ISSN 2692-3912

Los orígenes del Spanglish

Los orígenes del Spanglish

 

Si a los cultos estuviera confiado dar aliento
a los idiomas, todavía estaríamos hablando latín.
Alfonso Reyes

 

          El Spanglish registra su origen desde 1848. La mayoría de los autores que escudriñan el tema coinciden que el fenómeno del Spanglish comienza con la firma del tratado de Guadalupe Hidalgo y, por consiguiente, la anexión de Texas, Nuevo México, Arizona, Colorado, Utah y California a los Estados Unidos. Cabe resaltar que el efecto inmediato de la anexión de estos territorios implicó un cambio de status en los pobladores de dichos lugares, convirtiéndolos en “extranjeros” de la misma tierra que los vio nacer (Stavans 39; Morales 33; Betti 34-35).

          Bajo el mando del nuevo gobierno de ese entonces, estos “extranjeros” se vieron forzados a asimilar la nueva cultura estadounidense para lograr convivir y sobrevivir en ese mundo circunscrito bajo políticas, usos y costumbres anglosajonas. Por esta razón, Samuel P. Huntington declara que ningún otro grupo inmigrante de la historia de Estados Unidos ha exigido una reivindicación histórica sobre algún territorio estadounidense. Considera, además, que los mexicanos y los mexicoamericanos tienen la autoridad para hacerlo, y resalta que de hecho lo hacen y lo continuarán haciendo (17). Según datos del censo de 2010, más de la mitad (el 61 por ciento) de la población de origen mexicano en los Estados Unidos vivía en California (11.4 millones) y en Texas (8.0 millones) (United States Census Bureau). Si bien es cierto que los mexicanos y mexicoamericanos reclaman el derecho de reconquista cultural, es necesario enfatizar que la lucha no es precisamente demográfica, como lo afirma Huntington, sino más bien es una disputa de carácter reivindicatorio.

          Los efectos de esta disputa reivindicatoria son evidentes en las doctrinas del multiculturalismo y, por ende, en las políticas gubernamentales. Un ejemplo claro es el programa de educación bilingüe que apoya y da servicio a los miles de estudiantes latinoamericanos cuya lengua materna es el español (Campbell 332-333). La generación de “extranjeros” de 1848 accedió a los cambios implícitos por la anexión de sus territorios a los Estados Unidos, aunque mantuvieron su lucha por perpetuar su lengua madre, que es la identidad más genuina de todo ser humano (Betti 35). Condescender a tal capricho implicaría enterrar su historia, legado y cultura; su esencia misma. Encontrar ese balance del mestizaje lingüístico y cultural fue en ese entonces y, continúa siendo así, hasta el día de hoy, un proceso difícil de llevar a cabo.  Un proceso del cual yo también soy parte.

          Homi K. Bhabha, un teórico afín a las vidas en los bordes, plantea que el vivir “in between” genera un fenómeno intersticial de culturas en movimiento que, a su vez, promueve nuevos signos identitarios (2). Vivir “in between” proyecta la metáfora de una constelación espacial que permite puntos de encuentro e intersecciones que, con el paso del tiempo, permutan la cultura de quienes cohabitan en ella. En agosto de 1995, llegué a los Estados Unidos proveniente de Ciudad de México para residir indefinidamente en el oeste de Texas, en una ciudad de aproximadamente 100 mil habitantes, donde el inglés y el español confluyen diariamente. ¡Me sentía muy feliz!  Estaba recién casada con un norteamericano. Traía conmigo una maleta llena de ilusiones, sueños, emociones y el gran deseo de formar una familia. Al mismo tiempo, se desbordaban en mi interior dudas y confusiones. ¿Sería capaz de comunicarme con los estadounidenses? ¿Podría adaptarme a la nueva cultura y a todo lo que ello implicaba?  Estas y otras preguntas revoloteaban en mi mente mientras hacía fila para entrevistarme con el oficial de migración estadounidense. Podía percibir ese espacio “in between” al observar e interactuar con personas México-americanas que también se encontraban en la sala de migración; algunos empleados y otros pasajeros que iban o venían de su tierra natal. Escuché a alguien decir, “soy de allá, refiriéndose a México, aunque también soy de aquí, de Estados Unidos”. Su modo de vestir, caminar y, especialmente, sus formas de hablar se distinguían del español del sur de México.

          La lengua no es un hecho natural, sino un sistema de comunicación inventado por el hombre que otorga identidad. Es un sistema de signos doblemente articulado para transmitir mensajes (Ávila 17). De acuerdo a la teoría del signo lingüístico desarrollada por Ferdinand de Saussure y explicada por el lingüista mexicano Raúl Ávila, “el signo lingüístico es arbitrario porque entre éste y la realidad a la que hace referencia no hay relación natural” (23). Este complejo sistema de comunicación se adquiere conforme el ser humano va creciendo y desarrollándose en el núcleo familiar y en las esferas sociales, culturales e intelectuales. Lo que es teóricamente innovador y políticamente crucial, como lo afirma Bhabha, es lo que surge en la articulación de las discrepancias culturales. Las discrepancias culturales son particularidades de cada sujeto que se confrontan entre sí en las zonas intersticiales y dan lugar a la formación de nuevos signos de identidad a través de las estrategias de individualidad (18). Lo anterior confirma la frase del destacado filósofo y lingüista Noam Chomsky: “El lenguaje de hoy no es peor que el de ayer. Es más práctico. Como el mundo en que vivimos” (culturacolectiva.com). La necesidad de comunicación en nuestros días, está entrelazada con las ideas y el pensamiento. Esto conlleva no solo a la tarea de transmitir un mensaje eficiente, sino mayor aún, influenciar a la sociedad por medio de la lengua y penetrar así en su ideología y, por consiguiente, en la esfera política. Estas discrepancias culturales e interpeladoras están encarnadas en los personajes y en las voces poéticas de las dinámicas textuales. La lengua tiene una intención y está compuesta por intereses ideológicos y políticos.

          En mi adolescencia, visité algunos parques turísticos en Florida. En ese entonces, no reflexioné sobre la complejidad de la lengua, las diferencias culturales de la sociedad estadounidense y sus implicaciones debido a que mi estancia en Estados Unidos era temporal. Ahora, mi residencia en Texas representaba un reto mayor, principalmente por el desafío de convivir entre dos culturas y dos lenguas debido al gran número de inmigrantes latinos radicados en este lugar. Este reto generaba en mi mente un sinfín de interrogantes. Ese cruce de caminos o traslapamiento de lenguas planteaba una especie de revaluación.

          Ante tantas emociones, recuperé un poco la serenidad después que el oficial de migración me entrevistó. Había pasado la primera prueba. Mi primera experiencia con la lengua dominante y de prestigio había sido satisfactoria. Pude comunicarme sin contratiempos. “Welcome to USA”, me dijo el oficial de migración. Después de escuchar esa tan esperada frase, pude respirar sintiendo un gran alivio. A pesar de sentirme mejor, la incertidumbre seguía perturbándome. Bien lo declara Bhabha: “La ‘atmósfera de cierta incertidumbre’ que rodea al cuerpo certifica su existencia y amenaza con su desmembramiento” (65-66). Estaba experimentando los primeros indicios del encuentro con la cultura anglosajona. Quizá, tendría que atravesar por el proceso de identificación que explica Bhabha en “Interrogar la identidad”. Básicamente, este proceso consiste en tres etapas.1) Estar en comunicación con el Otro. 2) El lugar mismo de la identificación y 3) La cuestión de identificación, añade el teórico, “siempre es el retorno de una imagen de identidad que lleva la marca de la escisión en el Otro lugar del que proviene” (66). Ese era mi gran reto.

          Mi primer fin de semana en los Estados Unidos lo pasé en los campos de futbol de la ciudad de Odessa, en Texas, donde ahora resido. La población hispana es el grupo minoritario más grande de los Estados Unidos y es evidente aquí en Odessa. De inmediato, aprendí que tenía que referirme al futbol como soccer y a la camioneta de mi esposo como troca para no crear confusión entre las personas del equipo. Mi esposo Edward era entrenador de un equipo de soccer de la liga infantil de la asociación de futbol soccer en Odessa. Esa tarde, conocí a los padres de los jugadores y noté que la mayoría eran familias hispanas. ¡Claro!, pensé, estoy en el sur de Texas, territorio que algún tiempo perteneció a México y en donde hace más de ciento cincuenta años que el español y el inglés cohabitan e interactúan entre sí por el alto índice de población hispana de este lugar.

          De acuerdo al último censo realizado en el 2010, la población hispana representó más de la mitad del crecimiento de la población total en los Estados Unidos entre el 2000 y el 2010. Este aumento significativo revela que la población hispana aumentó a 15.2 millones entre el 2000 y el 2010, lo cual constituye más de la mitad del aumento de 27.3 millones en la población total de los Estados Unidos (U.S. Census Bureau). Además, la oficina del censo estima que la población hispana en los Estados Unidos es de aproximadamente 56,873 y muestra que Texas tuvo el mayor crecimiento numérico, con un aumento de 131,767 (1.8 por ciento) en 2018.  (U.S. Census Bureau). Este crecimiento es principalmente fruto de la migración y abre no solo las posibilidades a la hibridez cultural y lingüística, sino más significativo aún, ofrece una identidad como resultado del fenómeno intersticial de las culturas en movimiento.

          A nivel federal, los Estados Unidos no poseen una lengua oficial. La Constitución de los Estados Unidos de América (1787) mediante los artículos y enmiendas propuestas por el Congreso y ratificados por las Asambleas Legislativas de los diferentes estados de la unión americana no ratifica el inglés como lengua oficial, sin embargo, es la lengua de prestigio. Rosalinda B. Barrera, secretaria adjunta y directora de la Oficina de Adquisición del Idioma Inglés (Office of English Language Acquisition u OELA) del Departamento de Educación de los Estados Unidos promueve acciones para ayudar a la comunidad preponderantemente latina a adquirir la lengua dominante. La conversación en las gradas mientras esperábamos el comienzo del juego era en inglés; lengua dominante de este país. Todos los padres participaban y hacían comentarios en inglés. De repente, dio inicio el partido de soccer. Las voces de los aficionados encendieron el ánimo en el campo de juego. “Go Hornets, go!”, gritaban. “Take it to the outside!”, ordenó el entrenador. Entre el bullicio y las porras, unas frases inusuales y creativas captaron mi atención: ¡kickéalo más fuerte!  ¡Por arriba del air…! ¡No cuities… dribléalo! ¡Muévete, estás off! Estas y otras frases sacudieron mis oídos. Quienes notaron mi reacción al tratar de entender lo que decían sonrieron y enfatizaron que solo los bilingües de los Estados Unidos hablaban así, mitad inglés, mitad español. Me sorprendí ante la ignorancia de saber que en los Estados Unidos el español y el inglés han convivido por tantos años. Esta interacción verbal ha generado un fenómeno lingüístico conocido, hoy en día, como Spanglish; sin duda, un fenómeno intersticial en el que un grupo significativo de hispanohablantes ha decidido utilizarlo para manifestar la actitud identitaria de los latinos en tierras estadounidenses.

          Para entender el fenómeno del Spanglish es necesario reflexionar en el origen, la evolución y la creación de las lenguas; conjunto de sonidos que irrumpen en la ebullición de palabras y que brinda al ser humano el vehículo mágico de la comunicación. Carlos Prieto, en Cinco mil años de palabras, (2005) hace un viaje por la geografía de las lenguas y examina los misterios del origen de las lenguas. Acentúa que una lengua común “dota a un pueblo de una herramienta de enorme potencial” (19). Esta declaración coincide con Benedict Anderson al considerar que una nación es una comunidad imaginada, soberana e inherentemente limitada (23). Es imaginada porque se usan artefactos culturales para crear discursos, instituciones y objetos para organizar una nueva forma de vida. Delineada y soberana porque la comunidad va a definir su territorio, sus normas, sus leyes para aplicarlas de acuerdo a sus intereses. Una de las cosas que define a una comunidad imaginada es principalmente la lengua; el sistema de comunicación más complejo inventado por el hombre. Ávila lo constata al señalar que la lengua es un instrumento que sirve para comunicarse y, por lo tanto, tiene que adaptarse lo mejor posible a las necesidades de la comunidad (17). Por esta razón, el uso del Spanglish en los hispanos bilingües es un fenómeno que surgió y sigue renovándose por ser un fenómeno del intersticio.

           El origen de las lenguas es muy complejo y tiene diferentes hipótesis. Una de las más nombradas se explica bíblicamente en el libro de Génesis a través de la historia de la torre de Babel. “Babel”, significa “confundir”. Este relato hace referencia al castigo divino que Jehová hizo al crear confusión entre los mortales que hablaban una sola lengua. A través de la creación de múltiples lenguas escarmentó la arrogancia de los hombres y logró que no se pudieran entender, ni comunicar entre sí. Hoy en día se estima que se hablan entre 6000 y 7000 lenguas en el mundo. Los idiomas se multiplican con el crecimiento y la dispersión de la población (Prieto 19-41). Por el contrario, una veloz disminución del caudal lingüístico se ve reflejado debido a la influencia de idiomas nacionales o imperiales (Prieto 41).

          Es del conocimiento general que las lenguas indoeuropeas son el tronco común de donde provienen las lenguas latinas. Con el auge y la expansión que tuvo Roma en el siglo III a.C., el latín se convirtió en la lengua universal (Prieto 45). Posteriormente, pese a las invasiones germánicas y a la evangelización, los aspectos relacionados con la lengua se conservaron y se divulgaron en latín; la lengua oficial de la Iglesia por lo que las abadías eran los centros más importantes de conservación y divulgación de la lengua. Con la caída del imperio romano, la unidad del latín se rompió y la fisura entre el latín hablado (vulgar) y el latín clásico dio origen a nuevas lenguas. Estas nuevas lenguas se conocen como lenguas romances y su estructura es básicamente latina. Cada lengua evolucionó de distinta manera (Prieto 77-88).

          La lengua castellana tuvo su origen en España. Precisamente, es en los grandes centros culturales como el monasterio de Suso, en San Millán de la Cogolla, donde gracias a las manos de los monjes emilianenses, privilegiados copistas, aparecieron las primeras palabras en castellano (Prieto 84). Con la invasión de los árabes, este intercambio dio inicio al surgimiento de un crisol cultural en el que se encuentran fundidas las tendencias europeas, mozárabes y musulmanas. El español mozárabe se fundió con el romance castellano lo que generó una importante y una gran aportación lingüística que dio origen al español. El castellano surgió del latín vulgar hablado al norte de la provincia de Burgos, en la antigua región de Castilla. Las primeras palabras en castellano fueron las Glosas emilianenses y Silenses que datan del siglo X (Prieto 84).

          En el siglo XIII, durante el reinado de Alfonso X, el castellano sustituyó al latín como lengua oficial de Hispania y se convirtió en la lengua de cultura gracias al arduo trabajo de la Escuela de Traductores de Toledo al traducir las obras del latín al castellano.  Esta evolución de la lengua castellana se vio reflejada en el legado cultural de la literatura medieval que abarca desde las jarchas hasta La Celestina (1499). El Cantar de mío Cid (1200) es el primer monumento de la literatura escrito en lengua romance castellana (Prieto 86). A través de estos ejemplos mencionados, se puede percatar que la literatura legitima una lengua. El Spanglish ha comenzado a fulgurar con luz propia y aunque aún no se puede hablar de una legitimación del Spanglish, estos destellos sutiles se están infiltrando con fuerza en las industrias culturales y se puede percibir su auge a través de las obras significativas que se escudriñan en este estudio.

          No se puede omitir la importancia fundamental de los sucesos del año de 1492 para la lengua española. Primeramente, el fin de ocho siglos de dominio árabe en España; después, la expulsión o diáspora de los judíos sefardíes de ese territorio que dio lugar a una rica variedad dialectal y, finalmente, la expansión de la lengua española al continente americano tras la llegada de los españoles a América, que enriqueció el vocabulario con indigenismos. Todo esto aunado a la publicación de la primera gramática del castellano por Antonio de Nebrija en el mismo año.  Estos acontecimientos marcaron la historia universal y otorgaron la supremacía y el control del imperio español no solo en Europa, sino también en el continente americano (Prieto 89). La relación entre lengua e Imperio se estableció aun antes de cruzar el Atlántico. Nebrija reconocía la importancia de la lengua y sus implicaciones. Tenía la plena convicción de que una lengua unificada y controlada consolidaría el imperio español en el nuevo continente. Las políticas españolas revelan la conciencia del poder de la lengua y aunque se impuso el castellano sobre la lengua de los indígenas, estos no se doblegaron totalmente y mantuvieron su lengua madre en su memoria, traspasándola a las siguientes generaciones que, hasta hoy en día, han logrado que su lengua y tradiciones continúen vivas (Echávez-Solano Dworkin y Méndez xxii-xxvii).

          Todas las lenguas evolucionan. La lengua inglesa tuvo sus inicios aproximadamente en el año 500 a. C. con la llegada de tres tribus germánicas conocidas como los anglos, los sajones y los yutos a las islas británicas. En un principio, los anglos nombraron su lengua Englisc, que hoy se conoce como inglés. La lengua que hablaban los invasores se enriqueció con otras lenguas como el latín, el danés y el francés, lo que resultó en un gran aporte lingüístico y cultural (Prieto 193). Una de las primeras aportaciones más significativas en la literatura inglesa son los Cuentos de Canterbury escritos por Geoffrey Chaucer (Prieto 200). La influencia de William Shakespeare en la lengua inglesa es extraordinaria debido al vasto vocabulario empleado en sus escritos. Hoy en día, el inglés es la lengua con una gran fuerza y repercusión a nivel mundial en todos las esferas sociales, culturales, políticas e intelectuales (Prieto 202).

          Ambas lenguas, una germánica y la otra judeo-cristiana, con diferencias reveladoras ostentan un largo recorrido histórico y son el resultado de una mezcla de lenguas y combinaciones de palabras. Sus estructuras son muy diferentes, pero ambas tienen un rico legado en palabras de origen latino. La lengua se consolida con el surgimiento de una obra artística, tanto el español como el inglés alcanzaron su cumbre en el mismo año. Miguel de Cervantes Saavedra con su genial obra El Ingenioso Hidalgo Don quijote de la Mancha publicada en 1605 y William Shakespeare con la famosa obra Romeo and Juliet. Estas lenguas no solo se legitiman literariamente sino también se convirtieron en lenguas imperiales con fines de lucro y fines políticos.

          Tanto el inglés como el español manifestaron una sorprendente capacidad de adaptación al combinar palabras de otras lenguas que dieron origen a nuevos vocablos y que, por el continuo uso de los hablantes, se han aceptado en el habla cotidiana y han perdurado hasta nuestros días (Prieto 108, 202). El español, a lo largo de su historia, ha enfrentado situaciones no solo de contacto de lenguas, sino también de choque cultural y político. Además, ha aceptado los extranjerismos como el anglicismo o galicismo que utilizan palabras derivadas del inglés o del francés y las incorporan al español.

          Durante la época de la conquista de México, la Malinche encontró el equilibrio entre dos culturas. De acuerdo al sociólogo y experto en el fenómeno del Spanglish, Ed Morales, ella desató una cadena de reacciones sobre el mestizaje (32). Esto sugiere que la Malinche fue pieza clave para entender la complejidad de vivir entre dos mundos, entre dos culturas y, por consiguiente, el efecto del choque de lenguas. Probablemente, puede pensarse que se traiciona el legado histórico de los antepasados cuando se asimila una nueva lengua o cuando se busca una identidad propia como resultado de sentirse descolocado o fuera de lugar. Morales afirma que para lograr salir adelante y sobrevivir esa dualidad cultural y lingüística, la Malinche tuvo que asir ambas culturas, o sea, ser ambas (32). Esto nos lleva a la reflexión de que, para hablar Spanglish, el hablante no solo requiere dominar ambas lenguas, sino más bien adoptar la actitud de ser Spanglish.  El Spanglish es una cuestión de actitud. No se trata únicamente de hablar Spanglish, sino de ser Spanglish; un acto de voluntad propia que define al hablante (32-33).

         Una de las obras que analizo para este estudio es el filme El hijo desobediente (1945), escrita y dirigida por Humberto Gómez Landero. Tin Tan, el personaje principal, representa a un pachuco en la década de los 40s que proyecta esa actitud voluntaria de ser Spanglish, o sea estar dispuesto al intercambio, a la mezcla de dos culturas, a la hibridez, al intersticio, a la metáfora del vivir “in between” que Bhabha plantea. Esta actitud es clara en la escena cuando Tin Tan regresa a la ciudad de México proveniente de su viaje de estudios a los Estados Unidos. Su padre contrariado por la forma de vestir y de hablar de su hijo percibe con gran enfado que Tin Tan, en vez de haber adquirido la lengua de prestigio anglosajona, llega a su casa hablando una lengua rara, difícil de entender y con una apariencia y actitud desafiante. Su padre le pide que lo acompañe a ver a don Alfonso para que le ayude en el trabajo de medición de los nuevos terrenos, pero Tin tan le responde que él lo que quiere es ser cantante y le contesta: “Aim sorry jefe, pero yo creo que por esta vez no lo voy a poder ayudar, ve. Sabe, cuándo usted me mando para los esteits (States) para estudiar la carretera de ingeniero, yo le hice el trai (try) lo más que pude ve, pero chale, yo me convencí de que mi traquer (tracker) es otro, la cantadita” (segmento 2:43-3:39). En esta escena es evidente que Tin Tan decide por voluntad propia ser Spanglish.

          Este vaporoso recorrido lingüístico y volitivo sobre el surgimiento del español y del inglés pone de manifiesto que la lengua hablada evoluciona y que el poder que los hablantes tienen en relación con la lengua puede lograr cambios sorprendentes e inimaginables. Los obispos de la época del renacimiento decidieron hablar y escribir los sermones en lingua romana rustica, una lengua comprensible para los oyentes del pueblo, en vez de continuar haciéndolo con el latín clásico (Child 42). Esta práctica dio origen a las lenguas que, posteriormente, reemplazarían al latín. Illan Stavans, uno de los promotores y especialista del tema, asegura que el Spanglish es una lingua franca que unifica a los latinos de diferentes zonas geográficas y les otorga una lengua en común, única y propia, la cual se reivindica debido a su uso creciente (43).

          Es importante diferenciar los términos identitarios para entender y definir la presencia del hispano en los Estados Unidos. Uno de los primeros términos empleados para distinguir a este sujeto que buscaba una identidad propia fue Pachuco, palabra que surgió del uso de una jerga carcelaria llamada chuco. Los primeros pachucos surgieron en El Paso, Texas, zona fronteriza con Ciudad Juárez en la década de los años treinta (Peñalosa 85). Figuras como Tin Tan consolidaron esa figura de identidad fronteriza y la llevaron hasta la pantalla grande en un gran número de filmaciones. Era este el periodo de tiempo que destellaban las primeras señales del deseo por encontrar una identidad. El pachuco no pretendía ser como los que lo rodeaban, porque no lo era. Ni tampoco deseaba imitar una cultura ancestral a la que ya no pertenecía. El pachuco se encontraba viviendo una dualidad cultural y lingüística por lo que deseaba encontrar su propia identidad. El escritor mexicano Octavio Paz, en su búsqueda por comprender la actitud y el comportamiento social del mexicano radicado en California, particularmente la identidad chicana, publica su libro El laberinto de la soledad (1950). Paz declara que el Pachuco no quería volver a su origen mexicano; tampoco—al menos en apariencia—deseaba fundirse a la vida norteamericana. También señala que el rechazo a las reglas de su entorno social provocó el distanciamiento de la comunidad norteamericana (3-15). Con el pasar del tiempo, la crítica ha rechazado sus declaraciones argumentando que no logró entender la postura del pachuco. Hoy en día, es considerado un texto anacrónico. Para Gloria Anzaldúa, Pachuco es sinónimo de rebelión. Pachuco “(the language of the zoo suiters)” está en contra del español y del inglés estándar (37). Chicano es otro término identitario importante porque fue usado para referirse a la primera generación de estadounidenses de origen mexicano nacidos entre los años cuarenta y cincuenta. El término también ha servido para definir el movimiento chicano que ha luchado y obtenido logros desde los años sesenta en la construcción de una identidad cultural nueva con cambios políticos visibles, tales como la devolución de tierras, los derechos de los trabajadores agrícolas, la educación bilingüe, así como otros programas de gran beneficio para la comunidad hispana. Actualmente, el término chicano sigue vigente y se aplica para todos los estadounidenses de origen mexicano.

          El Spanglish es, por tanto, el vehículo más viable para reivindicar esa manifestación identitaria cultural y política. Silvia Betti afirma que el Spanglish nace como una estrategia comunicacional propia de una parte de la minoría hispana que expresa también, a través de esta conducta verbal, su identidad (36). Con esta idea se infiere que, así como los pachucos de aquella época, lograron manifestar su identidad en ese constante ir y venir; de igual forma, en la actualidad, los jóvenes hispanos de esta generación han logrado encontrarse con ellos mismos y han reinventado y revitalizado a un pachuco que reivindique la identidad de los miembros de la comunidad hispana en los Estados Unidos. Esto corrobora que todos somos, de alguna forma, pachucos y que el Spanglish es una manifestación no solo lingüística sino identitaria.

          El Spanglish es parte de nuestros cinco sentidos. Por más que se quiera mantener al Spanglish ignorado, su presencia es real en todos los aspectos de la cultura porque el Spanglish se ve, se escucha, se siente, se come y hasta se toca. Marta Fairclough plantea que “el Spanglish es una metáfora para una nueva forma de vida, un nuevo espacio cultural, cuyas fronteras parecen no tener límites” (189). Esta nueva forma de vida se presenta en manifestaciones culturales. Mas allá del nivel lingüístico, la función del Spanglish, también conlleva connotaciones sociales y culturales: mediante su uso, sus hablantes expresan identidad colectiva y reafirman su sentido de pertenencia a un grupo (Romo Simón 49).  Las obras literarias, canciones, expresiones artísticas y debates políticos, entre otros, son evidencias importantes de la participación activa y de la representación valiosa de los latinos.

          Ávila enfatiza que la lengua tiene que adaptarse para cubrir las necesidades de una comunidad (47). Esta declaración confirma la vitalidad de la lengua. Asimismo, refleja la metáfora de la “modernidad líquida”, de Zygmunt Bauman, que confirma que todo es cambiante y efímero debido al constante flujo y a las necesidades de las comunidades actuales que viven en una inestabilidad producida por las exigencias del siglo XXI. Si bien es cierto que hay palabras sólidas, la liquidez de una lengua radica en que sus significados varían de generación en generación, cambian constantemente sobre la base de un sinfín de elementos marcados por lo político, lo ideológico, religioso, familiar. Esto genera una fluidez lingüísticamente líquida que tiene su propio lugar. La vitalidad de una lengua está intrínsicamente conectada con la interacción híbrida propuesta por Bhabha. En un contexto interconectado de fisuras culturales, este teórico distingue lo que el tipifica como “Tercer Espacio” (Bhabha 57), un dispositivo elemental para sostener que es ahí donde el Spanglish surge y encuentra su fuerza.

          El fenómeno del Spanglish es una opción para estas comunidades que desean manifestar su cultura hibrida donde la oralidad es un vector esencial porque viene de la calle, del barrio, es una jerga desclasada y bastarda que, a su vez, economiza el uso de ambas lenguas. Ser Spanglish es vivir entre dos lenguas, dos culturas. Desde ese “Tercer espacio” ejemplificado en el cine, la música y la literatura, gravita la representatividad de un sujeto que encarna dos culturas en movimiento y que a su vez interpela y negocia su identidad política.

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Arely Ramírez es estudiante de postgrado en el Programa de Maestría en español de la University of Texas—Permian Basin. Este ensayo forma parte de su proyecto de tesis.