Texto reproducido de la revista
Horizonte Independiente
Columna literaria
9.12.2023
Editora: Rosana de la Viuda
Autor: desconocido
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Habiendo llegado a mi poder, de la manera más insólita, un manuscrito encontrado por un miembro del servicio de habitaciones de un hotel, me siento con la obligación moral de compartirlo en público ya que ese era el destino pensado por su autor, al que se dio por desaparecido y del cual no se sabe su identidad. Su nombre y su documentación se concluyeron falsos. En su habitación había papel de aluminio por todas partes y el detector de humos estaba cubierto. Se piensa que el manuscrito quizás se tratase del borrador del delirio de un cuadro sicótico provocado, un relato breve, o una confesión desesperada. Sea lo que sea, tanto yo como mi círculo de amistades, lo encontramos con alto valor creativo y reflexivo y por esta razón decido publicarlo en esta revista. A continuación, transcribo una versión exacta de la original:
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“¿Dónde está mi ser?”
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– En la habitación del hotel –
Colgué el letrero que dice “no molestar”. Por fin una mínima sensación de alivio. El plateado de la bolsa me hizo suspirar, y dejé que fuera el plateado el que me guiase hasta la noche. No recuerdo mucho. Al día siguiente cuando amanecí, tumbado, intentando respirar, mi mente se quedó atrapada en el blanco del techó. Cuando conseguí llegar al baño, volví a sentir que el suelo perdía su solidez. Me miré en el espejo y el contorno de mi imagen empezó a esfumarse. Apoyé el peso de mi cuerpo en el lavabo, cerré los ojos y mi cerebro dio un vuelco- como lo hace el estómago con el paso de un desnivel en el coche. Y lo terrible era que me sentía deslizar por el blanco del lavabo y como si mi ser chorrease entre el blanco de los azulejos. Lo detestaba. No iba a volver a pasar. Cogí el pañuelo negro y cubrí el espejo. ¿Dónde estaba mi ser? ¿Estaba existiendo? ¿Podía alguien ver mi ser cuando no estaba haciendo nada por terminar aquella injusticia de la que todos éramos cómplices- con aquellas masacres? ¿Cómo podía beber ese agua sin más? Pues como los demás, me dije- sin pensar. Sin pensar en que ese agua contenía la sangre de las masacres, de nuestras civilizadas, democráticas, libres masacres llenas de valores. Y era inevitable porque cuando hay tanta sangre en la tierra, y se evapora, se condensa y finalmente es llovida. Y nos llueve encima, y se convierte en nuestro agua. Esa era la verdad. Todo el mundo conoce el fenómeno de la lluvia y cómo puede venir de un desierto lejano conteniendo arena, y por eso a veces es anaranjada. Y además de sangre ese agua estaba llena de mentira. Más que agua era una mentira en agua, con sangre. ¿Y dónde estaba mi ser? Estaba detrás de la mentira, había sido uno de ellos, ‘lobos’, los que hacían las masacres. Mis manos también estaban manchadas de sangre. Tenía que revelar la verdad. Y con la verdad- la sangre. Iría al matadero y encargaría litros de sangre. Y sí, tenía que ser de matadero, no ficticia, sangre viva, en contacto con el tiempo, con la vida, ese tiempo y esa vida que estábamos, robando a esos cuerpos y esas almas que nunca llegarían a ser lo que algo divido ideó para ellas. Tenía que ser sangre que viviera, que se transforme, que transmutase, hasta llenar todo con nauseas.
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– Después de una semana –
Cuando esperaba el ascensor pasó la asistente del servicio de habitaciones. Le di la espalda. Me estaba mirando, lo sentía. Eso era lo que me mataba. Y me mataba porque la mirada del ‘otro’ no me permitía ser, me definía, me limitaba como el individuo con aquella extraña enfermedad. Me rechazaba, como si los demás no fueran diferentes, o como si no fuéramos todos iguales, como si no estuviéramos interconectados, como si no fuéramos todos parte de todos y formásemos una unidad. Su falta de consciencia les hacía sentir como si su ser hubiera sido fijado por una fuerza divina. La chica miraba el reloj y contaba las toallas y sábanas del carrito como si alguien la persiguiera. Giró la cabeza. Volví la mirada otra vez. Percibí un silencio como una pelota lanzada contra la nuca. En la simultaneidad de sus pensamientos algo le dijo que aquello era extraño: ‘¿qué hacía un niño solo en el pasillo tanto tiempo?’ Le di unos segundos. Noté como se fue y una compañera la relevaba. La compañera se puso a la tarea, cogió sus toallas y sábanas y se dirigió a mi habitación. Un trabajo que se había repetido durante quizás años; expectativas en un guion fijo, movimientos automatizados, tiempo sincronizado, secuencia de habitaciones, empuje de carrito, temperatura de la llave, el peso de la puerta, el baño en frente, ella en el espejo, segundos de paz, descanso en su imagen. Pero no hoy. Hoy se iba a encontrar empujada al vacío, no iba a ver su imagen, iba a desaparecer en la negra nada. La nada con golpe en la frente y susto, y vuelco, tirón de pies, ¡abajo! colada en el agujero colgado. ¡Negro! -¡no hay espejo! ¡agujero! Se creería desaparecer en el infinito, en el negro del pañuelo del espejo. Y ahí es donde estaba mi ser con mi cuerpo y con la sangre de los ‘otros’, de los que todos bebemos hoy.
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– La cena con ella en el restaurante del hotel-
Le puse el vestido azul de seda, en el restaurante hacía calor, hoy tomaríamos rollitos de primavera con té verde. Nos quedamos sentados en la cama unos minutos. Íbamos a salir por primera vez juntos. La cogí de la mano y bajamos. La senté con cuidado para que no se escurriera. Sentía las miradas otra vez, pero esta noche no me afectaban ¿No estaba haciendo lo mismo que el resto? Yo también quería la cercanía de otro cuerpo, relacionarme con él, tocarlo, ver mi ser reflejado en sus ojos, aunque estos ojos no se moverían nunca.
-El filtraje-
Estaba harto de que mi vida fuera una queja improductiva, una vida enclaustrada en la soledad de la incomprensión e incomunicación. Aquella noche escribiría el resto de mi confesión que culminaría en la revelación de la verdad; la explicación de cómo funcionaba todo. La revelación sería proyectada en un suelo cubierto de sangre putrefacta. El mensaje incluía información confidencial del Departamento de Defensa de las Repúblicas Libertarias, y estaría firmado con ‘Whistleblower’. Mi confesión quedaría completa, me dejaría ver y me sentiría vivo, sentiría mi ser. No temería la muerte ya.
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-El hombre de la extraña enfermedad-
Así es como recompuse la versión final de su confesión. Así imaginé qué sintió y pensó aquel hombre de la extraña enfermedad durante aquellas raras semanas en el hotel. Si él supiera que fui yo la que dio el aviso del papel de aluminio y por eso le pusieron en la lista de ‘Huéspedes non gratos’…Pero no tengo remordimientos, no podíamos correr un riesgo así. En tan poco tiempo ese hombre sufrió muchos cambios; pude notar un antes y un después del pañuelo en el espejo, de la cena con su muñeca en el restaurante, de la nota introductoria al filtraje. Ese hombre vino roto y de algún modo la revelación del filtraje le hizo sentir sólido. Pero ese filtraje me parecía de alguna manera como un acto de adolescente rebelde. No sé si era mi manera de justificar mi decisión de no entregarlo, pero ¿quién sabe lo que hubiera podido provocar? No iba a entregarlo, aunque ese era el propósito de su escrito y la conclusión de todo lo que pasó por su cabeza, y aunque yo vi todos los bocetos de lobos y corderos, los borradores, la ropa de su muñeca… Sentía la conexión y una cierta obligación, pero lo mejor era proyectar otro tipo de mensaje, que consiguiera el efecto que él quería, pero un mensaje de unión, la unión era la clave. Necesitábamos entender que formábamos parte de una unidad mucho más poderosa que los creadores de las masacres y que nuestra unión las pararía.
Rosana de la Viuda nació en Madrid y ha vivido en Dublín, Ámsterdam y Paris antes de mudarse a Copenhague donde estudia Filología hispánica en la Universidad de Copenhague. Ha escrito diferentes relatos breves, entre ellos, Copenhague para niños (2017) y De camino a casa (2018) y ha realizado ilustraciones para cuentos y material didáctico como Little Red Bear and Big Blond Bear (2014), Microrrelatos (2015), y The Catcher in the Rye (2015). En este momento imparte clases de español para adultos.
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