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Los teatros en la ruta de Cortés

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Si hablamos de cartografía, hablemos del surgimiento del edificio teatral en América, una historia que en realidad nos propone una doble lectura. No será un recorrido exhaustivo, pero espero ilustre los caminos que el teatro profesional español recorrió para instaurarse en el Caribe y en México, antes de que lo mismo ocurriera en Sudamérica y en los Estados Unidos, las otras dos rutas de introducción del teatro en América. No omitimos la influencia del teatro de evangelización y de las propias tradiciones autóctonas en la conformación de nuestros teatros nacionales, pero nos interesa concentrarnos en la tradición instaurada a través del edificio teatral.

Fue en La Española (hoy República Dominicana) donde se llevaron a cabo las primeras representaciones teatrales españolas, a principios del s.XVI, pero los primeros corrales de comedias se establecieron en la Ciudad de México en los inicios de la Colonia. El más antiguo, sin embargo, se conserva en Puebla: el corral llamado actualmente “Gregorio de Gante”, en Tecali de Herrera, que según se cuenta fue construido elrededor de 1540 y aún se emplea para representaciones. Lo importante, en este caso, es identificar el momento en que la población comienza a observar al teatro como un componente de la arquitectura urbana. Los corrales son, por lo general, edificaciones en el interior de una casa que se componen por un patio central, un piso elevado de balconería y un escenario frontal. A diferencia de lo que ocurre con los espectáluos religiosos y cívicos realizados en las plazas públicas, los corrales popularizan las funciones privadas y, por tanto, la profesionalización del teatro para disfrute de criollos y mestizos.

Durante el s. XVII aparecen y desaparecen corrales y coliseos (que así empiezan a llamarse), casi siempre por el cambio de giro del inmueble o por los estragos del fuego, enemigo mortal de los teatros de madera. También surgen las primeras compañías estables (estrictamente españolas), como la del Hospital Real de Naturales, fundada en 1672.

Tenemos que remontarnos a 1753 para consignar la inauguración del primer teatro de América, el Nuevo Coliseo de la Ciudad de México, así llamado porque sustitúa al viejo edificio de madera que funcionó por 30 años. Durante 178 años abrió sus puertas este inmueble, bautizado después como Teatro Principal, hasta que un incendio lo destruyó en 1931, al final de una función encabezada por Joaquín Pardavé. Hay que decir que el Nuevo Coliseo o Teatro Principal no fue sino el primero de una serie de teatros que definirían el estilo de la nueva comedia y el género musical, que comenzaban a popularizarse en la América española.

Hago un somero recuento de algunos de los principales teatros construidos entre fines del XVIII y el siglo XIX, sólo para establecer los ejes de nuestro argumento. Por eso volvemos a Puebla, donde en 1761 se inaugura el Teatro Principal, el más antiguo de los que aún existen y funcionan como tal; de allí vamos a Guanajuato para constatar la apertura en 1788 del Corral de Comedias que más tarde será rebautizado como Teatro Principal (aún existente, aunque modificado); a Mérida donde en 1806 abre el teatro San Carlos (en el mismo predio donde más tarde se asentará el Peón Contreras); a Campeche donde en 1834 se inaugura un teatro de estilo neoclásico que lleva el nombre de la ciudad (actualmente rebautizado como “Francisco de Paula Toro)”, y finalmente a Veracruz, que el mismo año inaugura su Teatro Principal. En Cuba, mientras tanto, se desata una ola edificadora que permite la apertura de los teatros Tacón, en 1838; el Principal, de Camagüey, en 1847; el Sauto de Matanzas, en 1863; y el Irijoa de La Habana (hoy Teatro Martí), inaugurado en 1884. Volviendo a México, cabe consignar también la construcción del teatro Ocampo de Morelia, entre 1828 y 29; la inauguración del teatro de Iturbide en la ciudad de Querétaro (hoy Teatro de la República), en 1852; y el Degollado de Guadalajara, cuya función inaugural tuvo lugar en 1866.

Los datos anteriores nos sirven para identificar un mapa, pero sobre todo una ruta comercial: la ruta comercial del teatro.

Desde que esta disciplina se instauró en América como espectáculo profesional, el negocio estuvo siempre en manos de los españoles, que viajaban al continente para realizar largas temporadas; el teatro criollo o mestizo no gozaba de prestigio y se demandaba entonces la presencia de los profesionales de la península, que arrastraban la fama del gran teatro que se hacía por entonces en la madre patria. Manuel Mañón afirma que el primer actor español instalado en México fue “un tal Navijo”, llegado en 1595, y desde entonces se estableció la costumbre de fijar elencos encabezados por actores migrantes. Viajar al continente resultaba muy caro para las compañías establecidas en la península, por eso la construcción de teatros en la ruta de los viajes a la América constituyó una estrategia magistral para permitir la rentabilidad de obras y compañías.

Desde el siglo XVII y hasta bien entrado el XX, la actividad teatral estuvo dominada por las compañías españolas que emprendían viajes trasatlánticos de muchos meses, a veces de años, instalándose primero en Santiago de Cuba, para realizar después temporadas en Matanzas, Camagüey y La Habana, antes de emprender el viaje a México por la ruta de Mérida, Campeche, Veracruz, Puebla y la Ciudad de México, que constituía la parada culminante para las agrupaciones artísticas. Aunque no era tan frecuente, a veces las compañías seguían la ruta hacia el norte haciendo base en Querétaro, Guanajuato, Morelia y Guadalajara. La permanencia en cada teatro y ciudad dependía del éxito y el tamaño del repertorio de la compañía, aunque de una u otra forma la renta mínima estaba garantizada por el acuerdo de presentación en cada una de las sedes, también manejadas por empresarios españoles.

Propongo concentrar un momento la mirada en este mapa y en esta segunda ruta de Cortés para identificar la forma en que se consolidó esta específica conquista cultural que ha dado forma al teatro hispanoamericano. Resulta sorprendente su fuerza y penetración, al grado de que todavía un siglo después de consumada la Independiencia, en algunos teatros se exigía a los actores el ceceo español.

Cierro con una anécdota leída en Olavarría o en Reyes de la Maza, que podría explicar aquella dependiencia teatral: en 1827 se emitió el decreto de expulsión de los españoles en México y los teatros se desplomaron luego de que artistas españoles que habían fijado su residencia en nuestro país tuvieron que refugiarse en Cuba o volver a Europa. Durante dos o tres años fue imposible contar con los elencos profesionales a los que el público estaba acostumbrado; los actores mexicanos eran rechazados por su falta de experiencia y fatal pronunciación. Ni siquiera los esfuerzos de Lucas Alamán por encargar la conformación de una compañía mexicana profesional acallaron las críticas, de tal forma que el presidente Bustamante tuvo que emitir otro decreto de excepción para que los artistas teatrales españoles pudiesen trabajar en México. A partir de entonces, los teatros volvieron a llenarse de malinchistas.

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Referencias

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10 teatros históricos en Cuba, recuperado en https://www.excelenciascuba.com/noticia/10-teatros-historicos-de-cuba
Mañón, M. (1932), Historia del Teatro Principal, 1753-1931, México, Ed. Cultura.
Moncada, LM. (2010) Diccionario histórico del teatro en México (1900-1950), recuperado en: http://reliquiasideologicas.blogspot.com/search/label/Diccionario%20Histórico%20del%20Teatro%20en%20México%201900-1950
Recchia, G. (1993), Espacio teatral en la Ciudad de México, siglos XVI-XVIII, México, Citru-INBA.
Terán Bonilla, J. El corral de comedias en Tecali de Herrera. Recuperado en:  http://www.revistas.unam.mx/index.php/bitacora/article/download/25191/23679

 

 

 

Luis Mario Moncada (Hermosillo, Sonora, 1963). Dramaturgo, actor, docente, investigador y gestor cultural. Egresado con mención honorífica de la Licenciatura en Literatura Dramática y Teatro de la UNAM. Ha estrenado 35 obras y adaptaciones, así como cuatro series televisivas que, en conjunto, le han valido más de 20 premios nacionales e internacionales, entre ellos la nominación al Premio Emmy Internacional 2010, y el Premio de dramaturgia “Juan Ruiz de Alarcón” 2012. Algunas de sus obras han sido traducidas al inglés, portugués, alemán, francés e italiano, y se han presentado en escenarios y festivales internacionales como el Festival Iberoamericano de Cádiz, el Festival de Manizales, el Grec de Barcelona, el Festival de las Américas de Montreal, el mítico teatro La Mamma de Nueva York, y el World Shakespeare Festival, realizado en el marco de las Olimpiadas de Londres 2012.

Como investigador ha escrito Así pasan, Efemérides teatrales 1900-2000Diccionario Histórico del Teatro en México (1900-1950) y artículos en revistas especializadas, además de fundar y dirigir Documenta Citru (1995-97), revista especializada en investigación teatral. En 2006 participó en la fundación del portal dramaturgiamexicana.com del que fue su primer director y que a la fecha aglutina a un centenar de autores.

Ha sido titular del Centro de Investigación Teatral “Rodolfo Usigli” (CITRU), del Centro Cultural Helénico, así como coordinador del Colegio de Teatro de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. La Semana Internacional de Dramaturgia Contemporánea, que fundó junto con Boris Schoemann en 2002, es el evento en su tipo más longevo de México. También fundó y delineó el Premio Nacional de Dramaturgia Joven “Gerardo Mancebo del Castillo”, que al momento acumula más de diez ediciones. Actualmente es director artístico de la Compañía Titular de Teatro de la Universidad Veracruzana.

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