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RESEÑA
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Era capaz de sentir en los huesos el presagio de la lluvia y de algunas tormentas
El fémur y la clavícula en paz cuando de ir al Parque Rodó se trataba
Los fríos letales del invierno difícilmente eran evocados ante el extenuante calor del verano
Terrazas y balcones dispuestos hacia el río en su hacerse con el mar
Un palacio viejo como cíclope herido en la contemplación del tiempo
Las viejas tiendas de masitas de manteca sin destino ya que cumplir en la borrasca de la última modernidad
Una voz de seseo pronunciado hablaba de la demolición de La Giralda, la confitería en la que su abuelo tomaba el café y la abuela el té
Sentados los antepasados en la esquina de 18 de Julio y Andes… reseñados por la memoria de maneras distraídas
Como si esos rostros con sombreros de copa o bombín, pamelas con plumas y piedras, el bicornio de Napoleón, no advirtieran que eran también una forma de la inmortalidad
Las mandíbulas trituraban suavemente las achuras
En el Hospital Pasteur morían las tías que durante el invierno se congelaban en soledad antes de que llegaran los calefones con la electricidad ya domesticada
Los perfumes convivían con las úlceras al bailar los tangos recién aprendidos
Los ataúdes esperaban a sus clientes con un cigarrillo rubio en la boca de amables sepultureros
Las cruces de templos quebrados por el tiempo y el entrevero de lenguas que habían cruzado el océano
A las cinco de la tarde el follaje de los plátanos enredaba los diez o doce tonos de verdes y amarillos en paisajes que se rehacían una y otra vez con el viento
Era capaz de saber, con tan sólo mirar las orejas, si las personas dormían de lado, chupándose el dedo o si roncaban estrepitosamente
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CONVERSACIÓN EN EL PUERTO
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Había buscado en sus palabras un motivo para compadecerlo o para dejar de escucharlo. Pero sólo había huellas hipnóticas… pisadas intangibles de vacas de ojos mansos y dulces en su camino rutinario al sacrificio. Palabras tercas que se detenían en las pieles colgantes en bodegas que replicaban laberintos por los que escurrían los hilos de sangres amables.
Escuché un apellido polaco, quizás Dabrowski… y luego una historia de cueros y zapatos, superficies de grano, abrigos y bolsas; una navaja en el estómago del polaco y un canario huyendo por las calles del puerto.
De pronto, al doblar con su voz en una esquina del muelle, ya estábamos entrando en esa guerra de tactos en un viejo bodegón percudido. Tasando las mismas pieles con las manos hoscas, curtiendo al adversario con la mirada. En las dos mesas largas, las vacas sin alma se terminaban de transformar en negocios afortunados y en bofetadas oportunas para trazar las jerarquías. Cigarrillos cortos en la boca, una danza algo tensa de gestos y de sombreros declinantes. Se bebía y comía en medio de una espesa y peligrosa asimetría.
Dos hombres más bien tristes tocaban sus tambores al fondo de esa nave que crecía en cada golpe de vista. Había caballos que no se percibían, muertes antiguas que colgaban de las paredes, la risa exagerada de un gaucho fanfarrón, la mirada severa de un inglés que exigía mejores acabados; velas y candelabros que alumbraban la dureza de ese comercio. Había una fiesta secreta por esos cueros rígidos ya robados. Los combates mercantiles por el botín se repetían sin pausa, en un follaje de voces, regateos y de gritos sin alarma.
Afuera, las embarcaciones se replegaban en las orillas para resguardarse mejor de las oscilaciones lunares.
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MONTEVIDEO (2015)
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Se me ocurrió de golpe que lo veía por última vez… no volvería a presentir los fantasmas de viejos capitanes merodeando en el puerto por las madrugadas, retando con una sonrisa discreta a los vientos que venían del océano más recóndito y que iban a morir en avenidas con nombres de países lejanos y de próceres del siglo XIX.
Se me ocurrió que jamás volvería a escuchar, con avidez distraída, esas charlas y chismes en voz alta, a veces tan fugaces, que se decían de un asiento a otro en el transporte que me llevaba en las mañanas de Reducto a Ciudad Vieja.
Palabras que más bien se referían a vestidos comprados en alguna tienda en Tres Cruces, monólogos de infancias o de adolescencias ya destruidas que venían de Rocha y de Tacuarembó, fugas de agua que se tapaban con cartones, olores putrefactos que salían de una pizzería y que se impregnaban en las cortinas de los vecinos; un cementerio de violines rotos en la casa de un músico que había muerto el verano anterior.
Se me ocurrió de golpe que esa ciudad tarde o temprano iba a naufragar en mi memoria y que sus aromas se desvanecerían lentamente en la sucesión de mis rostros agrietados en el espejo.
Perdería para siempre la mañana del primer día de enero de 2003 y en la que crucé esa ciudad desierta y magnífica en una bicicleta mientras el sol me iba tostando poco a poco en su disputa eterna con el viento.
Perdería también esas primeras impresiones de un Montevideo sucio, a caballo, cartonero, golpeado por la crisis, inagotable, exiliado de ciertas bellezas de ciudades más tiranas y cosmopolitas, pero sitiado en su cataclismo solar de plátanos, paraísos y fresnos.
Perdería un río ajeno, conversaciones altisonantes que justificaban la existencia de la primavera en cada uno de nosotros; cinco o seis tardes con el sol declinando en la playa Ramírez y en las que tuve la sensación ridícula de haber domado un poco al infierno de la vida.
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Gustavo Ogarrio Badillo es cronista, narrador y poeta. Profesor del Colegio de Estudios Latinoamericanos (FFyL / UNAM). Sus temas de investigación se refieren al género de la crónica y sus estrategias de representación de la historia de América Latina, a las narrativas políticas tanto del siglo XIX latinoamericano (el melodrama literario) como de las últimas décadas (las narrativas de la transición a la democracia y de las violencias neoliberales), además del análisis y comprensión de la obra de Juan Carlos Onetti. En los últimos años ha trabajado sobre las estrategias de enseñanza de las literaturas latinoamericanas en perspectiva interdisciplinaria. Ha sido profesor invitado e impartido cursos en la Universidad Nacional de Costa Rica, College of Charleston, el Instituto Mora, York University (Toronto, Canadá), Universitat de Barcelona, CLACSO-Argentina, entre otros. Sus últimos libros publicados son: La mirada de los estropeados, FCE, 2010; Breve historia de la transición y el olvido, CIALC / UNAM, 2012; Bajo la misma noche. Ensayos políticos sobre literatura latinoamericana, FFyL / UNAM, 2014; Nunca seremos poetas, UNAM, 2018; Ningún país es mi país, Silla vacía, 2020; ¿En qué país estamos, Agripina?, Nitro Press, 2020. En 2021 publicó, en coautoría con el Dr. Horacio Cerutti-Guldberg, el libro Cuando todo era posible. Entre los populismos clásicos (1934-1955) y la escena contemporánea, CIALC / UNAM.