“Los Rendidos – Sobre el don de perdonar”, de José Carlos Agüero”
Otra manera de contar la historia
Introducción
La memoria colectiva se hace vigente en Latinoamérica debido a la necesidad de estudiar la época de luchas internas que se vivieron en ese continente desde los 70.
Dos de las expertas en el estudio de la memoria colectiva, la socióloga Elizabeth Jelin y la docente en psicología Susana Kaufman, apuntan a la imposibilidad de la existencia de una memoria única, ya sea en el ámbito individual, debido a los cambios en las temporalidades de los sujetos o en la memoria colectiva puesto que:
{…} en la medida en que la realidad es compleja, múltiple y contradictoria, y que las inscripciones subjetivas de las experiencias nunca son reflejos espectaculares de los acontecimientos públicos, no podemos esperar encontrar una “integración” o correlación directa entre las memorias individuales y públicas, o la presencia de una memoria única. (…) La realidad social es contradictoria, llena de tensiones y conflictos. La memoria no es una excepción (Jelin y Kaufman, 2001, p. 10 como se citó en Jelin, 2018, p. 242).
En el Perú existen diferentes tipos de memorias que cuentan cada una a su manera, los hechos relacionados a la época del Conflicto Armado Interno (CAI) que se vivió en el país desde 1980 hasta el año 2000. Durante el conflicto y bajo el gobierno de Alberto Fujimori se creó una narrativa que disculpaba el exceso de violencia, convirtiendo a Fujimori y su aliado Vladimiro Montesinos en los héroes de la captura y caída del Partido Comunista del Perú -Sendero Luminoso (PCP-SL). A esta narrativa se le conoce como “memoria de la salvación” [por el término que usa Steve Stern1 para el caso chileno] (Brodsky, 2018, pp. 51-52).
Posteriormente se han creado otras memorias como el Informe Final de la Comisión de la Verdad y el Reconocimiento (CVR), que es el documento oficial y la narrativa hegemónica del CAI en el Perú desde el 2003 cuando fue presentada. También se cuenta con la versión del ejército peruano sobre su participación en el CAI: “En honor a la Verdad” del 2010 y en el 2012 se publica el libro de Lurgio Gavilán “Memorias de un soldado desconocido”.
En el 2015 se edita la obra testimonial Los Rendidos – Sobre el don de perdonar, escrita por José Carlos Agüero. Esta obra es otro hito en la cronología de las memorias ya que está escrita por una persona que ha vivido en carne propia los pormenores del conflicto a través de sus padres, dado que los dos militaban en el PCP-SL. Agüero relata su historia desde su contexto personal; relata la participación de sus padres, otros senderistas y los demás actores del CAI. El ser hijo huérfano de terroristas le quita cualquier posibilidad de apoyo o reconocimiento por parte del estado y la sociedad. Y aunque no es su deseo representar a nadie, hay que entender que como él hay miles de personas en la misma condición -hijos o conjugues de un senderista o los senderistas mismos- por lo que su testimonio representa, aunque él no lo quiera, a personas en condiciones similares. Su testimonio está dotado también de un análisis de la situación desde su perspectiva profesional, basándose en sus estudios en Derechos Humanos y su experiencia profesional en los campos de la memoria, la violencia y el reconocimiento que hacen de sus relatos cuestionamientos sobre la manera en que el proceso de memoria y reconciliación se está llevando a cabo en el Perú. La versión del CAI de Agüero es pues más compleja y matizada y cuestiona la forma en que el proceso de memoria y reconciliación se lleva a cabo en el Perú.
Teniendo en cuenta lo especial del testimonio de José Carlos Agüero -como hijo de dos senderistas- esta reseña presenta y analiza su obra “Los Rendidos -Sobre el don de perdonar”. A través del análisis se verá la manera en que Agüero entiende conceptos como la centralidad de las víctimas, justicia, la verdad, culpa y perdón, la compasión, la politización de las víctimas y los abusos de la memoria; temas que él trae a la mesa de discusión como otra parte de las memorias que aún no han sido presentadas, pero que existen, y de esta manera él hace frente a la narrativa hegemónica existente en el país. Para el análisis se utilizarán como base conceptual las propuestas de Manuel Reyes Mate; quien tiene gran trayectoria en el campo de la memoria histórica. Y de Paul Ricoeur; quien en su teoría estudia sobre el uso y el abuso de la memoria.
Semblanza de José Carlos Agüero Solórzano (Lima, 1975)
Los años de infancia y juventud de José Carlos Agüero fueron muy especiales, ya que sus padres fueron militantes del PCP-SL y usaban mucho de su tiempo trabajando a su servicio. Su humilde hogar era lugar de encuentro para gente del partido lo cual significa que constantemente estaban en peligro de ser descubiertos; por ejemplo, cuando un amigo militante es tomado preso y ejecutado, deben dejar su hogar de inmediato, sabiendo que la policía puede haber torturado al amigo y que es posible que él los haya delatado, por lo que corrían el riesgo de que fueran a buscar a sus padres (Agüero, 2015, p. 28). Agüero tenía 8 años cuando sus padres fueron tomados prisioneros por varios meses; después fueron liberados por falta de pruebas. Desde esa época su padre pasa a la clandestinidad. A finales del 84 su padre es arrestado nuevamente tras el ataque a un puesto militar y es encarcelado en el Frontón2. La última vez que Agüero va a visitarlo, el padre presiente que algo va a pasar y pide a sus hijos que estén pendientes. “… éramos como niños viejos siempre. (…) gente muy enterada. Eh, y sabíamos que iba a pasar algo” (Radio Ambulante, 2018, s/n)3. Acerca de su padre dice: “Un revolucionario debería de tener como requisito ser estéril como la revolución” (La República, 2020, s/n). Lo dice por el carácter de su padre y explica:
{…} Creo que la imaginación revolucionaria del siglo XX se construyó sobra la base de valores modernos que no eran tan diferentes de los valores de derecha, comparten muchos de sus atributos. Son profundamente autoritarios. El uso de la violencia y el desprecio al prójimo está inscrito en mucha de la arquitectura de la ideología y la práctica revolucionaria, también en la contra revolución y la derecha (La República, 2020, s/n).
Como se puede apreciar la vida de Agüero no fue una vida “normal”, sus padres estuvieron en prisión y por lo que se entiende de la cita arriba mencionada el padre era violento. Además, el conocimiento de que sus padres pertenecían al Partido [manera que él denomina al PCP-SL] hizo que el tuviera un sentimiento de inferioridad; él lo describe de la siguiente manera: “Hay si un sentimiento de ser inferior que ensucia los días. No se puede decir la verdad. No poder usar la verdad es algo que quita nobleza” (Agüero, 2015, p. 20). Otro sentimiento que Agüero reconoce es la vergüenza por la situación:
{…} es algo real, un mecanismo razonable, por eso no se puede evitar. (…) Forma parte de cada cosa que haces y de cómo te relacionas con los demás. Se construye a sí misma por años con cada mentira, silencio, secreto, con cada evasiva, cada relato o con los largos momentos de soledad (Agüero, 2015, p. 20).
Sin duda estos sentimientos marcaron su vida. En 1992 Agüero ingresa a la Universidad Mayor de San Marcos, donde su tío tiene un quiosco en el que trabaja su madre. Para esa época ni él ni sus hermanos creen en la revolución y desean que su madre deje el partido. Él usa los largos viajes de regreso a casa con su madre para discutir al respecto: “Como habíamos creído infantilmente en la revolución ¿no? Al contrario, ya en ese momento éramos totalmente enemigos del partido, y la queríamos sacar” (Radio Ambulante, 2018, s/n). Trataron por todos los medios: “el chantaje emocional, la pataleta, la pelea, el argumento filosófico, el argumento político” (Ibíd., s/n). Pero ella no deja el partido, hasta que un día, viene un hombre (senderista) a la universidad e informa a
Agüero que su madre ha muerto. En camino a casa, Agüero recuerda sentarse en el micro, quitarse los lentes y ver todo borroso:
No es que el mundo estuviera borroso, es que yo, de pronto, me había vuelto…. Estaba al margen. Estaba en mi lugar sol…solo, digamos, en ese micro. (…) y luego lo que sentí inmediatamente fue — alivio. Pero un alivio físico, físico. O sea, la cosa más concreta del mundo que se pueda sentir. (…) Alivio, e inmediatamente después la culpa. Como un golpe (Alarcón, 2018, s/n).
Agüero es diplomado en derechos humanos con estudios de maestría en género. Es activista de derechos humanos e investigador de la violencia política y de la memoria histórica. Antes de que se formara la CVR fue coautor de la obra “Memoria para los ausentes”, que trata del tema de los desaparecidos en el Perú (Agüero, 2015, interior de portada). Realizó trabajo de campo en zonas rurales de Ayacucho para la Comisión de la verdad y Reconciliación del Perú. Es autor y coautor de diferentes obras; ensayos, poesías, relatos, entre las que se puede nombrar: “El nacimiento de los monstruos” (2010); “Enemigo” (2016); “Cuentos heridos” (2017); “Persona” (2017). Actualmente trabaja en un proyecto sobre procesos de subjetividad y posconflicto, que busca reubicar la experiencia de los actores de la violencia política en el Perú, más allá de los discursos hegemónicos, identificando el potencial restaurador de la autorreflexión, la conversación y el reconocimiento (FILLIMA, 2020, s/n).
En una reciente entrevista para el periódico peruano La República, Agüero toca dos temas muy importantes para el presente estudio; primero, cuando el entrevistador le pregunta: “Has dicho que tal vez la “reconciliación” no sea el camino para el país. ¿Qué significa eso?
Hay maneras de usar los conceptos. Reconciliación es una palabra y depende de quien la usa. Acuérdate de Kuczynski, para darle el indulto a Fujimori, se amparó en el lenguaje de los derechos humanos. (…) Para conseguir exactamente lo contrario: perpetuar relaciones de poder injustas (Camacho, 2020, s/n).
Luego en la misma entrevista habla del duelo:
Y si un duelo dura tanto. Si una sociedad solo produce duelo. (…) Si el duelo es la condición natural de nuestra sociedad, quizá no nos esté sirviendo el concepto. Es otra cosa lo que estamos viviendo. (…) Es que el duelo es la posibilidad de elaborar una pérdida que es irreparable, para seguir viviendo. Pero si resulta que tienes tantos y no son los duelos normales, los duelos familiares, sino que son duelos sociales, producidos por dictadura, barbarie o pandemia, creo que si son comparables. El problema es que son demasiados, nunca acaban (Camacho, 2020, s/n).
De estas citas podemos entender que los conceptos que se usan para describir procesos nacionales, a veces son mal usados a propósito por autoridades o veces no describen acertadamente la situación que la población está viviendo y como bien lo dice quizá no sirven.
El contexto histórico
Mucho se podría escribir acerca del contexto histórico del Perú del periodo conocido como el Conflicto Armado Interno (CAI) pero para nuestro propósito es solamente necesario recordar que los presidentes de la época Alan García – 1985-1990 (APRA) y Fujimori – 1990-2000 (Cambio 90) dejan a manos del ejercito la “lucha contra el terrorismo” y su continua violación de los derechos humanos.
Luego de la huida de Fujimori y debido a la situación política y el trabajo de la oposición se decidió elegir un presidente que pudiera tener aceptación de la mayoría de los congresistas. Es así como Valentín Paniagua es nombrado presidente transitorio del Perú el 22 de noviembre del 2000. Durante su mandato se crea la CVR en julio del 2001, dada la fuerza de la opinión pública del momento por saber la verdad. Esta comisión estaría encargada de:
{…}esclarecer el proceso, los hechos y responsabilidades de la violencia terrorista y de la violación de los derechos humanos producidos desde mayo de 1980 hasta noviembre de 2000, imputables tanto a las organizaciones terroristas como a los agentes del Estado, así como proponer iniciativas destinadas a afirmar la paz y la concordia entre los peruanos (Decreto Supremo 065-2001-PCM. Artículo 1ro, como se citó en Murri 2018, p.19).
Un detalle de suma importancia respecto a este informe es su manera de “definir” quien es víctima que como se verá después cambia:
Precisamente es en el Informe Final de la CVR y como parte de la reflexión sobre las reparaciones, que se establece un perfil de víctima y se reconoce en su cifra final (69,280) a todas las víctimas del conflicto interno, sean estos representantes de las fuerzas armadas, policías, miembros de los grupos alzados en armas y población en general (Ulfe, 2013, p. 44).
Su Informe Final fue presentado oficialmente en agosto del 2003. Este informe cambia totalmente la narrativa hegemónica en ese periodo -la memoria de salvación creada por Fujimori y Montesinos y presenta la vastedad de las violaciones a los DD. HH. que fueron perpetradas tanto por los insurgentes como por el Estado. Es en base a este que la comisión propone un programa integral de reparaciones. También ha sido usado por las víctimas como apoyo para la presentación de sus casos ante el juzgado y como fuente de información para la elaboración de lugares de memoria y discursos públicos sobre el pasado, por lo que es considerado una de las herramientas más importantes que se usa en la etapa de transición hacia un nuevo periodo democrático jugando un papel importante en la vida de miles de personas del país y se ha convertido en la narrativa hegemónica del CAI en el Perú.
Bajo la presidencia de Alejandro Toledo (2001-2006), se da inicio al Plan Integral de Reparaciones (PIR) y al Registro Ùnico de Víctimas (RUV); este organismo reconoce hasta 16 modalidades de víctima4 y un único criterio de exclusión:
{…} ser o haber sido miembro de organizaciones subversivas -independientemente de las posibilidades reales de haber sido igualmente víctima de alguna violación-. De esta manera se contribuye a reforzar la idea de que `solo los inocentes tienen derecho en el Perú` (Theidón, 2010, p. 106, como se citó en Tejero, 2014, p. 12).
Algunos grupos de la población no aceptan el informe, tal es el caso de las fuerzas armadas, quienes en el 2010 publican “En Honor de la Verdad”, donde cuentan la historia del CAI según su perspectiva y por otro lado, los partidarios del fujimorismo, quienes no aceptan esta nueva narrativa y se aferran a la memoria de salvación elaborada por sus líderes máximos y los militantes del PCP-SL y MRTA. Asimismo expertos en DD. HH. como Julie Guillerot5 tampoco aceptan esta exclusión ya que en muchas ocasiones los campesinos no podían oponerse y eran obligados a ayudar.
En este contexto se publica la obra de Agüero, en un país donde la política de memoria deja mucho que desear y donde aún hay mucho por hacer para poder llegar a una situación de reconciliación. Sus textos representan las voces críticas a las políticas de la memoria llevadas a cabo por el Estado peruano. Donde un gran número de peruanos no están inscritos en las listas de víctimas, por haber militado en las filas de PCP-SL o MRTA o por ser familiares de militantes como es el caso de Agüero.
Acerca del libro “Los Rendidos – Sobre el Don de Perdonar”
Está obra fue publicada por primera vez en el 2015, doce años después del informe de la CVR. El mismo Agüero dice de su libro que se trata de “… textos de no-ficción” que tratan temas relacionados a su condición de ser hijo de padres que militaron en el PCP-SL quienes fueron ejecutados extrajudicialmente. Agüero cuenta que él tenía el deseo de compartir sus relatos principalmente, porque cree que puede servir para otras personas que están en la misma condición, ya sea familiares de senderistas o personas que han militado en PCP-SL, aunque deja claro que no desea representar a nadie: “No deseo representar a nadie. Al escribir lo hago con una única regla, procuro ser honesto, lo hago como si escribiera para mí -como no soy excepcional, entonces espero que haya algunos que encuentren aquí un reflejo” (Agüero, 2015, p. 15). Pero también se vislumbran otras razones para la escritura de sus textos, dirigiéndose a todos los lectores, escribe:
Creo que hay experiencias que no tienen el valor de salvar a sus portadores de la reprobación, pero que al compartirlas sí pueden tener efectos hacia afuera, morales y políticos, que ayudan a hacer visible lo que se quiere dejar de lado y a desestabilizar los pactos a veces inconscientes con los que damos por natural nuestra realidad, nuestra historia de la guerra y su proyección en el orden del presente (Agüero, 2015, p. 15).
Como se puede apreciar, el autor está muy consciente de que este testimonio no le va a ayudar a salvarse de la reprobación de las personas en general y a pesar de eso se desvela al público con el deseo de que sirva para algo. Quizás en el anhelo de que su testimonio sirva para iniciar una discusión al respecto de la memoria visto desde otras voces que aún no han sido escuchadas.
Algo que llama la atención en el libro es que tanto el título del libro como de los capítulos están cargados de connotaciones relacionadas con conflicto, con guerra; usa por ejemplo palabras como: rendidos, culpa, cómplices y víctimas; quizá para preparar al lector en su contenido. Sus textos son cortos como sus títulos y fáciles de leer y como el mismo dice: “En algún momento pensé sintetizarlos, darles otra forma y reescribirlos con rigor académico. Pero abandoné esta idea. Hay quienes pueden hacerlo con mayor talento.” (Agüero, 2015, p. 14). Esta simplicidad en la forma de escribir es otra característica del libro que unifica tanto su testimonio, sus vivencias y el conocimiento que ha ganado a través de sus estudios y su experiencia laboral y aunque en sus
textos Agüero hace referencia a expertos como Jelin, Todorov y otros; los textos están escritos en un lenguaje fácil, que los hace accesibles a todo tipo de lectores.
Causa interés la existencia de un colofón al final del libro; es como si el autor hubiera querido que no haya mal entendido alguno en la manera que el desea que los textos sean entendidos. El colofón está escrito por Rubén Merino Obregón, Magíster en Estudios Culturales y docente en la Pontificia Universidad Católica del Perú, quien da una interpretación del texto y una posible razón a su existencia. Claro que esto no impide que el lector tenga su propia interpretación. Los textos pueden ser vistos como partes de un vitral que muestran diferentes aspectos de la vida de Agüero, por ejemplo, vemos al joven Agüero y su deseo de que su madre deje el partido; lo vemos en Ayacucho, entrevistando a los campesinos; en Lima hablando con otros hijos de senderistas; pidiendo perdón a la gente en nombre de sus padres, etc. Cuando Agüero habla de sentimientos, habla de sentimientos negativos como el de inferioridad: “Hay sí un sentimiento de ser inferior que ensucia los días” (Agüero, 2015, pp. 19-20), pero no se encuentran muchos sentimientos positivos como alegría, amor, felicidad, etc.; que también deberían de formar parte del vitral de una vida “normal”. Por otra parte, tampoco hay grandes dramas; por ejemplo, no se percibe una gran desolación por la pérdida de los seres queridos. Todo está presentado honestamente como el mismo lo dice: ”al escribir lo hago con una única regla, procuro ser honesto, lo hago como si escribiera para mi” (Ibíd., p. 15). Usando la metáfora del vitral se puede pensar que hay partes que faltan para obtener una figura completa. Pero quizás esa es la vida de Agüero y eso es lo que hay para mostrar. Un sujeto incompleto, donde hay partes que no existen como alegría y felicidad o hay partes que él prefiere esconder por demasiado dolorosas o vergonzosas y es desde ese yo fragmentado [entendiendo tal fragmentación no como un desorden psicológico, sino como el resultado de las situaciones que le tocaron vivir en su niñez y adolescencia y las experiencias de su vida profesional] en que Agüero decide escribir su testimonio. A pesar de la manera fragmentada en que los textos están escritos, se puede apreciar un continuo desarrollo en las ideas presentadas y en su tratamiento de los conceptos; por lo que esta fragmentación en vez de estorbar la lectura se convierte en motivo de pausa para pensar y meditar en cada porción, por separado primero, y luego tratar de seguir los hilos de pensamiento del autor e hilvanar las ideas encontradas.
La centralidad de las víctimas
En algo en que Agüero coincide con Reyes Mate es en la importancia de mantener la centralidad de las víctimas cuando se trata de una situación de post conflicto y de la sanación que el país necesita. El autor explica la razón por la cual los expertos de hoy en día han desviado su mirada de las víctimas de la siguiente manera:
No es que las demandas de verdad, justicia y reparación hayan sido atendidas. Es que la necesidad de comprender la guerra también se hace poderosa, pide su lugar junto a la agenda de las organizaciones de afectados y las ONG. Y cada nueva investigación hace evidente la limitación del viejo enfoque. Los pueblos y los barrios están poblados de recuerdos y estos nos hablan de personas con experiencias complejas, que no se dejan encasillar en las categorías de víctima y perpetrador (Agüero, 2015, pp. 96-97).
Agüero entiende desde su formación profesional tal cambio de perspectiva y menciona a la experta Jelin, quien cree que:
{…}mantener la centralidad cultural de la víctima genera que no importe lo que la persona hizo, sino lo que se le hizo a la persona. Ello nos quita al actor y nos entrega un personaje indefenso, despolitizado, (…) Por lo tanto, revalorar al actor es contribuir a recuperar a todos estos sujetos en su humanidad compleja (Como se citó en Agüero, 2015, p. 98)6.
Pero el autor se pregunta y pregunta al lector sobre los beneficios que se podría obtener de tales estudios: “Pero ¿cuándo el examen de actores de una guerra o una masacre nos han hecho mejores? (…) ¿Enfocarse sobre lo que la gente hizo es más valioso que enfocarse en lo que le hicieron? ¿Lo que le hicieron, lo que su cuerpo acogió, no nos dice más sobre el tipo de vida y muerte que le tocó en suerte compartir con otros de su época y generación?” (Agüero, 2015, p. 99). Para Agüero el cuerpo de la víctima y lo que le hicieron es como una huella “de los mecanismos de la violencia” (…) (Agüero, 2015, p. 99).
Agüero no cree que dejar de lado la centralidad de las víctimas y estudiar a las partes como sujetos políticos ayude a una sanación del país, o a que la violencia no se repita. Ya que cree que los cuerpos de las víctimas que sufrieron agravios son los mejores rastros o pruebas de la violencia que existió. Él profundiza en la situación de los militantes del PCP-SL y cree que esa nueva mirada no los apoyaría en nada, porque son “terrucos”: “Un ser de espanto ajeno a la comunidad, que debe de ser eliminado.” (Agüero, 2015, p. 103) y pregunta: “¿en (sic.) qué páramo sin nombre quedan estos sujetos? ¿En qué lugar sin nombre dentro de nuestro mundo de memorias y derechos?” (Agüero, 2015, pp. 103-104). Como se puede ver Agüero coincide con Reyes Mate con relación a la importancia de la centralidad de la víctima en estos estudios, pero difieren en su criterio de quién es víctima y quién no lo es como se verá a continuación.
Ser o no ser víctima
Para Agüero definir quién es o no es víctima es difícil y se pregunta y pregunta al lector:
¿Haber pecado vuelve asqueroso al pecador, lo aparta del mundo de los humanos?
¿De qué élite de humanos puros? ¿Hay solo maldad en cada acto senderista? ¿Hay una marca que lo aparta de la colectividad de seres imperfectos que pueblan nuestro pasado y presente? (…) ¿Y realmente, no se nos parecen? (Agüero, 2015, p. 67).
En esta cita se puede apreciar como Agüero devuelve a los militantes del PCP-SL su valor como seres humanos y los compara con “nosotros”. Por lo que se entiende que, si estos militantes son como cualquier vecino, entonces deberían de tener los mismos derechos y obligaciones. Profundizando más en el tema de ser o no víctima y en vez de usar al CAI en el Perú, Agüero opta por usar como ejemplo el caso de Uruguay y al presidente José Mujica (2010- 2015)7 – exguerrillero que estuvo prisionero por 15 años y quien dio amnistía al grupo perteneciente a la dictadura. Agüero dice que Mujica:
Entrega un derecho no negociable, como la vida y la integridad, para lograr la paz. (…) combatientes o no los integrantes del MLN-Tupamaros, se debían respetar sus derechos y ya muertos o desaparecidos, su condición de culpables o militantes o exguerrilleros no les resta ni a ellos ni a sus familias su derecho a la justicia y la reparación (Agüero, 2015, 69).
Cuando Reyes Mate define quién es víctima, dice: “… cuando de ello hablamos (de la víctima) en el sentido moral estamos señalando, en primer lugar, al sufrimiento de un inocente voluntariamente infligido” (Mate, 2003, p. 100). Y como ya se ha mencionado, el tipo de víctima que Agüero presenta puede ser un sujeto que al mismo tiempo es victimario y víctima, por lo tanto, no inocente. Reyes Mate tampoco acepta la amnistía ya que como dice, es una herramienta que el Estado acepta para poder seguir funcionando (Castañeda y Alba, 2014, p. 184).
Como se puede apreciar la perspectiva de Agüero respecto a la “víctima” difiere de la perspectiva que tiene Reyes Mate, pero concuerda con él al ver los problemas que se producen cuando el estado no se hace cargo del reconocimiento del sufrimiento de las víctimas. Un punto a rescatar al respecto, es que Agüero cuestiona por una parte, si el ser un terrorista y por consiguiente victimario hace que la persona pierda valores como el honor o la solidaridad y que no le quede nada de humanitas (Agüero, 2015, pp. 66-67) y por lo tanto, si es moralmente y legalmente correcta la exclusión a los derechos a reparación a los victimarios, quienes también padecieron y sufrieron en manos de otros, injustamente: “Me pasaron electricidad, me hicieron la tina, todo eso que ya sabes. Luego esos malditos me violaron” (Ibíd., p. 102).
Estas terroristas o exterroristas, estas mujeres culpables, no buscaron ser víctimas. A nadie le ha importado tampoco construirlas como tales. Decir “terruco” o “terruca” es como decir “bruja” o “demonio”. Este rótulo fija a una persona como un horror-error. Un ser de espanto ajeno a la comunidad, que debe de ser eliminado. Desde este lenguaje es imposible un intento por recuperar a estas personas como sujetos políticos (Agüero, 2015, p.103).
Otro punto relevante es la condición de los familiares del victimario/víctima. Según el RUV ellos no están registrados como víctimas, pero ellos también perdieron a sus padres, madres e hijos. Si los militantes también podrían ser aceptados como víctimas, los familiares merecerían el reconocimiento tan necesario para una reconciliación del que Reyes Mate habla, algo de lo que están excluidos; Agüero pone como ejemplo a su abuela:
Pero la noche en que Sendero preparó un homenaje a los asesinados y desaparecidos de los penales, en la Facultad de Medicina de la Universidad de San Marcos, ella asistió. Y recibió con confuso orgullo una pequeña insignia, un broche, que le dieron en recuerdo y lo guardó. No tuvo nunca el cuerpo de su hijo para enterrarlo, y eso la daño tan fuerte. Pero ese acto de reconocimiento, ese emblema, esa ceremonia de esos terroristas que habían llevado a la muerte a su benjamín, lo apreció (Agüero, 2015, p. 72).
Como militante PCP-SL el padre de Agüero no tiene derecho a ninguna forma de reconocimiento por parte del Estado, es por eso por lo que el reconocimiento del Partido es esencial y bienvenido para la abuela de Agüero.
Respecto al concepto víctima, en lo personal, Agüero escribe: “En nuestra familia nunca construimos una identidad de víctimas. Mi madre nos educó de ese modo. (…) Cuando ella murió años después, también ejecutada, sus hijos tampoco nos sentimos víctimas” (Ibíd., 68). Pero a pesar de su crianza y de que el RUV no lo acepta como víctima -el se siente víctima y para él es imperante ser reconocido como tal-: “No importa si no me siento víctima y si nunca me comporté como una. El hecho es que (sic.) si este mundo de normas y moral tiene algo de valor, lo soy, al margen de mi voluntad” (Agüero, 2015, p. 69). Para él es importante este reconocimiento, por un lado, porque ser reconocido por la sociedad como víctima es dejar de estar solo y aislado con sus penas. Reyes Mate dice, que existe una necesidad de encuentro entre la víctima y el victimario, de otra manera la víctima se siente sola en su dolor, pero en la situación de Agüero es una posibilidad trunca ya que el no es considerado víctima (Mate, 2003, p. 102). Asimismo, ser reconocido como víctima habilita a Agüero a poder perdonar [De este tema se habla en el siguiente punto].
No menos importante es la posibilidad que Agüero menciona en el excesivo uso de la palabra “víctima” que puede acarrear el peligro de que finalmente nadie sea culpable:
El entusiasmo iconoclasta por estallar por los aires los rótulos como víctima e inocente también debe de ser objeto de sospecha y crítica. Si no hay víctimas entonces todos somos iguales. Nadie es culpable (…). Los procesos sociales, los contextos, las causas de mediano y largo plazo sustituyen las voluntades, y al quedar estas fuera de juego, también desaparece la distribución de las culpas, los daños y la necesidad de un ajuste de cuentas, personal y de la colectividad, para con los actores (Agüero 2015, p. 107).
Se entrevé la justicia de la víctima en esta cita, una justicia que si no es desarrollada entonces el país no puede seguir su proceso de sanación.
Culpa y perdón
En sus textos Agüero usa el concepto de culpa, para expresar el sentimiento de culpabilidad que ha heredado por los hechos de sus padres “la culpa del otro”, aunque honestamente cuenta que, de niño, cuando tenía 10 años aproximadamente, ayudó a construir cartuchos y en la universidad apoyo en el diseño de una invitación del Partido (Agüero, 2015, p. 85), escribe que su madre le prohibió pertenecer al partido: “yo me voy a joder en esta guerra. Yo. No tú” (Alarcón, 2018: s/n); y expresa que llegó un momento cuando él y sus hermanos eran enemigos del Partido (Ibíd., s/n).
A pesar de no haber sido partícipe al lado de sus padres, Agüero sufre y siente culpa por el daño que sus padres causaron a otras personas: “Escribí una vez: “los hijos no pueden heredar la culpa de los padres. No es justo”. Pero si la heredan. La culpa es compleja, tiene formas y se adapta porque las comunidades necesitan culpables” (Agüero, 2015, p. 61). Tal es su sentimiento de culpa que en un momento le es imperante pedir perdón en nombre de su padre: “En dos ocasiones he pedido perdón por mi padre. Fue en un momento de confusión” (Ibíd., p. 59), las respuestas fueron variadas, pero lo dejaron avergonzado; es por eso por lo que se dice a sí mismo: “… no volveré a pedir perdón. Ahora estoy rompiendo esa promesa. Pero este perdón es un derecho. No una humillación” (Agüero, 2015, p. 60). De este par de citas se entrevé un cambio o desarrollo en su forma de sentir respecto al acto de pedir perdón. Hay algo que ha cambiado entre un texto y otro. Puede ser que el primer perdón sea un perdón como el mismo lo dice en nombre de su padre y su madre, por los daños causados. Si ese es el caso, entonces ese acto de pedir perdón no es necesario; porque ese tipo de perdón no lo puede pedir Agüero -él NO ES el victimario-. Si lo relacionamos al perdón del que Reyes Mate habla; es el victimario quien debe pedir perdón, reconocer sus crímenes, comunicar un cambio de actitud en su parte y llegar a reconocer que hubiera sido mejor que toda esa violencia no hubiese pasado. El segundo perdón del que Agüero habla es un perdón menos personal y más colectivo, es un pedir perdón a la sociedad en nombre de la sociedad – esto explica la complejidad de la dicotomía victima/victimario-.
Asimismo, reconoce que los militantes del PCP-SL hicieron mucho daño a mucha gente inocente (Agüero; 2015, p. 55) y sabe que sus padres fueron culpables directa o indirectamente de muertes y vejaciones contra otros seres humanos: “Las acciones de mis padres generaron un conjunto de reacciones en cadena que aún hoy se prolongan. Tocando la vida de la gente, afectaron sus rumbos para siempre y, en buena parte para mal” (Ibíd., p. 61). Pero no solo ellos fueron los victimarios, el menciona a personas que nunca fueron encarceladas, y siguieron trabajando:
Recuerdo la rabia de algún compañero de la universidad, que estudiaba historia como yo, contra un profesor muy erudito (sic) pero políticamente extremista y otros como él. Tantos otros extremistas de izquierda como él. Que por medio de su discurso y su influencia sensibilizaron a sus estudiantes o discípulos y los alentaron hacia una radicalización terrible. Estudiantes que luego entraron a Sendero y murieron o fueron desaparecidos o se pudrieron en la cárcel. Y ellos se quedaron en sus vidas de provocadores, radicales de la palabra (Agüero, 2015, p. 62).
Estas citas dejan claro que hay una diversidad en los grados de compromiso con el PCP-SL, pero que todos son culpables y algunos fueron castigados, aprisionados, ejecutados y otros no.
Asimismo, aparte de pedir perdón, Agüero siente que debe perdonar, como ya se ha mencionado, se siente víctima: víctima del desprecio de la sociedad, víctima de la mirada de los vecinos y aunque estas penurias no son corporales o visibles, son penas, angustias con las que él debe de lidiar a solas por años. Sufre desde niño en Lima: “Que se vaya ese chico”. Lo alcancé a oír. La buena señora lo dijo desde la cocina, en voz profunda que quería ser baja. (…) Mi amiga, casi seguro avergonzada, argumentando que ella me había invitado para jugar Monopolio” (Agüero, 2015, p. 39), sufre el desprecio de la familia de una posible enamorada: “A mí no me habían visto nunca, pero me habían construido desde su memoria de mi madre como un anexo de ella. Proyectado como una fuente de resentimiento, un senderista biológico, esencial, contagioso. Ellos creían eso” (Ibíd., p. 40). Es justo en estos episodios de su vida, donde estos términos se
encuentran, culpa, perdón y víctima, pero la definición de víctima usada por el Estado no lo incluye, ya que Agüero compagina con la definición de las personas que deben de ser excluidas del PIR. Justamente él, Agüero [y miles como él], quien de verdad es una víctima -sin culpa de haber nacido y ser hijo de sus padres-; quien muy bien puede ser incluido en la manera de entender a la “víctima” de Reyes Mate, no es considerado víctima por el sistema, por la definición del PIR, debido a que es hijo de dos verdugos, de dos victimarios.
Si no soy una víctima legitima para la sociedad y el Estado ¿puedo reclamar para mí algo de consuelo? Más aún, ¿puedo atribuirme el derecho a perdonar a alguien? Creo que perdonar es un don. Y que en este sentido, su facultad está restringida a ciertas personas y grupos (…). Para perdonar necesito primero ser una víctima. Y ser una víctima es simbólicamente algo positivo, (…) un hijo de terroristas muertos no tiene, en principio, como capital social y simbólico, estas cualidades positivas (Agüero, 2015, pp. 119-120).
Pero hay otro lado también que él mismo discute; su madre le enseño a no ser víctima, él cuenta que se encuentra con una amiga que lo abrazo al entender que el también había perdido a alguien: “cuando me abrazó y me incluyó entre los suyos [familia de senderista], yo sentí; no, no soy igual. Yo no soy una víctima. Esto que me pasó, fue parte de otro proceso. Es un hecho brutal que no ha fundado mi identidad. Pero quizá, quizá, solo sentí este rechazo porque no estaba listo para rendirme” (Agüero, 2015, p. 118).
Bajo el concepto de víctima, se ha analizado cómo -a pesar de todo- Agüero se reconoce como víctima y como tal se siente parte de la sociedad civil; por lo que puede ser perdonado y perdonar y continúa diciendo: “Algunos irresponsablemente siguieron clamando un discurso de violencia armada (…). Debemos perdonarlos también. Hijos de su tiempo” (Agüero, 2015, p. 63); como se puede apreciar él usa el “debemos” que lo incorpora en el grupo de los que pueden perdonar.
Agüero pide perdón en nombre de todos los militantes del PCP-SL; tanto los que activamente hicieron algo [como sus padres] y los que tan solo con sus palabras instigaron a la revolución, pero también dice “debemos de perdonarlos” y de esta manera, el autor muestra “el circulo de la reconciliación” -por llamarlo de alguna manera – una propuesta de lo que a él le parece ser la manera correcta de llegar a un proceso de sanación en el Perú.
La justicia anamnética en los textos de Agüero
Reyes Mate dice que la justicia hacia los vivos está relacionada a la justicia hacia los muertos y que “No hay solución política moralmente aceptable que no pase por hacer justicia a las víctimas…” (Zamora, 2010, p. 353). Para que esto sea posible, las injusticias sufridas deben de ser actuales y esto solo es posible si la memoria es parte de la justicia -justicia anamnética-.“Esta justicia consiste en el reconocimiento de los derechos de todos y cada uno de los hombres, también de los muertos y fracasados a la recuperación de lo perdido [el subrayado es mío]” (Mate, 2003,p. 113). Por su parte, Agüero cree que sus experiencias “pueden tener efectos hacia afuera, morales y políticos, que ayudan a hacer visible lo que se quiere dejar de lado y a desestabilizar los pactos a veces inconscientes con los que damos por natural nuestra realidad, nuestra historia de la guerra y su proyección en el orden del presente” (Agüero, 2015, p. 15). El opta por “re-mirar” y “revisar” y se pregunta y pregunta al lector: “¿puede este ejercicio tener consecuencias sobre nuestra propia mirada, nuestros recuerdos o el modo en que los hemos construido? No lo sé” (Agüero, 2015, p. 15).
El autor sugiere que hay algo que se está dejando de lado, una parte de la memoria y con sus textos, su testimonio, el pretende que tanto él, como el lector puedan cambiar su “punto de vista” y aceptar otras memorias. Quizá es justo aquí que hay un acercamiento entre su manera de ver la justicia y la justicia anamnética de Reyes Mate; ya que Agüero anhela un cambio en el tipo de memoria; de la memoria hegemónica del Informe presentado por la CVR, por una memoria que involucre a “todos y cada uno de los hombres, también de los muertos y fracasados a la recuperación de lo perdido” (Mate, 2003, p. 113).
La verdad y las memorias
Del análisis de estos textos usando como base las propuestas de Reyes Mate se puede ver que para Agüero la centralidad de la víctima es importante, él cree que, para llegar a un conocimiento más completo de la verdad, se debe de tener presente la información trasmitida a través de los diferentes testimonios de todo tipo de sujetos. Tal es el caso de los testimonios que Lurgio Gavilán comparte en su obra testimonial “Memorias de un soldado desconocido”, editado el año 2012 por el Instituto de Estudios Peruanos en cooperación con la Universidad Iberoamericana de México. Su historia es diferente y controversial, él narra los acontecimientos de los que fue testigo y partícipe dentro de un periodo de aproximadamente dos años de militancia como niño soldado en PCP-SL y consecutivamente como “Cabito”8 de las fuerzas armadas del Perú. Posteriormente el decide continuar en el ejército como instructor, para luego estudiar para sacerdote, tomar los hábitos. Pero deja esa vida y por medio de becas estudia antropología y tiene la oportunidad de seguir su doctorado en México. Hoy es profesor de la universidad de Huamanga en Ayacucho. El testimonio de Gavilán apoya y complementa el testimonio de Agüero, ya que a través de su testimonio podemos conocer y tratar de entender algo de la vida de miles de personas que al igual que Gavilán estuvieron involucrados y fueron partícipes en esta cruenta guerra.
Agüero enuncia la importancia de este libro como otro pedazo de las verdades que conforman las ruedas en el engranaje de la memoria total del CAI; que se hace presente ante una sociedad donde aún no hay apertura o aceptación total de la compleja realidad en la que miles de sujetos se vieron involucrados:
¿Hay un espacio de expresión para que él pueda realmente pensar en profundizar el nivel de su compromiso con la guerra y sus crímenes, sin perder el tono adecuado, sin cargar con el riesgo de la sanción social o incluso penal? No lo hay aún, pero si su libro aporta en algo, o en mucho, es en que pone una primera piedra en este sentido (Agüero, 2015, p. 75).
Para Agüero este y otros testimonios son indispensables verdades que deben de presentarse y ser de conocimiento del resto de la sociedad, para lograr la comunicación entre las partes ya que son esta verdad y este conocimiento los que llevarán al país a un reconocimiento, un entendimiento.
La politización de las víctimas
Por otro lado, el autor coincide con el filósofo Mate en la existencia de una politización de la justicia de las víctimas cuando apunta a la politización que toma lugar en las actividades que los familiares de las víctimas organizan para pedir justicia por parte del Estado, según él, ellos llegan a un exceso de justicia y sienten una falta de empatía y perdón:
Acompaño las actividades convocadas por los familiares, porque sé que tienen razón, porque ante la impunidad pedir justicia es elemental. Pero me entristece el mensaje que compartimos. El de fondo. El que no se refiere al justo reclamo por el agravio y la justa persecución y sanción de los culpables. Me desconcierta el mensaje que tiene que ver con nuestra cultura política, tan feroz (Agüero, 2015, p. 125).
Agüero se pregunta al respecto:
¿Hay algo así como un exceso de justicia? ¿Es como amar mucho sic pero al revés? Esa rabia con que se busca la justicia sin ninguna consideración es algo que me aleja de mis amigos estos días. Una especie de lujuria de justicia, que hace que esta pierda su potencial de rehacer, de recrear. Y se concentra en su poder para reprobar, sancionar, prohibir, reprimir. No lo sé (Ibíd., p. 125).
La justicia de la que habla Agüero, que se lleva a cabo “sin ninguna consideración” es la justicia del pago de la culpa por el victimario, una forma de venganza, y, no la justicia del reconocimiento a las víctimas como Reyes Mate sugiere. En ambos casos la memoria del sufrimiento de la víctima es mal usada tanto por los políticos de carrera como por los familiares de las víctimas, en espera de poder lograr algo más que un reconocimiento al sufrimiento de la víctima.
La compasión
Reyes Mate piensa que la compasión es una de las cualidades humanas que se pierden por la presencia de tanta violencia, en su texto “La mirada de la víctima” escribe:
La piel de la sociedad se hace dura para protegerse de tanta violencia, lo que lleva consigo debilitamiento de la sensibilidad y pérdida de cualidades de la humanitas, conseguidas laboriosamente por el hombre a lo largo de los siglos: la compasión, la solidaridad o la memoria (Mate, 2002, p. 243).
En los textos de Agüero se hace presente constantemente el término compasión, apela al humanitas de los lectores; a veces directamente y otras veces indirectamente. En un tono más personal Agüero cuenta cómo los senderistas le dieron a conocer el nombre de los soldados que habían matado a su padre, quizá para instarlo a vengarse por su muerte de alguna manera, al respecto él dice:
{…} yo prefiero mantenerlos a esos hombres en el anonimato. Quizá los años los hayan llevado a la reflexión, pero eso no se puede saber y no debemos de esperarlo. Esa no puede ser la causa de guardarlos, es insuficiente. Pienso que no tengo clara la razón, pero por ahora quiero que sus hijos no hereden ningún estigma. Darles la oportunidad a esos hombres de que hereden a sus hijos su mejor versión (Agüero, 2015, p. 128).
Como se menciona en el contexto histórico, Alan García fue responsable de las matanzas en el Frontón y en otras dos cárceles peruanas, Agüero prefiere perdonarlo a odiarlo – como lo odiaban su madre y su abuela. No lo absuelve de su culpa judicialmente hablando, más bien dice:
Si la justicia llega a comprobarle alguna responsabilidad, pues que la asuma. Pero siento que también fue superado por sus miedos y limitaciones, que esa guerra fue demasiado para él. Que perdió el alma en este trance. Y cuando un hombre pierde su alma, todos de algún modo la perdemos con él. Y ante ese daño, aunque quisiera, no podría desearle otro mal que sea peor. Y entonces quiero condolerme, pero cómo (Agüero, 2015, p. 128).
Menciona también, la situación de algunos senderistas que enfrentados “a la prueba” [tortura], han delatado a sus compañeros lo que significó la muerte de compañeros, arrestos, violaciones etc.:
La reprobación hacia sí mismos no los abandona. Esta falla, llevó a algunos como respuesta, a ser lo (sic) más férreos vigilantes de la línea más rígida de su partido en las cárceles. Y ya libres, se ven compelidos a seguir allí, en esa (sic) rol. Pagando. ¿Pueden escapar de este destino? ¿Destinos tales no deben movernos a compasión? (Agüero, 2015, p. 131).
En los comentarios de Agüero se puede observar que para él el sentimiento de compasión es de suma importancia y por eso que recalca al respecto, dando varios ejemplos – para sí mismo y para los lectores. Se lee también como él prefiere compadecerse de las personas que de alguna manera le hicieron daño en vez de vengarse, ya que siente que tienen suficiente con el peso de sus pecados, que deben de cargar todos los días.
Uso y abuso de la memoria
Refiriéndose al uso o abuso de la memoria o del sufrimiento de las víctimas Agüero tiene dificultad en determinar cuándo se trata de uno o del otro y usa como ejemplo la victimización:
La victimización es entonces una estrategia política para acceder a la justicia y otros bienes escasos. Los afectados por violaciones de los derechos humanos lo aprenden, lo adaptan, se apropian de estos instrumentos y lenguajes del derecho
internacional y lo emplean para su beneficio. (…) ¿Nos sorprende que resalten sus heridas para obtener algo de atención? ¿Nos debe sorprender si sabemos que antes de ser víctimas ya eran excluidos? (Agüero, 2015, p. 116).
Para Agüero es natural que las víctimas hagan uso de esa oportunidad que se les brinda, ya que muchas de las víctimas del CAI eran indígenas que antes del conflicto eran “invisibles” para el Estado. Después de la guerra, tienen la posibilidad de obtener una identidad y ser “sujetos políticos”, asumiendo que en el Perú tener un número del RUV abre las puertas a algunos beneficios – como becas estudiantiles y otros reconocimientos. Agüero subraya que entiende las razones de estas personas de hacerse víctimas, pero que quizá en “este uso táctico del sufrimiento que algunas localidades hacen, también no se pierde algo, algo del poder ético que tiene un reclamo sin más pretensiones que su sola justicia” (Agüero, 2015, p. 116). Al mismo tiempo piensa que no se puede juzgar a otros sin juzgarse al menos un poco a uno mismo; como quien dice “Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra” (La biblia, NVI, Juan 8:7).
Otro abuso que Agüero menciona y que también se lleva a cabo en la práctica de la memoria
-justamente como Ricoeur lo menciona en su libro-, es el extremo uso de la memoria artificial por parte de artistas, intermediarios culturales y otros similares para promover el interés por sus propias performances, eventos, etc.: “Por ello florecen activistas, artistas, promotores de memorias, intermediarios culturales ¿No era Todorov el que ya advertía, suspicaz, sobre estos líderes de la memoria y la moral que aproximándose a las víctimas lo que hacen es construir su propia satisfacción y su estatus como ejemplares?” (Agüero, 2015, p. 36). Pero, a pesar de este evidente mal uso de las víctimas y su situación, Agüero reconoce la necesidad que las víctimas y sus familiares tienen de la atención que estas personas crean cuando toman parte de sus eventos: “… a estos artistas las organizaciones de afectados les tienen afecto, les reconocen su interés, les agradecen que sean sus aliados y que los acompañen en sus actividades y reclamos por justicia y reparación, cuando nadie más lo hace y el Estado permanece tan indiferente” (Ibíd., pp. 36-37). Aquí coincide con Ricoeur quien habla del mal uso de la memoria en relación con la “memoria hábito” donde un museo o una escultura cobra demasiada importancia y se puede volver un instrumento ideológico por diferentes grupos para tratar de ejercer y aumentar su autoridad enunciativa (Ricoeur, 2003, p. 88). Además, Ricoeur ve también un peligro en que la conmemoración se haga maquinal y no sea el cerebro el que haga la rememoración: “Pero la novedad consiste en que el cuerpo – eventualmente, el cerebro- o el alma unida al cuerpo ya no son el soporte de esta impronta, sino la imaginación considerada como una potencia espiritual” (Ibíd., p. 88). Lo que Agüero desea apuntar es que las víctimas y los familiares de las víctimas prefieren el mal uso de la memoria por parte de los artistas y su extrema memoria al caer en el olvido total por parte del Estado y la sociedad. Por lo tanto, para él, “El uso y el abuso de la memoria, es finalmente algo que no tiene frontera, sino quizá, momentos y necesidades” (Agüero, 2015, p. 37).
Agüero coincide con Ricoeur quien a su vez expresa que la manipulación de la memoria toma lugar a través de la función narrativa: “En el plano más profundo, el de las mediaciones simbólicas de la acción, la memoria es incorporada a la constitución de la identidad a través de la función narrativa” (Ricoeur, 2003, p. 116). Parece haber una similitud de ideas por parte de Agüero, aunque no habla tan concretamente de la identidad, pero cuando relata los motivos de publicar la obra menciona que “… al compartirlas sí pueden tener efectos hacia afuera, morales y políticos, que ayudan a hacer visible lo que se quiere dejar de lado y a desestabilizar los pactos a veces inconscientes con los que damos por natural nuestra realidad, …” (Agüero 2015, p. 15). De esta cita se desprende que la historia hegemónica en el país ha presentado una narrativa que ha sentado
identidades [“terrucos” y “no terrucos”], tanto que ni se piensa. Él escribe para desestabilizar esta situación y crear un espacio de discusión.
Conclusión
Los historiadores coinciden en que el CAI tiene origen en los problemas sociales producidos por las relaciones de desigualdad entre los conquistadores y los conquistados en la época de la conquista y la colonia. Esto ha acarreado problemas de identidad en la sociedad peruana, los cuáles están presentes aún hoy en día. Ricoeur explica dicha problemática de desigualdad cuando habla de la fragilidad de la identidad, causada por lo que él denomina como “la violencia fundadora” que causa un problema de identidad en la población. Agüero por su parte no va tan lejos como la conquista, pero da a entender que el duelo en el Perú es una situación permanente y lo ha sido por generaciones; este duelo se debe a la violencia que se ha vivido en el Perú por decenios. Está violencia crea un desarraigo en la sociedad y problemas de identidad entre los ciudadanos. Es precisamente esa falta de arraigo que motiva a las víctimas y sus familiares – muchos de los cuales vivían en el interior del país- a aprovechar la oportunidad de adquirir una forma de estatus, y su registro en la lista de víctimas es un paso más para llegar a formar parte de la ciudadanía.
Relacionado a esta problemática encontramos un concepto que Agüero no ha mencionado directamente en sus textos pero que yace latente bajo todo el libro: la idea de la responsabilidad colectiva. En sus textos Agüero enfatiza en presentar ejemplos que evidencian el actuar de diferentes actores sociales y a través de estas acciones el presenta el comportamiento de estos diferentes tipos de actores partícipes tanto del CAI o de la época del post conflicto. Por ejemplo, menciona el extremo uso de la violencia por parte de los senderistas y el uso de la extrema violencia por parte de los militares. Da ejemplos también de la manera en que las organizaciones y el
gobierno han realizado o realizan su trabajo. Asimismo, apunta también al mal uso del sufrimiento de las víctimas y de la memoria por parte de los intermediarios, artistas, etc. Con todos estos ejemplos Agüero trata de presentar la existencia de una responsabilidad personal por parte de cada una de estas personas o entidades, pero en sus testimonios también se presiente la existencia de una responsabilidad colectiva – de la que ningún ciudadano peruano u organización asentada en el Perú puede librarse. Por ejemplo, cuando habla acerca de la posibilidad de que un senderista pueda o no pueda tener dignidad y se pregunta y pregunta al lector:
¿Haber pecado vuelve asqueroso al pecador, lo aparte del mundo de los humanos?
¿De qué élite de humanos puros? (…) Quizá su barbarie fue extrema. Y perdieron su condición de congéneres. (…) Pero ¿todos? ¿Todo el tiempo? ¿En Sendero todos? ¿Y realmente, no se nos parecen? (Agüero 2015, p.: 67).
Cuando escribe “…no se nos parecen”, cuando pregunta al aire libre, Agüero se incluye e incluye al lector a formar parte de la sociedad, parte de la realidad -tan compleja- de la que nadie se puede extraer ya que todos somos seres sociales y pertenecemos a la sociedad. Regresando a los abusos de la memoria de Ricoeur y la fragilidad de la identidad; la segmentación establecida en la sociedad peruana y producto de la violencia fundadora, seguirían siendo la base de las problemáticas en el Perú y un cambio en este aspecto sería para el beneficio del país.
Por otra parte, al presentar a los diferentes actores, Agüero trata de presentar las dos caras de la moneda. Él trata de entender y hacer entender al lector que las situaciones también se pueden apreciar de otra manera -con otros lentes- y tratar de perdonar y tener compasión por las carencias de las otras personas, de los otros actores; cada uno paga su culpa y carga su cruz. Además, tomando en cuenta que ninguno de nosotros deja de ser al menos un poco culpable, entonces no hay motivo para no perdonar. Por ejemplo, cuando habla de las personas que muy probablemente mataron a su padre, el trata de ver la situación en que estos individuos quizás viven hoy y no los
juzga. De esta manera Agüero va en contra de la idea popular que cada dolor sufrido debe de ser ajusticiado o vengado y trata de proponer una nueva mirada; la de la compasión y el perdón. La perspectiva a la memoria colectiva que Agüero ofrece es diferente, principalmente debido a que su visión del concepto de víctima difiere del presentado por el Estado peruano que excluye de la lista de víctimas a los militantes del PCP-SL y del MRTA. El autor apunta que también hubo víctimas entre las personas que militaban en estas agrupaciones. Comenta el caso de la mujer senderista que es torturada durante el proceso de interrogación y violada posteriormente, como un ejemplo de que estas personas también fueron maltratadas y por lo tanto deberían ser consideradas víctimas de la violencia por las fuerzas del orden del Estado peruano. Agüero cuestiona la manera en que se efectúa una división tan simple entre víctimas y victimarios, para él, la realidad es más poliédrica. Para Agüero, dejar de lado a la víctima y su sufrimiento es imposible, el reconocimiento del dolor sufrido por la víctima es esencial para poder alcanzar la saturación de las escisiones provenientes de la época de violencia que aún existen en la sociedad. Compasión y perdón son dos conceptos de suma importancia en los textos de Agüero, sabiendo que, como resultado de la narrativa hegemónica de la CVR, se ha concientizado en la población peruana, la figura del senderista como paria, que debe estar apartado de la comunidad. A lo que Agüero refuta [hay que recordar que muchos senderistas pasaron por su hogar], ya que él considera a los militantes de estas organizaciones no tan diferentes al resto de la sociedad porque nadie se puede decir libre de pecado. Al tratar de estos temas, el tono en los textos de Agüero se vuelve más personal, y usa su propio testimonio para explicar que él se siente; por un lado, culpable -al menos en alguna dosis- por el daño y el sufrimiento que sus padres causaron a otra gente y pide perdón. Y, al mismo tiempo él se siente víctima de la estigmatización de la gente por ser hijo de senderistas, aunque no es culpable de nada. A través de varios ejemplos el autor insta al lector a ver las cosas desde otro punto de vista y tener compasión por los otros, que ya tienen suficiente con sus propios demonios internos. Él prefiere tener compasión y perdonar.
Este hilo de pensamiento dirige al lector al título del libro, “Los Rendidos – Sobre el don de perdonar”, ya que durante el recorrido del libro Agüero ha desarrollado su entender acerca del perdón. De un sentimiento muy subjetivo -que una persona conceda el perdón a otra- que se vuelve en un acto, un acto de humildad, donde uno se rinde a los demás, pero ese rendirse, esa humildad no es algo negativo, sino que ese rendirse al pedir perdón y otorgarlo; libera, sana y reconcilia.
Así, este análisis ha revelado un testimonio que presenta una visión crítica de la presente memoria histórica en el Perú, ofrece una nueva mirada de la situación y destaca aspectos aún por trabajar en las políticas de memoria en el país.
NOTAS
1 Steve Stern: Profesor Emeritus de la Universidad de Yale, Historiador especializado en América Latina.
2 El Frontón: Es una isla que pertenece al Perú y donde funcionaba la cárcel del mismo nombre donde un gran número de los presos pertenecía al PCP-SL. Hubo un motín y las autoridades hacen un contraataque donde muere un gran número de senderistas en lo que se conoce como “La matanza en los penales del Perú.
3 Esta cita proviene de una transcripción de una entrevista radial por lo que el lenguaje es coloquial.
4 Tipología de víctima: personas fallecidas, personas desaparecidas, miembros de las fuerzas del orden, integrantes de los comités de autodefensa y autoridades civiles, quienes sufrieron tortura, quienes sufrieron lesiones graves, quienes sufrieron violación sexual y familiares de las personas muertas y desaparecidas entre 1980 y 2000.
5 Julia Guillerot: Diploma de Pos título, en Derechos Humanos y Democratización. Consultora – Experta internacional en temas de derechos humanos, justicia transicional y género.
6 Conforme a Jelin: En una entrevista dada a Javier Torres en Lima y publicada el 1 de septiembre de 2014.
7 Presidente José Mujica (2010-2015), Uruguay del Movimiento de Liberación Nacional, Frente Amplio.
8 Cabito: Aquí: niño que forma aparte del ejercito.
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Yurika Kristensen ostenta el título de Maestría en Filología Hispánica de la Universidad de Copenhague en Dinamarca. Como parte de sus estudios, Yurika realizó intercambios estudiantiles con la Universidad Complutense de Madrid, la Pontificia Universidad Católica del Perú y la Universitat de Valencia, llevando cursos relacionados a la situación social, política y literaria en los países hispano hablantes y cursos en interpretación del arte. Su interés radica principalmente en la interpretación y análisis de obras de literaturasocial e histórica.
Ella cuenta con muchos años de experiencia en el campo de la administración y seguros, pero durante los últimos 10 años se ha concentrado en la enseñanza de idiomas. Durante sus estudios fue profesora asistente en el Departamento de Inglés, Alemán y Lenguas Romances de la Universidad de Copenhague. En su tiempo libre hace trabajo de voluntariado en AiiA, una organización que organiza y promueve eventos relacionados a temas académicos y sociales de países hispanohablantes.