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Una consideración feminista de «Ay, Nina», de Nadia Villafuerte
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Durante siglos se ha discutido los impactos de la naturaleza versus la crianza, o herencia versus ambiente. Con el crecimiento en los campos de la psicología y el conductismo durante los siglos XIX y XX, el debate ha crecido en su popularidad. Un aspecto de la pregunta está relacionado con la feminidad y la pregunta si los atributos frecuentemente considerados femeninos vienen de la naturaleza innata de la mujer o si es parte de la socialización y expectativas impuestas por los demás. Es a la existencialista francesa Simone de Beauvoir a quien se atribuye la frase “On ne naît pas femme, on le deviant” (Beauvoir 267), o sea, “no se nace mujer: se llega a serlo.” La narrativa de las sociedades y las condiciones sociohistóricos han formado la percepción de lo que es una mujer y, siguiendo la frase de Beauvoir, lo que la sociedad indica que ha de llegar a ser. Además, el campo de la literatura ha sido, históricamente, dominado por los hombres y por lo tanto son ellos los que han determinado la narrativa literaria de la mujer. En cuanto a la crítica literaria, el feminismo abarca varios puntos. Entre ellos, examina cómo se representan los géneros (y los estereotipos de género) en la literatura, desafía la narrativa patriarcal, la representación de la mujer y explora la literatura escrita por mujeres. La autora mexicana Nadia Villafuerte presenta al lector una oportunidad de escuchar el monólogo interior de una voz femenina en su cuento corto «Ay, Nina» y, con esa voz, analizar la representación de géneros con sus estereotipos, relaciones con el poder y el deseo sexual. Para comprender mejor el análisis, es necesario primero familiarizarse con el contexto en que se escribió.
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El libro Barcos en Houston fue publicado por primera vez en 2005, una colección de cuentos de Nadia Villafuerte. En cuanto al contexto histórico, ella misma explica que “es importante hablar de fronteras porque creo que estamos en un momento de mucha tensión social, mucha tensión racial, que se revela con el miedo al otro, un miedo al extraño, el miedo a lo que es distinto” (Dixon 1:09). Por lo tanto, sus obras suelen explorar temas de migración, identidad y el género. En el cuento «Ay, Nina» hay evidencia amplia de estos tres temas mientras la protagonista y voz narrativa, Nina, monologa sus pensamientos en una voz interior que, a veces, se acerca a una fluir de conciencia. Nina, hija del presidente municipal y esposa de un oficial de Monterrey, está sola en un café cerca de la frontera supuestamente entre México y Guatemala mientras observa a un hombre sentado en otra mesa. Lo que sigue en el cuento es una narración de una serie de pensamientos que vacilan entre la idealización del hombre, la fantasía, la crítica de lo que la rodea en la frontera, y algunas frustraciones suyas – incluso la decepción del hombre idealizado. En sus propias palabras, Villafuerte dijo, “…la escritura para mí es una forma de clarificar una serie de dudas que pronto tengo conmigo [y] con el mundo” (Dixon 4:51) y en la voz narrativa de Nina, se escucha el proceso de clarificación de dudas, de pasar de la imaginación hasta una realidad.
En los pensamientos de Nina, el lector entra en los pensamientos íntimos de la mujer mientras narra las particularidades del hombre misterioso, del café, del puente que cruza el río, y de sus propios deseos. La obra es una viñeta de la experiencia de la voz femenina y cae justo en la observación de que la “crítica literaria feminista estudia la literatura producida por mujeres para observar cómo expresa las particularidades de la vida y experiencia de la mujer” (Ryan 119). Desde las primeras cinco palabras del cuento, “Un hombre es siempre territorio,” (Villafuerte 29) se reconoce que hay alusión a una oposición binaria en el cuento – el hombre y la mujer – y un juego de poder: la mujer posee al hombre, no el hombre a la mujer, y la idea es en oposición a los estereotipos tradicionales del canon. Sin embargo, el juego sigue en el resto del primer párrafo cuando aclara que los labios del hombre “son de trópico […,] sus ojos […] como arena oscura […,] un mapa abierto, sin límites ni nombre” (29). Con el resto del párrafo, se reconoce la ambigüedad del uso de “territorio” – no es un asunto de ser territorio como ser territorial, sino de la tierra misma, la geografía. Asignar la tierra como representación del hombre es la segunda vez que el cuento demuestra una voltea a las representaciones de género tradicionales del canon ya que la “madre tierra” tradicionalmente, en toda su fertilidad, se relaciona más con lo femenino. No es por casualidad que estas palabras son las primeras. Villafuerte ha dicho que las primeras palabras son muy importantes y que piensa en “un conflicto de ambigüedad [y] paso mucho tiempo pensando en el inicio de la frase de inicio” (Dixon 5:59). Pasando del primer párrafo y de la situación del escenario, del ambiente, entramos en los hechos de la historia.
En el segundo párrafo, la voz narrativa continúa con los estereotipos de género, preguntándose en cuanto al hombre, “¿Qué hace en este café a las diez de la mañana?” (Villafuerte 29). Con esta pregunta, Nina ya manifiesta sus propios estereotipos del hombre: debe estar trabajando a las diez de la mañana y es cosa rara que esté en un café. Sin embargo, ella empieza a imaginar lo mejor de la situación, proyectando ideas románticas como imaginar que fuera poeta. En sus divagaciones, de repente habla Nina del paisaje. Habla de los puentes y las montañas que no son “ni de aquí ni de allá” y deja al lector con la pregunta si habla ella del paisaje fuera de la ventana o si sigue con la metáfora de la naturaleza terrestre del hombre (y de sí misma) en una fantasía de sus cuerpos. Refuerza la idea de los cuerpos con el uso otra vez de la palabra anterior de “exótico” – la palabra usada antes para hablar de los labios del hombre. Regresa al juego con la ambigüedad del territorialismo y posesión de las primeras palabras del cuento otra vez cuando usa el adjetivo posesivo “mi” cuando se pregunta “¿Será mi escritor, extranjero?” Ella busca posesión y también rasgos comunes que fomentan una relación con el hombre de su imaginación cuando ella se dice que “yo también soy poeta.” Considerando su propia representación femenina, se nota que ella se está representando a sí misma como una mujer que se tambalea entre una mujer fuerte y una mujer que se conforme y se pierde en los sueños de una realidad esperada. Se nota el conflicto interior de la identidad de Nina. Ella se identifica con los puestos de su padre y su esposo y en los títulos de ellos como parte de su propia importancia, pero a la vez se autoestima como un espíritu libre – libre de buscar relaciones extramatrimoniales de un poeta, un romántico, alguien imaginado y de su propia creación. Es una expresión de represión de la mujer y demuestra una falta de joie de vivre con los hombres en su vida, hombres representados por trabajos menos románticos, trabajos que, desde una perspectiva de signos, son fríos y estériles mientras ella busca lo exótico.
Los pensamientos de Nina son fragmentadas, representados repetidas veces con el uso de la elipsis, dando un sentido de incertidumbre y capricho. Cuando el hombre empieza a interactuar con Nina, la frecuencia de las elipsis en la estructura del cuento aumenta, manifestando que los pensamientos de Nina empiezan a salir de su control con la nerviosidad de, por fin, intercambiar con el hombre de sus sueños. En este momento climático, sufre de una desilusión tremenda al descubrir que el poema es nada más que una solicitud de empleo. Reconoce su papel en el proceso preguntándose, “¿Por qué me he tenido de engañar de esta manera?” (34) y luego la exasperación de la autocrítica diciéndose “Ay, Nina…” (35). Al final, es la mujer la que tiene el poder en esta historia con su rechazo. En toda esta experiencia microcósmica de un café, el lector puede sobreponer una relación larga de un hombre y una mujer, desde la anticipación de la primera mirada hasta la desilusión que viene meses o aun años después. También puede ser representativa de la experiencia sexual de Nina. En las últimas palabras de la historia, la voz femenina domina con una expresión deseosa, anhelante, y un toque frustrante por la falta de una relación que satisface su necesidad por lo romántico y la satisfacción sexual. Una vez más, con la expresión de deseo sexual, demuestra una voltea a las representaciones de género del canon y de la narrativa patriarcal que se manifiesta en la construcción de lo que es la representación tradicional de “una dama.”
En «Ay, Nina», el lector tiene la experiencia de entrar en los pensamientos, imaginación y corazón de la voz femenina durante su cuasi-encuentro con el amante imaginado. Villafuente da vuelta a la narrativa tradicionalmente masculina y provee una perspectiva únicamente femenina. Eso, según Michael Ryan, es un elemento clave del feminismo en la teoría literaria. Es en una lectura así que “…la tradición masculina podría ser dada la vuelta, examinada desde el punto de vista de lo que está evitando y, por tanto, tergiversando” (Ryan 122). Con el monólogo interior pudimos ver “…a dimension which informed and interrogated every facet, of personal, social and political life” (Eagleton 130), otro elemento digno de observación en una lectura feminista. En fin, la voz de Nina es una voz adicional en el creciendo coro de la experiencia femenina en la literatura.
Bibliografía
Beauvoir, Simone De. Le Deuxième Sexe. Gallimard, 1949.
Dixon, Arthur. "An immigrant never really arrives." YouTube, uploaded byLatin American Literature Today, 12 January 2017, https://youtu.be/JYV-ETQy7Is
Eagleton, Terry. Literary Theory: An Introduction. U of Minnesota P, 2008.
Ryan, Michael. Teoría literaria. Una introducción práctica. Trad. Francisco Martínez Osés.
Alianza, 2013.
Villafuerte, Nadia. “Ay, Nina”. Barcos en Houston. México: Consejo Estatal para la Cultura y las Artes-Chiapas, 2005.
Ryan M. Norton es profesor de español en las escuelas públicas de Mesa, Arizona y estudiante de maestría en español en la Universidad de Texas—Permian Basin. Su fascinación con la lengua castellana y las culturas hispanas lo ha llevado a diez países (y contando) de habla hispana. Para él, la literatura es un portal a otros tiempos y espacios.