ISSN 2692-3912

La violinista

 
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La violinista

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Había varias decenas de personas en la calle alrededor de Coral. Ella se deleitaba tocando con su violín sus hermosas melodías a todos aquellos que la rodeaban. Era una mujer hermosa de pelo oscuro y ojos color azabache. Ella atraía las miradas de todos quienes pasaban frente a ella por su belleza sublime y su cuerpo realmente espectacular y su tatuaje de rosas en el brazo. Sabía mucho de música, pues de niña fue autodidacta y con el tiempo había estudiado en las escuelas más prestigiadas de Estados Unidos. En ese momento tocaba la Quinta de Beethoven porque sabía que todos conocían la sinfonía y gustaba siempre a la audiencia.

Coral tenía un gran amor por la música, la vida y las emociones extremas. Era adicta a la adrenalina, pero el violín la sosegaba, como la mota a su Pepe, con quien vivía en amasiato y a quien amaba intensamente, aunque él no le brindará mucho. Coral era un poco ecléctica, pues había vivido a salto de mata después de haberse aventado un tiro con una pandillera de su barrio. La había dejado mal herida, peleas de faldas por su vato, pero razón suficiente para desterrarse e irse a la frontera. Era buena para los chingadazos y no se dejaba de nadie. Su ilusión era encontrar alguien quien la quisiera como ella solía amar; locamente. Su Pepe era un criminal, pero le había mitigado el dolor de su amor fallido en el pasado. Él estuvo allí cuando ella más lo necesitaba y Coral era agradecida.

Ella se había involucrado en acciones ilícitas por su adicción a las emociones fuertes y a las malas compañías. Conoció al Zorro, siempre prófugo de la justicia, igual que el Julián, dandi de colonia y novio de la Lola. Ambos delincuentes eran compas de su vato. Habían hecho un plan entre ellos de robar la Joyería Camacho, una de las más prestigiadas., Sería un buen elenco de malandros para el asalto, pues el Zorro era fuerte y bueno para tirar guante, pues había sido boxeador, mientras el Julián era rápido para brincar mostradores, quebrar ventanas y amagar a la gente. El Pepe era el líder porque merodeaba a los guardias, cuidaba al público y finalmente hacía las señas en el momento correcto.

Eran aproximadamente las 3:00 de la tarde, hora de la siesta. Estaba la resolana a todo lo que daba en la famosa Avenida Juárez. Coral era parte del plan y ella coordinaba las guaridas después de los asaltos, nadie sospechaba de ella y cuando pedía un favor, nadie le decía que no por su hermosura. Conocía todas las guaridas posibles entre restaurantes, bares y recovecos ilícitos del área, ella sabía como proteger a su clica.

Estaban los transeúntes escuchando aquella hermosa melodía que Coral tocaba, cuando de repente pasaron corriendo el Pepe y el Julián. Ella les hizo una seña con sus hermosos ojos, pues ya sabían la decodificación y eso significaba que la puerta trasera del restaurante del Don Rulis estaba abierta. La Quinta de Beethoven era el indicador cuando el Rulis estaba dispuesto a cooperar. Ella sabía que se había llevado al cabo el robo. El Pepe nunca fallaba y él repartiría el botín. Coral esperaba ver al Zorro corriendo detrás, pues era el más pesado, un tipo alto y fornido, pero no hizo acto de aparición.

  La multitud se sorprendió cuando pasaron corriendo los dos sujetos, porque detrás de ellos venían corriendo los policías; chaparros, panzones y lentos. Claro que era mucho esfuerzo para ellos poder alcanzar a dos tenaces y rápidos rateros. Entre el tumulto desconcertado, se perdió la calma de la audiencia y se amontonaron por un segundo. En esa confusión, era el momento de la obstrucción premeditada de Coral para hacer tropezar a uno de los policías. Era el estilo sutil de ella y la experiencia para ayudar a su Pepe.

Preguntó el policía medio emputado en el piso, —¿A dónde se fueron esos cabrones? —

Entonces Coral encogió los hombros, mientras mantenía su violín con la mano izquierda y el arco en la derecha, — “Ni cuenta oficial”—, le dijo ella inocentemente.

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El chota le dijo, — “Tan bonita y tan pendeja, pon atención mi reina, un día de estos te van a violar estos criminales”

Después de un rato los policías pasaron de regreso frente a Coral sin haber tenido éxito de encontrar a los ladrones.

— “Si sabes algo preciosa nos lo dices, tú sabes mucho, tú siempre estás aquí”— Dijo el chota con un raspón en la rodilla y el pantalón roto.

– “Claro oficial”— Ella le contestó con una leve sonrisa.

  Después de haber estado media hora tocando su violín, recogió las dádivas de la gente y se fue. Siempre le iba bien, ella sabía que el violín daba para comer y su cuerpo para buen pistear en donaciones. Se dirigió al bar El trébol, guarida de malhechores. Ella sabía que allá iban a estar el Pepe y el Julián, para repartir el botín. Efectivamente ahí estaban sentados en una mesa, medio asustados pero contentos.

Pero faltaba el Zorro, aunque sabían que llegaría porque el vato necesitaba una lana para pelarse a Veracruz de donde era, porque ya debía muchas en Ciudad Juárez.

Cuando llegó la Coral le dio un abrazo a su Pepe y este le agarró sus hermosos glúteos mientras la besaba.

— “Gracias chiquitita, nos tiraste paro, pero a cachondear a tu covacha’— Le dijo el Julián.

Pepe agregó, — “qué chingón que salió todo como lo habíamos planeado”—

Coral se sentó y pidió su chela bien fría, era lo que le gustaba, chelas bien frías.

Pepe le dijo. —“Mira mi’ja, no fue mucho lo que robamos, pero si valioso, era el área donde estaban las joyas caras y creo que le pegamos al gordo, fueron doce piezas con diamantes y aquí nos tocan tres por piocha, guarda las del Zorro, las tuyas y las mías, el Julián ya amacizó con las suyas”—

Coral las vio detenidamente y miró que había un hermoso anillo de compromiso con un hermoso diamante, debía de haber sido el más caro de todos.

Ella le dijo, – “guárdate ese anillo de compromiso en tu bolsa y me lo das mañana en el bar, para que me prometas que sí te vas a casar conmigo “-

— “Órale— “le dijo el Pepe

Coral nunca se había casado, porque el amor de su vida se le había pelado con otra, pero tenía la esperanza de que el amor le llegaría, ella amaba a la buena a su Pepe. Una mujer leal y querendona que no rajaba leña.

“Yo te guardo las ocho piezas. Cuando venga el Zorro, se las mostramos para que escoja”— Dijo Coral

Ella les preguntó dónde estaba el Zorro y no supieron qué contestar.

—“Toni, tráenos otra ronda para festejar”—, le gritó el Julián al cantinero

Toni sabía quiénes eran todos los del hampa de esa área y él sabía que la tira iba a venir a preguntar, por eso tenía el bar con un guarura afuera de la puerta, por si acaso.

— “Dónde está el Zorro? — también preguntó Toni.

— “Ya vendrá”— le dijo Pepe ya medio afinado.

Siguió la peda con la rocola por una horas, cuando de repente se oyeron los gritos del Zorro, — “¿Dónde están esos culeros?”—

Al escucharlo el Julián, le dijo, — “eh, bájale dos rayitas puto, el objetivo se logró”—

Entonces el Zorro pateó la silla medio encabronado, pues se veía que le habían puesto una chinga los chotas, pero como el vato estaba bien mamado, como si fuera el doble del Blue Demon, se había aventado un buen tiro con los chotas a quien se les peló.

Entonces el Zorro le dijo al Pepe, —“eh ojete, no me esperaste, me dejaste ahí con los pinches chotas para que me putearan—”.

Pepe le dijo, -—“ya sabes como zafarte, para eso te di una mila para que se las dieras y te soltaran si eso pasaba. No te hagas pendejo Zorro, no traías el botín y los chotas, si no traes nada, te sueltan”—

El Zorro se sintió aludido doblemente y le dijo, — “te pasas de lanza puto, tuve que darme un tiro con dos weyes y pelármeles, pero sí me dieron mis macanazos, mira el pinche chipote que me hicieron”—

–“ No te alebrestes Zorro, ya la logramos”— le reiteró el Julián.

—“Ni madres, a mí me toca más, porque yo fui el que me la partí quebrando la vitrina, fregándome al guardia y aventarme el tiro con los pinches chotas”— Reclamaba el Zorro.

— “Agarraste todo y saliste a madres, no te importó si me cogían”—, le dijo el Zorro dirigiéndole una mirada diabólica al Pepe.

Coral quiso intervenir diciéndole, — “estas acalambrado Zorro, ya estamos a salvo, no la hagas de pedo”—

— “Tú cállate pendeja, no estás aquí para opinar, te crees muy chicha y lo único que sabes hace es tocar tu pinche violín que suena como lloriqueos de gato”— le gritó el Zorro a la Coral.

Ahí saltó el Pepe ya caliente y le dijo, —“no te pases de lanza puto, a la Coralito no le digas ni madres, es mi ruca, pero también baila al son que le toquen. Si quieres nos aventamos un pinche tiro para que le bajes de huevos”—. Le dijo ya encabronado el Pepe

— “Órale ojete, ya dijiste”—, y le tiró un chingadazo el Zorro al Pepe, pero logró esquivarlo.

Toni intervino y los separó diciéndoles, — “a la verga, sálganse al callejón y allí se la parten, no sean culeros, porque si viene la chota me cierran el changarro”—

Le gritó el Pepe, — “Ganémosle para fuera pinche Zorro, para terminar de dejarte como Santo Cristo y que te lleves otro chipote cabrón”—

Salieron y empezaron a tirar chingazos, el Pepe no traía mucho con su lánguido y frágil cuerpo de borrachín, le tiraba un puñetazo y el Zorro le asestaba dos o tres. Ya se había juntado una buena ronda de gente que pasaba por el callejón para ver aquella pelea sin límite de tiempo y sin referí. El Zorro traía al Pepe asoleado con toda la jeta rota, pero el Pepe no se rajaba, hasta que el Zorro le atizó un patadón que lo dejó en el suelo y ahí le empezó a surtir puñetazos con ganas de matarlo, la ira era más grande que el entendimiento en ese momento. Ya traía como Santo Cristo al Pepe, se le habían volteado sus palabras. El Julián se iba a meter cuando la Coral le puso el brazo para que no lo hiciera, ella ya había premeditado lo que iba a hacer. Cuando le detenía el Pepe los brazos al Zorro para que no le pegara, llegó Coral por atrás y le asestó un chingadazo con el violín. No supo Coral si le dolió más al Zorro el putazo, o más a ella al ver partido en dos su violín. Pero un buen chipote sí se lo habrá llevado el Zorro.

De repente se escucharon las sirenas de las patrullas. Entonces todos salieron corriendo a madres de la trifulca y el único que se quedó en el piso fue el Pepe y la Coral llorando. Pepe quedó medio desmayado de la putiza y sin las fuerzas para levantarse. Uno de los chotas lo reconoció, lo levantó a jalones y antes de meterlo a la patrulla lo esculcó, encontrándole el anillo de diamante.

— “No que no cabrón, ahora sí tenemos la prueba para que te echen una soletita en chirona, ya nos dirás donde quedó lo otro”, le dijo el chota al Pepe mientras lo esposaba.

Lo subió a la patrulla todo sangrando, mientras que los otros chotas trataron de indagar que había pasado. Coral había logrado meter las joyas en el violín por las efes.

Cuando vino el chota para preguntarle si sabía algo, ella sólo contestó, — “uno de esos hampones me quebró mi violín”—

El chota no le creyó y le dijo con sorna, — “te voy a dar una esculcadita morenita, a ver si no te guardas nada en tu morralito y en esos pantaloncitos tan apretados”—

Ella alzó los brazos sosteniendo la caja armónica de violín en la mano derecha y el bastión desquebrajado en la izquierda. El chota se agasajó manoseándola y le dijo a su compañero, — “está limpia, en su bolsita trae solamente las monedas que arrejunta con sus rolas, a ver si le alcanza para comprar otro violín”—

Coral no dijo nada, se quedó en silencio y vio que se llevaban a su Pepe. Se fue caminando con las joyas lentamente, bamboleándose con ese salero que tenía al caminar. Tres por uno, aguantaba el botín para ella sola. El Pepe se echaría una soletita en el bote a causa del robo del anillo de diamantes, además de las calentaditas que le darían para que soltara la sopa. El Julián ya se había cuajado con lo que le correspondía y se casaría con la Lola. El Zorro no volvería, huiría a Veracruz y no molestaría a Coral, quien volvería a los Estados Unidos a seguir en busca de su sueños. A fin de cuentas, nadie sabe para quien trabaja, ahora ella tenía algo para empezar y buscar lo que tanto ansiaba, el amor a la buena.

Nota: esta crónica forma parte del libro Crónicas de un taxista fronterizo (Xlibris, 2021).


Héctor Enríquez impartió clases durante más de tres décadas en la Universidad de Texas en El Paso. Se ha desempeñado también en otros trabajos como piloto de avión, negociante y vendedor de autos.