ISSN 2692-3912

EDICION 2024

AGRADECIDAS SEÑAS: CALL FOR PAPERS 2024

Deadline for submissions: February 11 to Sunday, August 25, 2024

 University of Texas—Permian Basin (Host)

University of Copenhagen

Wayne State University

Kore University of Enna (Italy)

University of Tromsø (Norway)

Metropolitan State University of Denver

Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH)

Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)

Concept Note:

Agradecidas señas: A Journal of Literature, Culture & Critical Essays is a bilingual (Spanish/English), peer-reviewed, academic journal based at the University of Texas—Permian Basin. Following the achievement of this issue, we welcome submissions for our fourth annual issue, to be published in summer 2024. We invite contributions that draw on (but are not limited to) ecocriticism, cultural studies, philosophy and literature, political theory, and cinema. We are particularly interested in submissions that are interdisciplinary in nature, and which bring language research into dialogue with historical, philosophical, economic, and political questions.

Agradecidas señas also welcomes translations from Spanish languages into English (or vice versa), particularly texts that have not been previously published. And this journal will also open a section for graduate students to publish their essays — upon recommendation by their professors.

Contributions should be accompanied by a 200-word abstract and a brief biography.

Submissions should be written in Spanish or English, be between 5,000 and 8,000 words in length, and follow MLA style or other citation style books, such as APA and Chicago. To view our full author guidelines and editorial policy, please visit our website: www.agradecidassenas.com

CALL FOR PAPERS Deadline for submissions: February 11 to Sunday, August 25, 2024

Submission for Academic Papers: journal@agradecidassenas.com

Agradecidas Señas: A Journal of Literature, Culture & Critical Essays es una revista académica bilingüe (español/inglés), cuyos trabajos se ajustan a un proceso de revisión por pares, con sede en la Universidad de Texas—Permian Basin. Tras el logro de este número, damos la bienvenida a las presentaciones para nuestro cuarto número anual, que se publicará en el verano de 2024. Invitamos contribuciones que se basen en (pero no se limitan a) la ecocrítica, los estudios culturales, la filosofía y la literatura, la teoría política y el cine. Estamos particularmente interesados en presentaciones que sean de naturaleza interdisciplinaria y que pongan la investigación del lenguaje en diálogo con cuestiones históricas, filosóficas, económicas y políticas.

Agradecidas Señas también agradece las traducciones del español al inglés (o viceversa), en especial de textos que no hayan sido publicados previamente. Y esta revista también abrirá una sección para que los estudiantes de posgrado publiquen sus ensayos, por recomendación de sus profesores.

Las contribuciones deben ir acompañadas de un resumen de 200 palabras y una breve biografía.

Las presentaciones deben estar escritas en español o inglés, tener una extensión de entre 5000 y 8000 palabras, y seguir el estilo MLA u otros libros de estilo de citas, como APA y Chicago. Para ver nuestras pautas completas para autores y nuestra política editorial, visite nuestro sitio www.agradecidasenas.com

Los mundos de la metaficción

El primer planteamiento del término metaficción se sitúa al final de los años sesenta; se lo debemos a William H. Gass. En su ensayo “Philosophy and the Forms of Fiction” (1970), el novelista y crítico estadounidense señala la comunidad de objetivos que une al filósofo y al novelista: ambos son conscientes de las capacidades heurísticas del lenguaje, ambos se inventan a partir de la creación de conceptos y ambos utilizan el idioma para la creación de mundos. De ahí que la reflexión sobre los mecanismos lingüísticos y sus convenciones de uso resulte obligatoria. Para Gass, al igual que existen meta-teoremas en matemáticas o en lógica, capaces de desvelar de forma enriquecedora mecanismos que guían a la entera disciplina, en novela, la reflexión sobre las mismas formas de ficción se puede tematizar para la obtención de nuevos y más lúcidos modos de contar (Schlick, 2023, p. 2). El ejercicio de la metaficción sería novedoso sinónimo, entonces, de autoconocimiento, autoconciencia y, claro, de distanciamiento irónico respecto a las posibilidades persuasivas de la obra cuyos engranajes quedan al descubierto. Decimos novedoso porque Gass identifica la práctica de la metaficción con la que considera la “novela madura” de la época. En otras palabras, con Waugh (1984, p. 19), a través de la práctica de la metaficción, la novela se descubriría a sí misma como escritura, que es su naturaleza última. 

 Las reflexiones de Gass, con todas sus luces y sus sombras –la supuesta novedad del término en el ámbito de una tradición a la cual no resultan ni mucho menos ajenas estas prácticas, en particular (cf. Currie, 1995)– se encuadran en uno de los temas que más ha obsesionado al mundo cultural desde entonces: el estudio sobre cómo los seres humanos construyen, median y reflexionan sobre su experiencia en el mundo. En otras palabras, si partimos de la idea de que nuestra vivencia pasa siempre a través del filtro del lenguaje, la reflexión sobre la ficción literaria y sus convenciones se puede convertir en un útil modelo para aprender sobre cómo edificamos nuestra realidad (Waugh, 1984, p. 3 y ss.). Asimismo, nos puede desvelar las complejas e inestables relaciones que precisamente mantiene el lenguaje con todo lo que le es externo. En resumidas cuentas, ¿resulta también nuestro entendimiento del mundo una modalidad más de ficción?

Dicho esto, ¿cuáles son los terrenos abiertos a la exploración en el ámbito de la narrativa? En primer lugar, a través del ejercicio de la metaficción se revelaría la historicidad y la contingencia de nuestros modos de contar y, por ende, de mirar. En el caso de la retórica del realismo literario –y su posterior fragmentación en el multiperspectivismo (Auerbach, 2000)–, el ejercicio de la metaficción nos informa sobre el hecho de que no existe un único lenguaje de la ficción; más bien, la novela se construye a través de la continua asimilación de otras cotidianas formas de comunicación con las que compete. Nos referimos a las retóricas del diario íntimo, el periodismo, la conversación informal o los documentos legales, por poner un ejemplo (Waugh, 1984, pp. 5-6; Schlick, 2023, pp. 7-8). El ejercicio de la metaficción se sustanciaría entonces en la deconstrucción de las retóricas narrativas a través del desvelamiento de fuentes y de la multiplicación de puntos de vista que entran en contradicción. Asimismo, contarían con un rol importante la explicitación de las convenciones y el cuestionamiento tanto de autoridades como de horizontes de expectativas. En conclusión, la metaficción revelaría el carácter esencialmente dialógico de la novela, su condición de punto de encuentro y conflicto entre retóricas contingentes. 

En segundo lugar, la práctica de la metaficción abriría espacios para la participación del discurso crítico –y su capacidad de modelar la recepción y, por ende, el contenido de la obra– en el andamiaje narrativo. Con Currie (1995, p. 3), la dramatización del vínculo entre crítica y narrativa sería reflejo de la mutua dependencia que ambos discursos mantienen fuera del mundo ficticio: la figura del escritor y del crítico con frecuencia se superponen; el lector suele elegir sus lecturas –y buscar claves de interpretación– en el ámbito de la crítica. A través de la cancelación de límite entre literatura y crítica se privilegia la reflexión sobre el rol del arte en la sociedad. 

De cuando hemos indicado, en el ámbito hispánico, nos puede resultar útil como ejemplo, por un lado, la producción cuentística de Jorge Luis Borges. En particular, nos referimos tanto al movimiento entre niveles narrativos presente en “El jardín de los senderos que se bifurcan” como a un Pierre Menard cuya reescritura palabra por palabra del Quijote adquiere un estatus a priori inesperado gracias a las condiciones de recepción de que se esbozan en el relato. Otro caso de gran riqueza resultaría El beso de la mujer araña, de Manuel Puig: la novela se presenta al lector como un complejo entramado en el que se dan la mano el juego paródico y explícito con las convenciones de la literatura popular, el resumen y el debate sobre películas reales y ficticias por parte de los personajes, las largas notas a pie de página que juegan con los discursos histórico y académico y, para terminar, la presencia de otros géneros discursivos, como los informes carcelarios y su frialdad. El resultado de esta combinación se sustancia en una obra que, distanciándose de sus posibilidades narrativas, muestra de forma escalofriante en su excepcionalidad el horror de la dictadura argentina (Muñoz Molina, 2022, pp. 3-9). Fuera de la literatura escrita en lengua española resulta obligatorio citar obras como La mujer del teniente francés, de John Fowles, con su continua explicitación –y crítica– de las convenciones retóricas que la construyen; decidir un final es una cuestión de pensar en una tradición y lanzar una moneda al aire. Asimismo, no se pueden olvidar las continuas reescrituras de la misma historia sobre las que se articulan las novelas que componen El cuarteto de Alejandría, de Lawrence Durrell, muy poco presentes en la bibliografía consultada. 

Si dejamos de lado ejercicios lúdicos en los que la estructura narrativa se somete a caprichos lingüísticos (Schlick, 2023, pp. 70 y ss.), la metaficción resulta, asimismo, en tercer lugar, un espacio para el cuestionamiento de nuestras capacidades de acceso al pasado en el ámbito del discurso histórico. No olvidemos aportaciones de críticos como Hayden White. Para el estudioso estadounidense, la escritura de la historia se identifica con el ejercicio del creador de ficciones: los hechos pasados adquieren o pierden sus significados a través de su inserción en una estructura narrativa, con inicio, nudo y desenlace (White, 1978). Las reflexiones de White sobre la opacidad del pasado se pueden combinar asimismo con las conclusiones del Foucault que ponía en duda la noción de progreso histórico y que cifraba la evolución histórica en la modificación del orden del discurso; también con las críticas posestructuralistas a la noción de verdad y las consiguientes sospechas de Lyotard sobre la validez de los grandes relatos a través de los cuales la humanidad se ha contado a sí misma (Schlick, 2023, pp. 95-99). Más allá de la necesidad de relativizar el relativismo en nuestra época, la de la posverdad (cf. las lúcidas reflexiones presentes en Villanueva, 2021, pp. 204 y ss.), coincidimos con Hutcheon (1988, pp. 92-93) en que la metaficción nos informa de la condición de la historia como representación ficcional e incompleta –del pasado solo quedan testimonios fragmentarios, que después son reordenados–. A todo esto, sin embargo, hay que añadir que las novelas en las que el discurso histórico queda desnudo ante sus propias limitaciones ofrecen al lector inmejorables instrumentos críticos para entender la complejidad del mundo que le rodea: el pasado no es opaco, sino interpretable.

En el ámbito de la literatura hispánica no se puede obviar la aportación de Javier Cercas, autor que ya había demostrado una notable pericia técnica en el uso de los recursos que ofrece la metaficción en su novela breve El móvil, con obras como Soldados de Salamina o El monarca de las sombras. En la primera, dialogan el producto académico con la novelización del proceso de investigación que conduce a su escritura. De forma inevitable, el protagonista debe afrontar sus inherentes limitaciones: la continua necesidad de reescribir para otorgar un sentido a sus hallazgos y la imposibilidad de obtener una respuesta para las preguntas esenciales (Schlick, 2023, p. 112). En la segunda, la más sentimental, se dan la mano la escritura sobre un tío falangista fallecido en la Guerra Civil a los 19 años y todas las dudas relacionadas con el proceso mismo de creación de una novela que tendrá importantes consecuencias sobre la misma vida de su autor. En resumidas cuentas, de nuevo, nos encontramos con la combinación de géneros discursivos y con la explicitación de los entresijos del proceso creativo. El objetivo de estas prácticas se resume, como ya hemos indicado, en proveer al lector con una mayor lucidez sobre los límites y las consecuencias de la contemplación del pasado. 

La autoficción, la última faceta de la metaficción que se tendrá en cuenta quizá resulta, por las características de nuestro ambiente cultural, la más importante de todas. El primer motivo reside en que, en primer lugar, vivimos, con Paula Sibilia (2008), en la época de la espectacularización de la intimidad: en la actualidad, es común la creación de la propia identidad a través de la exhibición continua de la esfera privada, en particular, en el mundo digital. El segundo motivo reside en que ofrece una perspectiva inmejorable para reflexionar sobre una tensión que está presente en la construcción del sí mismo. Nos referimos a la que se establece, con José Luis Pardo (1996, pp. 118-119), entre intimidad y lenguaje. Por una parte, nuestra intimidad se organiza alrededor del lenguaje, que es un instrumento de comunicación pública; de ahí que, por otra, paradójicamente el núcleo profundo de tal intimidad quede siempre fuera de su alcance. No poca influencia en esta lectura tienen otras facetas de nuestra tradición cultural que ven el sujeto solamente como un producto producido por el lenguaje –Roland Barthes–, el discurso –Foucault–o el orden simbólico –Lacan– (Schlick, 2023, pp. 129-130). 

La autoficción consiste en cuestionar la retórica de la escritura autobiográfica a través de la firma de un pacto ambiguo con el lector. Este pacto se sustancia en que las convenciones para hablar de sí se ven continuamente saboteadas a través de juegos con la identidad del autor: puede compartir con el protagonista nombre, apellidos y pasado; sin embargo, los hechos que vive el personaje quedan lejos de quien escribe (Alberca, 2014); particular interés poseen los ejercicios en lo que el protagonista exhibe una profunda bajeza moral o es protagonista de conductas escandalosas: no olvidemos que, desde Las confesiones de Rousseau, este tipo de contenido era garantía de autenticidad (Marchese, 2021). Asimismo, se puede cuestionar el alcance de la narración a través del juego con los paratextos o, de nuevo, a través de la explicitación de los mecanismos pertenecientes a las escrituras factuales (Schlick, 2023, 131). Como sucedía con el pasado, el juego revela siempre que la parte más profunda de nosotros mismos queda siempre fuera del alcance del lenguaje; sin embargo, por eso mismo, puede resultar objeto de reflexión. 

Como hemos dicho, la producción de autoficciones en la actualidad es amplísima. Nos baste citar, por ejemplo, Mi lucha, de Karl Ove Knausgard, un ciclo de novelas en las que la intimidad se disuelve en la minuciosidad de la descripción del trasiego cotidiano. En Troppi paradisi o Scuola di nudo un personaje profundamente inmoral comparte nombre, apellidos y biografía con Walter Siti, el autor de estas novelas. En la segunda de ellas se mezclan el dietario, el zibaldone leopardiano y una novela que es también un ajuste de cuentas con la universidad italiana. Quedarían por citar las aportaciones de Rachel Cusk o Annie Ernaux al género. En el ámbito hispánico, más allá del prestigio de autores como Vila-Matas, es importante destacar novelas como Vida de Pablo o Lejos de Kakania, de Carlos Pardo, o la ya citada presencia de esta práctica en la obra de Javier Cercas. 

Bibliografía

Alberca, M. (2014). El pacto ambiguo. De la novela autobiográfica a la autoficción. Madrid: Biblioteca Nueva. 

Auerbach, E. (2000 [1946]). Mimesis. Il realismo nella letteratura occidentale. 2 vol. Trad. de A. Romagnoli. Turín: Einaudi. 

Currie, M. (1995). “Introduction”. En M. Currie (ed.). Metafiction (pp. 1-18). Nueva York: Longman. 

Gass, W. H. (1970). Fiction and the Figures of Life. New York: Alfred A. Knopf. 

Hutcheon, L. (1988). The Poetics of Postmodernism: History, Theory, Fiction. Nueva York/Oxon: Routledge. 

Marchese, L. (2021). “L’autofiction”. En R. Castellana (ed.). Fiction e non fiction. Storie, teorie e forme. Roma: Carocci Editore. 

Muñoz Molina, A. (2022). “El tiempo de Manuel Puig”. En M. Puig. El beso de la mujer araña. Barcelona: Seix-Barral. 

Pardo, J. L. (1996). La intimidad. Valencia: Pre-Textos. 

Schlick, Y. (2023). Oxon/Nueva York: Routledge. 

Sibilia, P. (2008 [2007]). La intimidad como espectáculo. Trad. de Paula Sibilia y Rodrigo Fernández Labriola. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. 

Villanueva, D. (2021). Morderse la lengua. Corrección política y posverdad. Barcelona: Planeta. 

Waugh, P. (1984). Metafiction: The Theory and Practice of Self-Conscious Fiction. Oxon/ Nueva York: Routledge. 

White, H. (1978). Tropics of Discourse: Essays in Cultural Criticism. Baltimore: John Hopkins University Press. 

The Worlds of Metafiction

The term “metafiction” was first postulated at the end of the nineteen sixties. We owe it to William H. Gass. In his essay “Philosophy and the Forms of Fiction” (1970), the American novelist and critic outlines the commonality of objectives that unite the philosopher and the novelist: both are aware of the heuristic capabilities of language; both self-construct their identities by devising concepts; both use language to create worlds. Therefore, it becomes mandatory to reflect on the mechanisms of language and its conventions of use. For Gass, just as there are meta-theorems in mathematics or logic, capable of revealing in an enriching way the mechanics that underpin the entire discipline, in novels a reflection on the very forms of fiction can become a thematic nucleus enabling new and more lucid ways of storytelling (Schlick, 2023, p. 2). The use of metafiction, then, would be a novelty synonym of self-knowledge, of self-awareness, and of course, of an ironic distancing from the persuasive possibilities of the text which has its inner workings so revealed. “Novelty” because Gass identifies the use of metafiction with what he considers the “mature novel” of the time. In other words, with Waugh (1984, p. 19), through the practice of metafiction, the novel would discover itself as writing, which is its ultimate nature.

Gass’ musings, with all their enlightening and obscuring qualities—i.e. the focus on the supposed novelty of the term in the context of a tradition to which these practices are by no means foreign (cf. Currie, 1995)—fit neatly within a topic that has captivated the cultural sphere since then: the study of how human beings construct, mediate and reflect on their experience in the world. In other words, if our launchpad is the idea that our experiences always pass through the filter of language, reflecting on literary fiction and its conventions can become a useful model for learning about how we construct our reality (Waugh, 1984, p. 3 et seq.). Likewise, it can reveal to us the actual complex and unstable relationships that language maintains with everything that is external to it. In a nutshell, is our understanding of the world also a form of fiction?

With all this in mind, what areas in the realm of narrative are open to exploration?

In the first place, the practice of metafiction would reveal the historicity and contingency of our ways of storytelling and, therefore, of looking at the world. In the case of the rhetoric of literary realism—and its subsequent fragmentation into multiperspectivism (Auerbach, 2000)—the use of metafiction highlights the fact that there is no single language of fiction; rather, that the novel is constructed through the continuous assimilation of other everyday forms of communication with which it competes. Discursive examples include informal conversation, personal diaries, the language of journalism, legal jargon, to name a few (Waugh, 1984, pp. 5-6; Schlick, 2023, pp. 7-8). The practice of metafiction, then, would rely on the deconstruction of narrative discourses through the unveiling of sources and the multiplication of sometimes contradictory points of view. Additionally, the explanation of conventions and the questioning of both authorities and horizons of expectations would play an important role. In sum, metafiction would reveal the essentially dialogic character of the novel, its nature as a point of both convergence and conflict between contingent discourses.

In the second place, the practice of metafiction would allow for critical discourse—with its ability to shape the reception and, therefore, the content of the work—to participate in the narrative scaffolding. According to Currie (1995, p. 3), enacting the link between literary criticism and literary narrative would reflect the mutual dependence that both discourses maintain outside the fictional world: the figures of the writer and the critic frequently overlap; the readers usually select their readings—and look for keys to interpretation—in the field of criticism. Cancelling the boundary between literature and criticism gives privilege to the reflection on the role of art in society.

With regards to metafiction in Hispanic literature, the short story oeuvre of Jorge Luis Borges comes to mind as a useful example. Of particular interest are the movement between narrative levels present in “The Garden of Forking Paths,” and the figure of Pierre Menard whose word-for-word rewriting of Don Quixote acquires an a priori status of the unexpected due to the circumstances of reader reception outlined in and by the story. Another example of great richness would be The Kiss of the Spider Woman by Manuel Puig: the novel presents to the reader a complex tapestry where a parodic and explicit play with the conventions of popular literature weaves in a variety of discourses that include summary and debate about real and fictional films discussed by the characters, long footnotes that allude to historical and academic writing, as well as other discursive genres among which prison reports stand out with their cold and clinical tone. The result of this amalgamation materializes in a work that, apart from its narrative possibilities, shows in a chilling way the exceptional horror of the Argentine dictatorship (Muñoz Molina, 2022, pp. 3-9). Outside of the literature written in the Spanish language, it is mandatory to mention works such as The French Lieutenant’s Woman by John Fowles: it continuously explains—and critiques—the rhetorical conventions that construct it; deciding on an ending is a matter of thinking about a tradition and flipping a coin. Likewise, though barely present in the bibliography consulted, we should not forget the novels that make up The Alexandria Quartet by Lawrence Durrell, all built on the continuous rewritings of the same story.

In the third place, if we set aside the playful exercises where narrative structure is subjected to linguistic whims (Schlick, 2023, pp. 70 et seq.), metafiction also becomes a space for questioning our capabilities to access the past in the realm of historical discourse. Let’s not forget contributions from critics like Hayden White. The American scholar draws a parallel between the writing of history and the creation of fiction: past events acquire or lose their meaning by being inserted into a narrative structure which has a beginning, a middle, and an end (White, 1978). White’s reflections on the opacity of the past can also be combined with inferences put forth by Foucault who questioned the notion of historical progress and who viewed historical evolution as the modification of the order of discourse. They can also be linked to the post- structuralist criticism of the notion of truth and with Lyotard’s consequent suspicions about the validity of the grand narratives through which humanity has constructed itself (Schlick, 2023, pp. 95-99). Beyond the need to relativize relativism in our era of post-truth (cf. the lucid reflections present in Villanueva, 2021, pp. 204 et seq.), we agree with Hutcheon (1988, pp. 92-93) in that metafiction informs us of the nature of history as a fictional and incomplete representation – what remains from the past are only fragmented testimonies which are later reordered. To all this, however, we must add that novels in which the historical discourse openly displays its own limitations offer the reader unmatched critical tools to understand the complexity of the world: the past is not opaque, but rather it is interpretable.

In the field of Hispanic literature, we must acknowledge the contributions of Javier Cercas, an author who had already demonstrated notable technical skill in the use of metafictional strategies in his first novel El móvil [trad. note: no published English translation] and followed in the same vein with works such as Soldiers of Salamis (Soldados de Salamina) and El monarca de las sombras [trad. note: no published English translation]. In the debut novel there is a dialog between the academic product and the novelization of the research process that leads to its writing. Inevitably, the protagonist must face his inherent limitations: the continuous need to rewrite to give meaning to his findings and the impossibility of obtaining an answer to essential questions (Schlick, 2023, p. 112). In Soldiers of Salamis, the most sentimental of the mentioned novels, there come together the writing about a Falangist uncle who died in the Civil War at the age of 19 and all the doubts related to the very process of creating a novel that will have important consequences on the life of the writer. In short, once again we find the combination of a variety of discursive genres with the explanation of the ins and outs of the creative process. As already indicated, the objective of these practices comes down to providing the reader with greater lucidity about the limits and consequences of contemplating the past.

Lastly, the aspect of metafiction that is perhaps the most important given our cultural environment, is autofiction. One reason is that, as Paula Sibilia (2008) puts it, we live in the era of making a spectacle out of intimacy: nowadays it is common to create one’s own identity through continuous exhibition of the private sphere in the digital world. Another reason is that autofiction offers an excellent perspective to reflect on a tension that is present in the construction of the self – the tension between intimacy and language, as identified by José Luis Pardo (1996, pp. 118-119). On the one hand, our intimacy is organized around language, which is a tool for public communication; hence, on the other hand—and paradoxically—the deep core of such intimacy always remains out of reach. Several facets of our cultural tradition have a significant influence on this interpretation: seeing the subject only as a product of language (Roland Barthes), of discourse (Foucault) or of the symbolic order (Lacan) (Schlick, 2023, pp. 129-130).

Autofiction consists in questioning the rhetoric of autobiographical writing entering in an ambiguous pact with the reader. This pact is because the conventions for talking about oneself are continually sabotaged through games with the author’s identity: s/he/they can share a name, surname, and past with the protagonist; however, the events that the character experiences remain at a distance from the writer (Alberca, 2014). Of particular interest are exercises in which the lead character exhibits profound moral depravity or is the protagonist of scandalous behavior: let us not forget that, since Rousseau’s Confessions this type of content has been a guarantee for authenticity (Marchese, 2021). Additionally, the scope of the narrative can be questioned through a play with paratexts or, once again, through making explicit the mechanisms of factual writings (Schlick, 2023, 131). As it happened with accessing the past, the game always reveals that the deepest part of us is always outside of the reach of language; however, for that very reason, it may be an object of reflection.

As mentioned before, the production of autofiction today is very extensive. A good example is My Struggle (Min Kamp), by Karl Ove Knausgard, a series of novels in which intimacy dissolves in the thoroughness of the description of daily life. In Troppi paradisi or Scuola di nudo a deeply immoral character shares a name, surname and biography with Walter Siti, the author of these novels. In the second one there’s a mix of a diary, a compendium in the style of Leopardi’s Zibaldone, and a novel that is also a retaliation against the institution of the Italian university. The contributions of Rachel Cusk and Annie Ernaux to the genre of autofiction merit acknowledgement as well. In the Hispanic sphere, beyond the prestige of authors such as Vila-Matas, it is important to highlight novels such as Vida de Pablo and Lejos de Kakania by Carlos Pardo, or the already mentioned presence of this practice in the work of Javier Cercas.

 

 

 

 

Works Cited

Alberca, M. (2014). El pacto ambiguo. De la novela autobiográfica a la autoficción. Madrid: Biblioteca Nueva.

Auerbach, E. (2000 [1946]). Mimesis. Il realismo nella letteratura occidentale. 2 vol. Trad. de A. Romagnoli. Turín: Einaudi.

Currie, M. (1995). “Introduction”. En M. Currie (ed.). Metafiction (pp. 1-18). Nueva York: Longman.

Gass, W. H. (1970). Fiction and the Figures of Life. New York: Alfred A. Knopf.

Hutcheon, L. (1988). The Poetics of Postmodernism: History, Theory, Fiction. Nueva York/Oxon: Routledge.

Marchese, L. (2021). “L’autofiction”. En R. Castellana (ed.). Fiction e non fiction. Storie, teorie e forme. Roma: Carocci Editore.

Muñoz Molina, A. (2022). “El tiempo de Manuel Puig”. En M. Puig. El beso de la mujer araña. Barcelona: Seix-Barral.

Pardo, J. L. (1996). La intimidad. Valencia: Pre-Textos.

Schlick, Y. (2023). Oxon/Nueva York: Routledge.

Sibilia, P. (2008 [2007]). La intimidad como espectáculo. Trad. de Paula Sibilia y Rodrigo Fernández Labriola. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Villanueva, D. (2021). Morderse la lengua. Corrección política y posverdad. Barcelona: Planeta.

Waugh, P. (1984). Metafiction: The Theory and Practice of Self-Conscious Fiction. Oxon/ Nueva York: Routledge.

White, H. (1978). Tropics of Discourse: Essays in Cultural Criticism. Baltimore: John Hopkins University Press.