ISSN 2692-3912

Selección de poemas del libro La Edad de Hierro

 

Muchacha tebana

.

Reclino mi cabeza junto a la adormidera

y pienso en ella.

Pienso en ella

y calla el temblor de la imagen.

.

Todo, incluso el silencio,

reanima la conciencia

que hace ver los caballos del infierno

muchísimo más blancos,

más tristes

y pequeños.

.

Ahí donde la encrucijada se abre,

el polvo acaricia sus cabezas,

humano corazón.

.

Madre

Padre

Hermano

eran su único deseo.

.

Los mira a los ojos con dulzura,

pero ve más de lo que debe,

hace y dice el doble.

.

No nací para odiar,

sino para amar.[1]

.

A causa de su fuerza,

“el lado flaco de una mujer”,

fue censurada y maltratada,

molida en el lecho de la menta,

y el álamo blanco.

.

Intra muros a veces la siento,

ímpetu gemelo más allá de los márgenes,

sacerdotisa, niña furiosa,

la misma opresión en el pecho.

.

Hay algo en ella que también me habita

empuñando días como este,

cuando llueve y las moscas son turba,

cuando nada puede consolarme

y tampoco lo quiero.

 

  1. Sófocles, Antígona.

 

Entre Coliseum y West 39th

.

Soporté el precio de sonrisas

como esta -su herida se abre

desde las comisuras de la boca

hasta la oreja-

.

con el cabello húmedo, ignominia,

negrura goteando en mi alma,

en mis ojos,

dentro de un cadáver

tan seco como el mármol,

y tan blanco…

.

padecí el horror de su aliento.

La bestia me dio caza,

quiso partirme en tajos

y lo hizo.

.

Hoy es incluso más perverso

en sus padres, en sus hijos,

al acecho de tejedoras y hechiceras.

.

¿Cuánta sangre habrá borrado

llevando la podredumbre a cuestas?

.

Vean más allá de las partes de mi cuerpo,

moretones y arañazos,

inteligencia “pecadora” e insurrecta.

.

Soy más que el oscuro de mi ropa,

el labial rojo o el contorno de mis piernas.

.

Ya no los defiendan.

Ya no los escondan.

.

Escuchen mi respiración vital,

fresco y amargo de quien se resiste.

.

 

Licantropía

.

Enseñar los dientes, clavar los colmillos y luego ofrecer el lomo, no por sumisión, sino por una derrota humana: civilización y prejuicio desgarrando el mundo. Más tarde recibir caricias, sentirse dueña de algo —quizás de un nudo alrededor del cuello—, encontrar bajo el escudo una criatura veneno que te aprieta contra su pecho y te dice que eres buena, mientras le arrancas la mano y sueñas con la manada extinta, las montañas y los ríos inalcanzables hasta que te tumbes en el pasto tras haber pulverizado el hierro, donde podrás crecer libremente en el murmullo de las flores, ese que has de regar con sangre al sacar la bala de tu sien.

.

 

Ando para habitar la falta

.

teñir mis pies con lavanda y artemisa,

por un golpe de amor en el omóplato

y la ternura enroscada en una vieja falda.

.

Allí, donde la herida se abre

debieron crecer violetas, alas

para sortear corrientes de aire caribe

y trenzar astros erizando el mar.

.

Dicen que su soplo feraz desgarra la muerte

y echa por tierra la herencia bruta,

el callado asido a la memoria,

esbozos titilando en los bolsillos

donde antes hubo mariposas.

.

Ando para dejar caer mi voz en el aljibe

y encontrarla entre marismas

frente al silencio de Dios

que hiende mi pecho y planta esta manía errante.

.

Llevo dentro el hogar del fuego, la noche,

mi elogio a la sombra.

.

.

Ασφóδελοι

.

The storm bursts

                                              or fades! it is not

the end of the world.

.

William Carlos Williams

.

Heme aquí.

También busqué el amor

y la memoria

en la comida de los muertos,

pero ahora

el espacio de unión

solo es blanco

sobre el blanco

de una página extraña,

tránsito de lugares

más amplios

y sombríos.

.

De las flores

el nombre solo recuerdo,

voluntad de fuga,

los tallos erguidos

cuya ofrenda

acontece en el vacío

donde nadie las mira

ni anhelan ser

o sustancia.

.

Sin embargo,

hay una sombra remota.

Me sumerjo.

Soy aparición-fragancia

de pureza inefectiva

fuera del canto.

.

A veces soy otra

que se quiebra

y se abre al zumbido

de la piedra,

ecos ascendentes

en medio de parajes oscuros.

Todos conducen a mi vientre

y constelan el deseo.

.

A veces soy otra

mucho más alta,

de cabellos que se funden

con el viento

incrustado en la niebla

y me agito como caña

con su grano de sol

en el vientre

indisoluble

en paz

inalcanzable

sin nada que decirte.

.


Victoria Marín (San José, 1991) es filóloga clásica y estudiante de Filosofía y de la Maestría en Literatura Clásica. Dirige la plataforma literaria Revista Virtual Quimera. Es compiladora del libro de relatos Anábasis, antología de narrativa fantástica y ficción histórica (Nacimiento, CR, 2020). Figura como autora en Donde contamos hormigas y segundos (Poiesis Editores, 2020), Antología Nueva Poesía Costarricense (MCJ, 2020), Voices (Centro Cultural de México, 2021), Rollos de Vuelo (EUNED, 2021), 56 Altares: Filos y Espejos (Testigo Ediciones, 2022), Fin de siglo (EUNA) y Hay algo, urgente que te tengo que decir (Medusa Editores). Ganó el XIV Concurso de Escritura Creativa en Lenguas Extranjeras (Universidad de Costa Rica) en la categoría de poesía en lengua portuguesa. En 2022 publicó su primer poemario La Edad de Hierro (Medusa Editores), el cual fue presentado ese mismo año en la Feria Internacional del Libro de Chihuahua.

Ha participado en diversos eventos nacionales e internacionales como el VIII Congreso Internacional de la Cátedra UNESCO para la lectura y la escritura, el I Congreso Nacional de Estudiantes de Artes y Letras (UCR), el Festival Internacional Primavera Bonita (Fundación del Centro Cultural del México Contemporáneo et al.), el XXVI Simposio Nacional de Estudios Clásicos, el II Congreso Internacional sobre el Mundo Clásico (Universidad del Nordeste, Argentina), el I y II Encuentro Internacional de Poesía en Xochimilco y el I Coloquio Nacional de Narrativas Especulativas, de lo Insólito y del Horror (BUAP, México), entre otros.