ISSN 2692-3912

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Enrique Gómez Carrillo, periodismo y crónica en el modernismo

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A Manuel González Martel

  

Enrique Gómez Carrillo comenzó precozmente su carrera en el periodismo en Guatemala, hacia finales de la década del siglo antepasado, escribiendo en El Imparcial, diario dirigido y fundado por  el periodista de origen francés August Mulet de Chambó. El joven escribiente de apenas 16 años llevado por su espíritu contestatario e inquieto se atrevió a criticar acremente la obra de José Milla y Vidaure [2], que era entonces el escritor nacional leído por las clases medias y altas y en los centro de enseñanza. Gómez Carrillo lo llamó provinciano y fastidioso. Y afirmaba que los libros del renombrado Milla no eran de gran calidad y además su poesía era «verdaderamente detestable». La reacción fue tremenda con mucha críticas publicadas en los periódicos ridiculizando al «jovencito metido a periodista».

            En una ocasión en el Teatro Nacional a donde Gómez Carrillo había asistido con su padre a una función fue abucheado e insultado por el público. El joven cayó en una depresión de la cual parecía no saldría. Rubén Darío llegó a Guatemala un par de años después a fundar el Diario de la tarde y le dio empleo de reportero al joven Gómez Carrillo. Darío interpuso también su recomendación para que el presidente de la República Lisandro Barrillas le concediera una beca a Gómez Carrillo para estudiar en Europa a donde Gómez Carrillo viajó para no volver a vivir en Guatemala, haciéndolo solo en un par de oportunidades durante tiempo breve. En París y Madrid se desarrolló como cronista y llegó a ser reconocido tanto en esas ciudades como en Buenos Aires y otras ciudades hispanoamericanos. Gómez Carrillo hizo el exitoso recorrido de salir de una depresión de juventud al éxito profesional en la adultez plena.

            La prosa modernista significó una especie de globalización literaria e informativa. Sobre todo a través de los grandes periódicos El Liberal, en Madrid, y La Nación en Buenos Aires. Estos diarios permitieron la circulación masiva de textos que de otra manera se hubieran reducido a pequeños grupos de lectores afines o en el peor de los casos en las gavetas del olvido.

            El periodismo en castellano debe mucho a los modernistas latinoamericanos, con los dos perfiles puntuales Darío y Gómez Carrillo, junto a nombres como Gutiérrez Nájera, Máximo Soto Hall, Amado Nervo, Ricardo Jaimes Freyre, Manuel Díaz Rodríguez, Juan José Tablada, León Pacheco, Roberto Brenes Mesén, Salomón de la Selva, Arturo Ambroggi, Rafael Cardona, Rafael Estrada, Toño Salazar y el singular puertorriqueño/español Luis Bonafoux Quintero.

            La figura central durante las primeras décadas del siglo veinte fue el cronista guatemalteco Enrique Gómez Carrillo, residente en Europa. El periodismo en lengua española se hizo más literario con Gómez Carrillo y la literatura se afincó en la experiencia vivida: escribir sobre lo que se veía y sobre lo que se vivía (escribir in situ) a diferencia de lo que únicamente la imaginación creativa pudiera aportar desde un escritorio. Escritor, cronista, ensayista, novelista, periodista y traductor, nacido en Ciudad de Guatemala en 1873 y fallecido en Paris en 1927. Fue un personaje singular e impar de la literatura y el periodismo en la vida cultural francesa, madrileña y por extensión hispanoamericana durante la llamada Bella Época o Belle Époque (1890-1920). Desde la aparición de su primer libro Esquises, publicado en Madrid, cuatro años después de la aparición del Azul de Rubén Darío en Valparaíso Chile, Enrique Gómez Carrillo introdujo una nueva manera de presentar a un escritor o a algún artista. Con este libro juvenil, tenía apenas 20 años, deslumbró el ambiente madrileño. Leopoldo Alas «Clarín» a la cabeza no ahorró elogios. Fue un texto que sorprendió en España por apartarse de la prosa tradicional dominante que se había anquilosado en un romanticismo tardío y localista. Rubén Darío y Enrique Gómez Carrillo fueron, por antonomasia figuras emblemáticas: el poeta y el prosista del modernismo. Casi como decir el Modernismo. Augusto Monterroso los llama grandes limpiadores de establos y puntualiza: «En su tiempo, la obra de Gómez Carrillo significó en todo el ámbito de nuestro idioma escrito en prosa lo que la revolución de Rubén Darío en el verso».

            Cuando el literato y bohemio español Alejandro Sawa escribió en 1910 que Enrique Gómez Carrillo era «El Mago de las letras españolas» Sawa estaba expresando un retrato de la época: la del prodigioso Gómez Carrillo que había conocido en París y visto brillar en conversaciones de los cafés parisienses y a quien se lo asociaba a nombres como Oscar Wilde y Paul Verlaine. La pregunta sería: ¿fue Gómez Carrillo un hombre solo de su época? Fue realmente el bohemio a caballo entre dos siglos? (la frase es del crítico español Castillo-Puche).

            Habría que comenzar por precisar ese cabalgar entre centurias. Porque el modernismo fue un acontecer literario que tuvo su obligada peregrinación a la meca literaria y artística de aquel entonces: París. Y por tanto en el contacto profundo con la literatura y cultura francesa para florecer y cristalizar en diferentes ciudades y momentos históricos. Comenzó con los cubanos José Martí y Julián del Casal, siguió en México con Juan José Tablada, Díaz Mirón, Amado Nervo y antes con Gutiérrez Nájera, pasó por Guatemala con Rafael Arévalo Martínez y Carlos Wyld Ospina y las estancias en ese país centroamericano, más o menos prolongadas, de Martí, Darío, el peruano Santos Chocano y el colombiano Porfirio Barba Jacob, entre otros. Alcanzó la Colombia de José Asunción Silva, continuó por el Uruguay de Julio Herrera y Reissig, concretándose apoteósico en Buenos Aires con Leopoldo Lugones y Ricardo Rojas y en Montevideo con la poesía de Julio Herrera y Reissig y la ensayística de José Enrique Rodó, su Ariel es un ensayo fundamental de la época. En Madrid el modernismo prosperó con Salvador Rueda a la cabeza, al que se sumaron Valle Inclán y las obras iníciales de poetas como Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez. Por algo decía Darío refiriéndose al valor intrínseco de la lengua: “«Mi esposa es española, mi amante de París». Enrique Gómez Carrillo, resalta la académica francesa Claude Viot Murcia, en su tesis doctoral sobre el guatemalteco, fue el puente esencial e intermediario entre la cultura y literatura francesa y España e Hispanoamérica.[3]

            Después de su debut literario en España con Esquises, Gómez Carrillo logró ubicarse en primera línea en la prensa española y pocos años después era a sus 23 años el miembro más joven de la Academia Española de la Lengua. Las semblanzas o retratos hablados los seguiría haciendo durante toda su vida de escritor y desde luego los introdujo en el periodismo. Se produce con él una nueva manera de presentar a algún escritor o a una personalidad del arte o la música en donde no pocas veces con humor se resalta el aspecto físico, el vestuario, los gestos pero sobre todo una contextualización de la obra, del retratado y su significado. Como muestra mínima el retrato de Rubén Darío:

Lo que menos parece, á primera vista, es poeta. Su cuerpo débil y flexible; su rostro fresco de campesina; su cabellera peinada a la burguesa; su nariz pequeña y recogida su boca sensual de labios rojos; su bigote blondo y rizado; su manera elegante de vestir; todo contribuye á darle cierto aire indefinible de agente de negocios ó de sportman rico. Es necesario mirarle con atención, en una de esas noches que el almanaque de su neurosis señala como días de trabajo —con la cabellera en desorden; con las rosas de las mejillas convertidas en pálidas flores de cera blanca; con sus manos inquietas; con la frente contraída por el esfuerzo y con los ojos dilatados, para sorprender, en sus pupilas, un rayo ardiente del genio raro y complicado que supo crear el libro Azul,—collar magnífico en donde los tibios reflejos de la perla contrastan vivamente con el rayonar luminoso del diamante. (Malakof, junio de 1891)

Las revistas Nuevo Mercurio y sobre todo Cosmópolis, fundada por el venezolano Pedro Emilio Coll, se convirtieron en verdaderas plataformas de debate, información y difusión del modernismo. Rubén Darío afirmaba:

Hoy, y siempre, un periodista y un escritor se han de confundir. La mayor parte de los fragmentarios son periodistas. ¡Y tantos otros! Séneca es un periodista. Montaigne y de Maistre son periodistas, en un amplio sentido de la palabra. Todos los observadores y comentadores de la vida han sido periodistas. Ahora, si os referís simplemente a la parte mecánica del oficio moderno, quedaríamos en que tan sólo merecerían el nombre de periodistas los reporters comerciales, los de los sucesos diarios y hasta éstos pueden ser muy bien escritores que hagan sobre un asunto árido una página interesante, con su gracia de estilo y su buen porqué de filosofía. Hay editoriales políticos escritos por hombres de reflexión y de vuelo, que son verdaderos capítulos de libros fundamentales, y eso pasa. Hay crónicas, descripciones de fiesta o ceremoniales escritas por reporteros que son artistas, las cuales, aisladamente, tendrían cabida en obras antológicas, y eso pasa. El periodista que escribe con amor lo que escribe, no es sino un escritor como otro cualquiera.

Pero, ¿qué entendemos como crónica? Un género o subgénero característico del movimiento modernista de naturaleza híbrida y de sentido amplio y  sincrético, confluencia del ensayo, la semblanza y la descripción. La crónica se presta para la experimentación y la indagación subjetiva sobre cualquier temática. Por su brevedad, al formar parte de publicaciones periódicas, no llega a convertirse en ensayo. Es preciso distinguir la crónica modernista de la acepción de la misma como parte de la historiografía, es decir la crónica antigua y medieval, después la crónica de Indias que consignaba los hechos de los conquistadores y de la Colonia. La crónica clásica se ocupaba de compilación de sucesos históricos, generalmente del tipo épico o heroico, identificados en el espacio y el tiempo, presentados en orden estrictamente cronológico. Deriva del término griego kronika biblios del cual se transformó al latín cronica, que  significa tratado o narración en el orden del tiempo.

            La crónica modernista se leía profusamente por un público letrado de clase media en  las grandes capitales hispanohablantes: de Madrid a Buenos Aires pasando por México, La Habana, Santiago de Chile, Bogotá, Lima y Montevideo. De alguna manera la crónica tiene estructuras afines al reportaje. De ahí que la consolidación de Gómez Carrillo y otros modernistas como escritores profesionales se concretó en buena medida con las regalías pagadas por los grandes diarios españoles El Liberal y ABC y en Latinoamérica La Nación y La Razón en Buenos Aires. Los modernistas Vargas Vila, Gómez Carrillo y el mismo Darío se convirtieron en los primeros escritores profesionales del continente aunque, y en especial Darío, se gastaban con gran velocidad lo que ganaban.

           No contempla la crónica modernista hechos épicos sino se refiere a historias más inmediatas, de observación y sobretodo vivencia directa, de ahí que las crónicas modernistas tengan una temática variadísima en registro de situaciones, hechos y personajes. Puede ir de la moda en París a una experiencia  en un país en el lejano Oriente. El papel de conector  entre culturas y literaturas, como en caso de la francesa y la española e hispanoamericano ya señalado en los estudios de la académica francesa Claude Viot-Murcia, ha sido también resaltado con otros ámbitos culturales, como los puentes tendidos por Gómez Carrillo con el mundo árabe estudiados por el académico e hispanista Abdelmouneim Bounou, profesor de la Universidad Sidi Mohamed Ben Abdellah de Fez en Marruecos. La académica Nellie Bauzá Echevarría  de la Universidad de Puerto Rico sostiene que siendo marroquí Abdelmouneim Bounou se atreve a asegurar que Gómez Carrillo “ha redactado la mejor obra que haya escrito un intelectual hispánico sobre Fez”. Una tesis doctoral de Karima Hajjaj Ben Ahmed de la Universidad Complutense de Madrid, Oriente en la crónica de viajes: el modernismo de Enrique Gómez Carrillo (2002),  confirma y profundiza en este aspecto de conector intercultural del cronista guatemalteco.

            El incansable Enrique Gómez Carrillo inspirándose en la trayectoria de Pierre Loti realizó giras por Egipto, Palestina, Algería, Marruecos, Japón, Rusia y Alemania que culminaron en crónicas que hicieron época y formaron reunidas por criterio temático respectivos libros publicados como De Marsella a Tokio (con prólogo de Rubén Darío), Sensaciones de Egipto, la India, la China y el Japón, El Japón heroico y galante, Grecia (prólogo de Jean Moréas), La sonrisa de la esfinge, Fez, la andaluza, Jerusalén y la Tierra Santa, La Rusia Actual, Paisajes de Alemania, El encanto de Buenos Aires  y otros.

            Gómez Carrillo alcanzó el rango de director general de El Liberal entre 1916-1917, probablemente el diario español más importante de la época, por su tirada, la cobertura nacional  e internacional y la calidad de sus textos. El escritor, traductor y crítico español Rafael Cancinos Assens (1882-1964) recuerda una visita a El Liberal donde es recibido por un dinámico Gómez Carrillo trabajando en mangas de camisa junto a su equipo de redacción, en especial sus redactores estrellas, el célebre Leopoldo Bejarano y Larios de Medrano. Cancinos Assens  resalta la presentación de ideas renovadoras que le expone Gómez Carrillo quien le anuncia sus planes de fundar una gran revista.

            ¿Cuáles son los  aportes centrales de Gómez Carrillo durante la dirección de El Liberal? En primer lugar un ordenamiento diferente del periódico con la acentuada intención de abarcar de una manera amena tres dimensiones: 1) información y noticias; 2) debate político y cultural y crítica  literaria y artística y 3) entretenimiento con textos novedosos y de creación literaria.

            Enrique Gómez Carrillo fue un acucioso y agudo crítico literario que escribió centenares de reseñas de libros y obras, dándole gran importancia a lo que llamaba «literatura extranjera», es decir aquella no escrita en castellano. Al mismo tiempo fue un consumado traductor del francés al español. Como crítico desarrolló su teoría de «las sensaciones», que consiste en priorizar la observación y vivencia subjetiva de las cosas y los hechos, y en este caso de los textos que se leen. El lector, en otras palabras, es parte de la obra y eso debe lograrlo con su arte el escritor que es quien conquista al lector y no lo contrario. Esta teoría que cristaliza en un libro luminoso: Sensaciones de París y Madrid (1910). Su biógrafo Alfonso Enrique Barrientos sostiene que «la influencia del escritor guatemalteco en el desarrollo del periodismo español e hispanoamericano ha sido reconocida en la Península y no será omitida, la influencia, en la historia del periodismo español porque fue un innovador». El célebre reportero español Leopoldo Bejarano por su parte afirma:

Porque sin hipérbole de ninguna clase, el paso de Gómez Carrillo por El Liberal marca una línea divisoria entre la vieja y la nueva prensa. Él es quien da primeramente importancia en el periódico madrileño a cosas que no la tenían. Tal es la crítica de libros, de arte, de conferencias, política y literatura extranjera, interviús rápidas con las figuras destacas del momento, encuestas, reportajes extraordinarios. Nada inventaba, ciertamente. Todo eso era pan de cada día en la prensa inglesa y francesa. Pero a él le corresponde, incuestionablemente la gloria de haberlo injertado en nuestros periódicos…Enrique es el aire libre de Europa que entra como un torbellino de renovación en el ambiente módico y hormado de nuestras viejas redacciones.

Respecto de la interviú o entrevista, Gómez Carrillo fue un pionero de la misma y la consolidó en el periodismo como subgénero específico. Ya desde sus tempranos años en París había adquirido la habilidad de entrevistador de personalidades como  Unamuno, Catulo Mendés, Verlaine, Strindberg, Oscar Wild, Zolá, Augusto de Armas, Max Nordau, Alphonse Daudt, Jean Lorrain y Francisque Sarcey, para mencionar algunos nombres destacados, entre sus decenas de entrevistas. Desarrolló un concepto propio que expresó en el breve ensayo «El culto de la interview», donde resalta la importancia de no intervenir en la voz del entrevistado para alcanzar la comunicación ideal por medio de la empatía. El poeta y crítico Luis Eduardo Rivera afirma que la entrevista fue una astucia que le sirvió, por una parte, para subsistir, y por la otra, para instalarse dentro del mundo cultural. «Su estrategia fue la de entrevistar a personajes importantes del ambiente literario parisino… como Oscar Wilde o Srindberg. Sus entrevistas eran retratos sutiles, llenos de observaciones inteligentes sobre estos autores, legendarios en su momento, y que luego publicaba en los grandes rotativos del mundo hispánico; más tarde los reunía en volúmenes que eran editados por firmas españolas».

            Lo mismo podría decirse del reportaje, donde recalcaba siempre la importancia de la objetividad desde la perspectiva personal o subjetiva. En palabras contemporáneas: «Yo estuve ahí, yo lo vi».

            No hay que pasar por alto el original uso de las encuestas en El Liberal y en revistas, siendo de gran impacto en su momento la encuesta de cinco preguntas sobe el modernismo. Asimismo su trabajo como corresponsal de guerra durante la Primera Guerra Mundial que produjo cientos de crónicas y reportajes desde el mismo campo de batalla y que compiló en los libros Crónicas de guerra (1915), Reflejos de la tragedia (1915), Campos de batalla y campos de ruinas (1915),  En las trincheras (1916)  y  En el corazón de la tragedia (1916). Estos libros le valieron la más alta distinción de Francia (La legión de honor) y un éxito total de ventas. Dos de estos títulos han ido recientemente reeditados por Ediciones del viento fundada por Javier Reverte, Fernando Savater y Soledad Puértolas.

            Es conocido Gómez Carrillo por su extravagancias y su vida bohemia y el llamado boulevardismo en las tertulias en establecimientos como el restaurante Drouant y los cafés Soleil d’Or, el Napolitano y Le Café de la Paix. Gómez Carrillo llegó a poner de moda una forma de sombrero particularmente hecho para él: el chapeau Carrillo. Fue un hombre que no podía pasar desapercibido, fuera por sus textos o por su vida de giros exacerbados, con duelos, amores múltiples y viajes para entonces impresionantes. Su obra ha sido traducida al francés, alemán, checo, inglés, sueco, italiano, japonés, portugués, rumano y griego.

            Sobresale también por su temprana posición de feminista en la época patriarcal que le tocó vivir.  La mujer es tema central en su obra, intenta siempre otorgarle la posición de sujeto actuante, con énfasis en la parte creativa e intentando algo novedoso: la perspectiva femenina. Oscar Enrique Barrientos señala:

introdujo la mujer en la literatura…la mujer se transforma en fuente de inspiración y en una constante de su obra. Reunidos en libros esos temas formaron cuatro volúmenes que aparecieron sucesivamente con otros títulos: El Libro de las mujeres, Segundo Libro de las mujeres, La mujer y la Moda y Las Mujeres de Zolá.  Entre las que llama sus ídolas está la escritora y artista feminista Georgette Leblanc y también un capítulo dedicado a ella, la Aspasia moderna, símbolo de la retórica femenina.

Su primera esposa, Aurora Cáceres [4] es explícita, no sólo por su relación matrimonial sino por los  vínculos literarios que tuvo con Carrillo a lo largo de toda la vida. Cáceres lo consigna en su libro biográfico sobre Gómez Carrillo narrando no solamente los diversos proyectos literarios conjuntos sino también el soporte irrestricto  y apropiadamente calificado que él le brindara leyendo, comentando, haciendo reseñas de los textos de ella, facilitado contactos con editores y periódicos y escribiéndole el prólogo del libro La ciudad del sol. En una carta dirigida a ella Enrique Gómez Carrillo le escribe: «Es a la escritora a la que me dirijo. A mi hermana intelectual…Veo la realización de una de esas uniones en donde hermanan la inteligencia y el amor, en donde los seres llegan a formar verdaderamente uno solo. En donde no sólo se siente, sino que se piensa de igual modo, en donde la labor es común».

            Valga señalar también el apoyo brindado a la segunda esposa, Raquel Meller, a la cual abrió no sólo los más reputados espacios de París (Olympia) y Buenos Aires (Teatro Empire) sino que llegó a escribirle un texto biográfico, Confidencias, que la Meller firmó como propio según el escritor español Javier Barreiro.

            Finalmente, como bien lo ha señalado el investigador español nacido en Tenerife, Juan Manuel González Martel, fue Gómez Carrillo un fundador de revistas y director de publicaciones periódicas. González Martel dedicó no solo su tesis de doctorado en la Universidad Complutense de Madrid al cronista, sino que durante años de arduas investigaciones ha clasificado e interpretado la extensísima obra de Enrique Gómez Carrillo. Afirma el académico canario:

En unas décadas  de los siglos XIX y XX en que la creación literaria se volcó en las páginas de las publicaciones periódicas, el conocidísimo cronista guatemalteco fue de los escritores más presentes en la prensa de la lengua española, a lo que se sumó el que sus otras facetas de literato estuviesen vinculadas igualmente a periódicos y revistas.

Gómez Carrillo siguió muy de cerca a la emblemática revista francesa El Mercurio de Francia para fundar su Nuevo Mercurio en 1907 con propósitos de afianzar la renovación modernista hispanoamericana, incluyendo textos de los principales escritores franceses traducidos por él al castellano y de los principales y los nuevos de España y de América con textos actuales de lo más granado del modernismo hispanoamericano: Darío, Manuel Ugarte, Vargas Vila o Amado Nervo, incluyendo franceses como Catulle Mendes y Jean Moréas y españoles como Unamuno y Machado. Pese a su calidad literaria no alcanzó una difusión que permitiera su existencia; el gran público le dio la espalda. La revista solo duró un año por razones económicas. El cronista guatemalteco continuó con el sueño de editar una gran revista que uniera las dos orillas. Una publicación que recogiera y levantara debates y crítica así como la nueva creación literaria y artística. Refunda así en 1919 la revista Cosmópolis. Con el apoyo financiero del millonario y empresario uruguayo Manuel Allende. Salieron 37 números mensuales y se publicó hasta 1922, el último año dirigida por el escritor y periodista cubano Alfonso Hernández Catá.

            Las revistas hasta la tercera parte del siglo pasado jugaron un papel articulador y de difusión en América Latina, incluyendo el intercambio con España. Fueron los modernistas los que desarrollaron el concepto de revista como espacio de diálogo y debate. Cosmópolis, cuyo solo nombre denota el espíritu modernista fue refundada en 1919 en España por Enrique Gómez Carrillo siendo director de la misma hasta 1922.

            Publicar en Cosmópolis significaba un triunfo para los noveles escritores. Gómez Carrillo impulsó, como clásico modernista, el acercamiento con las líneas francesas de expresión y pensamiento. En Cosmópolis se publicaron textos traducidos al castellano de Anatole France, Max Jacob, Apollinaire, Mallarmé, Maetelerlinck, Baudelaire y André Gide, entre otros. Pero también se difundió literatura inglesa (Oscar Wilde), portuguesa con autores como Camilo Pessanha, Guerra Junquero  y Eça de Queiroz y desde luego la española con nombres como Miguel de Unamuno, Manuel Machado, Edmundo González Blanco, Ramón Pérez de Ayala, Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas y Enrique Díez-Canedo. Los escritores y poetas latinoamericanos, muchos jóvenes, tuvieron espacios regulares y considerables, publicándose textos de los mexicanos Alfonso Reyes y Xavier Villaurrutia, los argentinos Jorge Luis Borges, Leopoldo Lugones, Guillermo de Torre y Alfonsina Storni, la chilena Gabriela Mistral, la poeta uruguaya Juana de Ibarborou y los centroamericanos Arturo Ambrogio, León Pacheco, Antonio Batres Jáurequi y Francisco Lainfiesta.

            Sin duda fue Cosmópolis una verdadera revancha para Gómez Carrillo, que una década antes había fundado la revista El Nuevo Mercurio. Cosmópolis fue la primera gran revista intercontinental, con un tiraje extraordinario para la época: 100 000 ejemplares y alcanzaron a salir 45 números. Se vendía en España y América. Fue una publicación no solo estrictamente literaria, sino de variada gama de secciones culturales y perspectivas urbanas diversas como «Figuras del día», «Fisonomía de ciudades», «Revista de periódicos», «Crónica americana», «Crónica de París» por Julián Martel, «Crónica de Italia» por Leonardo Marini, «La vida femenina» por la Marquesa de Cespón y «Notas cosmopolitas», sobre teatro, libros y arte. Asimismo se da espacio al naciente cine. El éxito de Cosmópolis radicaba en esa amalgama de textos creativos acompañados de reseñas y crítica con noticas culturales de las principales capitales modernistas: Buenos Aires, Madrid, Montevideo, La Habana, México, Barcelona y desde luego París.

            Otra publicación modernista notable fue La Habana Elegante fundada ya en 1883 por Casimiro del Monte. En esta revista publicó lo más significativo de su obra el poeta cubano Julio Del Casal, de los iniciadores del movimiento modernista. Otros modernistas que colaboraron y publicaron sus textos, además de Gómez Carrillo, fueron Rubén Darío, Luis G. Urbina, Manuel Gutiérrez Nájera, José Santos Chocano, José Juan Tablada, Juan de Dios Peza y José María Vargas Vila. También se publicó traducido al español al poeta francés Reconté de Lisle, quien fuera paradigma dariano y de buena parte del movimiento modernista fundacional.

            Revistas modernistas cubanas fueron El Fígaro que siguió publicándose hasta los años treinta y La Habana literaria que fue una fundición de La Habana Elegante y la revista América. En Buenos Aires influyó mucho la relativa larga estancia de Rubén Darío a quien el presidente colombiano Rafael Nuñez nombró cónsul de Colombia. El mismo Darío consigna en sus memorias que las labores consulares eran mínimas, ya que había muy pocos colombianos en Argentina e inexistentes lazos comerciales. Fue una verdadera y generosa beca de Nuñez que Darío tuvo hasta 1895.  Rubén Darío y el boliviano Ricardo Jaimes Freyre fundan una primera revista modernista, América, de efímera vida. Otras publicaciones modernistas fueron La Quincena, La montaña y Atlántida. En 1898 surge la revista Caras y caretas bajo la dirección de José Sixto Álvarez, llamado popularmente Fray Mocho, publicación modernista que logra gran difusión. Paul Groussac, escritor de origen francés pero argentinizado, funda la revista La Biblioteca que se convierte en plataforma de difusión modernista y diálogo crítico literario. Un hito dentro de las publicaciones modernistas es El Mercurio de América fundado por Eugenio Díaz Romero que cuenta con las colaboraciones de Darío y de los escritores más emblemáticos del modernismo argentino: Leopoldo Lugones, Leopoldo Díaz, el filósofo José Ingenieros y Enrique Gómez Carrillo.

            En definitiva, los escritores modernistas encontraron en las revistas mencionadas, y otras, y en los periódicos La Nación  y La Prensa espacios fundamentales para la difusión de su obra en un ambiente propicio por la cantidad de lectores. Manuel Ugarte, Enrique Larreta, el ya mencionado Lugones y Ángel de Estrada fueron nombres sobresalientes.

            Pero ya entrando la segunda década del siglo se habían agotado las búsquedas de los modernistas, se esfumaron las princesas y los cisnes e incluso las crónicas de lugares exóticos, con la llegada e imperio del telégrafo, los teléfonos, el desarrollo de los medios de comunicación y el surgimiento de la aviación. Gómez Carrillo muere de una embolia en 1927 cuando estaba en términos modernistas en «la cima de su gloria». Es enterrado con honores del ayuntamiento parisino que cede un panteón en el cementerio Pere Lachaise. Reza el epitafio de su tumba: En éveil parmi tant de choses endormies. («Siempre alerta en medio de tantas cosas adormecidas»).

            Ya había muerto Darío y las principales figuras del modernismo. Eran ahora los «Años Locos», una época nueva y en términos hispanoamericanos: posmodernista, es decir la efusión de las vanguardias.

 

 

[2] José Milla y Vidaure ((Nueva Guatemala de la Asunción, Primer Imperio Mexicano, 4 de agosto de 1822 – Nueva Guatemala de la Asunción, República de Guatemala, 30 de septiembre de 1882) fue un prolífico escritor y periodista, reconocido por sus novelas históricas, con temas coloniales. El académico norteamericano Seymour Menton lo considera «el padre de la novela guatemalteca» y  en sus palabras: «fue uno de los primeros autores de toda Hispanoamérica que cultivó sistemáticamente la novela histórica».

[3] Claude Viot-Murcia, Enrique Gómez Carrillo, intermédiaire culturel entre la France, l’Espagne et l’Amérique espagnole 1873-1927 /, París, 1988 [thèse].

[4] «La escritora Zoila Aurora Cáceres (1877-1958) fue una de las primeras y más destacadas feministas del Perú en la primera mitad de siglo XX. Hija de un ex presidente peruano Andrés Avelino Cáceres Dorregaray (1836-1923). Su empeño en la defensa de los derechos de las mujeres tuvo mayor impacto en la sociedad peruana que su obra literaria…la importancia de Zoila Aurora en la historia peruana está estrechamente vinculada con su iniciativa intelectual y pragmática, tanto en el inicio del movimiento de mujeres peruano como en la organización sindical de las trabajadoras.» (texto extraído de: dehttp://www.mcnbiografias.com)

 

 

Jaime Barrios Carrillo nació en Ciudad de Guatemala en 1954. Reside en Suecia desde 1981. Escritor, periodista y académico. Columnista de el Periódico y Siglo 21. Ha publicado en diversas revistas  especializadas en literatura como Espéculo (Complutense de Madrid), El  Acordeón (Guatemala), Magazine 21, La Jornada (México), Ábaco (Madrid), entre otras. Fue director ejecutivo de la revista digital  Gazeta. Licenciado en Filosofía por la Universidad Nacional de Costa Rica, incorporado a la facultad de Humanidades de la Universidad nacional de San Carlos de Guatemala. Ex catedrático de la Universidad de San Carlos. Antropólogo Social por la Universidad de Estocolmo. BA  en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Estocolmo . Coordinador de proyectos de información de Forum Syd. Su poemario Ciudades Errantes fue finalista del Premio casa de Las Américas 1996. Ha publicado los libros Anti ensayos (Palo de Hormigo), Hombre ciencia y filosofía (Universidad de San Carlos), Huberto Alvarado su tiempo y el nuestro (Flacso). Su trabajo como poeta ha sido incluido en antologías de poesía guatemalteca.

Seis poemas de Ramón López Velarde al portugués

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DOMINGOS DE PROVÍNCIA

Nos claros domingos de minha aldeia, é costume
que na praça descubram as gentis cabeças
as moças, e os seus olhos reflectem doçura
e a banda no quiosque toca lânguidas músicas.

E ao cair sobre a aldeia a noite sonhadora,
os amantes olham-se com o melhor olhar
e a orquestra nas suas flautas e violino entesoura
mil sons românticos na noite festiva.

Os dias de festa em aldeias de província
oferecem ao viajante gratos amanheceres
em que frescos os rostos, o Lavalle nas mãos,

a caminho da igreja vão as moças com pressa;
que nos dias festivos, entre aquelas mulheres
não há uma cara formosa que fique sem missa.

 

 

PARA OS TEUS PÉS

Hoje contemplo-te ao piano, senhora minha, Fuensanta,
as mãos sobre as teclas, nos pedais do pé a planta,
e ambiciona santamente a sorte dos pedais
meu coração, por estarem debaixo de teus pés ideais.

Porque eu sei que essa planta é de todas a mais pura,
as sua plantas sabem as rotas sangrentas da Paixão,
que por ir Jesus Cristo pelas ruas da Amargura
deixou a senda de lírios de Belkis e Salomão.

E assim te imploro, Fuensanta, que em meu coração caminhes
para que teus pés aromatizem o âmago pecaminoso,
cujos caminhos poeirentos e desolados jardins
te hão-de devolver em rosas o joio mais infrutuoso.

Nas tertúlias de noites de prolongada vigília,
ao piano me pareces moderna Santa Cecília
que qual solícita noiva, com seus harmónicos pés,
com a magia dos olhos e o milagre do ruído,
vencendo horas e distância me leva sempre através
dos vales lacrimosos, ao Paraíso Perdido.

 

 

ENQUANTO MORRE A TARDE…

Nobre senhora de província: unidos
na velha varanda que olha o poente,
falamos tristemente, longamente,
de alegorias mortas e tempos idos.

Dos rústicos canteiros florescidos
apanho rosas para enfeitar tua testa,
e há nos freixos do jardim em frente
um escândalo de aves nos ninhos.

O crepúsculo cai sonolento,
e se com teus desdéns abrandas
a chama de meu amor, eu contento-me

com o fundo olhar de teus arcanos
olhos, enquanto admiro as antigas
jóias das avós nas tuas mãos.

 

 

O SINEIRO

Contou-me o sineiro esta manhã
que o ano vai mau para os trigais.
Que Juan está noivo de uma prima-irmã
rica e formosa. Que morreu a Susana.
O sineiro e eu somos amigos.

Contou-me amores da sua juventude
e com voz rachada de homem forte,
ao ver passar os negros ataúdes
fez-me a narração de mil virtudes
e falámos da vida e da morte.

– E a sua boda, senhor?
– Cala-te, ancião.
– Será para o inverno?
– Por então,
e se ainda viveres quando a sua mão
me dê a Morte, sineiro irmão,
faz dobrar por minha alma teus bronzes.

 

 

A TUA PALAVRA MAIS FÚTIL…

Madalena, entendo que te amo
quando a mais trivial das tuas acções
é pasto para mim, como a migalha
é a felicidade dos pardais.

Tua palavra mais fútil
é combustível da minha fantasia,
e passa por meu espírito feudal
como um raio de sol por um outeiro.

Uma manhã (em que a própria prosa
do viver se tornava melodiosa)
davam-te um jornal no transporte
e recusaste, dizendo com voz cálida:
«Para que me dás isto?» E estas cinco
breves palavras de tua boca pálida
foram como jóia que todo o dia
na minha capela esteve exposta;
e à noite, soava a tua pergunta:
«Para que me dás isto?»

E na tarde fugaz em que no teatro
repassavam teus dedos, Madalena,
a dourada melena
de um garoto… E o altivo ademane
com que deste esmola àquele ancião…
E teus dentes que vão
num sorriso ondulante, qual resumos
do sol, encandeando a insegura
pupila dos velhos e dos miúdos…
Teus dentes, em que estão a travessura
e o relâmpago de um pueril espelho
que aprisiona do sol uma seta
e crava o raio ardente nos olhos
da criança embasbacada
que no seu berço vegeta…

Também eu, Madalena, me deslumbro
com teu sorriso ardente; e minhas horas
vão atrás de ti, famintas e canoras,
como vai atrás da ama, pela largueza
de um pátio regional, o cortesão
séquito de pombas que cobiçam
a gota de água azul e a loura semente.

 

 

A ESTROFE QUE DANÇA

Para Antonia Mercé

Já brotas da cena como algarismo
girassol, e desfloras o mutismo
com os toques undívagos de teus pés certeiros
que duros se amaneiram ao marcarem feiticeiros
as múltiplas voltas de uma só quimera.

Já teus olhos entraram no combate
como duas uvas de um guloso doce;
sob tuas castanholas rendem-se os destinos,
e prendem-se a ti os sonhos masculinos,
como da corda frágil de uma lira, os trinos.

Já te adula a orquestra com servil
rasto libidinoso de réptil,
e dançando lacónica, teu olhar de soslaio me plagia,
e pisas meu entusiasmo com uma cruel magia
como estrofe dançarina que pisa uma hemorragia.

Já voas como um rito pelos planos
limítrofes de todos os arcanos;
as almas que teu arrulho vai limpando de escória
quiseram renunciar ao seu futuro e à sua história,
para dormirem na suave amnistia de tua glória.

Algarismo, cordata e exemplar figura:
tua rítmica e eurítmica cintura
rouba-nos a todos nossa chama pura;
e seus calcanhares trânsfugas, que saem do mundo
pela tangente dócil de um enevoamento profundo,
levam meus folguedos ao azul pudibundo.

 

Versiones de Nuno Júdice

 

 

Nuno Júdice es un ensayista, poeta, novelista y profesor universitario portugués. Consejero cultural de la Embajada de Portugal y director del Instituto Camões en París, publicó antologías, crítica literaria, historia, estudios de Teoría de la Literatura y Literatura portuguesa y mantiene una colaboración regular en la prensa. Divulgador de la literatura portuguesa del siglo XX, publicó, en 1993, Voyage dans un siècle de Littérature Portugaise. Organizada la Semana Europea de la Poesía, en el ámbito de Lisboa ’94 – Capital europea de la cultura. Es actualmente director de la Revista Colóquio-Letras de la Fundación Calouste Gulbenkian. Poeta y novelista, su debut literario tuvo lugar con A Noção de Poema (1972). En 1985 recibiría el Premio Pen Club, el Premio D. Dinis de la Fundación Mateus en 1990. En 1994, la Asociación Portuguesa de Escritores, lo distingue por la publicación de Meditação sobre Ruínas, finalista en el Premio Aristeion de Literatura Europea. También firmó obras para teatro y tradujo a autores como Corneille y Emily Dickinson. Fue director de la revista literaria Tabacaria, publicado por Casa Fernando Pessoa y comisario para el área de Literatura portuguesa en la 49.ª feria del libro de Frankfurt. Cuenta con obras traducidas en España, Italia, Venezuela, Reino Unido y Francia. El 10 de junio de 1992, se convirtió oficial de la Orden de Santiago de la Espada, y el 10 de junio de 2013, fue ascendido a gran oficial de la misma orden.

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Es sumamente irónico y jocoso que la mujer de Alberto sea policía y aspire avanzar hacia posiciones superiores dentro del cuerpo de policía motorizada de Lima. Por medio de tan sorprendente oposición binaria, Fernando Ampuero alcanza entrelazar varios motivos muy típicos de la novela negra: crítica social, eros, heteroglossia (la jerga local, en particular) y la violencia, para sólo mencionar por ahora, los que se desplazan del ying/yang resultante de Alberto y Rosa. Pero también se encuentran ejemplos donde a la mujer se cosifica y el tratamiento que recibe la mujer policía no es comparable a la que reciben los varones.

La crítica social se incrusta en el texto de tal manera que todas las observaciones del narrador omnisciente relacionadas con los personajes y su medio ambiente disfrutan de un evidente subtexto social. En las breves introducciones que preceden a los diez apartados en que se divide la novela, en donde el narrador filosofa sobre lo que sucederá a continuación, en el pseudo-epígrafe que aparece antes del apartado décimo y último de la novela, el narrador describe al promotor de tanta corrupción: “Y, por cierto, no es tu culpa, Tampoco es mi culpa. Creo que la culpa la tiene esta ciudad. Lima hace con nosotros lo que quiere” (Hasta que me orinen los perros, 143). Los personajes de la novela has suspendido o descartado la ética y la moral para conseguir lo que la sociedad, la ciudad les ha rehusado y ellos creen se merecen sin condiciones.

La presencia de eros se manifiesta frecuentemente como consecuencia del aparente deleite del narrador al describir los encuentros sexuales de Rosa y Alberto. Rosa es una mujer muy guapa y su uniforme resalta la belleza de su cuerpo: “Rosa quería conducir moto, con el mismo ímpetu que otras muchachas anhelan ser actrices o surfistas. Le gustaba moverse y sentir aire en la cara. Y a todo ello le encantaba el uniforme. Casco, casaca de cuero, ceñidos pantalones de montar, botas altas” (40).  Rosa ha descubierto que los hombres le dirigen miradas lascivas “[…] a su apetecible cuerpo cuando iba en moto” (100). Dicho tema lo discute Rosa con Alberto mientras se encuentran en la cama: “[…] ‘Ahora los hombres me miran como si quisieran violarme ahí mismo.’  ‘¿Te gusta?’ ‘Me gusta, sí, pero solo cuando me imagino que eres tú el que desesperadamente quiere metérmela’” (101). Los juegos eróticos que practican en la cama eran innumerables, pero el más anticipado, el más tangible por un lector alerta, tendría que ser la escena a continuación: “[…] ella con botas, casaca y casco policial, montándolo, y él, desnudo, siendo su cabalgadura” (101).

Rosa no está de acuerdo con los negocios ilegales de Alberto y le pide que desista del latrocinio que realiza con su padilla todas las noches: “—Tienes que dejar este asunto, Alberto—suplicó–. Vamos a acabar pésimo” (110). Albero le recuerda a su mujer de los días de miseria que sufrieron: “[…] De vivir de préstamos. De prestarnos plata hasta que nadie nos dé un centavo. Hablo de sentir hambre. ¿Te acuerdas cuando no llegábamos a fin de mes? ¿[…] los dos teníamos que comer una vez al día un plato de lentejas?” (111). Fortuitamente, Alicia cambia de parecer cuando un borracho la atropella y es internada en un hospital. Alberto continúa con su evidencia argumentación de que son solo borrachos malgastando sus vidas y su fortuna. Convencida, Alicia responde: “–Sí, tienes razón—dijo ella, tomando aliento–. Son sólo borrachos—y de pronto, con un tono visiblemente rabioso, añadió:–¡Borrachos. . . ! ¡Jode a esos malditos!” (152).

La decadencia del pueblo se nota particularmente cuando los signos de una economía en mejora dependen en el número de borrachos que la pandilla puede desbalijar. El título proviene de la explicación que un borracho le da a Alberto cuando éste le explica que los bares se cierran: “–Me llevo las cervezas a la calle y allí sigo chupando, como los machos. Así se portan los hombres. Yo acabo siempre solo, chupando en la calle. . . . ¡Chupo solo, en la calle, esperando el amanecer! ¡Chupo . . . hasta que me orinen los perros!” (121). Se debe recalcar que en esta novela el tratamiento del género femenino, a pesar de que una de las mujeres es detective, reanuda un tratamiento machista de la mujer.

La hojarasca de artículos y tesis doctorales que han surgido alrededor de los textos del destacado escritor Roberto Bolaño (quien murió tan prematuramente), no han desarrollado el tema que me propongo tratar en este artículo. Las novelas Amberes (2002), Una novelita lumpen (2009), La pista de hielo (Anagrama, 2009), y 2666 (2004) captan a los personajes femeninos bajo un fulgor machista y, frecuentemente misógino que, posteriormente descubrí, al leer El secreto del mal, no era el resultado de (mis)lecturas (misreadings). En uno de esos textos que componen al libro–que no son ensayos y tampoco se acercan a la ficción–Bolaño disertaba sobre un artículo por el laureado nobel V. S. Naipaul sobre una costumbre parafilíaca (valga la palabra) de los argentinos. Bolaño expone en los siguientes renglones como Naipaul recoge y describe dicha propensión/afición:

“[…]. Y de pronto, sin que el lector de su crónica esté avisado, empieza a hablar de sodomía como una costumbre argentina. Una práctica que no se limita a las relaciones homosexuales, de hecho, ahora que lo pienso no recuerdo que Naipaul mencione homosexualidad. El habla de relaciones heterosexuales [. . .]. lo que lleva a Naipaul a concluir que Argentina es un país recalcitrantemente machista (El secreto del mal, 54-55).

Este estudio esgrimirá el texto citado por Bolaño y desplegará su presencia (presencia subtextual) a través de los escritos del narrador chileno. De tal manera, olvidando que el escritor ha muerto (lo cual permite leer los textos y armar algo que los formalistas arguyen es un pecado capital y muy informal), se analizará la posible deliberada intención del autor de exhibir, por medio de sus narradores, a los personajes femeninos como indecisos, problemáticos, desquiciados,

El texto de Amberes es una colección de narraciones inconclusas e inconexas, concluiría un lector ingenuo y al cual aludía Bolaño en una entrevista cuando dijo: “me importaba un comino que me entendieran o no.”[i]

La novela trata de una investigación policiaca donde dos personajes, un policía y una joven pelirroja (posible víctima de una violación) aparecen y desaparecen a través de cincuenta y seis secciones de desiguales dimensiones–muchas de tres páginas y algunas de sólo un párrafo. El leitmotiv que surge en algunas de las unidades es un sueño que un personaje tiene repetidamente, al parecer el policía, donde aparece una mujer sin boca o un pasillo lleno de mujeres sin boca. Bolaño permite que los pensamientos, el inconsciente del narrador resbalen sobre las páginas del texto caóticamente y sin objetivo aparente. La metaficción, entre otros mecanismos posmodernos, arman y desarman, construyen y (des)construyen al texto poéticamente.

Amberes recuerda a Rayuela por esos segmentos desencadenados que hay que armar como si el libro fuera un rompe cabezas. La intención de este estudio, para repetir, es mostrar aquellos elementos misóginos y machistas del texto. El segmento once, titulado “Entre los caballos,” se menciona el sueño de la mujer sin boca de un personaje masculino, quién como parte de su descripción, de sus características, se dice que solo escribe “breves textos policiales.” Dado el tema de la novela, una investigación policial, que se encuentra sepultada dentro de profusas asociaciónes libres, la alusión metaficticia es evidente. El título del fragmento, “Entre los caballos,” puede tener ecos freudianos si se recuerda la asociación entre las niñas y los caballos. Según Bruno Bettelheim,[ii] las niñas tienen “una compleja relación con los caballos” y esto “puede expresar diversas necesidades emocionales que la chica intenta satisfacer.” En dicho fragmento se describe a un individuo que se enamora y necesita dinero para ir a la ciudad de su prometida. Este individuo sin nombre se puede identificar por su sueño repetitivo con mujeres sin boca. Evidentemente es un perdedor como podemos concluir por los siguientes renglones: “El tipo reconoce que está acabado. Sólo escribe breves textos policiales. El viaje se aleja de su futuro, se pierde, y él permanece apático, quieto, trabajando de manera automática entre los caballos” (33). Una explicación posible por el título, “Entre los caballos,” podría ser su inhabilidad de poder lidiar con el género femenino.

El fragmento encabezado “Tenía el pelo rojo,” continúa con el motif del libro respecto a las mujeres sin boca y ofrece más información sobre la violación y posible asesinato de una mujer. El sargento le hace una entrevista a una muchacha que “había presenciado una violación y el sargento pensó que podía servirle de testigo. Pero en realidad él iba detrás de otra cosa” (39).  Es muy típico de Bolaño dejar numerosas lagunas a través de los textos y este fragmento es un buen ejemplo de la poca comunicación desplayada.  El segmento termina muy ambiguamente: “La muchacha pelirroja miraba el atardecer desde el establo en llamas” (39). Una lectura psicoanalítica, freudiana de ese establo y llamas propone el acto sexual y la inhabilidad de controlar las emociones.

El fragmento titulado “A veces temblaba” describe la violación de una mujer por el ano: “Así que el poli apagó la luz y se bajó la bragueta” (62). La descripción del acto violento es gráfica y el fragmento se convierte en una pieza más del rompecabezas: ¿Lo que se presencia en este apartado es la violación que se investiga o el policía tiene una aventura erótica mientras investiga el crimen (lo cual sería muy característico de las novelas policiacas en las cuales el detective tiene aventuras sexuales en el proceso de indagación)?  En la última página de esta sección, el narrador omnisciente escribe lo siguiente: “El policía, la impostura que es el policía […]” (64). Lo cual permitiría conjeturar que este individuo se hace pasar por policía para seducir y violar a las mujeres. Sin embargo, al parecer la narración expone la historia de dos mujeres, de una manera tan enmarañada, que el lector activo se ve obligado a armar el enigma de la violación y posible asesinato de una mujer.

En el siguiente segmento, “La Pelirroja,” los subsecuentes renglones describen a una de las mujeres (¿o es la misma?): “Tenía dieciocho años y estaba metida en el negocio de las drogas […] cada quince días se metía en la cama con un tira de la Brigada de Estupefacientes […]. El tira la ponía en cuatro patas […]. El vibrador ya no tenía pilas y él se las ingenió para hacerlo funcionar con electricidad” (74). El segmento citado da más particularidades acerca de la cosificación y animalización de la chica (“cuatro patas”) y, desde un punto literario, Bolaño manosea la pornografía. La delineación de la joven convirtiéndose en una muñeca erótica para el policía que usa la electricidad sin importarle la posibilidad de electrocutar a la joven. He aquí la clásica explotación y abuso del género. Para algunos, la relación entre el “tira” y la pelirroja es el típico lazo sado/masoquista. Sin embargo, no hay que olvidar el poder que tiene el policía sobre la joven quien vendía drogas, y posiblemente ha cometido otros crímenes, lo cual tiene como consecuencia la expoliación de la mujer.

El segundo texto que se examinará es Una novelita lumpen (Barcelona: Anagrama, 2002), está narrado retrospectivamente por una mujer y trata de reflejar el instinto maternal femenino. Los primeros renglones del texto informan al lector sobre el pasado de la narradora/protagonista: “Ahora soy una madre y también una mujer casada, pero no hace mucho fui una delincuente” (13). El hermano, menor que ella, está metido en ciertos negocios turbios que ella desconoce pero al parecer son ilícitos. Como resultado, los negocios son de poca monta y muy poco dinero se saca de ellos y la mujer se ve obligada a mantener a los hombres que su hermano trajo a casa. Dichos individuos disfrutan sexualmente de la mujer sin que el hermano intervenga o le importe. La relación entre estos dos hermanos aparentemente es incestuosa pero de ello el lector no es totalmente informado. La situación económica empeora y la mujer describe lo difícil que es mantener una casa con cuatro personas: “Mi salario no alcanza para mantener a cuatro personas y encima hacer frente a los gastos de una casa […] tuvimos que empeñar el anillo se casamiento de mi madre y varias cosas más […]” (61). El término lumpen, usado en el título de la novela, se refiere al grupo de indigentes descritos en el texto que se aprovechan del buen corazón de la mujer para explotarla. En un momento en su pasado, cuando trabajaba para mantener a los hombres, una de sus compañeras de trabajo le comentó sus planes de matrimonio con el hombre amado y la mujer reacciona de la siguiente manera: “[…] por un instante creí que me estaba volviendo loca. No podía der crédito a lo que oía” (76). Tal alejamiento de la realidad cotidiana y ordinaria como resultado de estar psicológicamente enjaulada por los hermanos y los otros hombres, la lleva a tener una vida promiscua y sin amor—tal vida la trasfigura en una persona cínica para quien la felicidad proclamada por otros individuos es una fantasía. Los últimos renglones del texto reflejan el estado psicológico de la mujer después de la experiencia (positiva y/o negativa) de esos años: “[…] que venía de otro mundo, un mundo que ni los satélites que giran alrededor de la Tierra pueden captar, y donde existía un hueco que era mi hueco, una sombra que era mi sombra” (151). El texto contiene varias escenas eróticas donde la mujer se convierte en un juguete para los amigos del hermano, los deplorables, y ella paulatinamente, recordando el síndrome de Estocolmo, es la que inicia los juegos sexuales. La novela continúa con esbozos femeninos patentemente misóginos y deplorables.

En La pista de hielo (Barcelona: Anagrama, 2009—1993), Bolaño dibuja un par de mujeres lumpen y lúgubres. La novela está dividida en diversas unidades de variada extensión encabezadas por el nombre del personaje de quien se habla y así los textos se contraponen ofreciendo al lector una especie de fuga musical—dichas secciones describen la subsistencia pordiosera de los personajes.

Hay dos mujeres que se describen con características repugnantes—padecen de cropofília o fecofilia como se puede discernir por los siguientes renglones: “[…] la gente se cagaba en las duchas, en el suelo […] con mierda escribían en las puertas y con mierda ensuciaban los lavamanos. Mierda primero cagada y luego acarreada hacia lugares simbólicos y vistosos: el espejo, la bomba de incendio, los grifos […]” (37). Se hace una investigación en el camping y se descubre que son dos mujeres: “[…] Así descubrieron que las tropelías fecales ocurrían a una cierta hora de la noche y la principal sospechosa resultó ser una de las dos mujeres que yo solía ver en la terraza del bar” (37). El fragmento se titula “Gaspar Heredia” y relata como dicho individuo quien trabaja para el camping, habla con las dos mujeres sin acusarla de hacer dibujos en el baño con materias fecales:

[…]. Me acerqué a ellas llevando mi taza en una mano y mi linterna de vigilante en la otra […]. ¿Qué podía decir yo? Sólo bobadas. Una atmósfera de extraña dignidad las cubría protegiéndolas. La joven era silenciosa y oscura. La vieja, por el contrario, era parlanchina y tenía el color de la luna, de una luna astillada que se venía abajo. […]. Entonces la vieja comenzó a cantar […] una voz educada. Aunque no entiendo nada de ópera creí distinguir trozos de diferentes arias” (38-39).

En los renglones citados se observan alusiones a Darío y Lorca y el comienzo de la elaboración negativa de las características de las mujeres. Las particularidades de las dos mujeres continúan en las siguientes líneas con rasgos turbios y tenebrosos: “[…] Y si la miré pude notar que su rostro tenía la virtud de la goma de borrar. ¡Se iba y volvía! Tanto, y de forma tan pronunciada, que hasta el alumbrado del camping comenzó a parpadear, a crecer, a disminuir […] la vieja dijo algo en alemán y cesó el canto” (39). La vieja al parecer es una mujer venida a menos que habla alemán y canta arias mientras que la joven está enferma y “[…] se mantenía dueña de una notable fuerza de voluntad que la abstuvo de toser mientras la vieja cantaba” (39). Los renglones citados apuntan a dos personas turbadas: la vieja con sus arrebatos musicales y la joven enferma física y mentalmente.

La identidad de las dos mujeres se revela paulatinamente y su indigencia la explica la vieja intenta lograr asistencia para la joven enferma quien “[…] diariamente sangraba de la boca y de la nariz […]” (134). La vieja, cantante de ópera, Carmen de nombre (el narrador juega con el lector poco instruído), la hallan asesinada. El narrador recalca la deshumanización del pueblo para quienes el descubrimiento de la pista de hielo fue más impactante que el cadáver de Carmen: “En el centro estaba la pista de hielo. En medio de la pista vi un bulto oscuro, ovillado, negro como alguna de las vigas que cruzaban relampagueantes el cielo raso. La sangre, desde diversos puntos del cuerpo tumbado, había corrido en todas las direcciones, formando dibujos y figuras geométricas que a primera vista tomé por sombras” (146).  La imagen súbita del cadáver de Carmen en la pista de hielo y las pinturas abstractas creadas por el derramen de la sangre cincelan el estilo violento y pornográfico de Bolaño. Para el pueblo, el costo de mantener una pista de hielo costaba mucho más que lidiar con indigentes.

En 2666, la galería de feminicidios y la descripción de los cadáveres impresiona vívidamente al lector quien (re)coge de los renglones de la novela, tan sadicamente descriptivos, lo que en el género cinemático equivaldría a un “snuff film.” La siguiente discusión es sumamente repulsiva por la manera en que los policías tratan de determinar cuál es el máximo número orificios por los cuales una mujer puede ser violada.  La insensibilidad de los policías al hablar de los despojos de las mujeres, recalcan el papel del narrador vis-à-vis el lector como una relación sadomasoquista:

Según el forense, Mónica había sido violada anal y vaginalmente, aunque también le encontraron restos de semen en la garganta, lo que contribuyó a que se hablara en los círculos policiales de una violación “por tres conductos.” Hubo un policía, sin embargo, que dijo que una violación completa era la que se hacía por los cinco conductos. Preguntando sobre cuáles eran los otros dos, contestó que las orejas. Otro policía dijo que él había oído hablar de un tipo de Sinaloa que violaba por los siete conductos. Es decir, por los cinco conocidos más los ojos. Y otro policía dijo que él había oído hablar de un tipo del DF que violaba por ocho conductos […] los siete clásicos, más el ombligo, al que el tipo del DF practicaba una incisión no muy grande con su cuchillo […] (577).

Tales imágenes sangrientas empapan las 1119 páginas del texto. Sin embargo, es posible que algunos lectores encontraran placer en el texto (o como diría Barthes jouissance) al leer descripciones del slice and dice de las mujeres.

En El secreto del mal, editado por Ignacio Echevarría (Barcelona: Anagrama, 2007), la Nota Preliminar indica que:

La obra entera de Roberto Bolaño permanece suspendida sobre los abismos a los que no teme asomarse. Es toda su narrativa, y no sólo El secreto del mal, la que parece regida por una poética de la inconclusión. En ella, la irrupción del horror determina, se diría, la interrupción del relato; o tal vez ocurre al contrario: es la interrupción del relato la que sugiere al lector la inminencia del horror (8).

 

[i] Extracto de la entrevista por Felipe Ossandón, diario El Mercurio, Santiago, 14 de febrero de 2003.

[ii] Psicoanálisis de los cuentos de hadas. Barcelona: Crítica, 64.

Aforismos y otras mentiras

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De la técnica existencial

Nunca he sabido que es el existencialismo. Google sabe.

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Actualmente la libertad se ha vuelto una mentira virtual.

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Autoconfianza: Muchas veces he sentido que soy bueno para nada. Entonces, recurro a video juegos para sentir que soy bueno para algo.

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Amistad online: las personas que se victimizan en las redes sociales creen que a los amigos virtuales realmente les importa.

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En Latinoamérica siempre se nos ha regresado lo que nos han robado; oro, cobre y esas cosas. El asunto es que lo regresan en basura electrónica por cual pagamos en esas tiendas de aparatos americanos.

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Todo puede ser virtual. Dije todo, incluyendo el sexo.

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Hoy los blogistas son más importantes que los intelectuales.

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No comprendo a las personas que tienen un ser deseable al frente y prefieren buscar pareja en Tinder.

 

Estar-arrojado-en-el-mundo-virtual

Retorno siempre a las redes sociales. Eterno retorno de lo mismo.

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Navegando en las redes sociales me siento como el insecto de Kafka.

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Hay un sentimiento de angustia frente a la nada. Ese mismo sentimiento cae sobre mí cuando Google no tiene la información que estoy buscando.

 

El instinto de rebaño es digital

El leguaje de Dios es Java.

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La palabra crear se confunde con producir. También con programar.

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Soy tan vulnerable frente al computador. La vida es tan miserable, tan nada, fuera del ordenador.

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La auto mentira es tomarse un selfi y ser feliz.

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En la actualidad Diógenes de Sinope estaría masturbándose in live por YouTube o Facebook.

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En la iglesia los cristianos preguntan: ¿Tener sexo online es pecado?

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Por la red todos somos muy amables mandando smiles. En persona no nos soportamos.

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La pregunta ontológica en torno al tiempo: ¿Cuánto tiempo tengo?

 

La soledad está fuera de lo virtual

Jamás estarás solo si tienes un ordenador en casa, con internet obviamente.

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Mientras más información hay acumulada en tu ordenador, más grande es el sentimiento de vacío.

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Hice una relectura de mis escritos. ¡Carajo! Pareciese que soy un infeliz. No lo soy. Solo soy un hombre que como remedio a sus crisis existenciales ahogo mis penas en internet; como el borracho en el alcohol.

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Quisiera poder ir por la vida sin preocuparme de las cosas; algo así como caminar por la calle viendo el celular todo el tiempo.

***

Nadie sabe a dónde dirigir su vida sin usar GPS. Es la ontología del siglo XXI.

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Disfruto el trabajo, lo que no he logrado disfrutar es la vida.

 

 

Luis Enrique Morales es un aforista, escritor y columnista nacido en Quetzaltenango, Guatemala, en 1989. Reside en Suecia desde el 2012. Estudió filosofía y pedagogía en la Universidad de Estocolmo, licenciándose en 2018. Ha hecho su debut con su libro: Aforismos y otras mentiras (2020) publicado por Simon Editor en Jönköping, Suecia. Seguido de Aforismos de noviembre (2021) por Editorial Rötter de Estocolmo. Actualmente es columnista en la revista gAZeta de Guatemala y está preparando algunas traducciones de la aforística clásica sueca.

 

Corridos de caballos (fragmento)

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Mi padre tenía un caballo

que yo nunca monté

 

cuatrialbo

cansado

viejo

 

se llamaba Calcetín

y no usaba herraduras

 

la herradura la guardó para coronar su sueño

y ahora un caballo cabalga en mi memoria

 

avanza

cruza valles y montañas

corre persiguiendo al viento

y después regresa

            despacio

a su galope

 

entonces el polvo se levanta

para recordarme que algún día

esta tierra habrá de sepultarlo todo

 

quizá por eso me cuesta trabajo respirar

 

inhalo

y una montaña

se me acumula en la garganta

 

toso

y levanto huracanes

 

en los pulmones contengo todas las palabras

como si quisiera recordar lo que mi padre me dijo

la tarde en que vine al mundo

 

guardo silencio

y mi madre me mira

 

un caballo cabalga en sus palabras

 

cuando tu papá

montaba a caballo

se iba al cerro

luego se compró

una motocicleta

 

y yo creo que una motocicleta

también puede ser un caballo

 

papá viajaba todos los días

montado en un caballo de huesos de metal:

el aceite fluía por sus entrañas

y desde lo más profundo de su engranes

la enfermedad se expulsaba como una flema negra

tan oscura y espesa como la maldición primigenia

que se arrastra de generación en generación

 

por eso en la sangre de papá corrían ríos de metal

y en sus pulmones la arena se cristalizaba

formando monumentales rosas vítreas

 

papá era minero

y respiró las esquirlas de la piedra

hasta morir

 

me heredó el dolor en el pecho

como certeza de la muerte

y el llanto que nunca derramó

sobre la tumba de mi abuelo

 

pero eso

en este momento

no importa

 

importa decir que viajaba en un caballo sin herraduras

que galopaba por la imaginación de mi hermano

y por la llanura más limpia del sueño

 

mamá lo esperaba en la casa

y papá sentía el viento moldear su rostro

 

a Calcetín no le gustaba la velocidad

y a mí siempre me ha dado miedo el viento

 

sin saber

compartíamos el mismo temor

que amaga con la caída de mi padre

y con el temor a las ruedas

porque las motocicletas

            dice mamá

tampoco son seguras

 

de ahora en adelante

el galope de Calcetín resonará en la memoria

de la sangre

 

Calcetín tendrá que llevar herraduras

 

caballo de patas blancas

con herraduras de acero

hoy vas a brincar las trancas

antes que salga el lucero

y vas a llevar en ancas

a la mujer que yo quiero[1]

 

papá no se robó a mamá en un caballo

pero la llevó a conocer la ciudad en su motocicleta

 

no hubo una cabalgata al horizonte

ni una serenata

pero hubo otras canciones

 

mi padre siempre cantó al lomo de Calcetín

y después encendió la radio en todos sus automóviles

para nunca olvidar las canciones de amor

 

[1] Corrido “Caballo de patas blancas”, interpretado por Antonio Aguilar.

 

 

Luis Fernando Rangel es poeta, narrador y editor. Licenciado en Letra Españolas por la Universidad Autónoma de Chihuahua. Autor de los libros de poesía Corridos de caballos (Medusa, 2021; IV Premio Nacional de Poesía “Germán List Arzubide”), Dibujar el fin del mundo (Editores UACH, 2019; Premio Estatal de Poesía Joven “Rogelio Treviño” 2017), entre otros. Su obra ha merecido el reconocimiento de los Juegos Florales “Lagos de Moreno” 2021 en el área de cuento y el segundo lugar en el Premio Nacional de Relato “Sergio Pitol”. Ha publicado textos en revistas y suplementos culturales de México, Colombia y Estados Unidos como Tierra Adentro, Visitas al Patio, Punto en Línea, Punto de Partida, LIJIbero, Nueva York Poetry Review, Rio Grande Review, El Heraldo de Chihuahua, entre otras, así como diversas antologías de cuento y poesía. Ha sido becario del curso de verano de la Fundación para las Letras Mexicanas, del Festival Interfaz de ISSSTE-Cultura y del Fondo Municipal para Artistas y Creadores. Actualmente es Jefe de Unidad Editorial en la Facultad de Filosofía y Letras de la UACH, donde es editor responsable de la revista Metamorfosis y corrector de estilo de la revista QVADRATA. Es director editorial de Sangre ediciones y director general de la revista Fósforo. Litertura en breve.

“Misoginia, machismo y sadismo en la narrativa de Fernando Ampuero, Roberto Bolaño y Mempo Giardinelli: El placer del texto.”

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La novela dura es por ende machista y misógina fruto de la caracterización de los protagonistas quienes por lo general son personajes amorales y rudos y también por la inconfundible temática del subgénero que requiere el uso y abuso de la mujer. En el presente trabajo se analizan las siguientes novelas: Hasta que me orinen los perros (2008) de Fernando Ampuero; Amberes (2002), Una novelita lumpen (2009), La pista de hielo (2009), y 2666 (2004) de Roberto Bolaño; y Luna Caliente (1983) de Mempo Giardinelli (Se han seleccionado para los ejemplos más textos de Bolaño por tener una ouvre más cuantiosa a la par que el autor chileno ejemplifica mucho mejor las consideraciones de este estudio). Cada uno de estos textos refleja el trato virulento de los personajes femeninos que son sádicamente maltratados y violados. Una lectura cursiva de los textos expondría numerosos ejemplos del abuso de la mujer encarnada en las obras de Ampuero y Bolaño. En contraste, todo el texto de Luna caliente ejemplifica la evidencia de misoginia y sadismo que propone el presente estudio. Es evidente asimismo qué si se mira el texto con la perspectiva de Roland Barthes aplicando el prisma de El placer del texto, el lector encontrará una relación sadomasoquista entre el lector y el texto. Las particularidades asociadas con los textos de Bolaño aportarían a los lectores jouissance muy semejante al embelesamiento cogido por el auditorio de un “snuff-film.”

Es importante recordar que la novela policiaca se consideró por décadas paraliteratura; un subgénero popular de poca importancia académica. En las tres últimas docenas de años, sin embargo, el subgénero narrativo ha recibido una re-evaluación crítica: La emergencia de estudios culturales y la importancia que este tipo de narrativa tiene en su relación a la cultura popular, ha catapultado un boom de estudios sobre la novela detectivesca. La novela policiaca puede trifurcarse en tres vertientes: la primera es la clásica, la tradicional, que tienen como protagonista a un investigador invulnerable, casi un comic book hero, de aptitudes infalibles y gracias al empleo métodos pseudocientíficos y racionales, logra descartar una miríada de pistas falsas y sacar en limpio aquellas acertadas huellas que lo conducen hasta el culpable, generalmente el individuo menos sospechoso. Un buen ejemplo de dicha vertiente clásica es Sherlock Holmes.

La segunda vertiente es conocida como tough guys fiction o hard-boiled fiction (narrativa dura) y se da a conocer en los Estados Unidos en la década de los veinte. El investigador que aparece en tales ficciones no es necesariamente un policía o un individuo afiliado a las autoridades legales. Tampoco es imprescindible que sea un detective privado ya que tal indagador podría ser un neófito en cuanto a investigaciones fuera de su control. Este tipo de investigador, por lo tanto, no puede emprender una examinación objetiva de los hechos por formar parte de las circunstancias y pertenecer a la realidad de los otros personajes: no existe la distancia reguladora del género clásico.

    La tercera vertiente la identifico como auto/biografía criminal. En esta relación narrativa no existe una investigación per se y el narrador/protagonista es uno de los infractores de varias felonías descritas retrospectivamente y por ello se pone en tela de juicio su narración por no existir la distancia reguladora. Uno de los mejores exponentes de dicha vertiente es la novela El túnel (1948) de Ernesto Sábato y Luna caliente (1983) de Mempo Giadinelli.

    Se debe apuntar que las tres vertientes tienen precisos componentes en común que son importantes sostenes del género noir. Por ejemplo, la crítica social es muy trascendental en las tres vertientes, pero es mucho más refinada en las novelas de Agatha Christie y en las aventuras de Sherlock Holmes que en las novelas duras de Raymond Chandler, Dashiell Hammett y Manuel Vázquez Montalbán. Las tres vertientes también tienen en común la brutalidad que frecuentemente manifiestan los seres humanos y, frecuentemente, coligado con eros. Se debe apuntar nuevamente que los encuentros y alusiones sexuales suelen aparecer muy prudentemente en la primera vertiente que en las otras. Las tres vertientes frecuentemente cunden con referencias gastronómicas que por lo general dispensan una perspectiva de la cultura en la que se encuentra el sabueso. Con los exóticos platillos y por medio de las exposiciones de exquisiteces gastronómicas o de muy humildes migas, la clase social a la que pertenecen los personajes observados es delineada. Es también ostensible en la novela dura la misoginia que se observa en la brutalidad con la cual se tratan a los personajes femenino—particularmente en dos de las vertientes que se examinarán a continuación. Este ensayo examinará varias novelas de los autores mencionados y comparará y contrastará las novelas en cuestión y explicará cómo se asemejan y diferencian en cuanto a los temas de misoginia, violencia y machismo, y el placer, jouissance, que dichos textos ofrecen a ciertos lectores.

   Hasta que me orinen los perros de Fernando Ampuero relata la triste historia de un taxista, Alberto, quien vive con su mujer, Rosa, en un barrio pobre en los cerros que rodean la ciudad de Lima. La vida del matrimonio se complica cuando le roban el coche al taxista. Como consecuencia, Alberto decide retomar su vida y existir en una especie de contextualismo ético que le permita sobrevivir en un ambiente criminal e inmoral. Raimundo, amigo de Alberto, esta´ involucrado en el negocio de ¨los borrachos.¨ Raimundo y otros taxistas suelen obtener ingresos adicionales por medio del robo. Dichos taxistas recogen pasajeros ebrios y amodorrados y los venden a diferentes huecos o guaridas de ladrones que despluman a los pasajeros y entregan al taxista parte del botín. Como resultado de sus latrocinios, los problemas económicos de Alberto se resuelven. Sin embargo, su mujer (Técnico Rosa Chávez), pertenece al cuerpo de policía motorizada de Lima y ésta sospecha del cambio financiero del marido.

           Es sumamente irónico y jocoso que la mujer de Alberto sea policía y aspire avanzar hacia posiciones superiores dentro del cuerpo de policía motorizada de Lima. Por medio de tan sorprendente oposición binaria, Fernando Ampuero alcanza entrelazar varios motivos muy típicos de la novela negra: crítica social, eros, heteroglossia (la jerga local, en particular) y la violencia, para sólo mencionar por ahora, los que se desplazan del ying/yang resultante de Alberto y Rosa. Pero también se encuentran ejemplos donde a la mujer se cosifica y el tratamiento que recibe la mujer policía no es comparable a la que reciben los varones.

            La crítica social se incrusta en el texto de tal manera que todas las observaciones del narrador omnisciente relacionadas con los personajes y su medio ambiente disfrutan de un evidente subtexto social. En las breves introducciones que preceden a los diez apartados en que se divide la novela, en donde el narrador filosofa sobre lo que sucederá a continuación, en el pseudo-epígrafe que aparece antes del apartado décimo y último de la novela, el narrador describe al promotor de tanta corrupción: “Y, por cierto, no es tu culpa, Tampoco es mi culpa. Creo que la culpa la tiene esta ciudad. Lima hace con nosotros lo que quiere” (Hasta que me orinen los perros, 143). Los personajes de la novela has suspendido o descartado la ética y la moral para conseguir lo que la sociedad, la ciudad les ha rehusado y ellos creen se merecen sin condiciones.

            La presencia de eros se manifiesta frecuentemente como consecuencia del aparente deleite del narrador al describir los encuentros sexuales de Rosa y Alberto. Rosa es una mujer muy guapa y su uniforme resalta la belleza de su cuerpo: “Rosa quería conducir moto, con el mismo ímpetu que otras muchachas anhelan ser actrices o surfistas. Le gustaba moverse y sentir aire en la cara. Y a todo ello le encantaba el uniforme. Casco, casaca de cuero, ceñidos pantalones de montar, botas altas” (40).  Rosa ha descubierto que los hombres le dirigen miradas lascivas “[…] a su apetecible cuerpo cuando iba en moto” (100). Dicho tema lo discute Rosa con Alberto mientras se encuentran en la cama: “[…] ‘Ahora los hombres me miran como si quisieran violarme ahí mismo.’  ‘¿Te gusta?’ ‘Me gusta, sí, pero solo cuando me imagino que eres tú el que desesperadamente quiere metérmela’” (101). Los juegos eróticos que practican en la cama eran innumerables, pero el más anticipado, el más tangible por un lector alerta, tendría que ser la escena a continuación: “[…] ella con botas, casaca y casco policial, montándolo, y él, desnudo, siendo su cabalgadura” (101).

            Rosa no está de acuerdo con los negocios ilegales de Alberto y le pide que desista del latrocinio que realiza con su padilla todas las noches: “—Tienes que dejar este asunto, Alberto—suplicó–. Vamos a acabar pésimo” (110). Albero le recuerda a su mujer de los días de miseria que sufrieron: “[…] De vivir de préstamos. De prestarnos plata hasta que nadie nos dé un centavo. Hablo de sentir hambre. ¿Te acuerdas cuando no llegábamos a fin de mes? ¿[…] los dos teníamos que comer una vez al día un plato de lentejas?” (111). Fortuitamente, Alicia cambia de parecer cuando un borracho la atropella y es internada en un hospital. Alberto continúa con su evidencia argumentación de que son solo borrachos malgastando sus vidas y su fortuna. Convencida, Alicia responde: “–Sí, tienes razón—dijo ella, tomando aliento–. Son sólo borrachos—y de pronto, con un tono visiblemente rabioso, añadió:–¡Borrachos. . . ! ¡Jode a esos malditos!” (152).

            La decadencia del pueblo se nota particularmente cuando los signos de una economía en mejora dependen en el número de borrachos que la pandilla puede desbalijar. El título proviene de la explicación que un borracho le da a Alberto cuando éste le explica que los bares se cierran: “–Me llevo las cervezas a la calle y allí sigo chupando, como los machos. Así se portan los hombres. Yo acabo siempre solo, chupando en la calle. . . . ¡Chupo solo, en la calle, esperando el amanecer! ¡Chupo . . . hasta que me orinen los perros!” (121). Se debe recalcar que en esta novela el tratamiento del género femenino, a pesar de que una de las mujeres es detective, reanuda un tratamiento machista de la mujer.

            La hojarasca de artículos y tesis doctorales que han surgido alrededor de los textos del destacado escritor Roberto Bolaño (quien murió tan prematuramente), no han desarrollado el tema que me propongo tratar en este artículo. Las novelas Amberes (2002), Una novelita lumpen (2009), La pista de hielo (Anagrama, 2009), y 2666 (2004) captan a los personajes femeninos bajo un fulgor machista y, frecuentemente misógino que, posteriormente descubrí, al leer El secreto del mal, no era el resultado de (mis)lecturas (misreadings). En uno de esos textos que componen al libro–que no son ensayos y tampoco se acercan a la ficción–Bolaño disertaba sobre un artículo por el laureado nobel V. S. Naipaul sobre una costumbre parafilíaca (valga la palabra) de los argentinos. Bolaño expone en los siguientes renglones como Naipaul recoge y describe dicha propensión/afición:

“[…]. Y de pronto, sin que el lector de su crónica esté avisado, empieza a hablar de sodomía como una costumbre argentina. Una práctica que no se limita a las relaciones homosexuales, de hecho, ahora que lo pienso no recuerdo que Naipaul mencione homosexualidad. El habla de relaciones heterosexuales [. . .]. lo que lleva a Naipaul a concluir que Argentina es un país recalcitrantemente machista (El secreto del mal, 54-55).

Este estudio esgrimirá el texto citado por Bolaño y desplegará su presencia (presencia subtextual) a través de los escritos del narrador chileno. De tal manera, olvidando que el escritor ha muerto (lo cual permite leer los textos y armar algo que los formalistas arguyen es un pecado capital y muy informal), se analizará la posible deliberada intención del autor de exhibir, por medio de sus narradores, a los personajes femeninos como indecisos, problemáticos, desquiciados,

            El texto de Amberes es una colección de narraciones inconclusas e inconexas, concluiría un lector ingenuo y al cual aludía Bolaño en una entrevista cuando dijo: “me importaba un comino que me entendieran o no.”[i]

            La novela trata de una investigación policiaca donde dos personajes, un policía y una joven pelirroja (posible víctima de una violación) aparecen y desaparecen a través de cincuenta y seis secciones de desiguales dimensiones–muchas de tres páginas y algunas de sólo un párrafo. El leitmotiv que surge en algunas de las unidades es un sueño que un personaje tiene repetidamente, al parecer el policía, donde aparece una mujer sin boca o un pasillo lleno de mujeres sin boca. Bolaño permite que los pensamientos, el inconsciente del narrador resbalen sobre las páginas del texto caóticamente y sin objetivo aparente. La metaficción, entre otros mecanismos posmodernos, arman y desarman, construyen y (des)construyen al texto poéticamente.

            Amberes recuerda a Rayuela por esos segmentos desencadenados que hay que armar como si el libro fuera un rompe cabezas. La intención de este estudio, para repetir, es mostrar aquellos elementos misóginos y machistas del texto. El segmento once, titulado “Entre los caballos,” se menciona el sueño de la mujer sin boca de un personaje masculino, quién como parte de su descripción, de sus características, se dice que solo escribe “breves textos policiales.” Dado el tema de la novela, una investigación policial, que se encuentra sepultada dentro de profusas asociaciónes libres, la alusión metaficticia es evidente. El título del fragmento, “Entre los caballos,” puede tener ecos freudianos si se recuerda la asociación entre las niñas y los caballos. Según Bruno Bettelheim,[ii] las niñas tienen “una compleja relación con los caballos” y esto “puede expresar diversas necesidades emocionales que la chica intenta satisfacer.” En dicho fragmento se describe a un individuo que se enamora y necesita dinero para ir a la ciudad de su prometida. Este individuo sin nombre se puede identificar por su sueño repetitivo con mujeres sin boca. Evidentemente es un perdedor como podemos concluir por los siguientes renglones: “El tipo reconoce que está acabado. Sólo escribe breves textos policiales. El viaje se aleja de su futuro, se pierde, y él permanece apático, quieto, trabajando de manera automática entre los caballos” (33). Una explicación posible por el título, “Entre los caballos,” podría ser su inhabilidad de poder lidiar con el género femenino.

            El fragmento encabezado “Tenía el pelo rojo,” continúa con el motif del libro respecto a las mujeres sin boca y ofrece más información sobre la violación y posible asesinato de una mujer. El sargento le hace una entrevista a una muchacha que “había presenciado una violación y el sargento pensó que podía servirle de testigo. Pero en realidad él iba detrás de otra cosa” (39).  Es muy típico de Bolaño dejar numerosas lagunas a través de los textos y este fragmento es un buen ejemplo de la poca comunicación desplayada.  El segmento termina muy ambiguamente: “La muchacha pelirroja miraba el atardecer desde el establo en llamas” (39). Una lectura psicoanalítica, freudiana de ese establo y llamas propone el acto sexual y la inhabilidad de controlar las emociones.

El fragmento titulado “A veces temblaba” describe la violación de una mujer por el ano: “Así que el poli apagó la luz y se bajó la bragueta” (62). La descripción del acto violento es gráfica y el fragmento se convierte en una pieza más del rompecabezas: ¿Lo que se presencia en este apartado es la violación que se investiga o el policía tiene una aventura erótica mientras investiga el crimen (lo cual sería muy característico de las novelas policiacas en las cuales el detective tiene aventuras sexuales en el proceso de indagación)?  En la última página de esta sección, el narrador omnisciente escribe lo siguiente: “El policía, la impostura que es el policía […]” (64). Lo cual permitiría conjeturar que este individuo se hace pasar por policía para seducir y violar a las mujeres. Sin embargo, al parecer la narración expone la historia de dos mujeres, de una manera tan enmarañada, que el lector activo se ve obligado a armar el enigma de la violación y posible asesinato de una mujer.

            En el siguiente segmento, “La Pelirroja,” los subsecuentes renglones describen a una de las mujeres (¿o es la misma?): “Tenía dieciocho años y estaba metida en el negocio de las drogas […] cada quince días se metía en la cama con un tira de la Brigada de Estupefacientes […]. El tira la ponía en cuatro patas […]. El vibrador ya no tenía pilas y él se las ingenió para hacerlo funcionar con electricidad” (74). El segmento citado da más particularidades acerca de la cosificación y animalización de la chica (“cuatro patas”) y, desde un punto literario, Bolaño manosea la pornografía. La delineación de la joven convirtiéndose en una muñeca erótica para el policía que usa la electricidad sin importarle la posibilidad de electrocutar a la joven. He aquí la clásica explotación y abuso del género. Para algunos, la relación entre el “tira” y la pelirroja es el típico lazo sado/masoquista. Sin embargo, no hay que olvidar el poder que tiene el policía sobre la joven quien vendía drogas, y posiblemente ha cometido otros crímenes, lo cual tiene como consecuencia la expoliación de la mujer.

            El segundo texto que se examinará es Una novelita lumpen (Barcelona: Anagrama, 2002), está narrado retrospectivamente por una mujer y trata de reflejar el instinto maternal femenino. Los primeros renglones del texto informan al lector sobre el pasado de la narradora/protagonista: “Ahora soy una madre y también una mujer casada, pero no hace mucho fui una delincuente” (13). El hermano, menor que ella, está metido en ciertos negocios turbios que ella desconoce pero al parecer son ilícitos. Como resultado, los negocios son de poca monta y muy poco dinero se saca de ellos y la mujer se ve obligada a mantener a los hombres que su hermano trajo a casa. Dichos individuos disfrutan sexualmente de la mujer sin que el hermano intervenga o le importe. La relación entre estos dos hermanos aparentemente es incestuosa pero de ello el lector no es totalmente informado. La situación económica empeora y la mujer describe lo difícil que es mantener una casa con cuatro personas: “Mi salario no alcanza para mantener a cuatro personas y encima hacer frente a los gastos de una casa […] tuvimos que empeñar el anillo se casamiento de mi madre y varias cosas más […]” (61). El término lumpen, usado en el título de la novela, se refiere al grupo de indigentes descritos en el texto que se aprovechan del buen corazón de la mujer para explotarla. En un momento en su pasado, cuando trabajaba para mantener a los hombres, una de sus compañeras de trabajo le comentó sus planes de matrimonio con el hombre amado y la mujer reacciona de la siguiente manera: “[…] por un instante creí que me estaba volviendo loca. No podía der crédito a lo que oía” (76). Tal alejamiento de la realidad cotidiana y ordinaria como resultado de estar psicológicamente enjaulada por los hermanos y los otros hombres, la lleva a tener una vida promiscua y sin amor—tal vida la trasfigura en una persona cínica para quien la felicidad proclamada por otros individuos es una fantasía. Los últimos renglones del texto reflejan el estado psicológico de la mujer después de la experiencia (positiva y/o negativa) de esos años: “[…] que venía de otro mundo, un mundo que ni los satélites que giran alrededor de la Tierra pueden captar, y donde existía un hueco que era mi hueco, una sombra que era mi sombra” (151). El texto contiene varias escenas eróticas donde la mujer se convierte en un juguete para los amigos del hermano, los deplorables, y ella paulatinamente, recordando el síndrome de Estocolmo, es la que inicia los juegos sexuales. La novela continúa con esbozos femeninos patentemente misóginos y deplorables.

            En La pista de hielo (Barcelona: Anagrama, 2009—1993), Bolaño dibuja un par de mujeres lumpen y lúgubres. La novela está dividida en diversas unidades de variada extensión encabezadas por el nombre del personaje de quien se habla y así los textos se contraponen ofreciendo al lector una especie de fuga musical—dichas secciones describen la subsistencia pordiosera de los personajes.

            Hay dos mujeres que se describen con características repugnantes—padecen de cropofília o fecofilia como se puede discernir por los siguientes renglones: “[…] la gente se cagaba en las duchas, en el suelo […] con mierda escribían en las puertas y con mierda ensuciaban los lavamanos. Mierda primero cagada y luego acarreada hacia lugares simbólicos y vistosos: el espejo, la bomba de incendio, los grifos […]” (37). Se hace una investigación en el camping y se descubre que son dos mujeres: “[…] Así descubrieron que las tropelías fecales ocurrían a una cierta hora de la noche y la principal sospechosa resultó ser una de las dos mujeres que yo solía ver en la terraza del bar” (37). El fragmento se titula “Gaspar Heredia” y relata como dicho individuo quien trabaja para el camping, habla con las dos mujeres sin acusarla de hacer dibujos en el baño con materias fecales:

[…]. Me acerqué a ellas llevando mi taza en una mano y mi linterna de vigilante en la otra […]. ¿Qué podía decir yo? Sólo bobadas. Una atmósfera de extraña dignidad las cubría protegiéndolas. La joven era silenciosa y oscura. La vieja, por el contrario, era parlanchina y tenía el color de la luna, de una luna astillada que se venía abajo. […]. Entonces la vieja comenzó a cantar […] una voz educada. Aunque no entiendo nada de ópera creí distinguir trozos de diferentes arias” (38-39).

En los renglones citados se observan alusiones a Darío y Lorca y el comienzo de la elaboración negativa de las características de las mujeres. Las particularidades de las dos mujeres continúan en las siguientes líneas con rasgos turbios y tenebrosos: “[…] Y si la miré pude notar que su rostro tenía la virtud de la goma de borrar. ¡Se iba y volvía! Tanto, y de forma tan pronunciada, que hasta el alumbrado del camping comenzó a parpadear, a crecer, a disminuir […] la vieja dijo algo en alemán y cesó el canto” (39). La vieja al parecer es una mujer venida a menos que habla alemán y canta arias mientras que la joven está enferma y “[…] se mantenía dueña de una notable fuerza de voluntad que la abstuvo de toser mientras la vieja cantaba” (39). Los renglones citados apuntan a dos personas turbadas: la vieja con sus arrebatos musicales y la joven enferma física y mentalmente.

            La identidad de las dos mujeres se revela paulatinamente y su indigencia la explica la vieja intenta lograr asistencia para la joven enferma quien “[…] diariamente sangraba de la boca y de la nariz […]” (134). La vieja, cantante de ópera, Carmen de nombre (el narrador juega con el lector poco instruído), la hallan asesinada. El narrador recalca la deshumanización del pueblo para quienes el descubrimiento de la pista de hielo fue más impactante que el cadáver de Carmen: “En el centro estaba la pista de hielo. En medio de la pista vi un bulto oscuro, ovillado, negro como alguna de las vigas que cruzaban relampagueantes el cielo raso. La sangre, desde diversos puntos del cuerpo tumbado, había corrido en todas las direcciones, formando dibujos y figuras geométricas que a primera vista tomé por sombras” (146).  La imagen súbita del cadáver de Carmen en la pista de hielo y las pinturas abstractas creadas por el derramen de la sangre cincelan el estilo violento y pornográfico de Bolaño. Para el pueblo, el costo de mantener una pista de hielo costaba mucho más que lidiar con indigentes.

            En 2666, la galería de feminicidios y la descripción de los cadáveres impresiona vívidamente al lector quien (re)coge de los renglones de la novela, tan sadicamente descriptivos, lo que en el género cinemático equivaldría a un “snuff film.” La siguiente discusión es sumamente repulsiva por la manera en que los policías tratan de determinar cuál es el máximo número orificios por los cuales una mujer puede ser violada.  La insensibilidad de los policías al hablar de los despojos de las mujeres, recalcan el papel del narrador vis-à-vis el lector como una relación sadomasoquista:

Según el forense, Mónica había sido violada anal y vaginalmente, aunque también le encontraron restos de semen en la garganta, lo que contribuyó a que se hablara en los círculos policiales de una violación “por tres conductos.” Hubo un policía, sin embargo, que dijo que una violación completa era la que se hacía por los cinco conductos. Preguntando sobre cuáles eran los otros dos, contestó que las orejas. Otro policía dijo que él había oído hablar de un tipo de Sinaloa que violaba por los siete conductos. Es decir, por los cinco conocidos más los ojos. Y otro policía dijo que él había oído hablar de un tipo del DF que violaba por ocho conductos […] los siete clásicos, más el ombligo, al que el tipo del DF practicaba una incisión no muy grande con su cuchillo […] (577).

Tales imágenes sangrientas empapan las 1119 páginas del texto. Sin embargo, es posible que algunos lectores encontraran placer en el texto (o como diría Barthes jouissance) al leer descripciones del slice and dice de las mujeres.

            En El secreto del mal, editado por Ignacio Echevarría (Barcelona: Anagrama, 2007), la Nota Preliminar indica que:

La obra entera de Roberto Bolaño permanece suspendida sobre los abismos a los que no teme asomarse. Es toda su narrativa, y no sólo El secreto del mal, la que parece regida por una poética de la inconclusión. En ella, la irrupción del horror determina, se diría, la interrupción del relato; o tal vez ocurre al contrario: es la interrupción del relato la que sugiere al lector la inminencia del horror (8).

Tal “poética de la inconclusión” es la que frustra al lector ingenuo y la misma que desafía al lector activo. Tampoco hay que descuidar la propensión a la pornografía en los textos de Bolaño lo cual puede detraer de su prosa poética, seductora y adictiva. Numerosos estudios han señalado que la pornografía degrada a las mujeres al utilizarlas como objetos sexuales para el disfrute de los hombres, ya que, de hecho, en la gran mayoría de las películas y fotografías el hombre tiene un papel dominante. También critican a la pornografía por estar en su inmensa mayoría dirigida a un público masculino, generalmente heterosexual, y por lo tanto ofrecer una visión muy unilateral de la sexualidad. Una cita frecuente es que «la pornografía es la teoría, la violación la práctica», y muchos condenan la representación de la sexualidad femenina llevada a cabo por los medios de comunicación como una forma de promoción de la violencia contra el género femenino y de la sumisión sexual y política de las mujeres.

  Bolaño, sin embargo, tiene mucho que ofrecer en su ficción. Ortega y Gasset escribió hace muchas décadas que “la claridad es la cortesía del autor hacia el lector.” En contraste, Jean Génet escribió que “la oscuridad en la cortesía del autor hacia el lector.” Iser coincidiría con la poética de la omisión en la cual el lector deber rellenar las lagunas del texto. Indudablemente, Bolaño podría representar las tres configuraciones por su claridad, su obscuridad y omisión. Este somero repaso de algunos textos de Bolaño establece una posible conexión entre los textos del autor y la jouissance, el deleite que ciertos lectores registran según The Pleasure of the text de Barthes.

Luna caliente[3] de Mempo Giardinelli se destaca por su misoginia, un resonante humor de patíbulo, y el vertiginoso ritmo al cual el lector es sometido por un narrador en tercera que conduce a un final inesperado. Tales son los aspectos más resonantes de esta narración policial. Sin embargo, en Luna caliente no existe una investigación per se y el protagonista es culpable de varias felonías descritas retrospectivamente por un narrador en tercera que se concentra en la perspectiva de Ramiro, el protagonista, psicópata y aborrecedor del género femenino. El uso de la tercera persona es muy conveniente en la narración en esta novela puesto que la ocultación necesaria, muy típica del narrador en primera de las novelas duras, no justificaría el entrometido hablador de tercera que expone el consciente e inconsciente de Ramiro, y que le impide esquivar y racionalizar sus crímenes horrendos y su misoginia.

El marco de la acción de Luna caliente es la Argentina de 1977 cuando ésta se encontraba sometida a la dictadura militar y la aparición cuerpos muertos y torturados era hecho cotidiano y por ello no hay mucho revuelo cuando se descubre el cadáver del individuo asesinado por Ramiro. La delineación de los actos criminales y las reflexiones y racionalizaciones al respecto presentan unos cuadros frecuentemente grotescos y eróticos que el narrador en tercera consigue felizmente.

La narración se abre describiendo a Ramiro y su visita al Chaco después de ocho años de ausencia. El joven había recorrido al mundo y solamente tenía treinta y dos años. Ramiro se encuentra cenando con el viejo amigo de su padre, un veterano médico de campaña, y con la familia del médico en la casa de Fontana donde reside la familia. El narrador informa al lector en la primera página que Ramiro al ver a la hija del médico, Araceli, de trece años de edad, piensa lo siguiente: ″Sabía que iba a pasar, lo supo en cuanto la vio″ (11). Tales pensamientos crípticos se explican cuando el narrador describe el deslumbramiento de Ramiro al ver a Araceli:

Tenía el pelo negro, largo, grueso, y un flequillo altivo que enmarcaba perfectamente su cara delgada, modiglianesca, en la que resaltaban sus ojos oscurísimos, brillantes, de mirada lánguida pero astuta. Flaca y de piernas muy largas, parecía a la vez orgullosa y azorada por esos pechitos que empezaban a explotarle bajo la blusa blanca. Ramiro la miró y supo que habría problemas: Araceli no podía tener más de trece años. (11)

Dicha atracción por la niña conduce a Ramiro Bernárdez a cometer varias felonías que incluyen el asesinato del médico y los varios intentos de ultimar a Araceli. La primera violación de Araceli toma lugar la noche de su visita al médico cuando lo invitan a pasar la noche en el hogar de ese viejo amigo de su padre. Durante la noche, Ramiro se dirige a la recamara de la niña y la viola sádicamente. En otro momento se estudiará más detenidamente la fascinación con la paedofilia que se observa en las obras de numerosos escritores canónicos. Entre los profusos narradores obsesionados por el tema se pueden citar a Chaucer y su Canterbury Tales en la cual hay una historia inconclusa donde se relata la experiencia de un anciano de nombre Januarius, esposado con una niña adolescente. Otro renombrado novelista es García Márquez quien ha causado revuelo con su Memorias de mis putas tristes. La presencia de adolescentes involucrados en actos sexuales en la narrativa de García Ponce ya se ha discutido en Revista de literatura mexicana contemporánea (Julio–Septiembre, 2007). Rosa Montero describe adolescentes madurados sexualmente muy prematuramente en varias de sus novelas. Sin embargo, la novela que ha causado el derramen de mucha tinta en el universo de las letras ha sido Lolita de Vladimir Nabokov . Las novelas descritas tienen una afinidad, aunque muy tenue, a Luna caliente, como se mostrará a continuación.

  Teniendo en consideración las obras mencionadas, una descripción de varios eventos de Luna caliente ilustrará algunos de los paralelos entre dichas obras. La primera violación de Araceli la describe el narrador brutalmente delineando el sadismo y el rencor de Ramiro contra el género femenino:

[…] Y entonces él le tapó la boca con una mano, conteniendo el alarido. Forcejearon, mientras él le rogaba que no gritara, y se acostaba sobre ella, apretándola con su cuerpo […]. Ella sacudió la cabeza, desesperada por zafarse de la boca de Ramiro, por volver a respirar, entonces fue que él, enloquecido, frenético, le pegó un puñetazo […]. Pero como Araceli gimoteaba ahora ruidosamente volvió a pegarle, más fuerte, y le tapó la cara con la almohada […]. Entonces volvió a cubrirla y pegar trompadas sordas sobre la almohada. (22–23)

La psicopatía del individuo se recalca cuando después de un acto inhumano se dice y se repite así mismo que ″[…] la luna estaba muy caliente, esa noche en Fontana″ (23).

  Ramiro intenta retirarse de Fontana y entra en su coche mientras que en su cerebro hay un remolino de dudas y de caminos a seguir después de haber violado y probablemente asesinado a Araceli. Entre las posibilidades se encontraban suicidarse o escaparse a Bolivia. En ese momento una mano se posa en su hombro y la voz del médico le pide un cigarrillo. El médico, Braulio Tennembaum, le propone ir a buscar más licor y Ramiro, paranoicamente, concluye que el padre de Araceli ha descubierto su fechoría y se propone aniquilarlo. El médico aparentemente desconoce los sucesos acaecidos a su hija y solamente tiene como propósito continuar bebiendo:

Ramiro se desesperó: los borrachos, cariñosos, son doblemente pesados. Se preguntó dónde habría estado el hombre durante . . . bueno, durante lo que pasó. Evidentemente, no había visto ni escuchado nada. ¿Y si era una trampa? No, por borracho que estuviera, el tipo hubiera reaccionado de otra manera, no pidiéndole un cigarrillo. (30)

Braulio insiste en que Ramiro lo conduzca al pueblo y en camino son detenidos por una patrulla. Tal suceso permite al narrador describir e impugnar un país bajo el yugo de un gobierno dictatorial y un cuerpo de policía corrupto:

[…] En cualquier momento podía aparecer una tanqueta del ejército. Así le habían contado se vivía en el país, desde hacía un par de años. (38)

––Este país es una mierda, Ramiro. Era hermoso, pero lo convirtieron en una completa mierda. (41)

El episodio concluye después que Ramiro le da varios puñetazos al borracho y planea escrupulosamente un ″accidente.″ El coche Ford que conduce lo lanza contra la baranda de un puente:

[…] se sentó sobre el cuerpo del otro y arrancó. Aceleró al máximo, pasando los cambios con premura, enfiló hacia el puente y, unos metros antes, aterrado, profiriendo un grito espantoso que él mismo desconoció en su garganta, saltó del coche un segundo antes de que se estrellara contra la baranda con un horrible estrépito de acero y cemento. (51)

El narrador aprovecha la oportunidad para discurrir sobre los pensamientos de Ramiro después de haber cometido el crimen: ″Todo salió bien, se dijo. Y se espeluznó de su propia certeza, de la repugnante serenidad de su comentario″ (51). Tal delineación de las características de este protagonista psicópata se destacan aún más cuando Ramiro rememora cuando era niño haber matado cuatro gatitos encontrados en su casa:

[…] Y se quedó así, paralizado ante el cuadro que veía, de suciedad y repulsión, hasta que observó que cuatro pequeños gatitos se deslizaban, casi reptando, por debajo de la mesa, como buscando refugio en otro lado. Entonces, fríamente, cerrò la ventana que daba al patio, la puerta que daba a la cocina […] y que comunicaba con el resto de la casa. Excitado por su venganza regresó al coche […] Casi un mes después [encontraron] cadáveres descompuestos. (47)

Ramiro niega toda responsabilidad y se pasó la tarde viendo una película graciosa de Luis Sandrini. Tal descripción del comportamiento del protagonista a temprana edad muestra esa anomalía que se registra en una falta de estima por los animales y que resurge es su falta de empatía en su relación con los seres humanos.

  La policía cuestiona a Ramiro respecto al ″accidente″ acaecido al Dr. Braulio Tannembaum y el narrador describe como Ramiro logra convencer a las autoridades que el médico le había quitado el coche y se había marchado sin él. Ramiro se sorprende que no le cuestionen sobre Araceli y para su sorpresa ella reaparece y le pide otra cita. La niña desea continuar teniendo relaciones violentas a las cuales la ha expuesto Ramiro. A pesar de que el violador no quisiera continuar con tales escaramuzas, la muchacha lo chantajea y Ramiro tiene otro encuentro sadomasoquista con Araceli. La chica le explica que la policía pasó por su casa y le hicieron muchas preguntas a ella, su madre y sus hermanos. Luego le informa a Ramiro que no tiene que inquietarse–pero la insinuación es que Ramiro tiene que saciarla:

Se pasó las manos por los muslos, suave, con sugerencia, de arriba hacia abajo. Su respiración se hizo más fuerte; aspiraba con la boca abierta. Ramiro reconoció que se excitaba.

Vení––dijo ella, alzándose la pollera. Al leve brillo de la luna sus piernas aparecieron perfectas, torneadas, de un bronceado mate, y Ramiro sintió que se iba a correr cuando vio que ella no tenía nada bajo el vestido. (101)

El acto sexual es violento y sangriento y mientras están abrazados y exhaustos Ramiro comienza a analizar las circunstancias y lo que siente por Araceli:

[…] el terror y la excitación combinados que le inspiraba Araceli. Porque ahí creyó descubrir que estaba abrazado a algo maligno, infausto, execrable. Pero también vio que algo siniestro había en su propia conducta: él había corrompido a la muchacha. […] Presintió el prematuro fin de su carrera, de su incorporación a la docencia universitaria […] Todos sus sueños se fracturaban […] Y esa chica, esa adolescente, era la que lo arrastraba ahora con una determinación diabólica […] Araceli era insaciable; lo sería irrefrenablemente […]. (101–02)

Los largos trozos citados conducen al presente lector a dos conclusiones: Primero, el temor de Ramiro a la impotencia sexual a su temprana edad como resultado de la agresividad sexual de la adolescente—lo motiva a asesinar a la niña; y segundo, el narrador parece sugerir que el temor a una mujer ardiente, a una furia vaginal a la cual Ramiro no puede satisfacer, causa ese temor sobrenatural que se discutirá más adelante. Se podría leer también a través de las páginas de Luna caliente, la posibilidad de que Ramiro tema que Araceli sea un súcubo, o algún demonio con una vagina dentata que le absorbe su energía.

  Ramiro monologa acerca de la posibilidad de que Araceli sea un monstruo a través del texto. Tales ponderaciones son precipitadas por los eventos que toman lugar poco después de la escena de amor descrita arriba. La policía arresta a Ramiro al estar convencidos de que el asesinó a Braulio. La descripción de Ramiro en la cárcel, rodeado de policías acusándolo del asesinato y éste negando el crimen, le sirve como pretexto al narrador para disertar sobre la situación desagradable en la cual se encontraba Argentina durante esa época. Ramiro reflexiona sobre la posibilidad de que lo torturen para que confiese el asesinato. Sin embargo, Ramiro es puesto en libertad cuando Araceli les informa a las autoridades de que ella y Ramiro estaban en la cama cuando el padre tiene el ″accidente.″ Los policías sueltan a Ramiro y lo felicitan por su acoplamiento con la niña––lo cual no tiene sentido puesto que Ramiro legalmente había cometido otro crimen al tener relaciones sexuales con la adolescente. Tal escape inesperado de la justicia conduce a Ramiro a la siguiente disquisición:

¿Y Araceli? ¿Por qué había hecho todo eso? Estaba loca esa chica. Una especie de Mefistófeles, de veras, y no era para reírse. ¿Por qué lo había salvado, con esa coartada indestructible, si evidentemente ella sabía que él había matado a su padre? ¿Era un monstruo, esa muchacha? Loca o monstruo, se dijo, era de temer, porque lo tenía atrapado. (139)

Las circunstancias de Ramiro empeoran cuando Araceli concierta una nueva salida al campo para discutir la situación en que el joven se encuentra. Pero tal era sólo un pretexto para que Ramiro le hiciera el amor:

––No, hoy no, nena […] ––Quiero––dijo ella, con voz de niñita perdida en el aeropuerto––. Lo quiero ahora.

Su respiración era entrecortada, ronca. Ramiro se dijo que no podía ser, que era insaciable; debía tener fiebre uterina y se la desperté yo, no puede ser, me va a exprimir, no quiero, y empezó a balbucear y a temblar […] (146)

Ramiro no puede controlar su excitación y terminan haciendo el amor violentamente. Para la consternación de Ramiro, no hay manera de satisfacer a Araceli y ella, encolerizada por la frustración de que Ramiro no tiene las energías para continuar follando, lo muerde y lo golpea a lo cual Ramiro responde violentamente:

Nunca sabría cuánto tiempo estuvo así, pero no dejó de oprimir ni por un instante, mucho después de que Araceli se relajó totalmente, con el cuello quebrado y caído hacia un costado, como un clavel que cuelga de un tallo partido […] Por sobre el cuerpo doblegado de Araceli, y de su cara amoratada que él tenía entre sus manos, la vio entera. Por fin la luna llena, la luna caliente de diciembre […]. (154–155)

Desde la perspectiva de Ramiro y la del lector, esta es la segunda vez que Ramiro ahoga a la niña y en ambas ocasiones el joven culpa a Araceli y a la luna caliente por sus acciones horripilantes.

  Ramiro decide irse al Paraguay porque juzga que las autoridades al encontrar el cadáver de la chica seguirán sus huellas y él se encontrará esperándolos en el octavo piso del hotel ″Guaraní″ en una ciudad subdesarrollada. Mientras espera, comienza a analizar su vida hasta esos momentos, sus estudios en París, sus paseos por la ciudad, y todo su futuro demolido por culpa de la chica y la luna caliente. El tiempo transcurre y no aparecen las autoridades a arrestarlo. Ramiro comienza a discurrir sobre posibles opciones entre las trompadas y los choques eléctricos que sin duda recibiría a manos de la policía y recibir la visita de un Catoblepas ″ese monstruo imaginario de que hablaba Borges, un ser al que todo hombre que le ve a los ojos, cae muerto″ (165). Ramiro miraría al Catoblepas directamente a los ojos prefiriendo la muerte a la tortura.

  Mario Vargas Llosa en Cartas a un joven novelista tiene una descripción del Catoblepas que defiere sustancialmente de lo que piensa Ramiro: ″[…] como el catoblepas, ese mítico animal que se le aparece a san Antonio en la novela de Flaubert (La tentación de San Antonio) y que recreò luego Borges en su Manual de Zoología Fantástica. El catoblepas es una imposible criatura que se devora a sí misma, empezando por sus pies″ (23) y conocido también como Heautontimoroumenos. Otras descripciones y versiones respecto a la criatura se encuentran en Historia Natural, de Plini el Viejo. También han escrito al respecto Claudio Eliano, Leonardo da Vinci y Philip Sidney. Ninguno, sin embargo, sugiere relación alguna entre el Catoblepas y la sexualidad.

  Los últimos renglones de la novela recalcan lo inexplicable cuando Ramiro recibe una llamada de la conserjería y el piensa: ″Finalmente llegaban a detenerlo″ (168). Para su sorpresa, a la par del lector, el individuo le informa que ″Lo busca una señorita, señor, casi una niña″ (169). Sin embargo, la niña no es un (o una) catoblepas. Ella es la nymphet de Nabokov como se puede observar en los siguientes renglones:

Now I wish to introduce the following idea. Between the age limits of nine and fourteen there occur maidens who, to certain bewitched travelers, twice or many times older than they, reveal their true nature which is not human, but nymphic (that is, demoniac); and these chosen creatures I propose to designate as “nymphets.” [4]

La novela termina inconclusa, con una sumersión en lo uncanny, puesto que el lector no es informado acerca de los acontecimientos que acaecen cuando Ramiro se enfrenta a su demonio (un súcubo––aunque la definición de dicha palabra no concuerda) con figura de niña. ¿Es este un crimen sin castigo? Posiblemente la vida impuesta junto con Araceli sería su castigo. Como conjetura Ramiro en los siguientes renglones:

[…] En su vida había conocido a una mujer tan fogosa, pero… ¡tenía solo trece años! Era una situación ridícula. Y además, Araceli iba camino de ser putísima, él no podría con ella, era insaciable. ¡Y apenas estaba empezando! Carajo, se dijo, va a ser muy puta y yo seré un cornudo toda la vida, quien le aguanta el tren. Se removió en la cama, suspirando. Y un cornudo infeliz, para colmo.

No, no se iba a casar. Punto.

Pero no encontraba escapatoria. Se sentía como un gato detrás de la heladera, acosado y con miedo.

Sí, seguía en una situación diabólica. (165)

El texto citado presenta la ironía de compararse con un gato y que sugiere asimismo su posible futuro purgatorio en la Argentina con Araceli.

  Los textos duros inspeccionados en las páginas precedentes recogen una gama de escenarios machistas y misóginos en los cuales la mujer es sexualmente subyugada, humillada, torturada, y descuartizada durante múltiples acontecimientos. Dichos eventos sadistas podrían ocasionar jouissance (bliss, orgasmo) como lo ha explicado Barthes.[5]

  El texto de Ampuero es machista y no roza el sadismo de los otros dos novelistas. Muestra el machismo masculino en cuanto a las fantasías sexuales de los hombres que convierten a la mujer en un objeto sexual. La prosa seductora de Bolaño describe sadísticamente los cuerpos despedazados de las mujeres y las posibles violaciones, penetraciones de las mujeres antes y después de muertas. El relato de Giardinelli, descrito desde la perspectiva de un narrador en tercera persona, quien relata la violación de la niña y el sadismo que surge ulteriormente durante las escaramuzas sexuales del protagonista con la chica. Aquellos lectores que se identifican con los sentimientos del narrador podrían igualmente obtener jouissance, venirse al entrar en tales tablados.

  Hasta la fecha no hay textos femeninos importantes que traten al hombre sadísticamente. El discurso masculino percibido en Rosario Tijeras, con corta diferencia, logra acercarse a los escritos gráficos de Bolaño en su método de ajusticiar a los hombres. No obstante, el lector de dicha novela tiene el filtro de un narrador masculino describiendo los asesinatos de la mujer.

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Notas:..

1. Extracto de la entrevista por Felipe Ossandón, diario El Mercurio, Santiago, 14 de febrero de 2003.

2. Psicoanálisis de los cuentos de hadas. Barcelona: Crítica, 64.

3. Barcelona: Edorial Bruguera, 1986.

4. Lolita. New York: Fawcet Crest Book, 1955.

5. Roland Barthes, The Pleasure of the Text. New York: Hill and Wang, 1975.

 

 

Bibliografía citada y consultada:

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Ampuero, Fernando. Hasta que nos orinen los perros. Lima: Salto Atrás, 2008.

Andrews, Chris. Robrto Bolaño’s Fiction: An Expanding Universe. New York: Columbia University Press, 2014.

Barba, Jaime. “Los sueños de Mempo.” Quimera; Revista de Literatura No. 231, Junio 2003, p. 51-58.

Barthes, Roland. The Pleasure of the Text. New York: Hill and Wang, 1975.

Bettelheim, Bruno. Psicoanálisis de los cuentos de hadas. Barcelona: Crítica, 64.

Bolaño, Roberto. Amberes. Barcelona: Anagrama, 2002.

_____________. 2666. Barcelona: Anagrama, 2004.

_____________. El secreto del mal. Barcelona: Anagrama, 2007.

_____________. La pista de hielo. Barcelona: Anagrama, 2009.

_____________. Una novelita Lumpen. Barcelona: Anagrama, 2009.

Giardinelli, Mempo. Luna caliente. Barcelona: Editorial Bruguera, 1986.

López-Calvo, Ignacio. Roberto Bolaño, a Less Distant Star: Critical Essays. Macmillan, 2015.

Logie, Ilse. “La originalidad de Roberto Bolaño. Cahiers du CRICCAL (Francia) No. 33, Nov. 2004, p. 203-211.

Maristain, Monica. Bolaño: A Biography. Melville House, 2014.

Nabokov,Vladimir. Lolita. New York: Fawcet Crest Book, 1955.

O’Connell, Patrick L. “Narrating Memory and the Recuperation of Identity by Mempo Giardinelli: “una historia sin olvido.” Confluencia Vol. 15, No. 1 (FALL 1999), pp. 46-57.

Ossandón, Felipe. Entrevista diario El Mercurio, Santiago, 14 de febrero de 2003.

Roberto Bolaño as World Literature. Edited by Nicholas Birns and Juan E. De Castro. New York: Bloomsbury Publishing, 2017.

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Genaro J. Pérez tiene el doctorado en filosofía y letras de Tulane University (New Orleans) y es profesor de literatura Hispanoamericana y Peninsular siglo XX y XXI. Sus libros de crítica incluyen: Formalist Elements in the Novels of Juan Goytisolo; La novelística de J. Leyva; La novela como burla/juego: siete experimentos novelescos de Gonzalo Torrente Ballester; La narrativa de Concha Alós: Texto, pretexto y contexto; Ortodoxia y heterodoxia de la novela policiaca hispana: Variaciones sobre el género negro; Rabelais, Bajtin, y formalismo en la narrativa de Sergio Pitol; Subversion y de(s)construcción de subgéneros en la narrativa de Rosa Montero. Sus poemarios incluyen: Prosapoemas; Spanish Quarter Notes; French Quarter Cantos; Ten Lepers and Other Poems: Exorcising Academic Demons, Estelas en la mar: Cantos sentimentales, and Pandemic Prater: Pastel Palliatives. Narrativa: The Memoirs of John Conde and French Quarter Tales. Es Co-Director de Monographic Review/Revista monográfica (Volumes I-XXVIII) y co-director de la revista Dura.

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Reverse American Tourism

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Reverse American Tourism

 

Primero, I am a graduate student majoring in English with a background in painting and British literature, and my goal is to travel the world. By divine intervention, familial support, and the UTPB email list, I discovered I could move to Spain (temporarily) and study the Spanish language. To everyone, this appeared as a means to attain six credits without having to actually study and also, a way to explore another country cheaper. However, all of us would soon discover this journey would encompass linguistic barriers, American stereotypes, and many altercations between classmates resulting in the best of friendships and utter distaste. Para mi, this odyssey transformed my entire being as I could not communicate effectively because I had a vocabulary grande in Spanish but no idea how to structure my sentences or thoughts formally or even coherently in the language I desired to learn. As an American, I was displaced, isolated, and culturally divided staying in deep Spain amongst a crowd fluent in Spanish but surprisingly supportive of my efforts to break the language barrier. This trip was one of the hardest, funniest, and most eclectic adventure and where I lost my former identity as an American and English major and transformed into the solo gringa, la pintora, y estudiante de espanol. My diary of experiences in Spain entails what I believed to be important linguistically and how through comedy, quarreling, and anxiety, I came to terms with my newfound character outside of the United States.

The language impact from such an excursion resulted in distorted texts, habitual Spanish responses (Si, gracias, buenos dias), and utter confusion on how to adjust back into American life. The order of my words and my spelling became utterly confused and still is; plus, I have developed the habit of responding in Spanish when asked a question. I have already received many strange looks responding to predominately white culture in another language besides English. Por ejemplo, for a petite, white female to greet with “Hola, que tal” at the gym is quite uncanny and elicits unusual behavior. Let’s not forget my graduation right after returning to the states. Less than thirty-six hours after returning to Texas, I graduated with my Master’s Degree in English, and as I sat with my group of fellow graduates, I could not help but dislike the sound of a thick Texas accent and the la lengua of the engineering, business, and accounting students sitting directly behind me. Those selected few were already discussing money, power, and gain not stemming from a degree in the arts, and I wanted to tell them to, “callete”! I could not help but wonder if they would feel the same about life as me had the individuals transplanted themselves to another country. At the most exciting time in my life, I could not help but be very stressed by the idea of not fitting back into ordinary life and also, happy that I would never be entirely normal again. Being fully immersed in my own country perplexed and humored me in the midst of graduates who I knew I would not have any other connection with. While waiting to receive my diploma, I remembered meeting my class for the first time as we left for Spain and the way I felt being totally immersed in a new language. I recorded the way I felt not knowing my account would later be read.    

Upon my arrival at the airport, I had a foreboding notion of events to come because no one spoke to me in English extensively before departing the U.S. I am standing here awkwardly or nodding as if I understand when I actually only comprehend 50% of the conversation (mas o menos). I am scared, shocked, and frustrated because the trip was advertised as inclusive to everyone Spanish and non-Spanish speakers alike. I feel alone because I am leaving the safety of my own language for another with a group who’s idioma is Spanish, and I miss my home before even leaving. I cannot return having not even reached Spain yet, and I must persevere and learn more. However, the first moments of my trip have been one of the harshest wake-up calls linguistically.

Ironically, only one classmate spoke to me in English, and I did not meet this member of our group until arriving at the Madrid airport. This female from Juarez, Mexico barely spoke English but made an effort to include me despite her broken English and my non-existent Spanish. She would later become a close friend and sister though our notorious arguments will always be remembered. I met her after some of us lost our luggage and sanity the first night in Madrid. Apparently, it is not uncommon for your luggage to come two flights behind you and to not be sent to your exact destination in Spain (two hours away from Madrid). Once again, I am standing in an airport frustrated and having to ask a classmate to help me locate mi maleta. Three laugh worthy events followed…We watched an Italian lady slap the counter tops as if to make our luggage appear, a British lady cursed the existence of the Madrid airport, and our tour guides deep-rooted dislike of us from day one appeared. I ponder if these events are mirroring the future or if this is a common practice in airports. I am contemplating my fate without luggage during my first week at school and in Europe and how mad I am that I cannot express myself. I truly believe everyone thinks I am a quiet, meek person because I stand to the side listening and not smiling when I am raging inside. Rosetta Stone did not prepare me for this when I started learning Spanish two months earlier!! Thankfully, my luggage arrived though I informed the attendant it was “azul” not “negro”. My Spanish is already declining, and we hadn’t even left the airport.   

Once the maletas were secured, we met our infamous tour guide (not to be named), and it was obvious she already did not enjoy our company. This was the beginning of my personal vendetta with the tour guide. Not because I hate her; I strongly disagreed with her methodology and her habit of talking before thinking in my case (not everyone’s). Having reached the school at 2AM, she spoke slow Spanish to me (how nice) except no one was listening at this point, and her expressions towards me were aggressive/burdensome since my native tongue is not Spanish. She would also often get exasperated with me for not knowing Spanish and not utilizing my strategies to learn more Spanish before my actual coursework began. This was a hilarity amongst the students since I did understand the majority of her lectures and explanations, but these rants encompassed the majority of my first three days in Spain. Truth be told, I felt the woman’s aggression stemmed from her hatred of the job because who wants to lead college tour groups for a living; if so, may God’s blessings rain on you.

The next three days, I found myself happy yet quite exasperated. The atmosphere in Spain is rich, vibrant, and luminous, but I cannot tell anyone how I feel. While my roommate and I spoke in English, my other interactions the first days were predominately in Spanish, but no one was entirely rude to me. Those who understood my situation like the staff at the residence praised me as an American for learning a new language; I began to notice Americans do have a stereotype about only speaking English. If I tried to speak in Spanish, it said 1,000 more things than if I spoke one word in my native tongue. I feel attempting to learn Spanish makes me appear more human or less of a stereotype because whatever influence I had from my past stayed in the states. Though I have traveled extensively in Europe, here, in this moment, I am staying, living, and communicating in a different language, and my interactions with individuals metamorphosed.

In my first week, I was a tempest, tired, and in solitude as I discovered I could not order my own food, find destinations, or ask for help without needed assistance. I feel everyone thinks I am a burden and/or crazy for coming to a country where I cannot fluently communicate in the language. However, my exchanges became purely stemming from deep thought not on a whim. This is when I feel Spanish fully became a part of my life. When I wanted to compliment a classmate or speak to a superior, I had to piece together the phrase, sentence, and/or speech, and I could only say what needed to be said. Nothing more was added to my interactions except how I truly felt in the purest, most basic form. When I saw and heard this in my own speech, I felt that even my communication in English was and still is lacking. What if I could analyze, translate, and speak only the words needed not anymore in English also? Then, I could reach a level of understanding I never had before and become more empathetic. This epitome is the forefront for my continuation and enthusiasm for comprehending the Spanish language in Soria and also, another reason for our guide not to give me hell. For a bizarre reason, I am strangely more confident, less assertive, and more comfortable in my reserve as my ambitions altered in the quest for learning Spanish. Contrary to my newfound attitude, my first day of class somewhat shattered my dreams.

Separated from the little familiarity I had, my group from UTPB went to advanced and intermediate Spanish while I, the solo Tejana, attended a beginner course. Walking into my classroom, I soon discovered the entire course is taught in Spanish without any English instruction. Through various hand gestures, pictures, and repetition, my classmate and I survived the first day without feeling totally lost in the abyss of conjugations, masculine and feminino, and muchos/as. My teacher, a woman younger than I, made it a rule not to ask for help in English as well; thus, we bid farewell to what we anticipated as a normal classroom environment and embraced another aspect of total immersion. Two days later, we had a specific German individual join our small party in the classroom, and I can very happily say I despised him the entire month of class. This hombre decided to take beginner Spanish after already possessing the ability to converse in grammatically correct sentences and with an extensive vocabulary in Spanish. For some reason, I knew everyone saw my disdain for him, and I tried to conceal my aggression towards him the following days. It was not that I hate him; I hated him for coming to my class and being a threat. I began to notice that my initial classmate, a male the same age as the German man, grew increasingly competitive in the course. I began to think a battle for dominance was occurring between the men for the mejor Spanish speaker. This was quite entertaining to me because I had never been in a class where the voices grew louder and studying Spanish numerals sounded like an auction awaiting the highest bidder. All in all, the first week passed with intensity and my own growing satisfaction with studying the Spanish language.

I cannot neglect my notes upon meeting another fellow American who arrived almost four days later to UTPB’s study abroad. This student, a male of African descent, quite literally had an odyssey arriving to Spain. He lost his passport, had to stay in New York overnight, and locate a bus to bring him to the small town of Soria. Let’s not forget that he had a two mile walk to find the school upon arriving in the pueblo also. Therefore, when he arrived and finally met his group of female companeros, he was slightly bitter with the world and the group. We sat at the table, and I am so happy because he speaks English and as little Spanish as I do. I am so comforted having a similar persona during my stay because I had initially felt alone though everyone had included me and encouraged me. However, as a people watcher, I saw his dislike of the others speaking in their native tongue in our presence, and when he announced at our table that he should not be placed in beginner Spanish, I felt the connection severe. I believe he does not mean to be prideful, but I did enjoy watching his uphill climb while adjusting to the title of intermediate Spanish speaker. The professor’s wife, one of my favorite individuals, I was acquainted with, stated the first week, “If he is in the intermediate class, Tessa should be in the advanced”. I have included my observations on his character because his attitude and resentment became a point of departure for me and why I found solace in the companionship with my Latino group.

In the first days, it is also my fault that our only male student is forever nicknamed, “El chimaco” since I did not know his name prior to his appearance, and he is the only male estudiante on the trip. El chimaco is my friend yet a dark cloud I tried to avoid my first week. Humorously, this had the opposite effect on his affections and resulted in several awkward situations for me the first two weeks. Our first weekend in Spain included a wine tasting and wine tutorial class, and el chimaco drank too much in the presence of superiors. Having worked for a European professor, I knew never to drink on an empty stomach, but this is not a habit in American culture. So, we sat at the dining table laughing at his expressions, improved drunk Spanish, and his discontent for not fully understanding the conversations. In the midst of this, he referred to me as, “mi corazon y wapa”, and we could not help but giggle at the one who seemed most happy flirting in a different language. My first week had been filled with mini triumphs and failures, and my only American counterpart learned to flirt.

At this wine tasting, I am acquainted with the wine owner’s daughter, a girl three years younger than me, and one of the kindest souls on the earth. She is sitting directly across from me smiling, and I finally had the courage to speak to her in Spanish. I said, “Me llamo Tessa. Yo soy estadounidense y soy estudiante de espanol”. I remember her smiling, congratulating me, and then, wanting to converse with me though I had beyond broken Spanish. This is the moment my language changed and entered into the spectrum of bilingual, and I knew I could do this not because I could be the best. But I could reach another world I never had access to with one language. After this dinner, I began to make more of an effort with my classmates to speak in Spanish, to compliment in Spanish, and to listen more intently. I noticed the girls felt more relaxed around me in my group, and I became tranquilla as I assimilated into the cultura.   

The second week is fairly mundane except I met another female who is now a close friend and sister. Maria, the only individual I will name, is a woman thirty-seven years old, and who I met while souvenir shopping for my family. I am standing in the shop delaying a cultural activity due later in the day, and my roommate starts conversing with the shop owner’s daughter. This is not uncommon because I had the privilege of staying with a kind, middle-aged woman who is getting a Master’s Degree in Spanish at UTPB. I was familiar with her long conversations with people of all languages, cultures, and ages. I am following the term I studied the week before in class, “Ir de compras” to bring my family and friends gifts from Soria, Spain and suddenly, I met Maria. Maria informed us that she is learning English and asked if I would like to have a drink and practice my Spanish with her. At first, I internally debated the idea because I am not acquainted with such hospitality. Where I am from in Texas, there is lacking genuine particularly among the white, female race; hence, why my best friend at home is Latino and the reasoning behind my last two relationships being with international students I met studying at UTPB. We departed from the souvenir shop, and I did not intend to spend time with Maria. The experience played on my mind, and after pressure from my roommate, I Facebook messaged Maria.

At the time, I felt shy and uncomfortable, but the experience altered my perception of friendship, genuine affection, and that not ever person has an alterior motif in desiring acquaintance. Four days later, I met Maria for cerveza and tapas where the locals do not go, and my heart broke as I witnessed her really wanting a friend. No matter where we are in the world, humans have the capability of being lonely even in the utopian city of Soria. She brought me drinks, tapas, and introduced me to her best friends and boyfriend. This event is a harsh awaking to me, and I ponder my friendships, familial bonds, and the way I treat others on my way home. Maria, once an unknown figure, metamorphosed into an older sister, someone I could call any time of the day, and a person I will return to visit as much as I can. Her way of life, reaching across the barrier of language, religion, and race showed me I am capable of more and that I cannot return to Odessa the same. The interaction played on my mind when returning to our dormitory, and I wish to extend the same hospitality to her upon my return or her visit to the states.

My third week passed relatively mundane except until our flights departing for Barcelona on Saturday: the confrontation that almost ended all. My classmates convinced me to purchase a ticket to Barcelona on a website my bank considered fraudulent activity, and I agreed. Upon arriving to the Madrid airport tardy (my female classmates signature staple), it was made known that I had not properly checked in for my flight, and hell broke loose. In my decade of travel extending back to the age of fourteen, I had never not checked in for a flight or been late to the aeropuerto. As a result, the female from Juarez, Mexico in my group informed me that it was my fault for not checking in and being helpless. In Texas, when someone speaks to you the way she did to me, usually, the other person gets decked, and she is very lucky my first response is not violence. I also found her insult quite comedic because the week before, I had demonstrated how to laundry since as a nineteen year old, chiple, had never used a washer or drier. Then, she proceeded to leave me in the airport with a good luck, and go buy another ticket knowing my Spanish is not effective. Before she could finish her soliloquy, I retorted with a yell, “Just go get on your flight”, and I proceeded to look for the bus station back to Soria, my safe haven, fighting tears. In the moment, I hated her with everything, but later (much, much later), I appreciated her callousness because the altercation improved my problem solving, whatever helplessness I did have vanished forever, and I learned how to forgive (something I always struggled with). Knowing we both had done wrong, her and I made amends in the Barcelona airport and barely spoke of the situation again. Her and I became more human that day, and I believe we are more kind, dedicated, and caring because of the event because I would see the following week, almost the entire group oust her.

My final week in Spain, I am a champion playing The Eye of the Tiger in my head; I am speaking short, full sentences, reading, and having conversations in Spanish naturally; I wish I had not stressed the matter the first part of my trip. However, I returned to the states more relaxed having lived the Spanish lifestyle and learning a less rushed, meaningful existence without money as my forefront (an idea of the states and a by product of Texas culture). I am stepping off my soap box to finish this tale of oddity in Paris. My class decided to depart from Spain with one more epic trip: Paris. After two buses and a plane, we arrived in the historical city full of dreams and excitement. However, six females in a one bedroom apartment soon turned quarrelsome. My newfound friend from Juarez, our itinerary organizer, boss, and reason we were able to accomplish so many activities in a day managed to somehow reach the darker side of half the group. At this point in the trip, the females had spent their money almost in entirety, and her ideas suddenly proved abrasive to them. It should also not go unnoticed that they wanted to sleep through Paris. Thus, we split into two separate entities happily, and she is unphased by the matter. I asked her why it did not bother her that “friends” were ugly to her, and she simply responded, “They are lazy, not my real friends, and I have nothing to prove to them”. I thought, “Bravo”!! She had previously swapped shoes willingly with me in the catacombs of Paris because I forgot an entire change of clothes and only had heels. My shoes were too small for her, and yet, she gave me, as Americans would say, “the clothes off her back”. In that moment, I knew she would be my lifelong friend, sister, and future travel companion. My interaction with this girl from Juarez, Mexico inspired me to be more selective in my friendships, brave, and bold and to be myself. I thank her for this and that a heart and my language can change, especially in Spain.   

I felt very helpless when I first started learning Spanish in Spain; though my professor, his wife and classmates treated me as family and became mi familia, my initial reaction to the culture was humbling to say the least.  I learned the value of friendship, helping others, and to an extent immigration as I left the realm of tourism for residence in Spain. Living in Spain taught me patience, people skills, and how my image of life needed to be shattered for a better perspective. Though I am mirroring an infomercial, my comedic navigation amongst the tides of language changed my existence and my framework of thought and identity. When I left Soria, Maria and I cried together, but I know that my adventure is not over. I must fall, speak barely audible and confused Spanish, and learn the world revolves around more than me and what used to be my only language. Being on the scale of bilingual, I do not look at language as a boundary anymore but as a bridge uniting individuals in friendship, an extension of family, and the forefront of a prosperous life. To fully live, one must move entirely into a new culture where everything they know disappears, and new foundations are laid for the future linguistically, spiritually, and emotionally. Then, you will be free to understand language extends beyond words into love, laughter, tears, and memoirs.

 

 

Tessa Townsend is an English instructor at Odessa College, in Odessa, Texas. She has three years of experience in teaching higher education English, and her specialization area is British Literature and its connections with the visual arts. During her undergraduate and graduate careers, she also studied art and Spanish.

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Los Rendidos. Sobre el don de perdonar de José Carlos Agüero

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“Los Rendidos – Sobre el don de perdonar”, de José Carlos Agüero”

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Otra manera de contar la historia

Introducción

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La memoria colectiva se hace vigente en Latinoamérica debido a la necesidad de estudiar la época de luchas internas que se vivieron en ese continente desde los 70.

Dos de las expertas en el estudio de la memoria colectiva, la socióloga Elizabeth Jelin y la docente en psicología Susana Kaufman, apuntan a la imposibilidad de la existencia de una memoria única, ya sea en el ámbito individual, debido a los cambios en las temporalidades de los sujetos o en la memoria colectiva puesto que:

{…} en la medida en que la realidad es compleja, múltiple y contradictoria, y que las inscripciones subjetivas de las experiencias nunca son reflejos espectaculares de los acontecimientos públicos, no podemos esperar encontrar una “integración” o correlación directa entre las memorias individuales y públicas, o la presencia de una memoria única. (…) La realidad social es contradictoria, llena de tensiones y conflictos. La memoria no es una excepción (Jelin y Kaufman, 2001, p. 10 como se citó en Jelin, 2018, p. 242).

En el Perú existen diferentes tipos de memorias que cuentan cada una a su manera, los hechos relacionados a la época del Conflicto Armado Interno (CAI) que se vivió en el país desde 1980 hasta el año 2000. Durante el conflicto y bajo el gobierno de Alberto Fujimori se creó una narrativa que disculpaba el exceso de violencia, convirtiendo a Fujimori y su aliado Vladimiro Montesinos en los héroes de la captura y caída del Partido Comunista del Perú -Sendero Luminoso (PCP-SL). A esta narrativa se le conoce como “memoria de la salvación” [por el término que usa Steve Stern1 para el caso chileno] (Brodsky, 2018, pp. 51-52).

Posteriormente se han creado otras memorias como el Informe Final de la Comisión de la Verdad y el Reconocimiento (CVR), que es el documento oficial y la narrativa hegemónica del CAI en el Perú desde el 2003 cuando fue presentada. También se cuenta con la versión del ejército peruano sobre su participación en el CAI: En honor a la Verdad del 2010 y en el 2012 se publica el libro de Lurgio Gavilán “Memorias de un soldado desconocido”.

En el 2015 se edita la obra testimonial Los Rendidos – Sobre el don de perdonar, escrita por José Carlos Agüero. Esta obra es otro hito en la cronología de las memorias ya que está escrita por una persona que ha vivido en carne propia los pormenores del conflicto a través de sus padres, dado que los dos militaban en el PCP-SL. Agüero relata su historia desde su contexto personal; relata la participación de sus padres, otros senderistas y los demás actores del CAI. El ser hijo huérfano de terroristas le quita cualquier posibilidad de apoyo o reconocimiento por parte del estado y la sociedad. Y aunque no es su deseo representar a nadie, hay que entender que como él hay miles de personas en la misma condición -hijos o conjugues de un senderista o los senderistas mismos- por lo que su testimonio representa, aunque él no lo quiera, a personas en condiciones similares. Su testimonio está dotado también de un análisis de la situación desde su perspectiva profesional, basándose en sus estudios en Derechos Humanos y su experiencia profesional en los campos de la memoria, la violencia y el reconocimiento que hacen de sus relatos cuestionamientos sobre la manera en que el proceso de memoria y reconciliación se está llevando a cabo en el Perú. La versión del CAI de Agüero es pues más compleja y matizada y cuestiona la forma en que el proceso de memoria y reconciliación se lleva a cabo en el Perú.

Teniendo en cuenta lo especial del testimonio de José Carlos Agüero -como hijo de dos senderistas- esta reseña presenta y analiza su obra “Los Rendidos -Sobre el don de perdonar”. A través del análisis se verá la manera en que Agüero entiende conceptos como la centralidad de las víctimas, justicia, la verdad, culpa y perdón, la compasión, la politización de las víctimas y los abusos de la memoria; temas que él trae a la mesa de discusión como otra parte de las memorias que aún no han sido presentadas, pero que existen, y de esta manera él hace frente a la narrativa hegemónica existente en el país. Para el análisis se utilizarán como base conceptual las propuestas de Manuel Reyes Mate; quien tiene gran trayectoria en el campo de la memoria histórica. Y de Paul Ricoeur; quien en su teoría estudia sobre el uso y el abuso de la memoria.

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Semblanza de José Carlos Agüero Solórzano (Lima, 1975).

Los años de infancia y juventud de José Carlos Agüero fueron muy especiales, ya que sus padres fueron militantes del PCP-SL y usaban mucho de su tiempo trabajando a su servicio. Su humilde hogar era lugar de encuentro para gente del partido lo cual significa que constantemente estaban en peligro de ser descubiertos; por ejemplo, cuando un amigo militante es tomado preso y ejecutado, deben dejar su hogar de inmediato, sabiendo que la policía puede haber torturado al amigo y que es posible que él los haya delatado, por lo que corrían el riesgo de que fueran a buscar a sus padres (Agüero, 2015, p. 28). Agüero tenía 8 años cuando sus padres fueron tomados prisioneros por varios meses; después fueron liberados por falta de pruebas. Desde esa época su padre pasa a la clandestinidad. A finales del 84 su padre es arrestado nuevamente tras el ataque a un puesto militar y es encarcelado en el Frontón2. La última vez que Agüero va a visitarlo, el padre presiente que algo va a pasar y pide a sus hijos que estén pendientes. “… éramos como niños viejos siempre. (…) gente muy enterada. Eh, y sabíamos que iba a pasar algo” (Radio Ambulante, 2018, s/n)3. Acerca de su padre dice: “Un revolucionario debería de tener como requisito ser estéril como la revolución” (La República, 2020, s/n). Lo dice por el carácter de su padre y explica:

{…} Creo que la imaginación revolucionaria del siglo XX se construyó sobra la base de valores modernos que no eran tan diferentes de los valores de derecha, comparten muchos de sus atributos. Son profundamente autoritarios. El uso de la violencia y el desprecio al prójimo está inscrito en mucha de la arquitectura de la ideología y la práctica revolucionaria, también en la contra revolución y la derecha (La República, 2020, s/n).

Como se puede apreciar la vida de Agüero no fue una vida “normal”, sus padres estuvieron en prisión y por lo que se entiende de la cita arriba mencionada el padre era violento. Además, el conocimiento de que sus padres pertenecían al Partido [manera que él denomina al PCP-SL] hizo que el tuviera un sentimiento de inferioridad; él lo describe de la siguiente manera: “Hay si un sentimiento de ser inferior que ensucia los días. No se puede decir la verdad. No poder usar la verdad es algo que quita nobleza” (Agüero, 2015, p. 20). Otro sentimiento que Agüero reconoce es la vergüenza por la situación:

{…} es algo real, un mecanismo razonable, por eso no se puede evitar. (…) Forma parte de cada cosa que haces y de cómo te relacionas con los demás. Se construye a sí misma por años con cada mentira, silencio, secreto, con cada evasiva, cada relato o con los largos momentos de soledad (Agüero, 2015, p. 20).

Sin duda estos sentimientos marcaron su vida. En 1992 Agüero ingresa a la Universidad Mayor de San Marcos, donde su tío tiene un quiosco en el que trabaja su madre. Para esa época ni él ni sus hermanos creen en la revolución y desean que su madre deje el partido. Él usa los largos viajes de regreso a casa con su madre para discutir al respecto: “Como habíamos creído infantilmente en la revolución ¿no? Al contrario, ya en ese momento éramos totalmente enemigos del partido, y la queríamos sacar” (Radio Ambulante, 2018, s/n). Trataron por todos los medios: “el chantaje emocional, la pataleta, la pelea, el argumento filosófico, el argumento político” (Ibíd., s/n). Pero ella no deja el partido, hasta que un día, viene un hombre (senderista) a la universidad e informa a

Agüero que su madre ha muerto. En camino a casa, Agüero recuerda sentarse en el micro, quitarse los lentes y ver todo borroso:

No es que el mundo estuviera borroso, es que yo, de pronto, me había vuelto…. Estaba al margen. Estaba en mi lugar sol…solo, digamos, en ese micro. (…) y luego lo que sentí inmediatamente fue — alivio. Pero un alivio físico, físico. O sea, la cosa más concreta del mundo que se pueda sentir. (…) Alivio, e inmediatamente después la culpa. Como un golpe (Alarcón, 2018, s/n).

Agüero es diplomado en derechos humanos con estudios de maestría en género. Es activista de derechos humanos e investigador de la violencia política y de la memoria histórica. Antes de que se formara la CVR fue coautor de la obra “Memoria para los ausentes”, que trata del tema de los desaparecidos en el Perú (Agüero, 2015, interior de portada). Realizó trabajo de campo en zonas rurales de Ayacucho para la Comisión de la verdad y Reconciliación del Perú. Es autor y coautor de diferentes obras; ensayos, poesías, relatos, entre las que se puede nombrar: “El nacimiento de los monstruos” (2010); “Enemigo” (2016); “Cuentos heridos” (2017); “Persona” (2017). Actualmente trabaja en un proyecto sobre procesos de subjetividad y posconflicto, que busca reubicar la experiencia de los actores de la violencia política en el Perú, más allá de los discursos hegemónicos, identificando el potencial restaurador de la autorreflexión, la conversación y el reconocimiento (FILLIMA, 2020, s/n).

En una reciente entrevista para el periódico peruano La República, Agüero toca dos temas muy importantes para el presente estudio; primero, cuando el entrevistador le pregunta: “Has dicho que tal vez la “reconciliación” no sea el camino para el país. ¿Qué significa eso?

Hay maneras de usar los conceptos. Reconciliación es una palabra y depende de quien la usa. Acuérdate de Kuczynski, para darle el indulto a Fujimori, se amparó en el lenguaje de los derechos humanos. (…) Para conseguir exactamente lo contrario: perpetuar relaciones de poder injustas (Camacho, 2020, s/n).

Luego en la misma entrevista habla del duelo:

Y si un duelo dura tanto. Si una sociedad solo produce duelo. (…) Si el duelo es la condición natural de nuestra sociedad, quizá no nos esté sirviendo el concepto. Es otra cosa lo que estamos viviendo. (…) Es que el duelo es la posibilidad de elaborar una pérdida que es irreparable, para seguir viviendo. Pero si resulta que tienes tantos y no son los duelos normales, los duelos familiares, sino que son duelos sociales, producidos por dictadura, barbarie o pandemia, creo que si son comparables. El problema es que son demasiados, nunca acaban (Camacho, 2020, s/n).

De estas citas podemos entender que los conceptos que se usan para describir procesos nacionales, a veces son mal usados a propósito por autoridades o veces no describen acertadamente la situación que la población está viviendo y como bien lo dice quizá no sirven.

 

El contexto histórico.

Mucho se podría escribir acerca del contexto histórico del Perú del periodo conocido como el Conflicto Armado Interno (CAI) pero para nuestro propósito es solamente necesario recordar que los presidentes de la época Alan García – 1985-1990 (APRA) y Fujimori – 1990-2000 (Cambio 90) dejan a manos del ejercito la “lucha contra el terrorismo” y su continua violación de los derechos humanos.

Luego de la huida de Fujimori y debido a la situación política y el trabajo de la oposición se decidió elegir un presidente que pudiera tener aceptación de la mayoría de los congresistas. Es así como Valentín Paniagua es nombrado presidente transitorio del Perú el 22 de noviembre del 2000. Durante su mandato se crea la CVR en julio del 2001, dada la fuerza de la opinión pública del momento por saber la verdad. Esta comisión estaría encargada de:

{…}esclarecer el proceso, los hechos y responsabilidades de la violencia terrorista y de la violación de los derechos humanos producidos desde mayo de 1980 hasta noviembre de 2000, imputables tanto a las organizaciones terroristas como a los agentes del Estado, así como proponer iniciativas destinadas a afirmar la paz y la concordia entre los peruanos (Decreto Supremo 065-2001-PCM. Artículo 1ro, como se citó en Murri 2018, p.19).

Un detalle de suma importancia respecto a este informe es su manera de “definir” quien es víctima que como se verá después cambia:

Precisamente es en el Informe Final de la CVR y como parte de la reflexión sobre las reparaciones, que se establece un perfil de víctima y se reconoce en su cifra final (69,280) a todas las víctimas del conflicto interno, sean estos representantes de las fuerzas armadas, policías, miembros de los grupos alzados en armas y población en general (Ulfe, 2013, p. 44).

Su Informe Final fue presentado oficialmente en agosto del 2003. Este informe cambia totalmente la narrativa hegemónica en ese periodo -la memoria de salvación creada por Fujimori y Montesinos y presenta la vastedad de las violaciones a los DD. HH. que fueron perpetradas tanto por los insurgentes como por el Estado. Es en base a este que la comisión propone un programa integral de reparaciones. También ha sido usado por las víctimas como apoyo para la presentación de sus casos ante el juzgado y como fuente de información para la elaboración de lugares de memoria y discursos públicos sobre el pasado, por lo que es considerado una de las herramientas más importantes que se usa en la etapa de transición hacia un nuevo periodo democrático jugando un papel importante en la vida de miles de personas del país y se ha convertido en la narrativa hegemónica del CAI en el Perú.

Bajo la presidencia de Alejandro Toledo (2001-2006), se da inicio al Plan Integral de Reparaciones (PIR) y al Registro Ùnico de Víctimas (RUV); este organismo reconoce hasta 16 modalidades de víctima4 y un único criterio de exclusión:.

{…} ser o haber sido miembro de organizaciones subversivas -independientemente de las posibilidades reales de haber sido igualmente víctima de alguna violación-. De esta manera se contribuye a reforzar la idea de que `solo los inocentes tienen derecho en el Perú` (Theidón, 2010, p. 106, como se citó en Tejero, 2014, p. 12)..

Algunos grupos de la población no aceptan el informe, tal es el caso de las fuerzas armadas, quienes en el 2010 publican “En Honor de la Verdad”, donde cuentan la historia del CAI según su perspectiva y por otro lado, los partidarios del fujimorismo, quienes no aceptan esta nueva narrativa y se aferran a la memoria de salvación elaborada por sus líderes máximos y los militantes del PCP-SL y MRTA. Asimismo expertos en DD. HH. como Julie Guillerot5 tampoco aceptan esta exclusión ya que en muchas ocasiones los campesinos no podían oponerse y eran obligados a ayudar.

En este contexto se publica la obra de Agüero, en un país donde la política de memoria deja mucho que desear y donde aún hay mucho por hacer para poder llegar a una situación de reconciliación. Sus textos representan las voces críticas a las políticas de la memoria llevadas a cabo por el Estado peruano. Donde un gran número de peruanos no están inscritos en las listas de víctimas, por haber militado en las filas de PCP-SL o MRTA o por ser familiares de militantes como es el caso de Agüero.

 

Acerca del libro “Los Rendidos – Sobre el Don de Perdonar”.

Está obra fue publicada por primera vez en el 2015, doce años después del informe de la CVR. El mismo Agüero dice de su libro que se trata de “… textos de no-ficción” que tratan temas relacionados a su condición de ser hijo de padres que militaron en el PCP-SL quienes fueron ejecutados extrajudicialmente. Agüero cuenta que él tenía el deseo de compartir sus relatos principalmente, porque cree que puede servir para otras personas que están en la misma condición, ya sea familiares de senderistas o personas que han militado en PCP-SL, aunque deja claro que no desea representar a nadie: “No deseo representar a nadie. Al escribir lo hago con una única regla, procuro ser honesto, lo hago como si escribiera para mí -como no soy excepcional, entonces espero que haya algunos que encuentren aquí un reflejo” (Agüero, 2015, p. 15). Pero también se vislumbran otras razones para la escritura de sus textos, dirigiéndose a todos los lectores, escribe:

Creo que hay experiencias que no tienen el valor de salvar a sus portadores de la reprobación, pero que al compartirlas sí pueden tener efectos hacia afuera, morales y políticos, que ayudan a hacer visible lo que se quiere dejar de lado y a desestabilizar los pactos a veces inconscientes con los que damos por natural nuestra realidad, nuestra historia de la guerra y su proyección en el orden del presente (Agüero, 2015, p. 15).

Como se puede apreciar, el autor está muy consciente de que este testimonio no le va a ayudar a salvarse de la reprobación de las personas en general y a pesar de eso se desvela al público con el deseo de que sirva para algo. Quizás en el anhelo de que su testimonio sirva para iniciar una discusión al respecto de la memoria visto desde otras voces que aún no han sido escuchadas.

Algo que llama la atención en el libro es que tanto el título del libro como de los capítulos están cargados de connotaciones relacionadas con conflicto, con guerra; usa por ejemplo palabras como: rendidos, culpa, cómplices y víctimas; quizá para preparar al lector en su contenido. Sus textos son cortos como sus títulos y fáciles de leer y como el mismo dice: “En algún momento pensé sintetizarlos, darles otra forma y reescribirlos con rigor académico. Pero abandoné esta idea. Hay quienes pueden hacerlo con mayor talento.” (Agüero, 2015, p. 14). Esta simplicidad en la forma de escribir es otra característica del libro que unifica tanto su testimonio, sus vivencias y el conocimiento que ha ganado a través de sus estudios y su experiencia laboral y aunque en sus

textos Agüero hace referencia a expertos como Jelin, Todorov y otros; los textos están escritos en un lenguaje fácil, que los hace accesibles a todo tipo de lectores.

Causa interés la existencia de un colofón al final del libro; es como si el autor hubiera querido que no haya mal entendido alguno en la manera que el desea que los textos sean entendidos. El colofón está escrito por Rubén Merino Obregón, Magíster en Estudios Culturales y docente en la Pontificia Universidad Católica del Perú, quien da una interpretación del texto y una posible razón a su existencia. Claro que esto no impide que el lector tenga su propia interpretación. Los textos pueden ser vistos como partes de un vitral que muestran diferentes aspectos de la vida de Agüero, por ejemplo, vemos al joven Agüero y su deseo de que su madre deje el partido; lo vemos en Ayacucho, entrevistando a los campesinos; en Lima hablando con otros hijos de senderistas; pidiendo perdón a la gente en nombre de sus padres, etc. Cuando Agüero habla de sentimientos, habla de sentimientos negativos como el de inferioridad: “Hay sí un sentimiento de ser inferior que ensucia los días” (Agüero, 2015, pp. 19-20), pero no se encuentran muchos sentimientos positivos como alegría, amor, felicidad, etc.; que también deberían de formar parte del vitral de una vida “normal”. Por otra parte, tampoco hay grandes dramas; por ejemplo, no se percibe una gran desolación por la pérdida de los seres queridos. Todo está presentado honestamente como el mismo lo dice: ”al escribir lo hago con una única regla, procuro ser honesto, lo hago como si escribiera para mi” (Ibíd., p. 15). Usando la metáfora del vitral se puede pensar que hay partes que faltan para obtener una figura completa. Pero quizás esa es la vida de Agüero y eso es lo que hay para mostrar. Un sujeto incompleto, donde hay partes que no existen como alegría y felicidad o hay partes que él prefiere esconder por demasiado dolorosas o vergonzosas y es desde ese yo fragmentado [entendiendo tal fragmentación no como un desorden psicológico, sino como el resultado de las situaciones que le tocaron vivir en su niñez y adolescencia y las experiencias de su vida profesional] en que Agüero decide escribir su testimonio. A pesar de la manera fragmentada en que los textos están escritos, se puede apreciar un continuo desarrollo en las ideas presentadas y en su tratamiento de los conceptos; por lo que esta fragmentación en vez de estorbar la lectura se convierte en motivo de pausa para pensar y meditar en cada porción, por separado primero, y luego tratar de seguir los hilos de pensamiento del autor e hilvanar las ideas encontradas.

La centralidad de las víctimas.

En algo en que Agüero coincide con Reyes Mate es en la importancia de mantener la centralidad de las víctimas cuando se trata de una situación de post conflicto y de la sanación que el país necesita. El autor explica la razón por la cual los expertos de hoy en día han desviado su mirada de las víctimas de la siguiente manera:

No es que las demandas de verdad, justicia y reparación hayan sido atendidas. Es que la necesidad de comprender la guerra también se hace poderosa, pide su lugar junto a la agenda de las organizaciones de afectados y las ONG. Y cada nueva investigación hace evidente la limitación del viejo enfoque. Los pueblos y los barrios están poblados de recuerdos y estos nos hablan de personas con experiencias complejas, que no se dejan encasillar en las categorías de víctima y perpetrador (Agüero, 2015, pp. 96-97).

Agüero entiende desde su formación profesional tal cambio de perspectiva y menciona a la experta Jelin, quien cree que:

{…}mantener la centralidad cultural de la víctima genera que no importe lo que la persona hizo, sino lo que se le hizo a la persona. Ello nos quita al actor y nos entrega un personaje indefenso, despolitizado, (…) Por lo tanto, revalorar al actor es contribuir a recuperar a todos estos sujetos en su humanidad compleja (Como se citó en Agüero, 2015, p. 98)6..

Pero el autor se pregunta y pregunta al lector sobre los beneficios que se podría obtener de tales estudios: “Pero ¿cuándo el examen de actores de una guerra o una masacre nos han hecho mejores? (…) ¿Enfocarse sobre lo que la gente hizo es más valioso que enfocarse en lo que le hicieron? ¿Lo que le hicieron, lo que su cuerpo acogió, no nos dice más sobre el tipo de vida y muerte que le tocó en suerte compartir con otros de su época y generación?” (Agüero, 2015, p. 99). Para Agüero el cuerpo de la víctima y lo que le hicieron es como una huella “de los mecanismos de la violencia” (…) (Agüero, 2015, p. 99).

Agüero no cree que dejar de lado la centralidad de las víctimas y estudiar a las partes como sujetos políticos ayude a una sanación del país, o a que la violencia no se repita. Ya que cree que los cuerpos de las víctimas que sufrieron agravios son los mejores rastros o pruebas de la violencia que existió. Él profundiza en la situación de los militantes del PCP-SL y cree que esa nueva mirada no los apoyaría en nada, porque son “terrucos”: “Un ser de espanto ajeno a la comunidad, que debe de ser eliminado.” (Agüero, 2015, p. 103) y pregunta: “¿en (sic.) qué páramo sin nombre quedan estos sujetos? ¿En qué lugar sin nombre dentro de nuestro mundo de memorias y derechos?” (Agüero, 2015, pp. 103-104). Como se puede ver Agüero coincide con Reyes Mate con relación a la importancia de la centralidad de la víctima en estos estudios, pero difieren en su criterio de quién es víctima y quién no lo es como se verá a continuación.

Ser o no ser víctima.

Para Agüero definir quién es o no es víctima es difícil y se pregunta y pregunta al lector:

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¿Haber pecado vuelve asqueroso al pecador, lo aparta del mundo de los humanos?

¿De qué élite de humanos puros? ¿Hay solo maldad en cada acto senderista? ¿Hay una marca que lo aparta de la colectividad de seres imperfectos que pueblan nuestro pasado y presente? (…) ¿Y realmente, no se nos parecen? (Agüero, 2015, p. 67).

En esta cita se puede apreciar como Agüero devuelve a los militantes del PCP-SL su valor como seres humanos y los compara con “nosotros”. Por lo que se entiende que, si estos militantes son como cualquier vecino, entonces deberían de tener los mismos derechos y obligaciones. Profundizando más en el tema de ser o no víctima y en vez de usar al CAI en el Perú, Agüero opta por usar como ejemplo el caso de Uruguay y al presidente José Mujica (2010- 2015)7 – exguerrillero que estuvo prisionero por 15 años y quien dio amnistía al grupo perteneciente a la dictadura. Agüero dice que Mujica:

Entrega un derecho no negociable, como la vida y la integridad, para lograr la paz. (…) combatientes o no los integrantes del MLN-Tupamaros, se debían respetar sus derechos y ya muertos o desaparecidos, su condición de culpables o militantes o exguerrilleros no les resta ni a ellos ni a sus familias su derecho a la justicia y la reparación (Agüero, 2015, 69).

Cuando Reyes Mate define quién es víctima, dice: “… cuando de ello hablamos (de la víctima) en el sentido moral estamos señalando, en primer lugar, al sufrimiento de un inocente voluntariamente infligido” (Mate, 2003, p. 100). Y como ya se ha mencionado, el tipo de víctima que Agüero presenta puede ser un sujeto que al mismo tiempo es victimario y víctima, por lo tanto, no inocente. Reyes Mate tampoco acepta la amnistía ya que como dice, es una herramienta que el Estado acepta para poder seguir funcionando (Castañeda y Alba, 2014, p. 184).

Como se puede apreciar la perspectiva de Agüero respecto a la “víctima” difiere de la perspectiva que tiene Reyes Mate, pero concuerda con él al ver los problemas que se producen cuando el estado no se hace cargo del reconocimiento del sufrimiento de las víctimas. Un punto a rescatar al respecto, es que Agüero cuestiona por una parte, si el ser un terrorista y por consiguiente victimario hace que la persona pierda valores como el honor o la solidaridad y que no le quede nada de humanitas (Agüero, 2015, pp. 66-67) y por lo tanto, si es moralmente y legalmente correcta la exclusión a los derechos a reparación a los victimarios, quienes también padecieron y sufrieron en manos de otros, injustamente: “Me pasaron electricidad, me hicieron la tina, todo eso que ya sabes. Luego esos malditos me violaron” (Ibíd., p. 102).

Estas terroristas o exterroristas, estas mujeres culpables, no buscaron ser víctimas. A nadie le ha importado tampoco construirlas como tales. Decir “terruco” o “terruca” es como decir “bruja” o “demonio”. Este rótulo fija a una persona como un horror-error. Un ser de espanto ajeno a la comunidad, que debe de ser eliminado. Desde este lenguaje es imposible un intento por recuperar a estas personas como sujetos políticos (Agüero, 2015, p.103).

Otro punto relevante es la condición de los familiares del victimario/víctima. Según el RUV ellos no están registrados como víctimas, pero ellos también perdieron a sus padres, madres e hijos. Si los militantes también podrían ser aceptados como víctimas, los familiares merecerían el reconocimiento tan necesario para una reconciliación del que Reyes Mate habla, algo de lo que están excluidos; Agüero pone como ejemplo a su abuela:

Pero la noche en que Sendero preparó un homenaje a los asesinados y desaparecidos de los penales, en la Facultad de Medicina de la Universidad de San Marcos, ella asistió. Y recibió con confuso orgullo una pequeña insignia, un broche, que le dieron en recuerdo y lo guardó. No tuvo nunca el cuerpo de su hijo para enterrarlo, y eso la daño tan fuerte. Pero ese acto de reconocimiento, ese emblema, esa ceremonia de esos terroristas que habían llevado a la muerte a su benjamín, lo apreció (Agüero, 2015, p. 72).

Como militante PCP-SL el padre de Agüero no tiene derecho a ninguna forma de reconocimiento por parte del Estado, es por eso por lo que el reconocimiento del Partido es esencial y bienvenido para la abuela de Agüero.

Respecto al concepto víctima, en lo personal, Agüero escribe: “En nuestra familia nunca construimos una identidad de víctimas. Mi madre nos educó de ese modo. (…) Cuando ella murió años después, también ejecutada, sus hijos tampoco nos sentimos víctimas” (Ibíd., 68). Pero a pesar de su crianza y de que el RUV no lo acepta como víctima -el se siente víctima y para él es imperante ser reconocido como tal-: “No importa si no me siento víctima y si nunca me comporté como una. El hecho es que (sic.) si este mundo de normas y moral tiene algo de valor, lo soy, al margen de mi voluntad” (Agüero, 2015, p. 69). Para él es importante este reconocimiento, por un lado, porque ser reconocido por la sociedad como víctima es dejar de estar solo y aislado con sus penas. Reyes Mate dice, que existe una necesidad de encuentro entre la víctima y el victimario, de otra manera la víctima se siente sola en su dolor, pero en la situación de Agüero es una posibilidad trunca ya que el no es considerado víctima (Mate, 2003, p. 102). Asimismo, ser reconocido como víctima habilita a Agüero a poder perdonar [De este tema se habla en el siguiente punto].

         No menos importante es la posibilidad que Agüero menciona en el excesivo uso de la palabra “víctima” que puede acarrear el peligro de que finalmente nadie sea culpable:

El entusiasmo iconoclasta por estallar por los aires los rótulos como víctima e inocente también debe de ser objeto de sospecha y crítica. Si no hay víctimas entonces todos somos iguales. Nadie es culpable (…). Los procesos sociales, los contextos, las causas de mediano y largo plazo sustituyen las voluntades, y al quedar estas fuera de juego, también desaparece la distribución de las culpas, los daños y la necesidad de un ajuste de cuentas, personal y de la colectividad, para con los actores (Agüero 2015, p. 107).

Se entrevé la justicia de la víctima en esta cita, una justicia que si no es desarrollada entonces el país no puede seguir su proceso de sanación.

Culpa y perdón.

En sus textos Agüero usa el concepto de culpa, para expresar el sentimiento de culpabilidad que ha heredado por los hechos de sus padres “la culpa del otro”, aunque honestamente cuenta que, de niño, cuando tenía 10 años aproximadamente, ayudó a construir cartuchos y en la universidad apoyo en el diseño de una invitación del Partido (Agüero, 2015, p. 85), escribe que su madre le prohibió pertenecer al partido: “yo me voy a joder en esta guerra. Yo. No tú” (Alarcón, 2018: s/n); y expresa que llegó un momento cuando él y sus hermanos eran enemigos del Partido (Ibíd., s/n).

A pesar de no haber sido partícipe al lado de sus padres, Agüero sufre y siente culpa por el daño que sus padres causaron a otras personas: “Escribí una vez: “los hijos no pueden heredar la culpa de los padres. No es justo”. Pero si la heredan. La culpa es compleja, tiene formas y se adapta porque las comunidades necesitan culpables” (Agüero, 2015, p. 61). Tal es su sentimiento de culpa que en un momento le es imperante pedir perdón en nombre de su padre: “En dos ocasiones he pedido perdón por mi padre. Fue en un momento de confusión” (Ibíd., p. 59), las respuestas fueron variadas, pero lo dejaron avergonzado; es por eso por lo que se dice a sí mismo: “… no volveré a pedir perdón. Ahora estoy rompiendo esa promesa. Pero este perdón es un derecho. No una humillación” (Agüero, 2015, p. 60). De este par de citas se entrevé un cambio o desarrollo en su forma de sentir respecto al acto de pedir perdón. Hay algo que ha cambiado entre un texto y otro. Puede ser que el primer perdón sea un perdón como el mismo lo dice en nombre de su padre y su madre, por los daños causados. Si ese es el caso, entonces ese acto de pedir perdón no es necesario; porque ese tipo de perdón no lo puede pedir Agüero -él NO ES el victimario-. Si lo relacionamos al perdón del que Reyes Mate habla; es el victimario quien debe pedir perdón, reconocer sus crímenes, comunicar un cambio de actitud en su parte y llegar a reconocer que hubiera sido mejor que toda esa violencia no hubiese pasado. El segundo perdón del que Agüero habla es un perdón menos personal y más colectivo, es un pedir perdón a la sociedad en nombre de la sociedad – esto explica la complejidad de la dicotomía victima/victimario-.

Asimismo, reconoce que los militantes del PCP-SL hicieron mucho daño a mucha gente inocente (Agüero; 2015, p. 55) y sabe que sus padres fueron culpables directa o indirectamente de muertes y vejaciones contra otros seres humanos: “Las acciones de mis padres generaron un conjunto de reacciones en cadena que aún hoy se prolongan. Tocando la vida de la gente, afectaron sus rumbos para siempre y, en buena parte para mal” (Ibíd., p. 61). Pero no solo ellos fueron los victimarios, el menciona a personas que nunca fueron encarceladas, y siguieron trabajando:

Recuerdo la rabia de algún compañero de la universidad, que estudiaba historia como yo, contra un profesor muy erudito (sic) pero políticamente extremista y otros como él. Tantos otros extremistas de izquierda como él. Que por medio de su discurso y su influencia sensibilizaron a sus estudiantes o discípulos y los alentaron hacia una radicalización terrible. Estudiantes que luego entraron a Sendero y murieron o fueron desaparecidos o se pudrieron en la cárcel. Y ellos se quedaron en sus vidas de provocadores, radicales de la palabra (Agüero, 2015, p. 62).

Estas citas dejan claro que hay una diversidad en los grados de compromiso con el PCP-SL, pero que todos son culpables y algunos fueron castigados, aprisionados, ejecutados y otros no.

Asimismo, aparte de pedir perdón, Agüero siente que debe perdonar, como ya se ha mencionado, se siente víctima: víctima del desprecio de la sociedad, víctima de la mirada de los vecinos y aunque estas penurias no son corporales o visibles, son penas, angustias con las que él debe de lidiar a solas por años. Sufre desde niño en Lima: “Que se vaya ese chico”. Lo alcancé a oír. La buena señora lo dijo desde la cocina, en voz profunda que quería ser baja. (…) Mi amiga, casi seguro avergonzada, argumentando que ella me había invitado para jugar Monopolio” (Agüero, 2015, p. 39), sufre el desprecio de la familia de una posible enamorada: “A mí no me habían visto nunca, pero me habían construido desde su memoria de mi madre como un anexo de ella. Proyectado como una fuente de resentimiento, un senderista biológico, esencial, contagioso. Ellos creían eso” (Ibíd., p. 40). Es justo en estos episodios de su vida, donde estos términos se

encuentran, culpa, perdón y víctima, pero la definición de víctima usada por el Estado no lo incluye, ya que Agüero compagina con la definición de las personas que deben de ser excluidas del PIR. Justamente él, Agüero [y miles como él], quien de verdad es una víctima -sin culpa de haber nacido y ser hijo de sus padres-; quien muy bien puede ser incluido en la manera de entender a la “víctima” de Reyes Mate, no es considerado víctima por el sistema, por la definición del PIR, debido a que es hijo de dos verdugos, de dos victimarios.

Si no soy una víctima legitima para la sociedad y el Estado ¿puedo reclamar para mí algo de consuelo? Más aún, ¿puedo atribuirme el derecho a perdonar a alguien? Creo que perdonar es un don. Y que en este sentido, su facultad está restringida a ciertas personas y grupos (…). Para perdonar necesito primero ser una víctima. Y ser una víctima es simbólicamente algo positivo, (…) un hijo de terroristas muertos no tiene, en principio, como capital social y simbólico, estas cualidades positivas (Agüero, 2015, pp. 119-120).

Pero hay otro lado también que él mismo discute; su madre le enseño a no ser víctima, él cuenta que se encuentra con una amiga que lo abrazo al entender que el también había perdido a alguien: “cuando me abrazó y me incluyó entre los suyos [familia de senderista], yo sentí; no, no soy igual. Yo no soy una víctima. Esto que me pasó, fue parte de otro proceso. Es un hecho brutal que no ha fundado mi identidad. Pero quizá, quizá, solo sentí este rechazo porque no estaba listo para rendirme” (Agüero, 2015, p. 118).

Bajo el concepto de víctima, se ha analizado cómo -a pesar de todo- Agüero se reconoce como víctima y como tal se siente parte de la sociedad civil; por lo que puede ser perdonado y perdonar y continúa diciendo: “Algunos irresponsablemente siguieron clamando un discurso de violencia armada (…). Debemos perdonarlos también. Hijos de su tiempo” (Agüero, 2015, p. 63); como se puede apreciar él usa el “debemos” que lo incorpora en el grupo de los que pueden perdonar.

Agüero pide perdón en nombre de todos los militantes del PCP-SL; tanto los que activamente hicieron algo [como sus padres] y los que tan solo con sus palabras instigaron a la revolución, pero también dice “debemos de perdonarlos” y de esta manera, el autor muestra “el circulo de la reconciliación” -por llamarlo de alguna manera – una propuesta de lo que a él le parece ser la manera correcta de llegar a un proceso de sanación en el Perú.

 

La justicia anamnética en los textos de Agüero.

Reyes Mate dice que la justicia hacia los vivos está relacionada a la justicia hacia los muertos y que “No hay solución política moralmente aceptable que no pase por hacer justicia a las víctimas…” (Zamora, 2010, p. 353). Para que esto sea posible, las injusticias sufridas deben de ser actuales y esto solo es posible si la memoria es parte de la justicia -justicia anamnética-.“Esta justicia consiste en el reconocimiento de los derechos de todos y cada uno de los hombres, también de los muertos y fracasados a la recuperación de lo perdido [el subrayado es mío]” (Mate, 2003,p. 113). Por su parte, Agüero cree que sus experiencias “pueden tener efectos hacia afuera, morales y políticos, que ayudan a hacer visible lo que se quiere dejar de lado y a desestabilizar los pactos a veces inconscientes con los que damos por natural nuestra realidad, nuestra historia de la guerra y su proyección en el orden del presente” (Agüero, 2015, p. 15). El opta por “re-mirar” y “revisar” y se pregunta y pregunta al lector: “¿puede este ejercicio tener consecuencias sobre nuestra propia mirada, nuestros recuerdos o el modo en que los hemos construido? No lo sé” (Agüero, 2015, p. 15).

El autor sugiere que hay algo que se está dejando de lado, una parte de la memoria y con sus textos, su testimonio, el pretende que tanto él, como el lector puedan cambiar su “punto de vista” y aceptar otras memorias. Quizá es justo aquí que hay un acercamiento entre su manera de ver la justicia y la justicia anamnética de Reyes Mate; ya que Agüero anhela un cambio en el tipo de memoria; de la memoria hegemónica del Informe presentado por la CVR, por una memoria que involucre a “todos y cada uno de los hombres, también de los muertos y fracasados a la recuperación de lo perdido” (Mate, 2003, p. 113).

La verdad y las memorias.

Del análisis de estos textos usando como base las propuestas de Reyes Mate se puede ver que para Agüero la centralidad de la víctima es importante, él cree que, para llegar a un conocimiento más completo de la verdad, se debe de tener presente la información trasmitida a través de los diferentes testimonios de todo tipo de sujetos. Tal es el caso de los testimonios que Lurgio Gavilán comparte en su obra testimonial “Memorias de un soldado desconocido”, editado el año 2012 por el Instituto de Estudios Peruanos en cooperación con la Universidad Iberoamericana de México. Su historia es diferente y controversial, él narra los acontecimientos de los que fue testigo y partícipe dentro de un periodo de aproximadamente dos años de militancia como niño soldado en PCP-SL y consecutivamente como “Cabito”8 de las fuerzas armadas del Perú. Posteriormente el decide continuar en el ejército como instructor, para luego estudiar para sacerdote, tomar los hábitos. Pero deja esa vida y por medio de becas estudia antropología y tiene la oportunidad de seguir su doctorado en México. Hoy es profesor de la universidad de Huamanga en Ayacucho. El testimonio de Gavilán apoya y complementa el testimonio de Agüero, ya que a través de su testimonio podemos conocer y tratar de entender algo de la vida de miles de personas que al igual que Gavilán estuvieron involucrados y fueron partícipes en esta cruenta guerra.

Agüero enuncia la importancia de este libro como otro pedazo de las verdades que conforman las ruedas en el engranaje de la memoria total del CAI; que se hace presente ante una sociedad donde aún no hay apertura o aceptación total de la compleja realidad en la que miles de sujetos se vieron involucrados:

¿Hay un espacio de expresión para que él pueda realmente pensar en profundizar el nivel de su compromiso con la guerra y sus crímenes, sin perder el tono adecuado, sin cargar con el riesgo de la sanción social o incluso penal? No lo hay aún, pero si su libro aporta en algo, o en mucho, es en que pone una primera piedra en este sentido (Agüero, 2015, p. 75).

Para Agüero este y otros testimonios son indispensables verdades que deben de presentarse y ser de conocimiento del resto de la sociedad, para lograr la comunicación entre las partes ya que son esta verdad y este conocimiento los que llevarán al país a un reconocimiento, un entendimiento.

La politización de las víctimas

Por otro lado, el autor coincide con el filósofo Mate en la existencia de una politización de la justicia de las víctimas cuando apunta a la politización que toma lugar en las actividades que los familiares de las víctimas organizan para pedir justicia por parte del Estado, según él, ellos llegan a un exceso de justicia y sienten una falta de empatía y perdón:

Acompaño las actividades convocadas por los familiares, porque sé que tienen razón, porque ante la impunidad pedir justicia es elemental. Pero me entristece el mensaje que compartimos. El de fondo. El que no se refiere al justo reclamo por el agravio y la justa persecución y sanción de los culpables. Me desconcierta el mensaje que tiene que ver con nuestra cultura política, tan feroz (Agüero, 2015, p. 125).

Agüero se pregunta al respecto:.

¿Hay algo así como un exceso de justicia? ¿Es como amar mucho sic pero al revés? Esa rabia con que se busca la justicia sin ninguna consideración es algo que me aleja de mis amigos estos días. Una especie de lujuria de justicia, que hace que esta pierda su potencial de rehacer, de recrear. Y se concentra en su poder para reprobar, sancionar, prohibir, reprimir. No lo sé (Ibíd., p. 125).

La justicia de la que habla Agüero, que se lleva a cabo “sin ninguna consideración” es la justicia del pago de la culpa por el victimario, una forma de venganza, y, no la justicia del reconocimiento a las víctimas como Reyes Mate sugiere. En ambos casos la memoria del sufrimiento de la víctima es mal usada tanto por los políticos de carrera como por los familiares de las víctimas, en espera de poder lograr algo más que un reconocimiento al sufrimiento de la víctima.

La compasión.

Reyes Mate piensa que la compasión es una de las cualidades humanas que se pierden por la presencia de tanta violencia, en su texto “La mirada de la víctima” escribe:

La piel de la sociedad se hace dura para protegerse de tanta violencia, lo que lleva consigo debilitamiento de la sensibilidad y pérdida de cualidades de la humanitas, conseguidas laboriosamente por el hombre a lo largo de los siglos: la compasión, la solidaridad o la memoria (Mate, 2002, p. 243).

En los textos de Agüero se hace presente constantemente el término compasión, apela al humanitas de los lectores; a veces directamente y otras veces indirectamente. En un tono más personal Agüero cuenta cómo los senderistas le dieron a conocer el nombre de los soldados que habían matado a su padre, quizá para instarlo a vengarse por su muerte de alguna manera, al respecto él dice:

{…} yo prefiero mantenerlos a esos hombres en el anonimato. Quizá los años los hayan llevado a la reflexión, pero eso no se puede saber y no debemos de esperarlo. Esa no puede ser la causa de guardarlos, es insuficiente. Pienso que no tengo clara la razón, pero por ahora quiero que sus hijos no hereden ningún estigma. Darles la oportunidad a esos hombres de que hereden a sus hijos su mejor versión (Agüero, 2015, p. 128).

Como se menciona en el contexto histórico, Alan García fue responsable de las matanzas en el Frontón y en otras dos cárceles peruanas, Agüero prefiere perdonarlo a odiarlo – como lo odiaban su madre y su abuela. No lo absuelve de su culpa judicialmente hablando, más bien dice:

Si la justicia llega a comprobarle alguna responsabilidad, pues que la asuma. Pero siento que también fue superado por sus miedos y limitaciones, que esa guerra fue demasiado para él. Que perdió el alma en este trance. Y cuando un hombre pierde su alma, todos de algún modo la perdemos con él. Y ante ese daño, aunque quisiera, no podría desearle otro mal que sea peor. Y entonces quiero condolerme, pero cómo (Agüero, 2015, p. 128).

Menciona también, la situación de algunos senderistas que enfrentados “a la prueba” [tortura], han delatado a sus compañeros lo que significó la muerte de compañeros, arrestos, violaciones etc.:

La reprobación hacia sí mismos no los abandona. Esta falla, llevó a algunos como respuesta, a ser lo (sic) más férreos vigilantes de la línea más rígida de su partido en las cárceles. Y ya libres, se ven compelidos a seguir allí, en esa (sic) rol. Pagando. ¿Pueden escapar de este destino? ¿Destinos tales no deben movernos a compasión? (Agüero, 2015, p. 131).

En los comentarios de Agüero se puede observar que para él el sentimiento de compasión es de suma importancia y por eso que recalca al respecto, dando varios ejemplos – para sí mismo y para los lectores. Se lee también como él prefiere compadecerse de las personas que de alguna manera le hicieron daño en vez de vengarse, ya que siente que tienen suficiente con el peso de sus pecados, que deben de cargar todos los días.

Uso y abuso de la memoria.

Refiriéndose al uso o abuso de la memoria o del sufrimiento de las víctimas Agüero tiene dificultad en determinar cuándo se trata de uno o del otro y usa como ejemplo la victimización:

La victimización es entonces una estrategia política para acceder a la justicia y otros bienes escasos. Los afectados por violaciones de los derechos humanos lo aprenden, lo adaptan, se apropian de estos instrumentos y lenguajes del derecho

internacional y lo emplean para su beneficio. (…) ¿Nos sorprende que resalten sus heridas para obtener algo de atención? ¿Nos debe sorprender si sabemos que antes de ser víctimas ya eran excluidos? (Agüero, 2015, p. 116).

Para Agüero es natural que las víctimas hagan uso de esa oportunidad que se les brinda, ya que muchas de las víctimas del CAI eran indígenas que antes del conflicto eran “invisibles” para el Estado. Después de la guerra, tienen la posibilidad de obtener una identidad y ser “sujetos políticos”, asumiendo que en el Perú tener un número del RUV abre las puertas a algunos beneficios – como becas estudiantiles y otros reconocimientos. Agüero subraya que entiende las razones de estas personas de hacerse víctimas, pero que quizá en “este uso táctico del sufrimiento que algunas localidades hacen, también no se pierde algo, algo del poder ético que tiene un reclamo sin más pretensiones que su sola justicia” (Agüero, 2015, p. 116). Al mismo tiempo piensa que no se puede juzgar a otros sin juzgarse al menos un poco a uno mismo; como quien dice “Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra” (La biblia, NVI, Juan 8:7).

Otro abuso que Agüero menciona y que también se lleva a cabo en la práctica de la memoria.

-justamente como Ricoeur lo menciona en su libro-, es el extremo uso de la memoria artificial por parte de artistas, intermediarios culturales y otros similares para promover el interés por sus propias performances, eventos, etc.: “Por ello florecen activistas, artistas, promotores de memorias, intermediarios culturales ¿No era Todorov el que ya advertía, suspicaz, sobre estos líderes de la memoria y la moral que aproximándose a las víctimas lo que hacen es construir su propia satisfacción y su estatus como ejemplares?” (Agüero, 2015, p. 36). Pero, a pesar de este evidente mal uso de las víctimas y su situación, Agüero reconoce la necesidad que las víctimas y sus familiares tienen de la atención que estas personas crean cuando toman parte de sus eventos: “… a estos artistas las organizaciones de afectados les tienen afecto, les reconocen su interés, les agradecen que sean sus aliados y que los acompañen en sus actividades y reclamos por justicia y reparación, cuando nadie más lo hace y el Estado permanece tan indiferente” (Ibíd., pp. 36-37). Aquí coincide con Ricoeur quien habla del mal uso de la memoria en relación con la “memoria hábito” donde un museo o una escultura cobra demasiada importancia y se puede volver un instrumento ideológico por diferentes grupos para tratar de ejercer y aumentar su autoridad enunciativa (Ricoeur, 2003, p. 88). Además, Ricoeur ve también un peligro en que la conmemoración se haga maquinal y no sea el cerebro el que haga la rememoración: “Pero la novedad consiste en que el cuerpo – eventualmente, el cerebro- o el alma unida al cuerpo ya no son el soporte de esta impronta, sino la imaginación considerada como una potencia espiritual” (Ibíd., p. 88). Lo que Agüero desea apuntar es que las víctimas y los familiares de las víctimas prefieren el mal uso de la memoria por parte de los artistas y su extrema memoria al caer en el olvido total por parte del Estado y la sociedad. Por lo tanto, para él, “El uso y el abuso de la memoria, es finalmente algo que no tiene frontera, sino quizá, momentos y necesidades” (Agüero, 2015, p. 37).

          Agüero coincide con Ricoeur quien a su vez expresa que la manipulación de la memoria toma lugar a través de la función narrativa: “En el plano más profundo, el de las mediaciones simbólicas de la acción, la memoria es incorporada a la constitución de la identidad a través de la función narrativa” (Ricoeur, 2003, p. 116). Parece haber una similitud de ideas por parte de Agüero, aunque no habla tan concretamente de la identidad, pero cuando relata los motivos de publicar la obra menciona que “… al compartirlas sí pueden tener efectos hacia afuera, morales y políticos, que ayudan a hacer visible lo que se quiere dejar de lado y a desestabilizar los pactos a veces inconscientes con los que damos por natural nuestra realidad, …” (Agüero 2015, p. 15). De esta cita se desprende que la historia hegemónica en el país ha presentado una narrativa que ha sentado

identidades [“terrucos” y “no terrucos”], tanto que ni se piensa. Él escribe para desestabilizar esta situación y crear un espacio de discusión.

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Conclusión

Los historiadores coinciden en que el CAI tiene origen en los problemas sociales producidos por las relaciones de desigualdad entre los conquistadores y los conquistados en la época de la conquista y la colonia. Esto ha acarreado problemas de identidad en la sociedad peruana, los cuáles están presentes aún hoy en día. Ricoeur explica dicha problemática de desigualdad cuando habla de la fragilidad de la identidad, causada por lo que él denomina como “la violencia fundadora” que causa un problema de identidad en la población. Agüero por su parte no va tan lejos como la conquista, pero da a entender que el duelo en el Perú es una situación permanente y lo ha sido por generaciones; este duelo se debe a la violencia que se ha vivido en el Perú por decenios. Está violencia crea un desarraigo en la sociedad y problemas de identidad entre los ciudadanos. Es precisamente esa falta de arraigo que motiva a las víctimas y sus familiares – muchos de los cuales vivían en el interior del país- a aprovechar la oportunidad de adquirir una forma de estatus, y su registro en la lista de víctimas es un paso más para llegar a formar parte de la ciudadanía.

Relacionado a esta problemática encontramos un concepto que Agüero no ha mencionado directamente en sus textos pero que yace latente bajo todo el libro: la idea de la responsabilidad colectiva. En sus textos Agüero enfatiza en presentar ejemplos que evidencian el actuar de diferentes actores sociales y a través de estas acciones el presenta el comportamiento de estos diferentes tipos de actores partícipes tanto del CAI o de la época del post conflicto. Por ejemplo, menciona el extremo uso de la violencia por parte de los senderistas y el uso de la extrema violencia por parte de los militares. Da ejemplos también de la manera en que las organizaciones y el

gobierno han realizado o realizan su trabajo. Asimismo, apunta también al mal uso del sufrimiento de las víctimas y de la memoria por parte de los intermediarios, artistas, etc. Con todos estos ejemplos Agüero trata de presentar la existencia de una responsabilidad personal por parte de cada una de estas personas o entidades, pero en sus testimonios también se presiente la existencia de una responsabilidad colectiva – de la que ningún ciudadano peruano u organización asentada en el Perú puede librarse. Por ejemplo, cuando habla acerca de la posibilidad de que un senderista pueda o no pueda tener dignidad y se pregunta y pregunta al lector:

¿Haber pecado vuelve asqueroso al pecador, lo aparte del mundo de los humanos?

¿De qué élite de humanos puros? (…) Quizá su barbarie fue extrema. Y perdieron su condición de congéneres. (…) Pero ¿todos? ¿Todo el tiempo? ¿En Sendero todos? ¿Y realmente, no se nos parecen? (Agüero 2015, p.: 67).

Cuando escribe “…no se nos parecen”, cuando pregunta al aire libre, Agüero se incluye e incluye al lector a formar parte de la sociedad, parte de la realidad -tan compleja- de la que nadie se puede extraer ya que todos somos seres sociales y pertenecemos a la sociedad. Regresando a los abusos de la memoria de Ricoeur y la fragilidad de la identidad; la segmentación establecida en la sociedad peruana y producto de la violencia fundadora, seguirían siendo la base de las problemáticas en el Perú y un cambio en este aspecto sería para el beneficio del país.

Por otra parte, al presentar a los diferentes actores, Agüero trata de presentar las dos caras de la moneda. Él trata de entender y hacer entender al lector que las situaciones también se pueden apreciar de otra manera -con otros lentes- y tratar de perdonar y tener compasión por las carencias de las otras personas, de los otros actores; cada uno paga su culpa y carga su cruz. Además, tomando en cuenta que ninguno de nosotros deja de ser al menos un poco culpable, entonces no hay motivo para no perdonar. Por ejemplo, cuando habla de las personas que muy probablemente mataron a su padre, el trata de ver la situación en que estos individuos quizás viven hoy y no los

juzga. De esta manera Agüero va en contra de la idea popular que cada dolor sufrido debe de ser ajusticiado o vengado y trata de proponer una nueva mirada; la de la compasión y el perdón. La perspectiva a la memoria colectiva que Agüero ofrece es diferente, principalmente debido a que su visión del concepto de víctima difiere del presentado por el Estado peruano que excluye de la lista de víctimas a los militantes del PCP-SL y del MRTA. El autor apunta que también hubo víctimas entre las personas que militaban en estas agrupaciones. Comenta el caso de la mujer senderista que es torturada durante el proceso de interrogación y violada posteriormente, como un ejemplo de que estas personas también fueron maltratadas y por lo tanto deberían ser consideradas víctimas de la violencia por las fuerzas del orden del Estado peruano. Agüero cuestiona la manera en que se efectúa una división tan simple entre víctimas y victimarios, para él, la realidad es más poliédrica. Para Agüero, dejar de lado a la víctima y su sufrimiento es imposible, el reconocimiento del dolor sufrido por la víctima es esencial para poder alcanzar la saturación de las escisiones provenientes de la época de violencia que aún existen en la sociedad. Compasión y perdón son dos conceptos de suma importancia en los textos de Agüero, sabiendo que, como resultado de la narrativa hegemónica de la CVR, se ha concientizado en la población peruana, la figura del senderista como paria, que debe estar apartado de la comunidad. A lo que Agüero refuta [hay que recordar que muchos senderistas pasaron por su hogar], ya que él considera a los militantes de estas organizaciones no tan diferentes al resto de la sociedad porque nadie se puede decir libre de pecado. Al tratar de estos temas, el tono en los textos de Agüero se vuelve más personal, y usa su propio testimonio para explicar que él se siente; por un lado, culpable -al menos en alguna dosis- por el daño y el sufrimiento que sus padres causaron a otra gente y pide perdón. Y, al mismo tiempo él se siente víctima de la estigmatización de la gente por ser hijo de senderistas, aunque no es culpable de nada. A través de varios ejemplos el autor insta al lector a ver las cosas desde otro punto de vista y tener compasión por los otros, que ya tienen suficiente con sus propios demonios internos. Él prefiere tener compasión y perdonar.

Este hilo de pensamiento dirige al lector al título del libro, “Los Rendidos – Sobre el don de perdonar”, ya que durante el recorrido del libro Agüero ha desarrollado su entender acerca del perdón. De un sentimiento muy subjetivo -que una persona conceda el perdón a otra- que se vuelve en un acto, un acto de humildad, donde uno se rinde a los demás, pero ese rendirse, esa humildad no es algo negativo, sino que ese rendirse al pedir perdón y otorgarlo; libera, sana y reconcilia.

Así, este análisis ha revelado un testimonio que presenta una visión crítica de la presente memoria histórica en el Perú, ofrece una nueva mirada de la situación y destaca aspectos aún por trabajar en las políticas de memoria en el país.

 

NOTAS

1 Steve Stern: Profesor Emeritus de la Universidad de Yale, Historiador especializado en América Latina.
2 El Frontón: Es una isla que pertenece al Perú y donde funcionaba la cárcel del mismo nombre donde un gran número de los presos pertenecía al PCP-SL. Hubo un motín y las autoridades hacen un contraataque donde muere un gran número de senderistas en lo que se conoce como “La matanza en los penales del Perú.
3 Esta cita proviene de una transcripción de una entrevista radial por lo que el lenguaje es coloquial.
4 Tipología de víctima: personas fallecidas, personas desaparecidas, miembros de las fuerzas del orden, integrantes de los comités de autodefensa y autoridades civiles, quienes sufrieron tortura, quienes sufrieron lesiones graves, quienes sufrieron violación sexual y familiares de las personas muertas y desaparecidas entre 1980 y 2000.
5 Julia Guillerot: Diploma de Pos título, en Derechos Humanos y Democratización. Consultora – Experta internacional en temas de derechos humanos, justicia transicional y género.
6 Conforme a Jelin: En una entrevista dada a Javier Torres en Lima y publicada el 1 de septiembre de 2014.
7 Presidente José Mujica (2010-2015), Uruguay del Movimiento de Liberación Nacional, Frente Amplio.
8 Cabito: Aquí: niño que forma aparte del ejercito.

 

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Yurika Kristensen ostenta el título de Maestría en Filología Hispánica de la Universidad de Copenhague en Dinamarca. Como parte de sus estudios, Yurika realizó intercambios estudiantiles con la Universidad Complutense de Madrid, la Pontificia Universidad Católica del Perú y la Universitat de Valencia, llevando cursos relacionados a la situación social, política y literaria en los países hispano hablantes y cursos en interpretación del arte. Su interés radica principalmente en la interpretación y análisis de obras de literaturasocial e histórica.

Ella cuenta con muchos años de experiencia en el campo de la administración y seguros, pero durante los últimos 10 años se ha concentrado en la enseñanza de idiomas. Durante sus estudios fue profesora asistente en el Departamento de Inglés, Alemán y Lenguas Romances de la Universidad de Copenhague. En su tiempo libre hace trabajo de voluntariado en AiiA, una organización que organiza y promueve eventos relacionados a temas académicos y sociales de países hispanohablantes.

La filosofía apasionada de Unamuno y Kierkegaard: cómo el amor puede disipar la niebla de la confusión existencial

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Resumen

El objetivo de este artículo es presentar y analizar la influencia de Søren Kierkegaard en el pensamiento de Miguel de Unamuno, así como relacionar los conceptos comunes entre los dos pensadores en lo que concierne, en primer lugar, a la experiencia subjetiva, en segundo, a la ficción como herramienta filosófica y, por último, al papel que desempeña el amor en la existencia humana. Dicha relación se busca a través de un análisis comparativo entre Niebla (1957) por Unamuno y Diario del seductor (2006) por Kierkegaard, ya que ambas obras muestran similitudes llamativas con respecto a los temas mencionados. El análisis también incluye citas de otras obras de ambos pensadores que evidencian las varias nociones comunes entre los dos. Este análisis comparativo se divide, pues, en tres partes: la primera consta de una investigación de la niebla como metáfora que expresa tanto la confusión existencial como la dificultad de ver claramente la realidad, la segunda comprende un análisis del uso especial de la ficción en ambas obras y, por último, la tercera consiste en un examen del amor como concepto, así como su gran significación para los dos pensadores.

Abstract

It is the objective of this article to present and analyze the influence of Søren Kierkegaard on the thinking of Miguel de Unamuno and to elaborate the shared concepts of the two thinkers concerning the subjective experience, fiction as a philosophical tool and the part that love plays in human existence. This is done through a comparative analysis of Niebla by Unamuno and Diario del seductor by Kierkegaard since both works demonstrate striking similarities with respect to the mentioned themes. The analysis will also include quotes from other works by the two thinkers to elaborate on the various notions that the two have in common. This comparative analysis has three parts: an investigation of mist as a metaphor, which expresses existential confusion and the difficulty to clearly see reality, an analysis of the special use of fiction in both works and, finally, an examination of love as a concept and its significance for the two thinkers.

Palabras Clave

Amor espiritual, metaficción, confusión existencial

La hermandad espiritual de Unamuno y Kierkegaard

Esta investigación surge de un interés en aclarar la supuesta hermandad espiritual entre Søren Kierkegaard y Miguel de Unamuno. En otras palabras, busca evidenciar los puntos donde se encuentran tanto ideas filosóficas similares como intereses compartidos entre ambos pensadores. La posible conexión intelectual entre estos autores proviene del hecho indiscutible de que Unamuno fue un entusiasta lector de las obras de Kierkegaard, y de que mostró, durante mucho tiempo, una fascinación profunda por las ideas del mencionado filósofo danés. Incluso lo llegó a llamar, en algunos de sus textos, “mi favorito” o “hermano” – razón por la que ha surgido la cuestión de una hermandad espiritual entre los dos – ya que, en las afirmaciones del escritor y filósofo español, se percibe una sensación clara de haber encontrado en Kierkegaard alguien que pareciera haber compartido las mismas preguntas y los mismos problemas espirituales.

La subjetividad apasionada del individuo, la relación entre los individuos y la religión y la cuestión de cómo vivir como ser humano en cuanto a nuestra conciencia intensa sobre la vida y la muerte fueron temas que le interesaron mucho a Unamuno; es decir, el problema de que existe un aspecto fundamental de la vida que no se puede explicar ni solucionar con la ciencia ni con la lógica pura – lo anterior es uno de los problemas esenciales en el pensamiento del intelectual hispano, quien encontró en Kierkegaard un lenguaje y una elaboración muy útil para abordar este problema filosófico. Como veremos, la afinidad filosófica entre los dos autores, a primera vista, no es tan clara como se podría suponer. Muchas de sus ideas sobre algunos temas centrales son directamente opuestas. O sea, no se puede decir que necesariamente existe un paralelo claro entre las nociones del mundo encontradas en los escritos de Kierkegaard y Unamuno, pero sí se puede decir que Kierkegaard fue una inspiración fuerte que influyó a Unamuno tanto en la elaboración de ciertas ideas filosóficas como en sus obras literarias.

En este artículo también incluyo hechos biográficos de ambos pensadores, dado que tanto Kierkegaard como Unamuno fueron pensadores con un interés auténtico y personal en los temas que estudiaron, razón por la que pretendo iluminar dichos temas cuyo entendimiento permitiría mejor comprender sus vidas y sus desafíos internos. La filosofía existencialista que representan los dos surge de un interés en la cuestión de la realidad de la subjetividad individual, por lo que deseo también incluir algo sobre la lucha interna y la historia personal de estos pensadores.

Por último, busco aquellas semejanzas entre estas dos obras, concerniente a estilo, personajes, temas, metáforas centrales, etcétera, que podrían contarnos sobre los intereses y los problemas intelectuales compartidos por ambos pensadores, y así espero que nos acerquemos al motivo de la pasión intensa que nos muestra Unamuno cuando nos dice, refiriéndose a las cuestiones más personales de su pensamiento, “Oigamos al hermano Kierkegaard” (De Unamuno, 1998, 128).

La niebla como metáfora

Una similitud clara entre las dos obras investigadas en este análisis es el aspecto que tiene que ver con el título de la obra de Unamuno en cuestión, Niebla, y la metáfora de la niebla, la cual es un tema central en la mencionada obra, pues hay muchos ejemplos similares de la metáfora de la niebla en la obra de Kierkegaard, Diario del seductor, a los de la metáfora de la niebla en la novela de Unamuno con ese nombre. En la primera parte de la novela del filósofo danés, aquél que supuestamente descubre los papeles y el diario del protagonista, Johannes, lamenta haberlos encontrado debido al estado de ansiedad que le causa  la publicación de éstos, y dice: ”También yo he sido arrastrado a este reino de niebla, a este mundo de ensueño en el que uno se atemoriza a cada instante de su propia sombra” (Kierkegaard, 2006, 317), y así, Kierkegaard define el estado mental del protagonista de su novela, el cual atisba su filosofía: la vida como sueño y niebla, una filosofía que también es central en Niebla, en la que se encuentra la idea que “life is mist and that (day) dreaming provides a temporary alternative until happiness is secured by means of true spiritual love” (Ardila, 2011, 143). Más abajo, volveré a la cuestión del amor espiritual, esta fuerza disolvente que, según Kierkegaard y Unamuno, puede disipar la niebla de la vida. La imagen de la niebla es muy utilizada en Diario del seductor como metáfora que describe el estado mental y percepción del mundo del protagonista Johannes. Al principio de la novela, Johannes ha ido a una exposición porque sabe que habrá una chica, para él desconocida, esperando otro hombre, y expresa su deseo de que esta chica se revele: “«Fascinante hechicera, hada o bruja, haz que desaparezca tu niebla», manifiéstate, probablemente estés ya presente aunque seas invisible para mí; delátate, pues en caso contrario no pienso esperar una revelación” (Kierkegaard, 2006, 326). El ser humano percibe lo desconocido de la vida como cubierto en niebla, o sea, la niebla es una metáfora que describe nuestra dificultad de ver claramente el mundo. En esta situación, en la cual Johannes busca la chica, su cara está detrás de la niebla de lo inexplorado, pero en esto también se siente la exaltación que Johannes experimenta esperando la aparición de la chica.

Eso es parte de lo esencial de la vida estética en un sentido kierkegaardiano – el placer en alto grado está en la expectación de las cosas todavía no conocidas. Por eso, el estético solamente busca el placer sensual de las relaciones románticas, sin considerar todos aspectos éticos de sus decisiones, cuya validez no reconoce además de considerarlos aburridos y destructivos de la experiencia estética: ”Bajo el cielo de la estética todo es fácil, bello, efímero, cuando la ética forma parte de ello, todo se vuelve duro, anguloso, infinitamente langweilig [aburrido]” (Ibid., 367). Por consiguiente, Johannes se define como estético, y afirma que las relaciones románticas no deben persistir, como eso no corresponde con su idea estética del amor, que es el tipo de amor que busca. Lo anterior, entonces, es el código de la persona que busca la vida estética; que desecha todas las consideraciones éticas y persigue exclusivamente el aspecto sensualmente satisfactorio de la vida.

La metáfora de la niebla también aparece en un pasaje en el que Johannes considera el amor idealizado en contexto con Cordelia, en la que considera su capacidad de amar verdaderamente y de forma completa, ya que ella se encuentra afectada por un amor que está vagamente definido en su mente sin que lo haya experimentado realmente:

Su alma no se ha volatizado ni debilitado con las imprecisas emociones del amor, algo que hace que muchas jovencitas nunca lleguen a amar, es decir, a amar con determinación, enérgica y cabalmente. La imprecisa fantasmagoría que llevan en su conciencia será el ideal según el cual el objeto real ha de ser probado. (Ibid., 376)

Otra vez la niebla (palabra perdida en la traducción: fantasmagoría es traducción de Taagebillede)  representa la denominación de la parte no realizada o conocida de la vida. Así, el amor y la mujer idealizada es un tema de la novela, que aparece con la niebla como metáfora, describiendo la experiencia interna de la persona que trata de concordar sus ideales con la realidad. Cabe considerar también este pasaje muy poético de una de las cartas de Johannes a Cordelia, que habla de la dificultad que tiene para mantener la imagen específica de Cordelia en su mente:

El cielo está encapotado – oscuras nubes borrascosas lo fruncen como negras cejas sobre su apasionada faz, los árboles del bosque se mueven, sacudidos por inquietantes sueños. […] ¿No vas a mostrarte, a recomponerte? Todo se me hace confuso; las partes del bosque pierden su contorno específico, lo veo todo como un banco de niebla en el que, por doquier, seres femeninos parecidos a ti aparecen y desaparecen. (Ibid., 394)

Johannes percibe una capa de nubes en el cielo. Todo le parece un mar de niebla, donde la imagen de su mujer querida se disuelve en varias imágenes que se le escapan – eso parece el tipo de soñar (despierto) ya mencionado que la experiencia de la vida como niebla trae consigo. A Johannes le resulta difícil mantener el amor que le tiene a Cordelia, pues lo confunde con el amor que tiene por el mundo – la capacidad de amar en general, es decir, el amor idealizado. Se ve entonces en estas consideraciones la tendencia de Johannes de moverse de un amor personal a Cordelia hacia un amor más generalizado; Johannes ve aparecer y desaparecer seres femeninos por todas partes que se parecen a Cordelia, y admite que sus cartas también tienen la intención de confundir a Cordelia: “Ella puede releer la carta y obtener de ello una nueva impresión y así sucesivamente” (Ibid., 395). Cabe recordar que Augusto en Niebla también tiene la experiencia que su amor por Eugenia se convierte en un amor general hacia todas las mujeres, y discute este fenómeno con Víctor Goti, como veremos abajo. Por lo demás, el concepto de la imagen concreta que es perdida en la memoria es algo que recurre en Diario del seductor. Johannes se extraña de no poder imaginarse a Cordelia, aun habiéndola visto: “¿Han perdido los ojos del interior de mi alma su fuerza?” (Ibid., 329). Esto es muy similar a la experiencia de Augusto en Niebla: “¿Se borrará su imagen de mi memoria? […] Sólo me acuerda de unos ojos” (Unamuno, 1957, 56). Además, Johannes describe la experiencia de no poder recordar la imagen de Cordelia, aludiendo como muchas veces en el relato a los mitos griegos antiguos, así: ”a eso sí que puede llamársele cazar la nube en lugar de Juno” (Kierkegaard, 2006, 329). Como veremos, el interés de Unamuno en la metáfora de niebla también incluía la de nubes; su interés tenía que ver con el fenómeno que describe estas imágenes de no poder ver claramente la realidad – como el mito de Ixión, a quien alude en esta cita, pues seduce a una nube con la apariencia de Juno, mandada por Júpiter para engañarle, es decir, para que no obtenga el amor de la diosa verdadera, sino solamente la ilusión de éste (Encyclopaedia Britannica, 2018, ¶ Ixion). He aquí, entonces, tal vez una raíz antigua de la metáfora de la niebla que describe la parte poco clara del mundo, presente en las dos obras.

Como se ve, la niebla como metáfora es utilizada en muchos contextos y tiene la posibilidad de ser utilizada para describir ampliamente varios estados mentales, aunque sean estados parecidos; siempre tiene que ver con la carencia de conocimiento (de la naturaleza de la realidad misma), ansiedad y tristeza. Sin embargo, al final de la novela, mientras Johannes está considerando sus experiencias seduciendo a Cordelia, se vislumbra algo optimista en la mención de la niebla, que otra vez es un ejemplo de la exaltación que existe en lo desconocido desde el punto de vista estética: ”No veo fantasmas en esta hora nocturna, no veo lo que ha sido, sino lo que ha de venir, en el seno del lago, en el beso de la escarcha, en la niebla que se esparce sobre la tierra y esconde su fértil abrazo” (Kierkegaard, 2006, 433). En Johannes no existe religiosidad, ni ética. Él no está atormentado por tales consideraciones, como Augusto, que desea entender su vida y su relación con su creador, además de, por ejemplo, querer sinceramente ayudar a Eugenia con el pago de su deuda (De Unamuno, 1957, 139). Johannes solamente busca el placer, y por eso es, entre otras cosas antipáticas, muy cínico y, en un sentido, insensible – solamente sentir el placer sensual no forma una persona completa y realizada, sino algo más maligno. El seductor entonces nos muestra con su interior personal podrido los males que trae consigo la vida estética, y así por qué se necesita algo más que placer puro para obtener una vida satisfactoria. Se ve en las últimas consideraciones de Johannes también la discusión de qué es realidad, y la sensación de no ser real, sino un ente ficcional – lo cual, como veremos, claramente es un tema en Niebla también. Johannes continúa: ”Todo es imagen, yo mismo soy un mito de mí mismo, pues ¿no es como un mito que yo acuda presuroso a esta cita?” (Kierkegaard, 2006, 433). Esto también corresponde con la observación de A (el supuesto editor de Diario del seductor) sobre Johannes; que no vive en la realidad, sino en algún mundo detrás de la realidad, un mundo poético que no se ve tan claramente como la realidad física que nos enfrenta. Esto se parece mucho a la noción calderoniana presente en Niebla, comentada abajo, de la vida como sueño o teatro: “Detrás del mundo en el que vivimos, allá al fondo hay otro mundo que mantiene con él una relación similar a la que mantienen, en el teatro, tanto la escena real como la que a veces vemos detrás de ella” (Ibid., 313). Johannes es una persona que no puede ”disociar la poesía de la realidad” (Ibid.). Se ve entonces la función de la metáfora de la niebla en Diario del seductor; Johannes vive en un mundo escondido, hecho de poesía, en la beldad y misterio que está detrás del mundo visible.

En Niebla, la niebla describe una experiencia parecida; la de no estar completamente en el mundo visible. La experiencia de Augusto, sin embargo, es muy diferente como su sensación nebulosa de no estar en el mundo visible no surge de una búsqueda dedicada del placer sensual y poético, sino de una duda verdadera de su propia existencia. He aquí, entonces, una diferencia fundamental entre las personalidades de los dos protagonistas.

Augusto expresa la experiencia de la vida como niebla ya en el capítulo II, en la que considera la sensación de ser vivo, o sea, la experiencia en sí, la cual puede ser muy ilusoria: “Los hombres no sucumbimos a las grandes penas ni a las grandes alegrías, y es porque […] vienen embozadas en una inmensa niebla de pequeños incidentes. Y la vida es esto, la niebla. La vida es nebulosa” (De Unamuno, 1957, 60). La experiencia, y la noción filosófica, de la vida como niebla es, aunque presente y central en Diario del seductor, más constante en Niebla, por cuya razón Unamuno probablemente denominó su novela así. Por eso, solamente doy aquí unos cuantos ejemplos de la niebla como metáfora en esta obra, que es uno de los temas centrales, siendo tanto el título de la obra, como una palabra recurrente a través de toda la obra. En ella, la niebla mental, y la experiencia de la vida como un sueño, es una sensación, o tal vez sospecha, recurrente que afecta constantemente a Augusto. Su miedo, su duda y su temor existencial son todos frecuentemente expresados en estos términos: “El pobre Augusto creyó derretirse. Por lo menos, se le derritió la fuerza toda de los brazos, empezó la estancia a convertirse en niebla a sus ojos; pensó: «¿Estaré soñando?»” (Ibid., 271-272). La niebla aparece de esta manera a través de toda la novela, y es bastante evidente que la inspiración de esta metáfora surge de una lectura de Diario del seductor, la cual Unamuno poseía tanto en danés como en traducción italiana. A partir de las anotaciones en su ejemplar de esta obra, se evidencia que Unamuno tenía un interés profundo por varios aspectos de Diario del seductor; por ejemplo, le interesaba mucho la descripción de Cordelia y el uso de expresiones tragicómicas y este elemento está presente en sus propias obras también. Pero lo que más le interesaba era la metáfora de la niebla. Subraya esta palabra, Taage [niebla], varias veces en su copia del libro, e incluso la palabra Sky [nube]. Es decir, su interés por la niebla es temática, no semántica; lo que le interesaba eran las posibilidades de la imagen, ya sea niebla o nubes (Ardila, 2011, 140-142). La frase “niebla espiritual”, por añadidura, también es utilizada en su ensayo del año 1904, A lo que salga, un ensayo sobre las varias maneras de trabajar como autor, en el que lamenta la superficialidad de muchos autores y de la gente en general:

Y recuerdo que […], continué mi camino, […] pensando en un remoto reino del espíritu en que se nos vacíe a todos el contenido espiritual, se nos rezumen los sentimientos, anhelos y afectos más íntimos, […] y todos ellos, los de unos y los de otros, cuajen en una común niebla espiritual […] dentro de la que floten las cortezas de nuestras almas, estas cortezas que son hoy casi lo único que de ellas ofrecemos a nuestros prójimos, y casi lo único que recibimos de éstos. (Unamuno, 2007, 700)

En este ensayo, Unamuno emplea la metáfora de la niebla para describir la carencia de sinceridad entre los seres humanos con respeto a sus sentimientos y pensamientos más íntimos, pero en este caso, la niebla describe un fenómeno imaginado en que nuestras almas nos sale para crear un común “niebla espiritual” donde toda la intimidad de cada persona se confunde, y lo que es escondido por la niebla son nuestros cuerpos físicos – aquellas máscaras falsas que por el momento es lo único que presentamos a los demás. Aquí vemos entonces una similitud entre Kierkegaard y Unamuno, ambos están muy interesados en la posibilidad, o sea, imposibilidad, de presentar y describir la verdad de la existencia humana, como veremos, en el caso de Kierkegaard, más abajo; resulta imposible compartir verdaderamente la realidad íntima de la personalidad y la consciencia individual con los demás.

Se ve, entonces, la potencia que Unamuno veía en la metáfora de la niebla, la cual siempre describe algo relacionado con la dificultad del ser humano de adivinar la realidad, y la ansiedad y perturbación que esto trae consigo; no conocemos los mundos internos de los demás, no sabemos qué está al otro lado de la muerte y la memoria puede resultar engañosa.

Según Ardila, la atención especial que Unamuno prestó en los pasajes de Diario del seductor que contienen la metáfora de niebla, prueba que Unamuno derivó su idea de la niebla metafórica de esa obra por Kierkegaard, y que así se puede concluir que no solamente prestó ideas de Kierkegaard, sino que “in the Danish novel he found the central idea for and the inspiration to write Mist” (2011, 143).

El autor ficcionalizado y la metaficción

Como la experiencia de la vida como ficción, y la observación que la poesía y la ficción son la única manera de investigar la realidad vivida por los seres humanos, son temas tan centrales en ambas obras, no es extraño que la ficción en sí es objeto de investigación en aquellas obras. Niebla y O lo uno o lo otro, obra en la que se encuentra Diario del seductor, ambos indican en las portados un editor/prologuista, que después son desenmascarados como personajes ficcionales dentro del mundo del relato, además de un género poco convencional – “nivola”/”Un fragmento de vida”. Entonces, las obras se desarrollan en varias dimensiones en las que el autor, en el caso de Kierkegaard, es un personaje ficcional también, y la relación entre autor, personajes ficcionales y el lector siempre resulta difícil entender completamente, o en que, en el caso de Unamuno, la ficción en sí está debatida e investigada a través de una persona que descubre su propia ficcionalidad. Este empleo de la ficción como herramienta investigadora, además de la investigación de géneros y la ficción en sí – más presente en Unamuno – son esenciales en el entendimiento de las obras investigadas aquí. Utilizo aquí el término “metaficción” para describir el fenómeno de discusión de la ficción dentro de la ficción, lo cual añade otro nivel al relato, y sigo en esto la definición dada por William Gass: “These are works which contain, one way or the other, explanations and references to themselves. They are fictions about fiction; […] metafictions are fictions in which the content of the work being structured is the structure of traditional fiction” (1980, 7).

Los dos caracteres Víctor Goti y Victor Eremita representan un tipo de juego con el lector en Niebla y Diario del seductor. En Diario del seductor, Victor Eremita afirma haber encontrado los escritos de un llamado “A”, y este carácter dice no ser el protagonista Johannes de Diario del seductor. En Niebla, se distingue la relación entre el prologuista y la obra de la de Diario del seductor, ya que el lector no reconoce la ficcionalidad del prologuista Víctor Goti antes de que sea introducido como carácter en el argumento. En este momento, se entiende la función que tiene Víctor Goti como portavoz de Unamuno, con el que puede expresar sus ideas sobre varios temas a través de un personaje ficticio (Webber, 1964, 120). En esto, se ve la necesidad que veía Unamuno de crear su propio género para describir a Niebla – la “nivola” – como la relación entre el autor y el lector además de la relación entre realidad y ficción están trabajadas, y necesitan estar trabajadas, para lograr la meta deseada por Unamuno. Niebla puede ser entendido como una práctica metaficcional en este sentido por:

su ruptura de los moldes clásicos de la novela, el planteamiento dentro de la propia novela de las relaciones entre ficción y realidad, la teoría sobre los seres de ficción y el hacer evidente al lector y al protagonista, Augusto, que se trata de una ficción que depende de la voluntad del escritor, sin el cual no existiría Augusto. (Imízcoz Beúnza, 1999, 319)  

Para entender mejor la intención de la invención de este nuevo género, y para encontrar una explicación satisfactoria, por supuesto, hay que volverse hacia el mismo Víctor Goti, que provee sus consideraciones y razones de escribir una “nivola” en vez de una novela tradicional en una conversación con Augusto. Es decir, describe que había empezado el trabajo de escribir una novela, pero al final tenía que alejarse de las reglas del género tradicional. Víctor describe cómo quiere que sea elaborada su novela: “Mi novela no tiene argumento, o, mejor dicho, será el que vaya saliendo. El argumento se hace él solo” (De Unamuno, 1957, 179-180). Es decir, desea que tenga su novela el carácter de la vida – va a escribirla “como se vive, sin saber lo que vendrá” (Ibid., 180). Lo interesante aquí es que de ahí en adelante Víctor Goti nos presenta su propia función, o sea, la función que tiene para Unamuno, la cual también es una similitud con el estilo literario de Kierkegaard, aunque existen ciertas diferencias importantes, como veremos. Víctor Goti es el portavoz del autor, lo cual crea la oportunidad del autor de distanciarse de las consideraciones presentadas por el personaje ficcional: “Y, sobre todo, que parezca que el autor no dice las cosas por sí, no nos molesta con su yo satánico. Aunque, por supuesto, todo lo que digan mis personajes lo digo yo” (Ibid., 181). A este punto, Víctor Goti realiza la necesidad de presentar un género nuevo, como Augusto apunta que lo que describe acaba siendo novela: “será…, será nivola […] Así nadie tendrá el derecho a decir que deroga las leyes de su género… Invento el género, e inventar un género no es más que darle un nombre nuevo, y le doy las leyes que me place” (Ibid., 182). De esta manera, la introducción de un género nuevo, la disolución de la relación de oposición fija entre realidad y ficción y el empleo de un portavoz ficcional provee el autor con cierta libertad para presentar ideas y ponerlas como objetos de diálogo y discusión. Esta discusión con Víctor Goti le hace a Augusto dudar de su propia existencia: “Y esta mi vida, ¿es novela, es nivola o qué es? Todo esto me pasa, y que les pasa a los que me rodean, ¿es realidad o ficción?” (De Unamuno, 1957, 182-183). La cuestión de qué es realidad y qué es ficción, y la experiencia de la vida como un sueño, un tema probablemente inspirado por el escritor español del siglo XVII Pedro Calderón de la Barca – “¿Qué es la vida? Una ilusión/ una sombra, una ficción” (2013, 161), como dice en su obra famosa La vida es sueño –, así son centrales en Niebla (Aguinaga, 1964, 204).

La confusión entre ficción y realidad hasta este punto en el relato, por supuesto, es superada más tarde cuando Augusto encuentra a Unamuno mismo, el autor del relato en que se halla. Augusto, que ha decidido suicidarse, va a Salamanca para hablar con Unamuno y discutir este propósito. Pero la conversación se convierte en una discusión de la realidad y la ficción, o sea, la ficcionalidad de Augusto versus la realidad de Unamuno, habitante del mundo “real”. Unamuno mantiene que Augusto no es real en el mismo sentido que él, y que solamente existe dentro de la fantasía de su autor; de la suya, y por eso no tiene su propia voluntad: “Pues opino que como tú no existes más que en mi fantasía […] y como no me da la real gana de que te suicides, no te suicidarás” (De Unamuno, 1957, 297). Pero Augusto no está convencido, y afirma que “Hasta los llamados entes de ficción tienen su lógica interna” (Ibid.), por lo que no están tan sometidas a la voluntad del autor como sostiene Unamuno – tienen su propia vida. En este sentido, mantiene Augusto, los llamados entes de ficción son tan reales como los lectores de sus relatos, y ellos también van a morir, lo cual Augusto le dice a Unamuno, refiriéndose a Dios como el creador y autor de Unamuno: “Pues bien, mi señor creador don Miguel: también usted morirá […] ¡Dios dejará de soñarle!” (Ibid., 304). Vemos aquí otra vez la idea de la vida como sueño; la vida supuestamente “real” podrá ser el sueño de Dios, y Él puede ser visto como el autor supremo que escribe y planea nuestras vidas.

Una idea presente en la obra unamuniana es, entonces, que todos, en un sentido, somos entes de ficción; todos somos creaturas de un creador, ya sea un autor o Dios. Sin embargo, hay la diferencia fundamental que los seres humanos en el mundo supuestamente real son mortales en otro sentido que los entes ficcionales. Los entes ficcionales perduran en la mente de los lectores y reviven “cada vez que un lector lee su historia” (Imízcoz Beúnza, 1999, 320). Aunque esto es una interpretación posible de esta famosa escena de Niebla, este juego turbador de la ficción y la confusión de realidad y ficción pueden tener varios propósitos y funciones en la obra de Unamuno. Aguinaga entiende el encuentro entre Augusto Pérez y Miguel de Unamuno en Niebla como el intento de Unamuno de entrar en este, tal vez inmortal, mundo ficcional:

I would like to suggest that the most important thing about this chapter, the most obvious and surely the least observed, is not that, in it, Augusto tries to escape the world of Fiction, but that, in it, a new character finally leaves his mist and enters the novel: a character by the name of Miguel de Unamuno. (1964, 197)  

Unamuno ha estado fuera de la historia, escondido en una niebla, pero en este momento, entra en el nivel existencial de Augusto. De esta manera, la necesidad mutua entre Augusto y Unamuno está subrayada; solamente se puede ser un “yo” si existe un “otro”, y este “yo” solamente puede definir su esencia específica, si existe algo conteniendo su no-esencia. En este caso, Unamuno se define como real, lo cual es la contraposición de la ficcionalidad de Augusto. Con eso, el carácter Unamuno quiere decir que la existencia de Augusto depende de él. Pero Augusto inteligentemente muestra que, dado que Unamuno ha entrado en el nivel de la ficción, y que tiene una conversación con Augusto, Unamuno verifica y acepta la existencia de Augusto. Por lo tanto, los dos son mutuamente relacionados, y la existencia de Unamuno también depende de Augusto (Ibid., 198). Así se ve el conflicto interno que puede existir en un ser humano; Unamuno afirma que cuando no tenga quien le discute, “invento dentro de mí quien lo haga. Mis monólogos son diálogos” (De Unamuno, 1957, 296). O sea, sus diálogos son monólogos, como Augusto sugiere. La cuestión de la realidad de la personalidad es interesante en este contexto – si los dos personajes discutiendo en este capítulo representan un conflicto real, por decirlo así, en la mente de Unamuno, ¿se puede decir que uno es más real que el otro? Al final, hay que afirmar que los dos son o reales o ficcionales. Este nivel de la existencia humana, la conciencia y la personalidad, está interesantemente conectado con la ficción; las construcciones que viven encerradas en la mente, las personalidades de otros y la de uno mismo, son un tipo de caracteres ficcionales. Esto, como mencionado, también es un tema en Niebla – una idea también surgida del dramaturgo español Pedro Calderón de la Barca: “As Augusto undoubtedly knows from having read Calderón, true freedom of the will consists in recognizing one’s role and playing it well” (Aguinaga, 1964, 192). La idea que Aguinaga expone aquí, la cual es una idea que se ve también en Sartre, es que, aunque tenemos la calidad de existir y la materia de la realidad sí existe, tenemos que actuar como, y así representar, una identidad y parte específica para poder existir en la mente de otros – lo cual se puede decir es existir realmente; “one is not a lover, or a painter, or a waiter, one acts as” (Ibid., 192). Por eso, sería fácil llegar a la conclusión tal vez precipitada, que todo tiene el mismo grado de realidad; que todo es ficción. El confín entre realidad y ficción puede parecer disolviéndose. La vida es un drama, y el drama es la vida, algo que Víctor Goti también menciona, tratando de convencer a Augusto que debe reírse y ver las cosas trágicas de la vida como una comedia, es decir, confundir las cosas, lo cual puede parecer una condición fundamental de la vida humana: “Y hay que confundir. […] Confundir el sueño con la vela, la ficción con la realidad, lo verdadero con lo falso. Confundirlo todo en una sola niebla” (de Unamuno, 1957, 284). Otra vez, la metáfora de la niebla. Puede parecer que la realidad y la ficción es la misma cosa, la misma niebla existencial. Pero a este punto, Aguinaga afirma que de hecho hay una diferencia entre un ente ficcional y un ente no-ficcional, y la demonstración de la interdependencia de los dos personajes no prueba la realidad de ninguna de ellos – “ser para otros” es diferente de “ser en sí”, lo cual dice Aguinaga, refiriéndose otra vez a Sartre: “Augusto was wrong, since ⹂being-for-others is not an ontological structure of the For-itself,” nor ⹂can we think of deriving being-for-itself from being-for-others.” Existence is the fact on which the relations are founded” (1964, 198). Aguinaga mantiene que eso era la convicción verdadera de Unamuno, y que realmente veía la ficción como una imitación de la realidad (Ibid.).

Pero ¿por qué, entonces, este juego con la ficción y la confusión de la realidad y la ficción en Niebla? Puede parecer que Unamuno quiere decir que la ficción y la realidad tienen el mismo valor ontológico, aunque debe, al fin y al cabo, como dice Aguinaga, ser suficiente simplemente “to kick any stone to know where real existence lies” (Ibid., 200). Para contestar esta pregunta, Aguinaga opina que hace falta considerar la vida personal de Miguel de Unamuno y así entender las motivaciones íntimas de su obra literaria y filosófica. En el año 1897, Unamuno sufrió una crisis profunda, la cual Aguinaga describe como una experiencia aplastante de la Muerte y la Nada (Ibid.). Pasó la noche del 23 de marzo de 1897, cuando Unamuno despertó “sobresaltado, víctima de un espasmo coronario y sufre un acceso de terror, con todo el aparato sintomático de un síndrome neurótico” (Egido, 1983, 231). Entonces, se fue para rezar durante tres días, abrumado por su encuentro directo con la Nada – la idea que realmente moriría, y después inició un diario, notando frecuentemente su estado mental (Ibid.). En este Diario Íntimo, lleno de consideraciones sobre la muerte, se ve el interés muy personal de Unamuno en la cuestión de cómo vivir con esta carga humana del temor de la Nada, y la relación entre esta cuestión y la religiosidad. Es evidente la lucha interna en la que se encuentra frente a esta cuestión: “Así no se puede vivir, me digo. Pero así debo vivir, luchando con estas tentaciones, haciéndome á la muerte. ¿Quien sino Dios mismo me ha movido á que le busque? Me he burlado mucho de la duda, hoy vivo en dudas” (De Unamuno, 1970, 107). La crisis afectaba a Unamuno de tal manera que estaría por el resto de su vida muy preocupado por su propia existencia, la injustica de la muerte y la necesidad de algún consuelo de esta condición inevitable de la vida humana – somos seres conscientes y por lo tanto sabemos que moriremos, lo cual nos resulta imposible aceptar, un problema que el perro de Augusto, Orfeo, también menciona en su oración fúnebre al final de Niebla; los seres humanos parecen siempre estar en otro lugar, en otro mundo, dada nuestra consciencia aumentada de todos los problemas de la existencia, incluyendo la muerte (De Unamuno, 1957, 324-325). Por lo cual, no estamos centrados en el presente; nuestro yo está esparcido a través del tiempo, desde todos los errores del pasado hasta la muerte inevitable en nuestro futuro. Esto era un problema que le preocupaba a Unamuno intensamente; esto es quizás el corazón de su filosofía entera y algo que él consideraba la motivación de toda filosofía: “¿Por qué quiero saber de dónde vengo y adónde voy, de dónde viene y adónde va lo que me rodea, y qué significa todo esto? Porque no quiero morirme del todo, y quiero saber si he de morirme o no definitivamente” (De Unamuno, 1998, 56). Por eso, el proyecto de Unamuno es afirmar su propia existencia y así luchar contra la muerte, además de mostrar la absurdidad e injusticia de ella. Es decir, la crisis afectó Unamuno de tal manera, que estaba entonces muy consciente de que la existencia del ser humano en realidad es mi existencia; el mundo desaparece con nosotros cuando morimos (Aguinaga 1964, 200). La búsqueda de Unamuno de un modo de afirmar su existencia tiene lugar en el arte – en poesía, en teatro y, sobre todo, en la novela. La dificultad que uno tiene buscando la afirmación deseada de su propia existencia es que, para que sea verdad la aserción “yo soy yo”, también hay que existir un “otro” que no simplemente exista en la consciencia del “yo”, sino que emerja con el “yo” y que tenga su propia consciencia. Los dos han de ser sujetos independientes, observándose uno al otro. Con tal motivo, Unamuno siempre en sus escritos – que frecuentemente, incluso los escritos filosóficos, tienen el carácter de diálogos – trata de incluir el lector en los argumentos para que este pueda afirmar su “yo”, lo cual a veces es visto por el lector como un sujeto, y a veces como un objeto (Ibid., 201). Pero debido a la abstracción necesaria de un ensayo filosófico, el “otro” y el “yo” de tales escritos se convierten fácilmente en estereotípicos, es decir, en una imagen inexacta de la persona que busca representar. Por eso, Unamuno se volvía hacia las varias expresiones artísticas disponibles, entre las que la novela le resultaba la más útil; en la novela, se presenta más detalladamente la vida y la personalidad de una persona. Julián Marías dice, hablando del papel que desempeña la novela para Unamuno en sus investigaciones y consideraciones filosóficas, que la novela es el paso primero “toward an existential analytic or a metaphysical study of human life” donde el objeto, es decir, el ser humano “shows itself in its full richness and plasticity, in its true temporal being” (1966, 67). Esto afirma también Unamuno en el epílogo a su San Manuel Bueno, Mártir: “la novela es la más íntima historia, la más verdadera, por lo que no me explico que haya quien se indigne de que se llame novela al Evangelio, lo que es elevarle” (Unamuno, 1979, 60). Se ve, entonces, la capacidad que Unamuno veía en la novela de presentar más íntima y específicamente un retrato de la naturaleza interna del ser humano; hasta el Evangelio puede ser llamado novelesco, si uno quería apuntar su certeza en un sentido existencial. Pero la cuestión entonces es cómo la novela revela la existencia del autor – eso es supuestamente su esperanza; que su existencia sea afirmada a través del encuentro entre el lector, el “otro” y el texto – porque el lector no encuentra al autor, sino a los caracteres de la novela. Esto, según Aguinaga, se atribuye al hecho que Unamuno estaba convencido que el lector pasa por medio de los caracteres y así llega al sujeto más importante; al autor, el Dios del mundo ficcional. El éxito de este propósito se ve, según Aguinaga, en el hecho que es necesario considerar la vida y mente de Unamuno para entender completamente la novela Niebla (1964, 202). Así, lo que se ve en la obra unamuniana, y muy explícitamente en Niebla y su tratamiento peculiar de la ficción como tal, es un intento de investigar la naturaleza de la condición humana, es decir, es un estudio de la vida y la muerte y una tentativa de manifestar la personalidad y realidad del autor a fuerza de un encuentro entre él, el lector y los caracteres del relato. Además, es una consideración filosófica sobre qué significa estar vivo y ser real, lo cual nos trae a todos las implicaciones ontológicas y metafísicas que esto lleva consigo – lo que Marías llama la metafísica frustrada y posición religiosa ambigua de Unamuno (1966, 94). Todo esto surge de un deseo profundo de Unamuno mismo de superar la muerte de un modo u otro; el anhelo de la inmortalidad es la motivación íntima de su actividad artística. Esto, en el pensamiento de Unamuno, es la motivación verdadera de todo arte también, como dice en Del sentimiento trágico de la vida: “El que os diga que escribe […] para propio recreo […] miente […]. Quiere, cuando menos, dejar una sombra de su espíritu, algo que le sobreviva” (1998, 73).

 

Que existe una relación bastante compleja y no lineal entre la obra, sus caracteres, el lector y el autor, ciertamente es una similitud entre Unamuno y Kierkegaard, aunque este empleo de varios niveles ficcionales tiene un fin y función diferente en la obra de cada uno. Hay cierta dificultad en la interpretación y entendimiento de la obra de Kierkegaard debido a su uso extenso de seudónimos. Kierkegaard mismo afirmó, en Post scriptum no científico y definitivo, en la sección última de la obra llamada “Primera y última explicación”, lo cual es firmado por él, “S. Kierkegaard”, y no por el seudónimo Johannes Climacus como el resto de la obra, que no se debe entender sus obras publicadas bajo otro nombre como expresiones de su opinión personal:

Lo que ha sido escrito, entonces, es mío, pero sólo en la medida en la que yo, por medio de líneas audibles, he puesto el modo de ver la vida del creativo individuo poéticamente real en su boca, pues mi relación es incluso más remota que la de un poeta, que poetiza personajes y sin embargo en el prefacio es él mismo el autor. […] Así, en los libros pseudónimos no hay ni una sola palabra mía. No tengo opinión de ellos excepto como tercero (Kierkegaard, 2010, 603)

Kierkegaard así quiere poner en claro que se siente alejado de las obras publicadas bajo otros nombres en el sentido que no concibe aquellas obras como suyas, filosóficamente hablando. Son expresiones de concepciones posibles de la realidad, a través de personajes ficticios – un contraste a la idea presentada por Víctor Goti, que las afirmaciones por los caracteres en su “nivola” de hecho las dice él mismo. Por eso, Kierkegaard pide que cualquier persona que desee citar aquellas obras lo haga citando ”los respectivos nombres de los autores pseudónimos, no el mío” (Ibid., 605). En esta idea de Kierkegaard, Webber adivina el precursor por la técnica similar en Unamuno, aunque también puede ser una inspiración más fundamental que no solamente inspira y precede el prologuista ficcional Víctor Goti, sino también “the more fundamental idea which pervades all of Unamuno’s work, that of the independent life of an author’s creations” (1964, 134). Es decir, el deseo de Unamuno de mantenerse vivo como un ente ficcional de su propia novela, que supuestamente tiene su propia vida y existencia, probablemente proviene de Kierkegaard. Pero no es una imitación directa de la técnica de Kierkegaard, sino un uso de un aspecto de la idea para cumplir sus propios objetos.

Debido a esta técnica y uso de seudónimos, puede resultar difícil entender exactamente las intenciones y opiniones propias de Kierkegaard, y unos teóricos mantienen que es menester considerar las obras kierkegaardianas firmadas por su propio nombre para acercarse un entendimiento de sus ideas personales (Evans, 2003, 299). Pero existe, según Evans, cierta confusión concerniente a la relación entre Kierkegaard y sus seudónimos, es decir, muchos investigadores tienden a atribuir demasiado los asertos de los seudónimos kierkegaardianos a Kierkegaard mismo. Evans afirma que incluso Unamuno no entendía completamente el uso de seudónimos de Kierkegaard. Evans muestra, a través de un análisis de los ejemplares de obras por Kierkegaard personales de Unamuno, que Unamuno no leía tan atentamente las obras por Kierkegaard firmadas por su propio nombre, como ellas que son firmadas por seudónimos. Por ejemplo, parece que Unamuno no leía la parte “Primera y última explicación” en Post scriptum no científico o Mi punto de vista, por lo que Evans sostiene que es verosímil que Unamuno no entendía completamente la intención de Kierkegaard de emplear seudónimos ni incluso el fin y propósito de la obra entera de Kierkegaard (2003, 308).

La aplicación de seudónimos por Kierkegaard tiene que ver con el concepto de la comunicación indirecta, lo cual es una idea y técnica clave en la obra kierkegaardiana. Este concepto está tratado tanto en obras firmadas por seudónimos como en ellas firmadas por Kierkegaard mismo. En Post scriptum no científico y definitivo, obra también frecuentemente citada por Unamuno en El sentimiento trágico de la vida, el seudónimo Johannes Climacus trata este concepto, alegando los aspectos más importantes de la comunicación indirecta, la cual es la forma necesaria de comunicación para tratar verdades existenciales. Los aspectos importantes de la comunicación son: la ideal mayéutica, la naturaleza artística de la comunicación indirecta y la carencia de certeza in contexto con verdades existenciales (Ibid., 300). La ideal mayéutica es necesaria porque Kierkegaard, o sea, Johannes Climacus, piensa que las verdades existenciales son de tal naturaleza, que no pueden ser comunicadas directamente – este tipo de verdad es tan fluyente y subjetiva que el individuo que recibe una idea así tiene que internalizarla y formarla por sí mismo, trabajando desde las nociones universales dadas por un autor o maestro de algún otro tipo. Por eso, hace falta comunicar tales ideas fundamentales y existenciales como lo hizo Sócrates; hay que actuar como “comadrona” para que el estudiante llegue por sí solo a una conclusión (Ibid., 300). De hecho, Sócrates mismo aplicó la metáfora de la comadrona para describir su método de enseñar, como se ve en el diálogo platónico Teeteto, en el que Sócrates afirma que, siendo el hijo de una comadrona, así trabaja él también:

Well, my art of midwifery is in most respects like theirs; but differs, in that I attend men and not women; and look after their souls when they are in labor, and not after their bodies: and the triumph of my art is in thoroughly examining whether the thought which the mind of the young man brings forth is a false idol or a noble and true birth. (Plato, 2008)

Por eso, el método socrático también es conocido como la ideal mayéutica, como esa palabra proviene de una raíz griega significando “actuar como comadrona” (Breed, 2016, 129). Además, la relación entre estudiante y maestro es mutual de modo que el maestro, en el acto de enseñar, cumple su vocación de ser maestro no menos que el deseo del estudiante de aprender. Así, el estudiante y el maestro están juntos en el proceso de realizarse como individuos cada uno – idea que nos hace pensar en la necesidad de Unamuno de establecerse como existente a través de la creación de un otro – y una ideal que también es derivada en la obra kierkegaardiana de Sócrates, como se ve en Migajas filosóficas, otra obra firmada por Johannes Climacus:

Así entendido —y esa era la manera socrática de entenderlo—, el maestro se sitúa en una relación de reciprocidad, en la cual vida y ambiente son ocasiones para hacerse maestro y, a su vez, este es ocasión para que los otros aprendan algo. […] el discípulo es la ocasión para que el maestro se comprenda a sí mismo, y el maestro es la ocasión para que el discípulo se comprenda a sí mismo. (Kierkegaard, 2016, 231)

Es decir, es clave entender la influencia de Sócrates sobre Kierkegaard y la inspiración que encuentra en este maestro antiguo para entender su manera de comunicar sus ideas filosóficas. La verdad se descubre individualmente, examinando la mente de uno mismo, donde se halla ya la verdad, y el maestro simplemente es el un apoyo en este proceso: “Según Sócrates, el existente carece en cuanto tal de conocimiento, y ha de obtener éste a medida en que, ayudado del maestro, descubra en sí por el método de interiorización la verdad olvidada” (Collado, 1962, 317). Aquí cabe recordar que Unamuno, catedrático de lengua griega, también consideraba el diálogo socrático esencial en la filosofía occidental, y que asimismo se encuentra alusiones a los diálogos socráticos en Niebla (Collins, 2002, 294). Un ejemplo de eso es cuando Augusto considera la relación entre los nombres que damos a las personas y las cosas frente a su naturaleza real:

– ¿Y por qué te llamas Domingo?

– Porque así me llaman.

«Bien, muy bien – se dijo Augusto –; nos llamamos como nos llaman. En los tiempos homéricos tenían las personas y las cosas dos nombres: el que le daban los hombres y el que le daban los dioses. (De Unamuno, 1957, 61)

Es decir, la consideración que es presentada aquí es hasta qué punto los nombres y palabras con los que denominamos el mundo solamente son representaciones superficiales del mundo real; en los tiempos homéricos, conocimiento de los nombres reales de las personas y las cosas era reservado a los dioses. Los seres humanos no tenían acceso a la esencia real de las cosas a través de las palabras y nombres. El diálogo arriba es, según Collins, una reproducción del diálogo socrático presentado en la obra platónica Crátilo, en el que este mismo problema es discutido (2002, 294). Así, el ideal socrático también está presente en el pensamiento de Unamuno, que también fue gran admirador del pensamiento griego. Además, he aquí otra vez el tema presente en la filosofía de Unamuno y Kierkegaard; que hay un problema fundamental en la relación entre el la lengua y la realidad, y que resulta muy difícil concordar la representación artificial de la realidad con la realidad propia. Sin embargo, no tenemos sino el arte y la lengua para expresar la realidad íntima de cada ser humano.

Por lo tanto, también es importante en la obra kierkegaardiana el aspecto artístico de la comunicación indirecta. El contenido y la forma de la comunicación son, según Climacus, igualmente importantes: ”Siempre que lo subjetivo tiene un peso importante en el conocimiento, la apropiación ocupa un lugar principal, la comunicación es una obra de arte reflexiva” (Kierkegaard, 2010, 87). Es decir, el arte es la lengua de verdades existenciales y de conocimiento íntimamente subjuntivo. He aquí un tipo de conocimiento que exige ser formulado y transmitido de forma artística e indirecta. Esto es así porque la verdad existencial no es precisa y fija, sino algo que es continuamente creada; un “constant becoming” (Evans, 2003, 300). En este contexto, el seudónimo Climacus critica el conocimiento objetivo y afirma las limitaciones de tal pensamiento – el conocimiento seguro, como conocimiento histórico u observaciones sensuales, no existe y no es válido porque no trata el problema de cómo existir como individuo y ser humano. Puede que la historia le enseñe algo a una persona del mundo exterior, pero no le dice nada de sí mismo – de su mundo interior (Ibid.). Por lo tanto, Climacus dice que todas las obras seudónimas por Kierkegaard son ejemplos de este tipo de comunicación indirecta, y que por ejemplo O lo uno o lo otro, en el que se encuentra Diario del seductor, siendo esto, es un ejemplo de la verdad como ”interioridad y, de esta manera tal vez una polémica contra la verdad en cuanto saber” (Kierkegaard, 2010, 252).

La primera frase de toda la obra O lo uno o lo otro formula este interés filosófico; la dicotomía entre lo interno y lo externo, y la dificultad de presentar correctamente lo interno: “Quizá te haya venido alguna vez a las mientes, querido lector, dudar un poco de la exactitud de la conocida proposición filosófica; lo exterior es lo interior, lo interior, lo exterior” (Kierkegaard, 2006, 29). Esto es una respuesta a la lógica hegeliana; en Hegel, las dicotomías son, en un sentido, partes de la misma cosa. Es decir, la contraposición entre conceptos opuestos se concibe como superada, porque un fenómeno implica su antítesis – no hay oscuridad sin luz. Pero la afirmación existencial de Kierkegaard, o sea, de Victor Eremita en este caso, es que, para el ser humano, las dicotomías siguen siendo una realidad, y hay diferencias reales en el mundo; no se ve la vida interna de un ser humano observando su apariencia externa. Johannes es una representación de esta idea; es una persona que se esconde por detrás de una máscara, y nadie sabe sus intenciones y pensamientos reales (Holm, 2012). Además, Johannes ha elegido la vida estética, y eso es exactamente el mensaje de esta obra kierkegaardiana en este contexto: hay que elegir en la vida, si bien las dicotomías no existen realmente, o filosóficamente, el ser humano está obligado a elegir, y de este surge el título de este trabajo entero; O lo uno o lo otro. Cabe mencionar que esto es un punto de interés muy importante de Unamuno en el pensamiento de Kierkegaard; a él le interesaba también el problema que el racionalismo no nos provee con las respuestas existenciales que necesitamos, siendo seres mortales buscando consuelo y sentido en esta nuestra vida misteriosa. Es decir, hay cierta realidad que es característica de la vida humana que no puede ser comunicada ni resuelta por el pensamiento puramente racionalista – lo cual trata de comunicar Kierkegaard a través de la comunicación indirecta. Esto es el fundamento del título de la obra, muy citada por Uanamuno, Post scriptum no científico y definitivo; esta obra busca investigar el mundo, pero no lo hace científicamente, sino apasionadamente, para descubrir el aspecto de la vida que no puede ser observado o medido científicamente (Bertrung, 2015, 50). En esto se encuentra, entonces, el punto en que Unamuno veía la hermandad espiritual que tenía con Kierkegaard, y se percibe el interés profundo en la crítica kierkegaardiana de Hegel, como en esta cita en la que comenta dicha crítica por su “hermano Kierkegaard”:

¡Qué intensa pasión, es decir, qué verdad encierra esta amarga invectiva contra Hegel, prototipo del racionalista, que nos quita la fiebre quitándonos la vida, y nos promete, en vez de una inmortalidad concreta, una inmortalidad abstracta, y no concreta, el hambre de ella que nos consume! (Unamuno, 1998, 129)

Por eso, Unamuno concebía la relación entre la filosofía y la religión como antagonista, aunque también mutualmente dependientes: “Filosofía y religión son enemigas entre sí, y por ser enemigas se necesitan una a otra” (Ibid., 132). En esto, se escucha el eco de afirmaciones por Kierkegaard, no necesariamente conocidas por Unamuno sino revelador de su hermandad filosófica concerniente ciertas ideas: ”Philosophy and Christianity can never be united” (Kierkegaard, 2007, 25). Cabe mencionar que los editores de esta versión de Kierkegaard’s Journals and Notebooks nos proveen con la información que esta frase proviene de la tradición escolástica, que justamente afirma que algo puede ser verdad en la filosofía, pero no en la teología (Ibid.). Unamuno concibe la historia de la filosofía como un conflicto entre la lógica y el sentimiento, lo cual él denomina “la vida”: “la trágica historia del pensamiento humano no es sino de una lucha entre la razón y la vida” (De Unamuno, 1998, 133). Es la experiencia, la vida dolorosa interna que no puede ser investigada ni resuelta científicamente que les interesaban a ambos pensadores, la cual tratan de discutir los dos de sus maneras distintas, y es este problema al que Kierkegaard trata de llamar atención a través de la presentación subjetiva e indirecta de sus obras seudónimas.

Pero aquí se debe apuntar que la idea y mensaje del uso de seudónimos de Kierkegaard no es tal, que necesariamente hay una división clara entre los seudónimos y Kierkegaard mismo. Es más refinado que eso. Lo que es comunicado a través de este estilo es la imposibilidad de comunicar verdaderamente la realidad íntima de la personalidad de un individuo. Por eso, en el caso las obras firmadas con el nombre de Kierkegaard mismo, eso también es un tipo de seudónimo, aunque supuestamente tiene una función un poco distinta. El problema que Kierkegaard quiere mostrar es que la realidad y la lengua no son la misma cosa y nunca pueden ser fundidos completamente: Bertrung concibe las obras firmadas por el nombre de Kierkegaard mismo como un intento de Kierkegaard de acercarse más a sí mismo, pero al final estas obras también son de tal naturaleza que se debe entenderlas como firmadas como otro seudónimo; el carácter que más se parece a la persona de Kierkegaard, tal vez – aunque por supuesto se debe buscar en estas obras para entender la intención de la obra entera por Kierkegaard; en ellas, Kierkegaard aparentemente de veras trata de exponer sus ideas e intenciones personales (2015, 100). Pero se debe acercarse las obras kierkegaardianas con la actitud de una interacción; hay que comunicar y reflexionar con las ideas propuestas por los varios autores seudónimos kierkegaardianos y no verlas como afirmaciones de una realidad de la mente de Kierkegaard o del ser humano en general. Solamente el lector es revelado a sí mismo en el encuentro con aquellos textos (Ibid., 106-107). En Kierkegaard, todo se trata del individuo. Eso parece el punto de interés más importante en su filosofía; la relación individual del ser humano con Dios. Es decir, el lector debe hacerse consciente de sí mismo en la lectura de las obras kierkegaardianas, y no pensar tanto en la persona de Søren Kierkegaard.

Pero esto no significa, en mi estimación, que es completamente inválido considerar la vida de Kierkegaard para entender unas de las motivaciones que posiblemente traía a este autor a escribir sobre ciertos temas. Hay que entender, que en la obra kierkegaardiana aprendemos que no es posible entender y conocer absolutamente el contenido del alma y corazón de un otro, pero eso es el caso tanto con Søren Kierkegaard, como con cualquier otra persona. Por eso, todavía es válido investigar la vida del autor verdadero de las obras por los seudónimos kierkegaardianas, dado que no confundimos las afirmaciones de aquellos autores ficticios con las ideas de la persona de Kierkegaard – de la misma manera que es válido tratar de entender nuestros amigos, aunque es imposible experimentar sus vidas internas. Los seudónimos son caracteres. Pero mientras que es un error confundir las ideas de Raskólnikov con las de Dostoievski, es decir, el protagonista con el autor, como afirma Evans (2003, 302), no es incorrecto tratar de entender la vida y persona de Dostoievski para entender el contexto personal, filosófico, histórico y político de sus obras. Quiero presentar esta consideración para matizar la crítica de Jesús-Antonio Collado presentado por Evans en contexto con el entendimiento correcto de los seudónimos kierkegaardianos. Evans afirma:

Collado is not cognizant of the pseudonyms and at times says jarring things like the following: “Es notable la fascinación que ejerció sobre la fantasía de Kierkegaard la figura de Don Juan, […]” Collado cites as his reference Either/Or I, and he is referring to the proclivities and sensibilities of A, its author, the esthete, and not to Kierkegaard. (2003, 302)

Mientras que es correcto, que Collado cita O lo uno o lo otro como si fuera una cita directa de Kierkegaard, no parece completamente injusto notarse que la figura de Don Juan ejerció una fascinación sobre la fantasía de Kierkegaard. Kierkegaard visitó el Teatro Real de Copenhague varias veces para ver Don Giovanni y escribe extensamente sobre esta obra en sus notas personales, como evidentemente le interesaba mucho el carácter de Don Juan, y los temas presentados en la obra además de la importancia y efecto profundo de la música (Schneider, 2018, 47). Por eso, sí es menester recordar que las consideraciones sobre Don Juan presentadas en O lo uno o lo otro no son las de Kierkegaard como tal – son una presentación de qué pensaría una persona con la orientación filosófica del seudónimo “A”, y hay que recordar eso y leerlas como tales. Y hay que usarlas para reflexionar sobre las posiciones de uno mismo, considerando personalmente las ideas presentadas. Lo que es dado no es una solución ni una filosofía de estética finalizada por Kierkegaard, pero un intento de dar ocasión a investigar los extremos de una actitud particular frente a la música, y en eso el lector debe envolverse. Pero eso no significa que Kierkegaard no tenía ninguna relación con aquella obra o que no le parecía interesante o importante; más bien lo contrario. Pero la experiencia estética del encuentro con una pieza de arte profundamente emocionante no puede ser acertadamente comunicada, y por eso Kierkegaard recurre a la comunicación indirecta.

 

He aquí entonces dos autores que aplicaban una dimensión adicional a sus obras, en las que la ficción tiene varios niveles en sus relatos y escritos filosóficos, y hasta el autor o editor de las obras es presentado como un personaje ficcional. La similitud entre el uso de la ficción en los dos autores está en la función que sirven las técnicas metaficcionales de proveer un método de reflexión profunda sobre la relación del individuo con las preguntas existenciales de su vida, y ambos autores proveen conocimiento detallado de la extraña relación entre la experiencia personal de una persona y la realidad metafísica que supuestamente la rodea. Pero el proyecto filosófico tratado, usando estas técnicas literarias, en definitiva es bastante distinto entre Unamuno y Kierkegaard, aunque es evidente que Unamuno encontró técnicas e ideas importantes en la obra seudónima kierkegaardiana que aplicaba en su propia producción literaria.

El amor espiritual

Es posible ver otros rasgos filosóficos en Niebla derivados de Diario del seductor. Uno de estos es la concepción del amor, cosa que tiene importancia grande tanto en el pensamiento de Unamuno como en el de Kierkegaard. El amor, más específicamente el amor espiritual, es para los dos pensadores, según Ardila, la única cosa existente capaz de combatir la muerte y la niebla espiritual de la existencia humana: “el amor espiritual confiere sentido a la existencia” (2008, 114).

Para dar contexto a la concepción del amor kierkegaardiana, es menester, como en el caso de la filosofía de Unamuno, contemplar la vida de Kierkegaard mismo. En su juventud, tras haberse licenciado en teología, Kierkegaard famosamente se comprometió con Regine Olsen. Dicho compromiso, sin embargo, no duró mucho tiempo, dado que Kierkegaard lo rompió después de dos meses. Sus obras siguientes se centraron en consideraciones melancólicas sobre sus experiencias con Regine, y no exige mucho ver los paralelos entre esta experiencia personal de Kierkegaard y los acontecimientos relatados en Diario del seductor (Ardila, 2008, 105). Una razón dada por Kierkegaard por haber abandonado a Regine, era su convicción que tendría que dedicar su vida al estudio de la teología, es decir, tener una vida religiosa. Mas también veía que el amor desempeña algún papel importante en la vida, o sea, en la relación existencial que tiene el ser humano con la vida, como sentía personalmente un dolor profundo tras haber llegado a saber que Regine se iba a casar con otro. Eso le traía a considerar profundamente el valor y función del amor, lo cual es parte de lo que representa el relato de Diario del seductor – una investigación del amor como tal (Ardila, 2008, 105).

Kierkegaard consideraba su vida y su obra un tránsito a través de tres estadios: el estético, el ético y el religioso – el estadio último – y, en su estimación, el amor que tenía por Regine pertenecía al primer estadio, es decir, al estético (Ibid., 106). No obstante, en Diario del seductor, Kierkegaard investiga el amor para preguntarse si no es de hecho el amor y no la religión que es la respuesta real a la vida y la existencia. En Diario del seductor, aparecen dos concepciones del amor; el elskov, el amor carnal, y el kjærlighed, el amor espiritual. Esta distinción parece una idea importante en la mente de Johannes: “Hay diferencia entre el erotismo espiritual y el erotismo terrenal” (Kierkegaard, 2006, 410). El amor carnal al final es renunciado por Johannes, como fue también por Kierkegaard, porque no provee la satisfacción deseada y la respuesta final a la existencia que desea. Lo que busca es el amor espiritual, y un tipo de claridad y pureza existencial (Ardila, 2008, 106). Es decir, más allá de lo que simplemente parece una búsqueda del amor estético y terrenal de Johannes, existe también la concepción de la posibilidad del amor espiritual de transcender la vida, y se ve el empleo de lenguaje simbólico que describe la conexión entre la muerte y la salvación de ella que representa el amor: ”¿Que soy yo? Soy la gravedad terrestre que te encadena al mundo. ¿Que qué diantres soy? Cuerpo, masa, tierra, polvo y cenizas. – Tú, Cordelia mía, tú eres alma y espíritu” (Kierkegaard, 2006, 401). Johannes es el cuerpo mortal, y Cordelia es el alma y el espíritu. Además, materia, tierra, polvo y ceniza son imágenes que tradicionalmente evocan la muerte en la tradición cristiana, por cuya razón Cordelia simboliza la inmortalidad en este contexto (Ardila, 2008, 106).

En Diario del seductor, se ve las consideraciones de Johannes sobre el amor en muchos pasajes, donde considera profundamente las varias manifestaciones que existe del amor y el papel que desempeña en la mente humana, y está muy claro que el amor es visto en esta obra como una cosa importantísima para el individuo: ”El amor es todo, por esta razón, para quien ama, todo ha dejado de tener sentido en sí mismo y sólo lo tiene en virtud de la interpretación que el amor hace de ello” (Kierkegaard, 2006, 401). Las paradojas y luchas internas relacionadas con todas las cuestiones del amor ocupan otras partes de O lo uno o lo otro también; de hecho, parece una motivación primaria e interés especial de la obra. En la parte de dicha obra llamada Siluetas, se investiga la pena que experimenta una mujer, representada con el carácter Marie Beaumarchais de la pieza teatral Clavigo por Goethe, después de haber sido dejado por su comprometido – se ve otra vez el paralelo con historia personal de Kierkegaard con Regine – y la dificultad que existe en la descripción intentada de la tal pena. Es decir, la cuestión de si su comprometido verdaderamente le ha engañado, dado que este ha seguido, honestamente en un sentido, sus sentimientos y emociones reales (Ibid., 193-205). La actitud estética hacia la vida, y el tipo de amor que esta trae consigo, es considerada en sus varios contextos posibles en la obra, y resulta importante el intento de entender el amor y su funcionamiento en el individuo y las implicaciones de las varias expresiones de él. ¿Es más importante la experiencia estética o las consideraciones éticas? ¿Es el amor estético de alto valor en sí mismo por la calidad de las experiencias, o necesita el ser humano más para ser contento? ¿A lo mejor algo más allá de lo estético y lo ético? De esta manera, llegamos a las cuestiones más centrales de la obra de Kierkegaard, y especialmente de O lo uno o lo otro.

Además, en la obra kierkegaardiana se encuentra la consideración que el amor es una fuerza esencial en la existencia y la naturaleza de Dios; el amor es lo único que puede mover a Dios y motivarlo para actuar, dado que el amor es el único motivo imaginable que contiene la meta en sí mismo – Dios supuestamente contiene todo en sí, y por eso no puede ser movido y satisfecho por algo fuera de Él – como afirma Johannes Climacus en Migajas filosóficas: “Pero si se mueve a sí mismo y no lo hace por necesidad, ¿qué le mueve sino el amor, ya que este no tiene la satisfacción de la necesidad fuera de sí, sino dentro de sí?” (Kierkegaard, 2016, 44). Aquí cabe mencionar que Unamuno también considera el amor central en contexto con la existencia de Dios: “La fe en Dios nace del amor a Dios, creemos que existe por querer que exista, y nace acaso también del amor de Dios a nosotros” (De Unamuno, 1998, 165). El amor es presente en muchas obras de Kierkegaard, y un tema central en Diario del seductor. En la estimación de Ardila, se debe, por consiguiente, leer Diario del seductor como “un canto al amor como único vehículo verdadero para trascender la muerte” (2008, 107).

En Niebla, el amor también es un tema central. Augusto es completamente dirigido por su sensación de no existir y sus cuestiones existenciales profundas, a las que encuentra una respuesta posible en el amor. Se ve la misma distinción entre amor carnal y amor espiritual que también existe en Diario del seductor; Augusto, como Johannes, no logra algo que no sea el amor espiritual – eso es lo que guía sus acciones y es lo que busca, es decir, busca el tipo de amor que “dota la vida de un sentido hondo, lúcido y verdadero” (Ardila, 2008, 110). Además, el amor es tema de investigación en Niebla, o sea, el amor es representado y considerado en sus varias formas y manifestaciones. Según Ardila, Augusto representa el amor espiritual, don Fermín el amor carnal, doña Ermelinda el amor económico y Eugenia el amor pragmático y utilitarista (Ibid.). El amor es debatido y considerado a través de toda la novela, y al fin, cuando Augusto no consigue recibir el amor de Eugenia, muere. La causa de su muerte no es especificada, además de la afirmación del narrador y la criada Liduvina que Augusto había decidido conscientemente morir (Ibid., 112). El intento fallido de realizar el amor espiritual deja a Augusto sin razón de seguir existiendo, puesto que el amor es su fundamento existencial y su única manera de disolver la niebla existencial y probar su existencia. Eso le dice Augusto a su perro Orfeo, en uno de sus monólogos dirigidos a él, modificando a la famosa locución filosófica por Descartes Cogito ergo sum, poniendo el amor, y no el pensamiento, como la prueba evidente de la existencia: “Amo, ergo sum! Este amor, Orfeo, es como lluvia bienhechora en que se deshace y concreta la niebla de la existencia” (De Unamuno, 1957, 98). Así, una concepción del amor parecida de la de Diario del seductor atraviesa Niebla; el amor, lo cual existe y es manifestado en varias formas, es algo fundamental en la existencia humana y en su relación con lo divino, dado que es lo que más claramente añade sentido y una sensación de realidad a la vida, aunque también es causa de varias luchas internas dolorosas, dado su naturaleza compleja y paradójica. En este contexto, es relevante considerar el perro de Augusto, su compañero constante en Niebla, y quien da la oración fúnebre al final de la obra, después de la muerte de Augusto. Orfeo es el nombre de una figura de la mitología griega, conocido entre otras cosas como cantante y poeta sublime, y que, más famosamente, devolvió su esposa Eurídice del inframundo, “And who better to speak of the mystery of mortality than the quintessential poet-prophet-musician Orpheus?” (Collins, 2002, 290). Según Collins, Orfeo también representa la idea, central en la obra de Unamuno, que el arte es una manera de superar la muerte. En unas de las versiones del mito de Orfeo, la cabeza de Orfeo, decapitado por las ménades, sigue cantando después de su muerte. De la misma manera, Unamuno busca inmortalizar en Niebla a Augusto, a Orfeo – y a sí mismo, y la oración fúnebre de Orfeo puede ser visto como un “latter-day equivalent of a divinely inspired Orphic talking head” (Ibid., 291). Interesantemente, se encuentra en Diario del seductor una alusión al mito de Orfeo. Cuando Johannes lamenta que no pueda volver a encontrar a Cordelia por la calle, después de haberla visto la primera vez, dice: ”Muéstrame, muéstrame una posibilidad que parezca una imposibilidad, muéstrame en las sombras del Tártaro, de allí abajo la recogeré” (Kierkegaard, 2006, 332-33). Las notas de esta versión de O lo uno o lo otro señalan esto como una referencia al mito de Orfeo (Ibid., 435). Esto no necesariamente significa que Unamuno encontrara la idea del nombre del perro de Augusto en la obra por Kierkegaard, pero es notable que ambos escritores tienen presentes en estas obras tan similares aquello mito anciano de un héroe que tiene que ir a la oscuridad y profundidad del inframundo para buscar su amor – y que últimamente erra. Eurídice muere, y Orfeo se halla condenado a un destino trágico. Esto muestra bien la naturaleza de las dos obras; una búsqueda intensa en la profundidad de la mente de placer y amor, que engendra poesía sublime sobre la situación existencial y sufriente del ser humano. Se piensa en una de las afirmaciones famosas de O lo uno o lo otro: ”¿Qué es un poeta? Un ser desdichado que esconde profundos tormentos en su corazón, pero cuyos labios están formados de tal modo que, desbordados por el suspiro y por el grito, suenan cual hermosa música” (Ibid., 45). Tanto Johannes como Augusto hacen de una mujer específica el objeto de su amor, pero los dos al final no entran en una relación real con esa mujer. En lugar de una relación o matrimonio, solamente luchan y sufren por una imagen idealizada de dicha mujer – Johannes deliberadamente, y Augusto contra su voluntad – es decir, de verdad se trata de una experiencia del amor interna y spiritual; no del conocimiento propio de una mujer real. Johannes también atribuye este tipo de amor a Cordelia, dado que los dos comunican en su mayor parte por cartas, lo cual provee la posibilidad de querer una versión idealizada del otro: ”me confundirá hasta cierto punto con un ser universal que habita su amor” (Ibid., 384). Eso es lo que Víctor Goti también le dice a Augusto, cuando se da cuenta de que su amor a Eugenia está convirtiéndose en un amor a todas las mujeres: “Tú estabas enamorado, sin saberlo por supuesto, de la mujer, del abstracto, no de ésta ni de aquélla; al ver a Eugenia, ese abstracto se concretó y la mujer se hizo una mujer y te enamoraste de ella, y ahora vas de ella, sin dejarla, a casi todas las mujeres, y te enamoras de la colectividad, del género” (De Unamuno, 1957, 120). Y esta consideración le trae a la conclusión inevitable: “¿qué es el amor sino metafísica?” (ibid.). Ahí, se ve tal vez parte de lo que es tan servible filosóficamente para Unamuno y Kierkegaard; el amor es un fenómeno metafísico, una manifestación espiritual íntimamente relacionado con la experiencia y sentimiento religioso y una entrada a la parte de la vida en la que estaban tan interesados: la parte que no es lógica, sino sentimental – que toca el corazón por decirlo así.

Conclusión

 

Una lectura comparativa detallada de las obras Niebla y Diario del seductor enseña tanto las similitudes como las diferencias filosóficas entre Søren Kierkegaard y Miguel de Unamuno. Así, entonces, lo que queda claro es que son dos obras íntimamente relacionadas, y que la influencia de Diario del seductor sobre Niebla es considerable, sobre todo en lo concerniente a su estructura, metáforas, temas y personajes. En efecto, se ve claramente la multitud de coincidencias entre las dos obras, las cuales muestran, junto con el hecho histórico que Unamuno leía atentamente las obras kierkegaardianas, que Unamuno halló en Diario del seductor de Kierkegaard una inspiración muy importante –y hasta, según ciertos teóricos, la inspiración principal– para la redacción de Niebla.

La niebla desempeña un papel central en ambas obras, y describe el interés común de Kierkegaard y Unamuno en describir la sensación de que la realidad y la ficción pueden parecer fundirse; que la ficción y el sueño en un sentido son componentes de la existencia experimentada. Esto es la lucha interna central de Augusto; el mundo le parece una ficción y todo lo que experimenta es, en su mente, vago y nebuloso. La metáfora central de la niebla fue muy probablemente derivada directamente por Unamuno de Diario del seductor. En ella, la niebla como metáfora es utilizada frecuentemente y describe una concepción del mundo muy parecida. Pero lo central en lo nebuloso del mundo de Johannes no está conectado con una experiencia negativa, porque es justamente en lo escondido de la vida donde Johannes encuentra el gozo estético. Es decir, se ve juntamente la semejanza y disparidad de Johannes y Augusto: son hermanos espirituales, pero no son gemelos. Los dos muestran actitudes ante la vida muy parecidas y se encuentran en un mundo muy parecido, pero el objetivo de sus vidas, sus maneras de actuar y sus códigos éticos son completamente distintos.

Y como sus protagonistas, así también sus autores. En Unamuno y Kierkegaard, se encuentra dos filósofos muy parecidos con respecto a los temas filosóficos que les parecían importantes y con el interés apasionado en la experimentada subjetividad de cada persona. Eran dos hombres personalmente muy absortos en sus proyectos filosóficos. Uno, con treinta y dos años, tuvo una experiencia de encontrar directamente a la muerte, cuando despertó una noche con una comprensión repentina de la Nada, la cual causó un ataque de ansiedad impetuoso. Pasaba el resto de su vida confrontando y examinando la muerte, desesperado por encontrar un modo de escaparla. El otro se propuso abandonar los placeres del hombre mundano: matrimonio, amistad y reputación. Para así dedicarse a investigar todas las representaciones del yo, con el fin de ayudar al mundo y a sí mismo a convertirse en individuos cristianos verdaderos. Ambos buscaron durante sus vidas en la filosofía y en la religión, y encontraron respuestas distintas.

Así pues, se pueden apreciar también diferencias profundas entre Unamuno y Kierkegaard; el empleo complejo de la ficción de ambos tiene que ver con una dialéctica filosófica que trata cuestiones existencialistas, hondamente personales, pero se distinguen con respecto a su meta filosófica. En definitiva, lo que tienen en común es la investigación minuciosa de la relación entre el individuo y el aspecto espiritual-religioso de la vida y el rechazo a contentarse con las explicaciones materialistas y científicas de las preguntas más profundas y humanas: la muerte, la moralidad, la finalidad de la vida y la función del arte.

Esto es lo que representan Niebla y Diario del seductor. Augusto confronta a su creador, Unamuno, para entender y manifestar su existencia. Johannes es el ser humano que ha elegido descartar una espiritualidad sincera para vivir superficial y estéticamente. Ambos, empero, buscan el amor para acercarse a lo divino de la vida, y para encontrar alegría y consuelo.

Así, en la filosofía de Unamuno y Kierkegaard, el amor emerge como una fuerza divina capaz de aclarar y salvar, y en ello encuentran ambos pensadores la mejor esperanza para dar respuesta a las preguntas filosóficas más íntimas y humanas.

 

 

Obras citadas

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“Fundido encadenado” (5 poemas)

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“La voce della luna”

Yo soy llamado por la luz lunar
Tú eres llamado por los acordes
sol-la-do-mi
de las promesas incumplidas
Él es llamado desde el aljibe
Nosotros acudimos al llamado enajenado de la lubricidad
Vosotros sois llamados por los amistosos representantes de la senectud
Ellos son llamados aplacatoriamente

Yo soy llamado por quienes me espían
Tú espías a la voz del aljibe que no cierra en las noches
Él es un espía sordo y no cuenta
Nosotros espiamos en retirada
Vosotros espiáis a la enharinada Señorita 89

Presas fáciles de las poéticas
y al borde mismo de la razón
ellos espían.

“La voce della luna” (La voz de la luna, filme dirigido por Federico Fellini.)

*

 

“La famiglia”

Nadie falta para el fotógrafo
y para sus implementos

Procuraremos ni respirar
en ese instante

Estamos para sus instrucciones
él compone, él manda

Estamos todos, todos
para su perspicacia

En una placa que alcanza
ochenta años

Procuraremos ni pestañear
en ese instante supremo
del fogonazo

Apaisados
habremos de colgar
de una pared, más tarde de otra
colgar y perdurar

Fuimos haciéndonos de nuestras vidas
en el mismo retrato
pasando
posando.

 

“La Famiglia” (La familia, filme dirigido por Ettore Scola.)

 

*

 

“Madame Bovary”

Oírlo
Rodolfo
oírlo
presintiéndome
oírlo vaticinar
que habría de amarlo
Rodolfo
oírlo
antes de besarme
poseyéndome
oírlo
durando en mi cuerpo
Rodolfo
y oírlo en su carta
excluyéndose
me sofoca
me inflama
oírlo
al clímax
Rodolfo
muriendo en mi espejo.

 

“Madame Bovary”, (Madame Bovary, filme dirigido por Claude Chabrol.)

 

*

 

“Haunted Summer”

Están los que se vierten como loas

¡Por los derechos de las mujeres!
¡Por los derechos de los poetas!
(y están, claro
los que nunca se vierten)

Están los que se vierten como pócimas

¡Por los derechos de los íncubos!
¡Por los derechos de los vulgares!

Están los que se vierten como vinos espumosos

¡Por los derechos de los suicidas!
¡Por los derechos de los adúlteros!

Están los que se vierten como guisos
(y están, claro
los que nunca se vierten)

¡Por los derechos de los aterrorizados!
¡Por los derechos de Frankenstein!

 

“Haunted Summer” (Un verano encantado, filme dirigido por Ivan Passer.)

 

*

 

“Orbest Redl”

Su Majestad
en el paisaje

y ese oficial
de la Monarquía

en una bala.

 

“Orbest Redl” (Coronel Redl, filme dirigido por István Szabó.)

 

 

 

Textos del poemario Fundido encadenado, de Rolando Revagliatti

 

 

Rolando Revagliatti nació el 14 de abril de 1945 en Buenos Aires, ciudad en la que reside, República Argentina. Publicó en soporte papel un volumen que reúne su dramaturgia, dos con cuentos y relatos y quince poemarios, además de otros cuatro poemarios sólo en soporte digital. También en edición electrónica se hallan los Tomos I, II, III, IV y V, conformados por 128 entrevistas realizadas por Revagliatti, de “Documentales. Entrevistas a escritores argentinos”. Todos sus libros cuentan con ediciones electrónicas disponibles en http://www.revagliatti.com. Ha sido incluido en unas ochenta antologías de poesía, narrativa y dramaturgia de la Argentina, Brasil, Perú, México, Chile, Panamá, Estados Unidos, República Dominicana, Venezuela, España, Alemania, Austria, Italia y la India.