Contribuciones de la Categoría de Derecho Sentido al Estudio de la Relación entre Mujeres Indígenas Jóvenes y Espacio Público Urbano[1]
Jahel López Guerrero
Universidad Autónoma de México
* Con la colaboración de Andrea Montserrat Salvador Pérez, Karla Paola Jácome Áspiros, Carmen Aleiza López García, Fernanda Amairani Sierra Negrete[2]
Resumen
Se propone en este ensayo, contribuir a la difusión y reflexión sobre la categoría antropológica: derecho sentido, propuesta por Teresa del Valle para abordar la ciudadanía de las mujeres. Tal categoría es elaborada por la autora para tratar de responder a la pregunta ¿Por qué las mujeres no ejercen plenamente la ciudadanía, aunque en general, se han reconocido sus derechos humanos y sociales?
La categoría en cuestión nos fue útil para abordar la relación que un grupo de mujeres indígenas jóvenes tienen con el espacio público urbano, tema del proyecto de investigación llevado a cabo entre 2019 y 2021 en la Ciudad de México.
Para operativizar la categoría de derecho sentido elaboramos mapas de relieve de la experiencia espacial (relief maps), metodología ideada por la geógrafa feminista María Rodó. Con esta herramienta, el grupo de mujeres con el que establecimos una relación de colaboración con el proyecto de investigación, y que se autoidentificaron como jóvenes indígenas, delimitaron los lugares que son clave para ellas en la ciudad, a la vez que identificaron las emociones y significados que les provocan estos lugares en relación con su configuración identitaria, a saber, el género, la etnia y la edad y, a partir de tal configuración, estimar la vivencia de procesos de subjetivación de la ciudadanía, ya sea expresados en sus discursos, prácticas o experiencias al habitar la ciudad desde diferentes formas de asentamiento: nahuas originarias, residentes o migrantes.
Uno de los resultados relevantes es que si bien el miedo es una de las emociones que las mujeres indígenas comparten con las mujeres no indígenas en su relación con el espacio público urbano, esta emoción se complejiza para las jóvenes indígenas. Además, es la discriminación étnica la que permea su experiencia en la ciudad, llevándolas a subjetivar continuamente una sensación de ajenidad con respecto al espacio urbano y el espacio público de la ciudad, lo que se traduce en una experiencia contradictoria y de tensión en su habitar la ciudad y una naturalización de una ciudadanía incompleta.
Palabras clave: derecho sentido, mujeres indígenas jóvenes, espacio público urbano
Abstract
It is proposed in this essay, to contribute to the dissemination and reflection on the anthropological category: right sense, proposed by Teresa del Valle to address the citizenship of women. Such a category is elaborated by the author to try to answer the question Why do women not fully exercise citizenship, although in general, their human and social rights have been recognized?
The category in question was useful to us to address the relationship that a group of young indigenous women have with urban public space, the subject of the research project carried out between 2019 and 2021 in Mexico City.
To operationalize the category of right sense, we elaborate relief maps of the spatial experience (relief maps), a methodology devised by the feminist geographer María Rodó. With this tool, the group of women with whom we established a collaborative relationship with the research project, and who self-identified as indigenous youth, delimited the places that are key for them in the city, while at the same time that identified the emotions and meanings that these places provoke in relation to their identity configuration, namely gender, ethnicity and age and, from such configuration, estimate the experience of processes of subjectivation of citizenship, whether expressed in their discourses, practices or experiences when inhabiting the city from different forms of settlement: Native Nahuas, residents or migrants.
One of the relevant results is that while fear is one of the emotions that indigenous women share with non-indigenous women in their relationship with urban public space, this emotion becomes more complex for indigenous young women. In addition, it is ethnic discrimination that permeates their experience in the city, leading them to continuously subjectivize a sense of alienity with respect to the urban space and the public space of the city, which translates into a contradictory experience and tension in their inhabiting the city and a naturalization of an incomplete citizenship.
Key Words: right sense, young indigenous women, urban public space
La ciudad es principalmente el lugar de lo cotidiano donde se vive el día a día en relación al trabajo, el ocio, la violencia, el sexo, las relaciones, el amor. En sus espacios abiertos, exteriores, en su textura rugosa de cemento, se desgrana el acontecer ordinario (Teresa del Valle, 1997, p. 15)
Introducción
El presente ensayo contiene un conjunto de reflexiones teórico-metodológicas sobre la categoría: derecho sentido, elaborada por la antropóloga feminista, Teresa del Valle, para abordar el estudio de la ciudadanía de las mujeres. Así mismo, se comparten los resultados generales del Proyecto de Investigación: Mujeres indígenas jóvenes. El derecho sentido a ocupar el espacio público urbano en la Ciudad de México, realizado entre enero de 2019 y diciembre de 2021 por Jahel López Guerrero, investigadora del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México, quien integró un equipo de investigación multidisciplinario en el que participaron activistas, investigadores, estudiantes de licenciatura y posgrado que comparten intereses por los pueblos indígenas en el marco de los estudios urbanos, los derechos humanos y la perspectiva feminista y de género.
Del Valle considera que para abordar la ciudadanía de las mujeres han de tomarse en cuenta las estructuras de poder tanto como la subjetividad y las emociones para comprender los obstáculos y posibilidades que tienen las mujeres en un contexto determinado para ejercer plenamente el derecho conocido (escrito en cartas de derecho de distinto orden), que si bien ya ha reconocido los derechos humanos y sociales de las mujeres, éste no contempla las estructuras de desigualdad que conforman de manera diferenciada a mujeres y hombres como sujetos de ciudadanía, y tampoco contempla los procesos de subjetivación que cada género hace del derecho a tener derechos. Por tanto, se requiere de herramientas teóricas y metodológicas que nos permitan comprender el derecho vívido en la experiencia de cada sujeto y grupo.
En este último sentido, en el proyecto se propuso retomar la metodología de los mapas de relieve de la experiencia espacial, ideada por María Rodó de Zárate (2015, p. 2) desde la geografía feminista. Se retomó esta herramienta metodológica porque ha sido aplicada para trabajar con jóvenes en las ciudades, ya que como nos dice la misma autora “La gente joven no solo está en las ciudades sino que son agentes en la producción de las ciudades y a la vez sus vidas son moldeadas por las dinámicas urbanas”. Este punto de partida deriva en preguntas concretas muy semejantes a los cuestionamientos que se plantearon en el proyecto con mujeres indígenas jóvenes “¿cómo vive la juventud la ciudad? ¿Qué puede aportar el análisis de las espacialidades de la juventud desde una perspectiva feminista al estudio de las ciudades?”.
Además, la metodología, permitió vincular en el análisis los conceptos de identidad y ciudadanía, abordar la experiencia heterogénea de las jóvenes indígenas que habitan en la ciudad de México y la posición que tienen en el contexto de las relaciones que establecen en el espacio urbano, así como explorar las emociones y significados que tienen las espacialidades que les son clave en su habitar cotidiano en la ciudad.
El ensayo se desarrolla a partir de cuatro apartados. En el primero de ellos se presenta más o menos sucinta el proyecto de investigación. En el segundo apartado se define la categoría de derecho sentido. En el tercero se aborda la herramienta de los mapas de relieve de la experiencia espacial y además contiene dos subapartados, en el primero se expone el procedimiento que se llevó a cabo para elaborar los mapas de relieve con un grupo de jóvenes indígenas habitantes de la Ciudad de México, mientras en el segundo se señalan las características de las jóvenes indígenas que colaboraron en el trabajo de campo. Finalmente, en el cuarto apartado se presenta un análisis general en relación con la percepción del miedo y con la discriminación étnica, como dos fenómenos que se subjetivan e impactan en los procesos de ejercicio de la ciudadana, a partir de una de las entrevistas realizadas en el trabajo de campo, la cual se analizó específicamente para mostrar las contribuciones teórico-metodológicas de la categoría de derecho sentido y de la herramienta de los mapas de relieve de la experiencia espacial que se pusieron en marcha en el proyecto de investigación descrito a lo largo de este ensayo.
¿Por qué estudiar la relación entre mujeres indígenas jóvenes y espacio público urbano?
El Proyecto de investigación del que origina este ensayo, tuvo como finalidad conocer a partir de discursos, vivencias y prácticas espaciales concretas en la vida cotidiana de mujeres indígenas jóvenes, las formas en las que encarnan y hacen conciencia del derecho sentido a ocupar y participar en la producción del espacio público de la ciudad. Para cumplir con este objetivo, a partir de una investigación participativa, cualitativa y multimetódica (grupos de debate y reflexión, mapas de relieve de la experiencia espacial, relief maps, caminatas de exploración territorial y observación etnográfica), se plantearon tres acciones específicas:
1. Identificar el conocimiento que tienen las mujeres indígenas jóvenes sobre los derechos que les son propios en el contexto urbano, realizando grupos de debate y reflexión en los espacios de asentamiento de la población indígena en la Ciudad de México.
2. Registrar mediante los mapas de relieve de la experiencia las prácticas espaciales que llevan a cabo las mujeres indígenas jóvenes en el espacio público urbano de la Ciudad de México, y a partir de ello identificar las emociones y significados que diferentes espacialidades de la ciudad les provocan, de acuerdo a la configuración de su identidad y, a partir de ello, ubicar procesos de ejercicio de ciudadanía.
3. Describir a partir de caminatas de exploración territorial y observación etnográfica las vivencias de las mujeres indígenas jóvenes en el espacio público urbano de la Ciudad de México.
Debido a la contingencia sanitaria por COVID-19, solo fue posible realizar de manera parcial los grupos de debate y reflexión, así como un ejercicio en modalidad no presencial de los mapas de relieve de la experiencia espacial, siendo imposible llevar a cabo las caminatas de exploración territorial y la observación etnográfica que se tenían contempladas dentro del diseño de investigación; por un lado porque este último era ambicioso, requería de mayores recursos materiales y de tiempo, por otro lado porque los espacios públicos fueron restringidos para evitar la propagación del virus. No obstante, el desarrollo de la investigación fue por demás satisfactorio en la medida en que se integró un equipo multidisciplinario que realizó un trabajo interdisciplinario comprometido y de importantes alcances investigativos. Pensamos también sociales y políticos.
Se considera que la experiencia de las jóvenes indígenas que habitan en la ciudad es un tema que ha sido poco explorado tanto por los estudios enfocados en la vida de las comunidades indígenas urbanas, como en los estudios de juventud, y prácticamente están ausentes en los estudios urbanos. No obstante, las jóvenes indígenas se nos presentan como un sujeto de investigación valioso en sí mismo y, sobre todo, como una puerta de entrada para analizar las tensiones, contradicciones y posibilidades que la vida en la ciudad ofrece para incluir la diversidad en su producción como espacio social, cultural y político.
Si bien la ciudad ha sido un lugar estratégico para estudiar a los jóvenes indígenas, la mayoría de investigaciones se han enfocado en responder cómo la vida en la ciudad impacta en su identidad étnica, pues subyace la idea de que las personas que consideramos como indígenas y sus formas de vida no tienen cabida en la ciudad y no son propias de la vida urbana, por lo que su presencia en ella altera formas de vida sociales y culturales de las personas indígenas; si no es que las desaparece. Sin embargo, los pueblos indígenas tienen una larga historia en las ciudades, donde han reproducido y desarrollado sus formas de vida, pese a la hostilidad que la sociedad urbana ha depositado sobre sus integrantes y comunidades.
La propuesta, por tanto, desde la experiencia de las jóvenes indígenas urbanas, es indagar si desde su condición étnica, de género, de edad, de clase y de situación de residencia en la ciudad y, especialmente, a partir de una consciencia como ciudadanas, participan o no en la producción de la ciudad y del espacio público que se despliega en ella.
El estudio de la ciudad compromete a pensarla más allá de su papel formal y económico en la sociedad contemporánea, se trata de un “contexto sociocultural” que nos “revela…la naturaleza de los seres humanos, de las relaciones y principalmente, del lugar que se asigna a mujeres y hombre en la vida social” (del Valle, 1997, p. 16). Esto último plantea dos cuestionamientos necesarios: 1. “la fijación de espacios de representación de los que están excluidos las mujeres” y 2. “la asignación de lugares específicos a partir de una división concreta del trabajo y una adscripción a roles fijos” (p. 17).
No obstante, la importancia de lo que nos plantea del Valle, la ciudad también se nos presenta como un espacio heterogéneo, pues tanto mujeres como hombres no conforman grupos monolíticos, en su interior de cada género hay diferenciaciones marcadas, en primera instancia por la edad y la clase. A su vez, la ciudad atrae la migración de personas, grupos y comunidades, que han construido sus formas de vida de manera externa al crecimiento y desarrollo de las ciudades, pero que han sido modificadas por las formas de vida urbana. En este contexto, las personas y grupos migrantes ven en la ciudad un espacio para la sobrevivencia y reproducción socio-cultural. De suerte que, la ciudad es un espacio culturalmente diverso en el que las mujeres y los hombres que las conforman tienen también distintas adscripciones étnicas, que inciden en su condición, situación y posición en la estructura urbana.
Otro elemento a considerar en la reflexión que venimos haciendo acerca de la ciudad y su estructura urbana, es que, en las sociedades latinoamericanas, la ciudad tiene una raíz colonial, erigiéndose para brindar todos los beneficios de la ciudad a los grupos colonizadores y, en parte, a algunos integrantes de los grupos colonizados, denominados indios o indígenas, así como a la población de origen africano, quienes, en su mayoría, fueron expulsados geográfica y simbólicamente del espacio de la ciudad (Manuela Camus, 1999; Graciela Guarino, 2006). No obstante, estos grupos colonizados han estado presentes en el crecimiento y desarrollo de las ciudades y han pugnado por su reconocimiento como un sujeto de la ciudad, trasladando y adaptando sus formas de vida al entorno urbano y desde acciones colectivas, organizaciones y movimientos sociales en la ciudad, que han permitido en la actualidad visualizar, nombrar a habitantes y residentes indígenas en/de la ciudad, incluso, a adscribirse bajo la denominación de indígenas urbanos (Del Popolo, Oyarce y Ribotta, 2009; Pérez, 2019).
Manuela Camus (1999) nos advierte que, la relación entre espacio, específicamente entre espacio urbano y etnicidad, tiene múltiples dimensiones y diversas posibles relaciones, de acuerdo a las historias y dinámicas de los distintos grupos indígenas en el ámbito urbano, lo cual ha permitido “la recreación étnica y la producción de otras identidades” (p. 162), y de manera relevante por lo que se plantea en este ensayo, una ampliación de la ciudadanía.
Es claro, complicado, abordar a todas las personas indígenas de una ciudad y además mostrar la heterogeneidad étnica que encubre tal noción, por lo que una opción es enfocar la atención en una etnia en particular o puede ser mediante la elección de un grupo específico como es el de las mujeres o los jóvenes, también puede ser a través de identidades ocupacionales: trabajadores, estudiantes, comerciantes, artesanos, entre otros, Sin embargo, cual sea la opción seleccionada, a cada una de ellas subyace una primera forma de poder y diferenciación: el género. Esta categoría de análisis es una herramienta central para problematizar la relación de los jóvenes indígenas con la ciudad, pero es utilizada apenas en la investigación sobre jóvenes indígenas, lo cual, se considera, deja un punto ciego en los hallazgos encontrados, opacando especialmente la experiencia de las mujeres, quienes se ubican en las diferentes jerarquías en un lugar de una múltiple subordinación que tiene implicaciones en las prácticas espaciales, que nos propusimos conocer con amplitud y profundidad en el proyecto Mujeres indígenas jóvenes. El derecho sentido a ocupar el espacio público en la Ciudad de México. Hacemos entonces una pregunta compleja en su enunciación y contenido ¿qué tanto las mujeres indígenas jóvenes están presentes, visibles, activas y participan en la vida de la ciudad, ocupándola y apropiándosela desde la síntesis identitaria que las conforma y las ubica en la estructura social para construir el espacio público desde una incorporación consciente y vivida de la ciudadanía?
El estudio de las y los jóvenes indígenas “de” la ciudades aún está en ciernes dentro de la investigación, más bien se habla de jóvenes indígenas “en” las ciudades, lo que denota cierta persistencia a pensar en este grupo como externo a la ciudad, ya que, en general, se les ha estudiado en el marco del análisis de los flujos migratorios, insertos en la globalización económica y cultural, en los que la participación de este grupo social se convirtió en protagónica ya sea propiamente como migrantes o como hijas/os de inmigrantes en las ciudades más importantes del país, a saber: Ciudad de México, Monterrey, Guadalajara y Tijuana, así como sus zonas metropolitanas (Pérez, 2002; López, 2018).
En las primeras investigaciones que abordaron el tema de indígenas en el espacio urbano, se buscaba mostrar cuál es el impacto de la ciudad en la reproducción sociocultural de lo que se considera, caracteriza a los grupos indígenas en tanto grupos étnicos, esto es: comparten una vida colectiva, comunitaria, el idioma, una historia común, la pertenencia a un territorio físico y simbólico, una conformación valorativa vinculada con una cosmovisión y una religiosidad ancestral en contraposición a la vida de la ciudad que se considera individualizada, ahistórica, manifiesta en lo público y atravesada por la racionalización normativa. No obstante, quienes hemos considerando a las y los jóvenes indígenas como sujeto de la ciudad y de investigación (Díaz, 2009; Urbalejo, 2015; Meneses, 2016; Meneses y López, 2017; López, 2017, García, 2018, Analco, 2018), nos preocupa más cómo es que participan en la producción del espacio urbano. Es decir, no qué es lo que la ciudad impacta a la identidad étnica, interesa más bien cómo la ciudad es producida desde lo étnico, contribuyendo al carácter diverso y heterogéneo del sujeto de la ciudad (véase Leal 2012 y 2018).
Las mujeres indígenas jóvenes tienen un protagonismo en diferentes espacios sociales, pero su experiencia en la ciudad ha sido escasamente estudiada en relación con visibilizar y mostrar las formas en las que participan en las dinámicas urbanas, haciéndose presentes de diversas formas en el espacio público de la ciudad.
El lugar empírico de la investigación fue la Ciudad de México, espacio urbano que alberga a indígenas originarios, comunidades de residentes y a migrantes indígenas, lo cual nos ofrece una heterogeneidad de experiencias que fueron analizadas en la investigación a partir de una propuesta teórico-metodológica que retoma conceptos, categorías y métodos de investigación de la antropología, la geografía y los estudios urbanos, así como de los campos de estudio sobre indígenas en la ciudad, mujeres indígenas, juventudes y espacio público.
Se consideró en un primer momento, abordar la experiencia del espacio público que tienen las jóvenes que se autoidentifican como indígenas o de etnias específicas, ya sean originarias, residentes y migrantes, enfocándonos en las formas de transitar y habitar el espacio barrial en el que viven, también denominado como ‘espacio de proximidad’ o ‘espacio local’ que alude básicamente “a los espacios públicos accesibles a pie desde la vivienda, como son las calles, banquetas, plazas y otras infraestructuras comunes” para los habitantes de una demarcación específica en el ámbito rural o urbano (Dahau y Giglia, 2004: 175).
En un segundo momento, que fue la parte medular del planteamiento se concentró en identificar en los discursos y prácticas espaciales, el derecho sentido a ocupar el espacio público, dentro del barrio y fuera de él como poseedoras de una condición de ciudadanía que sintetiza las diferentes dimensiones de su identidad.
Se propuso una metodología participativa, la cual se diseñó desde el inicio del proyecto considerando la perspectiva y los puntos de vista de activistas y estudiantes indígenas que se fueron integrando en distintos momentos en el proceso investigativo. Además, se contempló siempre la participación en el proyecto de estudiantes que pudieran participar como prestadoras/es de servicio social o tesistas. Lo que imprimió una dinámica de trabajo horizontal y propositiva de la investigación en dos espacios de encuentro y retroalimentación. Primero, organizándose un seminario permanente para revisar y discutir bibliografía, planificar el trabajo de campo y compartir avances de la investigación teórica, documental y empírica. Segundo, ya en el contexto de la pandemia, una vez que se integró un grupo de ocho prestadoras de servicio social (Equipo 2020) y luego otro de 13 (Equipo 2021), se realizaron reuniones semanales de trabajo que resultaron la forma más eficiente para dar continuidad al trabajo del seminario y, sobre todo, hacer las adaptaciones necesarias para realizar la investigación empírica en modalidad no presencial, una vez que las medidas sanitarias nos impedían hacer trabajo de campo cara a cara, nos los impidieron. Una paradoja para nuestro proyecto, pues debíamos pensar en el espacio público sin poder estar en él.
Fue con los dos equipos de trabajo, arriba mencionados, como logramos llevar a cabo la segunda fase de la investigación, que consistió en elaborar mapas de relieve de la experiencia espacial (relief maps), los cuales se describirán con detalle, más adelante. A partir de los de la elaboración de los relief maps logramos identificar discursos, vivencias y experiencias de procesos de concientización de ciudadanía en las entrevistas realizadas con el grupo de jóvenes indígenas que colaboraron con ambos equipos de investigación.
Pero antes de compartir reflexiones teórico metodológicas y algunos de los resultados de la elaboración de los relief maps, es importante precisar a qué nos referimos con la categoría de derecho sentido.
El derecho sentido: una categoría antropológica para abordar la ciudadanía de las mujeres
En el desarrollo de las sociedades modernas, la ciudadanía se convirtió en una herramienta clave en la construcción de la democracia y para alcanzar el nivel óptimo de bienestar de los individuos en el marco del desarrollo del capitalismo. Más allá de una definición formal de la ciudadanía, circunscrita “al aparato institucional y las prácticas formales” podemos decir que ésta “es una condición (no únicamente una membresía o un vínculo) que se acredita con diversas prácticas y no únicamente con las prácticas cívicas y políticas”. La ciudadanía en este sentido abarca “las acciones individuales o de los grupos sociales que tienen lugar por fuera de este aparato” (Álvarez, 2017, p. 2 cursivas de la autora), donde podemos encontrar significados y expresiones que mantienen dinámica la concepción, el ejercicio y la vivencia de la ciudadanía.
Las formas de ciudadanía y de inclusión a esta condición, de acuerdo con Bryan Turner (1993, 8-9, citado por Álvarez, 2017, p.3) se generan desde arriba o desde abajo, son pasivas o activas, se desarrollan en el espacio público y en el privado, así mismo, pueden provenir de los gobiernos o de las propias prácticas de los actores.
Naila Kabeer (2007) nos explica que desde esta concepción social y amplia de ciudadanía existen una serie de valores que orientan sobre “cómo debe definirse y a quién debe incluirse” en esta condición (p. 7). Un primer valor es la “noción de justicia que gira en torno a cuándo es justo que las personas se traten como iguales y cuándo es justo que se les trate de manera diferente” (p. 9). Un segundo valor, es el reconocimiento, ·a ser reconocidos como personas plenas, impulsado por aquellos individuos y grupos sin poder, especialmente por ser considerados como diferentes. El tercer valor es la autodeterminación, definida como “la habilidad de las personas para ejercer algún grado de control sobres sus propias vidas” (p. 11). Por último, la autora nos habla de la solidaridad como “la capacidad para identificarse con otros y actuar junto con ellos en sus reclamos de justicia y reconocimiento” (p. 13, cursivas de la autora).
En la relación entre género y ciudadanía, las teóricas feministas proponen abordar la ciudadanía desde una perspectiva estructural, cultural y subjetiva. En el capítulo el Derecho a la Movilidad Libre y Segura, la antropóloga feminista Teresa Del Valle (2010) propone la categoría: derecho sentido para abordar los procesos de subjetivación de la ciudadanía de las mujeres. Si bien existe el Derecho como conocimiento, las mujeres no han logrado ejercer su ciudadanía plenamente. ¿Por qué sucede esto? Del Valle sugiere que hay que dar el paso a analizar el derecho sentido y vivido, señalando que,
… no es suficiente el enunciado de un derecho ni aun el conocimiento de esfuerzos, legislaciones concretas que lo avalan, sino que es preciso insistir en la necesidad de llegar al derecho sentido que interactúa con el derecho vivido. Se trata de una ciudadanía que implica derechos y obligaciones y que, al convertirse en una práctica social, abarca el abanico de distintos grados de experiencia, con lo que conlleva percepciones, sensaciones, emociones (p. 248).
El derecho sentido se “ubica en la identidad de lo que se considera como propio y en una conciencia de ciudadanía que tiene su expresión en prácticas concretas” (p. 248).
Centrada en el análisis del derecho a la movilidad libre y segura, del Valle nos propone un procedimiento metodológico que nos permite abordar el derecho sentido y vivido:
Uno de los aportes de la categoría de derecho sentido es la vinculación analítica que la autora hace entre espacio, relaciones de género y ciudadanía. No solo porque el ejercicio de la ciudadanía es diferente para mujeres y hombres, sino porque las relaciones de género se espacializan a partir del binomio público-privado, lo que determina “la fluidez en la ocupación temporal, permanente, referencial del espacio” y, esto a su vez, tiene relación con el ejercicio de la ciudadanía porque “interesa observar las condiciones y lugares donde se elabora y ejerce” (p. 252).
Revisemos brevemente en que consiste este binomio público-privado y cómo afecta la ciudadanía de las mujeres, de acuerdo con del Valle.
El binomio en cuestión es tanto una ideología como una práctica que “sustenta asignaciones fijas que encierran representaciones, tareas, valoraciones que marcan diferencias básicas entre hombres y mujeres”. Del Valle apunta que este binomio está por encima de otras categorías sociales como clase, edad, inserción laboral, ideología (p. 252). No obstante, como se mostrará en la segunda parte de este ensayo, el género sintetiza otros ordenadores sociales que matizan el impacto de esta división espacial genérica en el ejercicio de la ciudadanía.
El binomio público y privado sostiene el ejercicio pleno de la ciudadanía de los hombres concretos a la vez que impide, restringe y obstaculiza el ejercicio de la ciudadanía de las mujeres de manera simbólica y concreta a partir de un conjunto de fenómenos.
La apuesta feminista es romper con el binomio público-privado, impulsando distintas acciones entrelazadas. Por un lado, dar atención a las tareas desempeñadas por las mujeres en el ámbito doméstico, integradas en el concepto de los cuidados para mostrar que constituyen un trabajo sin el cual es imposible la reproducción del sistema y de la vida en sí, lo cual “permanecía invisible bajo el peso del afecto” (p. 255). Por otro lado, la investigación feminista ha logrado visibilizar la violencia contra las mujeres en el ámbito doméstico como parte sustantiva de la violencia de género y como un problema estructural que proviene de “cómo se han ido tejiendo las relaciones entre hombres y mujeres dentro de un sistema de dominación” (p.259).
La visibilización de tales fenómenos, los cuidados y la violencia contra las mujeres en el ámbito doméstico, nos da la posibilidad de observar no solo la exclusión de las mujeres en la construcción misma de los derechos implícitos y explícitos de la ciudadanía, sino de comprender el papel que tienen “las relaciones afectivas, el sexo, las relaciones familiares, el lugar que ocupa todo ello en sus axiologías vitales, la energía psíquica, el tiempo real que dedican mujeres y hombres” en el ejercicio de la ciudadanía, lo cual ha implicado para los hombres, en detrimento de las mujeres, el ejercicio de la libertad, la movilidad, experimentar la libertad y todos los beneficios y apoyos psíquicos y materiales para ejercer algos grados de autonomía (p. 260).
Una vez descrito de manera más o menos detallada la propuesta de Del Valle, en el siguiente apartado se empezará mostrar su utilidad para abordar los posibles procesos de ejercicio de la ciudadanía que se expresan en la experiencia de integrantes de pueblos indígenas que habitan las ciudades, particularmente cuando se trata de mujeres indígenas jóvenes.
Mapas de Relieve de la Experiencia Espacial (relief maps)
Teresa del Valle (1997:13) nos propone una interpretación dinámica del espacio, el cual define “como un área físicamente identificable bien por las actividades, las interacciones que se llevan a cabo y los significados que se le atribuyen, permite aprehenderlo en relación con el tiempo”. Esta definición resulta pertinente para abordar el derecho sentido en las visiones que tienen las jóvenes indígenas de la urbe, en las que debemos rescatar las vivencias de acciones que tienden a reproducir el orden social, pero sobre todo las que son subversivas o marginales. Al analizar dichas vivencias lograremos encontrar cómo se dinamizan las identidades en el uso del espacio y del tiempo, y cómo se transita o no al derecho a ocupar los diferentes espacios, entre ellos el público, que incorpora lo político, el trabajo remunerado, el mercado y la plaza, lo cual implica el análisis del entramado de interdependencias que tienen estos lugares con el espacio privado integrado por la vida familiar, la doméstica, la íntima y la privacidad (Soto, 2009).
El proceso de conciencia del derecho de las mujeres indígenas jóvenes a la producción del espacio público en un contexto urbano implica romper con la idea de que las personas y grupos considerados como indígenas son ajenos a la ciudad, así como a considerar que su experiencia urbana es homogénea, por el contrario, se trata de identificar la experiencia de la ciudad a partir de la perspectiva de las jóvenes, lo cual contribuirá a visualizar la heterogénea experiencia urbana indígena en razón del sexo, la edad, la etnia, la raza, la clase, el lugar de nacimiento y de residencia.
En sintonía con lo antes dicho, se parte del supuesto de que el espacio público se produce a partir de un discurso de un modelo ideal, pero en la práctica se produce a partir de experiencias heterogéneas de sujetos históricamente situados en posiciones de poder que impactan en la forma en la que se piensa, se vive, se siente y se imagina la ciudad y el espacio público en ella (Soto, 2011) porque el espacio es percibido, representado, vivido o experimentado desde la experiencia subjetiva de los sujetos (Gissi y Soto, 2010).
Para abordar la experiencia vivida y sentida del espacio, se retomó la propuesta metodológica de la geógrafa feminista, María Rodó, quien en un trabajo publicado con Jordi Estivill (2016), analizan a partir de la metodología de mapas de relieve de la experiencia espacial (relief maps), el acceso de las y los jóvenes al espacio público desde una perspectiva interseccional para identificar los entramados de poder que afectan la participación de las juventudes en la producción del espacio urbano, cada una atravesada por diferentes ordenadores sociales, incluida la edad.
Rodó y Estivill nos plantean el análisis del discurso como una potente fuente de información, por lo que la entrevista y grupos de discusión sobre las definiciones que las mujeres indígenas jóvenes tienen del espacio público, la descripción de los lugares clave y la experiencia que tienen en ellos se vuelven cruciales en el análisis.
Rodó y Estivill nos proponen los mapas de relieve de la experiencia para describir y analizar prácticas espaciales concretas que se tejen con los relatos acerca de los lugares agradables y desagradables, en los que identifican cuatro posibilidades: a) Lugares de opresión; b) Lugares de interesecciones controvertidas; c) Lugares neutros; d) Lugares de alivio.
Los mapas de relieve de la experiencia espacial (relief maps) son una “Representación visual en la que se muestran las experiencias interseccionales en los espacios y que permiten visibilizar desigualdades y discriminaciones” (Rodó y Estivill, 2016, p. 28). Se elaboran a partir de:
La finalidad específica de los relief maps fue identificar mediante un proceso reflexivo los lugares donde las jóvenes indígenas que habitan en la ciudad de México consideran que viven violencias y discriminación, así como los lugares en los que experimentan bienestar y, con ello dar cuenta de las situaciones descritas: localización, movilidad, percepción espacial, uso y disfrute de la ciudad, divisiones espaciales para con ello, intentar hacer conexiones entre las prácticas, discursos y vivencias espaciales que nos permitan abordar el derecho sentido a ocupar el espacio público urbano.
El trabajo de campo se tenía planeado de manera presencial con las colaboradoras[3], brindando una atención personalizada. Sin embargo, las medidas sanitarias por la propagación del virus COVID-19 nos obligó a realizar las entrevistas para elaborar los relief maps de manera retoma mediante la plataforma Zoom. En una primera etapa de trabajo de campo, entre los meses de febrero y marzo de 2021 se realizaron ocho entrevistas piloto[4], cuyas respuestas por parte de las jóvenes indígenas revelaron información que ha podido ser sistematizada y analizada, más allá de la necesidad de hacer adecuaciones metodológicas al guion de entrevista, la realización de las mismas en modo no presencial, y el propio método de registro de información de campo. Una vez hechas estas adecuaciones se hicieron 10 entrevistas individuales en los meses de abril, mayo y junio del mismo año.
El trabajo de campo en modalidad no presencial requirió de una planeación todavía más cuidada que la que precisa una investigación cara a cara. Desde preparar los instrumentos, hacer la convocatoria, ponernos en contacto con las colaboradoras, registrar la información y resguardarla y, por supuesto, llevar a cabo la entrevista y elaborar los mapas de relieve en medios digitales cuando fueron creados para realizarse en contacto directo. Todo ello, en medio de una situación de crisis sanitaria, social, humana. Por todo, fue necesario poner sumo cuidado en la elaboración del guion de entrevista y, además, hacer un guion instruccional para que todo el equipo de investigación tratara de seguir los mismos pasos y estandarizar lo más posible el proceso de la entrevista. La prueba piloto se convirtió en la gran experiencia del proyecto en esta fase de la investigación. Mucho nos equivocamos, pero mucho aprendimos y logramos. En la Tabla 1 puede apreciarse el trabajo de preparación para hacer las entrevistas y mapas de relieve de la experiencia espacial y las adecuaciones que hicimos a partir de la prueba piloto.
Tabla 1 Instrumentos, formatos y materiales de trabajo de campo |
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Prueba piloto |
Entrevistas |
Consentimiento informado |
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No hubo cédula de identificación |
Cédula de identificación de la colaboradora |
Guion de entrevista: Incluyó tres baterías de preguntas: 1.Datos personales de la colaboradora
2.Percepción del miedo
3.Experiencias de discriminación
Incluyó 3 ejercicios 1. Identificación de lugares clave y emociones/percepciones/sentimientos en cada uno en relación con el género, la etnia y la edad. 2. Clasificación de los lugares clave en cuatro categorías: Lugares de malestar Lugares controvertidos Lugares neutros Lugares de bienestar/alivio 3. Representación gráfica de los lugares clave en relación con la etnia, género y edad, así como en las emociones/percepciones/sensaciones asociadas a cada lugar |
Guion de entrevista Incluyó tres apartados I.Percepción del miedo en el espacio urbano.
II.Ejercicios de mapas de relieve
III.Experiencias de discriminación en el espacio urbano
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Guion instruccional –Especificaciones iniciales
–Primer momento de la entrevista
–Desarrollo de la entrevista y de los ejercicios contemplados
–Cierre de la entrevista
–Posterior a la entrevista
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Guion instruccional –Especificaciones iniciales
–Primer momento de la entrevista
–Desarrollo de la entrevista y de los ejercicios contemplados
–Cierre de la entrevista
–Posterior a la entrevista
–Lista de materiales que el equipo de investigación debe tener a la mano al momento de la entrevista:
◦ Cédula de identificación
◦ Guion de entrevista
◦ Consentimiento informado
◦ Tabla de los lugares clave
◦ Tabla de clasificación de los lugares clave
◦ Gráfica de los lugares clave
◦ Formato de diario de campo
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No hubo material adicional
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Materiales adicionales: –Infografía del guion instruccional
–Video explicativo Ejercicio 1
–Video explicativo Ejercicio 2
–Video explicativo Ejercicio 3
–Formato de transcripción de la entrevista
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Finalmente, las entrevistas fueron realizadas en su mayoría por jóvenes estudiantes que participaron en el equipo de investigación, una como becaria, el resto como prestadoras y prestador de servicio social, dos entrevistas fueron realizadas por la coordinadora del proyecto. Cada entrevista estaba a cargo de dos integrantes del equipo. Podemos decir que, las entrevistas se llevaron a cabo de forma horizontal entre las integrantes del equipo y las colaboradoras.
El grueso de las colaboradoras aceptó participar al responder a una convocatoria pública que compartimos en las redes sociales de quienes integramos el equipo de investigación, 4 de las 20 colaboradoras habían participado en la etapa previa de trabajo de campo, en la que se hicieron grupos de debate y reflexión, una más fue prestadora de servicio social en el proyecto.
Fueron consideradas como colaboradoras, las mujeres indígenas jóvenes que se autoidentificaron como tal, que tuvieran residencia en alguna de las 16 alcaldías de la Ciudad de México, que si bien continúa siendo el principal centro urbano de llegada de migrantes indígenas, existen hoy en día familias y comunidades residentes. Además, en las alcaldías de Xochimilco y Milpa Alta se asientan comunidades nahuas originarias. Por tanto, se consideró necesario recabar información que nos permitiera establecer algunas variables para el análisis: lugar de residencia en la ciudad, tiempo de vivir en la ciudad, tipo de residencia (comunidades originarias, residentes, migrantes recientes y temporales), tipo de asentamiento (congregado, disperso, “aislado”), edad, etnia, ocupación, estado civil o conyugalidad, hijas/os y edad, condición de salud, orientación sexual.
En la elaboración de mapas de relieve de la experiencia espacial participaron jóvenes indígenas que se autoidentificaron bajo esta categoría en un rango de edad de 22 a 37 años, de las etnias nahua, chinanteca, hñahñu, mixe/ayuujk, mixteca, zapoteca, otomí, purépecha. Todas cuentan con estudios de licenciatura, cinco de ellas tienen maestría, dos son nahuas originarias de la Ciudad de México, cuatro son residentes y 11 migrantes (todas por motivos de estudio), seis son estudiantes, dos son comerciantes, una hace labores del campo, tres son profesoras, una es consultora independiente, dos son servidoras públicas y el resto trabaja en organizaciones de la sociedad civil en materia de derechos humanos, pueblos y mujeres indígenas.
El miedo y la discriminación: dos obstáculos para las jóvenes indígenas en el ejercicio de la ciudadanía
El acercamiento a la experiencia de derecho sentido desde una metodología cualitativa como lo fue la ruta que se decidió realizar, nos marcó una serie de retos de método, con respecto a la obtención-registro de información y, sobre todo, de sistematización y análisis. Cada colaboradora se conformó como un caso.
La entrevista que se le hizo a cada una fue transcrita y luego sus respuestas sistematizadas en tres hojas de Excel, una para integrar los lugares clave que cada colaboradora nos indicó, otra para clasificar estos lugares de acuerdo al nivel de malestar y la última para hacer una sistematización de sus narrativas en relación a los ejercicios previos, ubicando el impacto que tiene el género, la etnia y la edad con los discursos, vivencias y experiencias, así como las emociones, significados y relaciones de poder en las que se ven inmersas en los lugares clave que identificaron.
Aún se está haciendo la sistematización de la información de campo donde pueden advertirse experiencias compartidas, pero se insiste, siempre mediadas por las características de cada colaboradora, su historia de vida y su forma de asentamiento en la ciudad. Por ahora solo retomaremos una de las entrevistas que se está trabajando de la prueba piloto para abordar la reflexión acerca de dos experiencias. La primera tiene que ver con la percepción del miedo, la segunda con el papel que tiene la discriminación en el ejercicio de derechos, que corresponde a los dos aspectos centrales que se indagaron en la entrevista que acompañó la elaboración de los mapas de relieve de la experiencia espacial.
Las propuestas de Teresa del Valle con la categoría de derecho sentido y de María Rodó con la herramienta de los mapas de relieve de la experiencia espacial, en las que se basó la propuesta teórico metodológica del proyecto de investigación aquí referido, apuntan a identificar el miedo como una emoción clave en la experiencia humana, la cual anclada en una diferenciación por la vía del género y otros ordenadores sociales tiene como resultado una experiencia diferenciada del miedo.
Mientras que los hombres son aprestados a no sentir ni expresar miedo en su construcción como tal y como una característica de la masculinidad, lo cual trae consecuencias que no es objetivo abordar en este espacio, a las mujeres, en cambio, se les construye como sujeto y sujetas del miedo. Es parte de la feminidad sentir y expresar miedo. Una de las consecuencias de la socialización del miedo en las mujeres y los procesos que se implementan para la subjetivación en cada una de las mujeres concretas, está precisamente en la experiencia de ciudadanía. Al respecto nos dice Paula Soto (2017, p. 40).
Los sistemas de sexo-género tiene diferentes expresiones históricas. No obstante, geográficamente asumen una forma específica en el territorio urbano, a través de la imagen del miedo, quizá una de las mayores expresiones de las relaciones de poder, pues la subordinación de las mujeres se asimila a través de la interiorización del temor ante la amenaza de la violencia del género masculino, en la casa, en el trabajo en la vía pública; una realidad no completamente reconocida.
El miedo para las habitantes de la ciudad pasa por distintas experiencias que se concatenan desde situaciones más generalizadas, como que en la vida urbana se tienden a perder los vínculos de cooperación y solidaridad, esto deviene en una sensación de aislamiento en el vivir y transitar por la ciudad.
Están, también, las situaciones objetivas de que alguien, en general, los hombres, puede por un lado, causar un daño, es decir, en un contexto en el que se pierden los lazos sociales, se abre la posibilidad de ser víctimas de delincuencia (asaltos, robos, secuestros), pues nadie está ahí para ayudar, además, en las ciudades de países sin desarrollo humano los actos delincuenciales se vuelven formas de sobrevivencia económica, en este sentido, las mujeres se vuelven blanco más factible para personas delincuentes. Por otro lado, está la violencia contra las mujeres, la cual es estructural en las sociedades contemporáneas, tanto en el espacio privado como en el espacio público, causa daños físicos, sexuales, psicológicos, patrimoniales, económicos, así es que es difícil encontrar a alguna mujer que no haya sido víctima de violencia de uno u otro tipo en algún momento de la vida.
Finalmente, se socializa a las mujeres en la percepción del miedo. Esto sucede, según lo que nos explica Teresa del Valle porque desde los primeros años de vida, a las mujeres se les advierte de los peligros que hay para ellas si intentan cambiar el statu quo, creando en cada mujer concreta la sensación de que algo le puede suceder, precisamente por el hecho de ser mujer. Se crean escenarios y situaciones que son repetidos constantemente, a lo que Teresa del Valle (2010) denomina como imaginarios anticipatorios, los cuales se introyectan en la subjetividad y se prenden, anticipándose precisamente, como como focos rojos en el actuar de las mujeres, impactando en las decisiones que toman en la vida cotidiana, y orillándolas a implementar contantemente estrategias para enfrentar en el día a día el temor por situaciones objetivas y por estas situaciones subjetivas.
Ahora bien, al trabajar con las colaboradas la emoción del miedo, en tanto mujeres, en las entrevistas se dio cuenta de las situaciones antes descritas. Al respecto una de las colaboradoras explica:[5]
De alguna manera sé que mi vida corre peligro porque existe el patriarcado y porque la periferia es de las zonas más inseguras para todas las mujeres que la habitamos […]
Una vez que un hombre se da cuenta que el mundo le pertenece, pues ya saben que pueden hacer cualquier cosa […], que tanto su familia, como en la sociedad, como las instituciones, los medios de comunicación y todo lo que nos rodea siempre los va a proteger o de alguna manera ha[n] sido hecho[s] por ellos, que pues sí, hay toda una estructura que les respalda, hagan lo que hagan.
No obstante, nos proporcionaron más claves de cómo opera el miedo para una mujer, cuya identidad sintetiza diferentes formas de opresión, en el caso de las jóvenes entrevistadas, el ser mujeres e indígenas.
En la siguiente respuesta podemos advertir que una de las jóvenes colaboradoras manifiesta no solo su miedo a que atenten contra su vida y a ser víctima de violencia sexual. Ella habla de atentado contra el cuerpo y tocamientos, de los que puede ser víctima como un hecho objetivo y como un imaginario anticipatorio. Pero el miedo no se queda ahí, va más allá, primero se pregunta qué pasaría si además se atreviera a denunciar un hecho como ese. La respuesta que se da a sí misma es contundente: como mujer no le creerían y como indígena sería ignorada. Además, nos hace ver que sabe que ser víctima de violencia sexual no solo puede ocurrir a una niña, joven o mujer adulta en el espacio público, puede pasar en el propio entorno familiar y comunario. También se pregunta sí le darían importancia a un hecho así. Manifiesta miedo porque se enfrentaría, por un lado, al silencio y, por otro, a la construcción desigual de la sexualidad para mujeres y hombres en los contextos indígenas. Veamos como lo dice en sus propias palabras.
yo creo que justo como está cuestión del hecho de ser mujer […] como [que] violente[n] tu cuerpo, la verdad es que eso si me causa mucho miedo, mucho miedo […], por ejemplo que justo tú llegas a un espacio a hacer una denuncia o algo así, y que primer[o] es que seas mujer y no te crean, o lo otro es que si eres indígena pues justamente que no te pelen […] yo creo que eso me genera mucho miedo, demasiado miedo y, sobre todo, como esta parte del pues sí, de que atenten contra mi vida si me da muchísimo miedo, y justo. […] de repente platico con mi mamá, y el hecho como de ser indígena […] a veces es como […] complicado tocar ciertos temas dentro de [las] familias […], que te toquen o cosas así y que tu mamá lo tome o que tu familia lo tome con importancia y que crean que sí es importante, o decir si necesitas decirlo y te sientas respaldada por tu familia o por tu comunidad es complicado […] porque ciertos temas dentro de una comunidad indígena son tabúes, o que no son bien aceptados. […]. Me da miedo que a veces si uno como mujer llega a pasar algo, pues [que] nadie [haga algo] que todos nos quedemos callados, que no lo digamos, sobre todo aquí en la comunidad a veces se viven cosas y no se dicen por el temor de ser señalado, entonces, a veces creo eso me genera un poco de miedo, como ser una cifra más.
Podemos decir, que estas jóvenes no solo identifican miedo a ser dañadas, si no a lo que pasaría después de que esto suceda, lo cual afianza el miedo y controla su actuar, pues el miedo fundamentado en hechos objetivos o propiciado por los imaginarios anticipatorios es un mecanismo de control de la sociedad y de los hombres sobre la vida de las mujeres. El miedo paraliza, inactiva a las mujeres para actuar, participar, tomar decisiones, en suma, ejercer su ciudadanía.
El gobierno central de China enmendó una reglamentación sobre minorías étnicas para protegerlas mejor de la discriminación y ayudarlas a integrarse a las comunidades locales.
Los gobiernos de las ciudades deben enfrentar de inmediato las quejas relacionadas con la discriminación y garantizar que las minorías étnicas en las ciudades no sufran injusticia, de acuerdo con el proyecto de revisión a la reglamentación del país sobre trabajo étnico en las ciudades.
La reglamentación, que fue promulgada en 1993, no puede abordar de manera efectiva muchos nuevos problemas que surgen del movimiento masivo de gente, indicó un funcionario de la Comisión Estatal de Asuntos Étnicos.
Conforme crece la población de minorías étnicas, se han presentado más casos de desacato a las políticas étnicas y de usurpación de los derechos e intereses de las minorías étnicas, dijo el funcionario.
En algunos lugares, ciertos grupos minoritarios han reportado discriminación en empleo, educación y alojamiento, señaló el funcionario.
Algunos inmigrantes se han quedado marginados, en desventaja y viven en malas condiciones y en pobreza grave.
Asimismo, como las personas de etnias distintas interactúan más entre sí, la incomprensión e incluso la discriminación entre ellas han conducido a incidentes que socavan la unidad étnica y a veces a incidentes graves que comprometen la estabilidad social, añadió el funcionario.
En los años recientes, más del 80 por ciento de los incidentes y emergencias relacionados con las etnias han ocurrido en las ciudades.
El proyecto de revisión tiene el objetivo de regular y servir mejor a las minorías en las ciudades. Se están recibiendo opiniones sobre el proyecto.
Los gobiernos urbanos deben dar mayor importancia a la labor étnica basada en la comunidad y ayudar a las distintas comunidades a participar en actividades para que todos los grupos étnicos puedan vivir, estudiar, trabajar y divertirse en armonía, de acuerdo con el proyecto.
En las ciudades densamente pobladas por inmigrantes de minorías étnicas, se deben establecer unidades de servicio y administración a nivel local con el apoyo de las instalaciones de servicios comunitarios, añade el proyecto.
El proyecto fomenta también las actividades culturales y deportivas étnicas, así como el desarrollo de la medicina tradicional de las minorías étnicas.
Además, pide a los gobiernos central y de ciudades que guíen, coordinen y supervisen mejor la labor étnica para garantizar la implementación efectiva de las políticas étnicas (China combate discriminación hacia minorías étnicas en ciudades | Observatorio de Política China [OPCh] (politica-china.org), última consulta 20 de septiembre de 2022).
Me permito citar en extenso una nota que se encontró en la Internet cuando se buscaba información para argumentar el artículo titulado “Derechos laborarles de las y los jóvenes indígenas en el marco de la experiencia migratoria a las ciudades en México” (López, 2019). Nos habla sobre las medidas tomadas por el gobierno central chino para enmendar la discriminación sufrida por las minorías étnicas en las ciudades de aquel país asiático, y permite afirmar que la ciudad es el lugar donde se manifiestan las experiencias más sentidas y evidentes de trato discriminatorio hacia las personas con una condición social y cultural ética diversa con respecto al grupo social en el poder.
La violencia (y el miedo que se tiene a ella) y la discriminación son las dos caras de la desigualdad social. Específicamente, en la sociedad mexicana y la de otros países que albergan minorías étnicas. La discriminación es un hecho presente en la experiencia de las personas con características étnicas diferentes al grupo o grupos que detentan el poder y la hegemonía y, la ciudad, no es un espacio de excepción, por el contrario, de aluna u otra manera está configurada por la discriminación.
Cuando se decide realizar un proyecto de investigación con mujeres indígenas jóvenes y su relación con el espacio público de la ciudad, y luego enforcar la atención en la categoría de derecho sentido desde una metodología participativa, como los mapas de relieve de la experiencia espacial, el análisis de la percepción del miedo no podía eludirse y, claro, que debía integrarse en los instrumentos, incluso por motivos de comparación con los resultados presentados por las autoras constantemente referidas en este ensayo. Sin embargo, sabíamos, intuíamos que se debía dar un paso más y abordar el tema de la discriminación. Sí por género, sí por edad, incluso, sí por clase, pero especialmente, la discriminación étnica.
La intuición no fue errada, por el contrario, abordar la discriminación de manera amplia y profunda al mismo tiempo, nos permite comprobar hallazgos que las investigaciones más importantes sobre indígenas en/de la ciudad han mostrado de manera constante en sus trabajos, pero igualmente integrar nuevos hallazgos de cómo la discriminación por distintos ordenadores de clasificación social y de opresión se sintetizan y se subjetivan en la vida de las personas indígenas, en este caso, de las jóvenes indígenas que habitan en la ciudad. Así mismo, permite evaluar como la subjetivación de la discriminación impacta en los grupos discriminados al ejercer el conjunto de derechos que constituyen la ciudadanía.
A continuación, se presentan una viñeta en las que una de las colaboradoras relata una situación de discriminación en la escuela, uno de los lugares clave, que ella misma identificó:
esto comenzó cuando yo iba a la escuela […] primaria […] fue un […] espacio [que] impactó mucho mi infancia porque justo en ese lapso de primaria yo acudía a una escuela [donde la] mayoría de los niños que iban era de clase media alta, entonces sí, yo sufría mucha discriminación ahí. Y la verdad mi infancia fue muy marcada en ese periodo […], al grado de que yo optaba por no estudiar, yo le decía a mi mamá que no quería estudiar, pon me a trabajar yo hago lo que sea, pero estudiar, no me mandes [,..] en esos espacios justo hacían comentarios de que yo no tenía espacio ahí. Yo no tenía derecho a estar ahí, entonces yo me comía esas palabras. Yo creía que era cierto, que esos espacios no estaban hechos para mí.
En un capítulo escrito anteriormente (López, 2021), se explica cómo en los grupos de debate y reflexión que se hicieron durante la primera fase de investigación, tanto las jóvenes nahuas originarias de Milpa Alta, Ciudad de México como un grupo de mujeres indígenas jóvenes estudiantes de licenciatura, asociaban su experiencia en la ciudad con una sensación de ajenidad constante, concluimos que se trataba de una ajenidad a las formas de vida urbana, las cuales señalaban las participantes en los grupos, estaban en contraposición con sus formas de vida comunitarias. También explicaban que este sentimiento de ajenidad, provenía de la propia construcción, diseño o forma del espacio urbano. Incluso de la forma de dónde provenían los alimentos que se consumían en la ciudad, muchos de ellos industrializados. Hablaron también de los olores de la ciudad (la polución, la comida en los puestos callejeros) y el trato entre las personas, el cual siempre de manera directa o sutil las hacía sentirse ajenas a la ciudad y la vida urbana.
Cuando se hacen los diálogos con las colaboradoras para abordar el miedo y la discriminación, principalmente esta última, surgen de nuevo las formas de trato discriminatorio como un detonante de esa sensación de ajenidad, como bien lo apunta el relato que se presenta antes. De tal suerte, la discriminación violenta en primera instancia, el derecho a la identidad propia.
Ha sido un proceso muy complicado y muy largo, el poder aceptar que yo soy indígena, incluso […] no tiene mucho. Hasta apenas en la universidad era importante decirlo y aceptarme tal cual. Hubo un momento en el [que] yo odiaba el color de piel. Simplemente negaba ser quien era y decir de dónde venía, entonces estar parte ha hecho que de cierta forma yo pueda entender y decir “bueno si soy indígena, soy hija de artesanos y no tengo porque avergonzarme”.
El proceso de aceptación de su identidad para esta colaboradora y el derecho a que sea reconocida como tal, es posible porque la identidad indígena se ha planteado precisamente como un derecho de los pueblos indígenas y de sus integrantes en el contexto internacional, nacional y local, resultado de las luchas por el reconocimiento de los pueblos indígenas como sujeto de derechos.
El reconocimiento de los pueblos como sujeto de derechos y del conjunto de derechos humanos que les son propios, poco a poco ha cambiado las instituciones, no de manera óptima, pero si se van transformando. Si bien en la educación básica en México hay muchas carencias de políticas públicas y programas que hagan del espacio escolar un lugar de convivencia y respeto de la diversidad cultural, hoy en día en las universidades públicas hay programas que están permitiendo que las mujeres y hombres que se autoadscriben y son reconocidos como parte de comunidades indígenas, haciendo desde esta identidad los estudios universitarios, una experiencia que generaciones pasadas no pudieron tener. En otros casos se han construido instituciones educativas desde otros paradigmas, como lo son las universidades interculturales. Por último, resaltar la organización de las propias comunidades indígenas para reproducir espacios comunitarios en la ciudad, donde niñas, niños, adolescentes y jóvenes son reintegrados a una vida comunitaria, que permite reconocerse como parte de ella, y desde ahí ejercer el derecho a la identidad étnica, un paso totalmente necesario para poder ejercer el conjunto de derechos en una comunidad política pluricultural, plurilingüe, pluriétnica y diversa.
Reflexiones finales
Las personas integrantes de comunidades y grupos indígenas han visto restringida su acción y participación en la ciudad, ante la persistente idea de que son ajenos a la vida urbana, problematizándose las formas de integración y asimilación (Kemper, 1976) adaptación (Arizpe, 1979; Sánchez, 1995), discriminación (Thacker y Bazua, 1992; Oehmichen 2003, Escalante, 2004) y reconocimiento (López, 2006; Igregaja, 2000) de las personas y grupos indígenas en la ciudad.
Además, en la estructura social y, en particular en la ciudad, las personas consideradas indígenas y los propios pueblos indígenas han sido tratados como sujetos de tutela, por tanto, se les ha negado el derecho a participar en la vida pública. Esto de entrada opaca el interés por preguntar sobre su presencia-ausencia en el espacio público de la ciudad y las posibilidades que tienen de participar en su producción como lugar de toma de decisiones y resolución de conflictos, de expresión, encuentro, desencuentro o de seguridad e inseguridad.
No obstante, en las representaciones e imaginarios sociales y en la opinión pública encontramos alusiones cargadas de racismo y clasismo sobre la relación existente entre personas indígenas y el espacio público en la ciudad; en el caso de México y, de manera particular en la ciudad capital, por mencionar algunos ejemplos:
– Se califica la presencia de las personas indígenas en dicho espacio como indeseada, primero porque se considera que sus formas de vida son propias de la vida rural y no de la ciudad, y luego porque algunas de las actividades que realizan personas indígenas que migran a la ciudad son mal vistas por los habitantes citadinos, por ejemplo, la venta ambulante o la mendicidad en las calles de la ciudad.
– Se identifica la imagen del indígena en el espacio público como una presencia festiva o folclorizada en las fiestas patronales de los barrios y pueblos originarios o en los enclaves de migrantes indígenas en la ciudad. En este sentido, podemos también hacer alusión a “concheros” o danzantes aztecas[6] que se ubican en algunos espacios turísticos o religiosos de la ciudad.
– Se les ubica a las personas indígenas en los espacios públicos urbanos cuando se dedican a producir y comerciar sus artesanías o en las ferias artesanales que se llevan a cabo en plazas públicas de la ciudad.
– Se representa al indígena o indio en los monumentos que hacen referencia al pasado glorioso del indio muerto[7], es decir, aquel que es parte de la historia prehispánica a manera de héroe, ídolo o figura extraordinaria, por supuesto, casi siempre masculina, que sirve para reivindicar y recuperar oficialmente las raíces indígenas.
Después del movimiento zapatista en la primera parte de la década de 1990, se inició un proceso de exigencia y reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas en todo el país. Las ciudades no fueron ajenas a ello, por lo que hablamos hoy en día de una presencia indígena politizada en la esfera pública urbana, en la que el reclamo de derechos sociales, civiles, económicos y políticos a las instituciones urbanas provocó la conformación de espacios organizativos que a la vez que exigían reconocimiento, permitieron a muchas familias, comunidades y pueblos migrantes en la ciudad, reproducir sus formas de organización social, mantener contacto y lazos con sus comunidades de origen (véase López, 2006).
En el mismo contexto, se gestó una presencia identitaria en la ciudad, no solamente en la capital, sino en otras ciudades donde se establecieron nuevos flujos migratorios en el cambio de siglo: Tijuana, Guadalajara y Monterrey, por mencionar las más estudiadas, en donde se han establecido lugares de reunión de migrantes, siendo unidad de estudio de varias investigaciones en las últimas dos décadas (Díaz, 2009; Leyva, 2014; Meneses, 2016; Meneses y López, 2017; López 2017;).
En estos lugares de reunión, especialmente las y los jóvenes fueron conformando en varias generaciones de migrantes, un espacio de encuentro y recreación para manifestar sus identidades como migrantes, jóvenes e indígenas; no sin tensiones con las instituciones y los habitantes citadinos, quienes al percatarse de la presencia de estos grupos en ciertos lugares de la ciudad, los perciben como inseguros porque suelen ser lugares intersticiales o que han sido abandonados o están sin utilizar (parques, plazas, estaciones de transporte público) y, sobre todo, porque se racializan ante la presencia de los considerados, no citadinos.
Ante este panorama, podemos decir que las personas y grupos indígenas dinamizan en la ciudad diferentes repertorios identitarios que se concatenan de manera específica en lo individual y en lo grupal para hacer uso del espacio público de la ciudad, pero cabe preguntarse ¿Lo hacen a partir de una consciencia de que tienen derecho a la ciudad? ¿cómo impactan otras diferencias, además de la étnica, para hacer suyo el derecho a participar en la producción de la ciudad y de su espacio público? Para responder estas preguntas consideramos importante acotar a un grupo específico el trabajo investigativo: las mujeres jóvenes indígenas, enfocándonos en conocer ¿Cuáles serían los discursos, experiencias y prácticas espaciales de las jóvenes indígenas en las que podemos identificar el derecho sentido a participar en el espacio público de la ciudad? Esto cuando sabemos que, el espacio público se define desde una perspectiva adulta, androcéntrica y etnocéntrica.
Para responder tales preguntas fue necesario buscar herramientas teóricas y metodológicas que permitieran ayudarnos a indagar no solo las condiciones estructurales, institucionales que permiten o no el ejercicio de la ciudadanía para un grupo de jóvenes indígenas que habitan en la ciudad, nos interesaba adentrarnos en los procesos subjetivos que se vinculan de una u otra manera con esas condiciones estructurales. El derecho sentido en tanto categoría antropológica fue la herramienta teórica que permitió acceder a ese mundo subjetivo de la experiencia de ciudadanía. Así mismo, la metodología de los mapas de relieve de la experiencia espacial (relief maps) fue el procedimiento que acorde con lo buscábamos encontrar, nos complementó desde una estrategia participativa enfocada en asociar espacio, identidades, experiencias, emociones y significados, para dar cuenta de la complejidad que tiene la experiencia de ciudadanía, en este caso para las mujeres indígenas, jóvenes.
Es rica la información que se logró obtener en el trabajo de campo Lo mostrado en estas páginas apenas es una pincelada del mucho trabajo que se realizó y que falta todavía por llevar a cabo en términos de sistematización y análisis, pero esperamos haber incentivado el interés del público lector de este ensayo. No prometimos respuestas a las preguntas que planteamos en algunos momentos del texto, pero sí se espera haber dejado claridad sobre la potencial contribución que una categoría antropológica y una herramienta geográfica puede brindar para trabajar con las jóvenes indígenas y su relación con el espacio público urbano.
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Urbalejo Castorena, Olga Lorenia, “Modos de vida indígena en la ciudad trasnacional”. La ciudad trasnacional comparada. Modos de vida, gubernamentalidad y desposesión. México, UAM-I, Colección Estudios Transnacionales, 2015
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Entre enero de 2019 y diciembre de 2021 se realizó el Proyecto de investigación: Mujeres indígenas jóvenes. El derecho sentido a ocupar el espacio público en la Ciudad de México, coordinado por la Dra. Jahel López Guerrero, tuvo a bien integrar un equipo interdisciplinario que realizó un trabajo comprometido en las diferentes tareas que se pudieron realizar durante el desarrollo de investigación: búsqueda, recopilación y sistematización de bibliografía, diseño y aplicación de instrumentos de investigación, sistematización de información de campo y presentación de resultados en diferentes eventos académicos. ↑
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Quienes prestaron su servicio social en el Proyecto de Investigación: Mujeres indígenas jóvenes. El derecho sentido a ocupar el espacio público en la Ciudad de México. Su compromiso y trabajo fue invaluable para la realización del trabajo de campo, sistematización de la información bibliográfica y de campo, así como la redacción de algunas partes de este ensayo. ↑
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Las jóvenes indígenas no fueron pensadas como “informantes”, sino como colaboradoras en la medida que forman parte de la investigación como sujeto cognoscible, que aporta al proyecto no solo su experiencia como objeto de conocimiento, también nos comparte su propia conceptualización, su reflexión e interpretación en torno a los ejes analíticos que conforman el problema de investigación. Por ello, fue muy importante realizar las entrevistas en un contexto de cuidado y profundo respeto con sus condiciones de vida al momento de llevar a cabo la reunión virtual. ↑
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En este ensayo solo haremos referencias a estas ocho entrevistas por estar ya sistematizadas y como un primer ejercicio de análisis. ↑
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A cada colaboradora se le pidió permiso para utilizar su nombre en la presentación de resultados, las menos pidieron utilizar un seudónimo o que su nombre no apareciera, para evitar caer en un error al nombrar a estas últimas colaboradoras, en este ensayo, se decide mantener el anonimato de todas aquellas de quienes retomamos sus palabras e ideas. ↑
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Se trata de grupos que recrean atuendos, danzas y rituales de origen mexica (azteca). Para mayor información al respecto puede consultarse González, 2005. ↑
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Utilizó esta noción en alusión a la exaltación que se hace de las culturas indígenas prehispánicas, de cuyos vestigios e historia se resaltan personajes heroicos en la historia oficial, pero que ya murieron hace mucho tiempo y se niega la existencia de los pueblos indígenas actuales y las condiciones de pobreza en las que viven la mayor parte de sus integrantes en los medios rurales y urbanos. ↑
Jahel López Guerrero Doctora en Antropología, especializada en Antropología Feminista. Investigadora Titular “A”, Definitiva, Tiempo Completo, Adscrita al Programa de Investigación, Feminista del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (UNAM). Investigadora Nacional Nivel I. Docente y tutora en el Programa Único de Especialización en Trabajo Social en Modelos de Intervención con Mujeres y en los Programas de Posgrado de Estudios Latinoamericanos, Trabajo Social y Estudios de Género de la UNAM. Cuenta con más de 30 publicaciones, ha presentado 80 ponencias en eventos nacionales e internacionales e impartido una veintena de conferencias en instituciones académicas, gubernamentales y de la sociedad civil en temas de su especialidad.