Pastoral de privados
Vuelve el peso del verdor. Vuelve
a florecer
el peso.
Vas acercándote al centro, un meollo
en que las plantas cantan su pigmento
a todo aquel que escucha con los ojos
o sabe
callarse
para ver.
Las hojas no se cimbran en la boscosidad
surcada por el ímpetu del tren.
Es la rara quietud antes de la tormenta
o la vaga señal de algún revelamiento:
sumido en la frecuencia de un historial sin fechas
qué logra perturbarlo allá en la gruta
de lo intransitable,
en el cañón ignoto
donde los cascabeles del envés
son un licor acústico que mece a la conciencia.
Es el vagón que tiembla, a lo sumo,
con la gota de escarcha
que se precipita
de una corola
a otra
sin vaporizarse.
Algo inaudito está por suceder
pero puede que no nos enteremos.
Ciencia infusa
Ráfaga que ocurre, breve
cada vez
más breve.
Francisco Ferrer Lerín
Me abandono a la marea de lo informe
hasta perder noticia.
Todo es tan relativo
que lo mismo da
pesar o no pesar.
Undosa evanescencia
la de estar aquí, la de ir aconteciendo
rozando apenas el suelo,
tangenciando una patria
al habitarla,
tocando muy por encima
el barniz del planeta
al transcurrir veloz de la existencia.
Durar es escurrirse hacia la muerte,
caerse de costado, sobre la línea del tiempo,
virar rumbo al otoño, dando vuelta continua, doblar
perpetuamente.
En el fluir del ímpetu, en los lapsos
de goce repentino
anidan recovecos
donde la eternidad obsequia su primicia.
Puntos sobre las íes
A espaldas de este mes
que a duras penas sobreviviremos
se extiende la gran fosa, el imponente vado
donde reposa, hiberna,
fermenta
y
se dilata
el huevo del vacío.
Hay agua y pan
pero no son, no el ritmo
de las epifanías
y los descubrimientos incesantes
abriéndose como una flor nocturna
que incita al estupor y suministra
el don de tener sed.
Hay lo mínimo
pero no lo esencial, y este ir pasándolo
quemando los cartuchos de las horas fecundas, produciendo bilis
y fustigando el hígado
con brebajes de cólera infructuosa y elíxires de autodesmemoria
es ya nuestro deporte sedentario, nuestro reconfortante
y medicinal
juego de mesa.
Jamás saldremos del hoyo
ni haremos rodar la roca
más allá de la cuesta.
Jorge Ortega es poeta y ensayista nacido en Mexicali, Baja California, en 1972. Doctor en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Barcelona. Ha publicado una docena de títulos de poesía en México, Argentina, España, Estados Unidos, Canadá e Italia, entre los que destacan Ajedrez de polvo (tsé-tsé, Buenos Aires, 2003), Estado del tiempo (Hiperión, Madrid, 2005), Devoción por la piedra (Coneculta Chiapas, 2011; Mantis, Guadalajara, 2016) y Guía de forasteros (Bonobos, México, 2014). Poemas, artículos y reseñas suyos han aparecido en variados medios literarios y culturales de Hispanoamérica, tales como Nexos, Letras Libres, Crítica, Quimera, Revista de Occidente y Periódico de Poesía, así como en otros del mundo anglosajón: Bulletin of Hispanic Studies, The Black Herald, The Bitter Oleander, World Literature Today, Poetry International e International Poetry Review. Además del inglés, su trabajo poético ha sido traducido al chino, alemán, portugués, francés e italiano, y forma parte de múltiples antologías de poesía mexicana reciente. Su libro Dévotion pour la pierre fue publicado en Québec en 2018 en Les Éditions de La Grenouillère en versión al francés de Françoise Roy, y en 2020 el sello romano Edizioni Fili d´Aquilone editó Luce sotto le pietre, antología de su obra poética traducida al italiano por Alessio Brandolini. Entre otros reconocimientos, ha obtenido el Premio Estatal de Literatura de Baja California en los géneros de poesía y ensayo, el Premio Nacional de Poesía Tijuana, y el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines. En 2007 ingresó al Sistema Nacional de Creadores de Arte de México.