Islas griegas
[…]estos hombres tatuados: ojos como diamantes,
bruscas bocas de odio más insomnio,
algunas rosas o azucenas en las manos
y una desesperante ráfaga de sudor.
Son los que tienen en vez de corazón
un perro enloquecido
o una simple manzana luminosa
o un frasco con saliva y alcohol.
Efraín Huerta.
Alguna vez creí pertenecer
a los hombres que por corazón
tienen un perro enloquecido.
Varé en los paisajes de la ceniza
─Ulises orgulloso de su error─
por la lealtad
al esqueleto de una golondrina.
Con la niebla de lo distante
al alcance de mi vista,
pensé que sirenas y tempestades
habrían de encontrarme
en esto de fumar la vida en los mismos sitios.
Igual que un payaso
hablando de soledades
al oído de un maniquí,
continué en el deporte de quemar las barcas
y pensar en guillotinas
cuando una mujer besaba mi cuello.
Quise hablar de mi época,
pero aun de pie
mi sombra seguía arrodillada.
Y no quedaba más que fingir conocimiento
Sobre aquello
Que confundía hasta la locura.
─Sólo el que se pierde,
podrá dibujar el laberinto─,
me dije, enfermo de amor propio,
y tan lejos de las islas griegas.
Dos fracasan en el mismo poema
A kilómetros de distancia,
con océanos de por medio,
dos fracasan en el mismo poema.
Son idénticos esos versos
donde el sustantivo agua
no sacia la sed de la memoria
ni lava las heridas
de un remordimiento.
A kilómetros el uno del otro,
dos fracasan en el mismo poema.
Desde gemelas porciones de sufrimiento
─migajas que un amor
dejó vertidas en los platos de la incertidumbre─,
dos se derrumban en palabras iguales.
A distancia,
dos rompen los papeles
donde alguna vez existió
un mismo poema.
Y quedan taciturnos
─ gotas de agua
despeñándose sobre un espejo─
como quienes extrañan
la misma imposibilidad,
como quienes coinciden
cuando enfocan la vista
hacia ninguna parte.
Fragmentario para una pregunta
Pero si escribo sobre nada o sobre otros
o uso prendas que no me favorecen
o me lleno de piedras los bolsillos
o sigo un sendero marcado con pan dulce,
pisaré fuerte, que por la hondura de su huella
se conoce el peso de los hombres.
Francisco Alcaraz.
Lo importante es dejar huellas en el mundo ─decía alguien, apurado por abstractos fulgores sobre lo venidero.
No hay mejor analgésico para el olvido que nuestras palabras ─respondía otro, entre las nieblas de un recuerdo que se esparce como la palabra polvo frente a una ventana abierta.
Recorrer el mundo ─insistía una voz desde el fondo─ para postular una teoría sobre cómo las geografías de la sombra son iguales en todas partes.
El problema no son los molinos, sino la falta de viento ─se escuchaba desde algún lugar─, mientras discutíamos las relaciones entre el neoliberalismo y las longitudes del olvido.
Quien esté libre de culpa que arroje la primera piedra ─cavilábamos en silencio─, y nos lapidábamos con citas iluminadoras: fanáticos de una religión donde no había más cruz que el escarnio ni mayor apostolado que ser ciudadanos del instante.
Protagonistas de una fábula que a nadie le importa, rodamos por sótanos y callejones sin salida, bebiendo siempre con los mismos muertos.
Personajes que cruzaron los primeros días del milenio. Personajes, al fin del día, unos de los otros; es mi mano quien ahora escribe sobre esa temporada de animales quemándose a las orillas de una promesa.
Después de tanta música pasada, solo alcanzo a responder que la pregunta no es de dónde vinieron los que se han ido, sino cuánto de nuestro peso hay en la hondura de sus huellas.
Odio
De la plaza de la Concordia
donde miles de cabezas supieron
por segundos
qué es extrañar el cuerpo;
de los hornos que aniquilaron
las palomas de la vigilia
en el cráneo de Celan;
de un 2 de octubre, en otra plaza,
incinerado por la furia y el desvarío;
de la palabra bastardo
que le cambió la forma de mirar
a una infancia;
se aduce que la industria del odio
es imperecedera:
su materia prima crece y se reproduce
a la velocidad de nuestra especie.
Un ramo de manos
Rose is a rose is a rose is a rose
Gertrude Stain
Un ramo de manos cercenadas.
seis pares de manos en una bolsa de plástico;
doce porciones del cuerpo
sembradas en la geografía
de lo que llamamos este País.
La imposibilidad de un poema
que hable sobre las doce manos
emergiendo del polvo,
de una fracción del tiempo
sitiado por filos y estertores.
Pero si se ven desde arriba,
en vista panorámica,
tanto la diestra como la siniestra
atadas la una a la otra,
asemejan a una paloma
a punto de tomar vuelo.
Un ramo de manos, aquí en esta tierra,
no es la imagen surrealista
de un poeta que ve la batalla
a través de un televisor.
Aquí, un ramo de manos es un ramo de manos
es un ramo de manos es un ramo de manos.
Nota: los 5 poemas seleccionados perteneces al libro Retóricas de la sed, publicado por el Instituto Sinaloense de Cultura en su colección Ex Libris en el año 2020.
Francisco Fernando Meza Sánchez (Culiacán,Sinaloa. 7 de noviembre de 1979). Es egresado de la licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Es autor de Mar en sombra (Ayuntamiento de Guanajuato, 2005), Defensa de la demora (Palabras del Humaya 2009), La bitácora y un día más (Editorial Praxis, 2009), Memoria de marzo (Editorial LaOtra/UAS, 2011), Cuaderno de las apariencias (ANDRAVAL/INBA, 2013), Donde el silencio dicta su autobiografía, antología personal (ISSTE/ISIC, 2017) y Retóricas de la sed (ISIC, 2021). Sus poemas, ensayos y entrevistas han aparecido en publicaciones periódicas nacionales y estatales. Ha publicado reseñas críticas en el suplemento cultural del Reforma y en el suplemento de Milenio. Ha sido becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Sinaloa en 2000-2001 y 2005-2006. Fue Coordinador del programa «Sinaloa, un Estado de Lectores» del Instituto Sinaloense de Cultura. Es parte de la antología El hacha puesta en la raíz. Ensayistas mexicanos para el siglo XXI. Actualmente es el Jefe de la Unidad Editorial del Instituto de Capacitación Judicial, donde se edita la revista Aequitas; publicación oficial del Poder Judicial del Estado de Sinaloa. En 2010 ganó el premio nacional de poesía Clemencia Isaura.