ISSN 2692-3912

Todos los días son pájaros

 
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Todos los días son pájaros

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Aunque el arte y la poesía

no van a cambiar por sí solos el mundo,

sí tienen la capacidad de transformar a las personas,

que son quienes tienen la capacidad,

la fuerza y la potencia para lograrlo.

Jorge Riechmann

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Esta cita, del poeta, ensayista y filósofo Jorge Riechmann, guarda una estrecha relación con Todos los días son pájaros, creación poética de Enrique Contreras, recién publicada por Editorial Olé Libros (España. 2023).

El poemario, subtitulado “Itinerario sentimental”, es el resultado de un trabajo creativo, profundo, honesto y reflexivo, reflejo de la extensa e intensa travesía vivencial del escritor. Está compuesto por tres libros, Madrugada del poeta, Intemperie -de sueños y quimeras- y El destierro. En una entrevista publicada, en el Diario Sur de Málaga, el pasado 27 de octubre, Contreras precisa que cada una de las partes responde a una etapa de su vida: La primera, que abarca los poemas más antiguos, fue escrita por el autor cuando era muy joven, apenas adolescente, intentando comprender dónde se encuentra, qué es lo que le rodea, y, según confiesa, constituye la parte más ingenua y fresca del libro. La segunda, se centra en las dificultades a las que nos enfrentamos cuando tratamos de entender el mundo, lo que sucede. La tercera, contiene composiciones que pertenecen a la última etapa del autor, coincidiendo con su estancia en Estados Unidos. El poemario, amplio, intenso (y extenso), despliega una panoplia de reflexiones y situaciones, en las que cabe la infancia, la adolescencia y la juventud, el enfrentamiento y la reconciliación.

A pesar de las diferentes épocas, en todo el conjunto siempre están presentes los constantes temas del autor: el sueño, el amor, el extrañamiento, la muerte, la rabia, el desgarro interior, el silencio, el erotismo… todo, sublimado por un humor no exento de ironía y por un léxico que, más allá de significaciones básicas, inmediatas, nos remiten a un estado de ánimo, a una vibración, a una emoción concreta. Veamos algunos ejemplos.

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De “El árbol de la vida”: “En mi sueño/ el Árbol de la vida brotaba robusto/ y a su fragancia irresistible acudíamos todos”.

De “Amar”: “Amar es todo lo que nos falta/ y el conocimiento de la muerte/ frente al conocimiento de la vida”.

De “Despedida”: “No hay más adiós que el de la muerte. / Mañana es polvo en el espejo del olvido”.

De “Prisionero”: “Pues el silencio es, / al cabo y con frecuencia, / el grito más profundo / de los amores / imposibles”.

De “Premonición”: […] “Y tú serás, / oh, silencio, / mi mortaja y mi responso, / la palabra impronunciada”.

De “Libre”: “Libre significa ser / ingenuo, imperfecto, autosuficiente y egoísta. / Hay que pagar un precio muy alto para ser libre / y nunca lo serás si no lo son cuantos te rodean. / Inténtalo y acabarás solo y crucificado / por la jauría”.

De “Esperanza”: “Todavía / creo en muchas cosas. / Creo que estamos capados, / por ejemplo.” …

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Vamos a encontrar en el poemario aquí reseñado odas bellísimas como “Quienes me aman”, modelo de sencilla composición, con muy pocas palabras, reflejo de sinceridad, de profundo agradecimiento y de permanente deuda hacia todas aquellas personas que nos han prestado ayuda y afecto.

Podemos hacernos ya una idea, con los fragmentos expuestos, de que estamos ante un autor poco convencional. Más bien todo lo contrario. En su interesante prólogo, Antonio Moreno menciona “que el uso del lenguaje poético es una combinación de sensaciones terrenales y cósmicas…” Esta acertada observación puede servirnos para definir uno de los aspectos fundamentales de la obra de nuestro autor: la potencia creativa, esa fuerza capaz de elaborar un universo propio, una poética personal que conjuga el mundo de las ideas y el mundo de las sensaciones, el mundo de lo sensorial y de lo intelectual.

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“Podemos hacernos ya una idea, con los fragmentos expuestos, de que estamos ante un autor poco convencional. Más bien todo lo contrario. En su interesante prólogo, Antonio Moreno menciona “que el uso del lenguaje poético es una combinación de sensaciones terrenales y cósmicas…” Esta acertada observación puede servirnos para definir uno de los aspectos fundamentales de la obra de nuestro autor: la potencia creativa, esa fuerza capaz de elaborar un universo propio, una poética personal que conjuga el mundo de las ideas y el mundo de las sensaciones, el mundo de lo sensorial y de lo intelectual.”


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Nos hallamos, sin duda, frente a una creación nada complaciente que nos interpela constantemente, no con intención de provocar, ni adoctrinamiento alguno, sino con el propósito de cuestionar la realidad: “Siento mucha disconformidad con el mundo en que vivimos”, afirmaba el autor en la entrevista antes mencionada en referencia a las complejas relaciones con el entorno y las personas que lo habitan. Martín Gijón, escritor, poeta y crítico, dice: “La escritura poética es la única vía de escape para intentar expresar y reconciliar momentáneamente las contradicciones de nuestros sentimientos.” Contreras, va más allá y en la misma entrevista matiza: “Ojalá el poemario sea, como decía Machado, la honda palpitación del espíritu al contacto con el mundo” … Y más adelante, entre otras muchas interrogantes de difícil de respuesta, concluye: “La poesía es una expresión de sentimientos universales, pero tienen que partir necesariamente de elementos de la vida diaria. Si esos elementos se convierten en expresión universal inteligible, entonces tendrá sentido y posiblemente llegará a los demás”. En esta misma línea de reivindicar una poesía accesible a cualquier ciudadano, necesaria y útil para la colectividad, ha incidido recientemente Jordi Gol, redactor de la Revista Quimera: “Poesía viva, que huye de la Academia para integrarse en la vida corriente de las personas de a pie, ofreciéndonos formas diferentes de ver el mundo y haciéndose cuerpo para revestirse de una utilidad necesaria en los tiempos que corren”.

Mucho habría que decir acerca del aspecto formal, estilístico, de nuestro poeta. Por ejemplo, su natural fluidez, el ágil ritmo de los versos arropados por la muy elaborada y brillante utilización del léxico; el uso de las impresionantes y bellas metáforas que exigen un gran esfuerzo del lector para captar el verdadero sentido de la imagen simbolizada; el ingenioso juego polisémico, inventado a partir de los distintos significados de las palabras, gracias al rico y extraordinario vocabulario de nuestra querida lengua… Todo ello forma parte de un titánico esfuerzo para lograr encontrar el sello distintivo, el inconfundible estilo y lenguaje que requiere la verdadera creación poética.

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Loca por demasiada razón, lúcida en su delirio, la poesía hace del lenguaje su lugar “, manifiesta María Zambrano. El mismo lugar al que se alude en el poema “La palabra”: “La palabra es un arma poderosa, / mueve montañas, rinde corazones, traspasa imperios, destrona reyes y pone cerco a la verdad. El artificio más hermoso”. “Un arma cargada de futuro”, ponderaba Gabriel Celaya de quien no cabe olvidar la contundente exhortación… “Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales”.

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Pero, sobre todo, lo que distingue a la poesía de los demás géneros literarios, y en concreto a nuestro autor, es la cercanía, la estrecha vinculación y el interés por cuanto atañe a la condición humana: “Soy hombre; y por tanto / nada que sea humano me resulta extraño”, proclamó Terencio. “Escribir es siempre un acto de amor. Escribir es reafirmar nuestra humanidad”, ha sostenido el dramaturgo Julio Fernández. “Aquel que ha aprendido a comprender el ser humano en sí mismo, lo comprende en todos los demás”, sentenció el excelente escritor, ensayista y gran humanista Stefan Zweig.

Sabemos que quienes deciden dedicar su vida a cualquier manifestación artística encuentran dificultades difíciles de superar. Pocos sistemas políticos, si alguno, consideran el arte como un importante abono para la inteligencia, transmisor y fiel defensor de valores humanitarios, sobre todo si este incumple las normas de entretenimiento, adocenamiento y vulgaridad según el modelo del orden establecido. La poesía, como se ha dicho, es un arma poderosa pero también muy peligrosa. En pocas ocasiones ha sido amiga del gobernante de turno que ve reflejada en ella su mala conciencia y la revelación de cuantas injusticias, corrupciones y falsedades afianzan su poderío. Consecuentemente, el bardo, hostigado por un entorno dominado por los prejuicios, la intolerancia y el rechazo, será estigmatizado como asocial y encontrará puertas cerradas y, lo más grave, reducida, cuando no suprimida, la propia libertad.

Frente a todo ello, las voces de poetas pretéritos y actuales, que siguen y seguirán vigentes pese a todo tipo de circunstancias. Rescatemos algunos de sus testimonios.

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“El dolor llega siempre, a nadie deja huérfano. Cuando el dolor ha pasado, se produce en quien lo supo soportar una especie de renacimiento; una nueva vida más intensa” … (María Zambrano).

“Perder cosas puede hacerte ganar un espacio en el que vivir” (Edmund de Waal).

“Es en el fracaso mismo, en lo voluble, en la mudanza, en la blanda carne amenazada, donde el hombre halla el firme suelo de sus sueños” (Nicolás Gómez Dávila).

“Crear equivale a matar la muerte” (Romain Rolland).

Reitero mi extrañamiento/ por si de algo sirviera” (David Eloy).

“La extrañeza es una condición insuperable de la existencia” (Joan Carles).

“Crecer y madurar es vaciar. Ir podando las ramas que nos sobran” (Constantino Molina).

“Ingenuidad, persistencia, amor, nutren los sueños y las visiones del poeta” (Bruno Montané).

“Hasta en la oscuridad lucen brillantes imágenes… Yo era como una nubecilla matinal: efímera e inútil. Y, a mi alrededor, dormía el mundo, mientras yo florecía en mi soledad” (Hölderlin).

“Los placeres del poeta, tal como he ido anotando, resulta que son la luz, la soledad, la naturaleza, el tiempo y el proceso creativo” … (Mary Sarton).

“Cuando pienso en mi vocación, no le temo a la vida” (Anton Chéjov).

“Sólo permanece lo verdadero en medio de la nada” (Mónica Fernández-Aceytuno).

“Hemos de participar hoy en la producción de la esperanza…” (Enrique Falcón).

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Nada más lejos de mi intención que exhibir una antología de frases y autores escogidos al azar, que bien pudiera confundir. La selección anterior, lejos de ser caprichosa, pretende servir, por medio de términos tales como dolor, fracaso, mudanza, muerte, luz, esperanza… para que intuyamos que hay una clave que nos permite acceder al ideario poético de cada uno de los autores citados, clave que está también presente en la obra de nuestro autor, pues comparte los mismos ideales y compromiso ético que sus compañeros de viaje. Esa y no otra es la razón de que su poesía haya conseguido encontrar una identidad propia y de que pueda, con todo derecho, formar parte de la familiar y prodigiosa constelación poética que tiende a expandirse cada vez más, y en la que sus componentes, fieles a una causa común, ofrecen belleza, luz y sensibilidad. Antídoto y contrapartida a la fealdad, sordidez y chabacanería que nos invade.

Por fortuna, como podemos comprobar, la poesía dispone de muy buena salud y promete larga vida. Tenemos suerte de gozar de su compañía, como indica la lúcida frase de Luis Alberto de Cuenca: “La poesía está en todas partes. Todo puede ser objeto de un poema. No es más poético un crepúsculo con la luna rielando en el océano que un garito lleno de crápulas que venderían a su madre a cambio de “caballo”. “La poesía es como Dios. Vive, como Él, hasta en los pucheros”, decía Santa Teresa de Jesús.

Quiero finalizar resaltando la tenacidad y valentía con que la poética de nuestro autor afronta sombras pretéritas, mensajeras de evocaciones funestas que intentan perturbar nuestro interior. Felizmente, el pasado, desvanecido con sus luces y sus sombras, dejó de estar presente en un imaginario, ajeno a batallas obsoletas y experiencias dolorosas, ya superadas. El tiempo y el olvido bien se encargan de exorcizar los propios demonios y también los ajenos. La memoria, se quiera o no, suele ser muy selectiva y, si además es auxiliada por la buena voluntad, sólo permitirá navegar a través de imágenes donde aún permanece viva la sensación de aquellos momentos colmados de belleza, ternura, paz y amor. ¿Qué otra cosa es la felicidad sino la intensa emoción de esos instantes sublimes acariciados por las alas de la eternidad? Emoción, permanente e irremplazable nexo entre los humanos, porque todos tenemos un corazón y cualquier fruto sanador que brote de ahí, también calará en lo más hondo y auténtico de nuestro ser.

La honesta desnudez, la rabia, el desgarro, el lúcido magisterio poético que nos ofrece el autor, en constante búsqueda y evolución, aportan luz a nuestra oscura andadura. El lúcido magisterio poético encerrado en la estrofa de Stefan Zweig … “un solo hombre grande / que permanece humano / salva siempre y para todos / la fe en la humanidad”, bien puede aplicarse a una labor creativa que demanda tolerancia y unidad, como nuestro autor deja patente en la frase con que cierra la entrevista antes mencionada: “Aunque muchas veces nos vamos por el túnel equivocado, creo que tenemos que llegar a un entendimiento unos con otros y, todos juntos, enderezar el barco en buena dirección”.

Rescatamos los versos del mismo Jorge Riechmann con quien iniciamos esta reseña: […] Darnos la mano en la oscuridad / no derrota al monstruo / pero nos salva del miedo” … y hacemos votos para que Enrique Contreras siga creando esa poesía humana y necesaria, que constantemente nos recuerda el ineludible compromiso que tenemos con nosotros mismos y con quienes nos rodean: construir un mundo más habitable y fraternal, única razón que justifica la presencia del ser humano en este planeta.

 


Antonio Velasco Sánchez (Murcia, 1949).

Es Licenciado en Psicología y Doctor en Filología Española por la Universidad de Granada. Profesor de Secundaria, y responsable del Taller de Teatro del Aula Permanente de Formación Abierta de la Universidad de Granada. Aunque la mayor parte de su producción literaria permanece inédita, destacamos entre sus trabajos y publicaciones las siguientes: “El dulce letargo” (Premio Ángel Ganivet de Novela, 1974), “Narcisín” (Premio García Lorca de Teatro, 1975), “La grieta” (Premio Ángel Ganivet de Novela, 1976), “Paroxismo” (Premio de Novela Ciudad de Marbella, 1979), “El viaje de Alicia” (Premio de Teatro Ciudad de Alcorcón, 1981), “Blancanieves estrena un vestido blanco” (Premio de Novela Ciudad de Alcorcón, 1981), “La incierta luz de las sombras” (Premio Castilla la Mancha de Teatro, 1989), “La tienda” (Accésit Premio Calderón de la Barca, 1990). “Una poética de la dirección e interpretación teatral: El Sistema de Stanislavski” (1999). Como autor y director teatral ha dirigido y puesto en escena numerosas obras, entre las que destacamos “Nuestros paseos” (2006), “Historias de mi ciudad (2008), “En el museo” (2010), “Variaciones sobre el mismo tema” (2018), o “Chejov entre nosotros” (2018).