todo lo que veo,

una locura de expectación

que me amenaza y me suplica!

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¿Oh profundo, profundo sosiego:

estuviste tú aquí alguna vez?

Todo está sepultado

en este fuego hambriento.

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¡Sí, entre mí y el mundo

queda un puente calcinado

porque mi alma se abrasó

en el fuego de mi sangre!

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La noche

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Por las calles vacías deambula
el niño que ha quedado ciego,
y va tocando tu ventana
lenta y suavemente.

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Se cuela en la habitación
y respira en tu mejilla,
y los dolores se duermen
en fresca y perfumada brisa.

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Sus frías y suaves manos
están listas para darte
un regalo que estará ya olvidado
cuando la oscuridad llegue:

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Lo profundo detrás de las fotos
y la sensibilidad sin fondo,
la soledad que flamea
sin medida, sin boca.
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Por las calles vacías silba
una endeble melodía,
y lo que crees que es la noche,
son niños que por allí pasan.

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La espada

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¡Entre nosotras yace la espada,

resplandeciente acero,
que mata, nos mata
cuando cruzamos su marca!

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Ella desgasta el alma,
debilita nuestro anhelo,
y sus hojas relucientes y afiladas
reflejan toda nuestra culpa.

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Al dolor

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¡Oh, ciego dolor, me haces arrodillar
y destrozas mis deseos en tu lugar santo

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Como relámpago multiplicando la oscuridad,

detonaste mi diaria y tranquila conciencia.

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Pero la sed, siempre eterna y muda,
me quema en este espacio derruido,

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y lentamente me acerco al juego de la vida

como cenizas volviendo a la vida, y fuego vacío!

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Quiero volver a casa

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Quiero ver a las estrellas
sobre la lúcida noche del mar
que cantan, cantan:
Maravilloso es el día.
maravillosa es la noche,
nadie de ellos morirá!

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Quiero volver a la casa de los humanos–
como un ciego
iluminado en la oscuridad
por las estrellas del dolor.

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Traducción de Carlos F. Cabanillas Cárdenas

UiT-Universidad Ártica de Noruega (Tromsø)

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Carlos F. Cabanillas Cárdenas es profesor de literatura hispánica en la UiT-Universidad Ártica de Noruega en Tromsø. Sus campos de investigación son la literatura del Siglo de Oro, especialmente en su vertiente hispanoamericana, y las relaciones entre Noruega y la literatura en lengua española. En sucesivas entregas de esta revista presentará una serie de traducciones de poetas noruegos de los siglos XX y XXI.

 

Foto @Gyldendal Norsk Forlag.

A First Generation Mexican American’s Search for Identity

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A First Generation Mexican American’s Search for Identity

 

  Jose Olivarez’s second poetry collection Citizen Illegal (Haymarket, 2018) pointedly critiques the discrimination against and exploitation of Latinos, placing him firmly in the Latino social justice tradition (Rodriguez 124). Olivarez writes in English, with Hip Hop inflections, Spanish seasoning, Chicago area references and pop culture allusions. If there is an overarching motif to Citizen Illegal, it is the struggle for a sense of identity. A first generation Mexican American, Olivarez was born and raised in Calumet City, Illinois, just south of Chicago. His parents immigrated to the United States sin papeles [without papers][1] (41) from Cañadas de Obregon, Mexico. Many of the poems such as “If Anything Is Missing, Then It’s Nothing Big Enough to Remember” deal with being torn between two countries, two cultures. The struggle for a sense of self also involves coming-of-age, exploring parental and romantic relationships, personal insecurities, and body image. Ultimately, of course, these are all part of one piece.

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  “Mexican Heaven,” whose stanzas appear one to a page throughout this work, unite its five sections. Olivarez first published this poem in The Adroit Journal in January 2018[2] in a unified form with the stanzas in a different order under the title “A Mexican Dreams of Heaven,” which is how it is best known. He wrote the first stanza at Young Chicago Writers workshop from a prompt to reimagine a personally meaningful myth. After struggling to craft a narrative, he finally left the poem as a series of vignettes (Olivarez, “How I Wrote”). The poem written in the vernacular, irreverent Chicano poetic tradition (Noel 287) shines a light on the reality and longing of immigrant Latino family life.

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Heaven is a metaphor for the marginalized and ghettoized immigrant community. The poem begins “all of the Mexicans sneak into heaven” (5),[3] alluding to those who cross the southern border without documents. The heavenly powers-that-be are all Mexicans. St. Peter, for example, is named Pedro. He gives a shot of tequila to everyone entering heaven and gets drunk himself (28). The speaker says St. Peter allows Mexicans into heaven “only to work in the kitchens” (p. 28, line 2), critiquing how American capitalism, as Denise N. Obinna says, “includes and excludes” Latin American immigrants, pushing them into “menial-dead end jobs,” known as “Mexican jobs,” which are paid at a lower-rate called “Mexican pay” (246-7). Although critiquing capitalism, the speaker shows work to be the perceived way to become part of America, when he says that the Mexican kitchen workers “dream of another heaven, / one they might be allowed / in if they work hard enough” (28). “A Mexican Dreams of Heaven” ends with this verse, which, with the title, give the poem a sense of longing. The final stanza of “Mexican Heaven,” found earlier in “A Mexican Dreams of Heaven,” shows God reading the Bible, thumbing a rosary, and pretending the Mexicans are reformed while they party in the basement and smoke weed outside.[4] The last line reads, “hallejuah. this cycle repeats once a month. amen” (56). If the arrangement of the verses in and the title of “Mexican Dreams of Heaven” make it more critical of the ghettoization of Mexican immigrant families, the “amen” at the end and the title “Mexican Heaven” reveal a sacredness in Mexican immigrant family life, despite its flaws and challenges, of which one of the greatest is White[5] racism.

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Citizen Illegal criticizes Whites for gentrification, violence against Latinos and insensitivity. In “Mexican Heaven” the speaker says, “there are white people in heaven, too. / they build condos across the street / & ask the Mexicans to speak English” (35). Olivarez says in an essay about how he wrote this poem that he originally concluded the stanza this way, thinking that it showed Whites messing up even in heaven. He added the lines, “i’m just kidding, / there are no white people in heaven” (35), when he realized that he “had failed to imagine an existence without gentrification and the presence of white violence” (Olvarez, “How I Wrote). If “Mexican Heaven” obliquely criticizes White violence against Latinos, “Mexican American Obituary,” inspired by Pedro Pietri’s “Puerto Rican Obituary,”[6] explicitly condemns it, saying,

 

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“I Walk into Every Room & Yell Where The Mexicans At” calls out White insensitivity and microaggressions, too. A “liberal white woman” tells the speaker that “she doesn’t meet too many Mexicans / in this part of New York City” just before a “brown” waiter, carrying a tray of hors d’ouevres, comes through the kitchen doors with the sound of Selena singing ‘pero ay como me duele’” [but oh how I hurt] (31). The poem ends with her waiting for the speaker’s to thanks. These poems resist White hegemony not only semantically but also linguistically through the use of Spanish.

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William Carlos Williams, the son of a Puerto Rican mother and an English father, was also a first-generation immigrant, being born, growing up and living most of his adult life in Rutherford, New Jersey. Williams was one of the first in the Latino literary tradition to use Spanglish in his 1917 poetry collection Al que quiere [To the one who wants] and 1920 Kora in Hell[7] (Hernandez Cruz 349). The inclusion of Spanish not only affirms Williams’ and Olivarez’s latinidad (Aldama 2), but also undermines the narrative that the United States is or should be an English-language-only country.[8] Olivarez further undercuts this narrative in the footnote to “Getting Ready to Say I Love You to My Dad, It Rains,” which says ironically, “America loves me most when i strum a Spanish song. mi boca guitarrón[9] [my guitarrón mouth]. when i say me estoy muriendo [I am dying], they say that’s my jam” (61). What “they,” who can only be understood as non-Spanish speaking Americans, believe is the speaker’s “jam” actually reveals his deep distress. In “Mexican Heaven,” after Whites ask the Mexicans to speak only English, the following verse responds with four lines in Spanish: “tamales. tacos. tostadas. / tortas. pozole. sopes. / huaraches. menudo. horchata. / jamaica. limonada. agua.” (44). Stylistically, the use of a period after each word, which in the last twenty years has become popular in informal writing, indicates that the individual is speaking slowly, deliberately emphasizing each word, which in this case is food or drink associated not with Mexicans. The lack of capitalization at the beginning of sentences in all the poems of Citizen Illegal and even proper nouns in some poems such as “I Walk into Every Room & Yell Where the Mexicans At,” also, undercuts the hegemonic linguistic narrative by violating standardized English grammar. The speaker in “Note: Rose that Grows from Concrete,” who says that the “emperor’s muddy boot” views both the rose and concrete as a “welcome mat,” encapsulates this resistance by succinctly enjoining “be a rusty nail. make the emperor howl” (18). Semantically, linguistically, and stylistically, this collection challenges the status quo in the United States, which has placed Latinos in an inherently ambiguous status.

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The roots of this ambiguous status can be found in the earliest years of the American republic. The Naturalization Act of 1790 required a person to be White to become a citizen. Article Eight of the 1848 Treaty of Guadalupe Hidalgo, which ended the Mexican American War, granted citizenship to the approximately 100,000 residents of the territories Mexico ceded to the United States, tacitly declaring them White, which has been the official position of the United States government ever since, except for the 1930 census, when there was a separate category for Mexicans. If legally considered White, Latinos have never been accorded the same rights and privileges, frequently being treated as second class citizens and discriminated against throughout American history. Latinos’ ambiguous status can be seen in the poem “Mexican American Disambiguation.” At the end, the speaker expresses his conflicted position in American society saying, “the Chicano / in me … should not be confused with the diversity / in me or the mexicano in me who is constantly fighting / with the upwardly mobile in me who is good friends / with the Mexican American in me, who the colleges love, / but only on brochures, who the government calls / NON-WHITE, HISPANIC or WHITE, HISPANIC”[10] (Original capitalization, 42). Stylistically, the use of all capital letters reflects the U.S. government’s official racial/ethnic categories designation for Latinos. All capitals also show the offensiveness of this categorization since that is considered yelling in informal writing. “Gentefication,” the next to the last poem in the book, however, offers some hope for a more just society. Mexicans, gente [people], have taken back the neighborhood block, the reverse of White gentrification. The Treaty of Guadalupe Hidalgo has been “rescinded” and “the whole block is alive & not for sale” (64). When the army and the migra, an informal Mexican word for the border patrol, arrive to return the status quo ante, the people have gone. Even though forced to flee, Mexicans had taken back their neighborhood, showing that they can achieve gains. Although Citizen Illegal rightly garners attention for its social justice poems, the book’s last poem is “Guapo” [Handsome], the name the speaker gives himself.

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Citizen Illegal, if it were a novel, would be considered a bildungsroman with its narrative arc stretching from infancy in the first poem to maturity in the last. The poem “River Oaks Mall” relates childhood insecurities such as a crush on a girl. The thrill of a teen party is seen in “Ode to Cal City Basement Parties.” “Summer Love” relates getting dumped at a train station after a summer fling and “Not Love is a Season” recovering after a breakup. Three poems specifically explore the speaker’s relationship with a father who uses corporal punishment and only grunts when his son says he loves him. Although some poems such as “Boy & the Belt” have no social justice references, these themes are often intertwined as in “River Oaks Mall,” which relates how the speaker’s family works so hard to fit into American society it is obvious they do not.

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The coming-of-age poems have two main foci. The first is dealing with one’s own imperfections, which is best summarized by “My Therapist Says Make Friends with Your Monsters.” The second is the struggle to understand and negotiate interpersonal relationships. These are encapsulated by a line from “I Wake in a Field of Wolves with the Moon,” which says, “i know no love without teeth / & have the scars to remember” (17). Love, though, does not always bite, as the speaker relates in “Love Poem Feat. Kanye West,” dedicated to Erika, saying, “i don’t know how love works / but i remember the day my grandma died // we talked on the phone. / i don’t remember what you said / or whether it helped. / i only remember / when i called you answered” (60). “Guapo” concludes the entire collection. The baby of the first poem has become a mature adult who accepts his own imperfections and that he looks like his parents, metaphorically coming to terms with them and his heritage, if not necessarily his place in America.

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Jose Olivarez powerfully and poignantly explores the struggle of a young first generation Mexican American, who has a “half-everything, / all nothing nature” (49), to find his identity. His poems pull no punches. They clearly delineate the injustices of racism against and the exploitation of Latinos, who inhabit an inherently conflicted status in American society. The speaker in “I Walk into Every Room & Yell Where The Mexicans At” says his father sings “Por Tu Maldito /Amor” (31) [For Your Cursed / Love] to America. These poems also relate the joys and struggles of coming to terms with oneself and one’s parents and finding love..

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Works Cited

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Aldama, Frederick Luis. Formal Matters in Contemporary Latino Poetry. Palgrave MacMillan, 2013.

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Hernandez Cruz, Victor. “Encounters with an Americano Poet: William Carlos Williams.” Conjunctions, no. 29 (1997), pp. 345-9, https://www.jstor.org/stable/24515747. Accessed August 21, 2023.

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Noel, Urayoán. “Poetry.” The Routledge Companion to Latino/a Literature, edited by Suzanne Bost and Frances R. Aparicio. Taylor & Francis Group, 2012.

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Mack, Kristen, and John Paltrey. “Capitalizing Black and White: Grammatical Justice and Equity.” McArthur Foundation, August 26, 2020, https://www.macfound.org/press/perspectives/capitalizing-black-and-white-grammatical-justice-and-equity. Accessed August 20, 2023.

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Noe-Bustamante, Luis, et al. “Majority of Latinos Say Skin Color Impacts Opportunity in America and Shapes Daily Life.” Pew Research Center, February 4, 2021, https://www.pewresearch.org/hispanic/2021/11/04/half-of-u-s-latinos-experienced-some-form-of-discrimination-during-the-first-year-of-the-pandemic/. Accessed August 20, 2023.

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Obinna, Denise N. “Lessons in Democracy: America’s Tenuous History

with Immigrants.” Journal of Historical Sociology, vol. 31 (2018), pp. 238-52.

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Olivarez, José. Citizen Illegal. Haymarket Books, 2018.

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Olivarez, José. “José Olivarez: How I Wrote ‘A Mexican Dreams of Heaven.” The Adroit Journal, February 27, 2019, https://theadroitjournal.org/2019/02/27/jose-olivarez-how-i-wrote-a-mexican-dreams-of-heaven/. Accessed August 17, 2023.

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Rodriguez, Ralph E. Latinx Literature Unbound: Undoing Ethnic Expectation. Fordham University Press, 2018.

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  1. All translations from Spanish to English are the author’s unless otherwise noted.

  2. See José Olivarez, “A Mexican Dreams of Heaven,” The Adroit Journal, issue 24 (January 2018), https://theadroitjournal.org/issue-twenty-four-jose-olivarez/.

  3. The “Mexican Heaven” parenthetical references are to the page number for the stanza of the quote.

  4. Olivarez based this verse upon his mom pretending not to know his brothers are partying in the basement (Olivarez, “How I Wrote”).

  5. The racial category White is capitalized in this article as is Latino and other racial groups. The traditional orthographic standard of upper case for other races and lower case for Whites implies that they are “the standard and norm” (Mack).

  6. See Pedro Pietri, “Puerto Rican Obituary,” Selected Poetry (City Lights Books, 2015), Poetry Foundation, https://www.poetryfoundation.org/poems/58396/puerto-rican-obituary. Accessed August 17, 2023.

  7. The kora is a West African harp.

  8. A 2021 Pew Research survey found that 23% of Latino adults had been criticized for speaking Spanish in public (Noe-Bustamante).

  9. The guitarrón is a large six-string bass guitar frequently played in Mariachi bands.

  10. In Directive 15 on May 12, 1977, The Office of Management and Budget promulgated the following categories that the federal government has used with only slight variation since that time in censuses and governmental forms to collect demographic information and categorize the population: Race: American Indian or Alaskan Native, Asian or Pacific Islander, Black, White. Ethnicity: Hispanic origin, Not of Hispanic origin.


John Kenneth Gibson is a graduate student in Spanish literature and cultural production at North Carolina State University. His research interests include religion, the body, gender, and neoliberalism. His essay “The Contested Travesti Bodies of Las malas and Tesis sobre una domesticaión” is forthcoming in Lexington Book’s Non-Normative Sexuality in U.S. Latinx and Latin American Literature.