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Rufus “El Chiflado”

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Rufus “El Chiflado”

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Nera y Litu fueron notificadas por Euren, como las siguientes en iniciar su servicio el próximo año. En cuanto supieron no dudaron en ir volando a la madriguera de Rufus en busca de información más allá de la que dan en la escuela. Cuando estuvieron cerca de su destino desaceleraron pues las ganas de saber sobre esos seres a los que les facilitarían la vida, no sobrepasaba el miedo o exceso de respeto que le tenían por ese viejo ermitaño.

Rufus había quedado relegado de la sociedad al regresar con prácticas del otro mundo pues no era común hacerlo. Éste delimitaba su casa con plantíos no endémicos del lugar y solo eran reconocidos por un selecto grupo que también convivieron con aquellos seres. Sembraba a prueba y error una y mil variantes de alimentos a los que no entendía del todo. Tenía mutaciones de frutos como cebollines color morado, lechugas con manchas rojas, sandías que sabían a melón podrido y hasta ajos de múltiples colores.

Las novatas se adentraron en uno de los coloridos sembradíos. Nera arrancó de raíz un fruto anaranjado, lo mordió y escupió de inmediato “¿Cómo pueden comer esto?” Litu no contestó pues lamía con vehemencia su hallazgo triangular. “¿Quién anda ahí?” Refunfuño el entusiasta agricultor. Las jóvenes revolotearon algunos segundos y no les quedó de otra que presentarse ante él, después de todo a eso iban.

Luego de un discurso desaprobatorio en donde las chicas aceptaron su falta de educación por invadir su propiedad, ellas se animaron a hacer algunas preguntas. El viejo lanzó un largo gruñido y manoteos inquietantes pues hablar de aquellos seres lo ponían irritable. “Esas criaturas no tienen ni pies, ni cabeza” las chicas se voltearon a ver con los ojos aún más saltados de lo que los tenían, pues eso no lo habían escuchado, “viven como si fueran a estar en la tierra miles de años, pero cuando se percatan de su pronta mortandad ahora si empiezan a poner atención a los detalles importantes”.

—Háblanos de su aspecto físico—interrumpió Nera.

—Múltiples variables, depende la región, algunos muy similares y hay lugares donde se encuentran de todos sus derivados.

—¿De qué color son? —preguntó Litu con impaciencia

—¡Niña! ¿Qué no escuchas? Son múltiples variables.

Nera jaló de una de las orejas puntiagudas de Litu y le susurró el apodo del viejo. Volaron a la salida y a su vez le agradecían el tiempo que les dedicó. Rufus las acompañó y les señaló los cultivos una vez afuera de su casa.

—Miren las cosas que son capaces de hacer, y son actividades que ustedes tendrán que apoyar. El cultivo de alimentos. Ellos siembran y siembran millones de frutos, pero su avaricia es tan grande qué prefieren que se echen a perder si otros no lo intercambian por una moneda que inventaron, muchos mueren de hambre y no les importa. Yo mataría a todos sin excepción.

— ¿Son malvados? Pregunta Litu temerosa. Nera vuelve a jalarla, pero esta vez de una de sus alas.

—Sádicos, irracionales, egoístas… Aunque hay algunos muy decentes, pero están los peores, los que no hacen nada. Imagínense que aquí en el Páramo tuviéramos de esos. Las chicas negaron con la cabeza, de manera desaprobatoria.

  Rufus arrancó una especie de cebollín del suelo, se los dio a probar, pero ninguna extendió el brazo para tomarlo, así que lo hizo, apenas lo masticó y lo devolvió a su mano, luego entre carcajadas les dijo que nunca probaran nada de lo que tenía sembrado él. Nera se elevó unos metros afirmando que este ser estaba chiflado. Litu sin inmutarse contestó que más bien parecía obsesionado con sus experimentos.

Una luz incandescente cegó a las tres criaturas en medio del sembradío de zanahorias. Euren descendió con lentitud hasta ellos. Rufus hizo una reverencia corta mientras que las jóvenes la hicieron hasta el suelo y ahí se quedaron.

—Niñas, si querían saber algo sobre los humanos solo tenían que esperar al solsticio de verano para ver con sus propios ojos su mundo. Ellos no son más que una raza menos dotada que nosotros, pero igual de compleja. Y Rufus deja de intentar dejarlos como locos irracionales. Nosotros no fuimos mejores en su tiempo.

—Lo siento, mi Reina, y eso que no les conté lo peor.

 


Nancy Durán. (Cd. Juárez, Chihuahua, 1990) Comunicóloga, Gozo leer y escribir sobre futuros distopicos, dentro de los géneros de fantasía y ciencia ficción. Cuento con un par de novelas pendientes de publicar que contienen estas características. También tuve la oportunidad de realizar un corto documental apegado a la realidad llamado ¨Club Victoria¨ para el IMCINE.

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