La percepción de lo maravilloso:
del Preste Juan de Indias a Baudolino y los algoritmos
¿Quién no ha deseado alguna vez escapar de la realidad, los problemas y la vida cotidiana, e ir en busca de algo más extraordinario? Desde el inicio de los tiempos, la humanidad ha tenido una fascinación por lo desconocido y una necesidad irresistible de creer en la idea de un Paraíso, un País de Jauja, una Atlántida, impulsando tanto la exploración física como la invención y transmisión de leyendas. Estos loca ficta o lugares maravillosos ya sean legendarios o imaginarios, han servido no solo como avisos de lo que podría encontrarse más allá de las fronteras de lo que era conocido, sino sobre todo como refugios de esperanza, ejemplos de perfección acaso inalcanzables. Este anhelo por lo inexplorado y lo fantástico ha permeado las narrativas de cada época, anclándose en las creencias y circunstancias de las sociedades donde se crearon, pero convirtiéndose también en testimonio de las aspiraciones de sus lectores.
La leyenda del Preste Juan de Indias configura uno de estos espacios maravillosos. La historia del Preste y su reino ha sido objeto de numerosas adaptaciones literarias, teológicas y artísticas a lo largo del tiempo, desde sus raíces en la Edad Media; y se destaca por su pervivencia en diferentes épocas, sobre todo como símbolo de un lugar de abundancia y bienestar. Sin embargo, esta pervivencia no solo es un reflejo de los ideales y creencias de una época, sino también un parámetro para ver cómo cambian nuestras percepciones de lo ideal en su enfrentamiento con la inescrutable realidad.
Este ensayo busca explorar cómo la noción de lo maravilloso ha evolucionado a lo largo de la historia, desde la Edad Media hasta la era digital, utilizando la leyenda del Preste Juan como una constante literaria y cultural. Se argumentará que, a pesar de los cambiantes paisajes sociales y tecnológicos, el anhelo humano por lo maravilloso ha permanecido constante, manifestándose a través de nuevas formas que reflejan las aspiraciones y limitaciones de cada época.
Maravillas medievales: el amanecer de la leyenda del Preste Juan de Indias
Desde la Edad Media, la idea del Preste Juan y su reino ha ocupado un lugar destacado en el imaginario europeo. Una parte significativa del espacio literario de la época estaba compuesta principalmente por historias orales, crónicas y cartas, que sirvieron, en sus constantes reelaboraciones, como caldo de cultivo para transmitir esta leyenda, alimentando la imaginación colectiva. Al Preste Juan ya se había mencionado en varios documentos medievales, como De adventu patriarchae Indorum ad Urbem sub Calisto papa secundo, del año 1122; el manuscrito Epistola ad Thomam comitem, atribuido a Odón de Reims; y un texto del historiador y obispo Otón de Freising en 1145 (Lalanda, 2004, p. 11-12). Pero fue durante las cruzadas de 1165 cuando se plasmó su fuente más importante, con una carta en latín que inesperadamente llegó al emperador bizantino Manuel I Comneno y que anunciaba a un poderoso aliado cristiano en oriente. Desde entonces este mito comenzó a ganar terreno y a expandirse por toda Europa (Chimeno del Campo, 2007, p. 424).
En la carta, una persona nombrada Juan, que se proclamaba monarca de las Tres Indias y sacerdote, se presentaba como un ser de gran riqueza y poder, y aseguraba con la misiva una relación amistosa con el destinatario, el emperador Manuel. Como todo locus fictus, el documento sobre todo se centraba en describir la grandeza, riqueza y poder del reino del Preste Juan; así como las maravillas naturales, fauna, flora y aspectos religiosos y culturales de su imperio. Al Preste Juan se describe como el “Señor de Señores”, un cristiano devoto y protector de los fieles bajo su imperio, que abarcaba setenta y dos provincias con sus respectivos reyes vasallos.
Siguiendo también el modelo de los lugares maravillosos, el palacio del Preste Juan se describe como construido con los materiales más nobles que podía encontrarse y que incluía un espejo maravilloso, situado entre el palacio y la plaza, que le permitía ver todo lo que sucede en su reino y en las regiones adyacentes. El reino, según la carta, abarcaba las tres Indias, desde la India Ulterior hasta Babilonia la Desierta. En uno de aquellos reinos afirma la misiva la existencia de una isla donde caía maná del cielo y sus habitantes rejuvenecían bebiendo de una fuente milagrosa. Además, según la relación, existía una piedra prodigiosa que ofrecía curación a los cristianos y a quienes buscaban dicha fe. El reino albergaba una diversidad de animales tanto reales como míticos, incluyendo elefantes, dromedarios, camellos, hipopótamos, grifos, etc. Así también como seres semihumanos: lamias, pigmeos, cinocéfalos, gigantes y cíclopes. En el dicho reino, afirma el texto, fluían ríos con leche y miel; y el río Indo transportaba piedras preciosas. Se documenta también la existencia de una hierba que protegía de los malos espíritus, y piedras “midriosas” que fortalecían la vista y otorgaban el poder de la invisibilidad. En la sociedad del reino, señala la carta, prevalecían las buenas costumbres, los bienes eran comunitarios, y los vicios y la mentira se desconocían (La carta del preste Juan).
El mensaje central de la carta atañe a la promesa de ayudar a los cristianos occidentales a recuperar las tierras santas ocupadas por los turcos. La carta fue compartida con el Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Federico Barbarroja, reavivando así la idea de un posible triunfo definitivo de los cruzados. Alimentó los deseos y, lo que es más importante, la confianza de los cruzados que buscaban aliados en su lucha contra las fuerzas no cristianas (Chimeno del Campo, 2007, p. 424). La idea de un poderoso monarca cristiano en Oriente, dispuesto a unirse a los europeos, resultaba sumamente atractiva y fortalecía las esperanzas de victoria en la guerra santa (Chimeno del Campo, 2010, p. 117-118).
No obstante, el impacto de la carta del Preste Juan no fue solo geopolítico. Más allá de su valor estratégico, la carta reflejaba los anhelos y carencias de una Europa medieval en constante cambio y sujeta a guerras, pobrezas, pestes, etc. A diferencia de un lejano Paraíso o el carnavalesco País de la Cucagna, como contraste de estos males, el reino del Preste Juan se presenta como real e incluía elementos más prácticos. Por ejemplo, frente a los males de la época ofrecía un contraste idealizado de lo que podría ser una sociedad perfecta. En ella, la humanidad encontraba un espacio idílico que prometía una confluencia de lo celestial y lo terrenal, donde las necesidades estaban satisfechas y los valores cristianos eran la norma y triunfaban inquebrantablemente (Chimeno del Campo, 2014, p. 429-430). El reino del Preste Juan se convirtió en un refugio donde la moral y la justicia reinaban, ya que se menciona en la carta que allí nadie mentía, cometía adulterio o robaba (Lalanda, 2004, p. 97).
Si se compara la realidad de la época con la de este reino perfecto, se puede ver una crítica implícita a las sociedades europeas contemporáneas y sus deficiencias morales. Este efecto dual de la carta –servir tanto como un ideal y como una crítica– se extendió más allá de los documentos oficiales y las misivas. En efecto, la literatura de viajes medievales se convirtió en otro medio significativo para la difusión y evolución del mito del Preste Juan.
A través de los ojos errantes: el Preste Juan en relatos de viajeros medievales
Los libros de viajes de la época actuaban como vectores culturales que no solo reflejaban la concepción geográfica de su tiempo, sino que también contribuían activamente a la perpetuación y ampliación de las historias míticas y los espacios maravillosos. Estos textos se convirtieron en espacios literarios en los que el mito del Preste Juan experimentó una evolución significativa en su contenido, al mismo tiempo que “aseguraba” como verdadera la creencia en la existencia de un reino oriental gobernado por un poderoso monarca cristiano y lleno de maravillas.
Seis obras, en particular, emergen como baluartes de este género, cada una dejando una huella indeleble en la narrativa medieval. Estas son: los Viajes de Marco Polo (1299), Los viajes de Sir John Mandeville (apróx. 1347), el Libro del Conosgimiento (apróx. 1390), la Embajada a Tamorlán de Ruy González de Clavijo (1406), las Andanzas de Pero Tafur (1439), y la Historia del Infante don Pedro de Portugal, atribuida a Gómez de Santisteban (segunda mitad del siglo XV). Hay que destacar que de estas seis emblemáticas narrativas, solo tres (los Viajes de Marco Polo, las Andanzas de Tafur y la Embajada a Tamorlán de González de Clavijo) se basaban en viajes auténticamente realizados; aunque incluso en ellos puede constatarse la imaginación desbordante de sus autores, demostrando la fusión entre la realidad vivida, la fantasía y la manipulación evidente de la literatura de viajes medievales (Chimeno del Campo, 2007, p. 424).
Dentro de estos relatos, las descripciones del Preste Juan y su reino variaban, debido a las influencias externas (otras fuentes) como a las interpretaciones personales de los autores. Marco Polo despojó al personaje de su idílica idiosincrasia, identificándolo con el rey turco-mongol Uncán y anclándolo más en la historia real que en la fantasía. Situó el reino del Preste Juan en Asia, estrechamente relacionado con el imperio mongol. Por otro lado, Sir John Mandeville presentó un reino ubicado en las Antípodas de Gran Bretaña, lleno de maravillas y prodigios, sugiriendo un “mundo al revés”. Contrariamente a estas visiones asiáticas, el autor del Libro del Conosgimiento situó al monarca en África, en Nubia y Etiopía, lo que revelaba las vacilaciones en la percepción geográfica de la época.
Es más interesante el caso de Pero Tafur, como testimonio de la maleabilidad de estas fuentes. En sus Andanzas, Tafur menciona y describe el reino del Preste Juan, indirectamente, a través de su encuentro con el comerciante veneciano Nicolo de Conti, quien le aseguró que recién había llegado de la India y había sido huésped del Preste. Tafur reproduce el relato de Conti que, aunque vago en su geografía, sugiere un reino cristiano poderoso en algún lugar de Asia (Chimeno del Campo, 2007, p. 427). Se le presenta como un gran señor con veinticinco reyes a su servicio, un líder reverenciado y temido. Los habitantes del reino son descritos como católicos y buenos cristianos, aunque no seguían a la iglesia románica. Así mismo relata que había muchos animales exóticos, pero menciona en particular que había visto muchos unicornios, así como un elefante muy grande y blanco que adoraban como a un Dios (Andanzas, p.163-165).
Ruy González de Clavijo y Gómez de Santisteban también ofrecen visiones adicionales del reino, basándose en interacciones reales o imaginadas con viajeros y locales. Estas representaciones diversas no solo ilustran la fluidez de la geografía medieval y la naturaleza evolutiva de los mitos, sino que también resaltan el papel crucial de los relatos de viaje en la construcción y perpetuación del mito del Preste Juan (Chimeno del Campo, 2007, p. 427-428). Es importante recordar que un relato de viaje llevaba implícito el peso de la experiencia propia del testigo; aunque no sea más que una miscelánea de fuentes diversas bajo la estructura de una relación, diario o bitácora.
Los libros de viajes debieron de cautivar la imaginación de la sociedad medieval, y dada la alta estima y autoridad de la palabra escrita en ese tiempo, la línea entre realidad y fantasía podía desdibujarse fácilmente. Muchos aceptaban de buena fe que los autores habían viajado y atestiguado las maravillas que describían. Sin medios fiables para verificar estos “cuentos”, se consolidaban como reales. Esta creencia fue tan arraigada que impulsó a exploradores y aventureros a seguir emprendiendo expediciones durante aquella época en busca de confirmar la existencia de tales reinos y maravillas. Es lo que hizo Tafur, por ejemplo. Así, ya fueran narraciones basadas en hechos reales o invenciones, estos relatos moldearon las percepciones y creencias de una sociedad sedienta de conocimiento y de asombro. En este contexto, el Preste Juan no solo simbolizaba un enclave utópico de anhelos y esperanzas, sino que, junto con otros paraísos terrenales trataba de anular las carencias y necesidades de la sociedad europea (Chimeno del Campo, 2010, p. 129-131).
Como se puede observar, los relatos de viaje trascendieron también la mera crónica de descubrimientos para convertirse en instrumentos de crítica de la sociedad. Por ejemplo, si vemos la representación de Tafur en el contexto de la famosa carta, observamos que el Preste Juan ha adquirido un poder más modesto, y que el énfasis en la grandeza, riqueza y poder del reino, incluyendo elementos maravillosos, se ha remplazado con aspectos más culturales y terrenales, como animales exóticos y prácticas locales concretas. Además, aunque todavía se presentaba como cristiano devoto, el Preste Juan y su pueblo no seguían a la iglesia católica, lo cual podría interpretarse como una resistencia frente al Papa, ofreciendo la imagen de un líder cristiano ideal, libre de las políticas de la Iglesia romana.
En resumen, estos textos permitieron adaptar y redefinir la percepción de un mito o leyenda, evolucionando su lectura e interpretación a medida que cambiaban las circunstancias y se acumulaba nuevo conocimiento, todo ello en el contexto de una temprana expansión territorial y cultural, que juntaba el mundo conocido con lo desconocido. Pero en el que pervivía el deseo por lo maravilloso.
Maravillas doradas: espejismos literarios del Siglo de Oro
La expansión territorial de España y el descubrimiento de nuevas culturas marcaron el inicio de una nueva era. El Renacimiento proporcionó un nuevo tipo de espacio literario, más diverso y sofisticado, que permitió una exploración más matizada del mito. En este contexto de cambio y descubrimiento, la percepción del Preste Juan también experimentó una transformación. Ya no se le veía simplemente como un rey en tierras distantes: su reino se convirtió en un espejo literario en el que la sociedad española reflejaba sus creencias, valores y aspiraciones. Esta versatilidad no es única del mito del Preste Juan. De hecho, como señala Rueda (1993, p. 83-87), la representación del Preste Juan comparte rasgos característicos con otras narrativas de la época, subrayando cómo las historias populares y la literatura más formal pueden influenciarse mutuamente. En aquel momento se retomó y adaptó la leyenda, empleándola como un prisma para examinar y reflexionar sobre su propia sociedad. Los espacios maravillosos, plasmados en obras de este periodo, se erigieron como escenarios para explorar temas morales, espirituales y filosóficos.
Dentro del paisaje literario del Siglo de Oro, el mito del Preste Juan se reinventa, encontrando su lugar con dos usos predominantes: 1) como término hiperbólico de comparación y 2) como ejemplo de riqueza proverbial. Bajo el primer uso, encontramos referencias en obras tan icónicas como El Quijote, así como en El celoso extremeño y La ilustre fregona, de Miguel de Cervantes. También autores como Tirso de Molina (Privar contra su gusto), Francisco de Leiva (Cuando no se aguarda), y José de Cañizares (Por acrisolar su honor), también integraron esta historia mítica en sus obras dramáticas. En cuanto al segundo uso, se resaltan obras como algunos poemas de Baltasar de Alcázar; el Romance del moro Calaínos; o la comedia El castigo de la miseria de Juan de la Hoz y Mota. Además, Lope de Vega, entre otros, lo emplea en contextos jocosos o a través de personajes que no están en su sano juicio. Esta variedad en su representación resalta la versatilidad y profundidad del cuento en la literatura española (Baranda, 1992, p. 362-363).
No solo representaba un ideal lejano, sino que también se había arraigado como un símbolo cultural en un momento histórico decisivo para España (Baranda, 1992, p. 363). Se puede pensar que la razón por la cual el mito del Preste Juan fue un tema recurrente en la literatura del Siglo de Oro se debe a varios factores. Primero, encarnaba las aspiraciones imperiales de una España en rápida expansión, ofreciendo una visión idealizada de lo que podría encontrarse en los “nuevos mundos” que estaban siendo descubiertos. Segundo, se convirtió el Preste Juan en un símbolo de la fe cristiana en un momento en que la religión católica se enfrentaba a la avanzada protestante en Europa, que unos años más adelante propiciaría la Guerra de los Treinta Años. Finalmente, ofrecía una rica fuente de material simbólico y alegórico que los escritores barrocos podían utilizar para explorar temas complejos como la moralidad, la identidad y el poder.
Baudolino: entre las brumas del mito y la memoria del reino perdido
Mientras las generaciones anteriores buscaban dar sentido al mundo a través de estas narrativas, Umberto Eco, en su novela Baudolino (2000), hace algo más audaz: no solo revive el mito del Preste Juan a través de la tradición de los relatos de viajes medievales, sino que también interroga la naturaleza de la verdad usando la historia y el mito como punto de partida. Al igual que viajeros como Pero Tafur basaban sus crónicas tanto en sus observaciones directas como en los rumores y cuentos que escuchaban en sus viajes, Eco teje una narrativa que mezcla la historia con su propia interpretación de ella. En este sentido, su novela Baudolino se presenta casi en un estilo “documental” que refleja la naturaleza crédula y misteriosa de la sociedad medieval. Por lo tanto, la obra no solo puede considerarse una adaptación contemporánea del relato legendario, sino que también problematiza sobre cómo las leyendas influyen en nuestras percepciones de la realidad y decisiones sobre lo que es ficción y verdad histórica. La novela va más allá de una recreación narrativa de la búsqueda geográfica del Preste Juan y se convierte en una indagación sobre cómo las historias que contamos moldean nuestros deseos, transformando la percepción de la realidad.
La historia, ambientada en la Edad Media, se cuenta a través del personaje principal Baudolino. Se trata de un mentiroso nato que contribuye a construir el reino del Preste Juan y lo que hay en él; además, es el genio (o uno de los de ellos) detrás de la legendaria carta del Preste. Increíblemente, y a pesar de que es consciente de que el Preste Juan es una invención, se embarca en su búsqueda para encontrar el legendario reino. Esta paradoja refuerza el tema del ensayo: el poder perdurable de lo maravilloso, incluso cuando sabemos que es una ilusión. La novela, por tanto, actúa como un microcosmos que refleja la eterna fascinación humana por lo desconocido y lo asombroso, al igual que los mapas y las crónicas de viaje de la Edad Media.
La representación del espacio en Baudolino está llena de símbolos y temas recurrentes que interactúan con el mito original del Preste Juan. Estos símbolos no solo sirven para describir lugares, sino que también añaden capas de significado e interpretación. La búsqueda del Preste Juan y sus territorios míticos nos sumerge en el núcleo de una época en la que las creencias colectivas y la imaginación no solo moldeaban la percepción de la realidad, sino que podían manifestarse como una forma de realidad en sí misma. Como dice el propio Baudolino: “Sabes señor Nicetas, cuando tú dices una cosa que has imaginado, y los demás te dicen que es precisamente así, acabas por creértelo tú también” (Eco, 2011, p. 32). Hecho que se vuelve muy revelador cuando el narrador describe un encuentro con una criatura que Baudolino y sus compañeros habían inventado en la carta del Preste Juan: “Baudolino y sus amigos lo reconocieron enseguida, por haber leído y oído hablar tantas veces de él: era un esciápodo. Y, por otra parte, habían incluido esciápodos también en la carta del Preste.” (Eco, 2011, p. 348).
La novela plantea una idea esencial sobre la creación de ideales y la necesidad de la ilusión en ellos, lo que se refleja en su referencia a la religión: “Nosotros pensamos que solo nosotros necesitamos a Dios, pero Dios también nos necesita a nosotros” (Eco, 2011, p. 270). Esta idea sugiere que no solo los hombres necesitan algo en qué creer, sino que también las creencias necesitan a las personas para existir. En este contexto, el entrelazado de historias actúa como una reflexión sobre la influencia de nuestras historias e ideales en la percepción del mundo. Con cada ficción que Baudolino conjura, no solo transforma su entorno inmediato, sino que también insufla vida en las leyendas y mitologías que fabrica. Él mismo se da cuenta de este poder al reflexionar: “Me decía: mientras inventabas, inventabas cosas que no eran verdaderas, pero verdaderas se volvían.” (Eco, 2011, p. 223).
Baudolino sirve como un vívido retrato literario de la compleja relación entre historia y ficción en la Edad Media. En la novela, la realidad del Preste Juan trasciende un mero espacio físico, convirtiéndose en un constructo cultural mutable que se define y redefine a través de las narraciones. Este fenómeno es capturado por la idea de que el espacio es algo que no solo se explora, sino que también se lee y se escribe, lo que sugiere que el mapa no es solo el territorio.
Más allá de su contexto histórico medieval, en Baudolino resuena el mundo contemporáneo. En una era de posverdad y noticias falsas, la novela destaca la constante lucha humana por discernir la verdad de la fantasía y enfatiza la eterna búsqueda de significado, maravilla y comprensión. Desde esta perspectiva es posible considerar esta novela de Eco como una continuación literaria de sus Apocalípticos e integrados (1964).
Ciberutopías: la aparición de infinitos reinos de maravillas
Mientras que, en épocas anteriores, los mitos como los del Preste Juan se alojaba en cartas y libros, ahora encuentran un nuevo hogar en los espacios digitales, mundos virtuales y en plataformas diversas de internet. Las redes sociales se han convertido en los modernos “reinos del Preste Juan”, donde cada usuario es su propio rey o reina, gobernando un dominio cuidadosamente curado para reflejar una vida extraordinaria y un lugar maravilloso a su medida. Sin embargo, al igual que las antiguas cartas y relatos medievales, estos reinos digitales también están construidos mayormente sobre invenciones fantásticas.
En estos ámbitos digitales, la noción de lo maravilloso se redefine sin cesar, influenciada por algoritmos que dictan lo que merece ser valorado o destacado. Lo sorprendente no se mide por su veracidad o realidad, sino por su popularidad o conformidad con normas estéticas o morales específicas creadas ad hoc. Por tanto, las plataformas de medios sociales y los entornos virtuales no solo proporcionan nuevas maneras de percibir lo extraordinario, sino que también nos desafían a considerar las implicaciones éticas y filosóficas de la autenticidad y el mérito de dichas experiencias. ¿Qué es verdad y qué es ficción? ¿Es el poder de estas ficciones tan gran para crear verdades, como apuntaba Baudolino?
En un mundo regido por algoritmos donde la digitalización ha borrado las fronteras entre lo real y lo virtual, nuestra percepción de lo maravilloso ha sufrido una transformación radical. En el pasado, las cartografías estaban incompletas, plagadas de territorios misteriosos y criaturas mitológicas. Ahora, esos vacíos ya se han completado con datos, pero la imaginación humana sigue forjando universos maravillosos en el ámbito digital. Las realidades virtuales nos muestran mundos creados desde cero, donde las leyes de la ciencia no se reconocen y donde lo extraordinario se manifiesta en formas antes inimaginables. En tiempos pasados, el anhelo por lo desconocido nos llevó a explorar nuevos continentes y descubrir civilizaciones. Hoy, ese mismo deseo impulsa a diseñar y habitar mundos virtuales en los cuales lo fantástico está limitado únicamente por nuestra imaginación. Por otro lado, el ciberespacio también permite “cambiar” la realidad. Las plataformas digitales como Facebook, Instagram o TikTok permiten presentar casas modernas, lugares exóticos, comidas deliciosas, cuerpos esculturales y eternos momentos felices. La cuidadosa selección de filtros y la edición de imágenes transforman la realidad en vidas perfectas. Así, a medida que la línea entre la realidad y la virtualidad se vuelve cada vez más borrosa, nos enfrentamos a nuevos desafíos éticos y filosóficos. ¿Qué significa realmente lo real? ¿Puede una experiencia en un mundo virtual tener el mismo valor que una en el mundo físico?
Estos medios digitales no solo ofrecen la oportunidad de presentar la realidad de manera idealizada, sino que también reflejan aspiraciones y deseos. Al igual que el Preste Juan y su reino representaban un espacio utópico de maravillas y esperanza, las redes sociales emergen como los nuevos “reinos” en los que las personas escapan a otros mundos totalmente imaginarios, o esculpen y exhiben versiones idealizadas de sus vidas, estableciendo, en el proceso, un estándar de lo que “debería ser” para los observadores. Pero, de manera similar al mito del Preste Juan, estas representaciones a menudo esconden más de lo que muestran a la luz.
Eterna odisea: la búsqueda de la maravilla perfecta
La eterna búsqueda de lo maravilloso se ha adaptado y transformado, pero nunca ha desaparecido. Es esta necesidad intrínseca de explorar y descubrir lo que continúa impulsándonos más allá de las fronteras conocidas, ya sea geográficas, literarias o digitales. En la era de las redes sociales, no dejamos de hacer scrol en la búsqueda constante de algo mejor. Al igual que el mito del Preste Juan sirvió como un faro de esperanza y curiosidad en la Edad Media, y como un reflejo de la crítica de la sociedad durante el Siglo de Oro, hoy día, las redes sociales y los mundos virtuales representan los nuevos “reinos del Preste Juan”. Estos espacios, aunque ofrecen inmensas oportunidades para la autorrepresentación y la exploración de nuevas formas de maravilla, también nos confrontan con preguntas cruciales sobre la autenticidad y el valor de estas experiencias en un mundo cada vez más confuso. En este punto de la historia cabe preguntarse: ¿es esta creación digital una forma de resignación? ¿Hemos acaso renunciado a la búsqueda de una vida genuinamente mejor para conformarnos con ilusiones digitales, o es que simplemente estamos adaptando nuestros deseos eternos a las “nuevas realidades” de nuestro tiempo?
Obras citadas:
Anónimo del siglo XII. La carta del Preste Juan, edición de Javier M. Lalanda. Siruela, 2004.
Baranda, Nieves. “El espejismo del Preste Juan de las Indias en su reflejo literario en España.” Actas del X Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, edición de A. Vilanova, PPU, 1992, Vol. 1, pp. 359-364.
Chimeno del Campo, Ana B. “El reino del preste Juan y los viajeros de la alta edad media.” Actas del XI Congreso Internacional de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval, coordinación de A. López Castro y M. L. Cuesta Torre. Universidad de León, 2007, Vol. 1, pp. 423-429.
Chimeno del Campo, Ana. B. “La “Carta del Preste Juan” y la literatura utópica”,
Hesperia, Vol. 13, núm. 2, 2010, pp. 117-136.
Chimeno del Campo, Ana B. “El mito a través de sus textos. Antología de la leyenda del Preste Juan.”, Cuadernos para investigación de la literatura hispánica, 2014, vol. 39, pp. 429–524.
Eco, Umberto. Baudolino. Traducción de Helena Lozano Miralles. Lumen-Círculo de Lectores, 2001.
Lalanda, Javier M. “Introducción”, La carta del Preste Juan, edición de Javier M. Lalanda. Siruela, 2004, pp. 9-86.
Rueda, Sofía M. “Los libros de viajes medievales y su influencia en la narrativa áurea.” Studia Aurea. Actas del III Congreso de la Asociación de Investigadores del Siglo de Oro, editado por I. Arellano, C. Pinillos, M. Vitse y F. Serralta, Universidad de Navarra, Vol. 3, 1996, pp. 81-88.
Tafur, Pedro, Andanzas y viajes, edición de Miguel Á. Pérez Priego, Cátedra, 2018. pp. 155-172
Carina Lia es estudiante en el programa de máster de español y estudios latinoamericanos en la Universidad de Tromsø, Noruega. Actualmente, trabaja en su proyecto de tesis, donde investiga la efectividad de una herramienta didáctica que ha creado. Le fascina cómo la lengua, más allá de ser un medio de comunicación, juega un papel fundamental en la creación y transformación de la cultura, moldeando así nuestra percepción y comprensión del mundo.