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“Soy una mujer normal de Long Beach. La que triunfó en un mundo de hombres,” así es como empieza la famosa cantante ranchera, Jenni Rivera, en su autobiografía titulada Inquebrantable: Mi Historia a Mi Manera. En su obra, Jenni nos comparte experiencias de su vida y relata sobre los obstáculos que había enfrentado como mujer en diferentes aspectos. Por ejemplo, ella habla especialmente sobre sus luchas como esposa, madre, cantante y artista femenina y latina. El concepto del feminismo es algo muy importante para ella y es evidente que su meta en esta obra es abrirse vulnerablemente para inspirar a otras mujeres y promover el feminismo. Es por eso que en este ensayo, me enfocaré en ese tema central y como ella ha logrado luchar en contra de los estereotipos de las mujeres a través de su carrera. Además, nos enfocaremos en el legado e impacto que ha dejado hasta hoy en día como una mujer mexicoamericana.
Originalmente nombrada Dolores Janney Rivera Saavedra, Jenni nació el 2 de julio del año 1969 en Long Beach, California. Ella fue la primera hija que tuvieron sus padres Pedro y Rosa Rivera en los Estados Unidos, ya que habían emigrado de México durante el tiempo que estaba embarazada Rosa. En la autobiografía, Jenni nos comparte que su madre trató de abortar al principio porque sus padres, necesitaban ahorrar dinero para mantener a Pablo y Gustavo, los dos hijos que ya tenían. Sin embargo, como dice el dicho, “Dios siempre tiene planes más grandes” y Jenni entró al mundo para cambiar las vidas de muchas personas.
Siendo la única hija por mucho tiempo y rodeada de hombres, sus hermanos le enseñaron desde muy chica cómo defenderse y tener un carácter fuerte para no dejar que nadie se metiera con ella. En su obra, ella describe que viviendo en los barrios de Long Beach no era fácil porque uno siempre tenía que cuidarse la espalda, especialmente siendo una muchacha joven porque era susceptibles al acoso sexual y la violación. Por ejemplo, en la autobiografía, ella relata una de sus primeras experiencias de acoso sexual y menciona, “Cuando estaba en el primer grado, Arturo, el niño que me gustaba, me preguntó si estaba bien si me metía la mano por debajo del vestido” (p. 13). Luego explica que después de eso, decidió convertirse en un “tomboy” para tratar de parecerse más masculina y protegerse. Incluso, ella menciona que tenía que mantener ese carácter fuerte y casi ocultar su identidad como mujer porque cuando les platicó a sus hermanos sobre lo sucedido, ellos le dijeron, “Si vamos a oír rumores, es mejor que sea que te los madreaste — ¡Lo que les diste una patada en los huevos! — me advirtieron —. ¡Y no te atrevas a venir llorando a casa, tampoco!” (p. 14). Como resultado, sus hermanos y padre eran muy duros con ella y se ganó en el barrio la reputación de “la niña que se madreaba a los niños”.
A pesar de que era peleonera, Jenni era una buena estudiante con mucha capacidad y sus maestros siempre la motivaban para salir adelante. Cuando estaba a punto de terminar la secundaria, decidió que ya no quería meterse en peleas que no valían la pena y empezó a enfocarse más en sus estudios. También notaba lo duro que trabajaban sus padres para darles a ella y a sus hermanos lo suficiente para un futuro mejor. Es por eso que le inculcaron el valor de la educación. Jenni explica que su madre en especial “quería que usara mi cerebro; sabía que su hija podía ser doctora, abogada, profesora, cualquier cosa que me diera un certificado o un título” (p. 20). También las palabras de su padre se mantuvieron muy firmes en su mente siempre, “hagas lo que hagas, mija, tienes que ser la mejor. Sé diferente a todos. Destácate” (p. 21). Aunque su meta era cumplir con los deseos y expectativas de sus padres, la vida le puso pruebas difíciles para llegar a ese punto. Como ella dice en su autobiografía, “cuando pasamos por experiencias difíciles, pruebas o tribulaciones, es porque Dios sabe que las podemos superar” (p. 81). En el año 1982, conoció a su primer amor llamado Trinidad, o mejor conocido como “Trino”, quien marcaría su vida para siempre. Jenni tenía trece años y en ese entonces Trino tenía diecinueve. Se conocieron en el trabajo de Trino, donde era cajero para un restaurante de comida rápida. Jenni y sus amigas entraron un día durante ese verano e inmediatamente, Trino estuvo muy interesado en ella. Le empezó a cortejar y aunque los papás de Jenni no querían que tuviera novio o que saliera con chicos hasta los quince años, ella veía a Trino a escondidas. Cuando cumplió catorce años, Trino trató de estar más involucrado con su familia para empezar una relación cordial con ellos y quedar bien para cuando pidiera permiso oficialmente a sus padres. Primero, se convirtió en el amigo de su hermano Gustavo y de allí tuvo más confianza con los demás.
El 2 de julio del año 1984, Jenni cumplió sus quince años. Ese mismo día ella y Trino les dijeron a sus papás sobre su amor, y Trino les pidió oficialmente por su bendición. Al principio sus padres estaban totalmente sorprendidos, pero al final de cuentas, les dieron la bendición y se hicieron novios. Jenni pensaba que estaba muy enamorada de él y como era su primera relación, confiaba mucho en él y en sus palabras. Tanto que después de unos meses de estar juntos, quedó embarazada y es cuando todo cambió totalmente. En su relato, Jenni explica, “Como era costumbre en una familia tradicional como la mía, yo no iba a poder vivir en esa casa estando embarazada. Tendría que vivir con Trino y nos tendríamos que casar” (p. 40). Esto refleja las costumbres antiguas que la mayoría de las mujeres tenían que respetar, y como faltaba el apoyo de los padres, quienes eran las cabezas de la casa, Jenni tuvo que madurar en ese momento y rehacer su vida.
Además, como ella había adaptado la mentalidad de ser una guerrera fuerte e inquebrantable, ella explica que cuando los problemas surgieron entre ella y Trino, trataba de pensar en eso, diciendo, “en mi familia siempre me llamaban ‘inquebrantable’, y nunca quise romper esa imagen de mi mísma… en el exterior mantuve mi cabeza en alto y mi imagen de chingona… pero por dentro me estaba muriendo” (p. 44). Las cosas se pusieron peores entre Trino y ella con cada día que pasaba. Después de casarse, Trino cambió totalmente con ella y se convirtió en un hombre tóxico, violento, abusador, y demasiado machista. Por ejemplo, al principio no la dejaba ir a la escuela con la excusa de que “ninguna mujer suya iba a seguir asistiendo a la escuela… quería que me diera de baja y me quedara en casa y fuera toda una ama de casa” (p. 42). Aquí notamos de nuevo esas costumbres conservadoras en donde degradan a las mujeres y sus capacidades, pero lo significativo es que Jenni no se dejó y siguió insistiendo hasta que después de varias peleas físicas entre ambos, pudo ir a una escuela de continuación.
Esa mentalidad de no dejarse ceder era muy importante para que Jenni enfrentara cada siguiente obstáculo con valor y fortaleza aunque la mayoría del tiempo era demasiado difícil. Ella explica la razón por la cual soportó muchísimo porque ella quería “estar con él y hacer que funcionara nuestra relación para el bien de mi hija, y por la creencia anticuada de que debía de estar con la misma persona por el resto de mi vida al igual que mi madre” (p. 45). Era evidente que su familia, especialmente sus padres y sus ejemplos, fueron muy influyentes en su vida. Ella pensaba que tenía que aguantar lo que experimentaba con su marido porque eso era lo que aprendió de sus padres. Es por eso que a través de experiencias como estas, las mujeres pueden aprender la importancia de valorarse más ellas mismas y no dejar que ningún hombre trate de controlarlas ni impedir sus metas que quieran lograr. Jenni sabía que tenía que salir adelante para el bien de su hija, así que empezó a ir a la escuela y luego consiguió trabajo como cajera para una tienda de videos.
Después de un intento de suicidio y llegar casi al borde de la muerte, Jenni decidió dejar a Trino definitivamente y para su salud y salud mental, fue ingresada a un centro de rehabilitación en donde encontró a Dios. Su fe fue otro aspecto muy importante para que ella pudiera salir adelante. No fue nada fácil, y aunque hubo momentos en donde volvía darle oportunidades a Trino, ella seguía luchando y logrando sus metas para poder mantener a los tres hijos que acabó teniendo con él: Janney (“Chiquis”), Jacquie, y Michael. Al terminar la preparatoria, recibió una beca para estudiar en el colegio de Long Beach City, donde se graduó con un título en administración de negocios. Cómo aprendió a ser muy trabajadora a través de sus padres, también había empezado a buscar empleos en donde pagaban una buena cantidad de dinero. Descubrió oportunidades en bienes raíces y en 1990, inició su carrera como agente de bienes raíces por una compañía privada en Long Beach. Con eso, ella pudo lograr comprarse una casa propia para darles un hogar a sus hijos.
La música también fue otro aspecto muy importante en la vida de Jenni. Desde niña, a ella le gustaba cantar y hacer espectáculos para su familia. Su padre era su admirador más grande y siempre soñaba con la esperanza de que Jenni se realizara como una gran artista. Sin embargo, no fue hasta después de más de diez años, cuando tuvo la edad de 22, ella decidió a reintentar una carrera musical. Empezó trabajando medio tiempo en la disquera de su papá y como regalo del día del padre, Jenni grabó un disco para él. Al estar muy emocionado y seguro de que el mundo se enamorara con su talento, mandó su disco a la disquera de un amigo y de allí la contrataron para formar parte de la disquera. Aunque fue contratada, su camino hacia la fama fue muy difícil. Ella explica, “no querían tocar mis canciones en la radio porque me negaba a ser la típica cantante latina… en la comunidad latina, las cantantes femeninas tenían que ser hermosas y flacas, y su música sin sentido” (p. 2). Con su carácter fuerte y su forma de ser, Jenni fue muy clara en sus intenciones al estar involucrada en la industria musical. Lo que trata de explicarle a su audiencia es la importancia de mantenerse auténtica y genuina en todos los aspectos. Era importante demostrarle al mundo que siendo simplemente ella misma era suficiente para convertirse en una estrella. Por ejemplo, ella explica que “quería triunfar a base de mi talento o no triunfar en absoluto” (p.2). Incluso, también es significativo mencionar que en ese tiempo no había mujeres cantando narcocorridos ni música regional mexicana tan pesada y la gente decía que “las mujeres no éramos suficientemente fuertes o auténticas para cantar sobre el mundo peligroso” (p. 2). Aunque los sellos discográficos pensaban eso, Jenni estaba dispuesta a romper esos estereotipos y quería demostrarle a los demás que sí era capaz de cantar sobre lo que ella quisiera. Por eso escribió canciones como “La Chacalosa” y “Las Malandrinas” para empoderar a las mujeres y atraer atención al feminismo. Especialmente, Jenni quería dejar como mensaje que las mujeres son capaces de las mismas cosas que hacen los hombres. Pueden hacer sus propios negocios, hacer su propio dinero, ser independientes, etc. Además, en su obra, ella explica que sentía que su propósito era “ser una peleonera que no discriminaba a nadie por su sexo, raza o religión y que creía en la igualdad de oportunidades” (p. 14). Era evidente que, aunque tenía que luchar por muchos años y ser paciente en el proceso, ella se dio cuenta de la importancia de ser esa voz para futuras generaciones.
Poco a poco su base de admiradores empezó a crecer tras los años y sus reconocimientos en los premios musicales. Después de que salió su álbum Parrandera, Rebelde y Atrevida en 2005 en los Estados Unidos y México, empezó a ser reconocida como “La Diva de La Banda” y ganó por novena vez el premio del Artista del Año en Música Regional Mexicano de “Premios lo Nuestro”. Desde allí el resto es historia. Según en el ensayo de Yessica García-Hernández, una profesora de la Universidad de California San Diego, Jenni Rivera era “la primera mujer en popularizar internacionalmente la música regional mexicana” y fue la primera artista latina que “logró llenar algunos de los teatros y arenas más grandes, como Staples Center, Nokia Theater, y Teatro Gibson” (2). Antes de que falleciera en el 2012, Jenni también logró vender más de quince millones de discos a nivel mundial. Su música resonaba con muchísimas mujeres de diferentes historias, resultando en una base de admiradores diversos. Como sus canciones hablaban de sus dificultades en el amor, las críticas que recibía por estar sobrepeso, y el abuso que experimentaba, muchas mujeres podrían identificarse mucho con ella ya que eso eran cosas muy corrientes en la comunidad latina.
García-Hernández también explica que las canciones de Jenni sirven como “pedagogías sónicas en donde sus admiradores escuchan sus canciones como forma de aprendizaje para sobrellevar los obstáculos que están enfrentando en sus vidas” (3). También lo usan como una forma de esperanza porque al ver que ella pudo lograr superar cosas muy difíciles en su vida, les ayuda tener una mentalidad positiva y les ayuda a creer en sí mismos para salir adelante. Además, a través de unas entrevistas que hizo García-Hernández con admiradores de Jenni, descubrió que su música también ha ayudado a “promover solidaridad entre mujeres” (3). Algunas se han convertido más expresivas y dispuestas a colaborar con otras mujeres para atraer más atención a temas importantes para la comunidad de mujeres latinas. Al mismo tiempo, gracias la historia y el talento de Jenni, ayudó a unir y profundizar relaciones más personales, entre madre e hija, hermanas, amigas íntimas, primas, tía y sobrina, etc. Sus obras han ayudado a que mujeres puedan tener conversaciones entre ellas mismas sobre sus propias experiencias y luchas con el amor, la violencia doméstica, abuso o acoso sexual y con sus propias imágenes.
Sin duda alguna, Jenni Rivera es un ícono femenino y un gran modelo para seguir para mujeres latinas. Su historia y su talento han influido las vidas de millones de mujeres alrededor del mundo y su legado sigue siendo muy importante para futuras generaciones. Ella ha contribuido al avance de artistas latinas en la industria musical y sirve como ejemplo de no someterse al machismo. Ella nos enseña a apreciar nuestra forma de ser y todos nuestros talentos que tenemos que ofrecerle al mundo. Ser una misma y seguir nuestros sueños es lo más auténtico que uno puede ser, y sobre todo, tener la mentalidad de no rendirse es sumamente importante. Finalmente, Jenni nos ha enseñado a ser guerreros y guerreras inquebrantables.
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Bibliografía:
García-Hernández, Yessica. “Sonic Pedagogies: Latina girls, mother daughter relationships, and
learning feminisms through the consumption of Jenni Rivera.” Journal of Popular Music
Studies 28.4 (2016): 427-442.
Rivera, Jenni. Inquebrantable: Mi Historia a Mi Manera . Atria Español, 2013.
Alexis Rábago es estudiante de la Universidad del Pacífico, en Stockton, California.
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