Mi padre tenía un caballo
que yo nunca monté
cuatrialbo
cansado
viejo
se llamaba Calcetín
y no usaba herraduras
la herradura la guardó para coronar su sueño
y ahora un caballo cabalga en mi memoria
avanza
cruza valles y montañas
corre persiguiendo al viento
y después regresa
despacio
a su galope
entonces el polvo se levanta
para recordarme que algún día
esta tierra habrá de sepultarlo todo
quizá por eso me cuesta trabajo respirar
inhalo
y una montaña
se me acumula en la garganta
toso
y levanto huracanes
en los pulmones contengo todas las palabras
como si quisiera recordar lo que mi padre me dijo
la tarde en que vine al mundo
guardo silencio
y mi madre me mira
un caballo cabalga en sus palabras
cuando tu papá
montaba a caballo
se iba al cerro
luego se compró
una motocicleta
y yo creo que una motocicleta
también puede ser un caballo
papá viajaba todos los días
montado en un caballo de huesos de metal:
el aceite fluía por sus entrañas
y desde lo más profundo de su engranes
la enfermedad se expulsaba como una flema negra
tan oscura y espesa como la maldición primigenia
que se arrastra de generación en generación
por eso en la sangre de papá corrían ríos de metal
y en sus pulmones la arena se cristalizaba
formando monumentales rosas vítreas
papá era minero
y respiró las esquirlas de la piedra
hasta morir
me heredó el dolor en el pecho
como certeza de la muerte
y el llanto que nunca derramó
sobre la tumba de mi abuelo
pero eso
en este momento
no importa
importa decir que viajaba en un caballo sin herraduras
que galopaba por la imaginación de mi hermano
y por la llanura más limpia del sueño
mamá lo esperaba en la casa
y papá sentía el viento moldear su rostro
a Calcetín no le gustaba la velocidad
y a mí siempre me ha dado miedo el viento
sin saber
compartíamos el mismo temor
que amaga con la caída de mi padre
y con el temor a las ruedas
porque las motocicletas
dice mamá
tampoco son seguras
de ahora en adelante
el galope de Calcetín resonará en la memoria
de la sangre
Calcetín tendrá que llevar herraduras
caballo de patas blancas
con herraduras de acero
hoy vas a brincar las trancas
antes que salga el lucero
y vas a llevar en ancas
a la mujer que yo quiero[1]
papá no se robó a mamá en un caballo
pero la llevó a conocer la ciudad en su motocicleta
no hubo una cabalgata al horizonte
ni una serenata
pero hubo otras canciones
mi padre siempre cantó al lomo de Calcetín
y después encendió la radio en todos sus automóviles
para nunca olvidar las canciones de amor
[1] Corrido “Caballo de patas blancas”, interpretado por Antonio Aguilar.
Luis Fernando Rangel es poeta, narrador y editor. Licenciado en Letra Españolas por la Universidad Autónoma de Chihuahua. Autor de los libros de poesía Corridos de caballos (Medusa, 2021; IV Premio Nacional de Poesía “Germán List Arzubide”), Dibujar el fin del mundo (Editores UACH, 2019; Premio Estatal de Poesía Joven “Rogelio Treviño” 2017), entre otros. Su obra ha merecido el reconocimiento de los Juegos Florales “Lagos de Moreno” 2021 en el área de cuento y el segundo lugar en el Premio Nacional de Relato “Sergio Pitol”. Ha publicado textos en revistas y suplementos culturales de México, Colombia y Estados Unidos como Tierra Adentro, Visitas al Patio, Punto en Línea, Punto de Partida, LIJIbero, Nueva York Poetry Review, Rio Grande Review, El Heraldo de Chihuahua, entre otras, así como diversas antologías de cuento y poesía. Ha sido becario del curso de verano de la Fundación para las Letras Mexicanas, del Festival Interfaz de ISSSTE-Cultura y del Fondo Municipal para Artistas y Creadores. Actualmente es Jefe de Unidad Editorial en la Facultad de Filosofía y Letras de la UACH, donde es editor responsable de la revista Metamorfosis y corrector de estilo de la revista QVADRATA. Es director editorial de Sangre ediciones y director general de la revista Fósforo. Litertura en breve.