Hacedores, hacedoras, sobre el libro Desde el arte popular de Chiapas, de Jesús Morales Bermúdez
El predicador, quien me encontró con el libro en las manos, me pidió que le explicara sobre qué trataba lo que estaba leyendo: Desde el arte popular de Chiapas (2024), de Jesús Morales Bermúdez. Joven, como de veinte años, hizo la pregunta sin dejar de sonreír. Sin levantarme de la silla en la que estaba, les expliqué a él y a su acompañante, un señor como de setenta años, que el autor exponía cómo está en la naturaleza del ser humano hacer cosas; en ese mismo ser está el impulso de expresarse a través de lo que crea en comunión con la tierra, con la naturaleza, la persona explora su sensibilidad. Y, como al hablar les mostraba las fotos que son parte del libro, el joven de inmediato dijo: “Es sobre artesanías”. “Está más allá de esa denominación”. No dudé en expresarme de esa manera. Se trata de ver al ser humano como un hacedor. “Ah, entonces es sobre los pueblos”. Una vez más, insistí: El autor no buscaba mostrar unos signos de identidad, sino dar cuenta de la creatividad de las personas.
Jesús Morales Bermúdez colocó frente a sí objetos en los que leyó concepciones del mundo: mundos tramados de manera intuitiva con el auxilio de “mitos, ritos, poemas”, con una clara postura: “Aparte de humanizarnos con las manos, nos humanizamos también con la palabra” (11). Consciente de que su apuesta no tendería a lo exhaustivo, se mostró partidario del fragmento, de lo multiforme, en el entendido de que la entidad federativa de referencia, Chiapas, al ser parte del ritmo impuesto por la modernidad, ha sido presa también de lo fragmentario. Fue consciente, por igual, de que los objetos que han figurado mundos están expuestos ahora a los ritmos comerciales; no muchas veces, su construcción responde a las exigencias de los consumidores o se ven amenazados por la intrusión de otros, en los que resulta visible su carácter mercantil. Indicar situaciones relacionadas con el mercado tiene el propósito de ser consciente de algo que no debe pasar inadvertido: “Todo cambia. No necesariamente a nuestro gusto o expectativa” (12). Desde el arte popular de Chiapas es la manera en que Jesús Morales Bermúdez ha leído objetos que, de otra manera, podrían resultar cosas hacinadas, sin historias, sin que movieran alguna fibra sensible; la de él está en este libro, con cierta nostalgia.

Mediante un mito lacandón, Jesús Morales Bermúdez hizo referencia a la creación del mundo; así como ese, hay otros. Lo sabe el autor. Y fue del Hacedor de donde le llegó al ser humano modelar el barro, el ímpetu para valerse de los bejucos y de todo bien de la naturaleza con tal de convertirse en creador de “artificios y artefactos”. Nada puede ser comprendido sin haber derivado que hubo un principio en el que el mundo adquirió su forma y en donde el barro, el maíz, el árbol y la casa son el sustento de las formas en que se figuran los universos creados.
Los artefactos analizados en el libro fueron producto de una labor especializada, circunscrita por determinado ritual, como de un ritual se precisa cuando se hace la casa. Hay que buscar protegerse de todo aquello que resulta amenazante, y donde se habita debe ser “recinto del bienestar”. Y, si por alguna razón se cae en las garras de algo que desconcierta la existencia, habrá que recurrir a quienes saben extirpar toda señal que la perturbe. Como está en el Hacedor, en los hacedores/creadores, tomar a los seres humanos como motivo de juego, lo que resulta saludable es invocarlo, invocarlos, para que sus jugarretas se ahuyenten; el hecho de apelar al Hacedor, a los hacedores, advierte Jesús Morales Bermúdez, es una manera de reconocer “la interconexión de los mundos” (27). Y en esos mundos la Luna, las sombras, los sueños, los espacios, los tiempos, la floritura de las mujeres, las manos en acción.
De lo que se trata, al final de cuentas, es de jugarse la vida, “propulsarla”, como, con Gastón Bachelard, sugiere Jesús Morales Bermúdez. Ser hacedores, hacedoras: “Las ollas y la cerámica de barro”, “Los petates. “Las damajuanas”, “El metate”, “Los hombres” en la naturaleza, “Las hijas del señor de la tierra”, “El señor de las redes”, “Las jícaras y los juguetes”, “El templo”, “El mundo subterráneo”, “La arquitectura”, el ámbar. Hacer, nacer: de eso se trata.
Desde el arte popular de Chiapas es un elogio de la sombra, en recuerdo de las sombras de Pascal Quignard y Junichiro Tanizaki, puntualiza Morales Bermúdez; es un merodear con agrado por estos mundos del hacer que, si se les define como parte de algo, eso es otra cosa. Morales Bermúdez ha dialogado con objetos que, con las prisas de ahora, pasan inadvertidos. Ha entregado un fragmento de su universo, que bien ha resguardado en su casa.
Sí, el joven predicador dijo: “A ver qué otro día hablamos de la Biblia”, y se retiraron él y su acompañante.
Referencia:
Morales Bermúdez, Jesús. Desde el arte popular de Chiapas. Cesmeca-Unicach, 2024.
Carlos Gutiérrez Alfonzo es poeta y ensayista. De su autoría son los siguientes volúmenes de poemas: Cirene (1994), Vitral el alba (2000), Mudanza de las sílabas (2012), Poniente (2012), Que se halla por ventura (2015) y Si quien leyera fuera otro (2018). Ha publicado los libros Ascenso y precisión. Tres poemas de autores chiapanecos (2016) y Minucias. Maneras de decir cómo se vive la frontera (2021). Se desempeña como Investigador del Centro de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Chiapas y la Frontera Sur, de la Universidad Nacional Autónoma de México (CIMSUR-UNAM).