THE ROBERT REDFORD HORROR SHOW
Los instrumentos de la responsabilidad fueron abandonados en beneficio de las primicias no confirmadas
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R.R
Llegará el día en que una persona cercana
nos tome por sorpresa, obtenga una foto
y al verla diga: “Perdón, creí que era otro”.
Sería como caer en la cuenta de que a partir
de ese momento no debiera dedicarme
tanto a descubrir los hechos, como supe
hacerlo, porque nadie quiere levantar
entre los suyos una muralla de hostilidad.
“¿Hay variedad en el dinero? ¿Y cuánta
en el hambre?” Un estertor, en principio
aullidos, sonaba como música educada
por el aliento que concluye apenas está
siendo exhalado. Pronto quedó la duda
de que ese alboroto posterior viniese
de una escuela con bandera a media
asta, en honor a cierta república perdida.
De la misma manera que te desconocen,
captan como si nada el rostro de los individuos
que besan monedas en la calle. Son extranjeros
que no pertenecen al reino de sus palabras.
Sin embargo, las echaban al aire y enseguida
las recogen para después pesarlas en la mano,
como los alimentos en el plato de la balanza
de la tienda de ramos generales de la esquina
de 44 y 27, aunque ya no haya cartas
en el buzón ni uvas en la parra; lo mismo
si hubiera comprado macetas elegantes
y plantara en ellas nombres propios
en consignación. Que te hayan reconocido
al pasar, forma parte de una circunstancia
tan pequeña como la sociedad que la contiene.
Me lo dijeron miles de veces: la posibilidad
de escuchar también elige quedarse
con la parte que le toca. Lo demás se disuelve
en vidas muy diferentes, que ni bien toman
contacto con la capa de ozono desaparecen
como burbujas de detergente; así de rápido.
Nada puede decirse, en definitiva, pero
al menos se puede disimular hablando de todo.
De cualquier manera, gracias por interesarse,
gracias por el olvido. Hay en toda cumbre
de poder con el pasado una rabia infinita,
aunque nada se iguala al momento de elegir
uno de los caminos. Si un hombre se detiene
en la calle y me pregunta una dirección,
¿está interrogándome o está perdido?
DESTINO FINAL: SAN MICHELE
Veniva nel mondo la luce vera, quella che illumina ogni uomo
Fragmento del Evangelio según san Juan
Tomarse un vaporetto desde Fondamenta Nuove
y llegar, en pocos minutos, a la Isla de los Muertos.
Las líneas 41 y 42 también alcanzan a la Isla
de Murano. “En invierno y en verano, / y cerca
y lejos, / mientras viva y más allá”, reza la frase
tallada en piedra caliza, o bien cualquier versión
más pulida hasta encontrarle sentido al relieve.
Y porque la educación “no es llenar un balde,
sino encender un fuego”, donde nunca tuvo
problemas que no haya aliviado una hora
de lectura. “Los peores esperpentos se vuelven
pálidos y sonrosados”, diría Isabelle, mientras
juraba que “si es bueno ser pareja, cuando quieras”;
esa moneda maleable en un mundo sin alternativas,
pero activo, como la infección que lo corroe.
Siempre podemos negar lo que está vivo,
basta con esperar algunos siglos para tener razón,
¿no? Y si bien ella afirma: “Sabes cómo vivir solo;
es tan triste como puedas imaginar”, no advierte
la existencia de culpa si el sentido de la salud
te obliga a ver. Pero los cuatro prismas de única
entidad volumétrica de David Chipperfield,
insisten: “¿cuánto tiempo llevan viviendo solos?”
De todos modos, estás mirando y yo también,
así que tenemos que conocernos, ¿qué dices?
Ahora que están muy amables conmigo,
se han disipado todas las prevenciones
contra mí. El tiempo pasa. Dejemos trabajar
a nuestro amigo y al tiempo. Nada más delicado
y peligroso que la defensa de un inocente,
cuando somos inválidos absolutos del intestino
para abajo. Hablemos de otros órganos, entonces.
Y si sólo queda cerca tuyo una mujer que se reconoce
como pájaro, o un amigo que enloquece, ninguna
cosa más te será permitida. Ni siquiera Dios -dice
Mirabeau- consigue hacer justa una ley retroactiva.
LOS FANTASMAS
Entonces ahí, las imágenes llegan, es la huelga del fantasma
Gilles Deleuze, en diálogo con Raymond Bellour
Empezaría por el final para contarlo
después, por orden de llegada.
No es sencillo, porque eso queda ahí,
como un regalo envenenado. El problema
es borrar la foto y que se abra el libro,
el que nunca quisiste leer y, sin embargo,
se contó solo y lejos de la asistencia real
de otras manos. La imagen de un niño
que roba el reloj de su padre para convertirlo
de nuevo en sus mismas partes inútiles,
más allá de cualquier reconstrucción,
y para que nadie le eche incienso
a un secreto con comentarios plagados
de tarjetas vírgenes y mudas. ¿Desde
cuándo creés en ese tipo de palabras,
si lo que ocurre es lo que no se puede
anticipar? La existencia de una recámara,
como en las armas de fuego, o de las otras,
que vence al cambio. Parece sencillo,
de una manera poco elegante, aunque no.
“Caminá en el aire, contra tu mejor juicio”,
decías en piedra, en tu lugar de descanso.
El más extraño de los invitados es un parásito
que está fuera de la puerta, pero aún mira
por dentro. Todo se vuelve un gran archivo,
la idea de que aquello sabe cómo vivir
sin mí cuando en verdad pertenece
a la experiencia de la acumulación,
y porque necesito cada vez más cosas
que no me necesitan, amontonadas
y destruyéndose, hasta hacerse cenizas.
Mario Arteca (La Plata, 1960) ha publicado más de una docena de de libros, entre ellos se cuentan Nevermore, Los poemas de Arno Wolica y Deja un mensaje después del tono.