ISSN 2692-3912

Las diez principales razones por las que los indios son buenos para el baloncesto

 
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1.

La misma razón por la que somos buenos en la cama.

 

2.

Porque hace mucho tiempo, el Creador nos dio a escoger: Puedes escribir como un dios indio, o puedes lanzar un tiro en suspensión más dulce que una lata de 44 onzas de jugo de uva del gobierno —lo uno o lo otro—. Todos, a excepción de Sherman Alexie, escogieron el tiro en suspensión.

 

3.

Sabemos cómo bloquear tiros, cómo hacer que te los tragues, porque cuando dices: “Tira”, oímos un howitzer y una Hotchkiss y un Springfield modelo 1873.

 

4.

Cuando los jugadores indios sudamos, emanamos un perfume a tortillas y a limpiador de pisos Pine Sol que obra como una poción para desorientar a nuestros oponentes y hacerles olvidar sus jugadas.

 

5.

Crecimos sabiendo que no hay diferencia entre una cancha de baloncesto y una iglesia. En serio, los nazarenos celebran misa en el gimnasio de la tribu los domingos por la tarde —el coro entona a todo pulmón “In the Sweet By and By” desde el poste bajo—.

 

6.

Cuando Walt Whitman escribió: “El mestizo se ata las correas de sus leves botas para competir en la carrera”, en realidad se refería a que todos los indios varones mayores de cuarenta tienen un par de Air Jordans clásicos en el armario y creen que aún conservan la magia suficiente para hacer que hasta el más corpulento commod bod se desplace de canasta a canasta y haga un tiro en bandeja.

 

7.

Los indios no tememos lanzar tiros de gancho durante un juego, aunque no haya indio alguno que haya encestado, al menos ninguno de una tribu reconocida federalmente. Aun así, nuestro descaro al practicar tiros de gancho en los calentamientos infunde miedo en nuestros oponentes, dándonos una ventaja psicológica.

 

8.

En la cancha es en el único lugar en donde nunca pasaremos hambre; la red es un vacío que podemos llenar durante todo el día.

 

9.

Fingimos que jugamos cada juego por una manta Pendleton y que el jugador más valioso recibe un cheque per cápita del tamaño de Mashantucket Pequot.

 

10.

En serio, todos los indios somos buenos para el baloncesto puesto que un balón nunca ha sido solo un balón. Sin embargo, ha sido siempre una luna llena en esta irremediable lobreguez, la única luz trasera del Granada gris de Jimmy Jack Lata Grande atajando por caminos vecinales para ir a traer cerveza, el corazón del Creador que Coyote robó de la pira funeraria condenándolo a andar solo por cada ocaso coralino.  Ha sido siempre a una negra y robusta calabaza a la que le cantamos, el seno izquierdo de una mujer mojave tres Budweisers en la noche del sábado. Será siempre una bala astuta y brillante que podemos lanzar desde la línea de tres puntos con cinco segundos restantes en un reloj en el año de 1942, y mientras rasga la red, nuestros enemigos caerán sobre sus rodillas heridas, con desgarro del ligamento cruzado anterior.

Traducción de Haydeé Espino

 

Natalie Diaz es una poeta estadounidense, autora de los libros Postcolonial Love Poem (2020) y When My Brother Was an Aztec (2012). Ha sido merecedora de numerosos reconocimientos, incluyendo el Premio Pulitzer 2021, en el género de poesía.

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Haydeé Espino es una poeta y traductora originaria de Chihuahua, México. Actualmente cursa el doctorado en Estudios de Traducción en la Kent State University.