ISSN 2692-3912

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Individualismo en La española inglesa de Miguel de Cervantes

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Individualismo en La española inglesa de Miguel de Cervantes

El problema del individuo de la filosofía renacentista italiana y su expresión en la literatura española de Cervantes Saavedra..

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Introducción

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El autor español Miguel de Cervantes publicó en el año 1613 su obra Novelas Ejemplares, en donde el individuo es un tema central. Una de las novelas1 que muestra esto claramente es la novela La Española Inglesa que trata de un desarrollo de un individuo tanto en el nivel temático como narrativo. El gran enfoque en el individuo muestra una relación con la contemporaneidad donde las corrientes de pensamiento renacentistas se centraban en problemas acerca del individuo, como el destino y la libertad del hombre. Por eso, es relevante leer la novela La Española Inglesa desde una perspectiva filosófica renacentista sobre el individuo. Para hacer esto, he formulado lo siguiente: Desde una perspectiva filosófica renacentista la novela de Cervantes La Española Inglesa es analizada, con el objeto de examinar cómo el texto expresa el individualismo. Primero voy a examinar la teoría del Renacimiento para alumbrar cómo fue la visión del hombre desde una perspectiva humanista, neo-aristotélica y neoplatonista. Examinaré todas estas tres corrientes de pensamiento para lograr un imagen más cumplido del individuo, aunque, en el análisis voy a poner un mayor enfoque en las teorías neoplatonistas. Usaré estas teorías en un análisis de La Española Inglesa para concluir cómo Cervantes es influido por estos pensamientos y cómo los usa para desarrollar el individuo en su novela.

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Individualismo en el Renacimiento

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El enfoque en el individuo fue parte de un nuevo ‘cosmos de pensamiento’ en el Renacimiento (Cassirer 1979 p6), que es dividido en tres corrientes de pensamiento, por el autor Ernst Cassirer: el humanismo, el neo-aristotelismo y el neoplatonismo (Cassirer, Kristeller, y Randall 1975 p2). Estas corrientes examinaban el origen y destino del humano, y sus visiones del espíritu y la naturaleza del individuo fueron usadas para levantar un plano del cosmos (Kristeller 1979 pp165-210). Es decir, a través del individuo se examinó el orden del universo. El concepto de Ragioni (Razón) tuvo un lugar central en el pensamiento del Renacimiento (Cassirer 1979 ppIX-1), y así las tres corrientes de pensamiento usaban la razón para examinar problemas como la inmortalidad y la dignidad del hombre. He elegido dividir los próximos párrafos entre estas tres corrientes, añadiendo un párrafo sobre la dignidad del hombre, para así obtener una imagen de cómo fue la visión del individuo en el Renacimiento.

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El Humanismo

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A finales del siglo XIII surge el humanismo que, como indica su nombre, se centra en el ser humano. El poeta Francesco Petrarca (1304-1374) es el primer representante del humanismo y es nombrado el ‘padre del humanismo’ (Cassirer, Kristeller, y Randall 1975 p2-3) por su iniciativa de pensar conscientemente sobre el individuo y su lugar y destino en el mundo, tanto natural como metafísico (Herrera Guillén 2020 pp35-36). Petrarca enfatizaba que debemos conocer la propia naturaleza del hombre y de dónde deriva y a dónde va (Kristeller 1979 pp170-171), y su principal enfoque fue cultivar las virtudes del hombre: ‘Philosophy meant to him [Petrarca] an exclusively practical discipline teaching the art of living well and happily (…)’ (Cassirer, Kristeller, y Randall 1975 p24). Es decir, el objetivo de los humanistas fue cultivar el hombre virtuoso, y se enfocaron en textos de los antiguos filósofos, porque los veían como la obtención más alta del hombre (Herrera Guillén 2020 p4). Concretamente, esto significaba que Petrarca mismo cultivaba sus virtudes imitando el estilo de escritura de los antiguos filósofos, lo que consideraba un ideal de gracia literaria (Cassirer, Kristeller, y Randall 1975 pp2-4). Pero, Petrarca no sólo cultivó las virtudes prácticas del hombre; en sus poemas de amor se ve una cultivación del espíritu del hombre. Esto lo observa la profesora María Pilar M. Sorolla p.ej. en la obra Canzoniere, donde observa un ‘proceso de divinización’ del hombre cuando el amor hace que la protagonista Laura va ‘(…) encaminándose hacia Dios (…)’ (Manero Sorolla 1987 pp132-133). Es decir, la cultivación del amor puede llevar el alma del hombre hacia lo divino. Esto es algo que será examinado más en detalle, en el párrafo ‘Neoplatonismo Florentino’.

En definitiva, el humanismo fue una disciplina que renació la visión del hombre de antiguos filósofos, especialmente Platón, y así los humanistas pusieron su enfoque en la creación del ser humano y cultivaban sus muchas virtudes, mientras había una aspiración hacia lo divino, que se realizó a través del amor (Herrera Guillén 2020 pp21-22). El enfoque de los humanistas en el individuo y sus virtudes funcionaba como la base de futuros pensamientos, y en lo siguiente vamos a encontrar estas mismas ideas, aunque en diferentes formas, en los pensamientos neo-aristotélicos y neoplatónicos.

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El Neo-Aristotelismo Renacentista

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Usando nuevas traducciones de antiguos textos de Aristóteles, el italiano Pietro Pomponazzi (1462-1525) desarrolló sus ideas del hombre con un enfoque en el mundo material (Herrera Guillén 2020 p28). Pomponazzi separó lo metafísico de la ética y así acentuaba que la dignidad del hombre fue un problema independiente de la inmortalidad del espíritu, mientras la libertad y las acciones del individuo fueron separadas de cosas metafísicas como la fortuna (Cassirer 1979 pp82-83). Es decir, Pomponazzi examinaba la dignidad del hombre en su vida presente en la tierra, cultivando la ética y la libertad del individuo. No estudiaba el hombre en un contexto metafísico, porque argumentaba que esto no podía ser demostrado usando la razón: ‘Pomponazzi holds a ‘naturalistic’ view of the human soul and does not believe that its immortality can be proven on rational grounds (…)’ (Kristeller 1979 p178). En efecto, en su tratado de la inmortalidad del espíritu, Pomponazzi usa la lógica para desarrollar una vista naturalista del espíritu, concluyendo que la inmortalidad no puede ser comprobada por la razón. Pomponazzi acentúa que el hombre necesita esta libertad y separación de lo metafísico y ve la virtud moral como el objetivo del hombre: ‘Pomponazzi formulates the ideal of a moral virtue which can be attained during the present life.’ (Ibid. p179).

Aunque pone su enfoque en la vida presente del hombre, esto no significa que Pomponazzi excluye una vida metafísica. Para Pomponazzi hay una distinción clara entre el cuerpo físico y el espíritu, y argumenta que el espíritu sólo puede obtener información a través del cuerpo (Ibid. pp192- 194). En otras palabras, todo deriva de lo material y por eso vale estudiar el origen del hombre, enfocándose únicamente en la vida presente. Es decir, Pomponazzi se enfoca en lo que sabe con certeza y así separa el hombre de Dios y el mundo metafísico, concluyendo que el objetivo del hombre es cultivar sus virtudes en la vida presente. Según Pomponazzi, toda inteligencia deriva de lo material y así será imposible para el alma obtener una imagen de lo espiritual, que es exactamente lo que los neoplatónicos argumentaban es el objetivo del hombre, como vamos a ver en el próximo párrafo.

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El Neoplatonismo Florentino

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Aunque hemos visto que Pomponazzi separa lo metafísico y lo terrestre, es importante notar que la visión del hombre desde una perspectiva teológica todavía es muy importante en el Renacimiento. Esto se ve en la filosofía neoplatónica de Marsilio Ficino (1433-1499), que justifica la fe cristiana, usando la razón para argumentar a favor de la inmortalidad del hombre (Cassirer, Kristeller, y Randall 1975 pp186-187). Ficino, el fundador de la Academia Platónica de Florencia, combina el mundo terrestre con el mundo divino en su sistema ontológico del hombre que aparece en su trabajo Teología Platónica de 1482 (Kristeller 1979 p189). Esta teoría se basa en el sistema de Plotino, pero Ficino añade un nivel más, para así obtener una jerarquía que consiste de cinco niveles con el hombre en el centro: Dios, Angélica, Racionalidad (el hombre), Cualidad y Materia (Hankins 2007 pp87-88). Como antes mencionado, la razón es un elemento muy importante en el Renacimiento (Cassirer 1979 ppIX-X), y esto se ve muy claramente en el sistema de Ficino que pone énfasis en el hombre como un ser racional. Este sistema de Ficino levanta un plano del cosmos y muestra al hombre como un ser situado en el centro, combinando lo terrestre con lo divino (Ibid. p87). Lo que le distingue al hombre de los otros seres en el sistema es que, mientras los otros niveles están quietos en el sistema, el hombre puede moverse libremente y elegir su propia forma de existencia. Esta universalidad del hombre es lo que, según Ficino, le da su dignidad (Kristeller 1990 p108). Ficino ve que el espíritu tiene una gana natural de subir en el sistema de las sustancias y enfatiza que el objetivo del hombre es llegar a obtener una unión con Dios en la futura vida metafísica (Kristeller 1979 pp188-191). Usa este argumento para declarar que el hombre tiene que vivir una vida virtuosa y contemplativa durante la vida presente en la tierra, porque el medio para llegar a Dios es la contemplación: ‘(…) the Platonists had taught that the goal of human life is contemplation and that this goal is fully attained only in a future life (…)’ (Ibid. p179). Ficino argumenta que la vida contemplativa es una experiencia directamente conectada con lo espiritual, lo que le da la conclusión de que el espíritu es una sustancia incorpórea e inmortal que puede llegar a obtener una imagen permanente de Dios. Entonces, Ficino se distingue de Pomponazzi, diciendo que el objeto del individuo no se encuentra en la vida presente, sino que es algo que solo puede ser obtenido en el mundo metafísico.

Esta aspiración del espíritu hacía Dios se relaciona con el pensamiento humanista de que tenemos una capacidad, que es universal para todos los hombres, de obtener lo divino (Cassirer, Kristeller, y Randall 1975 p187). El amor divino que Petrarca examinaba en su poesía, también se ve en la filosofía de Ficino sobre el amor platónico. Inspirado del humanismo, además del Banquete de Plato y la figura de Eros, Ficino describe la esencia del hombre, como un ser que está dirigido hacía Dios, de esa aspiración interior, el amor, mientras Dios aspira hacía el hombre (Cassirer 1979 pp131-133). Esta doble aspiración es la esencia del amor platónico y es esto que eleva el individuo al nivel más alto en el sistema, donde puede obtener una unión con Dios, y así obtener su puro forma. Es exactamente esto que, según Ficino, es el objetivo del hombre. Ficino refiere a esta aspiración, diciendo que se puede encontrar lo divino dentro de cada individuo, porque sus espíritus aspiran hacía la misma verdad, que es Dios (Ibid. pp186-188). Así que, Ficino enfatiza el sitio privilegiado del humano, que puede elegir dónde quiere situarse en el sistema, y usa esta visión del hombre para juntar la filosofía con la religión, argumentando que son dos diferentes maneras de acercarse a la misma verdad (Kristeller 1979 p204).

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La dignidad del hombre

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Varias ideas de Ficino fueron desarrolladas de su estudiante Giovanni Pico della Mirandola (1463-1494), que es reconocido como uno de los filósofos del Renacimiento más importantes en cuanto al tema del individuo. Pico tenía un profundo conocimiento de los textos clásicos e intentaba combinar el platonismo con el aristotelismo, terminando con una visión del hombre como un ser libre que puede elegir su propia forma (Ibid. pp205-6). Según Pico, la dignidad del hombre se encuentra tanto en su sitio privilegiado en el cosmos como en su libertad y similitud con Dios.

En el año 1486, Pico escribió su Discurso que más tarde ha sido nombrado Discurso sobre la Dignidad del Hombre por su gran enfoque en el problema de la dignidad del hombre (Cassirer, Kristeller, y Randall 1975 pp216-217). En ello Pico desarrolla la teoría neoplatónica de Ficino del sistema ontológico del ser, pero, subrayando la libertad del hombre, Pico se diferencia a Ficino cuando pone el hombre afuera de la jerarquía, razonando que el hombre tiene la libertad absoluta de estar fuera del sistema en todo. Pico entiende la jerarquía ontológica como una manera de socavar la libertad del hombre, y para explicar esto, Pico distingue entre ser y llegar a ser como una expresión más pura de la libertad: ‘In the rigid hierarchical system, the value of freedom must always seem something foreign (…) because the order of mere being does not capture the meaning and the movement of pure becoming.’ (Cassirer 1979 p84). Es decir, para Pico, una cualidad esencial del hombre es su libertad absoluta, incluyendo la libertad de crear a sí mismo, y es exactamente esa que da valor y un estatus privilegiado al hombre (Ibid. p120). La libertad del hombre se expresa también dentro del humano mismo, donde Pico dice hay una determinación que deriva de su interior y su libertad fundamental, que rompe con la fortuna y hace que el individuo tome control de su propio destino. Es decir, el hombre no está controlado por poderes altos, sino que el individuo mismo contiene el poder de determinar su propio futuro (Ibid. p120).

Este poder y libertad del hombre deriva de su estatus como un ‘microcosmos’ que Pico examina en su Discurso (Ibid. p84). La visión del hombre como un microcosmos fue originalmente una teoría de Nicolás de Cusa, después desarrollada por Ficino, y entiende el hombre como un ser que contiene todas las virtudes presentes en cada parte del cosmos. Deriva del mito de creación, de la fe cristiana, que Pico describe en su discurso, y muestra que el hombre tiene una mente parecida a la de Dios (Mirandola 2016 pp12-14). Este mito describe cómo Dios, después de crear todos los seres y asignarles a todos una virtud y un sitio en el universo, creó el hombre como lo último, dándole todas las virtudes combinadas y poniéndole en el centro del cosmos. Así que, el hombre no tiene una forma ni un sitio predefinido y, por eso, tiene la capacidad de reconocer y ser consciente de su propia creación (Cassirer 1979 p85). El hombre puede hacer esto a través de su creatividad, que no está limitada, pero que puede imaginar todas las cosas de Dios y el cosmos. Entonces, la idea del hombre como un microcosmos se centra en que el hombre en sí mismo contiene un cosmos y así puede imaginar todas las cosas y recrearlas a través de su creatividad (Ibid. p64). En esta potencia de crear encontramos, según Ficino y Pico, una parte de lo divino dentro del humano mismo (Ibid. p195). Según Pico, el objetivo del hombre es la aspiración hacía lo divino, o sea, el hombre debe usar su libertad para crear la mejor forma de su ser.

Es decir, el hombre es el único ser que puede separar conscientemente el sujeto y el objeto, o sea, el hombre puede contemplar y distinguir entre lo corporal y lo no corporal, conscientemente separándose de la jerarquía ontológica (Ibid. pp84-86). Pico desarrolla esta idea en su doctrina ‘Heptaplus’ de 1489, donde construye su propia jerarquía ontológica (Kristeller 1979 p177). En esta doctrina Pico diferencia entre tres mundos: el mundo elemental, el mundo celestial y el mundo invisible. Combinados, estos tres mundos forman el cosmos, y Pico añade una cuarta parte fuera de la jerarquía, que es el hombre. Refiriendo a la fe cristiana, donde Dios crea el hombre en su propia imagen y lo pone en el centro del mundo, Pico describe cómo el hombre está en el centro y funciona para conectar las tres partes del mundo (Ibid. p177). Con este sitio privilegiado, el hombre comparte un poder con Dios que es el poder de combinar y unir los diferentes mundos y todas las cosas en ellos. La diferencia entre Dios y el hombre consiste en que Dios ha construido todo y así puede contener todas las cosas del cosmos, mientras el hombre solamente las puede imaginar (Ibid. p177). Aquí Pico vuelve al pensamiento de Ficino sobre la universalidad del hombre que dice que el alma del hombre aspira hacía Dios y puede moverse a los diferentes niveles y vivir las vidas de los diferentes seres en el sistema. Pero, solo es Dios que es todas las cosas y así Pico concluye que el hombre, es inferior a Dios, pero al mismo tiempo es naturalmente superior a todos los otros seres, porque tiene una mente parecida a la de Dios (Ibid. p173).

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La visión del hombre en el Renacimiento

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Entonces, se ve que la visión del hombre es una cuestión compleja en el Renacimiento, pero generalmente se puede observar una idealización del individuo. Lo que todas estas corrientes de pensamiento tienen en común es usar la razón para enfatizar al hombre como un ser racional, privilegiado y virtuoso. Esta visión del individuo en el Renacimiento, lo ha sintetizado la profesora M. Sorolla: ‘(…) un hombre que ha conquistado la plena conciencia de las cosas, el perfecto dominio de sí mismo y que ha ordenado su vida consiguiendo compaginar y armonizar sus exigencias físicas, espirituales y sociales (…)’ (Manero Sorolla 1987 pp125-126). El poeta Petrarca, declaró que el objetivo del hombre debe ser cultivar sus virtudes, además de que ponía énfasis en el amor que puede llevar el espíritu hacía lo divino. Generalmente, las ideas del Renacimiento culminan en la idea del sujeto y el objeto, lo corporal y lo no corporal (Cassirer 1979 pp123- 126), donde el hombre se encuentra en el centro. Mientras el neo- aristotélico Pomponazzi, ponía énfasis en el hombre en su vida presente, diciendo que el objetivo del hombre es cultivar sus virtudes, los neoplatónicos Ficino y Pico tienen su enfoque en el mundo metafísico, donde el hombre va a encontrar su objetivo: Dios. Ficino pone el hombre en el centro, diciendo que el hombre debe aspirar hacía lo divino donde puede llegar a obtener una imagen permanente de Dios en el nivel más alto de la jerarquía ontológica. Su estudiante Pico también reconoce que el objetivo del hombre se encuentra en la vida metafísica, pero separa el hombre del sistema de Ficino, subrayando la libertad absoluta del individuo. Así, según Pico, el hombre tiene una naturaleza parecida a la de Dios, como un microcosmos que puede imaginar todas las cosas del cosmos y crear su propio ser, lo que constituye su dignidad. Su teoría sobre el hombre como un microcosmos subraya la idea fundamental de su ‘Discurso’; que el hombre es lo mejor en la tierra y lo mejor del hombre es su mente (Ibid. p115). A continuación, vamos a ver cómo se pueden ver estos pensamientos sobre el individuo en la novela La Española Inglesa de Cervantes.

 

Análisis de La española inglesa de Cervantes

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El pensamiento renacentista italiana sobre el individuo ha tenido mucha influencia, entre otras cosas, en el ámbito de la literatura. Esta influencia se ve p.ej. en las obras del autor español Miguel de Cervantes Saavedra (1547- 1616) quien vivió seis años en Italia (Rico y Estrada 1981 p593).

(…) [Cervantes] conocía a fondo lo más importante de las doctrinas renacentistas y a los autores -italianos y españoles- más importantes de su tiempo. Aparte de que su ideología se halla en todo de acuerdo con la del siglo XVI, basta tener en cuenta las constantes alusiones a Aristóteles, Platón (…)’ (García López 1997 p276).

Cervantes se encuentra entre el Renacimiento y el Barroco (Ibid. p288), y especialmente en su obra Novelas Ejemplares se ve claramente la inspiración de la cultura italiana, p.ej. en su similitud con la obra clásica italiana Il Decameron de Giovanni Boccaccio, los primeros relatos de este género (Hejlsted 2016 p132). Al respecto, quiero argumentar que los pensamientos renacentistas italianos, examinados arriba, son representados en la obra de Cervantes, y especialmente en la novela La Española Inglesa, donde las ideas del individuo y su origen es un gran tema. Por eso, he elegido analizar La Española Inglesa, para examinar cómo Cervantes desarrolla el individuo en su novela. La Española Inglesa se centra en la protagonista Isabel y quiero argumentar que la novela muestra su desarrollo hacía lo divino. Por eso, he elegido examinar los elementos que más claramente muestran este desarrollo del individuo y aspiración hacía lo divino: la estructura de la novela, el tiempo, la narrativa, los recursos retóricos y los temas. A lo largo del análisis voy a referir a los pensamientos renacentistas y voy a usar el Discurso de Pico más directamente, para así demostrar cómo Cervantes es influido por las ideas renacentistas del individuo.

 

La estructura de la novela

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La estructura de la novela está constituida de eventos paralelos y contrarios, lo que el cervantista y crítico literario Joaquin Casalduero argumenta crea unas polaridades y un ritmo binario (Casalduero 1962 pp119-121). Casalduero menciona un ejemplo de un evento paralelo que crea una polaridad: ‘(…) Clotaldo robó a Isabel a sus padres y se la llevó a Londres, Ricaredo devuelve los padres a Isabel y hace que vuelvan a España.’ (Ibid. p121). Aquí se ve que ocurren eventos contrarios, y estas polaridades se ven también en Isabel misma, cuando es descrita como española-inglesa, prisionera-dama y hermosa-fea. Las polaridades aparecen también entre las personas de la novela, que se pueden categorizar, usando el modelo actancial del lingüista e investigador de literatura Algirdas J. Greimas (Greimas 1974 p284). Este es un modelo que pone a la protagonista y su objetivo en el centro, aquí Isabel con el objetivo de casarse con Ricaredo, y divide las demás personas en dos categorías: los asistentes (los que quieren que Isabel consiga su objetivo) y los opositores (los que se oponen al objetivo de Isabel) y así se ve que cada persona tiene su parte contraria. P.ej. vemos que los dos caballeros Ricaredo y Arnesto son partes contrarias porque ambos quieren casarse con Isabel, pero por dos diferentes objetivos. Ricaredo dice: ‘Yo, Isabela, desde el punto que te quise fue con otro amor de aquel que tiene su fin y paradero en el cumplimiento del sensual apetito.’ (Cervantes Saavedra 2005 p248). Se ve que Ricaredo tiene un amor espiritual lo que se contrasta a Arnesto que ve a Isabel como un objeto, como será examinado en el párrafo ‘Recursos Retóricos’. Así se ve que la estructura imita el sistema ontológico de Ficino, dado que Isabel se sitúa en el centro entre Ricaredo, que representa lo divino, y Arnesto, que representa lo material.

Es decir, la novela contiene unas polaridades, no obstante, Casalduero también ve una tercera parte en la estructura, un movimiento ternario, que expresa una escala que está dirigida a una ‘idea pura’ que es el alma (Casalduero 1962 p128). Este tercer elemento funciona para combinar todo en armonía al final: es la unión en matrimonio y así la unión de las polaridades española-inglesa, asistentes-opositores etc. Aquí la idea sobre el amor platónico, que lleva el espíritu hacia lo divino, está claramente representada en la novela, donde Isabel es llevada a través del amor hacia una unión espiritual con Ricaredo. Esto es subrayado, con la metáfora de Isabel que tiene media alma, mientras Ricaredo tiene la otra mitad: ‘Vos, señor, sois sin duda la mitad de mi alma, pues sois mi verdadero esposo (…)’ (Cervantes Saavedra 2005 p257). Esta unión en el alma es algo que se parece mucho al pensamiento neoplatónico de Pico:

‘(…) volando con pies alados, como si fuéramos Mercurios terrestres, hacia el abrazo de la beatísima madre, gozaremos de la deseada paz; una paz santísima, vínculo indisoluble, amistad unánime, por medio de la cual todas las almas (…) se convierten íntimamente en una sola. (Mirandola 2016 pp25-26).

En esta frase de su Discurso, Pico describe cómo las almas se levantan y se unen en la ‘paz santísima’, lo que parece a cómo Isabel y Ricaredo tienen media alma cada uno, las que se unirán en una sola, en el matrimonio al final. Es decir, la estructura imita la jerarquía ontológica de Ficino, puesto que está constituido de polaridades y eventos paralelos, que rodean a la protagonista Isabel que se sitúa en el centro. Pero, la estructura termina con un tercer elemento cuando Isabel y Ricaredo son elevados del amor espiritual y unidos al final de la novela, lo que establece la armonía de la estructura, uniendo las polaridades.

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El tiempo

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En la novela, el tiempo se centra en Isabel, y es un tiempo dividido entre los dos conceptos Sjuzet y Fabula2, que describen el tiempo cronológico en que suceden las cosas (fabula) y el orden de las cosas como están presentados en el texto (sjuzet) (Hejlsted 2016 p62). Quiero argumentar que fabula sigue a Isabel cronológicamente, mientras sjuzet está conectado con el desarrollo dentro de Isabel, donde aparece una dualidad que imita la jerarquía ontológica de Ficino.

El tiempo cronológico (fabula) está siempre relacionado a Isabel, es decir, los eventos del mundo son conectados con la cronología de Isabel y no con la cronología de la historia del mundo en general: ‘(…) llevaron de la ciudad de Cádiz (…) una niña de edad de siete años.‘ (Cervantes Saavedra 2005 p217). Y más tarde: ‘Sabrás señor, que en la pérdida de Cádiz, que sucedió habrá quince años, perdí una hija (…)‘ (Ibid. p232). Aquí no aparece ningún año del saqueo, solamente conocemos la edad de Isabel y así se ve que el tiempo cronológico del universo (fabula) no se determina con fechas y años, pero se relaciona siempre con la propia cronología de Isabel.

En cuanto al tiempo presentado en el texto (sjuzet) vemos que se centra en el desarrollo de Isabel que es dividido en dos ‘tiempos’ representando Isabel en el mundo terrestre y en el mundo metafísico. Con sjuzet saltamos en el tiempo para llegar a momentos que son definitivos para el desarrollo de la protagonista. Primero, el tiempo cubre rápidamente toda la vida terrestre de Isabel: ‘(…) Clotaldo un caballero inglés (…) llevó a Londres una niña de edad de siete años (…) Después de haberle enseñado todas las cosas de labor que puede y debe saber una doncella bien nacida (…) fue a tañer todos los instrumentos que a una mujer son lícitos (…)’ (Ibid. pp217 y 219).

Dentro de estas dos páginas el desarrollo de Isabel es descrito muy rápidamente, y por palabras como niña ante mujer, además del acto de que aprende todas las cosas de labor y todos los instrumentos el lector puede entender que el tiempo cronológico está adelantándose varios años. Es como si la vida terrestre de Isabel ha sido cubierta del principio hasta el fin, lo que es subrayado con descripciones del tiempo dentro de Isabel misma, desde su nacimiento a su vejez: ‘Desta manera, sin olvidar la suya, como está dicho, hablaba la lengua inglesa como si hubiera nacido en Londres.’

(Ibid. p219). Aquí volvemos al nacimiento de Isabel, pero en un tiempo hipotético que está separado del tiempo cronológico, donde el narrador nos presenta de la idea de que Isabel pudiera haber nacido en Inglaterra y así vemos cómo Isabel está alcanzando una nueva identidad, como ‘una doncella bien nacida’ (Ibid. p219), como si fuera renacida en Inglaterra. Así pues, se rompe con la cronología, retrasando al nacimiento de Isabel, igualmente que podemos adelantar en tiempo: ‘(…) en esta tan verde y florida edad, su mucha discreción y conocida prudencia los hacía ancianos.’ (Ibid. pp221-222). Aquí Isabel no está físicamente mayor, ya que en el tiempo cronológico sólo han pasado siete años: ‘A esta razón tenía Isabel catorce y Ricaredo veinte años (…)’ (Ibid. p221). Pero por las virtudes de Isabel su alma parece más vieja, como si hubieran pasado muchos años.

Es decir, dentro de las primeras dos páginas encontramos a Isabel en su vida ‘terrestre’, y usa esta vida ‘terrestre’ para cumplir lo que Petrarca y Pomponazzi dicen es el objeto del individuo en su vida en la tierra: ‘Pomponazzi formulates the ideal of a moral virtue which can be attained during the present life.’ (Kristeller 1979 p179). Esto apoya mi interpretación de que Cervantes usa el tiempo para poner foco en Isabel como un individuo que empieza su historia en el mundo material, para después aspirar hacía lo divino, como si se encuentra en la jerarquía ontológica de Ficino. Así pues, después de estas primeras páginas, hemos llegado al punto de la novela donde solamente quedan cuatro días a la boda, que es la unión final y lo que el alma de Isabel aspira hacía en el resto de la novela: ‘(…) cuando faltaban los cuatro días hasta el de la boda, una tarde turbó todo su regocijo un ministro de la reina, que dio un recaudo a Clotaldo (…)’ (Cervantes Saavedra 2005 p222). Desde ese momento, el tiempo se contiene, extendiéndose sobre el resto de la novela y empezamos un largo proceso, donde el tiempo para en varios sitios, mostrando eventos paralelos y saltando en tiempo, y así seguimos Isabel en su viaje y aspiración hacía una unión en el alma, que es conseguido al final: ‘(…) ellos [Isabel y Ricaredo] suplicaron al Asistente honrase sus bodas, que de allí a ocho días pensaban hacerlas. Holgó de hacerlo así el Asistente, y de allí a ocho días, acompañado de los más principales de la ciudad, se halló en ellas.’ (Ibid. p263). Está aspiración del alma de Isabel, representa el lado metafísico de la jerarquía ontológica de Ficino, y se ve que el tiempo se contiene para poner énfasis en lo que Ficino dice es el objetivo del hombre: la unión con Dios.

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La narrativa

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El elemento metafísico aparece también en la narrativa, donde tenemos un Personaje Autorial explícito, que actúa como si fuera Dios, imitando la filosofía de Pico del hombre como un microcosmos. El autor Hans Lauge Hansen define el Personaje Autorial como una voz dentro del texto que, por un lado, está en el mismo nivel que los personajes de la historia, mientras por otro lado, es el que crea los personajes. Es importante notar que el personaje autorial no es el autor Cervantes, dado que solamente existe dentro del texto (Lauge Hansen, 1995 p65). En La Española Inglesa, vemos que el narrador y el personaje autorial coinciden y así son una misma voz.

El personaje autorial aparece tanto dentro del universo de la historia, y fuera de su universo. Como dicho, es el personaje autorial que crea los personajes de la historia, y por eso el narrador omnisciente en tercera persona sabe lo que piensan y sienten los personajes. Esto se ve muy explícitamente cuando Isabel se reúne con sus padres: ‘(…) en la memoria de Isabela se comenzaron a despertar unas confusas noticias que le querían dar a entender que en otro tiempo ella había visto aquella mujer que delante tenía.’ (Cervantes Saavedra 2005 p240). Aquí vemos que la voz narrativa es omnisciente porque sabe lo que piensa Isabel y así puede llevar el lector dentro de su cabeza, llevándonos más cerca al alma y la mente de Isabel y poniendo así un mayor foco en Isabel como individuo. Como antes mencionado, el personaje autorial es explícito, lo que se ve cuando le encontramos en el acto de escribir la historia: ‘Y estando aquella mañana Isabela vestida, por orden de la reina, tan ricamente que no se atreve la pluma a contarlo (…)’ (Ibid. p243). Aquí vemos, que el personaje autorial toma la posición de creador de la novela, como si fuera Dios, sabiendo todo y construyendo la historia. En esta posición levantada del nivel de la historia, el personaje autorial sabe cómo va a acabar la historia, y muestra esta omnisciencia insinuando lo que va a suceder más tarde. Esto se ve p.ej. en la descripción de Isabel cuando se presenta ante la reina inglesa: ‘Todo esto pareció, y aun cometa que pronosticó el incendio de más de un alma de los que allí estaban (…)’ (Ibid. p224). Aquí el personaje autorial insinúa que otra persona va a enamorarse de Isabel, advirtiendo un conflicto, que el lector sólo descubre 18 páginas después: ‘Este Arnesto, pues, se enamoró de Isabela tan encendidamente (…)’ (Ibid. p242). Así vemos que el personaje autorial tiene un sitio privilegiado en el universo de la novela donde puede unir los diferentes puntos de la historia cuando quiere. Esto se parece a la visión del hombre de Pico, que tiene un sitio privilegiado en el universo donde combina todas las cosas del cosmos: ‘Emphasis is given to the fact that man combines and unites all things (…) he shares this power with God alone (…) man combines all things because he is the center of all. (Kristeller 1979 p177). Es decir, el personaje autorial se parece a la visión del hombre de Pico, por su posición privilegiada y su capacidad de combinar los diferentes elementos de la novela. Esto explica la estructura de la historia, dado que es el personaje autorial que junta todas las polaridades de la historia, haciéndolo posible terminar en unión y armonía.

Es decir, el personaje autorial puede situarse dentro de y fuera del universo de la historia, y esta mezcla de los universos y los diferentes niveles en la narración, se ve cuando llegamos a finales de la historia: ‘(…) ella [Isabel] halló marido tan principal como Ricaredo, en cuya compañía se piensa que aún hoy vive en las casas que alquilaron frontero de Santa Paula (…)’ (Cervantes Saavedra 2005 p263). Con la frase ‘aún hoy vive’ las fronteras del universo son destruidas, porque de pronto el universo de la historia en donde se sitúan Isabel y Ricaredo se une con el universo en donde el personaje autorial está escribiendo la historia. Aquí se rompe con la ilusión de la historia, y, traspasando de un nivel de la narración a otro, vemos que el narrador y el personaje autorial son la misma voz. Así se ve que Isabel y Ricaredo llegan a ‘Dios’, en este sentido el personaje autorial, pues se encuentran dentro del mismo universo. No obstante, un poco después, encontramos otra vez un distanciamiento del personaje autorial, cuando da una moraleja al final:

Esta novela nos podría enseñar cuánto puede la virtud, y cuánto la hermosura, pues son bastantes juntas, y cada una de por sí, a enamorar aun hasta los mismos enemigos; y de cómo sabe el cielo sacar, de las mayores adversidades nuestras, nuestros mayores provechos. (Ibid. p263).

Esta moraleja no es parte del universo de la novela, pues el personaje autorial está completamente separado de la historia y lo ve desde afuera, lo que se ve cuando dice ‘esta novela’ y habla directamente al lector ‘nos podría enseñar’. Es decir, el personaje autorial contiene en sí mismo la habilidad de moverse entre los diferentes niveles, además de que contiene en si toda la historia, el poder y sabiduría del narrador omnisciente, además de una perspectiva más grande que le permite dar una moraleja al final. Esto puede ser comparado con la idea de Pico del hombre como un microcosmos, un hombre que se ha liberado de la jerarquía, pero que también contiene todas las cosas en ello:

(…) el óptimo artífice [Dios] decidió que a quien no se le había podido dar nada propio le fuera común todo lo que había sido concedido de particular a cada criatura. Entonces tomó al hombre, su creación de aspecto indefinido y, después de haberlo puesto en medio del mundo le habló así (…) no estás limitado por nada (…) (Mirandola 2016 pp13-14).

En efecto, en la misma manera que el hombre, según Pico, contiene todas las calidades de los diferentes seres del mundo, el personaje autorial en la novela de Cervantes contiene en sí todos los diferentes elementos de la historia, en los diferentes niveles, lo que le hace parecer a Dios. Esto

subraya los elementos metafísicos de la novela, y explica cómo es posible que las polaridades se unen en armonía al final.

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Recursos retóricos

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Así pues, vemos que el personaje autorial actúa como Dios, y así es él que controla el desarrollo de Isabel. Este desarrollo de Isabel como individuo que aspira hacía lo divino, es mostrado a través de recursos retóricos. Por el uso de metáforas, símbolos y comparaciones se ve la transformación de Isabel que se desarrolla desde ser comparada con objetos materiales a ser comparada con fenómenos metafísicos, lo que, nuevamente, muestra las ideas neoplatónicas de un mundo terrestre ante un mundo divino, con el hombre en el centro.

Al principio, Isabel es comparada varias veces con cosas materiales: una joya y un tesoro. Esto se ve p.ej. cuando Clotaldo lleva a Isabel a visitar la reina que dice: ‘-Clotaldo, agravio me habéis hecho en tenerme este tesoro tantos años ha encubierto (…) de derecho es mío.’ (Cervantes Saavedra 2005 p225). Aquí la imagen del tesoro sirve como una metáfora de cómo Isabel es tratada como un objeto, que otros tienen derecho de poseer. Es decir, Isabel no tiene voz propia, casi ni siquiera tiene una identidad propia. Los personajes como Clotaldo y la reina sólo la ven por su hermosura y el valor material que ése puede llevar consigo (alta estatus social etc.). Cervantes usa estos recursos retóricos para crear una imagen de Isabel como un objeto y así mostrar su dependencia de los otros personajes, es decir, su falta de libertad. Esto es enfatizado cuando Arnesto trata Isabel como un objeto que puede ganar, lo que le lleva a demandar luchar contra Ricaredo: ‘[Arnesto a Ricaredo] Tú fuiste, y volviste cargadas las naves de oro, con el cual piensas haber comprado y merecido a Isabela. Y, aunque la reina mi señora te la ha prometido, ha sido creyendo que no hay ninguno en su corte que mejor que tú la sirva, ni quien con mejor título merezca a Isabela (…) (Ibid. p244). Parece que son los otros personajes los que determinan el destino de Isabel, pero ésta se desarrolla a lo largo de la historia. Esto se ve a través de comparaciones de Isabel con cuerpos celestes, que son un contraste a la metáfora del tesoro. Esto se ve p.ej. cuando se presenta la primera vez ante la reina inglesa: ‘(…) pareció lo mismo que parece la estrella o exhalación que por la región del fuego, en serena y sosegada noche, suele moverse, o bien ansí como rayo del sol que al salir del día por entre dos montañas se descubre.’ (Ibid. p224). Aquí Cervantes usa una comparación con los cuerpos celestes para describir la hermosura de Isabel. Isabel es comparada con una estrella que se mueve y que se sitúa entre dos montañas, lo que puede ser una metáfora de cómo Isabel se mueve entre diferentes identidades, entre lo material y lo metafísico.

La comparación de Isabel con los cuerpos celestes subraya lo metafísico y espiritual. Esto aparece también en la mirada, o los ojos, que son usados como símbolos del alma, a lo largo de la novela, sustituyendo la palabra y así representando lo no-material. Esto se ve p.ej. cuando Isabel y Ricaredo se reúnen al final de la novela: ‘Isabela, a pesar de la impresión que en su memoria había hecho la carta de su madre de Ricaredo, dándole nuevas de su muerte, quiso dar más crédito a sus ojos y a la verdad que presente tenía (…) (Ibid. p257). Aquí se ve que el alma de Isabel consigue la verdad a través de la mirada, mientras elige ignorar las palabras materiales que la dan una verdad alternativa3. Con la mirada Isabel y Ricaredo se entienden, como si se comunicaran en otro nivel, y por eso no es necesario usar palabras. Esto se relaciona al petrarquismo y el amor neoplatónico antes mencionado, que trata de las almas que se pueden elevar, a través del amor, y unirse en un nivel más alto: ‘For the task of the artist, precisely like that of Eros, is always to join things that are separate and opposed. He seeks the ‘invisible’ in the ‘visible’ (…)’ (Cassirer 1979 p135). Vemos que el amor neoplatónico, que se basa en la doctrina de Eros, busca juntar oposiciones y unirlos en lo ‘invisible’ es decir la unión en el alma les lleva hacía lo divino. Así vemos en la novela que, a través de la mirada, Isabel y Ricaredo se entienden en otro nivel, y son unidos en el alma cuando la unión final es lograda con el matrimonio: ‘(…) [Ricaredo] sois sin duda la mitad de mi alma, pues sois mi verdadero esposo; estampado os tengo en mi memoria y guardado en mi alma.’ (Cervantes Saavedra 2005 p257). Aquí vemos que Isabel y Ricaredo, a través del amor, son unidos en el alma, y así logran una unión con Dios, lo que también es descrito en el Discurso de Pico della Mirandola: ‘Quien es serafín, o sea quien es amante, está en Dios y Dios en él; mejor dicho, Dios y él son uno solo.’ (Mirandola 2016 p19). Esta unión con Dios es lo que, según los neoplatonistas, es el objeto del hombre y así vemos que Isabel lo logra obtener al fin de la novela, uniéndose con Ricaredo, y al mismo tiempo uniendo las polaridades de la novela, como antes he mencionado.

Entonces, por un lado, Isabel es comparada con cosas materiales, como joyas y tesoros, lo que muestra su hermosura, al mismo tiempo que la minimiza a un objeto que los otros personajes pueden usar y obtener. Pero, por otro lado, también es comparada con cosas divinas como el sol o los cuerpos celestes. Esto se parece a la jerarquía ontológica de Ficino que pone al hombre en el centro entre lo material y lo divino. Isabel se encuentra en el centro de esta dualidad, pero es reconocida como un individuo, cuando el narrador pone énfasis en el alma de Isabel, su aspiración hacía lo divino y la unión en el alma con Ricaredo, logrando el objeto del hombre según los neoplatonistas: la unión con Dios.

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Los temas y su conexión con las ideas sobre el individuo

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Según los elementos examinados, es evidente que el gran tema de la novela es la formación del individuo, específicamente el desarrollo de Isabel, su origen y destino. Petrarca enfatizaba que se debe estudiar el origen del hombre: ‘Petrarch stresses the point that our knowledge of nature (…) is useless unless we also know the nature of man, the end for which we are born, whence we come and where we go.’ (Kristeller 1979). Esta misma curiosidad de conocer su propio origen, lo vemos en Isabel cuando intenta encontrar sus padres verdaderos: ‘Alzó los ojos Isabela a mirar los que decían ser españoles, y más de Cádiz, con deseo de saber si por ventura conocían a sus padres.’ (Cervantes Saavedra 2005 p240).

El tema de la formación del individuo está también explorado, a través de dualidades. El título La Española Inglesa es un buen ejemplo de cómo Isabel contiene en sí una dualidad, dado que su identidad se separa entre lo material y lo metafísico. Hasta tiene dos nombres: Isabel-Isabela, dependiendo de si está en España o en Inglaterra, lo que subraya sus dos ‘vidas’. Como hemos visto, Ficino ponía al hombre en el centro entre lo material y lo metafísico, diciendo que el hombre puede subir y bajar en la escala. Así Isabel empieza su vida en el mundo material, cultivando sus virtudes, lo cual el neo-aristotélico Pomponazzi dice es el objetivo del hombre: (…) la enseñaron a leer y escribir más que medianamente; pero en lo que tuvo estremo fue en tañer todos los instrumentos (…) y esto con toda perfección de música (…)’ (Ibid. p219). Pomponazzi tenía su enfoque en el humano en su vida presente, y cultivando sus virtudes, Isabel se transforma en una doncella, subiendo en la escala social hasta llegar en lo alto de la jerarquía del mundo material, cuando la reina le da un sitio en su servicio. Este alto estatus de Isabel es subrayado por las comparaciones con tesoros y joyas, como antes he mencionado. Pero, Cervantes va más allá, poniendo énfasis no sólo en lo material, sino también en la belleza del alma de Isabel, cuando su valor material desaparece con su hermosura y Isabel desciende en la escala social:

(…) Isabela, (…) tu corporal hermosura me cautivó los sentidos, tus infinitas virtudes me aprisionaron el alma (…) si hermosa te quise, fea te adoro (…) te prometo, ¡oh Isabela, mitad de mi alma! de ser tu esposo, y lo soy desde luego si tú quieres levantarme a la alteza de ser tuyo. (Ibid. p248).

Aquí vemos una aspiración hacía el alma y lo metafísico, lo que la filosofía neoplatónica de Ficino decía es el objetivo del hombre. Esto está claramente visible cuando Ricaredo pronuncia que quiere ser levantado a la alteza de unirse con Isabel en el alma, y así se ve que Ricaredo reconoce el valor del alma de Isabel, que tiene un estatus alto en la jerarquía ontológica: ‘levantarme a la alteza’. También aparece en esta misma frase el verbo cautivar: ‘me cautivó los sentidos’, lo que es repetido muchas veces a lo largo de la novela, además de la palabra esclava, mostrando un contraste a la libertad del hombre. Al final de la novela, vemos que Isabel ha obtenido su libertad, fuera del cautiverio de los ingleses y su jerarquía social donde fue tratada como un objeto. En España, Isabel tiene la libertad de hacer sus propias decisiones: ‘(…) hizo voto de ser monja (…)’ (Ibid. p255). Se ve aquí que Isabel exige su libertad, eligiendo la vida contemplativa, como una alternativa al amor y unión con Ricaredo. Pues Ficino veía la contemplación como el medio de llegar a Dios, al mismo tiempo que sus ideas del amor neoplatónica, y los poemas petrarquistas, dicen que a través del amor las almas se pueden unir y subir a Dios. Es decir, cuando Isabel cree que no va a lograr una unión en el alma con Ricaredo, opta por el otro medio de llegar a Dios que es la contemplación. La libertad de Isabel de hacer sus propias decisiones se relaciona con el Discurso de Pico, que describe la libertad del hombre de formar su propio ser: ‘(…) el hombre es un animal de naturaleza varia, multiforme y cambiante. (…) se modela, forja y transforma a sí mismo (…) podemos ser lo que queremos (…)’ (Mirandola 2016 p17).

El tema de la libertad, y las ideas de Pico son también visibles en el personaje autorial, que exige su libertad de crear y controlar los diferentes elementos de la historia, haciéndolo terminar en armonía. Como el hombre de Pico, el personaje autorial acabe separándose del universo de la novela, conscientemente situándose fuera de la estructura de la historia y hablando directamente al lector: ‘Esta novela nos podría enseñar (…)’ (Cervantes Saavedra 2005). Así el narrador toma una posición parecida a la de Dios, donde reflexiona conscientemente sobre la novela y contiene todos los elementos de la novela en sí, imitando la idea de Pico del hombre como un microcosmos que puede imaginar y contener todas las cosas del cosmos, contemplándolo conscientemente.

 

Conclusión

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Hemos visto que el problema del individuo tomó un sitio central en las filosofías renacentistas, donde el humano fue idealizado. El humanista Petrarca cultivó el hombre virtuoso, igual que el neo-aristotélico Pomponazzi que ponía su enfoque en el hombre en la vida presente. Los neoplatonistas Ficino y Pico reconocían una aspiración hacía lo divino y acentuaban el sitio privilegiado del hombre, además de su alma que puede llegar a Dios. Este individualismo es desarrollado en el texto de Cervantes, a través de dualidades entre lo terrestre y lo divino, que dividen todos los elementos que sustituyen la novela: la estructura, el tiempo, los recursos retóricos etc. La protagonista Isabel se sitúa en el centro de estas dualidades y Cervantes imita así la jerarquía ontológica de Ficino. Se ve también una influencia de las ideas de Pico, especialmente en la narrativa donde el personaje autorial actúa como Dios, conteniendo todos los elementos de la historia en sí, creando a los personajes de la historia y exigiendo su libertad absoluta, moviéndose dentro de y fuera del universo de la historia. Las ideas de Pomponazzi y Petrarca están también presentes, con la enfatización de las virtudes de Isabel, pero está claro que el individuo expresado en la novela de Cervantes es mayormente inspirado de los pensamientos neoplatónicos, y el objeto final, la unión en el alma representa el objeto de Ficino y Pico de llegar a obtener una unión con Dios.

 

Obras citadas

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Notas

1 En este proyecto voy a usar la palabra Novela para lo que hoy en día se conoce como Relato. Uso esta palabra porque es la que Cervantes mismo usa en su obra.

2 Normalmente se entiende los términos fabula y sjuzet como la cronología y el orden de las cosas como son presentados, p.ej. si el texto usa flashbacks etc. Pero, en este párrafo voy a usarlos un poco diferente, dado que los voy a usar con un enfoque en el individuo, para analizar la relación entre el tiempo y la protagonista Isabel.

3 Nótese que las palabras de la madre de Ricaredo son escritos en una carta, lo cual subraya lo material, dado que Isabel las tiene físicamente entre sus manos.

No la remota rosa angelical

0

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«Si hay una heroína romántica de América Latina en el siglo XX es Alaíde Foppa». Elena Poniatowska

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«Alaíde Foppa: digo que su caso debe ser investigado por la justicia. Además, digo que su caso no debe darse jamás al olvido.» Margarita Carrera

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Una familia

El poeta chileno Juan Luis Martínez (1942-1993) escribió un impactante poema alegórico sobre la desaparición de una familia. Martínez describe en cada estrofa como los miembros van desapareciendo en la casa donde han vivido por generaciones. Se trata en realidad de un desgarrador canto de protesta escrito en plena dictadura del general Augusto Pinochet. Experiencia lírica que conlleva a una doble reflexión, la política, inevitable, y otra de carácter ontológico e incluso genealógico.

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Alaíde Foppa Falla y su familia resultan una analogía dramática y real del poema del chileno. Cuatro miembros de la familia Solórzano Foppa mueren trágicamente en el transcurso de un año, incluyendo la criminal y aún impune desaparición forzada de la misma Alaíde el 19 de diciembre de 1980 en la ciudad de Guatemala. Su esposo Alfonso Solórzano muere atropellado el 9 de agosto de 1980, en circunstancias extrañas, cuando deambulaba en la Avenida Insurgentes, paradójico para el caso el nombre de esta alameda de Ciudad de México. Sin duda, caminaba Alfonso Solórzano inundado de dolor por la muerte de Juan Pablo, hijo menor del matrimonio con Alaíde, que había caído en un enfrentamiento con el ejército de Guatemala en la provincia de Huehuetenango en junio de 1980. Mario, acaso el más intelectual de todos, formado en la UNAM y periodista que había fiscalizado a la dictadura guatemalteca en su noticiero televisivo «Estudio Abierto», había pasado a la clandestinidad con el Ejército Guerrillero de los Pobres. Cayó en un combate urbano contra la policía el 9 de junio de 1981 y su cadáver recogido por las fuerzas de seguridad nunca fue entregado. Una familia singular por su diversidad de talentos, que como en el poema del chileno Juan Luis Martínez despareció como familiar nuclear en el marco de la contrainsurgencia fascista de la Guatemala. Alaíde lo hubiera intuido años antes en uno de sus poemas en el libro Los dedos de mi mano (1958)

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Cinco hijos tengo: cinco,
como los dedos de mi mano,
como mis cinco sentidos,
como las cinco llagas.
Son míos:
cada día
soy más de ellos,
y ellos, menos míos.
Y aunque lleve el dolor
de cinco heridas
y la amenaza
de cinco muertes,
crece mi vida
todos los días.

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Los tres sobrevivientes tomaron rumbos diversos: Silvia, médica, continuó luchando en las guerrillas que se proponían cambiar el país con las armas hasta la firma de la paz que le permitió reintegrase a la vida civil. Laura se desarrolló como bailarina y ha vivido largos años en México y en Ecuador. Julio, el mayor, heredó la música de sus abuelos y además de intérprete y compositor ha sido un notable productor de eventos musicales y artísticos en México, introductor de Silvio Rodríguez y la Nueva Trova. Julio ha llevado a cabo también una gran lucha para encontrar una explicación a la desaparición de su madre Alaíde. Los culpables materiales e intelectuales no han sido juzgados.

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La obra de Alaíde Foppa Falla es un legado permanente en varios campos que van desde el feminismo fundacional del continente a la poesía, pasando por la academia, la crítica de arte y la traducción del italiano y el francés, los programas de radio, la revista FEM, las crónicas, el activismo con Amnistía internacional y la organizadora de congresos. Ser multifacético y políglota. Alaíde la múltiple. La guatemalteca cosmopolita que decía estar orgullosa de todas sus nacionalidades.

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El impactante e infame secuestro de Alaíde Foppa Falla y su desaparición no deberá jamás olvidarse. Elena Poniatowska, su íntima amiga y quien perdió un hijo en la masacre de la plaza de Tlatelolco el 26 de julio de 1968, la ha llamado la «heroína romántica de América». Todo apunta al sanguinario abogado Donaldo Álvarez que era entonces el ministro de Gobernación y jefe de las policías. Resulta permisible pensar que Álvarez buscaba febrilmente información sobre los hijos de Alaíde. Ya había hecho un crimen similar seis meses antes cuando fue desparecida la periodista y también feminista Irma Flaquer. En ambos casos fueron policías vestidos de civil los perpetradores. Ese año trágico de 1980 la guerrilla del EGP había puesto el 9 de febrero una bomba de activación remota para liquidar a Donaldo Álvarez que se salvó por unos segundos de diferencia. Asimismo, es admisible que hubiera querido hacer un secuestro con fines pecuniarios, exigir un rescate millonario a la familia Falla. Testigos confirman la gran violencia con que Alaíde fue secuestrada junto a su chofer Leocadio Astún Chiroy. También se ha manejado la teoría que Alaíde habría muerto por los golpes de la tortura. Su cuerpo nunca apareció. Tampoco el de Leocadio que dejó una familia guatemalteca más enlutada para siempre.

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Los padres, mundos opuestos

¿Cuáles fueron las raíces familiares en el desarrollo intelectual y existencial de Alaíde? Su padre Tito Livio Foppa Alessi nace el 18 de junio de 1884 en Adrogué, Almirante Brown Partido, en la provincia de Buenos Aires. Hijo de emigrantes italianos: el padre Felipe Foppa, de Génova, y la madre Cleofás Alessi en la ciudad de Elba. La pareja buscó el «sueño argentino» en el último cuarto del siglo XIX.

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Buenos Aires era el centro de una vertiginosa industrialización a finales del siglo XIX. Las enormes ganancias provenientes de la exportación de carne y cereales se convirtieron en inversiones que cambiaron el carácter de la economía y de la misma ciudad que vivió un crecimiento urbano sin precedentes. La migración de europeos contribuyó a llenar las plazas que necesitaban las nuevas fábricas. Bancos, alamedas, palacios surgieron y convirtieron a la capital argentina en una ciudad cosmopolita y letrada con muchos periódicos y revistas.

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Asimismo, llegaron con los migrantes las ideas del socialismo, el marxismo y el anarquismo. Tito Livio Foppa muy joven se incorporó a diversas tertulias de intelectuales anarquistas, como la llamada «La brasileña» y la de «Los inmortales» donde participaban nombres como Rodolfo González Pacheco con quien selló gran amistad y trabajo en el campo periodístico. También encuentra al compositor Discépolo y comienza a interesarse por el mundo del tango, del lunfardo y la cultura de los marginados. Conoce a los dramaturgos José de Maturana, que llegaría a ser de los principales autores dramáticos anarquistas y al uruguayo Vicente Martínez Cuitiño. Foppa encuentra en aquellas tertulias el embrión del futuro dramaturgo, pensando ya en un teatro emancipador. Su primera obra escenificada fue La fábrica en 1908 a la que siguieron muchas más como Derecho de amor (1911), El último caudillo (1919), Mambrú se fue a la guerra (1919), Los buitres (1920) y Claudio Borges (1920). Es también autor de un Diccionario teatral del Río de la Plata que se publicó el año de su fallecimiento en 1960. Esta obra se considera un aporte significativo a la historiografía crítica de la dramaturgia de Buenos Aires y de Montevideo con figuras como Florencio Sánchez, Edmundo Bianchi y Ernesto Herrera Lascazes, la capital del Uruguay fue un centro de producción teatral anarquista bajo el lema de «El individuo libre en la comunidad libre».

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Foppa estuvo inmerso en la lucha por las reivindicaciones gremiales de los teatristas de Buenos Aires, participando en mítines en contra de la censura y el cierre de teatros. Tito Livio Foppa sabía muy bien que el teatro del Río de la Plata había sido importante en el movimiento independentista de Argentina. Una arena de conciencia y agitación e instrumento de lucha política que jugó un papel relevante en el proceso independentista de España. Ese espíritu contestatario y socialista de los anarquistas alcanzaría años después también a su hija Alaíde.

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La revolución de mayo de 1810 había marcado al teatro argentino que dejó de ser solo de entretenimiento, con obras exclusivamente españolas, y en cambio se presentaron obras de lo que se ahora conoce como teatro de la emancipación, con autores como Luis Ambrosio Morante y sus piezas El 25 de mayoEl Himno de la Libertad. Pero sobre todo con la obra Tupac Amaru, analogía de la sublevación de cuatro décadas anteriores en el Perú. Alaíde recordaría las caminatas de la mano de su padre por la Avenida Corrientes cuando este visitaba diferentes teatros para hablar con los trabajadores y los teatristas. Tito Livio además de autor, director e investigador de la historia del teatro en Argentina fue un activo anarquista que trabajó a nivel de base con los trabajadores del teatro y a nivel de superestructura ideológica con otros dramaturgos y también periodistas y escritores interesados o involucrados en el movimiento teatral. Teórico y práctico, como lo sería su única hija Alaíde.

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Comienza Tito Livio en la segunda década del siglo pasado a meterse de lleno en el periodismo. Logra ubicarse en uno de los diarios más importantes de Buenos Aires, La Razón, para el cual escribe reportajes que él consideraba de interés social y de lucha libertaria. Foppa fue también un fundador de revistas. En 1911 con su amigo Rodolfo González Pacheco funda y dirige el periódico anarquista de Buenos Aires La Libre Palabra. Años más tarde fundaría en la ciudad italiana de Ancona la revista en italiano «La Argentina» y en 1930 la trasladó a Roma. Muchos años después su hija fundaría la revista FEM en México y otras publicaciones feministas.

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Después al asesinato de Francisco Madero en febrero de 1913, la revista anarquista Fray Mocho envía a Tito Livio Foppa y a González Pacheco a cubrir la guerra civil mexicana. Ambos periodistas se proponen establecer contacto con el movimiento anarquista mexicano y sus ideólogos los hermanos Flores Magón. Envían sus crónicas a Buenos Aires en las cuales Foppa desnuda la realidad social mexicana, critica las injusticias sociales y satiriza al propio presidente mexicano Victoriano Huerta del cual dice que si México fuera un país con un orden normal Huerta estaría en el manicomio. Las sátiras tienen un efecto represivo y es expulsado de México.

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Tito Livio en sus crónicas sobre la tragedia mexicana, como titulará una publicación donde las reúne en libro, resalta el papel de la mujer en la revolución mexicana. Describe a las soldaderas como seres muy sacrificados que estaban en todos los frentes, de la cocina a las trincheras. Del acarreo de leña a la toma del fusil. Imposible, señala, entender las luchas y el proceso en México sin contar con las soldaderas. ¿Cómo no habría de influir esta temprana experiencia personal y narrativa de su padre en Alaíde que escogió México como su país de exilio? Muchos años después de lo escrito por su padre sobre las soldaderas en la Revolución mexicana Alaíde Foppa escribió:

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La Revolución Mexicana no tomó particularmente en consideración a las mujeres, ni las mujeres tuvieron en ella una participación de primer plano, aunque los improvisados y desprovistos ejércitos revolucionarios contaron siempre con su apoyo; no sólo con el de las soldaderas, sino con el de millares de mujeres, que desde la retaguardia o desde las aldeas y las casas amenazadas mantenían el contacto con sus hombres, llevaban mensajes y procuraban alimentos y ropa a las tropas en continuo desplazamiento.

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El nombramiento diplomático como cónsul en una ciudad italiana (Ancona) habría de cambiar el rumbo de la vida de Tito Livio Foppa y su familia con un largo periplo diplomático que lo llevara de Roma, Cádiz, a La Habana, Marruecos y Paraguay. No abandonó del todo el periodismo, pero se alejó de la actividad anarquista y se concentró más de sus tareas en el servicio exterior, sobre lo cual publicaría en 1958 un libro. La vida diplomática es una de encuentro con otras culturas, de cosmopolitismo, pero también de desarraigo y de separación. La diplomacia permite conocer un nuevo país, pero se deja siempre otro, u otros. Acaso sea también el origen del cosmopolitismo combinado con nostalgia de Alaíde Foppa Falla. Lo expresa en uno de sus poemas:

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Mi vida
es un destierro sin retorno.
No tuvo casa
mi errante infancia perdida,
no tiene tierra
mi destierro.
Mi vida navegó
en nave de nostalgia.
Viví a orillas del mar
mirando el horizonte:
hacia mi casa ignorada
pensaba zarpar un día,
y el presentido viaje
me dejó en otro puerto de partida.
¿Es el amor, acaso,
mi última parada?

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Por su parte, ¿quién era Julia Falla, la madre de Alaíde? Nació el 9 de febrero de 1888 en ciudad de Guatemala. Su padre Salvador Falla Santos era dueño de la finca San Sebastián, donde se cultivaba café de altura, «el mejor del mundo». En la finca San Sebastián se produce desde el siglo XIX un café «único por su carácter, taza, pureza, acidez, cuerpo y aroma». Está ubicada en el área montañosa en los alrededores de La Antigua, llegando a las faldas del imponente volcán Acatenango a una altura de 5000 a 6500 pies sobre el nivel del mar. Salvador Falla Santos la compró en 1890. La Antigua es la ciudad colonial sede del criollismo guatemalteco, origen del linaje de los terratenientes cafetaleros. El poeta Luis Cardoza Y Aragón, miembro de una de esas familias cafetaleras y como Alaíde exiliado largamente en México por sus ideas y luchas democráticas, afirmaba que La Antigua era: «una profunda, pequeñísima ciudad, bella y fanática, en un país pequeñísimo y profundo, bello y fanático».

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Julia Falla creció en un mundo donde la mujer estaba excluida de las posibilidades de la educación superior. Incluso de alfabetizarse a nivel primario. David McCreery, en un artículo sobre la Ciudad de Guatemala entre los años 1880-1920, cita a una turista norteamericana que visitó Centroamérica en la década de los ochenta del siglo pasado. Se trata del notable libro de viajes de Helen J Samborn Un invierno en América Central y México publicado en 1887. Da cuenta la joven turista de haber visto «muchas indias en las calles de ciudad de Guatemala», pero pocas «señoras». Al preguntar por éstas le respondieron que «estaban en sus casas», de acuerdo con el sistema axiológico resumido en la frase «de honor y vergüenza».

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Guatemala vive la bonanza cafetalera, preparada ya con la Reforma de Justo Rufino Barrios y García Granados a partir de 1871. Las residencias de los cafetaleros se llenan de lámparas de almendrones checos, porcelanas alemanas, cubertería inglesa y tapices franceses. La última década del siglo XIX es la del general José María Reyna Barrios. Había vivido en París una vida de estudiante y de bohemio. Quería convertir a la Ciudad de Guatemala en «un pequeño París». Hizo traer estatuas, construyó alamedas o bulevares, como todavía se llama a las principales avenidas en ciudad de Guatemala, como el Paseo de la Reforma o el Simeón Cañas que se hicieron a imagen y semejanza de los Campos Elíseos en escala guatemalteca, país de mayorías campesinas indígenas sometidas y despojadas de sus tierras. El campo dormía el sueño sin fondo del analfabetismo, al pie de las lámparas de aceite, entre los sahumerios y cantos sagrados de curas y chamanes. Mientras «el pequeño París» de los liberales cafetaleros olía a perfumes y a rapé. La oligarquía cafetalera iba al antiguo Teatro de Carrera, imponente y lujosa construcción de estilo neoclásico que ahora se llamaba Nacional a gozar de óperas italianas, zarzuelas madrileñas y conciertos de música clásica. Se funda una de las primeras orquestas sinfónicas del continente. La familia Falla, padres e hijos, asistía sin falta.

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Julia Falla vivió su juventud en aquella sociedad excluyente y cerrada, endogámica y racista. Pero su padre Salvador Falla Santos además de cafetalero era un hombre interesado por la música y el arte. Él mismo pintaba. Se casó con María del Rosario Aris García que como él tenía raíces españolas y gustaba también de las artes. Julia recibió una educación musical con mentores privados que llegaban a su residencia. Aprendió a tocar el piano de concierto, que su padre Salvador importó de Europa. Se contrató a los mejores músicos para que su hija Julia desarrollara su talento, entre ellos el maestro Germán Alcántara que era el músico de la élite cafetalera con piezas como Bella Guatemala y el emblemático y popularizado vals La flor del café, del cual se decía que había ganado un premio en Europa. A los 24 años Julia había alcanzado el nivel de concertista, pero aún no se había casado y vivía con sus padres, que era lo usual en aquella época patriarcal y conservadora.

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Tito Livio la conocería durante las llamadas «Fiestas Minervalias» que organizaba en diciembre el Señor Presidente Manuel Estrada Cabrera. Estas celebraciones habían adquirido durante la dictadura un rango mayor que la Independencia y la Revolución Liberal de 1871. Su gobierno había estado a punto de desatar una guerra con México y manejaba el país con mano de hierro. Se rendía culto a la sabiduría en medio de un mar social de analfabetismo, con excepción de los hombres y algunas mujeres de la emergente aristocracia liberal cafetalera y lo que quedaba de los criollos originales y conservadores.

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El dictador estaba enfrentado a la oligarquía cafetalera, aunque tenía el apoyo de la frutera, UFCO, y por tanto de Washington. La frutera había levantado el mejor hospital del país y con el banano se produjo un proletariado agrario que pronto fundarían sindicatos. También contribuyó a una modernización de la infraestructura del país, carreteras, ferrocarriles, puertos. Y el surgimiento de una clase media de funcionarios y administradores. Los funcionarios del régimen se enriquecían con las arcas del Estado y los sobornos de la frutera. Los terratenientes cafetaleros veían con recelo al creciente imperio de la empresa bananera.

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Para convertir las celebraciones en un evento más amplio se organizaban desfiles, competencias deportivas y los actos solemnes en el Templo de Minerva, construido al lado de un diamante de beisbol, deporte que impulsaba la compañía bananera norteamericana. El templo era una copia del original y se habían levantado veinte más en el interior del país. Manuel Estrada Cabrera era entonces proclamado como «el hijo del Pueblo» y «Protector de la juventud estudiosa», popularmente para mencionarlo se decía «El Hombre». Hubo en las fiestas Minervalias por primera vez un desfile de aviones con aeroplanos Bleriot y Nieuport y pilotos guatemaltecos formados en la escuela de aviación del ciudadano mexicano Luis Ferro y el guatemalteco Dante Nanini. La frutera también financiaba la aviación y había llegado al país el instructor Murvin Wood y el mecánico Frank Bang.

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Era una época en que las familias cafetaleras exportaban el grano, pero seguían tomando el chocolate criollo tan alabado por el escritor nacional José Milla. Importaron los primeros automóviles de Estados Unidos, pero no entraron en la modernidad a pesar del telégrafo, la electricidad y las vías férreas. Eran liberales, aunque profundamente católicos dentro de un orden patriarcal y conservador. La mujer como señala David McCreery solo aseguraba la continuación de la familia como vehículo de trasferencia de la propiedad.

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El año 1913 Tito Livio Foppa llegó a Guatemala, expulsado de México. Con credenciales de periodista puede asistir a los actos en primera fila. Y ahí vio primera vez a la joven guatemalteca y a su familia. Foppa venía del mundo cosmopolita de Buenos Aires y tenía una amplia cultura que incluía la música. La atracción fue mutua e irresistible. Según la biografía novelada de Alaíde, escrita de la escritora mexicana Gilda Salinas, la situación se complica cuando Julia queda embarazada de Foppa. Un quiebre delicado en el tejido conservador de la élite guatemalteca. Tiene lugar entonces un «matrimonio urgente». El oportuno nombramiento de Foppa como corresponsal de guerra en Europa por el diario bonarense La Razón viene a solventar cualquier escándalo. Alaíde nace en Barcelona el 3 de diciembre de 1914 con los cañonazos en lontananza y la juventud europea destrozándose en las trincheras de la Gran Guerra.

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La familia se traslada después a Buenos Aires donde Alaíde hace la primaria. Su madre Julia tiene oportunidad de profundizar sus estudios de piano que interpreta cada vez más con acentuado virtuosismo. Llegaría con los años a dar algunos conciertos como solista con orquestas sinfónicas. Su pasión era Mozart.

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Guatemala parecía tan lejana e insegura, sumida en una crisis económica y política profunda por los estragos de un terremoto que destrozó la capital hacia finales de 1917. Entre los múltiples edificios destruidos estaba el gran Teatro Nacional.

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El descontento contra el dictador Estrada Cabrera iba en aumento después de los estragos del cataclismo. Cuando la frutera le retira el apoyo el régimen se desploma. El padre de Julia, Salvador Falla Santos, y su hijo participan con el llamado Partido Unionista en el derrocamiento de Estrada Cabrera y Salvador forma parte de un Pacto de Unión como representante de Guatemala con los otros países centroamericanos en reunión celebrada en Costa Rica el 19 de enero de 1921.

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Los meses de marzo y abril de 1920 fueron de luchas callejeras entre ciudadanos alzados y las fuerzas de Estrada Cabrera, refugiado en su residencia de La Palma donde habían puestos piezas de artillería. Su exaltado protegido, el poeta peruano José Santos Chicano, lo conminaba a incendiar la ciudad y usar los cañones. El dictador no quiso hacerlo. Cayó prisionero y el 8 de abril y la Asamblea Legislativa decretó que estaba loco y no podía por tanto ejercer la presidencia. Fue designado en su lugar Carlos Herrera, miembro de una de las familias cafetaleras más acaudaladas.

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En 1923 es nombrado Tito Livio Foppa como cónsul argentino en Italia donde Alaíde cursa la secundaria. Continúa su periplo diplomático por otras ciudades como Cádiz, Bruselas y pasa luego a Marruecos y después a Paraguay. La pareja Foppa resiente los cambios. Las diferencias de clase, no percibidas por ambos al principio del idilio, se iban ahora notando cada vez más. Tito Livio era acérrimo opositor a toda aristocracia, a toda oligarquía, procedía del anarquismo obrero. Julia era hija de terratenientes, sin embargo, una persona con empatía social y un ser optimista. Mozart seguía siendo el preferido de Julia, el plebeyo austriaco e iniciado masón que se convirtió en compositor de la corte, tocaba para reyes, la absoluta élite. A Julia le gustaba vivir en Europa, podía en el viejo continente gozar de la vida cultural, visitar museos y dedicarse al piano de óptima manera, pero comenzaba a extrañar Guatemala. Tito Livio era hijo de migrantes pobres italianos, era tanguero, con el criticismo pesimista de muchos anarquistas, cercano a Discépolo y su popular pieza «El Cambalache» que canturrearía de vez en cuando:

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Que el mundo fue y será
Una porquería, ya lo sé

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Alaíde mantiene con los años una relación cordial pero más bien lejana con su padre Tito Livio. Lo visita a veces y le escribe con frecuencia. Tito Livio retornaría a Argentina en 1952 con una salud endeble y moriría solitario en 1960. Alaíde fue siempre apegada a su madre Julia.

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Juventud en Italia

La secundaria la hace Alaíde Foppa en Florencia y realiza los estudios universitarios en Roma. Vivía sola, culminando su educación superior en una Italia donde gobierna Mussolini. Alaíde se relacionaba en lo privado con antifascistas. Había leído con intensidad un libro revelador de Mary Wollstonecraft (A Vindication of the Rights of Women) y se había adentrado en la poesía amorosa del francés Eluard. Trabaría amistad años después con la viuda del poeta y harían traducciones juntas. Su madre Julia Falla la instaba a que regresaran a Guatemala, pero estaban en plena Segunda Guerra Mundial y el viaje en barco, único posible en ese momento, era peligroso por los submarinos alemanes que hundían todo lo que encontraban en el océano. Estaban frescas las imágenes del petrolero mexicano «Potrero del Llano» hundido por torpedos nazis y el barco de pasajeros británico Shuntien que corrió la misma suerte.

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La guerra alcanza el suelo de Italia. A pesar de la mediación del papa Pío XIII no se logra detener los bombardeos de los aliados. El primero ocurre el 19 de julio de 1943. Reproduce la escritora mexicana Gilda Salinas en su biografía novelada sobre Alaíde, lo contado por Maty Padilla, una de las amigas intimas de Alaíde: «…se reía (Alaíde) al recordar que durante un bombardeo tuvo que esconderse en el refugio y mientras todos rezaban llenos de miedo, en la oscuridad, a ella la estaba abrazando y besando un muchacho que después se hizo su novio».

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Alaíde se hace dueña de su cuerpo, toma conciencia del camino de la libertad, en esos años de estudios universitarios cuando se genera en ella un ser nuevo. Lo expresaría después en un poema:

Un ser
que aún no acaba
de ser…
No la remota rosa angelical
que los poetas cantaron.
No la maldita bruja
que los inquisidores quemaron.
No la temida y deseada prostituta.
No la madre bendita.
No la marchita y burlada solterona.
No la obligada a ser bella.
No la obligada a ser buena.
No la obligada a ser mala.
No la que vive porque la dejan vivir.
No la que debe siempre decir que sí.
Un ser que trata de saber quién es
y que empieza a existir.

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Se traslada a España en donde establece relaciones con escritores e intelectuales antes de decidir su regreso a Guatemala. En España se publicaría dos años después su primer poemario El ave Fénix: Las palabras y el tiempo (1945).

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Revolución de Octubre de 1944 y partida a México

Alaíde regresa a Guatemala a finales de 1943. Retorna a la apacibilidad de San Sebastián, el idilio cafetalero que había recordado a lo lejos. Pero el país temblaba por dentro y la dictadura de Ubico se resquebrajaba. Alaíde escribe:

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Mis vinculaciones con América Latina eran muy tenues, por mi formación europea. Guatemala fue el encuentro con la realidad latinoamericana. En ese tiempo, el país estaba desgarrado. Llegué en vísperas de la revolución democrática de 1944; viví en pocos meses ese estado de angustia y opresión que ahora se ha renovado y está cada vez peor. Fue la primera vez que sentí a la gente, el miedo, la angustia, la enorme injusticia social, la pobreza, la explotación del indio. Para mí fue impactante. Comprendí que de alguna manera yo tenía que participar de todo aquello.

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Ubico renuncia y sale al exilio en estados Unidos, pero deja a su paniaguado el general Federico Ponce Vaides que no duda en reprimir brutalmente las manifestaciones. La Revolución estalla en octubre del 44. Combates callejeros. Artillería. Tanques aplastando gente. Cuarteles incendiados. Alaíde se presenta como voluntaria a un hospital. Sería, relata ella misma, la primera vez que vería heridos graves y muertos. El 20 de octubre se consuma el triunfo revolucionario. El dictador Ponce Vaides y su gabinete salen a México. Una junta cívico-militar, Árbenz, Arana y Toriello, asume el poder. Seguirá la aprobación de la primera constitución democrática del país y las elecciones libres y democráticas donde se permite por primera vez el voto de la mujer. Triunfa el filósofo Juan José Arévalo Bermejo con más del 85 por ciento de los votos, candidato del Frente Popular Libertador y con participación del 97 por ciento del electorado. Arévalo proclamaba el socialismo espiritual que explicaba de la siguiente manera:

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El socialismo, antes que una doctrina política, es una forma espiritual que se define como la simpatía del hombre por el hombre…si llamamos «espiritualista» a este socialismo de post guerra, es porque en el mundo -como ahora en Guatemala- se producirá un vuelco fundamental en la escala de los valores humanos.

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Alaíde vio una revolución que llevó a un doctor en filosofía al cargo de presidente. Un hombre de gran presencia física e intelectual. Escritor, orador, pedagogo. Imposible no involucrase en las campañas de alfabetización de Arévalo donde Alaíde lo conoce. Un hombre con el que se puede conversar de todo, formado en Argentina la tierra de su padre Tito Livio y donde ella pasó su primera infancia. Arévalo le consulta sobre temas educativos y literarios. La busca cada vez más y pronto se inicia una relación sentimental que culmina con un inesperado embarazo. Alaíde se consuela con su madre Julia quien sabe muy bien que significa una situación de esa naturaleza. La decisión es que Alaíde se traslade a México y nazca ahí el nuevo ser que crece en sus entrañas. Julio nace en México en 1946 donde Alaíde encuentra a un joven abogado de nombre Alfonso Solórzano Fernández (1911-1980) hijo del acaudalado José María Solórzano Molina (¿1875-?) y de Elisa Asensión Fernández Barrios (1884-1975) quien era descendiente de Mariano Barrios Auyón (1829-1889) hijo de Ignacio Barrios y Josefa Auyón, padres de Justo Rufino Barrios, que habían iniciado el cultivo del café en Guatemala en su finca en San Marcos.

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El hermano menor de Alfonso era Carlos Solórzano (1919-2011), que se había doctorado en letras en México y era experto en la obra de Miguel de Unamuno. Carlos Solórzano llegó a ser una figura fundamental del teatro hispanoamericano, creando en México entre otros el teatro universitario y escribiendo piezas dramáticas que recibieron la crítica positiva de nombres como Alfonso Reyes, Albert Camus y Michel de Ghelderode. Alfonso, por su parte, había estudiado en Europa, en la Alemania de Hitler y como Alaíde sabía bien lo que era el fascismo.

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Alfonso y Alaíde contrajeron matrimonio el 6 de septiembre de 1945 y, por encima de la cultura machista dominante, Alfonso adoptó y le dio su apellido a Julio, hijo biológico de Arévalo. La pareja tuvo cuatro hijos más: Mario, Silvia, Laura y Juan Pablo.

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Alfonso Solórzano no era un seguidor ideológico de Arévalo. Tampoco un adversario. Era en realidad un comunista convencido y uno de los fundadores del partido. Pero no era un marxista ortodoxo sino tenía la visión de la situación de la discriminación racista del campesinado indígena de Guatemala, en lugar de la línea de su partido, Partido Guatemalteco del Trabajo PGT, que veía solo la lucha de clases y las relaciones de producción, pero no integraba el racismo y las relaciones étnicas asimétricas. La visión de Alfonso respecto a la cuestión étnica fue precursora y el tiempo la demostraría como válida y necesaria. Guatemala es todavía un país con racismo estructural. Alfonso Solórzano respondió en una entrevista a la antropóloga Stella Quan Rossell: «Solo liberando las fuerzas creadoras que permanecen estancadas y soterradas en el seno de las sociedades indígenas podrá lograrse el desarrollo orgánico y el progreso…»

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Más allá de la dimensión amorosa la pareja, hubo un intercambio enriquecedor en lo intelectual. Cuando Arévalo terminó su período volvieron a Guatemala desde París donde Arévalo había nombrado cónsul a Alfonso. En Guatemala, Alaíde se integra a la vida académica y a la lucha reivindicativa de las mujeres y sus organizaciones. Alfonso ocupa cargos importantes en el gobierno del recién electo presidente el coronel Jacobo Árbenz Guzmán, llamado «el soldado del pueblo». Pero la primavera terminaría con la intervención norteamericana de 1954 y la pareja se exilia en México donde crecen los hijos y Alaíde se consolida en su labor por el feminismo, como académica, llegando a iniciar la primera cátedra de sociología de la mujer en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, fue el primer curso de sociología sobre las mujeres en una universidad latinoamericana. Continúa su obra como poeta publicando otros poemarios La Sinventura (1955), Aunque es de noche (1959) y Elogio de tu cuerpo (1970). Como crítica de arte el hoy emblemático libro sobre el artista plástico mexicano José Luis Cuevas y un ensayo sobre la poesía renacentista de Miguel Ángel Buonarroti.

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En un ensayo en torno a la igualdad y fundamental para el desarrollo del feminismo en nuestro continente, Anatomía no es destino, Alaíde Foppa Falla cuestionó las teorías biologistas de la inferioridad intelectual de la mujer. La liberación de la mujer era una cuestión social dentro de la lucha por la igualdad y los hombres también tenían un lugar en esa lucha.

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En México Alaíde se ocuparía de la historia del movimiento feminista, escribiendo un ensayo que fue parteaguas en la investigación del feminismo mexicano: «El Congreso Feminista, 1916», publicado primero en inglés en la revista Signs Journal en 1979 y en español ese mismo año. El reconocimiento de la UNESCO al legado radial y periodístico de Alaíde Foppa es de gran importancia por todo lo que ella significa para el movimiento feminista, para la cultura y la democracia. Viene a confirmar que Alaíde Foppa es la gran pionera del feminismo latinoamericano contemporáneo. Recordemos entre sus enormes aportes la fundación de la revista FEM, por Alaíde y Margarita García Flores. Desde su creación, la revista fue más allá de la academia, se integraron textos de creación literaria, así como documentos históricos e historias de vida de mujeres. FEM surgió bajo el lema de feminismo, cultura y política, en el entendido de que el movimiento feminista y los valores que lo impulsan no son solamente «de y para las mujeres», sino le competen a toda la sociedad. En su primer número proclama lo siguiente: «FEM se propone señalar desde diferentes ángulos lo que puede y debe cambiar en la condición social de las mujeres; invita al análisis y a la reflexión. No queremos disociar la investigación de la lucha y consideramos importante apoyarnos en datos verificados y racionales y en argumentos que no sean sólo emotivos».

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Alaíde Foppa tuvo siempre en su mira a la sociedad igualitaria y sin discriminación, que coincide con la lucha general contra la injusticia y la exclusión. La académica mexicana Elva Rivera Gómez de la universidad de Puebla, BUAP, afirma:

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Alaíde Foppa al escribir sobre la génesis del feminismo mexicano lo hace con una sólida formación teórica feminista e intelectual, adquirida en las universidades más importantes de Europa donde, además, tuvo contacto con la cultura y, reconoció la herencia de su país natal, Guatemala.

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Fue una mujer que cuestionaba todo. Que se atrevió a desafiar la nomenclatura masculinista y en la práctica hacer un quiebre en el sistema patriarcal como dueña de su cuerpo y de su mente. Una mujer que intento toda la vida responder a la pregunta ontológica fundamental: ¿Quién soy? Y no contentarse con ser «la remota rosa angelical». Sí, Alaíde siempre naciendo, hasta la victoria. Nos lo dijo en un poema:

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cuando yo sea solo
una isla silenciosa
tal vez escuche
la palabra esperada

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Su presencia se siente todavía. En la poesía, en el feminismo constructivo, teórico y práctico, en la lucha por la justicia social y la democracia. Tal y como ella misma lo presagiará en su poema «Ella se siente»:

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Su presencia es apenas

Vibración leve
en el aire inmóvil.
Siente que la traspasan las miradas
y que se vuelve niebla
entre los torpes brazos
que intentan circundarla.

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Y nos dice adiós en uno de sus poemas más conmovedores:

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Con los ojos de la despedida
os vi aquel día,
cosas de nuestra vida.
Con los ojos de la despedida,
la vida parecía
una cosa perdida.
La casa estaba vacía
en la hora de la despedida,
y sin embargo quedaban
las cosas de nuestra vida.

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¿Cómo no terminar estas líneas con un poema de la poeta mexicana Isabel Fraire dedicado a su entrañable amiga Alaíde Foppa?:

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Las balas comienzan ya a rozarnos la piel, aunque vengan de lejos

Y todas notamos que hablamos de ti en tiempo pasado

Y nos corregimos mordiéndonos la lengua

Y buscamos tu rostro en el espejo

(Un poema de Navidad para Alaíde Foppa)

 

 

 

Jaime Barrios Carrillo (Ciudad de Guatemala 1954), escritor y periodista.  Columnista dominical de el Periódico de Guatemala. Escribió para Magazine 21, La Hora y Siglo 21. Fundó la revista digital Gazeta. Publicó  Anti ensayos (Palo de Hormigo 2012). Ex catedrático de la Universidad Nacional de San Carlos de Guatemala. Fue coordinador de los proyectos de información de la organización sueca Forum Syd. Reside en Estocolmo.

Nostalgia de Montevideo

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RESEÑA

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Era capaz de sentir en los huesos el presagio de la lluvia y de algunas tormentas

El fémur y la clavícula en paz cuando de ir al Parque Rodó se trataba

Los fríos letales del invierno difícilmente eran evocados ante el extenuante calor del verano

Terrazas y balcones dispuestos hacia el río en su hacerse con el mar

Un palacio viejo como cíclope herido en la contemplación del tiempo

Las viejas tiendas de masitas de manteca sin destino ya que cumplir en la borrasca de la última modernidad

Una voz de seseo pronunciado hablaba de la demolición de La Giralda, la confitería en la que su abuelo tomaba el café y la abuela el té

Sentados los antepasados en la esquina de 18 de Julio y Andes… reseñados por la memoria de maneras distraídas

Como si esos rostros con sombreros de copa o bombín, pamelas con plumas y piedras, el bicornio de Napoleón, no advirtieran que eran también una forma de la inmortalidad

Las mandíbulas trituraban suavemente las achuras

En el Hospital Pasteur morían las tías que durante el invierno se congelaban en soledad antes de que llegaran los calefones con la electricidad ya domesticada

Los perfumes convivían con las úlceras al bailar los tangos recién aprendidos

Los ataúdes esperaban a sus clientes con un cigarrillo rubio en la boca de amables sepultureros

Las cruces de templos quebrados por el tiempo y el entrevero de lenguas que habían cruzado el océano

A las cinco de la tarde el follaje de los plátanos enredaba los diez o doce tonos de verdes y amarillos en paisajes que se rehacían una y otra vez con el viento

Era capaz de saber, con tan sólo mirar las orejas, si las personas dormían de lado, chupándose el dedo o si roncaban estrepitosamente

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CONVERSACIÓN EN EL PUERTO

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Había buscado en sus palabras un motivo para compadecerlo o para dejar de escucharlo. Pero sólo había huellas hipnóticas… pisadas intangibles de vacas de ojos mansos y dulces en su camino rutinario al sacrificio. Palabras tercas que se detenían en las pieles colgantes en bodegas que replicaban laberintos por los que escurrían los hilos de sangres amables.

Escuché un apellido polaco, quizás Dabrowski… y luego una historia de cueros y zapatos, superficies de grano, abrigos y bolsas; una navaja en el estómago del polaco y un canario huyendo por las calles del puerto.

De pronto, al doblar con su voz en una esquina del muelle, ya estábamos entrando en esa guerra de tactos en un viejo bodegón percudido. Tasando las mismas pieles con las manos hoscas, curtiendo al adversario con la mirada. En las dos mesas largas, las vacas sin alma se terminaban de transformar en negocios afortunados y en bofetadas oportunas para trazar las jerarquías. Cigarrillos cortos en la boca, una danza algo tensa de gestos y de sombreros declinantes. Se bebía y comía en medio de una espesa y peligrosa asimetría.

Dos hombres más bien tristes tocaban sus tambores al fondo de esa nave que crecía en cada golpe de vista. Había caballos que no se percibían, muertes antiguas que colgaban de las paredes, la risa exagerada de un gaucho fanfarrón, la mirada severa de un inglés que exigía mejores acabados; velas y candelabros que alumbraban la dureza de ese comercio. Había una fiesta secreta por esos cueros rígidos ya robados. Los combates mercantiles por el botín se repetían sin pausa, en un follaje de voces, regateos y de gritos sin alarma.

Afuera, las embarcaciones se replegaban en las orillas para resguardarse mejor de las oscilaciones lunares.

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MONTEVIDEO (2015)

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Se me ocurrió de golpe que lo veía por última vez… no volvería a presentir los fantasmas de viejos capitanes merodeando en el puerto por las madrugadas, retando con una sonrisa discreta a los vientos que venían del océano más recóndito y que iban a morir en avenidas con nombres de países lejanos y de próceres del siglo XIX.

Se me ocurrió que jamás volvería a escuchar, con avidez distraída, esas charlas y chismes en voz alta, a veces tan fugaces, que se decían de un asiento a otro en el transporte que me llevaba en las mañanas de Reducto a Ciudad Vieja.

Palabras que más bien se referían a vestidos comprados en alguna tienda en Tres Cruces, monólogos de infancias o de adolescencias ya destruidas que venían de Rocha y de Tacuarembó, fugas de agua que se tapaban con cartones, olores putrefactos que salían de una pizzería y que se impregnaban en las cortinas de los vecinos; un cementerio de violines rotos en la casa de un músico que había muerto el verano anterior.

Se me ocurrió de golpe que esa ciudad tarde o temprano iba a naufragar en mi memoria y que sus aromas se desvanecerían lentamente en la sucesión de mis rostros agrietados en el espejo.

Perdería para siempre la mañana del primer día de enero de 2003 y en la que crucé esa ciudad desierta y magnífica en una bicicleta mientras el sol me iba tostando poco a poco en su disputa eterna con el viento.

Perdería también esas primeras impresiones de un Montevideo sucio, a caballo, cartonero, golpeado por la crisis, inagotable, exiliado de ciertas bellezas de ciudades más tiranas y cosmopolitas, pero sitiado en su cataclismo solar de plátanos, paraísos y fresnos.

Perdería un río ajeno, conversaciones altisonantes que justificaban la existencia de la primavera en cada uno de nosotros; cinco o seis tardes con el sol declinando en la playa Ramírez y en las que tuve la sensación ridícula de haber domado un poco al infierno de la vida.

 

 

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Gustavo Ogarrio Badillo es cronista, narrador y poeta. Profesor del Colegio de Estudios Latinoamericanos (FFyL / UNAM). Sus temas de investigación se refieren al género de la crónica y sus estrategias de representación de la historia de América Latina, a las narrativas políticas tanto del siglo XIX latinoamericano (el melodrama literario) como de las últimas décadas (las narrativas de la transición a la democracia y de las violencias neoliberales), además del análisis y comprensión de la obra de Juan Carlos Onetti. En los últimos años ha trabajado sobre las estrategias de enseñanza de las literaturas latinoamericanas en perspectiva interdisciplinaria. Ha sido profesor invitado e impartido cursos en la Universidad Nacional de Costa Rica, College of Charleston, el Instituto Mora, York University (Toronto, Canadá), Universitat de Barcelona, CLACSO-Argentina, entre otros. Sus últimos libros publicados son: La mirada de los estropeados, FCE, 2010; Breve historia de la transición y el olvido, CIALC / UNAM, 2012; Bajo la misma noche. Ensayos políticos sobre literatura latinoamericana, FFyL / UNAM, 2014; Nunca seremos poetas, UNAM, 2018; Ningún país es mi país, Silla vacía, 2020; ¿En qué país estamos, Agripina?, Nitro Press, 2020. En 2021 publicó, en coautoría con el Dr. Horacio Cerutti-Guldberg, el libro Cuando todo era posible. Entre los populismos clásicos (1934-1955) y la escena contemporánea, CIALC / UNAM.

Human Wishes

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Soon fades the dew

but in a dry old age, encumbered by our wooden limbs that ache, we still desire

as any moth who burns inside the flames,

the tiniest of screams so faint and faraway.

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A furtive face carved out by wind and sand is nervous and remains

a window in the rock, formations of a word or two

of invitation to repose and join the land…

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Oh, she is in rut, writhing in rut, the mouse gray mane disheveled

like the dreams of you, your image flickering, when youth was all

and, days dearly departed rose again, hardened with resolve,

declining ever to be old.

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Wild roses she kept in her heart and clever wiles, reclining with a smile

after dinner and a glass of wine.

But boughs do drape and veil the sacred corridor

and music pines Oh love oh feckless love…

and lags behind, pinned down inside a breast where

talcum dusts the creases clinging to the smells of age awash in dime store lavender—

the first of many seals

which will be broken like the bread of body.

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And what with moths now flirting with their holes, and rust,

who would trust the sun to rout the darkness and to rise as stout as ever we beheld

in savage light?

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And aren’t we all?

Aren’t all of us prodigal in the ways of love? like a tide going out with its meaning,

leaving the drift and derelictions in the sand, the stranded lover beached and locked

in lockets of

  time, like photographs and flotsam—or

we malinger, feigning with a sign some love, some rose of the heart,

something we’d want to remember were the snow not yet

mixed with the ashes of last year.

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The white blade cuts deep into the blue, stretches deep into her life

till she’s become the shadow marking time.

 

 

Marlon L. Fick divide su tiempo entre Ciudad de México y Odessa, Texas, donde es profesor de literatura inglesa en la Universidad de Texas—Permian Basin. Además de traductor, es poeta con varios títulos publicados. Ha recibido el premio National Endowment for the Arts de escritura creativa. Editó y tradujo la antología The River is Wide/El río es ancho. Twenty Mexican Poets. Antología bilingüe, traducción de 20 poetas mexicanos..

Mujeres y poder: ¿Podemos hablar de igualdad?

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Abordar el tema de mujer y poder implica adentrarse en escenarios diversos y complejos ya que el asunto tiene muchas aristas. Desde hace muchos años, México entró en una corriente que promueve la igualdad de género, los derechos de las mujeres y las niñas, siguiendo los preceptos enunciados en los años setenta, después de las cumbres que se realizaron a partir de la Primera Conferencia Mundial sobre la Mujer, que se llevó a cabo precisamente en México en 1975, convocada por las Naciones Unidas. En ella se establecieron como objetivos primordiales promover la igualdad total de género y la eliminación de la discriminación, así como la integración plena de las mujeres al desarrollo social, económico, político y cultural de nuestro país. Esta primera conferencia mundial fue el punto de partida para integrar agendas de trabajo para las siguientes reuniones de las Conferencias Mundiales: Copenhague(1980), Nairobi (1985) y Beijing (1995).

En estas reuniones (Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, CEDAW, en 1992, y la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer realizada en Beijing en 1995), México se comprometió a buscar los mecanismos para alentar la participación activa de las mujeres en las esferas pública y privada, buscando la igualdad en todos los procesos legislativos para la promulgación de leyes para eliminar la discriminación y las desigualdades que sufren las mujeres en nuestro país, como lo fueron la Ley del Instituto Nacional de las Mujeres, la Ley de Igualdad entre Hombres y Mujeres, la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y la Ley sobre Trata de Personas.

Lo que es, es

Como sabemos, la discriminación de género se basa en la disparidad de condiciones entre hombres y mujeres por el solo hecho de pertenecer a uno u otro sexo. Hechos que experimentamos todos los días en los ámbitos en que nos desenvolvemos. La discriminación con base en género, raza, orientación sexual, clase social y apariencia física, siguen siendo preocupantes en nuestro entorno. Adicionalmente, esa disparidad de condiciones toma matices propios cuando se trata de mujeres trans, que es otra cuestión sobre la cual también se han hecho pronunciamientos desde las convenciones internacionales de derechos humanos y los Principios de Yogakarta.

Ahora bien, sin duda lo que se ha denominado el “empoderamiento” femenino es una tarea ineludible para lograr un verdadero desarrollo sostenible, sin embargo parece que estas metas están lejos de ser alcanzadas a pesar de que las estadísticas muestran avances en cuanto al acceso a la educación y a la incursión en el ámbito económico y político, que sin embargo no son representativos cuantitativa ni cualitativamente. Por mencionar solo un ámbito que implica también a otros más, las desigualdades de género para el acceso a la educación han afectado la participación de las mujeres en casi todos los espacios. Aún a pesar de que en algunas zonas del país más mujeres acceden a la educación superior, las costumbres y los prejuicios sobre la educación se perpetuán y se repiten e influyen sobre niños, adolescentes y personas adultas.

En este contexto, la matrícula en las escuelas de educación superior se ha incrementado alcanzando porcentajes inéditos. Carreras como de Administración de Empresas, Medicina, Arquitectura, Ciencias de la Educación, e inclusive las que han sido tradicionalmente elegidas por los hombres, como las ingenierías, tienen hoy más mujeres estudiantes que antes, según las últimas estadísticas de las universidades públicas en el estado, léase Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ) y Universidad Autónoma de Chihuahua (UACh). En los dos últimos ciclos escolares, antes de la pandemia, claro, en la UACJ, se inscribieron un total de 18 mil 210 mujeres en las diferentes facultades para licenciatura y posgrados, en comparación con los 15 mil 805 varones inscritos, en edades comprendidas entre los 18 y los 22 años. En ese mismo periodo en la UACh, se inscribieron 16 mil 325 mujeres (licenciatura, maestría, posgrado), mientras que 13 mil 248 varones lo hicieron. Y si bien el acceso a la educación superior se ha facilitado por ese empoderamiento que las propias mujeres, sobre todo las jóvenes, al llegar al campo laboral el acceso a puestos de poder se ve restringido con argumentos caducos y llenos de prejuicios, sobre todo entre el empresariado, dejando a las mujeres en puestos inferiores y relegando a las que tienen mayor edad, e incluso si las mujeres acceden a puestos directivos, siempre lo harán con menor remuneración que los hombres. Así que la pregunta continúa: ¿igualdad? Y la famosa disparidad de género se diversifica y se extiende como el cabello de la Medusa, sin contar con otras intersecciones en las que las mujeres salen desfavorecidas con mucho, como la cuestión ineludible de las clases sociales, más aún en un medio tan conservador y elitista como la sociedad chihuahuense. Así que la discriminación de género tiene buen tiempo por delante para tratar de ponerse a mano, aunque es una cuestión de los derechos que hemos luchado, defendido y arrebatado las mujeres, no de las apuestas del patriarcado.

Es lo mismo que sucede en el área editorial y con respecto a la producción escrita de las mujeres, quienes son menos publicadas en comparación con escritores varones, pese a que muchas de ellas participan en talleres y realizan diversas actividades que documentan por escrito, desde la ciencia hasta la ciencia ficción. En el entorno en que me desenvuelvo, que es el de la promoción de la cultura, enfocada principalmente de la lectura y la escritura, es bastante elocuente. Por ejemplo, en los talleres de creación literaria un 75% de las personas que asisten son mujeres, y en algunos casos el cien por ciento, lo que indica el interés manifiesto de contar historias o simplemente expresarse por este medio. Sin embargo, a pesar de su amplia producción literaria, pocas mujeres encuentran editoriales que las publiquen.

¿Lo peor de la pandemia?

Todo lo anterior, sin contar aún los efectos que la pandemia ha tenido sobre la situación de mujeres, mujeres trans y niñas, que tanto nos han afectado y nos seguirán afectando, y que han sido diversos, profundos y algunos aparecieron de inmediato (como la violencia) y otros han ido apareciendo de manera paulatina y creciente (como la pauperización de muchas mujeres jefas de familia). En este periodo -como en tantos otros de nuestra historia- me atrevo a aseverar que la economía en nuestro país se ha visto sostenida por el trabajo de las mujeres. El soporte que ellas desempeñan ha sido notable. Dejando de lado el sector salud, en el cual nuestro papel ha sido preponderante (enfermeras, médicas, como cuidadoras, etc.), en el resto del esquema socioeconómico surgieron durante este tiempo miles de pequeñas empresarias que sostuvieron económicamente sus hogares, asumiendo casi cualquier tipo detareas, como venta de comida, equipos de limpieza, cuidado de personas enfermas, habilitación de pequeñas guarderías para madres trabajadoras, pastelería, costura, etc., que generaron una economía subterránea que sostuvo a miles de familias durante este largo periodo. Mujeres empoderadas, quizá sin proponérselo, y que por efectos de la pandemia emergieron como tales, claro: sin seguridad social, sin derechos laborales, sin vacaciones, sin aguinaldos, sin reconocimiento, sin solaz. Es admirable el papel que las madres han asumido para convertirse en maestras de sus hijos mientras toda la educación se volcaba hacia los medios digitales, pese a que -una vez más- esto implicó aumentar todavía más las ya aumentadas cargas de trabajo, en las que, como suele ocurrir, muchos varones se excluyeron voluntariamente de estas tareas, las famosas dobles y triples jornadas que derivaron en suprajornadas y subjornadas. Y pese a todo, la manera digna en que tantas mujeres fueron asumiendo la contingencia.

Pero quizá una de las caras más descarnadas de la pandemia que nos tocó en este inicio de siglo veintiuno sea la “otra” pandemia, muchísimo más grave que el virus mismo: la violencia y sus efectos devastadores. Las cifras de la mal llamada violencia doméstica aumentaron en forma brutal, casi tan brutales como las golpizas, los gritos, las mellas en niñas y niños, mientras veían cómo a sus madres o cuidadoras las maltrataba su violentador, las más veces su propio papá o padrastro, ¡qué dispareja también la marca de la violencia en mujeres y en hombres! Y qué normalización tan insoportable, que ha permeado incluso a las instituciones de las mujeres, niñas y niños que se espera que respondan de inmediato y aún no terminan siquiera de sensibilizarse, pierden las curvas de aprendizaje de años atrás y vuelven a revictimizar a las víctimas, una y otra y otra vez, sin darse cuenta siquiera, funcionarios y funcionarias sin la preparación ni la perspectiva de género, que con rosarios de por medio incluso se atreven a “aconsejar” a las mujeres para que no “rompan” sus hogares. Absurda violencia que por eso no es “doméstica”: es institucional, es patriarcal, es indolente y permanece como la humedad.

Todo esto afectó no solo a las mujeres, sino a las niñas y los niños. Las estadísticas indican que los casos de violencia familiar en Chihuahua se incrementaron en un cien por ciento. Ya de por sí este estado ocupaba el décimo primer lugar entre los estados con más delitos de violencia al seno familiar, y ahora se encuentra en el séptimo lugar a nivel nacional, es poco decir que esto es alarmante. Este incremento en los índices de violencia tiene por protagonistas perpetradores a hombres jóvenes, que tienden a participar en la “cultura del riesgo”, es decir que adoptan conductas que ponen en riesgo su vida y/o la de otras personas, porque repiten el modelo de masculinidad (Gramsci) que se distingue por imponerse sobre las mujeres y estar en competencia y búsqueda de dominio, con una manifestación de violencia que por lo general no dirigen hacia sus congéneres hombres, sino hacia las mujeres y las niñas. Entre tanto cada vez más varones adolescentes y jóvenes engrosan las filas de la delincuencia organizada, y en consecuencia se engrosa en Chihuahua el índice de feminicidios, que ahora no solamente están relacionados con la indolencia patriarcal y el absoluto desprecio por las mujeres y niñas que se manifestó desde finales de los ochentas del siglo pasado en Chihuahua, y con la militarización y los abusos de las policías que llegaban de otros estados a ciudades como Juárez y Chihuahua, a principios y hasta mediados de los noventa, sino que se ‘adosan’ con la despótica y nada silenciosa presencia del marido que pasa de los celos (siempre irracionales) al ahorcamiento o las cuchilladas, y las historias son incontables, pese a que una que otra también engrosa las páginas amarillistas, sin contar, por cierto tampoco, el crecimiento y el descaro del fenómeno de trata de personas (a lo que se sumaron fácilmente los grupos de delincuencia común y organizada, al amparo de instituciones policiales y militares). Apenas en la última semana del mes de marzo del 2022, se registraron once asesinatos de mujeres entre los 17 y 27 años, todas posiblemente de origen campesino, reclutadas con falsas promesas de trabajo para explotarlas sexualmente y tal vez también utilizadas como traficantes de drogas. (Diario de Chihuahua, marzo 31 de 2022).

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Realidades vemos, negaciones no sabemos

La realidad cambia en los estilos de los tiempos y en las clases sociales. Lo puedo recordar a la perfección. En el ámbito privado de clase media alta y alta, algunas mujeres (blancas, la enorme mayoría) se vanaglorian de nunca haber sido acosadas, son la excepción encarnada a la regla de la que tantas suelen quejarse ‘ahora’, nadie jamás llegó siquiera a osar dirigirles una mirada libidinosa, porque ellas “se daban a respetar”. Cada día (cada tiempo) se ha hecho más evidente que los casos de violación, de hostigamiento sexual y de acoso se dan en el círculo de primos, tíos, padres, padrastros y otros parientes cercanos, y no se diga en el entorno laboral y escolar (maestros, jefes, autoridades); pero eso se queda oculto, cuatro paredes. Es de “mal gusto” ventilarlo y ‘exponerse’ al “qué dirán”.

Ahora que están presentes las chicas del “pañuelo verde”, con toda su fuerza y parte de ellas con su juventud, con y sin permiso, reclamando sus derechos al aborto seguro y al derecho a decidir sobre su propio cuerpo, ya nadie recuerda –o voltean convenientemente la vista hacia otro lado–cómo las “niñas bien” de nuestra sociedad (en tiempos no tan lejanos) acudían ala ciudad de El Paso, Texas, pues sus recursos se los permitían, para realizarse un aborto con médicos que se dedicaban a esa labor, bajo todas las medidas de seguridad para las mujeres, mientras que las adultas y las jóvenes pobres morían en manos de personas de escasas entrañas morales o se iban a poner en manos de comadronas, de yerberas, o de las abuelas versadas en estas lides, para librarse de un embarazo no deseado. Estoy hablando de hace no menos de 50 años, hoy por hoy continuamos instalados en esos prejuicios y tachamos las manifestaciones públicas de las jóvenes que se atreven justamente a reclamar sus derechos, y en pleno siglo veintiuno la sociedad, la religión y sus sacerdotes, así como los grupos religiosos y políticos las criminalizan, se atreven a juzgarlas, a llamarlas “asesinas” y las confinan en cárceles por interrumpir un embarazo no deseado en forma segura. Seguimos siendo una sociedad de doble moral, influenciada por la iglesia católica y otras iglesias “cristianas”, en donde esas posturas siguen siendo la marca registrada de pertenecer a una clase social considerada “distinguida”: personas blancas, heterosexuales, que ‘trabajan’, que “no hacen mal”, y que por supuesto tienen de sobra privilegios socioeconómicos y pagan bien sus diezmos.

Todo esto aderezado por las partes más oscuras de la cultura nacional como lo son las percepciones y actitudes que esgrimimos hacia los grupos más vulnerables como son los “diferentes”: los pobres, los indígenas, los morenos, las personas homosexuales, migrantes y…las mujeres. En el discurso oficial hay una gran distancia entre el país que creemos ser y el que realmente somos, siendo las entidades en donde encontramos mayor rechazo, las iglesias, la policía y los servicios de salud. Estas actitudes que se reproducen de norte a sur.

Presencias de mujeres en espacios de poderes

En el entorno de la administración pública, llámese esto gobiernos estatales, municipales, poderes ejecutivo, legislativo y judicial, puede mencionarse también cómo se ha ido dando la aparición de las mujeres en terrenos políticos, ya sea en puestos de representación como en gabinetes u otros espacios de la vida gubernamental y del Estado. En 2014, se estableció la paridad de género como principio constitucional y se exigió este principio a los partidos políticos en la postulación de sus candidaturas para los órganos de elección popular. Esta reglamentación fue puesta en marcha por primera vez en el proceso electoral de 2014-2015, incluyendo a las mujeres en los espacios de decisión pública. Esto dio pie para que al seno de los partidos políticos se dieran a la tarea de proponer mujeres candidatas a ocupar puestos en la administración pública, pero los partidos -forma de patriarcas al fin y al cabo- no pudieron dar el ancho en este proceso y realizaron las cosas de manera emergente, a tal punto que en muchos casos impulsaron candidaturas de mujeres improvisadas, que estaban lejos de conocer lo que entraña el compromiso político. Al interior de los partidos políticos nunca se había dado siquiera la intención de formar cuadros de mujeres, eran casos aislados que se asemejaban a los hombres por la forma de ejercer el poder y por haberse colado prácticamente, a la vera del compadrazgo, al estilo de Elba Esther Gordillo o la propia Beatriz Paredes, que desde el ‘viejo’ PRI (si es que lo hay), dejaron una cierta estela de eso que se llama ‘mujeres y poder’ (otros nombres como Dulce María Sauri, Amalia García o ya en Chihuahua la que llegara a ser primera gobernadora por unas horas, la señora Marta Lara, secretaria de Gobierno en el sexenio del primer Baeza).

El caso es que los partidos fomentaron la llegada al poder legislativo de sus estereotipos de mujeres ‘adecuadas’: las hijas, hermanas, esposas, cuñadas, novias y secretarias de los varones de los partidos políticos, todas ellas sin preparación para asumir el compromiso que implica el servicio público (casi como propios los hombres que se desempeñan así, aunque nadie los escudriña tanto ni tan arteramente como a ellas), y, claro, que respondieran a sus mentores o pidieran después licencia para dejarle su lugar al hombre que el partido quería. El Congreso del Estado de Chihuahua, obedeciendo este “principio”, logró en esos primeros años que se integraran 14 diputadas mujeres en la LXVII Legislatura, de un total de 33 diputados de elección directa y de representación proporcional. La mayoría de ellas, quienes al llegar a la curul, se dedicó a embellecerse bajo la mirada de beneplácito de los hombres (porque para ellos, para eso son las mujeres: para lucir, para que se vean bonitas…y para usarlas) y se concentró en adecuar su vestuario para estar a la moda, sin preocuparse por adquirir conocimientos ni prepararse para asumir lo que significa el quehacer legislativo. En las siguientes legislaturas, se ha conservado el número de mujeres en el Congreso del Estado de Chihuahua, viéndose mayor preocupación por su preparación y participación activa en los procesos legislativos, y esto en buena medida es quehacer de las propias mujeres al interior de los partidos, donde ellas siguen sus luchas y buscan arrebatar los derechos que les corresponden, en justicia.

En cuanto a la inclusión en los puestos de la administración pública estatal y municipal en el Estado de Chihuahua, la presencia de las mujeres se vio incrementada en puestos como titulares de las diferentes Secretarías de Gobierno(eso sí, nunca en una que implique los temas de “seguridad”, hasta ahora, excepto por la procuradora Patricia González, en el sexenio del segundo Baeza), teniendo mayor eco en el Poder Ejecutivo, al que se incorporaron mujeres capacitadas y con mayor conocimiento de lo que significa el servicio público. No así ocurrió en el Poder Judicial, donde la participación mayoritariade los varones sigue siendo una constante, pese a haberse entrevisto un posible logro que fue fugaz y que ahora vuelve por sus fueros a reclamar su lugar patriarcal, vertical, insultante, y patéticamente por la vía de la primera mujer gobernadora, al reformar la Constitución local para permitirse la selección a modo de las magistraturas en el Poder Judicial.

Refiriéndome al Municipio, se dio el mismo fenómeno del Poder Legislativo, aquí con una participación menor de mujeres en puestos ejecutivos, y las que accedieron a esos puestos carecían de preparación, tanto académica como para el ejercicio del poder público. Sin embargo, hay una mayor presencia de mujeres en las diferentes Regidurías de los Ayuntamientos. En tiempos recientes, en estos espacios de los gobiernos estatales y municipales, se ha manifestado una regresión en el nivel estatal (no así en el municipal), y cada vez menos mujeres ejercen puestos directivos y de toma de decisiones en el ámbito público. De ahí la importancia de que en la administración municipal 2021-2024, las regidoras unidas (de todos los partidos) en el municipio de Chihuahua se pronunciaran por una reforma al Código Municipal para que el Congreso apruebe que sea obligatorio para los 67 municipios del estado de Chihuahua la selección de perfiles de mujeres y hombres para constituir gabinetes paritarios en todas las administraciones, y ojalá que ello permee al nivel estatal.

Doble y triple discriminación

La discriminación está tan normalizada, tan terriblemente normalizada, que se puede sumar y no pareciera pasar mucho: no solo ser mujer es una condición vulnerable, si se le suma el hecho de ser trans, o de ser menor de edad, o de ser migrante, o de ser indígena, se va aumentando una condición de tal marginación sociocultural, que resulta difícil sostener la esperanza en que se cumplan los derechos conquistados, las normas formuladas.

Antes de concluir, quiero tocar el tema de las mujeres pertenecientes a los grupos de los pueblos originarios en nuestro entorno. Ellas no solo enfrentan discriminación por su condición de mujeres, sino por su origen racial y étnico, el hecho de ser mujeres indígenas en un contexto por demás complicado, donde viven, además, la inseguridad que campea en las zonas serranas del Estado, en comunidades presas del narcotráfico, con características particulares del fenómeno de la violencia. Por si fuera poco, en estos días estamos viviendo los horrores que viven los migrantes que vienen de muchas partes del mundo. Los grupos de migrantes son aún más vulnerables, y en ellos por supuesto las más afectadas son las mujeres, las niñas y los niños. Los derechos de estas mujeres, no se respetan en nada y además de las carencias que enfrentan tienen que pasar por las trampas mortales que representa el crimen organizado en su paso para llegar a los Estados Unidos y cumplir con el aún anhelado “sueño americano”. Todo este fenómeno acompañado con el aderezo amargo de la discriminación de clase, por color de la piel, apariencia física, forma de vestir, edad, géneros, orígenes. Por eso -por discriminación- no paramos.

Todo esto nos lleva a reflexionar sobre la presencia del esquema patriarcal que lejos de haber cambiado y evolucionado en favor de las mujeres, parece estar registrando un retroceso significativo, no solo en nuestro ámbito, sino a nivel global. En Afganistán, se acaba de decretar que las mujeres deben portar en público el burka completo, que inclusive deben usar guantes y que las que trabajan en las televisoras deben cubrirse el rostro para salir a cámara. El otro fenómeno de vuelta atrás no menos de 50 años, es cómo están cambiando las leyes en relación al derecho que tenemos las mujeres de decidir sobre nuestro cuerpo. Es increíble cómo se pretende torcer los derechos y hacer leyes para castigar el aborto, representando con ello una regresión que de seguro será replicada y alentada en muchos países de Latinoamérica.

Creo que una de las vetas que pudiéramos aprovechar las mujeres para empoderarnos es la educación, que inicia desde el núcleo familiar-el que haya, no uno ideal- y continúa en la capacidad interna de tomar conciencia y tener oportunidades para manifestar lo que se piensa, lo que se vive y lo que se palpa de las realidades de otras mujeres y niñas, lo cual representa un gran esfuerzo ya que implica el cambio de paradigmas que parecen no evolucionar. El conocimiento puede ser una herramienta poderosa para cambiar la situación de las mujeres, de manera que permitan tomar decisiones informadas para su vida y les orienten en su toma de conciencia de su participación política, de su vocación histórica como parte de toda una mitad de la población mundial, que aún tiene mucho de dónde para avanzar y lograr conquistas arrebatándole el poder al poder, y haciéndolo un poder desde la experiencia de las otras, no desde lo conocido que se ejerce como patriarcado. Es un hecho que la educación es una forma de empoderar y dotarnos de conocimientos no solo teóricos sino prácticos, todo lo cual tiene una relación estrecha en las perspectivas de salud, trabajo, vivienda, esparcimiento, cultura, y, por ende, mejores condiciones para las comunidades, las familias y grupos humanos. La educación aún puede revertir a corto y mediano plazo las condiciones de las mujeres y la calidad de su participación en lugares desde donde se ejerce poder político, económico, cultural, de opinión, etcétera. Las mujeres y las niñas educadas e informadas, las mujeres y las adolescentes que luchan y defienden sus derechos, siguen significando la amenaza y la esperanza mayores para que caiga el patriarcado.

Se va a caer, se va a caer…

 

 

Margarita Muñoz-Villalobos es poeta y promotora cultural independiente. Estudió Contaduría y Administración en la Universidad Autónoma de Chihuahua, en donde también cursó el postgrado Literatura y ensayo hispanoamericano del Siglo XX. Ha publicado diversos artículos culturales en los periódicos locales y publicaciones nacionales. Parte de su obra ha sido incluida en más de 15 antologías poéticas. Ha publicado cinco plaquettes y ha participado en numerosos encuentros y festivales de poesía en todo el país, además de algunos de carácter internacional. Ha participado en la organización del Primer Encuentro Estatal de Mujeres Poetas (1996) de los Encuentros Internacionales de Mujeres Poetas en el País de las Nubes en Oaxaca (2014-2018) ;  en el Encuentro Internacional de Mujeres Poetas en Tiempos de Contigencia (2020) y el Encuentro de Literatura Joven (2021). Pertenece a la empresa cultural Intelecta.

 

Liliana Poveda es escritora de origen colombiano. Se ha dedicado a la consultoría en temas de educación ciudadana, elaboración de materiales educativos, formación docente y comunicación. Reside en Chihuahua, México, desde hace más de 10 años.

 

Foto: @Arturo Rodríguez Torija

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La respuesta

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La puerta de cristal se abrió de golpe y amenazó con estallar en añicos. Una mujer joven bañada en lágrimas penetró en el vestíbulo del hotel y se dirigió hacia una pintura impresionista. Al llegar a su alcance, dobló a la izquierda e irrumpió en el restaurante donde una dama solitaria tomaba su aperitivo. Aún, no habían abierto para la cena. La mujer que acaso rebasó los cuarenta se mecía en la soledad, la punta de uno de sus zapatos se movía al compás de alguna cancioncilla grabada en su memoria. En el bar, el mesero estaba sumido en alguna labor de limpieza, pero sus sentidos permanecieron atentos a cualquier señal de la mujer.

Enjugando las lágrimas que embarraron su bonita cara, la joven se paró frente a la mesa ocupada por la dama. Dejó caer sus brazos y pidió atención conjugando el grito con llanto:

–¡Madre!

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La señora tomó su tiempo para levantar la mirada y observó la cara encendida de la joven.

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–¿Qué te pasa hija? No me digas que te peleaste de nuevo con tu fiancé, ese bueno para nada, salvo para ti y tu padre.

–No, madre. Eres tú.

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–¿Qué dices? –Los ojos de la señora se entrecerraron y las arrugas cruzaron sus sienes morenas. La joven pasó saliva, entreabrió la boca y su lengua se trabó en el intento de pronunciar varias palabras a la vez.

–¿Quieres decirme despacio lo que pretendes averiguar o necesito llamar al cerrajero para que abra tu boca? Lo vi hace un rato, unos turistas europeos olvidaron dejar la llave de su habitación en la recepción.

–Unas amigas… –una sacudida de las entrañas inhibió de nuevo el habla de la muchacha.

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–Ah, sí, tus amigas. Dime Jalila. ¿Qué pasó con tus buenas amigas?

–Madre, hablan de ti. Dicen… no puedo decirte.

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–Vaya, vaya, traje al mundo a esta mujer, pero no le enseñé a hablar. Tu padre tiene razón.

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Qué mala madre soy yo. ¿Qué te dijeron, mijita? Díselo a tu madre.

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–No puedo. Son unas mentirosas, envidiosas…

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La señora tomó un sorbo con delicadeza y colocó de nuevo la copa en el centro del portavaso. Antes de que las yemas de sus dedos soltaran el cristal, dio un ligero giro con la copa como si quisiera atornillarla al portavasos.

–A mí me toca decirte si son mentiras o verdades. Y tú, solo necesitas compartir conmigo sus historias.

Mientras Jalila raspaba el cutis del envés de su mano como si estuviera desenterrando las palabras de sus amigas, la señora lanzó una mirada hacia el mesero y movió los labios sin producir un sonido. Este salió despedido del bar para pedir entre jadeos que se apreste el coche de la Señora.

–No te lo puedes imaginar madre. Yo no puedo…

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–Sí puedes, mijita. Tú puedes porque yo pude y tú llevas mi sangre. Siéntate aquí y toma una copa. Sí, sé que no tomas en público, pero ya eres grande y no veo a nadie que no sea de confianza.

Ahorita viene el mesero para tomar tu pedido.

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Cuando Jalila dio un paso hacia la mesa, el mesero, surgido de la nada, estaba estirando la silla con la cabeza agachada para acomodar a la joven.

Entonces, ¿qué tomas Jalila? Sé que tomas en tus fiestas y con tus buenas amigas. Según los rumores, no fumas, qué bien, sino te ofrecería un cigarrillo. Ahora, puedes brindar con tu madre.

Tienes que aprovechar la ocasión, ya sabes que no te voy a durar mucho.

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–Una copa de vino tinto, por favor –musitó Jalila.

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–Que sea la Rioja, roja como la sangre mora –añadió la señora–. ¿Sabes que me sirvieron una copa de la Rioja la primera vez que tu padre me invitó a salir?

–Madre, yo no las puedo soportar más, a esas hipócritas rastreras.

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–Sí, puedes Jalila. Y mucho más que eso. Mira, yo voy a pasar al baño, aquí viene tu vino, ahorita vamos a platicar como madre e hija. –La señora inhaló una bocanada de humo de su cigarrillo café oscuro y se levantó al tiempo que el mesero deslizaba su silla hacia atrás.

Jalila se atragantó con el primer sorbo, limpió los labios con una servilleta. Respiró hondo.

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Quiso inclinarse contra el respaldo, pero un dolor de estómago la detuvo y se quedó observando por el ventanal el movimiento de los viandantes.

La señora regresó, se sentó, tomó un sorbo apenas tocando el borde del vaso y miró a su hija.

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–¿Estás lista para preguntarme si tus amigas son mentirosas o no? Si te tardas mucho, nunca lo sabrás –y sonrió.

Los ojos de la hija permanecieron fijos en el ventanal. Levantó su copa y la llevó a los labios sin voltearse hacia la madre. La señora cogió el cigarrillo con dos dedos, inhaló profundamente y dejó caer el pitillo con gracia en el cenicero.

–Muy bien. Ven acá. El coche nos espera en la entrada –comentó la señora.

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Sin mirarse, las damas se acomodaron en los asientos traseros. La señora dio la dirección con tal rapidez que las indicaciones se fusionaron en una palabra. Sobresaltado por la ubicación, el chofer se volteó hacia atrás y al toparse con los ojos negros de su jefa, se enderezó en el asiento y, mientras liberaba el freno de mano, rechinaron las llantas.

–Así me gusta que se hagan los cosas –dijo entre los dientes la señora–. Aquí Jalila, las cosas se hacen rápidamente o no se hacen. Ya lo sabías, ¿no? –La hija no respondió, miraba sus manos que descansaban en su regazo.

El coche subió una colina, siguió una hilera de árboles y, tras un buen trecho, empezó a bajar girando a la derecha. Con la cabeza agachada, Jalila empezó a fijarse en las casas que bordeaban la calle.

–¿A dónde vamos? –La pregunta de la muchacha quedó sin respuesta.

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Jalila pensó que había advertido el asomo de una sonrisa, pero no fue más que una sombra que cruzó la cara de su madre.

–Por allí –indicó la señora al chofer.

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–Como usted ordene, Señora.

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La señora se zafó del asiento con un giro a la derecha que la ubicó al lado del coche. Al fallar en su intento de atender a la dama, el chofer se precipitó hacia la puertezuela de Jalila. La abrió con tal violencia que casi rompió los goznes.

Sujetando la puerta abierta, el chofer se quedó observando a la joven que miraba su pantalón negro con motas blancas. Cuajados en la inmovilidad, parecían desafiar sin querer la paciencia de la señora. De improviso, un empellón desplazó al chofer y la nariz de la señora se ubicó a dos dedos de la sien de su hija. Esta pudo sentir el aliento cálido de su madre.

–Se lo puedes hacer a tu padre, día y noche, hasta que se muera, pero a mí, no. Te sales, o te arrastro de las greñas.

–Madre, no quiero salir aquí, en este vecindario.

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La señora tragó saliva, dobló tantito más las rodillas, su peso se distribuyó en las dos piernas y sus tacones se afirmaron en el charco de la calle.

–Jalila, mijita querida, escúchame bien. Te sales o te arrastro.

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–Jalila movió la rodilla izquierda hacia su madre y esta le concedió el espacio necesario para la salida.

De volada, la señora bajó por una calle estrecha y empinada, se paró en la esquina y esperó que su hija la alcanzara. Cuando terminó de bajar a tropiezos hasta su madre, esta la detuvo y la jaló callejón adentro.

A mediados de la cuadra, la madre se reparó ante una puerta cuya parte inferior estaba forrada de lámina. Resonaron sus nudillos en la madera seca.

–Fátima. ¿Se puede pasar? –preguntó la señora acercando la oreja al intersticio de la puerta.

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–Señora, no la esperaba… el día de hoy –se escuchó una voz afónica–. La llave…

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–La tengo, Fátima. Descansa.

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Tras dos golpes de la chapa, la puerta giró sola y la señora se adentró en la oscuridad.

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–No la esperaba hoy, señora. No es viernes, ¿verdad? –Las palabras de Fátima se mezclaron con el ruido de la colcha removida.

–No te levantes, descansa. Pasábamos por aquí y quise que mi hija te conociera.

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–Oh, su hija está aquí. Permítame que le bese la mano.

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–No te levantes Fátima. Ella se acercará a ti.

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–Jalila, ven mijita. Te presento a Fátima. Cuando yo era niña, me cuidaba y, cuando era más joven que tú, me curaba.

–No veo nada madre. No puedo caminar por allá.

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–A veces, una no puede ver por dónde camina y, en ocasiones, es mejor no verlo. Pero acércate. Escucha la voz de Fátima, te guiará como me guio a mí cuando era niña. –Se escuchaba el murmullo de la mujer acostada y sus disculpas sonaban como rezos distantes y automáticos.

–¿Qué estás haciendo madre? –tembló con enojo la voz de Jalila.

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–Nada, te voy a ayudar a entrar, no creo que vayas a perderte. Yo vigilaré tus pasos. –Jalila sintió el apretón de la mano de su madre que le ocasionó una sensación de quemadura y, luego, un jalón.

–Discúlpeme señorita por no atenderles mejor. Ya estoy revieja. Muchas gracias por venir a esta humilde casa, su casa de siempre –apenas se escuchó la voz de Fátima.

Jalila sintió unos dedos colmados de uñas filosas que buscaron, encontraron y manipularon su mano. Quiso retirarla, pero tuvo miedo de cortarse. Luego, Jalila sintió unos besos cálidos que humedecieron su mano justo donde ella se había rasgado en el hotel.

–¡Madre! –gritó Jalila.

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–Aquí estoy Jalila, a tu lado, como siempre, aunque a veces no podías verme. A veces es difícil orientarse en la oscuridad, pero no te preocupes. Si haces un paso o dos a tu izquierda tocarás una pared.

–Madre, no quiero tocar ninguna pared. Quiero irme de aquí.

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–No es cualquier pared Jalila, es la primera pared que tu madre ha tocado.

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–¿Aquí madre?

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–No, en la luna, Jalila.

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El silencio de la calle fue roto por la gritería de un hombre que alababa las cualidades de una frazada. Sus gritos reconfirmaban la calidad indiscutible de la prenda, pero no acertaron en dar un precio.

–Señorita Jalila.

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–Sí, Fátima –respondió la señora en lugar de su hija.

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–Su madre tuvo la bondad de regalarme esta casa. Que dios se la pague.

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–No es nada Fátima. Te dije que iba a regalártela si me casaba como tú lo predijiste. Lo prometido es deuda, ¿no?

–Sin usted…

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–Qué bien que te haya servido, me da gusto. Pero dime, ¿se te ofrece algo en este momento

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Fátima?

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–No, señora, nada.

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–Los que menos tienen, menos piden –suspiró la señora.

–Y tú, Jalila, ¿tienes alguna pregunta para mí o Fátima?

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–No madre.

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Las dos mujeres se despidieron de Fátima y salieron de la casa. Descaminaron el codo de callejones como si no existiera la pendiente y se subieron al coche de puertezuelas abiertas. Mientras este rodaba por la calle que apenas permitía a los espejos librar las paredes, Jalila se acostó sobre los asientos y puso su cabeza en el regazo de su madre.

 

 

Pol Popovic Karic es profesor investigador en el Tecnológico de Monterrey. Publicó cuarenta artículos y cuatro libros académicos. Editó nueve antologías monográficas. Ha sido integrante de ocho comités editoriales. Organizó doce coloquios y nueve “Encuentros con autores”. Es miembro regular de la Academia Mexicana de Ciencias y miembro correspondiente de las academias de la lengua española de Venezuela, Estados Unidos y Paraguay. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores de México (nivel II).

La danza de la vida de Patrícia Galvão

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“E eu dancei

a dança da vida”

 
P.G. 
Microcosmos

 
Patrícia Rehder Galvão (nace el 9 de junio de 1910) es una de las escritoras brasileñas más importantes de la primera mitad del siglo XX. Conocida también como “Pagú”, apodada así por Raúl Bopp, entre sus obras más reconocidas está 
Parque Industrial (1933). Esta novela toma lugar en el barrio industrial de Brás en la entonces naciente megalópolis de São Paulo donde la autora vivió. Recientemente el académico David William Foster le ha dedicado dos importantes capítulos a la obra de Pagú desde la perspectiva de la feminización del espacio social subrayando su “anomalía textual” y destaca la falta de interés académico en su trabajo tanto en Brasil como fuera de su país natal. En el caso de México, su obra es prácticamente desconocida y no se ha traducido antes su obra al castellano. La frase central de la novela “Brás de Brasil, Brás de todo el mundo” denuncia la extensión del capitalismo salvaje y la deshumanización de la industria y el proyecto capitalista que arrancaba en ese entonces en un Brasil en vías de industrialización, como lo expresa en el capítulo diez con una metáfora: “El capitalismo naciente de São Paulo estira sus piernas finas y peludas”.
El libro 
Parque industrial apareció en 1993 en traducción al inglés de Elizabeth y K. David Jackson con un magnífico posfacio que ilustra las múltiples migraciones que forjaron la ciudad de São Paulo: italianos, portugueses, españoles donde muchos se ocupaban en la industria textil que transformó la ciudad. En efecto, el estilo de Pagú “projects vanguardist poetics into a proletarian world” (147). El proyecto vanguardista en Brasil estuvo marcado por la Semana de Arte Moderna, del 11 al 18 de febrero de 1922, que se llevó a cabo en el teatro municipal de la ciudad y fue el parteaguas cultural en Brasil que marcó el inicio del modernismo brasileño y significó una búsqueda de renovación del lenguaje, experimentación, un salto al vacío de la creatividad. Los nombres asociados con este impulso hacia adelante fueron: Oswald de Andrade, Mário de Andrade, Anita Malfatti, Heitor Villa Lobos, Di Cavalcanti, Menoti Del Picchia, entre otros. Aunque Pagú tenía apenas 12 años durante este importante evento, sin duda el ambiente generado por esta ebullición de las artes influyó terminantemente en su obra. Pagú desde muy joven, a los 15 años, escribió para el periódico de Brás, bajo el seudónimo de “Patsy”. Se graduó de la escuela normal en 1928 y se sumó al movimiento Antropofágico. En 1930 se casó con Oswald de Andrade que dejó a su entonces esposa, la pintora Tarsila do Amaral. Ese mismo año nació Rudá de Andrade, el primogénito de Pagú y el segundo hijo para Andrade.


Pagú fue arrestada después de una huelga de trabajadores en la ciudad portuaria de Santos y publicó su novela
Parque Industrial con el seudónimo de Mara Lobo por exigencia del partido comunista, del cual era miembro activo. Patrícia sería arrestada más de una veintena de veces después, también en París en 1935 por usar una identidad falsa y fue repatriada a Brasil. Bajo el régimen de Getúlio Vargas sería torturada y encarcelada por cinco años, después de salir de prisión abandonó el partido comunista y siguió una línea ideológica trotskista. K. David Jackson consultó el archivo de su arresto y reportó que se le describió como “una persona extremadamente peligrosa que sabía varias lenguas y era una oradora intelectual de ideología roja” (120). Se casó una segunda vez, en esta ocasión con Geraldo Ferraz y tendrían un niño, Geraldo Galvão Ferraz. Viajó a China y trajo las primeras semillas de soya para sembrar en Brasil. En 1945 apareció su segunda novela A Famosa Revista, escrita con su nuevo esposo donde critican la cultura brasileña a través de la historia de la filósofa marxista Rosa Luxemburgo. Pagú fue promotora de teatro, traductora y se lanzó sin éxito como representante política de su estado. En sus últimos años sufrió de cáncer e intentó el suicidio sin éxito y murió el diciembre 12 de 1962. Jackson reporta que en su funeral uno de sus amigos accidentalmente tiró su féretro en un último abrazo de despedida (123).

 

Patrícia Galvão y Oswaldo de Andrade


Pagú era sin duda una musa para los escritores del movimiento de “Antropofagia” y fue dibujada por pintores como Cavalcanti, Portinari, de Carvalho, con un vestido corto y cigarros largos “é uma menina de cabelos malucos que ela nunca penteia” (una mujer de cabellos rebeldes que ella nunca peina) una mujer que cuando pasa la gente se detiene, es para Álvaro Moreyra el “último producto de São Paulo” y el “luminoso anuncio” de la Antropofagia (
Revista para Todos 21). Se le conoce así por el poema que le dedicó Raúl Bopp titulado “Coco de Pagú” donde dice: “Pagú tem os olhos moles / olhos de não sei o qué / Si a gente está perto delles / A alma começa a doer” (Pagú tiene los ojos suaves / ojos de no sé qué / si la gente está cerca de ellos / el alma comienza a doler) y la describe con un cuerpo de cobra onduladito. En efecto, Pagú era de una belleza distinta y con una personalidad poco convencional. El sobrenombre dejaría de gustarle con el tiempo, como refiere su hijo (Viva Pagú 14) porque era un sobrenombre que correspondía a otro tiempo, cuando buscaba otros ideales.[1] Vicky Unruh escribe sobre la paradójica relación de las mujeres con las vanguardias latinoamericanas (compuestas por lo general por hombres) y cómo navegaban su papel como “musas” para escribir también sus obras. Ellas “abrazaron con energía y aparente entusiasmo el asignado rol, especialmente en el aspecto performativo y corporal que constituía la figura femenina como una manifestación visual de los deseos de un implícito público masculino” (272). En este mismo orden de ideas, Pagú se intenta alejar de la imagen pública que se concentraba en su cuerpo, como ha escrito Laura Kanost con respecto a la política corporal en la novela, que se centra en actividades como el sexo o de trabajo: “El sistema de clases en la novela está construido para dañar los cuerpos de la clase trabajadora y mantenerlos en su lugar para el beneficio de cuerpos burgueses parásitos” [2] (92).
La familia de Patrícia vivió en el barrio trabajador de Brás por los problemas financieros que afrontaba la familia, vivió en una casa modesta, espacio donde se desarrolló su novela 
Parque Industrial. Patrícia se  tituló de la escuela Normal después de algunos romances fallidos y un embarazo con el actor Olympo Guilherme. Sin embargo, Patrícia nunca dio clases; las familias en ese tiempo deseaban que sus hijas fueran maestras mientras se casaban. Pero Patrícia quería algo más y conoció a Oswald de Andrade que tenía 38 años entonces y ella 18. Oswald estaba casado con la artista Tarsila do Amaral, matrimonio que eventualmente se disolvió por el amorío extramarital entre Oswald y Patrícia. En 1929 Patrícia comienza algunas colaboraciones para la Revista de Antropofagia, que era el vehículo del movimiento vanguardista brasileño que adoptó las tendencias vigentes de otros movimientos en Europa.
Parque industrial se publica en 1933 cuando ya se han asentado las secuelas de la crisis económica del 29, la caída de los precios del café y el desmoronamiento bursátil de Nueva York con sus repercusiones mundiales. En este mismo año termina la primera etapa del Modernismo brasileño y el matrimonio de Tarsila y Oswald.  En 1930 había irrumpido la revolución de Getúlio Vargas y Pagú inicia su participación militante sobre todo con la publicación A Mulher do Povo donde colabora con cartones políticos y editoriales y llama a las normalistas a convertirse en “auténticas pioneras del tiempo nuevo” (Viva Pagú 94). Pagú es encarcelada e incomunicada y se le considera la primera presa política de Brasil.


En el mismo año de la publicación de 
Parque Industrial, Pagú conoce transitoriamente al intelectual mexicano Alfonso Reyes en Rio de Janeiro. El libro es subvencionado por Oswald de Andrade y fue la primera novela proletaria social y política con tema urbano que criticaba la hipocresía de la sociedad de la época utilizando una perspectiva marxista leninista. Los personajes son en su mayoría mujeres proletarias y trabajadoras de las industrias del tejido en São Paulo. La cubierta fue diseñada por la autora y la edición fue clandestina. La autora tiene también una obra de teatro basada en este libro, pero los apuntes que inició en 1931 se mantienen inéditos. Los años posteriores a la publicación, la autora los dedica a varios viajes a Estados Unidos, Japón y China en cuyos barcos entrevista a varias personalidades, como Sigmund Freud. En China adquiere unas semillas de soya que son enviadas a Brasil e inician la cultura de la soya en su país. Pagú viaja a Moscú por el tren transiberiano y se desilusiona con el contraste del hambre de la gente bajo el régimen comunista. Vive en París donde es detenida en tres ocasiones y regresa a Brasil en 1935, cuando se está gestando la guerra en Europa. A su regreso es arrestada y presa por casi cinco años en varias prisiones.
En 1937 inicia su relación con Geraldo Ferraz con quien publica 
A famosa revista donde critica satíricamente al partido comunista y sus métodos totalitarios con la historia de amor entre Rosa y Mosci.[3] En 1940 sale demacrada de la cárcel (pesando 44 kilos) y se casa con Geraldo Ferraz. En 1944 colabora en la revista Detective con el seudónimo de “King Shelter” y cuyos cuentos son recopilados después con el título de Safra Macabra (1998). Patrícia estuvo acostumbrada a los seudónimos (Mara Lobo, Ariel, Gim, Pagú) para ocultarse de la dictadura de Vargas. Utiliza también el seudónimo de “Solange Sohl” con el cual publica algunos poemas.  En 1950 incursiona en la política y se lanza infructuosamente como diputada estatal de Partido Socialista Brasileiro en São Paulo. En 1954 traduce la obra “Cantora Careca” de Eugene Ionesco (con quien se reúne en 1960 en Rio de Janeiro) y fue la primera vez que fue traducido el dramaturgo rumano-francés y representado en Brasil. El 23 de octubre del mismo año muere Oswald de Andrade.


Pagú hizo varios esfuerzos pioneros en la publicación y traducción de escritores como el poeta Fernando Pessoa y Fernando Arrabal, el dramaturgo español. Su trabajo por solidificar el teatro en la ciudad de Santos fue sobresaliente. Patrícia formó parte del establecimiento del Teatro Estudiantil de Vanguardia. De Octavio Paz traduce y pone en escena 
La hija de Rappacini (A Filha de Rappacini). Dice sobre el autor mexicano: “Parece que no le interesa la propaganda, sino su obra literaria que corresponde con la tensión delante de los problemas del hombre en la vida” (Viva Pagú 269).
            En 1960 intenta suicidarse por segunda vez en París (la primera vez fue en 1949) pero la bala que se dirigía al corazón se desvía a una pierna. En el hospital, sin embargo le localizan un tumor cancerígeno en el pulmón y muere el 12 de diciembre de 1962 en Santos, la ciudad donde eligió vivir por muchos años e impulsó la cultura a través de traducciones, el ejercicio periodístico cultural y sobre todo el teatro, por ser un género contestatario que se ajustaba con su tren de vida reaccionario y polémico.

 
“Pagús de Brasil, Pagús del mundo”

 
Indudablemente el estilo modernista brasileño se trasmina en la obra de Pagú con el coloquialismo, la fragmentación de la historia en postales o montajes. La novela se hermana con obras de la época como 
Cacau (1933) de Jorge Amado o novelas mexicanas como: La señorita etcétera (1922) del estridentista Arqueles Vela, Margarita de niebla (1927) de Jaime Torres Bodet, Novela como nube (1928) de Gilberto Owen, o La rueca del aire (1930) de José Martínez Sotomayor. En estas novelas de prosa neumática, aparece el automóvil y el tren como símbolos importantes de la modernización de la ciudad y elementos vanguardistas para hablar de la velocidad, del cambio y la mecanización de la nueva era de la tecnología. Dice por ejemplo en Parque Industrial: “La calle se va escurriendo por las ventanas del tranvía”—una imagen futurista, de velocidad típica de los movimientos pictóricos italianos que desvanecían la realidad en sus lienzos. Aunque en cuanto al tema comunista, la obra de Pagú estaría más cercana de obras como las de José Mancisidor en La ciudad roja (1932) o en cuanto a la estructura en viñetas y la preeminencia de la voz femenina en la novela: Cartucho (1931) de Nellie Campobello, única narrativa revolucionaria desde la perspectiva de una mujer. En Argentina están las novelas de realismo social: ¡Quiero trabajo! (1933) de María Luisa Carnelli, así como 44 horas semanales (1936) de Josefina Marpons.
Los personajes de 
Parque Industrial son: Corina, la prostituta, Otávia y Rosinha Lituania las militantes socialistas, Matilde la operadora, Pepe el cajero, Alfredo el traidor burgués, la normalista Eleonora y Alexandre el aguerrido militante. Parque Industrial describe el lugar de trabajo como una “penitenciaria social”, un lugar para la deshumanización de las trabajadoras y recrea asimismo las condiciones de las trabajadoras de las industrias alrededor del mundo que son explotadas por la maquinaria de la globalización. Por ejemplo, las maquiladoras de la frontera entre México y Estados Unidos son una actualización de las condiciones deplorables en las que vivían las trabajadoras en Brasil a principios de siglo. Es común el acoso de los supervisores, el abuso y el impedimento a que se organicen para negociar mejores condiciones laborales. Carlos Fuentes retrató los ambientes de las mujeres trabajadoras en esta zona en La frontera de cristal (1995). Sin embargo, en Parque Industrial se presenta un lenguaje revolucionario, por ejemplo, en la voz de Rosinha Lituana que expresa como una zapatista brasileña: “¡Más vale morir a balazos que morir de hambre!”.
La novela inicia con una larga cita con estadísticas industriales de São Paulo. Se utiliza un lenguaje numérico sobrio que habla del movimiento revolucionario de 1924 y que desemboca con la repercusión mundial de la crisis de 1929 o el fallo mundial del sistema capitalista. A este epígrafe mecánico y distante, la autora lo contrasta con un rótulo más humano que corresponde al parque industrial de São Paulo que “habla la lengua de este libro” y que se encuentra en las prisiones, las vecindades y las morgues. La novela es
entonces una tentativa por dar voz a los desterrados del capitalismo, a los que se han perdido entre las cifras exactas y frías de la estadística mundial.
El capítulo inicial sitúa la novela en el parque industrial, con las trabajadoras de tejeduría en el barrio de Brás. Hay un tono de reclamo, de incitar a la reflexión sobre las condiciones de trabajo y sobre la doble moral de la burguesía: “La burguesía siempre tiene hijos legítimos. Sin importar que las esposas virtuosas sean adúlteras comunes”. Estos lugares de trabajo o “penitenciarías sociales” sirven los intereses de los poderosos, escuchamos en la novela las máquinas que se mueven con desespero y el silbato que llama a las trabajadoras para que vuelvan a sus puestos. Las trabajadoras están agotadas, dice una voz: “Los ricos pueden dormir todo lo que quieren” son los que tienen el tiempo para gastar en el ocio.  Las trabajadoras adquieren conciencia de clase al conversar con sus compañeras, dice otra operaria: “¿No ves los carros de las personas que no trabajan, comparados con nuestra miseria?”.

La novela también habla del desamparo de los niños que deben esperar a que sus madres salgan de la fábrica: “Las madres corren a buscar a los niños maltratados en el hogar que ningún ladrón quiere robar” y relata la falta de tiempo para disfrutar de sus propios hijos. Este fragmento se puede rastrear con la propia experiencia de la autora que se tuvo que separar de su hijo primero para un viaje sola por el mundo y después, por haber estado encarcelada, dice una mujer en la novela: “¡No podemos conocer a nuestros hijos! ¡Salimos de casa a las seis de la mañana!” Más adelante, un albañil grita: “Nosotros construimos palacios y vivimos peor que los perros de los burgueses.”

 

Patrícia Galvão, alias Pagú.


En la novela se hace referencia a los espacios del ocio, como el cine Mafalda que fue inaugurado en 1912 en el barrio de Brás y se habla de una cinta con Ricardo Bartélemes. Esta referencia nos habla del crecimiento del cine en São Paulo y posiblemente fue un vehículo de entretenimiento para Patrícia Galvão que incorpora en su narrativa imágenes de factura fílmica. La autora imita una técnica cinematográfica visual dado que se compuso en una época crucial del desarrollo de la imagen con movimiento, la utilización de pequeñas secuencias o viñetas visuales que componen un todo visual que muestra las condiciones de las trabajadoras textiles a principios del siglo XX y se convirtieron en los purgatorios de progreso. La imagen de la ciudad híper industrializada aparece en una película de ciencia ficción del expresionismo alemán en la década del veinte: 
Metropolis (1927) de Fritz Lang, de curiosa similitud con la novela dado que habla de un grupo de obreros en el hipotético año del 2026 que trabajan para una clase de élite que vive en la opulencia de rascacielos (el autor de la novela se inspiró después de una visita a Nueva York). María, la protagonista de la película, incita a una insurrección pacífica, pero es suplantada por un robot que en cambio incita a la violencia para generar una respuesta atroz del Estado.
Mas aun, el cine representa en 
Parque industrial uno de los aparatos ideológicos del estado para vender las ideas del imperialismo, dice en el capítulo once: “En la puerta, el enigma claro de Greta Garbo en los colores mal hechos de un poster. Pelo revuelto. La sonrisa amarga. Una prostituta alimentando al padrote imperialista de Estados Unidos para distraer a las masas.” Más adelante, en el capítulo catorce aparece de nuevo el cinematógrafo: “Van al cine Mafalda para ver una película rusa basada en Gorki. Los asientos populares están en demanda.” El cine se lee como una estrategia internacional para adormecer las mentes jóvenes, según la novela: “Estados Unidos envía cine. Inglaterra, el fútbol. Italia, curas. Francia, envía la prostitución”.
En los últimos capítulos de la novela hay un choque violento entre los manifestantes y la policía, como en la película de Fritz Lang, aunque entre los subversivos están sus propias familias, sus esposas que trabajan como operarias, ellas les piden que apunten sus armas en contra de los funcionarios, no de ellos. Es la manifestación directa de la fricción de la lucha de clases que tomaba lugar a principios del siglo XX y que de alguna forma continúa en las calles del mundo contemporáneo. Dicen los trabajadores en el capítulo cuarto: “‘¡Queremos pan y trabajo!’ Son los desempleados que en todas las calles del mundo capitalista se manifiestan”. En contraste, la autora exhibe la decadencia de la burguesía: “El caviar brota de los dientes repletos.”
En el capítulo “Mujer de la vida…” deja claro que las prostitutas hacen su labor porque no tienen dinero, porque “el dolor de los pobres es el dinero” dice una de las prostitutas, porque al menos ellas no lo ocultan, lo hacen por necesidad. Las trabajadoras, desde la infancia son separadas de sus padres para poder unirse a la producción de las industrias, dice: “Las indigentes preparan a los hijos para la separación futura que el trabajo exige. Los bebés burgueses son protegidos desde temprano, unidos por el cordón umbilical económico.” Los niños que crecen con sus padres son únicamente los hijos de los ricos, los que no tienen que trabajar y se encuentran en la cúspide de la pirámide laboral.

Corina, da a luz a un niño sin piel, como un exabrupto de su condición económica, un bebé que asusta a los doctores, el niño está vivo, dice una de las enfermeras: “Esta mujer está podrida”. En varias partes de la novela se habla de las condiciones de la vida en la cárcel, como las que tuvo que sufrir en repetidas ocasiones Pagú, habla de la amistad y el desprecio entre las presas, la comida horripilante, las pulgas, la preocupación de morir sola en la cárcel. Estos pasajes sombríos de la novela están muy bien construidos porque se cimentan en la dolorosa experiencia de la autora.

En el orden que establece el capitalismo, la justicia está reservada únicamente para las clases pudientes, dice: “¿Cuándo se ha visto que la policía persiga al hijo de un político?”. Asimismo, las mujeres trabajadoras no pueden atender a sus propios hijos, pero deben hacerlo para ganar dinero: “¡Tengo que dejarlo para cuidar de los hijos de los demás! Seré la nana de los hijos de los ricos y no sé cómo podrán salir adelante los míos.” La paradoja del capitalismo que destina a otros a cuidar de los hijos de otros para sobrevivir. La novela describe también la experiencia de una madre del barrio de Brás que piensa que su hija tiene un trabajo honesto, pero las vecinas se dan cuenta que es una prostituta. El vecindario está marcado por la presencia de la fábrica, cuyo silbato los llama al trabajo: “El silbido se escapa por la chimenea gigante, liberando toda una humanidad que fluye hacia las calles de la miseria”.

Pero la voz que une e incita a los trabajadores es la voz de Rosinha Lituana y hace que el barrio de Brás despierte de la opresión:

 
¡La burguesía tiene a sus secuaces armados para defenderlos! Si nosotros mismos no defendemos nuestros derechos, ¿quién vendrá en nuestro auxilio? La respuesta de la policía es una incitación a pelear, porque solo demuestra que somos esclavos de la burguesía y la policía está de su lado!

 
La policía no concibe que haya sido una niña inmigrante la que incitó la rebelión. Una mujer que había llegado a trabajar en los cafetales, como muchos otros inmigrantes.

En efecto, en la lógica que propugna el capitalismo “¡Quién no tiene patrimonio no tiene
patria!” y más adelante: “Los hombres pobres no tienen patria.” La burguesía está en decadencia, interesada en aficiones triviales: “Cualquier militante entiende y estudia las cuestiones económicas con la misma facilidad con que la burguesía hojea un número idiota de la revista Femina”. En el capítulo que cierra el libro, aparece nuevamente Corina que se gana la vida como prostituta, buscando algo para comer, se acerca a una iglesia pero el cura le pide que se marche porque su asiento está reservado. Se encuentra por coincidencia con Pepe en un café de la esquina y ambos deciden irse a la cama mientras comen palomitas de maíz.
Parque industrial es una novela que exhibe las contradicciones de la burguesía y que muestra el poder de la mujer como agente de cambio, por ejemplo en la figura subversiva de Rosinha Lituana que dirige el discurso de cambio en la novela y es la que incita a tomar conciencia. Podemos decir que ella encarna algunos aspectos de la vida de Pagú, su compromiso, su encarcelamiento político y defensa de los trabajadores, un compromiso social que continuó a lo largo de su vida como promotora cultural, mujer de letras y de acciones políticas radicales. Parque industrial es una novela que sigue vigente a 83 años de su publicación, para denunciar las condiciones de las mujeres trabajadoras de la industria y llamar a la organización y la defensa de sus derechos laborales y humanos.

 
Bibliografía

 
Campos, Augusto de. 
Pagú –Vida – Obra. São Paulo: Brasiliense, 1982.

 
Foster, David William. São Paulo: 
Perspectives on the City and Cultural Production. Gainesville: UP of Florida, 2011.

 
Galvão, Patrícia. 
Industrial Park. Trans. Elizabeth Jackson and K. David Jackson. Lincoln: U Nebraska P, 1993.

 
Jackson, K. David. “Alienation and Ideology in A Famosa Revista (1945)”. 
Hispania. 74. 2. (1991): 298-304.

 
Kanost, Laura M. “Body Politics in Patrícia Galvão’s Parque industrial”. 
Luso-Brazilian Review. 43.2. (2006): 90-102.

 
Revista para Todos. Rio de Janeiro. 27 Julho de (1929): 21.

 
Teixeira Furlani, Lúcia Maria y Geraldo Galvão Ferraz. 
Viva Pagú: Fotobiografia de Patrícia Galvão. Santos: UNISANTA, 2010.

 
Unruh, Vicky. “Las ágiles musas de las modernidad: Patrícia Galvão y Norah Lange”. 
Revista Iberoamericana. LXIV.182-183. (1998): 271-286.

 

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[1] Una nota biográfica curiosa que refieren Lúcia M. Teixeira Furlani y Rudá de Andrade, es que uno de sus antepasados fue Antonio de Sant’Ana Galvão que fue el primer santo brasileño de la iglesia católica. Con respecto a su apellido, Leda Rita Cintra me precisó que “Pagu é descendente de alemães, (lado materno Rehder); pelo lado paterno, entretanto, os Galvão de França são uma familia muito brasileira e fazem parte dos chamados quatrocentões paulistas, ou seja, daqueles portugueses que se fixaram no Brasil há mais de 450 anos em terras de São Paulo, logo Patricia Galvão (de França). (Correo electrónico de 8/15/2018)
[2] The entire class system in the novel is set up to injure working-class bodies and keep them in their place to the benefit of parasitic bourgeois bodies.

[3] Para un ensayo sobre la ideología en esta novela ver el ensayo de K. David Jackson “Alienation and Ideology in A Famosa Revista” (1945).

 

 

Martín Camps es profesor de la University of the Pacific en Stockton, California, donde es también Director de Estudios Latinoamericanos. Sus dos últimas ediciones de ensayos son La sonrisa afilada: Enrique Serna ante la crítica (UNAM, 2017) y Transpacific Literary and Cultural Connections: Latin American Influence over Asia (Palgrave, 2020). También ha publicado cinco libros de poesía, entre los que se encuentran Extinción de los atardeceres y Los días baldíos. También es autor de la novela Horas de oficina.

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Lerae y Martha

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Era desde la ventana de la cocina donde Martha podía percibir todo lo bueno y todo lo malo que sucedía en el mundo. Se encontraba lavando una cazuela donde había guardado los restos del menudo que había recalentado en el microondas para el almuerzo de Vicente —su marido—, y. aún quedaban más trastos por lavar. En eso estaba, cuando Lerae entró a la casa, por la puerta de enfrente, como bólido —directo hacia el baño— con una velocidad tal, que, entre el portazo de la puerta de malla de alambre del frente de la casa y el azotón de la puerta del baño, sólo transcurrieron un par de segundos. 

—¡Sí llegooooooo! —gritó Lerae, produciendo su propio efecto Doppler.

          «¿Y esta que se traerá?», pensó Martha, cuando instintivamente dejó la cazuela y se dirigió a la puerta de la entrada. A través de la malla mosquitera pudo ver a Chupi, vestido en pañal y botas vaqueras, sentadito en el pasto, dándole de golpes a una de las Barbies, descabezadas de Lerae, con un mazo de madera de juguete, absorbiendo, como cactácea, el sol de ese día de verano en Las Cruces, Nuevo México, en medio del desierto Chihuahuense, exactamente a setenta kilómetros al norte de la frontera con México.

 * * *

 Llevaban dos años ya de vivir en las Cruces. Vicente había obtenido una beca del gobierno de México para realizar sus estudios de posgrado en fisiología vegetal en el cultivo de algodón. Se habían instalado en una casita del married student housing, que proporcionaba la universidad estatal de Nuevo México a un costo bastante razonable que incluía sala, cocina, baño y dos minúsculas recámaras. Una recámara para Martha y Vicente y la otra para los escuincles: Marthita, Lerae y Chupi. La quietud de las noches atiborradas de estrellas eran una perenne invitación a todo tipo de ovnis —como en el legendario Roswell, a unas horas hacia el oriente de Las Cruces—, que solo era quebrantada por el ruido de los frenos de aire y los escapes de los trailers, que pasaban a unos cientos de metros de la casa, rumbo al noroeste, en este particular tramo de la carretera interestatal número diez.

 * * *

Martha se sentó en el diminuto escalón de la entrada para echarle un ojo a Chupi en lo que Lerae salía del baño. Inesperadamente, con el rabillo del ojo, Martha advirtió una silueta que se perfilaba en la esquina de la cuadra. Era un hombre menudo, delgado y calvo, pero de gran y tupido bigote. Súbitamente, Martha asoció esa figura con la de un Billy The Kid fantasmal que venía a fajarse en un duelo bajo el sol desértico, como los habían llevado a cabo unos cien años atrás en ese mismo terreno. El hombre llevaba un paso apresurado y parecía venir hablando consigo mismo. Un instante después, apareció detrás del hombre un niño —un pequeño clon del hombre— cuyo lloriqueo Martha percibió. De repente, el hombre se volteó y le gritó unas palabras ininteligibles al niño. Este se detuvo al instante y se regresó corriendo de donde venía, aullando. Martha por fin reconoció a Majmud —pakistaní, el papá de Hadid, quien era el niño que se había regresado a su casa llorando—. Su intuición la hizo conectar en su mente que algo debió haber pasado entre Lerae y Hadid, quienes eran compañeros en el kindergarten. Hadid y Lerae tenían la costumbre de saltar la pequeña barda que demarcaba el límite entre los jardines traseros de la casa de Lerae y la de Hadid, para ponerse a jugar. En innumerables ocasiones, Martha, desde su ventana, había visto platicar a Vicente y a Majmud mientras ambos hacían labores de jardinería.

Martha era buenísima para leer lo que la gente traía atascado por dentro, para ella era obvio que este día, mientras esperaba a Lerae a que saliera del baño, Majmud cargaba consigo un humor de perros. Al acercarse a Martha, Majmud comenzó a exclamar con un inglés entrecortado:

—¡Su hija pegarle en las pelotas a mi hijo! ¡Su hija pegarle en las pelotas! 

Martha, en respuesta —colocando sus dedos en su barbilla y labios, como en reflexión— se tragó una de las carcajadas más grandes que pudo haberse echado en la cara de Majmud. Pero, al momento de pasarse por la garganta la última gota de la carcajada ahogada, también puso en alerta todos sus sentidos para hacer uso de cualquier tipo de defensa que llegara a exigir la situación. Se levantó del escalón, lo cual hizo que Majmud se detuviera en seco y guardara silencio. Ella era alta, fornida de dimensiones redondas pero fuertes, mexicana norteña, de la más buena ralea de los Pico de Saltillo, un mujerón, entrona pues’n, llevaba el cabello sujeto con un paliacate, vestía de camiseta blanca y pantalones de mezclilla, además de zapatos tenis. Miró a Majmud en detalle y notó que este tenía un abdomen de contrabandista de sandías: todo plano hasta llegar a una protuberancia alegórica a dicho fruto que se desbordaba sobre el cinturón que sujetaba contra la gravedad sus pantalones de gabardina.

Sin pensarlo mucho, Martha, aplicó la utilísima enseñanza que había adquirido de su amiga Maruca, cuando ésta le metía freno a cualquier gringo que se le quería subir al cuello en el supermercado o en alguna oficina administrativa de la universidad:

Wait, wait, wait, wait, wait, wait, wait, wait, wait, wait, wait, wait, waitespetó.

Sí, la palabra wait, espere, dicha trece veces como ametralladora. Este ardid era mágico —que abracadabra ni que las hilachas—, los gringos se quedaban pasmados y no se les hacía tan fácil querer joder a una mexicana, sobre todo en el área fronteriza; claro para pronunciar trece veces la palabra a una velocidad relampagueante había que comerse —o sea, no pronunciar— la letra «t», para que la lengua no se atorara.

La técnica funcionó pues Majmud, sorprendido, continuó guardando silencio. Martha respiró profundo y, también con un inglés entrecortado, preguntó:

—¿Qué decir usted Lerae hacer a Hadid?

En un tono un poco más calmado, Majmud reiteró:

—Su hija patear Hadid en pelotas.

—Un momento, espere aquí —contestó Martha, y tomó al Chupi en brazos para entrar a la casa y dirigirse a la puerta cerrada del baño, tras la cual aún se encontraba Lerae, en una situación por demás silenciosa.

—¡Lerae, abre por favor! —gritó Martha, mientras tocaba la puerta del baño, después de haber puesto al Chupi en la cuna.

—No me vas a regañar, ¿verdad? —dijo Lerae en el baño, con un tono muy dulce. 

—No escuincla —contestó Martha pensativa—. Pero tenemos que hablar, sal por favor. 

Lerae reconoció ese tono de sinceridad que sólo ella sabía detectar en su madre, abrió la puerta. Sentadas en la orilla de la bañera y Martha le dijo:

—Ahí afuera está, Majmud, el papá de Hadid dice que le pegaste a Hadid en los güevitos, ¿es cierto? —inquirió Martha.

Lerae comenzó a llorar, y con un aullido típico Leraesco, a la vez que se le saltaban las lágrimas, contestó:

Síííííí —sollozó, incontrolable. 

—Pero a ver, dime, ¿por qué le pegaste? ¿Te hizo algo? —le preguntó Martha mientras cortaba unos cuantos cuadritos del papel de baño para limpiarle las lágrimas y los mocos a Lerae, quien respondió:

—Es que me pegó en la cara con una de mis Barbies descabezadas —explicó Lerae

—¿Y así nomás te pegó sin más ni más? ¿Sin decirte ni agua va? –insistió Martha.

 —Bueno, no —abundó Lerae—. Es que estábamos jugando a la casita y yo le dije que esta vez le tocaba a él hacerse cargo de nuestra hija, la Barbie, mientras yo me iba a trabajar a la universidad. Él dijo que no, que el que se tenía que ir a trabajar a la universidad era él, porque él era el hombre de la casa y porque las mujeres eran unas tontas que no sabían nada de universidades y que sólo entendían las cosas a golpes Yo le dije que no, que las mujeres no eran tontas. Pero, que, sí lo eran, entonces que me explicara por qué él dejaba que una mujer, Mrs. Moore, le diera clases a él en el kindergarten. Entonces, Hadid dijo que no importaba, que las mujeres eran tontas y que lo mejor que podían hacer era limpiar la casa y que lo hicieran bien, si no, se merecían unos golpes. Yo le dije, «No lo son». Y él dijo, «Sí lo son». Y empezamos a decir «» y «No» y «» y «No». Hadid se iba enojando cada vez más y fue entonces cuando me pegó en la cara con la Barbie que yo le había puesto en la mano. Mira, aquí me pegó —dijo Lerae, mostrándole el pómulo derecho que se veía enrojecido—.  Ahí fue cuando me acordé de ti y le pegué justo en medio de las piernas. Se tiró al piso llorando y fue cuando yo me vine corriendo a la casa, porque me di cuenta de que tenía ganas de hacer del uno.

Martha se tragó otra carcajada, pero inmediatamente se puso pensativa y muy seria.

 * * *

Había sido hace poco tiempo, era uno de esos domingos que invitan a la siesta inducida por esa calma chicha del atardecer la víspera de la semana de trabajo que está por venir. Se acercaba la noche. Martha se encontraba lavando una taza de Chupi para darle un poco de jugo de naranja antes de ponerlo a dormir en su cuna. Aún no había encendido la luz, era suficiente la que quedaba antes de extinguirse el día. En ese momento, Martha sintió que algo no estaba bien, miró hacia afuera por la ventana de la cocina. Notó cierta actividad en la iluminada recámara de los vecinos. Por alguna razón, la ventana de la recámara no tenía totalmente corridas las cortinas. Majmud, caminaba de un lado a otro de la habitación mientras su esposa, Aiza, se mantenía inmóvil en una posición sumisa, cabizbaja. De repente Majmud levantó el brazo y le asestó un tremendo golpe a la cabeza de su mujer. Ella no se movió ni un ápice. Él, con el revés de su mano, le asestó otro bofetón. Martha cerró los ojos, sin creer lo que veía. Salió rápidamente de la cocina para buscar a Vicente, quien estaba tomando una siesta en la sala. 

—¡Vicente, ven a ver, el vecino está golpeando a su esposa, tenemos que hacer algo! —exclamó Martha, desesperada. 

Pero, ¿cómo? ¿Majmud? Pero si es de lo más tranquilo —respondió Vicente.

Martha lo tomó del brazo y lo hizo que viera por la ventana de la cocina. En efecto, la golpiza continuaba. 

—Tenemos que llamar a la policía Vicente, si no, ¡la va a matar! —dijo Martha, mientras descolgaba el auricular del viejo teléfono de pared de la cocina. 

Vicente se quedó pensativo unos segundos y dijo:

—No, si llamamos a la policía, entonces le va a ir mucho peor a ella. No creo que sea lo más indicado ahora, lo siento —señaló—. Mira, parece que ya terminó el castigo. 

La luz de la habitación se había apagado. Todo estaba en calma. Martha estaba desolada, quería hacer algo, se sentía impotente.

—¡Pero cómo castigo! ¡No creo que haya ninguna razón para que alguien se merezca semejante castigo! ¡Esto es un abuso! ¡Es un desgraciado machista hijo de su chingada madre! ¡Tenemos que hacer algo Vicente! ¡Haz algo! —gritó Martha indignada.

Vicente recordó cómo le gustaba que llegaran visitas inesperadas a su casa cuando su madre se encontraba en el acto de regañarlo. Así que decidió ir de improviso a la casa de Majmud pretextando una herramienta perdida. Nomás para asegurarse de que las cosas estuvieran bien, o por lo menos no tan peor. Vicente se fue y regresó. Le dijo a Martha que Majmud tenía el rostro endurecido cuando abrió la puerta, pero que inmediatamente le había cambiado cuando vio que era Vicente. «Buscaron» una pequeña pala de Vicente que pudieron haber dejado los niños en el césped de Majmud. Vicente agregó que, al entrar a la casa de Majmud, observó que Hadid estaba viendo la televisión, y que Aiza le había ofrecido una taza de té, misma que Vicente rechazó con amabilidad. Ella tenía el rostro algo cubierto con una mascada, pero no se veía alterada. 

—La próxima vez voy a llamar a la policía Vicente —dijo Martha, nada convencida.

—Está bien, de acuerdo —replicó Vicente.

 *  *  *

   —¿Cuándo me escuchaste decir que a los niños hay que patearlos entre las piernas Lerae? —preguntó Martha. 

Lerae, un poco más tranquila, aclaró:

—La otra noche . Maruca y Víctor estaban en la casa. Yo no podía dormir y me puse a escucharlos a ustedes desde el pasillo. Tu dijiste que el día que mi papá te golpeara tú le ibas a dar una buena patada entre las piernas y que con eso le ibas a dar una buena lección. Además, dijiste que nos ibas a enseñar a Marthita y a mí que eso era lo mínimo que teníamos que hacer cuando un hombre nos pegara. Entonces todos se rieron. Por eso me acordé de ti.

Martha, enternecida, expresó:

Lerae, eso está bien para cuando estés sola y la situación sea desesperada. Pero, para eso me tienes a mí ahora. Soy tu madre y mi deber es protegerte. Lo que debiste hacer fue venir a decirme que Hadid te pegó y yo me hubiera hecho cargo. Ese es mi trabajo y el de tu papá también. ¿De acuerdo? —y agregó—: ya sabes lo que tienes que hacer, ¿verdad?

Lerae se quedó un poco pensativa:

—¿Pedir disculpas?

—Sí —confirmó Martha—. Pero sólo si Hadid se disculpa también. ¿Y qué más?

—¿Lavar los platos durante una semana? —dijo Lerae con pesadumbre.

—Muy bien m’hija —dijo Martha, dándole unas palmaditas a Lerae en la espalda, y añadió—: pero primero vamos a hablar con Majmud para que le expliques lo que me has dicho. ¿Okey?

—Okey —contestó Lerae.

En ese preciso momento tocaban a la puerta, era Majmud. Salieron. Lerae, en inglés mucho mejor que el de Martha y Majmud, explicó a Majmud todo lo que había sucedido. Majmud concluyó:

—Esto no ser correcto. 

Martha, un tanto sorprendida, y otro tanto no, envió a Lerae hacia adentro de la casa y le preguntó a Majmud

—¿Qué quiere decir? —inquirió Martha, sintiendo que algo se le estaba encendiendo en el ánimo.

—No ser correcto que las niñas pegar a los niños —afirmó Majmud.

Martha empezó a calcular la fuerza y la distancia necesarias para pegarle en la entrepierna a Majmud, porque se estaba vislumbrando la posibilidad de tener que hacerlo. 

Hadid no tener que disculpar con su niña. No haber razón para eso. Ella tener que disculpar con Hadid, es lo correcto —concluyó Majmud, con su inglés de Tarzán.

Martha, también tarzanesca, le soltó otros trece wait:

—Yo sentirlo, pero Lerae no pedir disculpas a Hadid hasta que Hadid disculpar con Lerae. El pegar primero, sin razón. Los dos disculpar uno con otro. Eso es lo correcto —dijo Martha.

Majmud se estaba irritando más cuando explicó:

—No ser así en Pakistán, mujer debe respetar siempre al hombre.

Nosotros no estar en Pakistán, estar en Estados Unidos —reviró Martha—. Mujer poder llamar policía si hombre pega. En México, de donde yo ser, a mujer no tocar ni con rosa pétalo. Hombre que pegar mujer ser cobarde; muy, muy malo. Mujer devolver golpe, es bueno.

Majmud empezó a temblar de ira, pero nada podía hacer; sabía que no estaba en Pakistán y corría el riesgo de ser arrestado si llegaba a tocar a Martha.

—Hombre que pegar mujer ser cobarde —repitió Martha, con su mejor inglés entrecortado, serena, con la frente en alto y sus ojos fijos en los centelleantes ojos de Majmud—. Si Hadid pedir disculpa, Lerae disculpar también —ofreció.

  Lo que menos esperaba Martha es que Majmud cayera de rodillas para quedar finalmente boca abajo —a los pies de ella— en perfecta posición de decúbito prono, con el rostro sumido en el césped. El hombre no se movía, ni siquiera para respirar. Martha se agachó de inmediato y sacudió un poco con la mano a Majmud —como si quisiera despertarlo— sin obtener respuesta alguna. Preocupada, apretó sus dedos contra la yugular en el cuello de Majmud y no encontró ningún pulso. Rápidamente volteó el cuerpo inerte mientras gritaba:

  —¡Lerae, Lerae! ¡Llama al 911 y diles que tenemos una urgencia, creo que se le paró el corazón! 

  Martha confiaba en la habilidad de Lerae con el teléfono, pues la nena en varias ocasiones había provocado que la factura del teléfono incluyera cargos inesperados y exorbitantes cuando respondía a las invitaciones de comerciales de televisión para aprovechar la oferta de adquirir desde un juguete hasta una piscina desarmable.

  Dado que Martha de vez en cuando cuidaba niños de parejas que trabajaban, había tenido que tomar un curso de primeros auxilios. Así que, una vez que se cercioró de que no había ningún indicio de actividad cardiorrespiratoria, comenzó a bombear el pecho de Majmud con ambas manos —una sobre la otra con los dedos entrelazados— al ritmo de los Bee Gees:

  Ah, ah, ah, ah, staying alive, staying alive —cantaba como le habían sugerido en la clase de primeros auxilios.

  Tras contar treinta compresiones, llegó el momento de dar dos respiraciones de boca a boca. Martha sujetó la nariz de Mahmud, tomó aire y, al intentar expeler su aliento —conectando sus bocas— para regalárselo al hombre, el aparato digestivo del menudo cascarrabias reaccionó y vomitó un poco en los heroicos labios de Martha, quien, asqueada, instintivamente colocó a Majmud de costado para que no se ahogara y, mientras lo sostenía con una mano, con la otra se quitó el paliacate que traía amarrado en la cabeza con el fin de limpiarse un poco y también al pakistaní. Juntó toda su fuerza de voluntad para darle las dos respiraciones y volvió a iniciar las compresiones. Lerae, parada en el escalón de la entrada de la casa, comentaba al margen, en inglés perfecto:

Yuk! That is so gross! 

A lo lejos, se comenzó a escuchar el aullido de una sirena, cosa que reconfortó a Martha y le hizo no cejar en su esfuerzo por hacer que le circulara la sangre a su paciente. Los paramédicos arribaron segundos después de la tercera tanda de respiración boca a boca. Martha se hizo hacia atrás para dejar que los paramédicos se hicieran cargo, a la vez que exclamaba:

I think is a heart attack!

Un tanto aliviada por la llegada de los paramédicos, Martha dio unos pasos más hacia atrás y se recostó sobre el césped para descansar un poco, cerrando los ojos. En ese momento, se acordó de la vez que su tío Leonardo, neurólogo, le había contado de la ocasión en que a él le tocó reanimar a un paciente durante un turno de guardia en sus tiempos de internado y como quedó agotado, tanto así que hasta perdió un kilo de peso por el esfuerzo. Al abrir los ojos, el rostro de uno de los paramédicos observaba a Martha expectante, por lo que Martha profirió:

I am fine! I don’t need help! I decline your services, please leave me alone!

Era el mejor inglés que había pronunciado en su vida, pues quería dejar bien claro que no le prestaran ningún servicio de urgencias, ya que sabía de sobra el enorme gasto que conllevaría aceptar hasta un hisopo en esa situación. Cerró los ojos otra vez por un momento y los volvió a abrir al sentirse un poco más calmada. Descubrió las figuras recortadas contra el cielo de tres zopilotes que volaban en círculos. Riéndose apaciblemente, les susurró:

—Espérense desgraciados, todavía no me muero.

Minutos más tarde, los paramédicos habían estabilizado a Majmud —quien todavía permanecía inconsciente— y lo estaban colocando en una camilla para llevarlo en la ambulancia al hospital. Fue ahí cuando llegó Aiza, quien apenas tuvo tiempo para subirse en la ambulancia para acompañar a Majmud mientras Martha intentaba relatarle lo que había pasado con su marido. Después, Lerae le explicó a Martha que ella había ido rápidamente a avisarle a Hadid y a Aiza que Majmud estaba en problemas. Aiza había dejado a Hadid con otra vecina. Con el estrés de la resucitación y mientras se recuperaba, a Martha se le había olvidado por completo avisar a la familia de Majmud.

Mientras el ulular de la ambulancia se perdía en las calles de Las Cruces rumbo al hospital. Martha ni siquiera sospechaba que, días después, Vicente, Lerae y ella visitarían a Majmud en su casa, quien se mostraría muy agradecido con ella y hasta le pediría disculpas por su conducta, además de hacer que Hadid se disculpara con Lerae. Ignoraba también que, semanas después, Martha encontraría un paquete, sin porte, en el buzón de su casa. El paquete contendría un chal pakistaní exquisitamente bordado, acompañado de una nota en inglés. En esta, Aiza agradecería profusamente a Lerae y a Martha no solo haber salvado la vida de Majmud, sino haber gestado en él un transformación un tanto radical en cuanto a su actitud (cosa que sucedió no tanto por bondad inherente al corazón de su marido, sino, fortuitamente, por cierta combinación entre el cambio conductual que en ocasiones presentan quienes han tenido un roce con la muerte y la advertencia de los médicos de que —si Majmud quería seguir con vida— evitara tanto hacer corajes como situaciones violentas). «Nuestra cultura es muy dura con las mujeres», expresaría la nota de Aiza, «y cualquier cambio positivo, aunque sea en la vida de una sola mujer, siempre es bien recibido».

Esa misma tarde, tras los acontecimientos del día —cuando la calma había vuelto al hogar, mientras esperaban que Maruca pasara a dejar a Marthita a casa después de trabajar en un proyecto de la escuela, y Vicente todavía se encontraba tomando datos de temperaturas de doseles de plantas de algodón en la estación experimental de la universidad—, Lerae se encontraba en la cocina lavando los platos, parada en un banquito. A espaldas de ella, Martha se había recargado, cruzada de brazos, en el marco de la puerta —en silencio— para contemplarla. Lerae había comenzado a cantar suavemente mientras lavaba. 

Diariamente —a pesar de estar consciente del estereotipo de la abnegada madre mexicana, que, por su experiencia con amigas de otros países, ahora se le había revelado como algo universal—, Martha dudaba de su propia capacidad como madre, y cargaba con distintos grados de culpa según los eventos del día. Se cuestionaba que no tenía todas las respuestas, lamentaba darse cuenta de que en ocasiones actuaba exactamente como su propia madre lo había hecho con ella cuando era joven —cosa que se había jurado no hacer— y se frustraba con la incertidumbre e improvisación, así como con el aprendizaje sobre la marcha, inherentes a la crianza de sus hijos. Aún recargada en el marco de la puerta, sin pensarlo, se dio una leve palmada en la espalda. Por hoy, se perdonaría. Sutilmente, sonrió.

 

 

José de Jesús Márquez Ortiz (Culiacán, Sinaloa, 1962). Creció en Texcoco, Estado de México. Estudió y trabajó en el área de investigación de cultivo y mejoramiento de alfalfa hasta 1998 en México y Estados Unidos. Amo de casa y cuidador de niño con capacidades diferentes hasta 2001. Analista de datos de investigación gerontológica y de mercadotecnia en Kansas City hasta 2007. Empezó a traducir del inglés al español desde los 13 años, ayudando a su madre. Actualmente lleva 14 años ganándose el sustento como traductor de software y documentación para sistemas de salud en una empresa de Kansas City. Escribe cuando puede, para compartir sus “rollos” con familia y amigos. La mayoría de sus publicaciones son científicas. Escritor en ciernes. Su objetivo es compartir sus escritos a un nivel literario. Totalmente empírico en lo que se refiere a ser padre de familia, tocar el piano y la guitarra, y hornear pan con harina de trigo cultivado en Kansas, aunque también en ocasiones ha llegado a hacer tortillas de maíz con sus hijas.

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Escena y poder: la subversión de un cuerpo que puede

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Para la actriz argentina María Onetto la actuación es “un cuerpo que decide atravesar una experiencia”. La actuación como cuerpo. Cuerpo que confluye con otros cuerpos y conforman materialidad escénica. A su vez, el orden de los cuerpos que actúan se encuentra mediado por un ojo que mira, que organiza. Cuando los cuerpos, en latencia autónomos, de la escena se fijan y encorsetan en una mirada centralista, predecible y hegemónica esa escena pierde sentido crítico, suspende su capacidad de reflexión. Una de las vías para pensar acerca de la producción de pensamiento desde las prácticas artísticas es la pregunta acerca de ¿quién piensa la praxis? Al estudiar al sujeto que piensa y se piensa en las prácticas artísticas dentro del campo teatral argentino contemporáneo no sorprende que sean siempre más accesibles las voces del hacer masculino. Siguiendo esta idea, en este breve trabajo se buscará problematizar la soberanía del decir en las prácticas escénicas de un territorio.

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Durante algunos años me dediqué a localizar qué decían lxs artistas escénicxs acerca de sus praxis. Praxis actorales, directoriales, subjetividades poéticas que portaban los saberes de la escena y que solían “ser dichos”, recurrentemente, por la academia. En ese camino me encomendé a la tarea de visibilizar una serie de decires que, a mi entender, portan las claves para comprender las concepciones sobre un tipo de praxis de actuación en el teatro de Buenos Aires (Pessolano, 2020).

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Al comienzo de esa búsqueda me pareció necesario saldar la enorme vacancia que se ubicaba en el relevamiento de esos decires que provienen de las praxis de actuación. Se trataba de discursos muy específicos con la extraña capacidad de describir las materialidades tan singulares de lo inasible. Ese tránsito me permitió encontrar léxicos peculiares, ligazones conceptuales e incluso la posibilidad de crear un glosario que permitió ver los oleajes y mareas de los saberes discursivos en escenas con poéticas manifiestamente diversas.

 

No obstante, ese relevamiento de materiales lexicales contaba con la complejidad del acceso. En general se puede acceder a lo que dicen las y los creadores cuando hay intervención de la crítica especializada, entrevistas periodísticas y -eventualmente- cuando unx artista recibe la posibilidad de ser grabado, desgrabado y publicado. Es decir, por más que haya una búsqueda concreta de ir tras terminología productiva y operante en el campo de las praxis, en el tránsito de aquella sistematización se volvió evidente que el relevamiento de esos discursos no logra escapar -ni lejanamente- a la lógica legitimante de la academia y del campo editorial.

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La teoría del discurso subalterno de Gayatri Spivak, (tomado en contraposición al discurso legitimado) es propiciadora para pensar algunas de las capas que traen estas complejidades. Si bien la especialista en estudios poscoloniales analiza este tipo de discursividades desde un marco lejano al escénico, puesto que se ocupa de pensar las diversas construcciones de lo subalterno en contextos colonialistas o post-colonialistas (Giraldo&Spivak, 2003), las conclusiones a las que llega con su investigación podrían ser trasladables al campo disciplinar desde el cual se piensan estos fenómenos. La autora constata con su investigación que la construcción de discursos (modos de narración) delinean la percepción de un sujeto social específico (en su caso mujer-apropiada-colonizada). Esta subjetividad prefijada suele ser prácticamente incuestionable porque no responde únicamente a las posibilidades que tenga ese discurso de trascender un campo delimitado (legitimado) sino que esa fijación en un marco específico (en este caso la crítica, la academia, etc.) suele responder a lógicas heredadas que difícilmente puedan quebrarse. Por lo tanto, si el discurso acerca de la práctica ha sido históricamente producido por una parte del campo que no es la que genera esas prácticas, difícilmente podremos acceder a aquellos insumos teóricos generados por aquellxs creadorxs al pensar su propio quehacer. Aun más complejo se vuelve esto cuando lo que se busca es acceder a publicaciones que contengas las metarreflexiones de mujeres. En general, los discursos de espesor acerca de sus prácticas se suelen encontrar únicamente vía entrevistas personales o en medios periodísticos, la mayoría de las veces, en el marco de estrenos o publicidad de obras.

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En la búsqueda de reivindicar los decires provenientes de la creación se vuelve más simple el acceso a las voces masculinas. Al buscar libros de ensayos, entrevistas, artículos siempre ha sido más sencillo dar con materiales producidos por varones, lo cual, evidentemente reafirma y difunde la dinámica escénica directorial como una máquina de reproducción de lógicas patriarcales que en la mayoría de los casos se encuentran tan naturalizadas que se vuelven invisibles.

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Agregado a esto, si, indefectiblemente todo cuerpo es dicho, los cuerpos de actuación producen en un campo de enunciación que será mediado. En esa mediación es tradicional que la dirección se imponga como una práctica concentradora de poder fomentando lo que Linda Nochlin llama las “mitologías sobre el logro artístico” (Nochlin). Estas mitologías son base y centro de otro constructo legitimador y otorgador de poder que es el de los grandes maestros. Esto no quiere decir obviamente que no haya grandes directoras que hayan sido formadoras excepcionales dentro del campo teatral, pero en un listado de imprescindibles podrían ser discretamente olvidadas.

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Entonces, nuevamente me pregunto, si yo relevo -lo más metódicamente posible- los discursos de creadorxs, relevo sus pensamientos y estos pensamientos contienen sus concepciones de teatro y de mundo. Por el recorte de artistas que trabajo, en muchos casos esos discursos son eminentemente resistenciales (ya que presentan lo que en su momento fueron innovadores abordajes desde el cuestionamiento a las técnicas de actuación extranjeras como hegemónicas, la instalación de noción de micropolítica para pensar las praxis escénicas y la idea de jerarquización del cuerpo de actuación). Sin embargo, en esas resistencias es muy difícil rastrear los discursos resistenciales de lo femenino manifiestos en concepciones de teatro y en lecturas críticas de su contexto. Derivado de esto se imponen las preguntas: ¿Qué sucede cuando lo resistencial se vuelve hegemónico? ¿qué vías hay para llegar a las concepciones de escena y de mundo de creadoras por fuera de las legitimadoras citas y premios? ¿Qué sucede cuándo las programaciones y antologías insisten en subrayar el rol de maestro a quien esté dispuesto a tomarlo y los espacios de prueba escénica se utilizan para replicar subjetividades egocéntricas y omnipotentes?

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Repensar en el campo de la escena en las praxis de poder centralizadas en el varón blanco heterosexual permitirá, quizá, delinear nuevas tramas que podrían llevar a la circulación de otras afectividades. La búsqueda de estrategias alternativas para aspirar a la suspensión de las predecibles “marcas del poder” (Lopes Louro) podría ser la vía para redefinir aquello que tan “naturalmente” damos por hecho.

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“En la crisis de palabras en la que nos encontramos, ensordecida por el rumor incesante de la comunicación, poner el cuerpo se convierte en la condición imprescindible, primera, para empezar a pensar” dice Marina Garcés (49) y muy probablemente ese repensar el espacio desde el cual se produce escena sea poner el cuerpo. Cuerpos pensantes y deseantes que se apoyan en una red de interdependencias para cuestionar la herencia (Garcés): hoy en Argentina se ven agrupaciones de mujeres dispuestas a revisar los vicios que plagan las propias praxis de creación (el movimiento Una escena propia surge para dimensionar la invisibilización de mujeres y disidencias que existe en el campo de la cultura); productivas direcciones colaborativas (con sus particularidades, como lo que el grupo de creadoras Piel de Lava denomina “la inteligencia grupal” o “el pulpo” para hacer referencia a la toma de decisiones colectiva y horizontal en la dirección); la búsqueda de dispositivos para la producción de una afectividad otra emanada de esos cuerpos de la escena (la actriz María Onetto habla de la actuación como actividad “ampliadora de la existencia”); un compromiso con la visibilización de la problemática de género en espacios teatrales (como la puesta en evidencia de las microviolencias traslucidas en la carta abierta de Analía Couceyro cuando a menos de un mes de estrenar en el teatro Complejo Teatral de Buenos Aires se le informa que por una cláusula contractual no podrá actuar en una obra de Beckett por ser mujer, o el relevamiento que lleva adelante Mina Bevacqua de mujeres y trans en el campo teatral independiente y oficial de la Ciudad de Buenos Aires); entre otras varias acciones individuales o colectivas que irrumpen frente a los discursos naturalizados e implantan una mirada crítica sobre los mismos.

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Evidentemente, una escena crítica y autocrítica requiere una apertura hacia nuevas definiciones. En los espacios del ensayo, de la clase, del entrenamiento teatral los modos de fricción que producen las subjetividades poéticas de las personas que forman parte de un proceso creativo se entrelazan en un vínculo de impacto mutuo ineludible. Sin embargo, es habitual que los atractivos discursos de los grandes insistan en anular las redes de afectividad y bloquear la horizontalidad que aparece al suspender al rol directorial como un rol patriarcal dentro de los procesos de creación. Si, por el contrario, los movimientos deseantes siguen su cauce, si se sostiene la polinización de la creación desde el armado de redes, si se sigue arriesgando a la permanente apertura de sentidos en los procesos quizá pueda finalmente implementarse en las praxis y sus discursos una verdadera lógica de trama. Si a los cuerpos que actúan se les permite atravesar la experiencia de los afectos, sin dudas, se podrá llegar a nuevas configuraciones del hacer que, sin concentrar poder, pueden.

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Bibliografía

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Garcés, Marina (2013). “Poner el cuerpo”. Un mundo común. Barcelona: Edicions Bellaterra.

Cruz, Alejandro (28 de agosto de 2018) “Corre peligro la puesta de Esperando a Godot del San Martín por incluir actrices en roles masculinos” La Nación [fecha de Consulta 25 de Abril de 2022]. Disponible en: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/teatro/corre-peligro-puesta-esperando-godot-del-san-nid2166187/

Giraldo, Santiago, & Chakravorty Spivak, Gayatri (2003). “¿Puede hablar el subalterno?”. Revista Colombiana de Antropología, 39 [fecha de Consulta 25 de Abril de 2022]. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=105018181010

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González, Soledad (16 de noviembre de 2021) “María Onetto: la actuación es una actividad existencial” Diario 10 [fecha de Consulta 25 de Abril de 2022]. Disponible en: https://diario10.com.ar/2021/11/16/maria-onetto-la-actuacion-es-una-actividad-existencial/

Lopes Lourom, Guacira (2004) “Marcas del cuerpo, marcas del poder” Un cuerpo extraño. Ensayos sobre sexualidad y teoría queer. Sao Pablo: Ed. Auténtica.

Nochlin, Linda (2001)”¿Por qué no han existido grandes artistas mujeres?” en Cordero Reiman, Carmen & Saénz Irma (Comps.) Critica Feminista en la Teoria e Historia del Arte. Ciudad de México: Universidad Iberoamericana

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Paredes, Laura (2018). “Un cuerpo solo. Apuntes sobre la creación grupal”. La llave universal [fecha de Consulta 25 de Abril de 2022]. Disponible en: http://llaveuniversal.com/2018/06/05/un-cuerpo-soloapuntes-sobre-la-creacion-grupal/

Pessolano, Carla (2020) “Saberes escénicos y Actuación: las bases de los discursos sobre la praxis en el teatro argentino” Revista Acotaciones, 45 [fecha de Consulta 25 de Abril de 2022]. Disponible en: https://www.resad.com/Acotaciones.new/index.php/ACT/article/view/408

 

 

 

 

Carla Pessolano es artista escénica e investigadora teatral. Doctora en Historia y Teoría de las Artes por la Universidad de Buenos Aires y Doctora en Théâtre et Arts de la Scène por l’Université de Franche-Comté (Francia). También Licenciada en Actuación por la Universidad Nacional de las Artes y Magister en Théâtres et Cultures du Monde por l’UFC. Como actriz trabajó en diversas obras de teatro independiente, realizando funciones en Argentina y en el exterior. En Francia permaneció durante cuatro años trabajando con diversas compañías. En 2016 formó parte del primer Foro de Artistas Jóvenes, para artistas y gestores de las artes escénicas de todo el país, en el marco del XI FIBA. Como investigadora, forma parte del Instituto de Investigación en Teatro del Departamento de Artes Dramáticas de la Universidad Nacional de las Artes. Ha dictado conferencias y presentado su trabajo en diversas universidades. En 2018 ganó una beca de formadores del Fondo Nacional de las Artes para impartir formaciones teórico-prácticas en diversas universidades e instituciones de arte a lo largo de la Argentina. En la actualidad dicta junto a Martín Rodriguez el seminario “Dramaturgia, cultura y sociedad en América Latina” en el marco de la Maestría en Estudios de Teatro y Cine Latinoamericano y Argentino. La investigación que lleva a cabo desde hace años contó con una beca doctoral de CONICET y como parte de la misma ha realizado una estadía de investigación con el Grupo PEEK de la University of Applied Arts Vienna, en Austria. En 2019 obtuvo una Beca de investigación del Instituto Nacional del Teatro para la elaboración de un Glosario de la Praxis Teatral. Actualmente lleva a cabo su investigación Postdoctoral con Beca de CONICET y forma parte del Programa Postdoctoral en Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Buenos Aires.

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Las musas de Enrique Cortazar

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ELLAS (Fragmentos)

 

Porque la palabra me celebra
en su júbilo inestable.
CARMEN BOULLOSA

I

De mil formas:

verticales, aromosas,

idealistas, abrumadas, pasajeras,

jugosas, anónimas, avirginadas,

arrepentidas, mágicas, dependientes,

cálidas, frígidas y obscenas.

A todas las unía

el ansia simple de vivir,

el hábito de ser luz.

Algunas jamás llegaron al umbral,

vida sin vida y sin luz;

otras, en cambio,

fueron advenimiento, paraíso y esplendor.

 

V

Íbamos con ellas a vivirnos,

en los parques buscábamos

las bocas, las manos,

todos los poros hasta bebernos

nuestra propia intimidad.

Refugiados en la tarde

las veíamos pasar alegres y desnudas

llevando con santo egoísmo

piernas, caderas y pudor.

Allí se consumía –hálito de luz—el instante

se prolongaba alimentándose

de un frágil esplendor.

 

 

TÚ (Fragmentos)

Te daré pan y besos
y nuestra casa
será cualquier lugar.

ALEJANDRO AURA

 

…en la humedad de este
cuerpo vivirá la aurora.

IRMA ROMERO

 

IV

 

Si lo pides

levantaré las lápidas del tiempo,

y el nido vuelto amanecer

será nuestro único refugio.

Ahí construiremos

lo que en la oscura profundidad de los deseos

cobra de pronto urgencia de mano frente al fuego.

Allí donde la vida surge

con naturalidad de viento,

donde tu paso

                     tu risa

                     tu boca

                     tus caderas

                     tu indomable brío

                     tu locura

nos lanzan a la muerte

transitoria, fascinante, viva,

de sentirte en el tráfico vertiginoso de la tarde.

 

 

VIII

En la lluvia

los amantes se descubren

deletreando sus nombres

silenciosos se esconden

preservando la libertad y la luz.

 

En ese rincón de besos

y antiguos aromas

a humedad y libreros

la noche los toca

con su silente inmensidad.

 

POSDATA  (Fragmentos)

III

Premura

puesta al azar

mirada atrapada en su propia obsesión.

Todo esto somos

y al jugar se nos estrella la risa

contra el tedio.

Somos prórroga fija

injuria gastada

cuenta pendiente.

Somos el canto después del incendio.

 

 

Enrique Cortazar estudió una maestría en educación y literatura en la Universidad de Harvard. Hizo estudios en el programa doctoral en la Universidad de Nuevo México, en Albuquerque. Fue promotor cultural y director de museos en Chihuahua y Ciudad Juárez. Ha publicado varios poemarios, entre ellos:  Otras cosas y el otoño (Diana, 1978), La vida escribe con mala ortografía (Ediciones de Cultura Popular, 1987), Ventana abierta (UNAM, 1993), Suicidio aplazado (Claves Latinoamericanas, 1994), Variaciones sobre una nostalgia (UNAM, 1998), Crépuscule sur les pavés/Crepúsculo en las calles (Edición bilingüe, Écrites des Forges y Mantis Editores, Quebec, Canadá 2008), Don de la tarde (Mantis Editores, 2014). Algunos de sus poemas han sido publicados en libros de texto de secundaria en Estados Unidos, así como en antologías en Japón, Estados Unidos y España.