Reseña sobre Perspectiva descendente, Luis Vicente de Aguinaga
En Desviación vertical disociada, libro con el que Luis Vicente obtuvo en 2021 el Premio Ramón López Velarde, el poeta va hacia sí mismo, una de sus formas de situarse en el espacio: “Yo quería estar desnudo: ser / apenas este cuerpo, el mío, / y luego no ser mío, / que yo tuviera que subir / hasta mis ojos para verme”. Un desdoblarse, un desprenderse. Traerlo ahora aquí, en esa pretensión, da pie para observar su Perspectiva descendente.
¿Dónde está el ser del poeta para que pretenda ascender y así poder verse? En el corazón, quizá, como lo expresó Gilberto Owen. La perspectiva a la que se asiste en el libro reciente de Luis Vicente de Aguinaga es la que, en lugar de extenderse hacia el valle para, como escribió Jorge Luis Borges en el poema “Coronel Suárez”, mirar “el paciente planeta que perdura”, el poeta tenderá su vista hacia otro lado, no distante de él, de quienes lo rodean, de lo que se rodea: habrá de ser descendente, un ser “incompleto, sin par, descabalado”.
Esta óptica declinante tiene la marca de la desviación vertical disociada sobre la que ha escrito el poeta de Aguinaga, la que le da la oportunidad de saber que las cosas no tienen la pretendida unidad, consistencia, como pareciera a simple vista. Se trata de una visión marcada por un tiempo dado, cuando la noche no está más y el día aún no asoma: un encuadre dado por los versos de Borges que son el epígrafe del libro. Es un tiempo que puede ser leído como el de la escritura de los poemas o como el de los poemas mismos.
Ese tiempo que puede ser el de los poemas se ilustra en el primero de esta Perspectiva descendente. Esa luz que asoma, la que se hace dentro del ojo, es la constatación de que aún no se concluye, de que algo seguirá existiendo. A pesar de las inconsistencias, de las pérdidas, puede haber algo más: otro amor, que es el mismo; otra palabra, que quizá es la misma. En ese trance en el que la noche deja su propia luz y la mañana se hace esperar, lo que se revela es un cuerpo, el otro, no el del poeta que busca estar fuera de sí: es ese otro cuerpo el que le da al poeta el argumento para conectar la vida apreciada en ese instante y la que se empieza a delinear por medio de la “estridencia de los pájaros”. Hay alguien que espera en ese otro lado que el perfume también tiene.
Si la mañana tiene un tiempo para cumplirse, para hacerse evidente, quien espera ha estado ahí con una súplica: no desea que se le abandone. Y eso que está del otro lado, con esa plegaria, es “un dios caído, manco y desdentado”. Ese llamado está dirigido a un nosotros: lo que habrá de llegar será ese dios suplicante.
Catorce poemas forman esta perspectiva que va hacia el fondo de un yo que se enfrenta a sí mismo, contra toda convención, un choque provocado por algo que vino de arriba, no la protección, imposible en un dios suplicante, sino por la lluvia de verano, la que mostró eso que no se quería: reconocimiento dado por medio del reflejo, con la lluvia que todo lo descubre. Una lluvia que puede en un momento resultar atemporal; no lo es, siempre ha estado también en un tiempo al que no se le asocia.
Los poemas son una conversación: del poeta consigo mismo, del poeta con quien se descubre los hombros, con “El hombre del búho”, con las verduras, con las legumbres, con aquello que de tan evidente pasa inadvertido para todos; por ello, aquí está el poeta, que algo sabe y que, sobre todo, reconoce lo que ignora y se pregunta por aquello que permanecerá: “ese calor de palabras inaudibles”.
Hay que asomarse a esta perspectiva que nos ofrece el poeta, quien nos hace partícipes de su hablar en tiempo pasado con su cuerpo. Este hablar está acompañado de dos versiones, en inglés y francés, de su óptica. El poemario se expresa también en estas lenguas que son propias de esta edad, la del poeta.
Carlos Gutiérrez Alfonzo es poeta y ensayista. De su autoría son los siguientes volúmenes de poemas: Cirene (1994), Vitral el alba (2000), Mudanza de las sílabas (2012), Poniente (2012), Que se halla por ventura (2015) y Si quien leyera fuera otro (2018). Ha publicado los libros Ascenso y precisión. Tres poemas de autores chiapanecos (2016) y Minucias. Maneras de decir cómo se vive la frontera (2021). Se desempeña como Investigador del Centro de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Chiapas y la Frontera Sur, de la Universidad Nacional Autónoma de México (CIMSUR-UNAM).