ISSN 2692-3912

México

Espejo de extravío

Botellas rotas en lugar

de ojos, la ciudad nos mira

a cada paso, flores

de fisuras nos ofrece

y todos huyen por las grietas.

En la calle sólo vagan

los que no hallan su casa y al mirarme

algo preguntan a la niebla.

 

*

 

Como caerse de sí mismo,

vine: la ciudad

en fuga de su cuerpo, ajena

al ombligo de la luna

y nudo de fronteras

cada calle, sin embargo

aún espejo de extravío, hogar

del que huye de sí mismo, incluso

espacio errante al sino de mis pasos.

 

*

 

Café de azar en cada puerta

y pan de ajenjo, la ciudad

iba a tientas por la calle, daba

un extraño a cada espejo, aún

despierta en ruinas cada día

y las ciudades fantasma cada noche

me habitaban, no sé cómo

llegar a México es salir

del ser que somos: en mis pasos

oigo siempre el eco de otros pasos.

 

Errante raíz

De ajenjo un caracol

en vez de pregunta

daba el padre, en sesgo

por mi sangre

en otras venas vino

a resonar, en la angostura

suben los caballos por el río, no son

viga al naufragio de mi voz.

 

*

 

En este vaso tu respuesta

se curva contra sí, la casa

en espejo sobre el agua

daba cobras a la tarde, octubre

recala siempre en otro siglo

y en tu trenza de fronteras

un vaso de sed me respondía.

 

*

 

Nublados por el yerro y la sequía

no vieron la dorada

transparencia; errante

raíz, a la caverna

ataron el sueño del que ahora

taja el mecate de sus muertos; da,

contra sí, a las vértebras del verso

un silencio de sombras y extravío.

 

*

 

Ni canto de isla ni cantar, la casa

halla muros en la pira, los caballos

no eran sino puente, fuga

de navajas en mi sangre, te sabía

errante en la fijeza de mis días,

azogue en los vasos de mi carne, azar

donde el hacha duda de su canto y luego

la ciudad donde mis pasos eran de otro.

 

 

El canto de la sed

Abre en sí la puerta

y sale de su nombre,

el sol no brega ni

el caballo cruza el día,

la lluvia en mi desierto

no da vid, nos erosiona

el canto de la sed, en ti

estoy fuera de mis venas.

 

*

 

No hay regreso, a la raíz

llegan mis cenizas

pese al río, no cruzan

a caballo los vitrales, ni

albas de turquesa a bayas

dan caída, en el mezquite

son la savia que taja de raíz.

 

*

 

Ara y no halla tierra

donde tierra sea

ni siquiera es tumba

de sí mismo; en fuga

al filo del sería, pernocta

a orillas del ser, no dice:

arde en su voz y se deslíe.

 

Felipe Vázquez ha publicado tres libros de poesía: Tokonoma (1997), Signo a-signo (2001) y El naufragio vertical (2017); cuatro de crítica literaria: Archipiélago de signos. Ensayos de literatura mexicana (1999), Juan José Arreola: la tragedia de lo imposible (2003), Rulfo y Arreola: desde los márgenes del texto (2010) y Cazadores de invisible (2013); y dos de varia invención: De apocrypha ratio (1997) y Vitrina del anticuario (1998). Obtuvo el Premio Nacional de Poesía CREA en 1987, el Premio Universitario de Poesía (unam) en 1988, el Premio Nacional de Poesía Miguel N. Lira en 1991, el Premio Nacional de Poesía Gilberto Owen en 1999 y el Premio Nacional de Ensayo Literario José Revueltas en 2002.